dijous, 11 d’agost del 2022

Sofía

La capital de Bulgaria

Bulgaria es un país con poco turismo. De hecho, la mayoría se concentran en sus montañas en invierno para esquiar barato o en sus resorts del mar Negro para veranear a buen precio. Muy pocos se aventuran a descubrir su pequeña pero curiosa capital: Sofía.

Ante un verano de caos aéreo y saturación de los principales destinos, optamos por una capital sin apenas turismo y con unos precios más que razonables, para descubrir un país nuevo sin agobios y sin quedarnos sin ahorros.

Ulpia Serdica

El origen de la ciudad está en la llamada Ulpia Serdica, fundada tras la conquista romana de la región en el 29 después de Cristo. Para comprender mejor esta época se pueden visitar los fragmentos de varias calles romanas que se descubrieron durante la excavación del metro. Se pueden ver en los alrededores de la parada de metro "Serdica". En mitad de los mismos hay una pequeña iglesia del siglo XIV. Pero la iglesia más antigua de la ciudad se encuentra en el patio que hay en mitad de las oficinas presidenciales y el Hotel Sofia Balkan: la iglesia de San Jorge, que además tiene una doble capa de frescos de época romana y medieval muy interesantes.

La ciudad creció y alcanzó gran riqueza durante la época de Constantino el Grande, en cuya época se origina el actual nombre de la ciudad: el emperador ordenó construir la iglesia de Sveta Sofia, de estilo basilical romano, y la gente empezó a referirse a la ciudad como Sofía.

Ciudad otomana 

Posteriormente, tras guerras entre búlgaros y bizantinos, la ciudad fue cambiando de dueño hasta que en 1382 fue adherida al Imperio Otomano. De esta época queda la principal mezquita de la ciudad: la Banya Bashi, antiguamente rodeada de baños turcos. No muy lejos, quedan aún gran cantidad de fuentes públicas de las que brota agua mineral caliente y que los búlgaros siguen usando para llenar sus garrafas. Una pena que actualmente ya no existan baños públicos ni spas pese a encontrarnos en uno de los mayores yacimientos de agua mineral del mundo.

La nueva capital de Bulgaria

Liberada de los turcos en 1878, se convirtió en la capital de la nueva Bulgaria. En su liberación participó el Ejército ruso, con 200.000 soldados muertos en dicha labor. Por eso, en agradecimiento, los búlgaros construyeron la iglesia memorial de Aleksander Nevski, un soldado ruso del siglo XIII. La iglesia, de estilo neobizantino, es impresionante. Muchas otras iglesias neobizantinas aparecieron por los diferentes barrios, incluyendo la catedral de Sveta Nedelya, que preside el bulevar peatonal más concurrido de la ciudad: Vitosha. 

La nueva Casa Real búlgara se hizo construir un palacio real frente al principal jardín de la ciudad (antiguos jardines reales), de estilo vienés, residencia oficial de la familia real búlgara hasta la llegada al poder de los comunistas. De esta época también es el diseño de los trajes de la Guardia Real, ahora transformada en guardia presidencial pero que mantienen los trajes típicos. Se puede ver el cambio de guardia a cada hora frente al actual palacio presidencial. Se trata de una ceremonia sencilla pero vistosa que os recomiendo ver.

La ciudad empezó a ver como se construían nuevos edificios para darle el aspecto de capital del nuevo reino de Bulgaria. Muchos diseñados por arquitectos vieneses, como el teatro nacional, o la nueva sinagoga sefardí, un impresionante edificio de estilo morisco, segunda de Europa en tamaño. Su enorme lámpara de latón pesa más de 2200 kg. No dudéis en visitarla, la entrada son menos de dos euros.

La ciudad comunista

Bulgaria fue uno de los miembros del Eje, junto a Alemania, Japón e Italia. Los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial por parte de los Aliados arrasaron la ciudad, lo que permitió al nuevo régimen socialista que se instaló después, construir altos bloques de viviendas e imponentes edificios de estilo realista-socialista en el centro. Los edificios más impresionantes de esa época se encuentran alrededor de la actual parada de metro "Serdica", como el Sofia Hotel Balkan, parte del complejo presidencial, construido en 1955. Este elegante hotel fue el primero de un país comunista en pasar a ser gestionado por una empresa privada extranjera: en 1986 el Estado búlgaro le cedió la gestión  a Marriott, que lo ha estado haciendo desde entonces. Nosotros optamos por este establecimiento para quedarnos y así disfrutar mejor de la ciudad.

En esta zona, destaca también el bello edificio-torre que albergaba la casa del partido o otros complejos gubernamentales de imponente aire palaciego. Ministerios como el de energía cuentan con preciosas decoraciones realistas en sus fachadas. No muy lejos, en el parque más bonito de Sofía, el Borisova Gradina, se encuentra el montículo de la hermandad, un monumento comunista de 1956 donde partisanos con kalashnikovs se encuentran rodeados de sonrientes obreros y campesinos. Este monumento se erigió para celebrar los 10 años del triunfo socialista en el país.

Es interesante ver como la religión fue más o menos ignorada durante la dictadura comunista: muchas iglesias fueron simplemente rodeadas de nuevos imponentes edificios de cemento para reducir su visibilidad e importancia. Aún hoy, Bulgaria es uno de los países con menor porcentaje de personas religiosas del mundo.

Otro de los grandes edificios socialistas es el imponente centro cultural de los años 80, al final del parque que hay tras recorrer Vitosha. En ese mismo parque  hay un monumento a todas las víctimas del comunismo búlgaro con nombres y apellidos: miles de oficiales, empresarios y profesionales independientes fueron asesinados por los "tribunales populares" mientras que otros fueron enviados a campos de trabajo esclavo durante décadas.

La Sofía actual

Nada mejor representa la actualidad de la ciudad como el monumento a Santa Sofía, que sustituyó en el año 2000 al anterior monumento a Lenin, ahora en el Museo del Arte Socialista. Por cierto, recomiendo este museo porque allí también está la estrella roja que presidía la antigua casa del partido, así como decenas de estatuas de los ex líderes de la Bulgaria comunista, junto a Lenin o el Che. También hay una galería de cuadros y obras propagandísticas bastante interesantes, y que explican el nepotismo en el que vivía el país y que también contaminaba el mundo del arte. 

Otro espacio para disfrutar de la nueva Sofía es el mercado de las mujeres, totalmente renovado, con puestos de verduras, carne, pescado, quesos, miel y especias, así como artesanía. Allí, entre la reforma contemporánea, se respiran aún las sensaciones y olores de cualquier bazar otomano.

Numerosas fachadas se están rehabilitando y nuevos locales modernos de comida van apareciendo. Destacan los siguientes:

MoMa: versión moderna de una mehana (taberna tradicional búlgara) en la que hace falta reservar. Pedimos entrantes con varias salsas caseras y luego un plato de pollo en una deliciosa salsa de tomate. 

Manastirska Magernitsa: con música tradicional del país, este restaurante ofrece muchas de las recetas de la gastronomía búlgara. Lo mejor es pedir el menú degustación para dos: ensalada shopksa (pepino, tomate, pimientos y queso amarillo), entrantes de la abuela (fiambres típicos, queso blanco, berenjenas y pimientos a la parrilla… y varías salsas tradicionales). La cena sigue con pimientos rellenos de queso y yogur y rebozados, bolas de espinacas rebozadas y arroz envuelto en hojas de parra. Luego os pondrán varios trozos de un kebab conocido como Dryanovo, en una deliciosa salsa de queso y tomate fundido, así como varias brochetas de diferentes carnes. Y de postre: banitsa de leche con crema de vainilla: espectacular. Pedimos rakia de frambuesa de entrante (cuidado que es un licor muy fuerte). 

Cosmos: elegante restaurante con la nueva cocina búlgara. Pedimos sopa de maíz y arroz de pato con parmesano, que aunque estaban ricos, les faltaba algo de sofisticación, demasiado toscos. El pescado fuera del menú del día estaba algo mejor. El postre a base de fresa y albahaca también estaba rico y era muy original.

Boyana y Rila

Para una excursión de un día desde Sofía, recomiendo dos lugares estupendos:

En primer lugar, la iglesia de Boyana, emplazada en las afueras de Sofí­a. Comprende tres edificios rodeados de un sereno jardín. La iglesia de la parte oriental, fue construida en el siglo X. A mediados del siglo XIII, se agrandó la iglesia primigenia y se construyó otra nave de dos plantas junto a ella. Los frescos de esta segunda iglesia, pintados en 1259, constituyen uno de los más valiosos conjuntos de la pintura medieval. Declarada patrimonio de la humanidad, sus 90 murales anticipan el renacimiento europeo y son el culmen del arte medieval búlgaro. Solo se permite estar 10 minutos en el interior y siempre acompañado de guía. A comienzos del siglo XIX se edificó una tercera iglesia, ultimándose así­ la configuración definitiva del sitio, que es uno de los monumentos más completos y mejor conservados del arte medieval de Europa Oriental.

Fuimos con una excursión organizada, ya que el transporte público hasta allí no funciona muy bien. Boyana era el barrio donde se retiraban a descansar en verano los líderes comunistas del país, y hoy es un barrio de clase alta búlgara.

Tras visitar Boyana, el autobús siguió hasta el monasterio de Rila, recorriendo sinuosas carreteras entre altas montañas cubiertas de árboles, con lagos y ríos por todo lado.

La llegada al monasterio impresiona. Ocupa el centro de un boscoso valle, al lado de un caudaloso riachuelo con elegantes soportales y balcones de madera, así como columnas y arcos de rayas negras, rojas y blancas. Fundado en el siglo X por San Juan de Rila, un eremita canonizado por la Iglesia Ortodoxa, hizo que posteriormente, tanto su austera morada y su tumba, se convirtieran con el tiempo en lugares sagrados, donde se creó un conjunto monástico que desempeñó un importante papel en la vida espiritual y social de la Bulgaria medieval. Recibía numerosos fondos de los zares búlgaros y ha sido clave en la salvaguarda de la cultura búlgara.

Destruido por un incendio, a comienzos del siglo XIX, el conjunto fue totalmente reconstruido entre 1834 y 1862. Este monumento ejemplar del Renacimiento Búlgaro (siglos XVIII y XIX) simboliza la toma de conciencia de una identidad cultural eslava después de siglos de ocupación otomana. Aún hoy es el monasterio más célebre del país, y corazón de la Iglesia Ortodoxa Búlgara, Cuenta con una iglesia, dos museos, una galería de iconos y hasta pensiones para los que deseen quedarse a dormir.

La iglesia, con sus tres cúpulas amarillas oro, cuenta con un exterior lleno de impresionantes frescos en el que se muestran escenas de la Biblia ilustrando los castigos que tendrán los pecadores. Pero es su interior el que más impresiona, por no haber ni un centímetro que no esté cubierto por frescos. Allí dentro se encuentra también la tumba del rey Boris III.

Para comer, hay un restaurante junto al riachuelo, por lo que la trucha de río es la especialidad de la zona. Sin embargo, nos la sirvieron muy seca y sin mucho sabor (además, la sirven sin acompañante). Por eso, pedimos una ensalada de remolacha con semillas que no estaba mal pero tampoco era nada del otro mundo, y una ensalada del monasterio (de patatas con huevo) que estaba bien.

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