dimecres, 17 de maig del 2023

Santo Domingo

La capital de la República Dominicana

La isla Española, así nombrada por Cristóbal Colón (primer territorio americano donde puso pie) se llamaba antes Haití por los taínos, que significa "isla de montañas altas" en su lengua. Partida en dos países actualmente, Santo Domingo es la capital de uno de ellos: la República Dominicana. Haití es solo la otra mitad, que es donde los castellanos primero intentaron fundar una ciudad en Villa La Navidad. Tras fracasar, fundaron La Isabela, que tampoco salió bien. Fue entonces cuando Bartolomé Colón (hermano de Cristóbal) fundó La Nueva Isabela en uno de los márgenes del río Ozama. Años después, Nicolás de Ovando trasladaría el centro de la ciudad al otro margen, fundando finalmente Santo Domingo.

La ciudad fue ocupada por Francis Drake, William Penn y Dominique Toussaint L´Ouverture, hasta que finalmente pudo proclamarse como capital de la República Dominicana en 1844 bajo el liderazgo de Juan Pablo Duarte.

Es muy importante tener en cuenta precisamente que la identidad dominicana no va contra los españoles sino contra los haitianos fundamentalmente. Siempre han visto como invasores a ingleses y haitianos, y de estos últimos fueron de los que se independizaron y así celebran su fiesta nacional. Es curiosos que esto también ha llevado a un racismo predominante, exacerbado durante la dictadura de Trujillo, por el que pese a que más del 60% de la población tiene rasgos genéticos negros, solo el 8% de auto-identifica como afrodescendiente: ser negro es ser haitiano, y esto es algo muy negativo aún entre la población dominicana.

La Zona Colonial

Nosotros nos quedamos en el corazón de Santo Domingo, la llamada Zona Colonia, una parrilla de calles rectas con plazas arboladas aquí y allá donde se encuentran las edificaciones más antiguas del continente americano. Y lo hicimos en el pequeño hotel "Villa Colonial", una casa art déco del año 1920, restaurada y habilitada manteniendo sus extraordinarios pisos de época con un agradable jardín tropical interior.

Vale la pena alojarse aquí, ya que es el único lugar de momento considerado como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO en República Dominicana. Estas once cuadras de calles adoquinadas ofrecen tiendas sin igual en el país, restaurantes con encanto y varios monumentos que vale la pena explorar. 

Por un lado tenéis la agradable calle Arzobispo Portes, jalonada de palacetes, antiguas iglesias y plazas arboladas. Por otro, la animada calle del Conde, peatonal pero muy decadente, aunque llena de restaurantes y tiendas turísticas. En uno de sus extremos se encuentra la puerta del Conde, donde los dominicanos iniciaron la rebelión contras las fuerzas haitianas, alzando la primera bandera dominicana. 

En el otro extremo se encuentra la Catedral Primada de América, cuya primera piedra fue colocada por Diego Colón, hijo de Cristóbal (sí, enchufó a toda la familia a gobernar La Española). Se trata de la primera catedral en América y aún cuenta con el escudo del emperador Carlos V en su fachada. Está en pleno parque Colón, con una estatua de Cristóbal en medio, y varias terrazas de restaurantes caros. También se encuentra aquí el primer ayuntamiento del continente. Al lado, en el convento de la Orden de los Predicadores, de los dominicos, fue donde Fray Bartolomé de las Casas describió y denunció las atrocidades cometidas contras los indígenas. No muy lejos están la iglesia de la Altagracia y sobre todo, las ruinas del hospital San Nicolás de Bari, primero en América, destruido en 1911 por un huracán. Un poco más arriba se encuentra la gran plaza de España, antiguo recinto militar, con el elegante Alcázar de Colón en una de sus esquinas. 

En uno de los laterales se encuentra el Museo de las Casas Reales, antiguo primer tribunal de justicia de América. En frente hay un reloj de sol, construido para que los funcionarios pudieran consultar la hora dando una mirada desde sus ventanas.

Si recorremos la calle de las Damas os encontraréis, primero con el Panteón Nacional, antigua iglesia de los Jesuitas que ahora es lugar de homenaje para las personas más ilustres del país. Siempre hay un soldado armado vestido de gala apostado en la entrada. Luego veréis la Casa de Francia, desde la que Hernán Cortés planeó su conquista del Imperio Azteca. Y luego la antigua mansión de los Ovando, única que tenía el privilegio de contar con una capilla privada y que ahora es un elegante hotel de cinco estrellas. Finalmente, si seguís hacia abajo (primera calle del continente) llegamos a la fortaleza Ozama, construcción militar colonial más antigua del Nuevo Mundo, que controlaba el acceso del rio Ozama desde el mar Caribe.

No hay nada mejor que dar un agradable paseo por la Zona Colonial descubriendo sus edificios con una agradable brisa marina tropical acariciando la piel mientras veis a hombres jugando al dominó y estridentes notas de bachata y merengue suenan desde los colmados (tiendas de comestibles) o colmadones (donde además de vender comestibles, también preparan tapas y se sirve alcohol, un nuevo concepto que surgió en la crisis de los años 2000). El que busque souvenirs no tardará en encontrar alguna tienda en la que incluso comprar alguna joya con larimar, una piedra semipreciosa típica de la República Dominicana. O ámbar, aunque cuidado con las falsificaciones. También le podrán preparar una botella de "Mama Juana", una mezcla de ron y vino tinto infusionado con miel, hierbas y una madera afrodisíaca. Esta receta es la mezcla del té afrodisiaco de los taínos con el alcohol que trajeron los europeos.

Por supuesto, la Zona Colonial está llena de restaurantes interesantes, como "TIME", de comida vegetariana con una agradable terraza en parque Billini y magníficos cócteles, donde degustar sobres de queso criollo, raviolis de remolacha, crema de calabaza y naranja o arepa de choclo. Pero si queréis probar la gastronomía dominicana, nada mejor que ir a "Jalao", en parque Colón, donde probar el maravilloso ceviche "morir soñando" o las catibías de queso (empanadas hechas de yuca). Al lado, "La Marchanta" sirve una ensalada de aguacate espectacular, además del típico mofongo, un plato hecho de plátanos macho fritos, machacados en salsa de ajo y trozos de cerdo fritos servido en un pilón (mortero de madera). Si viene con gambas encima, le llaman camarofongo. Muy contundente, mejor reservadlo para el almuerzo. Y para beber, "Morir soñando" una bebida de zumo de naranja o limón natural con leche evaporada (o leche Ideal). 

Por supuesto, el que busque algo más económico y rápido, pero no por ello menos delicioso, puede ir a cualquiera de los llamados "comedores", pequeños locales de comida preparada donde montar vuestros platos y comer abundantemente por poco dinero recetas dominicanas como moro de guandules, pollo guisado, mondongo, berenjenas asadas, tostones fritos, asopao, yuca con mojo de ajo, puerco guisado, plátano hervido encebollado, picalonga o chuleta ahumada. Uno muy rico es "D Comer Colonial" al final de la calle Arzobispo Portes.

El barrio de al lado, Gazcue, antigua zona cara, es ahora un barrio normal aunque agradable presidido por el imponente Palacio Nacional, construido con mármol rosado de Samaná en estilo neoclásico. Su paseo marítimo, o malecón, también es muy agradable para un paseo nocturno.

Cuevas del Pomier

No muy lejos de Santo Domingo, en el municipio de San Cristóbal, se encuentran las cuevas del Pomier, un conjunto de 57 cuevas (sólo cinco abiertas) con más de 600 pinturas taínas, siendo el mayor conjunto descubierto hasta ahora en el Caribe. 

Nada más entrar en la primera veréis a Macocael, guardián de las cuevas, esculpido en la roca, ejemplo clave de petroglifo taíno. Luego, en las diferente estancias, dibujados con carbón y grasa de manatí, hay representaciones de pájaros, peces y otros animales, así como figuras humanas y posibles deidades, como gran muestra de pictogramas taínos. Llama la atención uno que muestra un coito, elemento sagrado para los taínos. Las cuevas eran lugares donde, además de refugiarse de atacantes y huracanes, también las usaban como lugares sagrados donde retirarse a meditar en silencio durante horas.

De estas cuevas, además de la bajada enorme de temperatura respecto al exterior, lo que también nos chocó fue la presencia masiva de murciélagos, muchos de los cuales se podían ver incluso cargando con sus bebés. Cuidado con sus excrementos.

Como estuve por trabajo, apenas tuve tiempo de ver cosas, por lo que no entré en ningún museo y además me faltó ver el Faro a Colón o asistir a un partido de béisbol, además de muchos restaurantes, pero seguro que más tarde o más temprano regresaré a la ciudad colonial más antigua de las Américas.

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