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dissabte, 31 d’agost del 2013

Mediterráneamente

Estamos ya a 31 de agosto y por primera vez en mi vida he pasado un verano (para mi el verano es junio, julio y agosto) lejos del mar Mediterráneo. Ese mar que tiene una luz que en ningún lugar hay. Con unos olores únicos, a pino y a las diferentes hierbas aromáticas de sus montes y dunas. Con ciudades tan bellas como Valencia, Barcelona, Marsella, Niza, Roma, Nápoles, Atenas o Estambul. Con islas tan paradisíacas como Formentera, Menorca, Cerdeña o las míticas islas griegas. Y con pueblos tan mágicos como Peníscola, Cadaqués o Saint-Tropez.

El mundo de la publicidad ha explotado y seguirá explotando la magia mediterránea pero sin duda, una de las campañas publicitarias que todos esperamos anualmente es la de la cerveza Estrella Damm y su "mediterráneamente" que muestras escenas de diferentes veranos en puntos mediterráneos diversos de Catalunya y las islas Baleares. El mejor para mí, sin duda el de Formentera:



En este blog he dedicado muchas entradas a lugares bañados por el Mediterráneo, mar bautizado por los antiguos romanos porque consideraban que era el que está en mitad del planeta Tierra. Y en cierta manera, en este mar tan relajado y pueblerino pero a la vez tan cosmopolita y conectado al mundo, sea donde se han cruzado tantas y tantas culturas, diferentes pero próximas a la vez. Con su gastronomía, tan renombrada en el mundo no sólo por su sabor y gigantesca variedad sino por lo sana que es. 

Como estoy melancólico por no haber podido disfrutar de su arena, sabores, olores, gentes, calles y sobretodo, su increíble luz, al menos os dejo aquí las entradas que he publicado de lugares bañados por el mar más bonito del mundo. 

                    Valencia I    -  Valencia II    -    Ibiza     -    Costa Brava     -  Estambul

Y para los despistados, todo lo que hay que saber sobre uno de los platos más famosos de la dieta mediterránea: la paella valenciana.

No se puede cerrar este post sin una de las canciones que siempre consigue emocionarme...


Quizá porque mi niñez

sigue jugando en tu playa,
y escondido tras las cañas



duerme mi primer amor,
llevo tu luz y tu olor
por donde quiera que vaya,



y amontonado en tu arena
guardo amor, juegos y penas.



Yo,



que en la piel tengo el sabor
amargo del llanto eterno,
que han vertido en ti cien pueblos



de Algeciras a Estambul,
para que pintes de azul
sus largas noches de invierno.



A fuerza de desventuras,
tu alma es profunda y oscura.



A tus atardeceres rojos
se acostumbraron mis ojos
como el recodo al camino...



Soy cantor, soy embustero,
me gusta el juego y el vino,
Tengo alma de marinero...



¿Qué le voy a hacer, si yo
nací en el Mediterráneo?



Y te acercas, y te vas
después de besar mi aldea.
Jugando con la marea



te vas, pensando en volver.
Eres como una mujer
perfumadita de brea



que se añora y que se quiere
que se conoce y se teme.



Ay...



si un día para mi mal
viene a buscarme la parca.
Empujad al mar mi barca



con un levante otoñal
y dejad que el temporal
desguace sus alas blancas.



Y a mí enterradme sin duelo
entre la playa y el cielo...



En la ladera de un monte,
más alto que el horizonte.
Quiero tener buena vista.



Mi cuerpo será camino,
le daré verde a los pinos
y amarillo a la genista...



Cerca del mar. Porque yo
nací en el Mediterráneo...

dimarts, 20 d’agost del 2013

París para expertos

Aún recuerdo cuando empecé a planificar mi primer viaje a París. Iríamos un grupito de mi primera licenciatura, Comunicación, a ver a una amiga que estaba de Erasmus allí. Por casualidad, tropecé con esta página, que aún hoy considero genial:


Esta página escrita y diseñada por una hispanohablante llamada Caol, ofrece de una manera muy curiosa explicaciones a cientos de detalles, anécdotas y curiosidades parisinas. Ya sea a través de un crucigrama, de un mapa de la ciudad con puntos o de hipertexto, iremos enlazando de página en página descubriendo fotos y comentarios que nos desvelarán miles de secretos que ni los más obsesionados con la capital francesa conocíamos. 

Recuerdo la explicación correcta del monumento que muchos erróneamente creen dedicado a Lady Di. O de cómo descubrí la bella Galerie Vivienne gracias a la página. O el Village Saint-Paul, en pleno Marais, "uno de esos rincones que el hombre con prisa no encuentra" según la genial autora de esta web. Me encantó pasear estos y otros muchos rincones más que la autora explica con gracia y desenfado, sin ser pretenciosa y cuidando todos y cada uno de los detalles que observa en los diferentes rincones.

Actualmente la página no se actualiza desde 2010, aunque sigue siendo muy útil. Lo que si actualiza puntualmente es el blog, al que podéis acceder aquí. En él, la autora del blog, Caol, escribe puntualmente sus experiencias en la infatigable tarea de descubrir todos los pequeños secretos y alegrías que París siempre da. Es un imprescindible para todos aquellos que irremediablemente seguimos enamorados de la Ciudad de la Luz. 

dimecres, 14 d’agost del 2013

Los "no-lugares" y los nómadas

En 1992 el antropólogo francés Marc Augé publicaba el que sería más famoso de sus libros: Los no lugares: espacios del anonimato, cuyo título original era Non-lieux: introduction à une anthropologie de la surmodernité. Desde ese momento, el término "no-lugar" se convertiría en uno de los conceptos clave para estudiar la época contemporánea, no solo para la antropología, sino también para la geografía, la filosofía o la sociología.

Los "no-lugares" son todos aquellos sitios de transitoriedad que no tienen suficiente suficiente importancia para ser considerados lugares. En un sentido antropológico, son lugares aquellos sitios vitales o históricos, así como aquellos otros espacios donde nos relacionamos. En cambio, una autopista, la habitación de una cadena hotelera, un centro comercial o un aeropuerto son lugares circunstanciales, caracterizados por el pasar de individuos. Ni personaliza ni aporta identidad porque es difícil interiorizar su aspecto o componentes. Por ello, las relaciones y la comunicación que se dan allí son más artificiales. Lo que nos identifica es un billete de avión, un pasaporte o una tarjeta de crédito. 

La persona no vive estos lugares, ni se apropia de ellos. Lo único que se crean son relaciones de consumo. Un lugar debe integrar lo antiguo y lo moderno. En los "no lugares" esto no ocurre. No son lugares de encuentro ni de construyen referencias comunes para grupos. 

Por supuesto, un nómada, o cuanto menos, alguien con una cierta curiosidad intelectual no puede más que evitar a toda costa estos lugares. Personalmente los "no-lugares" que más evito son los centros comerciales o "malls" así como las cadenas de comida rápida. Quizá esto sea más fácil en Europa, siendo que en otros lugares, como América o determinadas ciudades del Sudeste Asiático sea más complicado evitar tener que ir de vez en cuando a un "no-lugar". 

Alguien con un cierto interés o sensibilidad buscará siempre pasar el mayor tiempo posible en lugares cargados de humanidad, diseñados por humanos, a escala humana para la vida humana. A diferencia de los barrios antiguos, donde las calles son a escala humana, las tiendas son cada una un mundo y los restaurantes ofrecen comida de todo tipo, cocinada como siempre se hizo, los centros comerciales irradian frialdad. Diseñados por equipos de marketing, suelen estar hechos para que nos perdamos y recorramos la mayor distancia posible, con la iluminación medida, la música calculada y el número de bancos totalmente calculado. A diferencia de calles y plazas, que pertencen al pueblo, los centros comerciales son propiedad de un puñado de poderosos, y son un lugar privado, aunque se empeñen en imitar lo público, en ocasiones de forma obscena, como ocurre en Las Rozas Village de Madrid, Greenbelt en Manila o el Villaggio en Doha. En estos lugares, tristemente cada vez más frecuentados, no existe derecho a reunión ni manifestación, más allá de lo autorizado por sus dueños. La historia está totalmente ausente y todo está diseñado para vender. Los que te atienden no son propietarios, ni han diseñado la tienda ni casi conocen bien el producto. Les da casi igual. En estos "no lugares" las personas quedamos solitarias y anónimas, según Augé.

Aunque coincido básicamente con las teorías de este gran antropólogo, como curioso vocacional he de decir que uno ha de aprovechar cuando no tienen más remedio que pasar unos minutos o unas horas en estos "no lugares" para agudizar más si cabe su mirada y disfrutar con las pequeñas cosas que humanizan estos sitios tan fríos. Porque al fin y al cabo, somos humanos los que frecuentamos estos lugares y al final, nuestro toque se nota. Eso sí, hay que hacer mucho más esfuerzo que en los lugares para notarlo. Por ejemplo, no será lo mismo parar a repostar en una gasolinera de La Mancha castellana, donde nos atenderá una cotilla mascadora de chicle y donde podremos comernos un bocadillo de jamón serrano y queso manchego; que hacerlo en otra de los alrededores de Khao Yai, donde una tailandesa tímida nos ofrezca agua caliente de un termo rosa para preparar nuestro bote de tallarines picantes con gambas desecadas. Por mucho que ambas  gasolineras sean de la Shell

Al final uno tiene que disfrutar de cada momento, esté en el lugar en el que esté. No negaré que me es mucho más agradable tomarme un café en la place de la Contrescarpe que en el Dolphin Mall. Ni que mis sentidos se excitan mil veces más escuchando música en cualquier bar de Lapa antes que en la discoteca Republiq. Seguro que me he sentido más especial durmiendo en el Hotel Tántalo que en el Marriott Beijing West. O que pasear por la calle Fuencarral me es mucho más satisfactorio que hacerlo por el Centro Comercial Gran Turia. Pero aún así, he sabido exprimir al máximo cada mometo y apreciar las peculariades que esos "no lugares" tienen. Porque al final, nuestra voluntad y curiosidad puede llegar a ser tan fuerte, que transforme esos "no-lugares" en lugares de pleno derecho.  

dilluns, 12 d’agost del 2013

Ciudad de Panamá

Ciudad de Panamá es una de las ciudades americanas que más está creciendo económicamente. Numerosos rascacielos se han levantado y se siguen levantando, algunos de formas imposibles como el reciente edificio conocido como "Tornillo", oficialmente F&F Tower, antes Revolution Tower. Su espectacular diseño, único en el mundo, lo ha convertido en todo un emblema de Panamá junto con la gigantesca Trump Ocean Club, el edificio más alto de América Latina, que a muchos recuerda al famoso hotel Burj Al Arab de Dubai.

El aeropuerto internacional de Tocumen, perfectamente conectado a todas las ciudades americanas gracias a  la compañía aérea centroamericana estrella, la panameña COPA, hace que Panamá sea un auténtico hub, siempre con visitantes ya sea por negocios, turismo, escalas o compras.

Para todo visitante en la ciudad, lo cierto es que al principio siempre hay una confusión. Yo recuerdo que cuando llegué me hablaban de Panamá Viejo y del Casco Viejo y creía que era lo mismo. Pero no. Aunque es cierto que ambas partes de la ciudad fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por parte de la UNESCO.

Por orden cronológico la primera a visitar sería Panamá Viejo. Situado frente a un manglar, contiene diversas ruinas, especialmente de casas de gente adinerada, iglesias, conventos, la antigua catedral y lo que fue el edificio del Concejo, con la característica torre de la catedral delante, ahora símbolo de Panamá Viejo. La antigua plaza mayor, con su característica forma aún se mantiene. Incluso hay algunos puentes de piedra que siguen en pie. Aquí se fundó la Ciudad por parte de los españoles. Aunque debido a un ataque del pirata inglés Henry Morgan, la defensa de la ciudad decidió volar el depósito de pólvora para evitar que Morgan se llevara algo de provecho. La falta de defensa de la ciudad puso muy fácil al pirata su asalto. Solo quedan ahora las ruinas, aunque hay muchos carteles explicativos que ayudan a comprender mejor la historia de la ciudad. Por eso, cuando todo pasó, las élites de la ciudad decidieron reubicarla varios kilómetros del sitio original, en una pequeña península, y amurallarla.

Ahí es donde está ahora lo que se conoce como Casco Viejo o Antiguo. Este barrio colonial recuerda mucho a otros lugares parecidos de la arquitectura colonial española como La Habana Vieja o Cartagena de Indias, auqnue en menor escala. Siempre es agradable darse un paseo por sus calles empedradas y sus plazas admirando sus edificios e iglesias, muchos de ellos ya restaurados y con numerosos restaurantes, hoteles y clubes de moda.

Destacan varios lugares que merecen una visita. Lo mejor es empezar por la plaza Francia, antigua plaza principal, donde aún se encuentra la embajada francesa y el señorial Instituto Nacional de Cultura. Las murallas que protegían la ciudad se observan aquí perfectamente pudiéndose incluso ver las antiguas bóvedas donde se guardaban las armas, ahora reconvertidas en tiendas chic y un buen restaurante. En la punta se encuentra un obelisco coronado por un gallo, símbolo de Francia, ya que este monumento honra a los miles de franceses que murieron por enfermedades en su fallido primer intento de construir el Canal de Panamá.

Continué la visita caminando por el bello paseo Esteban Huertas, encima de las murallas, desde las que admirar el gigantesco puente de las Américas, la Causeway del Amador, el colorido nuevo museo de la biodiversidad de Frank Ghery o el impresionante skyline de la nueva Ciudad de Panamá, con los curiosos rascacielos que van surgiendo. Llama la atención la nueva autopista que se está construyendo alrededor del Casco, en mitad del mar, y que casi les cuesta la declaración de Patrimonio de la Humanidad.

De este paseo se continúa hacia las ruinas de la iglesia de Santo Domingo para salir al imponente Teatro Nacional. La plaza Bolívar es una de las más bonitas del Casco, con el Hotel Colombia en estilo "Mediterranean rennaissance", el Ministerio de Relaciones Exteriores, en el elegante Palacio Bolívar, o la iglesia de San Francisco de Asís con su característica torre. En esta plaza tuvo lugar un fallido congreso en el que Simón Bolívar intentó convencer a las jóvenes repúblicas centroamericanas y suramericanas de unirse en un nuevo Estado. Por desgracia, caudillismos y personalismos hicieron fracasar esta utopía panamericana y decenas de pequeñas repúblicas aparecieron por todo el continente.

Vale la pena pasear la calle 4 para ver la Casa Góngora, uno de los edificios más antiguos del país, perfecto ejemplo de casa colonial española de mediados del siglo XVIII con sus cerámicas en el suelo o sus techos de madera. Los que más disfrutarán recorriendo las calles de Casco serán los fanáticos de James Bond, puesto que aquí se rodaron muchas escenas de la película Quantum of Solace, aunque imitando a Port-au-Prince en Haití y a La Paz en Bolívia.

En la plaza de la Catedral, además de la bella catedral, con sus dos torres blancas y madre perla incrustada, al lado se encuentra un hermoso edificio art-déco, que nos transportará a las calles de South Beach en Miami, o también el famoso Museo del Canal, sito en un antiguo Gran Hotel construido por los franceses. La exposición permamente del piso segundo muestra los diferentes aspectos del Canal, desde los más técnicos a los más políticos, donde se explica muy bien la reivindicación histórica del pueblo panameño de que esas tierras volvieran a la soberanía de Panamá. Jimmy Carter fue el encargado de hacer esto realidad, costándole una gran impopularidad entre los estadounidenses. En el museo también se exponen colecciones temporales de arte contemporáneo y hay una pequeña muestra fija de arte religioso del siglo XVIII.

No os perdáis la cercana heladería GranClément, una de las mejores del país. Sus helados artesanales son deliciosos y cuenta con varios tipos entre los que destacan curiosamente el helado de albahaca o el de jengibre. El de "pain d'épices" es también muy popular y delicioso. Situado en un bajo de una antigua casa del barrio, esta heladería no decepciona a nadie.

En la avenida A es imprescindible vistar la iglesia de San José. Aquí se encuentra un impresionante altar cubierto de láminas de oro que ya estaba en Panamá Viejo. Se salvó gracias a que un sacerdote manchó todo el oro de betún para confundirlo con metal barato ante el asalto de Morgan y sus secuaces.

Por último, la plaza Herrera es un tranquilo lugar al que dar un vistazo por su curiosa combinación de hoteles de lujo en edificios de clara influencia estadounidense de los años 20 así como al escuela pública tradicional (con campo de fútbol y todo) o las bellas casas de madera de La Broyá, con forma de barco, realizadas por el gobierno como casas para clases socialmente desfavorecidas.

Vale la pena darse un paseo por la Avenida Central, ya fuera de Casco Viejo, para admirar la decadencia de lo que fue la arteria principal de la ciudad. Empezando por el café Coca Cola, el bar más antiguo de Panamá y donde se tomó un refresco el Che Guevara, uno sigue paseando admirando las coloridas y ruidosas tiendas de telas, ropa, electrodomésticos o comida tradicional. Numerosas indígenas Guna Yala se pasean en sus coloridos trajes típicos haciendo compras. No os olvidéis de pasar por la antiguamente peligrosa calle "Salsipuedes" ahora abarrotada de pequeños puestos donde destacan los libros de segunda mano.

Una buena caminata es recorrerse tranquilamente el Paseo Balboa conocido como Cinta Costera, desde Casco Viejo hasta Multicentro, con una parada obligada en el renovado Mercado del Marisco, donde tomar uno de los mejores y más frescos ceviches panameños, a precios más que económicos.

Por último, disfrutad de alguno de los restuarantes internacionales de las zonas de calle Uruguay y Obarrio, y luego salid de fiesta por allí. En las secciones futuras "De fiesta por Panamá" y "De restaurantes por Panamá" prometo dar más información de restaurantes, lounges, bares y clubs.