Sin ninguna duda, las laderas cubiertas de cafetales que rodean el populoso Valle Central guardan el corazón y alma de Costa Rica. Aquí es donde llegaron los primeros colonizadores y aquí es donde el café hizo rica a esta nación centroamericana. Explorar el núcleo tico no será solo ver aburridos pueblos de montaña con gente yendo al mercado o a la Iglesia, sino que podremos hacer excursiones a caudolosos ríos para hacer rafting, nos sorprenderemos admirando cráteres de volcanes de extraordinaria belleza o probaremos la gastronomía rural tica, sencilla pero muy sabrosa.
Y hablando de asuntos gastronómicos, lo mejor es tener la suerte de ir invitado por un amigo tico y comer con su familia. Personalmente tuve varias oportunidades, por suerte. Una de las comidas más deliciosas fue una barbarcoa en una finca porcina en las montañas de Puriscal dónde sirvieron un gran bol de ensaladilla rusa "a la tica", ya que en Costa Rica le añaden remolacha y una salsa a base de mayonesa y mostaza que le da un toque delicioso. El resto de la comida fue a base de "gallitos", es decir, tortillas pequeñas de maíz que cada uno se las rellena de lo que más le guste, con carne de cerdo o de res a la parrilla, por ejemplo, regadas con pico de gallo, una salsa natural a base de tomate picado con aceite, pimiento, cebolla, cilantro... y otras hortalizas y especias según el gusto de cada familia. Y de postre, me dieron a probar un chupito de guaro y otro de guaro arreglado. Este es el licor que se obtiene destilando de forma casera la caña de azúcar, y que luego se suele dejar macerar en ríos o en bañeras. El guaro arreglado es el mismo guaro mezclado con zumo de melocotón y crema de coco, para rebajar el fuerte sabor alcohólico y hacerlo más agradable al paladar. Su alta graduación lo convierte en un licor muy fuerte. Además, es ilegal producirlo, ya que en Costa Rica la producción de alcohol es monopolio nacional, y por desgracia, este tipo de alcohol no lo comercializan. Sólo en las familias ticas que lo produzcan o que lo hayan comprado "de contrabando" lo podréis probar.
Por cierto, si pasáis por Santiago de Puriscal, no olvidéis haceros una foto en la fantasmagórica antigua iglesia, muy grande pero abandonada porque un terremoto la dejó a medio caer... y probad los famosos chicharrones, famosos en todo el país. Son unas partes del cerdo deliciosas que sólo venden ya cocinadas en las carnicerías de este pueblo por las mañanas. Además, las vistas diurnas y nocturnas del Valle Central desde las colinas del pueblo no tienen desperdicio.
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Una de las de las atracciones turísticas más visitadas del país son los grandes volcanes que rodean el Valle Central. Irazú, Barba, Turrialba o por ejemplo, el Parque Nacional del volcán Poás, que fue el que visitamos. Este es el lugar perfecto para todos los que quieran contemplar el interior del cráter de un volcán activo sin tener que hacer el esfuerzo de escalarlo. Y además a lo grande, puesto que tiene uno de los mayores cráteres del mundo. Verlo allí, humeante, con su caldera burbujeante de un color verde atómico es bastante impresionante. Y más, rodeado de tierras grises, muertas, fruto de lava reciente y cenizas que salen disparadas de su interior.
Tanto si vais en coche o en autobús, no olvideis probar las exquisiteces que se venden en los puestos de carretera de subida al volcán. Allí encontraréis quesos típicos, además de frutas y muchos tentempiés ticos. Si no habéis traído nada de casa, aprovisionaos aquí: la cafetería del Parque Nacional es demasiado simple.
Es recomendable ir lo más temprano posible, más que nada porque a partir de las 10 de la mañana se forma una capa de nubes que la mayoría de días impiden ver el cráter. Nosotros tuvimos la enorme suerte de admirarlo despejado. Si llegais con nubes, tened paciencia y tomad el sendero Botos, de media hora de paseo, por el interior de un bosque nuboso de plantas enanas pero que aún así cubren el sol, fruto del aire ácido (de hecho todo el Parque Nacional huele a pedo) y las temperaturas bajo cero a las que se llega aquí por las noches. El sendero es muy agradable y podremos ver todo tipo de especies animales (como los bonitos colibríes) y plantas increíbles, especialmente líquenes y musgos. Al final del sendero llegaremos al segundo cráter, inactivo hace siglos, en el que se ha formado la laguna Botos, un peculiar y enorme lago de agua fría de un color azul zafiro también único, fruto de los minerales volcánicos diluidos en el agua.
La entrada al parque son 10 dólares para extranjeros... o uno y medio para ticos (o para extranjeros como yo a los que los ticos que lo acompañna lo hacen pasar como nacional).
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Otra de las grandes atracciones del interior de Costa Rica son sus caudalosos ríos, especialmente en la zona de Turrialba, con los grandes como el Reventazón y el Pacuare, siendo especialmente indicados para practicar rafting. El primero es mucho más difícil que el segundo, lo que no quiere decir que el segundo sea fácil. Con rápidos de tipo V, el Reventazón atrae a aficionados a este deporte de todo el mundo. El Pacuare, por su lado, cuenta con muchos rápidos de nivel III y IV, pero lo que más atrae al turismo son sus paisajes, los más impresionantes de Centroamérica en cuanto a opciones de rafting se refiere. Combina espectaculares cañones cubiertos de selva tropical virgen con áreas más tranquilas por las que se pasa incluso al lado de una aldea indígena o construcciones abandonadas ya sea de ferrocarril o de la empresa eléctrica nacional. Los lugares dejan sin respiración, pareciendo sacados de Jurassic Park.
Jamás había practicado rafting, y la verdad es que al principio fue complicado aprender y coordinarnos los siete de la balsa (todos novatos).
Pero poco a poco aprendimos y le fui perdiendo el miedo a esos rápidos. El rafting es un deporte cansadísimo, no sólo por el esfuerzo en los brazos al remar, sino también en las piernas, ya que son el único elemento con el que nos aseguramos a la barca a base de presionar los pies hacia los lados del bote para no caernos a las rapidísimas y llenas de enormes rocas aguas del río.
La verdad es que es una actividad muy divertida, sobretodo cuando la barca entra en los rápidos y sube la adrenalina por saber que existe un riesgo de caerse y que la fuerte corriente te ahogue o te estrelle contra una roca. Por supuesto el hecho de usar chalecos y cascos limita mucho estas posibilidades de accidente. Durante todo el viaje sólo se cayó un holandés patoso que se asustó bastante.
A lo largo del Pacuare hay un tramo de rápidos casi al final en los que no hay rocas, por lo que el instructor nos animará a tirarnos al agua y vivir unos rápidos desde dentro. Por supuesto es algo voluntario y hay que seguir las indicaciones básicas: posición sentada en el agua (flotamos gracias al chaleco), piernas hacia delante, ojos bien abiertos y boca bien cerrada. Aunque a veces tendremos la desagradable sensación de morir ahogados, sólo la sensación de pérdida total de control y de la enorme fuerza del agua arrastrándonos hace que valga la pena tirarse y vivir la experiencia.
Para estas actividades recomiendo encarecidamente a la empresa "Ríos Tropicales" que os llevará en furgoneta hasta el mismo río, ofreciendoos antes una parada en la central con un buen buffet de desayuno tico, os proveerá con todo el material para hacer rafting con instructor incluído, y luego os recogerán en el último tramo del río para llevaros de nuevo a la cenral para ofreceros un buffet digno para comer. Además, en la central tienen duchas y cuartos para cambiarse, perfectos tras la gran mojada que nos daremos en los rápidos. Y todo por 90 dólares si somos extranjeros o 60 dólares si los ticos con los que vayáis os hacen pasar por uno de ellos.
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Además de las maravillas naturales y las actividades deportivas, lo cierto es que las ciudades alrededor de San José también merecen alguna visita, como por ejemplo la antigua capital costarricense: Cartago. Fue reconstruida en 1910 tras terremotos y erupciones volcánicas, con los que se perdieron todos los monumentos importantes. Situada en un precioso valle, esta ciudad se fundó por el gobernador español Juan Vázquez de Coronado.
Su importancia mayor reside en la Basílica de Nuestra Señora de los Ángeles, el templo más sagrado de Costa Rica, de elegante estilo neobizantino y capillas de madera tallada. Allí se encuentra la "Negrita", una pequeña representación de la Virgen María que se encontró aquí en 1835 por una mujer, que se la intentó llevar varias veces a su casa, reapareciendo siempre al día siguiente en el lugar donde fue encontrada. De esta forma, el pueblo decidió cumplir la voluntad de la Virgen construyéndole una enorme basílica alrededor del lugar donde apareció la Virgen de los Ángeles, actualmente patrona de Costa Rica. Su milagrosos descubrimiento hace que, todos los 2 de agosto, miles de costarricenses peregrinen a pie los 22 kilómetros que separan San José de la basílica, siendo que muchos los penitentes que completan el último tramo de rodillas. Esto se hace como una promesa a la Virgen para dar gracias o pedir por algo. Me quedé a la misa allí y durante la misma pude ver a varios peregrinos que el resto del año también hacen a rodillas este último tramo de peregrinación. Tras bajar a ver la roca donde fue originalmente encontrada, me llamó la atenció la galería que hay bajo la basílica donde encontramos decenas de vitrinas repletas de objetos ofrecidos por peregrinos agradecidos a la "Negrita" por atender sus peticiones. Llaveros, joyas, maquetas de avión, títulos, premios, pequeñas estatuas... son los regalos que creyentes de todo el mundo le llevan.
Tras la visita a la basílica, nada mejor que pasear hacia el este y dar una vuelta por las ruinas de la "Parroquia", restos de una iglesia construida en 1575 como santuario al Apóstol Santiago. Aunque sólo quedan los muros, es agradable darse una vuelta por sus jardines.
Y para comer en Cartago, un buen sitio donde probar comida típica es la misma plaza de la Basílica, en la confortable soda del hotel Puerta del Sol, auténtica donde las haya, que lleva sirviendo "casados" desde 1957, además de otras especialidades como el ceviche tico.
Cogiendo un bus en Cartago se puede llegar al valle de Orosi, precioso también, en el que admirar la pequeña iglesia de San José, de paredes blancas y tejado de cañas y tejas, siendo la más antigua de Costa Rica, construida en 1743 (habían iglesias más antiguas, pero fueron destruidas por terremotos). Tuve la mala suerte de no poder entrar por ser lunes y estar cerrada. Poder pasear por el tranquilo Orosi otorga una sensación de tranquilidad y de encontrarnos en un lugar remoto, rodeados de imponentes montañas verdes en medio de un pequeño valle poco poblado.
Heredia es otra de las ciudades del Valle Central que vale la pena conocer. Una buena posibilidad es aprovechar tras la visita al Museo Nacional en San José, para dirigirse a la cercana estación de ferrocarril y tomar el tren que en media hora nos dejará en Heredia.
La "ciudad de las flores" es un centro de alta tecnología (aquí se fabrican chips) además de poseer call-centers de numerosas firmas internacionales y sobretodo, ser la sede de la Universidad Nacional o UNA. Esto le da un ambiente juvenil que se traduce en numerosos bares, cafeterías y restaurantes buenos, baratos y originales de comida internacional, destacando la japonesa, libanesa y vegetariana.
La subida del precio de café en el siglo XIX hizo que los grandes propietarios cafetaleros de la ciudad amasaran pequeñas fortunas surgiendo una aristocracia "del café" que construyó una ciudad refinada con paseos arbolados, elegantes plazas con bonitas iglesias, una catedral, y casitas achaparradas que recordaban al estilo virreinal español. Hoy en día se conserva mucho de esa elegancia, a pesar de que la municipalidad destruye algunos edificios históricos para aprovechar esos solares creando feos parkings o edificios de hormigón insulsos al estilo de San José.
El Parque Central guarda una elegancia notoria, con sus palmeras y su bonita fuente, presidida por la iglesia de la Inmaculada Concepción, que recuerda a una fortaleza. También rodean la plaza una antigua mansión que fue residencia del ex presidente González Flores, actualmente la Casa de la Cultura. Siempre en la plaza, la torre vigía del antiguo fortín español también tiene interés, siendo el actual símbolo de la ciudad.
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Por último, y más allá del Valle Central, la enorme llanura de San Carlos fue otro de los lugares que tuve la suerte de conocer. Especialmente La Fortuna, una pequeña aldea muy desarrollada en los últimos tiempos, gracias al gran interés turístico que genera el volcán Arenal desde que sufrió la terrible erupción de 1968. Turistas de todo el mundo llegan a ver este gran volcán en medio de una llanura para admirarlo escupir lava roja durante la noche y ver la columna de humo que sale de su cono durante el día. La gran cantidad de aguas termales que salen de las tierras de la falda del volcán han hecho que surjan como setas unos cuantos complejos hoteleros con trozos de selva, piscinas termales a diferentes temperaturas, preciosas vistas del volcán, cascadas, bares en piscina, toboganes, spas... y oportunidades para hacer actividades como montar a caballo o el popular canopy.
Yo fui al hotel Los Lagos, muy completo, con todas las actividades que he citado, además de tener un pequeño zoo con caimanes, tortugas, y sobretodo, un ranario "sin jaulas" con decenas de ranitas del tamaño de una uña y colores rojo, negro y amarillo, muy venenosas, además de un precioso mariposario en el que rodearnos de grandes mariposas alrededor nuestro, o de una zona con hormigas de diversos tipos, en el que podremos destapar los hormigueros (gracias a cristaleras) y ver a estos laboriosos insectos en acción. Por cierto, las hormigas centroamericanas son mucho más grandes que las europeas.
Las piscinas termales y sus divertidísimos toboganes, así como su bar en una de las piscinas termales son un placer de día y de noche. Además, tiene unos buenos cables de canopy llamado Los cañones. Son más de 15 y la actividad suele venir incluida en el paquete hotelero (con monitores). Era mi primera vez haciendo esto y he de decir que el canopy permite a uno sentirse como Tarzán, recorriendo las espesas selvas a través de altísimos cables, que en ocasiones cojen mucha velocidad y de los que hay que frenarse antes de llegar a la siguiente plataforma, a riesgo de empotrarnos contra el tronco en el que se encuentra la siguiente plataforma.
La llanura de San Carlos, además, es el mejor lugar para probar las bocas. Son el equivalente a nuestras tapas, pero normalmente en Costa Rica son pequeñas y suelen dejar con hambre. Sin embargo, en La Fortuna y los restaurantes en las carreteras que la rodean podremos comprobar que con pedir una boca nos llenaremos porque son muy grandes. Sobre todo hay que probar las de carne de res, por estar en zona tradicionalmente ganadera.
Por otro lado está Ciudad Quesada, sede de la empresa Dos Pinos, Los Termales del Bosque, hotel en el que también se puede pagar por acceder a las termas naturales con agua caliente o templada que sale de los volcanes cercanos en mitad de la selva.
Al volver a San José de esta excursión al Arenal, sea en coche o en bus, recomiendo encarecidamente parar un rato a mitad camino en Zarcero, un pueblecito de montaña con clima fresco y paisajes perfectamente comparables a los de Suiza. Lo que atrae a miles de ticos aquí es el parque Francisco Alvarado, un jardín normal hasta que en la década de los 60, el jardinero Evangelisto Blanco decidió podar los cipreses y otros arbustos con formas extrañas, psicodélicas, especialmente el doble túnel de arcos surrealistas que parecen derretirse.
Además, Zarcero es el lugar de Costa Rica con los mejores puestos de carretera, llenos de productos ticos de gran calidad, de donde es especialmente delicioso el queso palmito, a mantenerse en frío, y realizado artesanalmente por granjeros, con un sabor delicado, una textura única, y que casa muy bien con tomate y albahaca. En estos puestos también son muy buenas las cajetas (dulces caseros), especialmente la de coco.
En definitiva, el Valle Central y sus alrededores constituyen un mundo por sí mismo donde los visitantes no se aburrirán, ya sea si buscan gastronomía, cultura, relax, formaciones naturales, flora, fauna o actividades de riesgo y excursionismo. De todo, para todos, y a precios razonables.
Finalmente, al norte de Costa Rica, los valles septentrionales de la zona de Upala ofrecen uno de los lugares menos turísticos del país, visitar un palenque Maleku
IMPRESCINDIBLES
Comer
Tico taco en la taquería Víquez.
Beber
XXX
Canción
"Eres más que un ángel" de Los Brillanticos.
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