dijous, 19 de maig del 2016

Baku

Lujo hasta en el aeropuerto

Aterricé en Baku tras una hora de vuelo desde Tiflis en uno de los aviones de Azerbaijan Airlines. Los asientos, enormes y cómodos. La revista que ofrecen, impresa en un papel couché de gran calidad, casi acartulinado, que muestra grandes fotos de Ilham Aliyev, hijo del anterior presidente Heydar Aliyev.

El nuevo aeropuerto de Baku es de los más lujosos que he visitado. Uno se siente en una boutique de Louis Vuitton o de Gucci con esos suelos en diferentes tonos color crema, impolutos y brillantes, esos revestimientos de madera en forma de rombos o las preciosas paredes de forma oval. Mis amigos me recogieron en coche a pesar de ser ya altas horas de la madrugada: la hospitalidad azerí, y caucásica en general, es casi infinita, como pronto iba a descubrir durante las siguientes dos semanas.

Tras una noche reparadora, mi visita a la capital del país empezó. Mis amigos vivian en un barrio algo alejado del centro, así que tomamos el metro, obra del periodo soviético. Sus estaciones son amplias, limpias y bien iluminadas. Allí, el personal uniformado se sienta pacientemente frente a las escaleras mecánicas o da permiso de salida a los convoyes. Los trenes son recios y parecen como nuevos, a pesar de ser de finales de los 60. Circulan a gran velocidad a través de los túneles. Bajamos en la estación 28 de Mayo, cerca de la antigua estación de ferrocarriles, ahora reconvertida en un centro comercial con un KFC presidiendo el resto de tiendas. Nos apresuramos hacia la calle Nizami, centro peatonal de compras donde se encuentra la ópera de Azerbayán, en el antiguo Teatro Mailov, bellísimo ejemplo del estilo oriental del art-nouveau. Cuentan que la soprano rusa Nezhdanova fue invitada a cantar al casino de Baku a principios de siglo XX, época en la que el petróleo azerí atraía a multimillonarios de todo el mundo. Fascinados por la voz de la cantante, varios de ellos la invitaron a volver, pero ésta dijo que ella solo volvería para cantar en una ópera de verdad. Una apuesta entre millonarios para ver si uno podría construír el edificio en menos de un año hizo el resto.

Huskies, pan y especias

Siguiendo el paseo, llegamos hasta la plaza de las fuentes, donde familias y jóvenes se reúnen para pasear y charlar. Las estátuas de los principales escritores azeríes nos observaban desde el Museo de la Literatura, mientras varios jóvenes paseaban a sus huskies. Se han puesto de moda ahora en Baku, nadie sabe bien porqué. Estoy seguro de que a los chuchos no les hace ninguna gracia vivir en esta cálido país con esos pelos. El caso es que atravesamos las murallas del antiguo Baku y nos dirigimos al restaurante Sherli Tandir, construído en casetas de madera pegadas a las históricas murallas del siglo XII. Nada más entrar, un horno tandir encendido nos recibió. Estos hornos de barro, cilíndricos y en el caso de este restaurante, bastante grandes, se usan desde hace siglos para cocinar con carbón vegetal, especialmente los diferentes panes tradicionales de la región, como el fino lavash. 

Nos sentamos en una de las mesas. Sin cruzar una palabra nos sirvieron una cesta con varios panes recién horneados y una ensalada tradicional de tomates, pepinos y hierbas, que se comen frescas, algo que nunca había visto antes. Albahaca, estragón, menta, eneldo, cebollino o ajedrea me ofrecieron sus estupendos sabores. Como plato principal pedimos shashlik, que es carne de cordero cocinada en pinchos a la barbacoa. Y de beber, algo muy curioso, la feijoa, un jugo de una baya muy popular en Colombia y curiosamente, también en Azerbaiyán. En este primer acercamiento a la gastronomía caucásica me soprendió la frescura, calidad y sabor de sus ingredientes, algo que se repetiría durante el resto del viaje.

La ciudad amurallada

Tras el almuerzo, seguimos remontando las callejuelas de la antigua ciudad, jalonadas de edificios recientemente restaurados, con bellos balcones de madera, hasta llegar a la cima de la pequeña colina que forma el barrio viejo y donde se encuentra el palacio de los antiguos gobernantes de la región. En la ciudad vieja aún quedan muchos caravansares (donde los comerciantes de la ruta de la seda podían descansar y dejar sus camellos) así como hammams. Lástima que no me dio tiempo a visitar ninguno. Por este barrio han pasado decenas de pueblos y culturas: la zoroástrica, los sasánidas, los árabes, los persas, los shirvani, los otomanos y por supuesto los rusos. Actualmente los azerís se sienten especialmente cercanos a los antiguos otomanos, es decir, los actuales turcos. El palacio que visitaba fue construído por los Shahs de Shirvan en el siglo XV. Su austera entrada nos lleva a salón de recepción seguido del salón del trono. Las zonas residenciales son muy sobrias y contrastan con la belleza de la mezquita de Key Kubad, que forma parte del complejo. Otra parte del palacio son las tumbas de los Shahs y su s familias, construídas en un suntuoso panteón. También se pueden ver los restos de los antiguos baños aunque mi parte favorita fue la del tribunal, un recinto circular presidido por una cúpula y rodeado de un patio porticado cuadrangular. Aquí se juzgaba a los criminales, que asomaban la cabeza por un agujero del suelo con el resto de cuerpo de pie en el sótano que servía de cárcel. Si el tribunal los declaraba culpables, allí mismo se les cortaba la cabeza. 

Lo nuevo y lo viejo

Saliendo a las terrazas del antiguo palacio hay una perspectiva perfecta de las Flame Towers, tres enormes rascacielos de cristal encaramados en una montaña y con forma de llamas gigantescas. Estas torres son el nuevo símbolo de la ciudad. De noche se iluminan de forma espectacular, ya sea fingiendo los colores y movimiento del fuego o con la bandera de Azerbaiyán. Por cierto, interesante el significado de la misma: el color azul simboliza la modernización, el progreso y la democracia; el rojo y la media luna los orígenes túrquicos de los azeríes y el verde su pertenencia a la civilización islámica. Y hablando de símbolos, saliendo del recinto amurallado nos topamos con el antiguo icono de Baku: la torre de la Virgen. Esta se encontraba originalmente a los bordes del Caspio. Sin embargo la bajada de los niveles del mar la sitúan ahora algo más al interior. De carácter defensivo, aquí se solían proteger mujeres y niños en caso de ataque a la ciudad. El nombre de la torre viene de la leyenda de que un rey se enamoró de una joven y quiso casarse con ella. Este le dijo que lo haría si construía una alta torre. En cuando el rey la acabó, la joven se subió arriba del todo y se suicidó, para evitar el matrimonio. Sobra decir que el casco antiguo, la torre y el palacio son conjuntamente parte del Patrimonio de la Humanidad reconocido por la UNESCO.

Mi segundo día empezó con un casero desayuno azerí protagonizado por una deliciosa tortilla de hierbas frescas acompañada de los distintos panes. Es curioso que cualquier tipo de pan (chorek) se considera sagrado. De hecho, al principio no entendía porque mi amiga tenía una bolsa de plástico con pan colgando en lo alto, detrás de la puerta de la cocina. Resulta que aquí el pan no puede tocar el suelo, ni mezclarse con el resto de la basura. Es más, no se debe tirar a la basura sino darse a algún animal.

El té, negro

Para beber, un buen desayuno no puede olvidar un humeante té negro servido en unos vasos en forma de pera (armudi). El té negro es la bebida nacional del país y se toma a todas horas. De hecho, varias tardes las pasamos descansando en teterías como el Café Arabesque. El ritual vespertino del té es curioso: mientras se va sorbiendo este, se van tomando cucharaditas de mermelada o almíbar a la vez, o directamente se pone uno el terrón de azúcar en la boca y lo va deshaciendo a medida que se sorbe el té. Todo se sirve acompañado de bandejas con frutos secos (nueces, avellanas, orejones, pasas...) y pequeñas fuentes con frutas almibaradas. Fumar shisha, a pesar de no ser una tradición local, se está convirtiendo en cada vez más frecuente, sobretodo entre los jóvenes profesionales. Nosotros pedimos la de pomelo, en la que un gigantesco pomelo se clava justo debajo de los terrones de tabaco, dando un aroma especial al humo.

Obras faraónicas

Me encantó el buen clima de la ciudad y como miles de personas toman sus calles por las tardes y noches para pasear, sentarse en un banco o recorrer el bellísimo paseo marítimo, presidido por una de las banderas más grandes del mundo. También allí se encuentra el moderno escenario construido para alojar el Festival de la canción Eurovisión 2012. Mientras dábamos una vuelta, decenas de operarios se apresuraban para instalar vallas y gradas y dejar todo listo para el nuevo circuito urbano de Fórmula 1 con el que Baku acoge en Gran Premio de Europa en junio (relevando a mi ciudad natal, Valencia). Un moderno centro comercial, agradables cafeterías y otros muchos edificios completan el paseo, lleno de palmeras y arbustos impecablemente cortados, así como una gran colección central de cactus. Tal vez los edificios más curiosos sean el Museo de la Alfombra, que tiene él mismo la forma de una alfombra gigante enrollada, o la pequeña Venecia, una atracción soviética en la que los habitantes de la ciudad podían tomar góndolas motorizadas y recorrer dos canales en los que hay decoración que imita la arquitectura veneciana. Los azeríes tiene ese gusto de nuevos ricos de querer copiar partes de ciudades europeas. De hecho, al lado de la parte exterior de las murallas, en la calle Boyuk Qala, hay un parque que mezcla elementos italianos con una fuente copiada de las de la plaza parisina de la Concordia. Esta curiosa mezcla les ha quedado sorprendentemente bien. El skyline de la ciudad, además de por las Flame Towers, está presidido por una gigantesca antena de televisión, al igual en las otras dos capitales caucásicas.

Pero sin duda, lo que más me impresionó fue el futurista Centro Cultural Heydar Aliyev, obra de Zaha Hadid. Concebido como el nuevo gran contenedor cultural de la ciudad, el recinto alberga una mezcla de exposiciones permanentes y temporales. Cada parte del edificio es digna de admiración. Me impactó como la arquitecta ha creado paredes sin esquinas, como las líneas rectas son minoría ante la dictadura de las curvas... paredes que suavemente se convierten en suelos en una transición sin igual. La blancura espectacular es perfecta para los días soleados y el cielo azul brillante a orillas del Caspio. En su interior hay tres exposiciones permanentes: una algo propagandística, dedicada al fundador del nuevo Azerbaiyán, Heydar Aliyev, antiguo general al mando del oscuro KGB y primer ministro de la URSS durante los corruptos años de Brezhnev. Aquí se glosa la vida y obras del padre del actual presidente y todo lo que hizo por el país, tanto durante la etapa soviética como a partir de la declaración de independencia. No hay ninguna crítica, ningún elemento cuestionado, ningún debate. Ni corrupción, ni fraudes electorales, ni falta de libertad de expresión ni tampoco los presos políticos. Nada de eso se lee en la exhibición que carece, por tanto, de rigor histórico. Una exposición algo más interesante es la de arte y cultura azerí, donde se muestran joyas, vestidos, instrumentos musicales, alfombras y otros elementos ligados a las tradiciones nacionales. Finalmente, la exposición Mini-Azerbaijan, muestra una colección de maquetas de los principales edificios del país, donde además de los históricos como la Torre de la Virgen, también se muestran muchísimas de las grandes obras faraónicas realizadas por los Aliyev. En cualquier caso, es bastante interesante.  

Tras esta impresionante visita fuimos a comer a un modesto pero delicioso restaurante iraní donde disfruté de un perfecto arroz pilaf con azafrán y del tradicional kebab iraní (carne picada presentada a lo largo) acompañado de una ensalada de cebolla y perejil. De beber, ayran (yogur líquido aguado) con gas, siguiendo la moda iraní. Si pasáis por Baku, el restuarante se llama Grand Father Iran Yemekleri y se encuentra en el numero 2 de la calle Zivarbay Ahmadbayov.

Sorprendente Baku

Baku es una ciudad de calles peatonales arboladas y edificos art-nouveau de los años 20, pero también de mega avenidas de ocho carriles con rascacielos del siglo XXI. Una ciudad donde en algunos barrios os despertará un gallo y en otros los bólidos de Fórmula 1 atravesando sus modernos bulevares. Es una ciudad de grandes contrastes que vale la pena conocer, una ciudad que mejora a pesar de la rampante corrupción, gracias a la lluvia de divisas que traen el petróleo y el gas. De gente acogedora y gastronomía fresca y sana.

Además, es una buena base para realizar excursiones a Gobustán o a los cercanos campos de petróleo. También podéis ir algo más lejos y descubrir las montañas del país, empezando por la mítica villa de Sheki. En cualquier caos, la capital azerí no deja indiferente a nadie. Ni siquiera al grotesco Donald Trump, que ha dejado plantada allí una de sus torres, justo enfrente del bellísimo centro de Zaha Hadid. Pues no sabe. 

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