dijous, 15 de setembre del 2022

Liubiana

De campamento militar romano a ciudad de provincias de los Habsburgo

Cuenta la leyenda que Ljubljana fue fundada por Jasón, héroe mitológico griego que robó el velloncillo de oro del rey Ayat, y luego navegó en el barco "Argo" desde el mar Negro, remontando el Danubio, luego el Sava y finalmente el Ljubljanica, hasta llegar a donde se encuentra hoy la capital eslovena. Allí, tras matar Jasón a un dragón, fundó una pequeña aldea, para luego desmantelar el barco, transportarlo hasta el mar Adriático y regresar a Grecia.

En cualquier caso, lo que sí está confirmado es que aquí vivieron varias tribus hasta que los romanos construyeron un campamento militar en lo alto de la colina Grajska Planota, donde luego los Habsburgo construirían un castillo en el siglo XIV, para que sirviera de residencia del gobernador de esa parte del imperio. La mayoría de estructuras actuales son restauraciones de elementos del siglo XVI.

Podéis empezar la visitar por aquí: ya sea tomando el funicular (largas colas en verano) o mejor, caminando por unas empinadas calles y senderos por los que tardaréis menos de 15 minutos en subir. Vale la pena disfrutar de las vistas de la ciudad desde el castillo. 

Durante la época de los Habsburgo, se inauguraron numerosas obras públicas, como el bello puente de los dragones, de estilo art nouveau, con dragones que recuerdan la fundación mitológica de la ciudad por Jasón. Muchos edificios de esta época de estilo de la secesión vienesa son el Hotel Unión o los grandes almacenes situados no muy lejos. 

La capital de Eslovenia

Tras la Primera Guerra Mundial y el colapso de la monarquía austro-húngara, el pueblo esloveno se unión al Reino de Serbios, Croatas y Eslovenos en 1918. De esta época es la plaza Presernov, punto central de la ciudad y presidida por una estatua del poeta más importante de Eslovenia. En este país, la clave de su supervivencia ha sido la lengua. Por eso no dedican su plaza más importante a ningún militar ni político, sino al mayor poeta en su lengua. Los eslovenos siempre han vivido repartidos en varios imperios: el veneciano, el austro-húngaro, el otomano... y lo único que les mantuvo unidos fue la lengua. La primera vez que se permitió enseñar esloveno en las escuelas fue en 1809, tras la invasión napoleónica, que desgermanizó el sistema educativo.

En verano, el ayuntamiento instala un pequeño sistema de lluvia artificial para que los viandantes se refresquen. Al otro lado del río se encuentra el casco histórico, o Staro Mestom, una estrecha franja de tierra entre el río y la colina, donde las callejuelas se extienden cortadas por tres largas plazas. Aquí el barroco es el rey pese a que se conserva el entramado urbanístico medieval. Destacan el ayuntamiento, la catedral de San Nicolás o la fuente Robba.

En el periodo de entreguerras, la ciudad adquirió gran parte de su actual aspecto, en gran parte debido a las obras del arquitecto Jozê Plecnik, que la embelleció con su estilo minimalista de puentes, edificios, columnas o farolas. De hecho, sus obras fueron declaradas patrimonio de la humanidad por la UNESCO, por su concepción urbana centrada en lo humano. Esta transformación se basó en un diálogo arquitectónico con la ciudad antigua que al tiempo servía a las necesidades de la emergente sociedad moderna del siglo XX. Plazas, parques como el Tivoli, calles, paseos, puentes e instituciones públicas como la biblioteca nacional, varias iglesias y mercados y hasta un complejo funerario; se integraron con sensibilidad en el contexto urbano, natural y cultural preexistente y contribuyeron a la nueva identidad de la ciudad. 

Este enfoque urbanístico altamente contextual y a escala humana, así como el lenguaje arquitectónico distintivo de Plečnik, se distinguen de los demás principios modernistas predominantes en su época. Se trata de un caso excepcional de creación de espacios públicos, edificios y zonas verdes según la visión de un solo arquitecto en un tiempo y espacio limitados de una ciudad existente y con recursos relativamente limitados. De hecho, el arquitecto reutilizó muchos materiales en obras como la biblioteca nacional, completada en mitad de la II Guerra Mundial (1941). Una pena que no pude entrar por sus complejos horarios, pero aún así, el exterior es espectacular: mezclando viejos materiales con nuevos, creó un edificio único y se considera su obra maestra.

Otra de sus obras más famosas es el puente triple, originalmente uno, y reformado por Plečnik, que le añadió además dos puentes laterales peatonales (ahora ya está peatonalizado también el puente central). Los decoró con balaustradas y fanales de piedra que aún a día de hoy siguen pareciendo innovadores.

Finalmente, también destaca su mercado central, que es en realidad una operación urbanística. El mercado se extiende desde el puente triple hasta el puente de los dragones. La parte cubierta cuenta con restaurantes interesantes para probar comidas típicas. La plaza, con los puestos de frutas y verduras locales, es ideal para proveerse de género fresco. Y para carnes, pescado, comidas preparadas, queserías o panaderías, hay que ir a al bajo de uno de los edificios de la plaza del mercado. Aprovechando la visita al mercado, podéis pedir un trozo de potica, que es un rollo de frutos secos que se toma para desayunar, merendar o de postre.

Encontrareis farolas y elementos urbanos del arquitecto por numerosas calles. También merece la pena darse un paseo por el parque Tivoli, reformado por Plečnik con muy buen gusto, donde también se encuentra el Centro Internacional de las Artes Gráficas.

Una ciudad comunista primero, y sostenible después.

Tras la II Guerra Mundial, Eslovenia se convirtió en una de las repúblicas de la Federación Yugoslava de Repúblicas Socialistas. Eslovenia se convirtió en la locomotora del régimen de Tito: con solo el 8% de la población generaba el 20% del PIB yugoslavo.

La plaza de la república es el mejor lugar para ver grandes edificios y farolas brutalistas, herederas de esa época. No muy lejos se encuentra el conocido como "rascacielos", que fue el edificio más alto de la antigua Yugoslavia. Subid al "rooftop" y disfrutad de las vistas con una bebida mientras suena música "chill-out". Una gran manera de acabar un día en la ciudad.


En 1991 se convirtió en la primera república en proclamar su independencia en una guerra corta, de tan solo 10 días. En 2004 se adhirió a la Unión Europea y en 2016 Ljubljana se convirtió en la capital verde europea de ese año. Y ello porque en 2012 prohibió los coches en su centro histórico, llenó la ciudad de árboles y plantas, hasta encima de las paradas de autobús. Además, el agua potable está muy disponible en decenas de fuentes públicas.

El tráfico rodado está restringido en el centro, dejando las orillas del río Ljubljanica libre para peatones, ciclistas y terrazas, lo cual la hace más agradable si cabe. Y para probar comida local, os recomiendo el Druga Violina, donde personas con diversidad funcional sirven especialidades eslovenas. Pedí los zlikrofi (unos raviolis rellenos de queso, beicon y cebolleta con salsa de setas enteras) muy ricos. Y de postre, prekmurska gibanica, una tarta a base de finas capas rellenas de semillas de amapola, otra de nueces, otra de manzana y otra de queso, y con nata por encima. Súper rica.

En la zona peatonal del centro histórico se encuentra otro restaurante con una agradable terraza: SISI, que sirve comida internacional rica a precios razonables. Su carta es muy corta, lo que ya es una buena señal: hacen pocas cosas pero las hacen bien. Los tés helados caseros están muy ricos. Pedí risotto con gambas y trufa, y la ración es grande (y estaba muy bueno). De postre, higos con crema infusionada de lima, muy rico también. Y todo a precios muy razonables para ser una calle tan turística de Liubliana con un personal amable y rápido.

Se me hizo corta la estancia en la capital eslovena y me queda pendiente entrar en la biblioteca nacional y visitar sus museos. Seguro que volveré a esta ciudad de cuento.

Excursión al lago Bled

La excursión más popular para hacer desde Ljubjana es ir al lago Bled, especialmente en verano. Pese a que se puede ir en tren desde Ljubljana, luego habrá que tomar un bus de la estación al lago, ya que están lejos, por lo que lo más cómodo es tomar un bus directo de los que salen de la estación de autobuses de la capital que os dejará a orillas de Bled. 

Este lago verdeazulado es espectacular, con una pequeña iglesia en medio de un islote, un castillo medieval encaramado en una de las montañas de su orilla y varias cimas de los Alpes como telón de fondo. Como fui en agosto, estaba atestado de gente, que aprovechaba para disfrutar de su belleza y de paso, refrescarse en sus aguas.

Lo mejor que hacer nada más llegar es recorrer el sendero de su orilla, de 6 kilómetros, para disfrutar del paisaje, ver a la gente bañarse, subir al castillo para dar un vistazo y fichar algún restaurante para comer luego (a no ser que os hayáis traído picnic). Hay varias fuentes diseminadas por el recorrido.

Respecto al castillo, situado en una de las colinas a las orillas del lago, cabe decir que es el más antiguo del país, construido en el siglo XI de estilo románico. A los pies del mismo hay una agradable playa de césped (de pago) que es perfecta para bañarse en recintos protegidos del lago e incluso disfrutar de los enormes toboganes instalados. Cuenta con tumbonas, taquillas y sombrillas.

Justo al lado se encuentra la agradable terraza del restaurante Grajska Plaza, a orillas del lago, que cuenta con una barbacoa donde cocinan carnes y verduras. Opté por el cerdo a la parilla, que estaba extremadamente jugoso, acompañado de gnocchi caseros en salsa de trufa y ciruela absolutamente exquisitos. El personal es muy amable y rápido. 

Reservaos espacio para el postre: lo mejor es aventurarse a la Slascicarna Zima, una pastelería del pueblo donde degustar la especialidad de Bled: la kremma rezina, una capa de crema de vainilla recubierta de nata montada entre dos capas de hojaldre. Deliciosa.

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