divendres, 2 de desembre del 2016

De cafés por... Tokyo

Sin duda, es un pecado que no haya publicado ya un "De restaurantes por... Tokyo". Pero es que la variedad de lugares buenos donde comer en la capital japonesa es tal, que me faltaron días para poder hacer una entrada en condiciones con sitios que destaquen entre el resto. Creo que en cualquier barrio tokyota es sencillo encontrar lugares con deliciosos platos de la variadísima gastronomía japonesa. En cambio, lo que si puedo hacer es detallar los cafés más raros en los que pasé algunas de mis tardes en Tokyo y que se deben visitar para entender un poco mejor la manera de ser de los japoneses. 

Café Peloringa

Encontramos este café de pura casualidad, caminando de Ebisu a Shibuya, en la calle pegada a las vías de la línea Yamanote. Traspasar su puerta es volver a los 80: muebles kitsch, música de videojuegos de la época, máquinas para jugar a los invasores del espacio, luces y espejos psicodélicos, complementos que podremos usar para sacarnos selfies (uno de los deportes nacionales de la juventud japonesa)... el dueño es un japonés de estética hippie que vive con su amable y anciana madre, lo cual hace todo aún más curioso y entrañable a la vez.

En el corto menú las cosas tienen nombres extraños, ya que el dueño se dice llegado del planeta Peloringa, de donde se ha traído los muebles y las extrañas gafas y otros complementos ofrecidos. Todo se sirve en platos y vasos muy retro. Recomiendo las tartas de queso o de queso con chocolate. Para beber nos pedimos un gin-tonic cada uno: solo el alcohol nos podía ayudar a meternos en el mundo sideral de aquella mini-familia nipona.

Mientras esperábamos las tartas y las copas nos probamos algunas de las curiosas gafas y jugamos al juego "Space-Invaders" que además hacía las veces de mesa. La música electrónica de videojuego del local hace que la experiencia sea redonda. 

Fukuro No Mise (Café de los búhos)

Había oído hablar mucho de estos cafés (hay varios en Tokyo) por lo que no pude resistirme visitar uno de ellos. Hay que pagar una entrada de alrededor 20 euros, que incluye estar allí alrededor de una hora, además de una desabrida bebida (café de máquina, té de sobre o un batido de polvos de chocolate o fresa). Uno no viene a este café a relajarse, sino a disfrazarse de Harry Potter con capa, bufanda y gafas (disponibles para los clientes) y poder sostener y acariciar a los diferentes búhos y lechuzas domésticas del local. Y sacarse las correspondientes fotos.

Uno llega y se apunta en la lista de espera, escogiendo uno de los diferentes turnos. En grupo, nos harán entrar al destartalado local y tras servirnos nuestra bebida, la dueña nos explicará las reglas a seguir. No hay que mezclar a las lechuzas y búhos pequeños con las grandes, ya que por reflejo salvaje las grandes tienden a cazar todo lo que vuele y podrían herir a las peques. También nos enseñan a como acariciarlas sin hacerles daño. Se pueden posar en el brazo, en el hombro o en la cabeza, al gusto del cliente. Hay muchas muy bonitas, alguno que asusta, pequeñitas, medianos y búhos enormes, sobretodo cuando despliegan sus alas.

Es una experiencia única y curiosa tener a un animal tan fascinante a pocos centímetros de tu cara, y poder observar su plumaje, pico y profundos ojos negros tan de cerca. Intentad no asustarlas o se os cagarán encima. Si las tenéis en la cabeza, mala suerte. Si las tenéis en el brazo, como sabiamente decidí yo, poneros la capa de Harry Potter nada más llegar y así os ahorráis mancharos la ropa. Consejo de mago.

maidreamin (Maid Café)

Los maid cafés son toda una experiencia también, muy bizarra y muy tokyota. Hay varios por toda la ciudad, aunque la mayoría se concentran en Akihabara. La cadena maidreamin es una buena elección ya que las camareras hablan inglés.

Nosotros fuimos a la surcursal Akihabara Electric Town-exit store. Todo decorado en colores pastel, cuando se abren las puertas del estrecho ascensor, uno tiene la impresión de entrar al cuarto de un niña cursi de diez años. Una "maid" nos recibe, vestida en el peculiar uniforme, de forma muy infantil. El menú está atiborrado de platos empalagosos, dignos, otra de vez, de una niñata cursi y consentida. La hamburguesa "osito" es una de las mejores opciones, aunque tienen unas copas de helado buenísimas, eso sí, con el azúcar de una semana allí concentrado.

Para pedir, hay que imitar el sonido de un gato y mover las manitas como tal. Solo así se acercará una de las "maids" a tomaros nota. Luego, cuando traen los platos, otro pequeño ritual ultracursi aparece, acabando haciendo el símbolo del corazón con las manos. Os lo harán repetir antes de entregaros los platos. Personajes de todo pelaje ocupan el local, desde jubilados faltos de atención, grupos de extranjeros, adolescentes locales vestidas de rosa o travestis con maquillajes, tacones y pelucas imposibles. Por algo más de dinero se puede uno hacer fotos con las maid o incluso marcarse algún play-back garrulo con ellas en el mini escenario del local. Nosotros decidimos no hacerlo, ya que era demasiado. No repetiría pero estoy contento de hacer tenido esta experiencia tan rara.

Starbucks

Sí, no me he vuelto loco. La icónica cadena de cafés presente en casi todo el mundo tiene también decenas de locales en Tokyo. Sin embargo, en el famoso cruce de Shibuya hay un Starbucks acristalado en el segundo piso de uno de los edificios que nos permitirá disfrutar de una vista única de los pasos de cebra, pudiendo ver como los millones de japoneses que cada día cruzan por aquí se preparan para pasar por todo lado una vez los semáforos de peatones se ponen en verde.


El menú es el mismo que en el Starbucks de vuestra ciudad, con algunos productos adaptados a Japón o de la estación correspondiente (a los japoneses les encanta celebrar las cuatro estaciones con comidas y bebidas diferentes). Por ejemplo, este otoño se estaba sirviendo una especie de chai-latte de melocotón con trozos de esa fruta que estaba muy bueno pero algo empalagoso. Coged vuestra orden y sentaos en la barra de madera alrededor del enorme ventanal que da al cruce de Shibuya. Es un espectáculo urbano único.

Nyafe Melange (Café de los gatos)

Los cafés de los gatos de Japón son famosos en el mundo entero. En Tokyo abundan. Personalmente fui a uno cerca de mi casa, en Ebisu. Se trata del Nyafe Melange, muy tranquilo y poco frecuentado por turistas. Se paga por tramos de media hora, bebida aparte. Entramos con cuidado, ya que algunos gatos son propensos a querer escaparse. Una vez dentro, más de una veintena de gatos nos esperaban, algunos paseándose o saltando de sofá en sofá y la mayoría durmiendo en las decenas de recovecos que tienen: cajas, cestas, estanterías, mullidos colchones y hasta mini-hamacas. Los cajones del local están llenos de juguetes para gatos, desde ratones falsos a pelotas y peines. Los gatos cuentan además con decenas de instalaciones para escalar o afilarse las uñas.

Cuando planeé esta visita, me imaginaba sentado en uno de los sofás, con un té humeante en una mano y uno de los gordos gatos en mi regazo, ronroneando plácidamente. Sin embargo, los gatos no son lechuzas. Son más listos, más malos y más egoístas. Básicamente la mayoría pasaron ampliamente de nosotros. Como si no existiéramos. Para ganarse la confianza de alguno de estos gatos hay que ser cliente frecuente, venir a menudo, y tener paciencia con alguno de los felinos que aquí viven.

Al finalizar la experiencia gatuna, en el exterior hay algunas estanterías con bonitos recuerdos para regalar a amigos y familiares amantes de los gatos. Todos conocemos a alguien con especial aprecio gatuno. A mí me llamó mucho la atención unos post-its de gatos muy serios que se podían guardar en una mini cajita de cartón plegable.

Dog Heart from Aquamarine (Café de los perros)

Para resarcirme del desprecio gatuno decidí probar uno de los cafés perrunos que hay en la capital japonesa. Y la verdad es que Dog Heart me encantó. Para ser honestos, este local se podría definir de muchas maneras pero no como un café. De hecho cuando fuimos solo tenían bebidas frías embotelladas y ninguna era café. El lugar es más una amplia sala acristalada en la cual los clientes se sientan en círculo y decenas de cachorros de varias razas inundan la habitación.

Lo mejor es que, a diferencia de los gatos, estos cachorritos están deseando cariño y compañía. De hecho, varios de ellos se me ponían en el regazo a dormitar o pidiendo caricias. De vez en cuando surgían pequeñas peleas y varios de los perros empezaban a revolcarse unos con otros pero sin ningún peligro. Hubo uno que se pasó un buen rato lamiéndome el brazo. En general muchos hacen sus cosas en unas esquinas en salas diferentes a la principal pero de tanto en tanto alguno se mea en mitad de la gran sala, corriendo la cuidadora a limpiar el estropicio.

La verdad es que fue una experiencia muy relajante, muy diferente a cualquier local que haya visitado antes. Es muy útil para desconectar un rato del bullicio japonés. Se paga por tiempo en el local, existiendo la posibilidad de sacar a uno de ellos un rato para pasear por el cercano parque de Yoyogi.

Nakajima no Ochaya en los jardines Hama-rikyu

Por último, no podría faltar la tradicional casa de té japonesa. Es cierto que en lugares rurales o en Kyoto suelen ser más auténticas, pero también en Tokyo hay varias buenas. Una de las más bonitas es la que está en un pabellón de madera en una isla en mitad del lago artificial de los jardines Hama-rikyu. Quitaos los zapatos antes de entrar al tatami y sentaos en el suelo, frente a una de las tradicionales mesas bajas, mirando hacia el lago. En menos de lo esperado os servirán la bandeja con el tradicional té matcha en su cuenco de cerámica acompañado de un delicioso dulce típico, que se debe comer antes de beber el té, según el ritual.

Antes y después de disfrutar de la mini-ceremonia del té, daos un paseo por estos hermosos jardines, que una vez fueron de la residencia de sogunes Tokugawa, gobernantesb de Japón en nombre del Emperador durante el periodo Edo. El lago artificial se provee de agua de la bahía de Tokyo a través de un ingenioso sistema de esclusas diseñado en el siglo XVII. Tras la Revolución Meiji, el jardín pasó a ser propiedad de la Familia Imperial, como una residencia más, donde iban los miembros de la realeza a cazar patos.

La mayoría de pabellones de madera fueron destruidos en los bombardeos aliados de la Segunda Guerra Mundial, así como numerosos árboles. En 1945, la Familia Imperial donó los jardines a la ciudad de Tokyo que lo reabrió en 1946, totalmente renovado. Este jardín es el perfecto ejemplo de la estética del periodo Edo. Los pinos negros y albaricoqueros japoneses que lo pueblan son tan perfectos, que uno diría que son bonsais gigantes. Los ultramodernos rascacielos que rodean el jardín dan ese contraste tan brusco entre tradiciones milenarias y futurismo tan habitual en el país del sol naciente. El lugar perfecto para acabar en paz un recorrido por los diferentes tipos de café de Tokyo.

Café Peloringa
Sucursal #1 en la Tierra
Sakuragaoka 3-7, Shibuya-ku
Metro Shibuya

Fukuro No Mise (Café de los búhos)
Chuo-ku, Tsukishima, 1 Chome-1-27-9
Metro Tsukishima


maidreamin (Maid Café)
Sucursal en Akihabara Electric Town-exit store
1-14-1 Sotokanda, Chiyoda-ku, Tokyo
Edificio Takarada-chuodori, piso 3.
Metro Akihabara

Starbucks
Sucursal Shibuya Tsutaya
Udagawacho 21-6 Shibuya-ku
Edificio Q Front
Metro Shibuya

Nyafe Melange (Café de los gatos)
Yubinbango 150-0013, Ebisu, Shibuya-ku
Edificio AsaHitoshi Ebisu, piso 3.
Metro Ebisu

Dog Heart from Aquamarine (Café de los perros)
1-45-2 Tomigaya, Shibuya-ku
Metro Yoyogi-Koen o Yoyogi-Hachiman

Nakajima no Ochaya en los jardines Hama-rikyu
1-1, Hama Rikyu-teien, Chuo-ku
Metro Shiodome o Tsukijishijo

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