dimecres, 6 d’abril del 2016

Swidnica

Una ciudad de provincias polaca

Si estamos visitando Wroclaw, Swidnica es una excursión perfecta para unas horas o incluso un día entero. Se puede acceder fácilmente en tren o en mini-buses a esta pequeña ciudad de la Baja Silesia, que además de ser un ejemplo de típica ciudad de provincias polaca, alejada de las masas de turistas de otros lugares como Cracovia, acoge un ejemplo de convivencia entre religiones: su magnífica iglesia de la paz, la iglesia de madera más grande de Europa. Nosotros llegamos en tren a media mañana y empezamos la visita por la bonita plaza del Mercado, Rynek, muy similar a la de Wroclaw pero en versión mini y sin turistas. La belleza de los edificios junto a las cuatro fuentes que hay en cada esquina recuerdan la riqueza de los mercaderes que habitaron este punto crucial de las rutas comerciales de la Europa Central. Una de las estatuas, sentada en un banco, es la de Maria Kunic, la primera mujer que se dedicó oficialemente a la astronomía. Lo mejor es subirse a la torre del ayuntamiento, símbolo de la independencia y poder la ciudad. La historia de esta torre es graciosa. Construída en el siglo XVI, la torre aguantó, más o menos. Incluso sobrevivió a los bombardeos de la II Guerra Mundial. Sin embargo,  en 1967 diversas demoliciones en la plaza la acabaron arrastrando y tumbando. Por tanto, la que hay ahora es de nueva construcción. Subimos cómodamente en su ascensor y desde lo alto admiramos la ciudad mientras caía agua nieve. 

La iglesia de la paz

A continuación nos dirigimos hacia el auténtico tesoro de la ciudad: la iglesia de madera evangélica luterana. Esta iglesia, declarada Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO, es la iglesia protestante más grande de Polonia y la iglesia de entramado de madera más grande de Europa. Hasta 7,5000 personas caben en ella. Además de por su arquitectura magnífica, la iglesia es una muestra de la difícil convivencia entre diferentes confesiones en Europa. En nombre de Iglesia de la Paz viene por la Paz de Westfalia, de 1648, donde se puso fin a la Guerra de los Treinta Años. En este tratado de paz, los católicos emperadores Habsburgo admitieron el derecho de los evangélicos a practicar su fe en tres lugares de Silesia y uno era Swidnica. Las condiciones eran draconianas: las iglesias tenían que construirse fuera de las murallas de la ciudad, en materiales pobres: arena, madera, paja o arcilla. Además, tenía que hacerse en menos de un año, sin campanario y con una planta atípica.

En la recepción había una simpática abuelita que nos encendió las luces de la iglesia para admirarla. Es diferente a todo lo que he visto antes. Impresiona que con materiales tan pobres los arquitectos y artistas fueran capaces de realizar tamaña maravilla. Los frescos del templo con la Sagrada Trinidad representada son bellísimos y las tallas son grandiosas. El altar, el órgano... la grandiosidad barroca soprende por la excelencia de los acabados y el realismo de los detalles. Tuvimos la inmensa suerte de visitarla solos durante un buen rato. Aprovechad y sentaos en el medio en silencio para disfrutar de su magnificiencia y del fuerte olor a madera. Las misas luteranas se llevan celebrando aquí ininterrumpidamente desde 1657, en una muestra de convivencia religiosa, de lucha por la libertad y una excepción de tolerancia por parte de los católicos Habsburgo. El edificio, además, ha resistido al paso de los siglos gracias al ingenio de sus constructores, a pesar de la intención inicial de los que lo autorizaron de que no durara mucho.

Pierogi bonanza

Ese día comimos en un "bar de leche", antiguos restaurantes subsidiados por el Estado que originariamente surgieron durante el comunismo para alimentar a la clase trabajadora. Hoy en día siguen siendo muy baratos pero la comida es de muchísima más calidad y se han convertido en muy populares entre los jóvenes. Allí pude degustar unos deliciosos pierogi, que es el plato más representativo de la gastronomía polaca. Se trata de un tipo de pasta con forma semicircular que suelen estar rellenos de queso, carne, cebolla, diferentes tipos de carne... etc. Especialmente populares son los Ruskie Pierogi, rellenos de una especie de requesón con cebolla frita y patata hervida. También me encantaron los pierogi rellenos de setas y los de espinacas. Sin embargo, los más curiosos fueron los rellenos de cerezas... buenísimos!


Melancolía y viento helado

Tras la comida, dedicamos la tarde a pasear. El tiempo era gris, lluvioso y con viento frío y por tanto, las calles estaban desiertas. Aún así, la ciudad esconde diferentes joyas que vale la pena ver. Empezamos por la gigantesca catedral gótica, bastante impresionante, altísima. Su nave mide 25 metros de alto y el campanario algo más de 100 metros. Se encuentra en la plaza dedicada a Karol Wojtila, y por eso hay una enorme estatua de Juan Pablo II arrodillado en sus vestimentas papales.  En la calle Kotlarska acoge la bella iglesia barroca de San José, con techo estrellado, que se encaja perfectamente en el complejo urbano. Una solitaria anciana rezaba en la penumbra mientras nosotros observábamos el templo. 

Swindica es una ciudad que en su día fue rica y dinámica, y a la cual la salida de Alemania, primero, y las décadas de comunismo, después, dejaron dormida, muchos palacios abandonados y edificios de principios de siglo XX con la fachada ennegrecida. En invierno es perfecta para un paseo melancólico, algo triste, pero bello al fin y al cabo. Y además es toda una muestra de las historias entrecruzadas de Europa, con una imporatante herencia prusiana y alemana, una visible convivencia entre dos confesiones cristianas, el paso del comunismo soviético y la modernización que ha experimentado la actual Polonia tras entrar en la Unión Europea.                                                                                           

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