dissabte, 25 d’agost del 2012

La Ciutat de les Arts i de les Ciències - València

El primer elemento que abrió sus puertas en la Ciutat de les Arts i de les Ciències de Valencia fue l’Hemisfèric. Antes de esto, la capital del Túria quedaba fuera de cualquier circuito turístico. Los cruceros pasaban de largo rumbo a Barcelona o Palma de Mallorca. Los paquetes a España nunca incluían a su tercera ciudad como parada. Y los que pasaban cerca, rumbo a las playas mediterráneas o a Cataluña, no solían detenerse. Y si lo hacían, apenas paraban a ver el Micalet y comerse una paella. Algún político estúpido se había lucido instalando en las entradas de la ciudad un tristemente famoso cartel del bienvenida que decía, literalmente “Valencia, visítela en solo dos horas”. Patético e irreal.

Para corregir este olvido, la Generalitat Valenciana presidida por Joan Lerma ideó un megaproyecto al final del antiguo cauce del río Túria en el que, a través de la construcción de edificios emblemáticos, dotar a Valencia de los equipamientos dignos de una gran ciudad. Con ellos se pretendía primordialmente atraer turismo.  Pero también diversificar el panorama cultural, artístico y de ocio para los valencian@s.

Se pusieron en marcha las obras y en 1996 se inauguraba l’Hemisfèric, primera pieza del conjunto. El arquitecto valenciano más internacional, Santiago Calatrava, diseñó casi todo este complejo, incluído este primer edificio. Representa un ojo blanco gigante, con párpados de cristal que se abren y cierran, y cuya gran bola central es a la vez un gigantesco cine IMAX, un planteario y un lasérium. Rodeado de dos amplias láminas de agua, programa películas y documentales de actualidad así como sesiones de planetario y espectáculos láser proyectados en su gran pantalla redonda. Las sillas están tan empinadas que personas con vértigo deben evitar entrar aquí. Además de los tremendos altavoces detrás de la esfera-pantalla, cada espectador cuenta con unos cascos futuristas que puede programar para escuchar las explicaciones y narraciones en castellano o valenciano-catalán, así como inglés o francés.

Además de por traer a Valencia una tecnología fílmica tan potente y novedosa, el edificio en sí se convertía en uno de los nuevos símbolos de la ciudad y el turismo empezaba poco a poco a afluir. Gracias a este ojo gigante muchos redescubrían también los encantos denuestros barrios históricos.

Pocos años después se inauguraba el gigantesco edificio de al lado y siguiente pieza: el Museu de les Ciències Príncipe Felipe. Los periodistas lo bautizaban como la catedral civil del siglo XXI. El gigantesco edificio blanco con alargadas cristaleras e interminables escaleras empinadas contenía en su interior un enorme museo científico novedoso, donde la regla principal era: “prohibido no tocar”. Niños y mayores con intereses en las diferentes ramas de las ciencias podrán experimentar aquí aspectos relacionados con la física, la biología, la química, la meteorología o la aeronáutica entre otras ciencias. Son habituales los corrillos esperando ver algún polluelo nacer en directo en la incubadora acristalada. El péndulo de Foucault, en la majestuosa calle mayor acristalada, sigue balanceandose y empujando bolas cada media hora, probando que la tierra gira sobre sí misma. Y decenas de exposiciones y talleres explican cómo se fabrica el helado, cómo se graba un programa de televisión, cómo mutan los genes (con muestras de animales deformados en formol), o cómo se elevan los globos aeroestáticos.

La majestuosidad del museo vino acompañada del futurista parking de la Ciutat de les Arts i les Ciències, cubierto con un paseo lleno de palmeras, enredaderas y plantas tropicales, cubierto a su vez por modernísimos arcos blancos. Se trata de l’Umbracle. Todo diseñado también por Calatrava. Otra amplísima lámina de agua separaba el nuevo museo del parking y paseo cubierto. Y todo con la omnipresencia del trencadís, técnica muy mediterránea del modernismo, ahora rescatada por Calatrava para los nuevos edificios contemporáneos que le encargan por todo el mundo.

En el paseo elevado entre l’Umbracle y l’Hemisfèric y museo, suelen organizarse exposiciones temporales de diferentes artistas de todo el mundo. La última vez que me paseé por allí encontramos la curiosa exposición Sweet, de la escultora francesa Laurence Jenkell, que proponía varias esculturas con forma de caramelo gigante en el que cada uno tenía la envoltura con la bandera de países determinados. Mi foto inevitable fue la del caramelo de la Unión Europea. 

Museo, Hemisfèric y Umbracle pusieron definitivamente a la ciudad en los nuevos paquetes que se diseñaban para visitar España y los cruceros empezaron a convertir a Valencia en una de sus paradas más populares del Mediterráneo. No obstante, fue con la apertura de l’Oceanogràfic, diseñado por el arquitecto mexicano fallecido Félix Candela, cuando el turismo empezó a afluir de forma masiva. El mayor acuario de Europa abria sus puertas mostrando una gran variedad de ecosistemas reproducidos con peces, mamíferos, reptiles, anfibios y aves de todo el mundo mostrados en salas de un diseño contemporáneo espectacular. El gran parque, que requiere de un día para verlo todo, cuenta con un elegante restaurante submarino de precios algo elevados, cubierto por un gran nenúfar de cemento blanco. Por supuesto, también encontraremos otros restaurantes y cafeterías más asequibles en el parque. Alguno de los mejores acuarios son los que representan el fondo del Mediterráneo o el del Mar Rojo, situado en un bonito auditorio. Asimismo, cuenta con uno de los mejores delfinarios del mundo, con shows a determinadas horas. Y sobretodo, lo mejor son el par de túneles transparentes bajo el água, siendo uno de 70 metros, donde observar sin peligro como nadan diferentes especies de tiburones. Morsas, flamencos y sobretodo la nueva beluga polar, son otras de las atracciones.

L’Oceanogràfic sigue siendo, aún hoy, la pieza más visitada del complejo y la única que da beneficios económicos. La espectacularidad de todos los animales que allí residen, así cómo su armónica arquitectura, son inimitables. En verano, el parque abre hasta altas horas de la noche, ofreciendo sus visitas nocturnas, que incluyen espectáculos de natación sincronizada con nadadores y delfines.

Años después, Valencia se sorprendía a sí misma y al mundo con la apertura de su futurista ópera, el Palau de les Arts Reina Sofía. Se le compara con un enorme escabarajo, con un barco con las velas desplegadas, con una nuez gigante o con el casco de un guerrero del futuro. El caso es que Calatrava diseñó otro gran edificio de blanco inmaculado, grandes superfícies de trencadís y formas que desafían la gravedad, como la enorme pluma de cemento blanco que cubre el edificio sin más apoyo que su base. Y por supuesto, dos amplísimas láminas de água a cada lado del edificio.

En su interior cuenta con tres auditorios y un gigantesco escenario de ópera con 4400 asientos para el público, al que sólo el auditorio mayor de la Ópera de Sydney supera en capacidad. Además de grandes óperas, este espectacular escenario también ha acogido eventos de talla mundial como el estreno de la película de James Bond, “Quantum of Solace”.

El Palau de les Arts fue el broche, la última espectacular pieza (o eso creíamos) de la CAC. A partir de ese momento miles de turistas empezaron a llegar a Valencia atraídos principalmente por el gran complejo. Sin embargo, también admiraban el precioso centro histórico y otros muchos atractivos que la ciudad ofrece. 

La Ciutat de les Arts i de les Ciències se convertía en uno de los grandes puntos calientes de la ciudad, con dos modernos centros comerciales a su alrededor así como de unos grandes almacenes. Diferentes eventos se sucedían en la CAC. Miles de fans de la informática se reunían una semana cada verano en la Campus Party. Los amantes de la hípica celebraban sus mundiales aquí. Presentaciones de escuderías de Fórmula 1 hacían rugir bólidos por sus puentes. E incluso se celebraba aquí el mundialmente rentransmitido MTV Winter, dónde cada año un famoso grupo o cantante actuaba como los Artic Monkeys, The Cure o Franz Ferdinand.

Cuando parecía estar acabado el complejo, un nuevo president de la Generalitat, Francisco Camps, decidió dejar su personal huella, encargando a Calatrava dos nuevos elementos al complejo: el primero, un monumental puente sujeto por un altísimo mástil y sus fortísimos cables blancos de metal. En el plan original el mástil del puente de l’Assut de l’Or contaba con un ascensor, para subir hasta el punto más alto de la ciudad y observar el paisaje. Pero la falta de presupuesto dio al traste con este elemento, dejando el mástil sin más, pero aún así, quedó como nuevo punto más alto de Valencia.

Sin embargo, el elemento más polémico se levantaría entre el museo y l’Oceanogràfic. Una enorme “almeja” forrada de trencadís morado se elevaba, altísima, coronada por grandes cristaleras. Calatrava no podía dejar de rodearla de otra lamina de agua. Sin ningún uso aparente y con un coste exhorbitado, Camps inauguraba l’Àgora para, según él, entregar la copa de la competición de vela más famosa del mundo, que celebró su 32 y 33 ediciones en Valencia: la America’s Cup. Sin embargo, no se acabó a tiempo. Por eso, durante meses, tuvimos la plaza cubierta más cara del mundo sin ningún uso. Hasta que Camps, aficionado al tenis, decidió celebrar los torneos del Open 500 de Valencia en su bello interior. Desde entonces, l’Àgora ha acogido eventos tan estrambóticos como una pista de hielo navideña o una sesión multitudinaria de la famosísima fiesta del DJ francés David Guetta, F*** me, I’m famous. Por falta de presupuesto aún no se han construido sus agujas finales, ni las manivelas hidraúlicas que permitirían abrir sus techos al igual que lo hace l’Hemisfèric.

El puente y l’Àgora ponían punto, pero no final, a la zona más futurista de Valencia. El conjunto es ahora bello, impresionante y sorprendente. El azul cielo valenciano, con su fuerte luz, contrasta con el blanco de sus enormes edificios, que se reflejan de forma maravillosa en las enormes láminas de agua que rodean todo el complejo.

Quedan para después de la crisis los altísimos rascacielos acristalados llamados Castelló, Alacant y València que Calatrava ya proyectó detrás de l’Oceanogràfic. Estos edificios sólo se contruirán con financiación privada. Así que tenemos tiempo de sobra para esperar. Otros elementos planeados originalmente por el socialismo, como la gigante torre de telecomunicaciones de Valencia, que ahora hubiera eliminado parte de las cancerígenas antenas de telefonía móvil, queda para el recuerdo. Sus carísimos y profundos cimientos, construidos en 1995, fueron enterrados bajo el Palau de les Arts. La administración popular que entró en 1996 a la Generalitat consideró esta torre como innecesaria. Una lástima. Sin duda, hubiera dado a Valencia un toque cosmopolita y grandioso del que aún carece.

A pesar de los sobrecostes y las críticas que Calatrava recibe, la Ciutat de les Arts i les Ciències es uno de los conjuntos arquitectónicos más impresionantes del mundo. Un auténtico complejo futurista, impresionante, blanco, bello, imponente. Así quedó demostrado tras la elección que hizo Disney de grabar parte de su película Tomorrowland aquí. Valencia tiene muchas razones para ser visitada. Tal vez, la más fuerte sea esta. Por cierto, no olvidéis volver a primeras horas de noche. La iluminación de los edificios es espectacular. Eso sí, no vengáis muy tarde, porque a partir de determinada hora se apagan todas las luces para ahorrar. A cambio, sin embargo, podréis disfrutar de un elegante lounge: una de las mitades de l'Umbracle se transforma casi todas las noches en una terraza homónima, con buena música, cócteles, go-gós, luces violetas y buen ambiente. Siempre hay algo que hacer en este nuevo centro de Valencia.

1 comentari:

  1. He de confesarte que, de las veces que he estado en Valencia, no es precisamente la CAC lo que más resuena en mi memoria. Es grandiosa, sí, pero para mí la ciudad tiene muchos otros encantos que, por supuesto, dejan en entredicho lo de la visita en dos horas... si solo de la Malvarrosa al Carmen hay casi eso andando!

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