dimecres, 1 de setembre del 2021

Valladolid

Una ciudad inesperada

Valladolid no es que tenga mala prensa. Es que no tiene ninguna en absoluto. Y ello pese a la importancia histórica de esta pequeña ciudad: aquí se casaron los Reyes Católicos, aquí se abrió la tercera universidad de la península y aquí se reunió Carlos I con Magallanes, puesto que el Emperador eligió a Valladolid como su capital imperial. Aquí nació Torquemada, luego nombrado Inquisidor General de Castilla por el Papa Sixto VI.

También nació aquí Felipe II (y fue bautizado), aunque luego fue él quien se llevó la capital a Madrid. Felipe III la volvió a traer a Valladolid temporalmente, animado por su valido, el Duque de Lerma, que realizó una de las mayores operaciones de especulación urbanística de la historia europea. Tras dicha corruptela, Felipe III volvió a llevarse la capitalidad a Madrid, esta vez para siempre, engrosando de nuevo los bolsillo de Lerma y dejando a Valladolid como una perdida ciudad de provincias. No fue hasta finales del siglo XX cuando la ciudad pudo volver a ser capital de algo: la de la nueva autonomía de Castilla y León, aunque solo fuera de facto (sus vecinos leoneses no consintieron consagrar su capitalidad en el Estatuto). 

Hoy en día, Valladolid, pese a su pequeño tamaño, muestra su dinamismo, no sólo por sus conexiones aéreas con varias ciudades europeas o su tren de alta velocidad a menos de una hora de Madrid, sino también por su reconocida universidad que llena la ciudad de estudiantes de toda Europa.

Fui a Valladolid a la boda de una amiga y aproveché para descubrir la ciudad llevándome una grata sorpresa: por eso os cuento aquí lo que conocí de la ciudad del Pisuerga: que cuenta con ejemplos arquitectónicos únicos, que ofrece el espectacular Museo Nacional de Escultura y que se come de maravilla. Entre otras cosas. Dedicar un fin de semana a esta ciudad puede ser una buena idea. Os propongo una ruta posible para descubrir la cuidad.


Ejemplos únicos de arquitectura medieval, renacentista, barroca y modernista.

Empecemos por la Plaza Mayor, ejemplo del resto de plazas mayores castellanas y americanas. Tras un incendio que arrasó gran parte del centro de la ciudad, se decidió reconstruir esta plaza siguiendo los valores de la época renacentista, unificando alturas y estilos de los edificios y dando a la plaza un tamaño armonioso, además de soportales, para proteger a los comerciantes y ciudadanos del sol y de la lluvia. Tras esta plaza, otras más famosas como la de Salamanca o la de Madrid se inspiraron en esta para construirse. En esta misma plaza Torquemada presidió juicios a más de 100.000 personas y aquí condenó a más de 2.000 de las mismas a la hoguera, que se realizaban a 10 minutos de la misma, en la ahora conocida como Plaza de Zorrilla.

En las calles al oeste de la Plaza Mayor, especialmente la calle Correos, se encuentran los mejores bares y restaurantes para probar las especialidades de la zona o tapear, como las carnes de la famosa parrilla de San Lorenzo o las croquetas de El Corcho.

A unos pocos minutos caminando hacia el este, en la calle Regalado, se encuentra una de las entradas a la Galería Gutiérrez, una típica galería comercial del siglo XIX inspirada en los pasajes cubiertos que se construyeron en París en aquel entonces. Nuestro país tuvo muchos pasajes como este pero actualmente el de Valladolid es uno de los pocos que queda en pie. Un sitio ideal para tomar algo y sentir como era aquel Valladolid de 1880.

Muy cerca nos toparemos con la catedral de la ciudad, bastante sosa si la comparamos con otras catedrales castellanas como la de Burgos o Salamanca, pero que aún así vale la pena conocer, especialmente por su historia: los planos los diseñó Juan de Herrera y proyectaban la iglesia más grande de la cristiandad. Sin embargo, los acuíferos situados bajo la mitad del terreno así como el impacto del terremoto de Lisboa que llegó a sentirse aquí derrumbando una de las dos torres hizo que sólo se construyera la mitad del proyecto, dejando en la otra mitad la antigua colegiata medieval en semi ruinas. 

Por eso, no es la catedral el templo más querido por los vallisoletanos sino la iglesia de Santa Maria La Antigua, del siglo XIV con una torre románica única, muy rara de ver en estas tierras y que nos recuerda al románico catalán de los Pirineos. No en balde fue financiada por condes catalanes. Al lado de la misma se encuentra la fachada barroca de la Facultad de Derecho de la Universidad de Valladolid. Pero cuidado, supersticiosos: no contéis los leones en pilares alrededor del edificio, ya que según dicen los vallisoletanos, quién lo haga tendrá mala suerte en los estudios. Un poco más hacia el oeste se encuentra el Colegio de Santa Cruz, actual sede del rectorado de la universidad, y cuya importancia radica en ser el primer edificio renacentista de la península ibérica. Bellísimo en fachada e interiores también.

Otra bellísima iglesia es la de San Pablo, ejemplo clave del gótico isabelino, con su impresionante portada. La iglesia preside la plaza del mismo nombre y está situada al lado del Palacio de Pimentel, donde nació Felipe II. En este palacio, ahora sede de la Diputación Provincial de Valladolid, aún se ve una de las verjas de una ventada atada con cables metálicos ya que fue partida para poder sacar al bebé Felipe II para bautizarlo en San Pablo y no en San Marcos, que es la parroquia que le hubiera tocado si hubiera salido por la puerta del palacio, situada en otra calle. Su padre, el Emperador Carlos I, de ninguna manera quería que su primogénito fuera bautizado en una iglesia tan humilde como la de San Marcos, teniendo la espectacular San Pablo al lado. Así que usó dicho truco para salirse con la suya.

Frente a la iglesia de San Pablo también se encuentra el Palacio Real de Felipe III, este ya más señorial que el de Pimentel. En este palacio también se alojó varios días Napoléon cuando vino a España a restablecer a su hermano José I durante la Guerra de Independencia.

La historia se respira en las calles

Valladolid, sede de la Chancillería castellana que se ocupaba de juzgar los asuntos del Tajo para arriba, atrajo a decenas de profesionales liberales con buenos sueldos, que se hacían construir palacetes por la zona de la iglesia de San Martín. Hoy en día quedan pocos, ya que de la mayoría solo se ha mantenido el arco de piedra original y algunos escudos, siendo construidos edificios horrorosos en su lugar, sobre todo durante la etapa del desarrollismo franquista. Muy cerca de esta iglesia se encuentra el actual Teatro Calderón, antiguo palacio donde Carlos I alojó a su amante Germana de Foix, que luego acabaría como Virreina de Valencia.

Ciudad de museos clave

El Museo Nacional de Escultura es la elección que debéis hacer si solo queréis visitar uno de los museos de la ciudad en vuestra escapada. Cuenta con piezas únicas de la historia escultórica de nuestro país. Aunque está repartido en tres sedes, es su sede principal, el Colegio de San Gregorio, una joya del gótico flamígero castellano, muy de moda en los tiempos de la Reina Isabel I. Por fuera, una maravillosa portada de lo que fue la Facultad de Teología donde a través de varias alegorías se recordaba a los estudiantes la importancia del esfuerzo y el estudio para alcanzar la plenitud. Además, el edificio cuenta con un patio de película que nos transportará en el tiempo a principios del siglo XVI. 

Entre su colección de esculturas encontraréis obras maestras de Berruguete o de Juní, destacando los trozos del altar de la iglesia de San Benito (con una escultura del santo cuya expresividad os sorprenderá), así como una María Magdalena penitente inolvidable.

En una de las sedes anexas del museo exponen un enorme belén napolitano, en el que observar la riqueza y expresividad de las figuritas, que muestran la vida corriente del Nápoles dieciochesco, donde los que deberían ser protagonistas de la representación (la Sagrada Familia), apenas se distinguen entre el maremágnum de personajes del gigantesco belén. 

Al lado del museo también se encuentra la casa-museo de José Zorrilla, célebre autor de la obra de teatro Don Juan Tenorio. En este lugar nació y pasó su infancia pero no vivió su adultez ni escribió sus obras. Sin embargo, aquí se trajeron sus muebles y enseres desde la casa madrileña donde vivió su vida adulta, por lo que se puede disfrutar de un mix de la vida del escritor en castellano más famoso del siglo XX. Las visitas son guiadas y les ponen mucha pasión, así que las recomiendo encarecidamente, no sólo por conocer mejor a este personaje de la literatura en castellano sino también por profundizar en las costumbres burguesas de la época. 

Recoletos y Campo Grande

Para quedarme, opté por el Melià Recoletos: situado en el paseo más burgués de la ciudad, y jalonado de edificios modernistas. Pese a ser de cuatro estrellas, ofrece elementos de un cinco estrellas. Habitaciones amplias y cómodas, amabilísimo servicio y elegante hall, recepción y escaleras. Y lo mejor: su situación. Un bulevar ajardinado, a cinco minutos de la estación del AVE y a diez de la Plaza Mayor de la ciudad. Además, podéis pasear por el agradable jardín de Campo Grande situado enfrente, donde frondosas arboledas y cuidadas rosaledas os permitirán un fresco respiro de la ciudad. También os encontraréis con amigables pavos reales (que se acercan a la gente mucho más que en otros lugares que he visitado), así como con los patos del estanque principal, donde los lugareños acuden a darles de comer. Finalmente, todo el este de la ciudad está bordeado por el caudaloso río Pisuerga, y aprovechando que pasa por Valladolid, por que no dar un paseo por su ribera.

Me dejé muchas cosas que me hubiera apetecido visitar, incluyendo las casas de Colón y Cervantes o el museo agustino-filipino, con piezas curiosas del arte del Pacífico que se traían los misioneros. Lo dejo para la próxima visita.

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