dijous, 21 de juliol del 2022

Turín

Piamonte, cuna de la Italia reunificada

Primera vez en esta bella región (antigua nación) cuya familia real, los Saboya, reunificaron Italia a través de su primer ministro Cavour, aliados con los revolucionarios capitaneados por Garibaldi. Y visité Turín, su capital y primera capital de la Italia reunificada. Turín además fue uno de los primeros y grandes polos de industrialización europeos durante el siglo XIX. Toda esa grandeza y dinamismo político, económico y social se ve perfectamente reflejado en la arquitectura de la ciudad.

La razón por la que fui a Turín fue por el festival de la canción "Eurovisión", que celebraba allí su edición de 2022. Sin embargo, quedé impresionado por la belleza de esta agradable ciudad italiana, menos conocida que muchas otras. Me sorprendió la cantidad de palacios y palacetes con los que cuenta, impresionantes la mayoría, y que refuerzan la sensación de estar ante lo que fue una gran capital. 

De los Taurini a los Saboya

Pero empecemos por el principio: Turín se fundó por una tribu céltica-ligura llamada "Taurini", gente de los Alpes que ocupó esta parte del valle del Po. La leyenda dice que los "taurini" vivían aterrados por culpa de un dragón que vivía en los alrededores. Para deshacerse de él, emborracharon a un toro para que matara al dragón, y, según la leyenda, así ocurrió. Por eso, todas las fuentes de la ciudad tienen dispensadores con cabeza de toro, símbolo de la ciudad. Y en varias plazas, como la de San Carlo, aún hay toros dorados en el suelo al que los visitantes pisan los genitales para tener suerte.

Cuando los romanos conquistan el enclave, fundan la ciudad de Augusta Taurinorum, que rodearon con una muralla defensiva, y cuyo plano original aún se puede ver en mármol en uno de los lados de la Porta Palatina, que por cierto es una de las pocas puertas de entrada amuralladas a una ciudad romana en pie que se pueden disfrutar hoy en día en el mundo.

Finalmente, en la Edad Media la ciudad empezó a conocerse como Turín y se gobernaba por un conde que vivía en la parte posterior del actual palacio Madama, que mantiene su aspecto romano reformado al estilo medieval.

Turín se posicionó como una de las grandes ciudades de la Cristiandad cuando en el siglo XVI su catedral acogió la "Síndone" o Sábana Santa, es decir, el sudario en que estuvo envuelto Jesucristo las horas que se mantuvo muerto en el sepulcro. La catedral de San Juan El Bautista (uno de los pocos ejemplos de arquitectura renacentista en la ciudad), acoge esta reliquia clave, guardada en un arcón y que se expone solamente en ocasiones especiales. Se puede rezar ante el arcón, situado tras una vitrina. Miles de devotos peregrinan a la ciudad anualmente para poder hacerlo.

Una ciudad inesperada llena de palacios

Pero el origen de la gran cantidad de palacios que albergan universidades, antiguas residencias de nobles, y sobre todo, las residencias reales, surgen cuando el duque Emmanuel Filiberto de Saboya (Testa d' Fer) trasladó su capital a Turín en 1562. Esta familia francesa elevó la ciudad de condado a ducado primero, y luego a reino, rediseñándola desde el siglo XVI. El propio duque Emmanuel ya empezó abriendo las primeras plazas monumentales y grandes bulevares.

El duque quiso mostrar el poderío de su familia acometiendo la ejecución de una vasta serie de proyectos de construcción, que serían proseguidos por sus sucesores. Este conjunto de edificios de alta calidad, diseñados y decorados por los mejores artistas y arquitectos de la época, tiene su centro en el Palacio Real situado en la “zona de gobierno” de Turín y se extiende por la campiña circundante, abarcando numerosas casas de campo y cotos de caza. Estas residencias fueron construidas entre los siglos XVI y XVIII, y su imponencia no tiene nada que envidiar a los palacios del Loira. 

El enorme Palacio Real, ahora sede del museo de las colecciones reales, nos dará la sensación de estar en una gran capital. Muy cerca está el Palacio Madama, antigua sede del Senado italiano y ahora museo de arte antiguo, de una belleza peculiar, con su gran fachada de mármol blanco por un lado, y otra medieval por el otro, como expliqué más arriba. 

Asimismo, el palacio Carignano, cuna de los primeros reyes de Italia, sorprende por su elegante uso del ladrillo rojo en la fachada. Sin duda, este es mi palacio favorito, pese a ser una residencia donde vivieron miembros de la rama secundaria de la familia Saboya. Construido en el siglo XVIII, guarda en su interior apartamentos privados de uno de los príncipes herederos, suntuosos y sin nada que envidiar a los mejores salones de Versalles. Además, en su ampliación también se construyó un bellísimo hemiciclo que albergó la sede del parlamento Sub Alpino, donde se decidió y planeó la unificación italiana. También se encuentra en otra de sus alas el actual museo del "risorgimento italiano", en lo que iban a ser las oficinas del primer ministro de Italia (que nunca se llegaron a usar porque se trasladó la capitalidad a Florencia en 1865). El actual museo enseña piezas clave para entender ese movimiento sociopolítico que anticipó la unificación italiana.

También me impactó el palacio del Valentino, a los bordes del río, en mitad de uno de los jardines más grandes de la ciudad. Además de los mencionados, me quedaron pendientes muchos otros, empezando por la Venaria Reale, un enorme palacio de verano rodeado de grandes parques. Decenas de edificios de estilo barroco y rococó decoran la ciudad, estilos franceses traídos por los Saboya. Muchos de estos palacios han sido reconocidos como patrimonio de la humanidad por la UNESCO.

El museo egipcio de Turín

Turín cuenta además con el museo egipcio más antiguo del mundo, fundado en 1824, poco después de que el ducado se elevara a Reino del Piamonte y la Cerdeña. Situado en otro palacio barroco construido por los Saboya, alberga la mejor colección de antigüedades egipcias que solo supera el museo de El Cairo. Y ello debido a un cúmulo de casualidades. La primera fue cuando en 1760, Vitalino Donati, profesor de Botánica de la Universidad de Turín, viaja a Egipto por orden de Carlos Manuel III de Cerdeña con el objetivo de recoger antigüedades como momias y manuscritos, trayendo más de 300 objetos. Sin embargo, la mayor adquisición se produjo en 1824 con la compra de la primera colección de antigüedades egipcias por el rey Carlos Félix de Saboya. 

Hoy, el museo cuenta más de 40,000 artefactos (aunque solo expone 3,300) ordenados de manera cronológica. Es decir podremos ver desde estatuas y papiros, a momias y objetos del día a día, ordenados desde la época pre dinástica hasta la conquista árabe de Egipto, pasando por los reinos antiguo, medio y nuevo, y las diferentes etapas en el medio, cubriendo casi 4,000 años de historia arqueológica y del arte. Personalmente me impresionó la tumba de Neferu, con frescos que contenían imágenes que nunca había visto (como sacrificios a vacas); los halcones disecados o la impresionante galería de los reyes con decenas de enormes estatuas de Sekhmet.

Un centro histórico perfecto

Además de palacios y museos, los Saboya también construyeron numerosas iglesias barrocas. De hecho, enfrente del apartamento donde nos quedamos los primeros días, en la plaza "della Consolata", una agradable y tranquila plazuela en pleno centro, se se encuentra el santuario homónimo, una obra maestra del barroco piamontés. 

Todos los alrededores de esa zona son calles rectas y agradables, llenas de bellos edificios residenciales de los siglos XIX y XX, palacetes de la época monárquica, bulevares arbolados con tranvías o el cercano Porta Palazzo, antiguo mercado de abastos y hoy lleno de locales gourmet donde probar delicias de toda Italia.

También hay varias galerías comerciales decimonónicas. De hecho, aquí fue donde aparecieron las primeras galerías del mundo, como la elegante galería SubAlpina o la imponente galería de San Federico. En esta última se encuentra el histórico cine LUX, originalmente llamado REX (durante la monarquía) y luego DUX (durante la dictadura de Mussolini). 

Pero es la Mole Antonelliana el gran símbolo de la ciudad y una curiosidad arquitectónica única de Turín. Concebida como la gran sinagoga de la ciudad, finalmente se convirtió en un pabellón de exposiciones y ahora alberga el Museo Nacional del Cine. Continua ostentando el récord de ser el edificio de ladrillos más alto de Europa. Os recomiendo encarecidamente subir a su terraza y disfrutar de las vistas de la ciudad así como de los Alpes que la rodean y sus nieves permanentes en sus cimas.

La arquitectura racionalista en Turín

Tras los siglos de los Saboya, las décadas del fascismos también marcaron a la ciudad. Como en otras ciudades italianas, también en Turín se observan algunos cambios urbanísticos implementados durante la era de Mussolini, destacando la Vía Roma, ejemplo clave del hiper-racionalismo de esa época. La antigua avenida de tiendas y paseos porticados fue rediseñada con formas rectas y sencillas, nuevas farolas y pilares, y escaparates amplios. 

Mármol blanco y ladrillos rojos eran los materiales usados en el rediseño de edificios, a través de los cuales el fascismo intentaba rememorar la grandeza del Imperio Romano. Un buen ejemplo es el impresionante Hotel Principi di Piemonte.

Al final de la avenida se encuentra la plaza C.L.N. en memoria del Comitato di Liberazione Nazionale, la estructura partisana de resistencia al fascismo. En esa plaza se encuentra uno de los edificios más caros de Turín, antigua sede de la Gestapo y actual edificio de apartamentos de lujo en el que suelen vivir jugadores de la Juventus.

Zonas industriales renovadas

Otros días los pasamos en el antiguo barrio industrial Lingotto, donde se encontraban la mayoría de factorías de la ciudad. Turín es la cuna de muchas marcas clave italianas, incluyendo FIAT, Martini, Nutella o Lavazza. Muchas de sus antiguas fábricas se han reconvertido en museos, edificios de oficinas, centros comerciales o incluso hoteles, como en el que nos quedamos: el Hotel AC by Marriott, situado en la antigua fábrica de pasta "Carpano", reconvertida en 1986. En los alrededores recomiendo visitar la antigua factoría FIAT ahora reconvertida por Renzo Piano.

Muchas de estas zonas también se renovaron cuando la ciudad acogió los Juegos Olímpicos de Invieron en 2006, con edificios como el Pala Alpitour.

Y hablando de Lavazza, una actividad popular es visitar sus oficinas centrales y su museo adjunto, en el que además de descubrir curiosidades del café y la historia de la marca, uno puede hacer una degustación de cafés premium en su moderno bar así como tomarse fotos en escenarios de muchos de los anuncios más famosos de la marca.

Gastronomía piamontesa

Finalmente, no quiero acabar esta entrada sin hablar de la gastronomía local. El hecho de que Turín no se encuentre entre las grandes rutas de los turoperadores trae muchas ventajas. Por ejemplo, al contrario que sucede en Roma o Venecia, en Turín es relativamente sencillo comer bien a precios aceptables. Al no ser una ciudad tan turística, sus restaurantes están más centrados en el público local, por lo que los estándares de calidad son mucho más altos que los establecimientos centrados en viajeros de otras ciudades italianas. Aquí os presento los que tuve la suerte de probar:

Helados

Pepino

Al lado del museo egipcio y frente al palacio Carignano, sirve excelentes helados con mucha historia. Ofrece todo lo que uno espera en Italia en materia de "gelati". Pedid la copa "Pepino" con helado de crema, gianduia y limón. Además, tienen sus deliciosos polos de varios sabores recubiertos de excelente chocolate negro, con receta de hace más de 150 años (especialmente delicioso es el de avellanas). Su terraza es muy agradable y los precios son bastante razonables. Y el personal bastante amable. Eran el proveedor oficial de helados de la Casa Real de Saboya, por lo que lo hacen muy bien.

Mara dei Boschi

Otra de las heladerías en la que se forman colas es esta. Mucho más contemporánea, ofrece sabores innovadores como el de almendra salada con albaricoque escarchado, aunque su tradicional helado de avellanas está muy rico también. Este lugar es más adecuado para llevar o comer por la calle.

Cafés

Caffè Al Bicerin

Turín tiene una gran tradición de merendar. Pero también de desayunar con calma. Y este es un gran lugar para disfrutar de ambos rituales. Fundado en 1763, este café, con mesas de mármol y paredes revestidas de madera, nos retrotrae a las típicas chocolaterías turinesas del siglo XIX. Aquí nació precisamente el "bicerin", la bebida más famosa de la ciudad, servida en grandes vasos redondeados, compuesta por una mezcla de café, chocolate y crema de leche endulzada con sirope. Pedidla acompañada de pastas piamontesas tradicionales (torcetti, lingue di gatto o canestrelli) y con eso tendréis un desayuno o merienda estupendos. Aquí degustaron esta bebida Dumas, Puccini, Nietzsche y sobre todo, Cavour, que frecuentaba este local. Su servicio amable pero algo lento.

Restaurantes

Además de los restaurantes más tradicionales, Turín ofrece una especialidad de comida rápida: el "crostone". Y el mejor lugar para probarlo es la cadena "Crostone.it". Se trata de un excelente snack  con ingredientes de la región. El más típico es el "crostone di bra e bagna calda" con los de salchicha cruda con una salsa de ajo, aceite de oliva y queso.

Respecto a los restaurantes donde comer en Turín, probamos varios, como el histórico "Porto di Savona", que no nos entusiasmó más allá de su curioso flan de gorgonzola. Recomiendo, eso sí, ir a comer a "Eataly", en el antiguo barrio industrial Lingotto. Se trata de un gigantesco supermercado con los mejores productos de Italia que agrupa a varios restaurantes que ofrecen comida de primera. Pero para probar la comida piamontesa, no os podéis perder  "Da Cianci Piola Caffè", donde recomiendo reservar en persona ese mismo día (no aceptan reservas por teléfono ni para otros días).

Da Cianci Piola Caffè

Con su agradable terraza en el jardín Bottero, ofrece platos de cocina de Turín sin pretensiones, a buen precio y con un personal amable. Es un estupendo lugar para una cena informal. Empezamos la cena con su vermut local, muy rico. Fue en Turín donde se inventó esta bebida. De entrante pedimos el famoso "vitello tonnato", que son cortes fríos de carne de vaca con salsa de atún y alcaparras. De primero: "tajarin" (una pasta de huevo piamontesa) con salsa de espárragos y un queso de la región: Castelmagno. Y de Segundo pedí cortes de cerdo con manzana al horno súper ricos. De poste, el famoso "bônet": un dulce que recuerda a un bizcocho aflanado a base de huevos, leche, cacao, ron y amaretti increíblemente delicioso. Y todo por menos de 20 euros por persona. 

Coctelerías

En Turín es muy típica la "apericena", una especie de aperitivo a lo grande, en el que poder comer barra libre de "antipasti" incluído al pedir las bebidas. Además, estos locales luego ofrecen cócteles de creciente calidad.

Smile Tree

Este es uno de los mejores, una coctelería de diez, una sorpresa inesperada: sirven cócteles maravillosos con ingredientes de todo el mundo, acompañados de elementos que hacen más agradable su bebida. Algunos se sirven con frutos secos, otros con trozos de frutas deliciosas, con chocolates y dulces… personalmente probé el "Carioca" y el "The Millionaire" y ambos estaban perfectos. Presentan los cócteles en bandejas originales acompañadas de estas comidas y su personal es súper amable. Por no hablar de sus muy razonables precios. Tanto nos gustó que fuimos todas las noches.

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En definitiva, Turín fue una agradable sorpresa y estoy seguro que acabaré volviendo, no solo para descubrir muchos de los palacios que me quedaron pendientes, sino también para descubrir la región del Piamonte, como la ciudad de Ivrea o el paisaje vitícola de Langhe-Roero y Monferrato.

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