dissabte, 28 de març del 2020

Tokyo muy barato

Donde ciudad pasa de sustantivo a verbo

Tokyo, una de las grandes urbes globales, destino soñado por millones de turistas, es a menudo evitada, no sólo por su lejanía, sino también por la falsa percepción de ser una ciudad de precios prohibitivos. Respecto a la distancia, es cierto que es difícil encontrar vuelos ida y vuelta desde Europa a la capital japonesa por menos de 500 euros. Pero una vez allí, la depreciación del yen unida a la deflación que vive Japón, han convertido a este destino, tradicionalmente caro, en uno relativamente barato.

Para que os animéis a vistar la capital del sol naciente, os propongo un recorrido básico por los barrios tokiotas sin apenas rascarnos el bolsillo. Lo primero de todo es optar por el transporte público. De hecho, la mayoría de destinos más atractivos de la ciudad están cerca de una de las paradas de la Yamanote Line, línea circular de la compañía JR East. Así que un abono de varios días saldrá más que rentable.

La cultura japonesa es tan fascinante, y su capital es tan sorprendente, que simplemente por pasear por cada uno de sus rincones ya habrá valido la pena el largo vuelo. Hay tanto que hacer, y muchas veces gratis, que no os aburriréis. De hecho, para el visitante, Tokio no le parecerá una simple ciudad, sino más bien una colección de ciudades.

Además, los amantes del shopping, tenéis que saber que en Tokyo no pagaréis IVA. En muchas tiendas os harán el descuento en caja tras enseñar el pasaporte (tras precintaros la compra que no podréis abrir hasta abandonar el país). En otros casos, el impuesto se os devolverá en el aeropuerto. Para tiendas muy baratas donde encontrar de todo, no podéis dejar de visitar alguna de las sucursales de los grandes almacenes Don Quixote, donde encontrar desde snacks japoneses a cientos de souvenirs, pasando por ropa de todo tipo, electrónica, electrodomésticos y objetos del hogar increíbles o incluso artículos de lujo originales de segunda mano (desde bolsos y billeteras Vuitton a pañuelos Hermès o bolígrafos Montblanc). Y todo al mejor precio y sin impuestos (te los descuentan al enseñar el pasaporte).

Mi barrio: Ebisu (y al lado, Meguro)

En este recorrido empezaré por Ebisu, barrio en el que yo viví durante 6 meses, en verano y otoño, únicas estaciones en las que he conocido el país del sol naciente. Barrio tranquilo, muy zen, con restaurantes pequeños y excelentes. A pesar de que vive gente con un poder adquisitivo más alto que la media del país, el barrio cuenta con alternativas no especialmente caras. El nombre del barrio viene de la antigua cervecería Yebisu, que ahora es una gran multinacional que mantiene su sede aquí. Podéis visitar gratis su museo de la cerveza. En ese mismo complejo, el Yebisu Garden Place, encontraréis restaurantes para todos los bolsillos, mercadillos de productos ecológicos los domingos y una copia de un chateau francés presidiéndolo todo.

Alrededor de la parada "Ebisu" recomiendo el animado Ebisu-yokocho (una galería que imita el Japón de principios de siglo con puestos que sirven cada uno su especialidad y mesas hechas de cajas de cerveza). También el moderno y cool Afuri, local de ramen cuya especialidad, el yuzu-shio, es uno de mis ramen favoritos en Japón, preparado al momento con una base de cítricos (menos de 7 euros). No muy lejos está la heladería Ouca, con helados artesanales, destacando el de té matcha, el de sésamo negro, el de alubias o el de boniato morado. También ofecen sabores según ingredientes de temporada. En verano tenían el de sandía y el de melocotón (este último espectacular) y en otoño el de caqui y de calabaza. Espero volver en invierno y primavera. También hay un bar de gatos, del que ya os conté aquí.

Al lado estaba Meguro, cuya parada de metro a veces también utilizaba. Este barrio cuenta con un canal precioso, el Naka-Meguro-Gawa, en el que ver los cerezos en flor. Espero volver a Japón en febrero para poder disfrutar de ello. No obstante, cualquier época es adecuada para pasearse por Naka-Meguro y curiosear en sus tiendas de segunda mano, de gran gusto, y sus lounges casi secretos, nada caros tampoco. Para comer, cerca del metro "Meguro" podéis optar por el Tonki, con platos de tonkatsu preparados delante tuyo, por menos de 15 euros.

Shibuya o el Tokyo que todo occidental tiene en la cabeza

Frente a la tranquilidad de Ebisu y Meguro, a un par de paradas de la Yamanote, tenemos Shibuya, uno de los barrios más frenéticos de la capital. Aquí se encuentra el famoso cruce de Shibuya, un gigantesco conjunto de pasos de cebra, que es la imagen que la mayoría de occidentales tienen de Tokyo antes de visitarla. Es cuando uno se ve rodeado de pantallas gigantes de anuncios con sonido, neones y de más de mil personas cruzando en todas direcciones donde cobrará sentido lo que dijo la arquitecta Mori Tokisho de que es en Tokio donde uno comprende que "ciudad" es un verbo y no un sustantivo. Para poder admirar este río de gente sin tanto agobio, y gratis, subíos a la gran cristalera que tiene el Starbucks en su primer piso. También merece la pena subir hasta los últimos pisos del Shibuya Hikarie, un rascacielos de 34 pisos, desde el que observar las decenas de pantallas desde las alturas, además de curiosear por las tiendas y galerías de arte del octavo piso, como la de Tomio Koyama, de acceso gratuito.

En una de las salidas de la estación de metro "Shibuya" se encuentra la famosa estatua de Hachiko, el perro que recibía cada día en la estación a su amo, un profesor. Cuando este falleció en 1925, durante diez años más Hachiko continuó su costumbre de acudir a la estación, hasta que el perro también murió. Los vecinos quedaron tan impactados con la lealtad de este perro que promovieron levantar una estatua del mismo, el el exacto lugar y en su posición de espera, para que nunca se olvidara su historia. Y allí sigue, con ofrendas florales y largas colas de adolescentes y turistas para hacerse la preceptiva foto. Dentro de la estación, antes de los tornos, también se puede admirar preciosas obras de arte, como "el mito del mañana" de Okamoto. Si ya son las cinco de la tarde, en el Food Show del sótano de la estación encontraréis todo tipo de deliciosa comida para llevar, con muchas cajas "bento" con descuentos, ya que solo venden lo del día. Si os apetece algo caliente, nada mejor que los ramen o soba de Sagatani: por menos de cinco euros os llenaréis con un buen bol y una bebida. Abre las 24 horas.

La calle principal de Shibuya, cerrada al tráfico, está siempre hasta la bandera de grupos de amigos,  sea la hora que sea, que acuden a sus locales de comida rápida y tiendas de cualquier cosa, así como  a sus enormes centros de recreativos. Entrad en alguno de estos últimos para probar alguno de sus futuristas videojuegos, máquinas recreativas, zonas de ganchos con peluches de premio y sobretodo sus fotomatones "purikura", donde podréis retocar digitalmente las fotos, añadirle elementos y tener luego dos copias impresas como recuerdo.

Al oeste del barrio, donde os animo a ir con un paseo tranquilo, alejándose de las masas, descubriréis curiosidades como centenarios templos de madera encajados en futuristas rascacielos, bares de perros o la mejor izakaya en la que he estado: Shirube Shimokitazawa. Muy animada, llena de familias japonesas con los peques mezcladas con turistas extranjeros, cuenta con su cocina en el centro del local, rodeada por una cómoda barra, donde os sentaréis. Es el lugar perfecto para una cena informal. Excelente ambiente y sobretodo, inolvidables tapas, especialmente la de filete de caballa flambeado. Si sois dos o más y compartís tapas, no os gastaréis más de 20 euros por cabeza.

Snobismo japonés

Pasamos a los barrios centrales de la ciudad: Marounochi y Ginza, los más caros tanto para alojarse como para comer. Aún así, cuentan con atractivos a coste cero. Empezando por el palacio y jardines imperiales, en Marounochi, que imperdonablemente no visité ya que hay que reservar por adelantado (a coste cero). También vale la pena la estación de Tokyo (sobretodo si os gusta la arquitectura del XIX). El resto de Marounochi son altos rascacielos con las sedes de varias de las principales multinacionales japonesas. Por tanto, los fines de semana es una zona bastante muerta.

En cambio, Ginza es mucho más animado. Este es el barrio snob de la ciudad, el equivalente al passeig de Gràcia o la Quinta Avenida. De hecho, los fines de semana, su gran avenida de Chuo-dori se cierra al tráfico, por lo que bulle con todo tipo de ávidos de shopping, y permite disfrutar de las curiosidades arquitectónicas que las principales firmas disponen para atraer la atención. Además de curiosear en los escaparates de las flagship stores, también podréis entrar gratis en galerías de arte como la Ginza Graphic Gallery, centrada en carteles publicitarios o la Shisheido Gallery, donde esta popular marca de cosméticos japoneses también ofrece un curioso café, un restaurante con recetas únicas y una galería de arte experimental, inlcuyendo los bonsáis inflables. El edificio Sony exhibe las últimas novedades de la marca y se pueden probar gratis (incluyendo una amplia sección para jugar a las PlayStation). Para comprar ropa barata pero de altísima calidad y buen diseño optad por la gran sucursal de Uniqlo en Ginza: once plantas y algunas colecciones que solo se venden aquí.

Tampoco os podéis perder el Kabuki-za, el elegante gran teatro de kabuki, el arte escénico por excelencia de Tokyo. Como una obra entera de kabuki dura cuatro horas y tampoco os enteraréis de mucho, la opción más barata es acercarse a las taquillas a partir de las seis de la tarde para comprar alguna de las entradas parciales en el gallinero, por menos de 8 euros, por las que podréis ver media hora de representación. Llama la atención como el público, de forma individual, anima o alaba a los actores a grito pelado.

Es obvio que ambos barrios cuentan con excelentes restaurantes que tuve la suerte de probar. Pero para este post baratero me limito a recomendaros tres opciones. Una es la Tokyo Ramen Street, donde ocho cadenas de ramen tienen minúsculas sucursales en un sótano de la estación "Tokyo" de JR. Enormes boles de diferentes tipos de ramen por menos de 8 euros. La otra recomendación es el Ore-no-dashi donde probar platos de comida kaiseki (alta cocina) por menos de 4 euros el plato. Eso sí, se comen de pie. La última opción es el depachika de Mitsukoshi, el mejor del país. Los depachika son los sótanos de los grandes almacenes, siempre dedicados a la comida. En Mitsukoshi, esto se eleva a la categoría de arte, con frutas paradisíacas, bentos que da pena comerlos y pasteles que parecen joyas. Su fantástica terraza ajardinada, con mesas, sillas y parasoles abiertas al uso de cualquiera, así como una gran pradera arbolada, permite degustar todo lo que hayáis comprado rodeado de rascacielos, pero en calma. A partir de las cinco de la tarde, la mayoría de productos bajan de precio.

Pescado y té

Al sur de Ginza tenemos Tsukiji, barrio a orillas del Sumida-gawa. Nada como desayunar en su lonja de pescado. Madrugad para ver como descargan pescado fresco y congelado llegado tanto de la bahía como del resto del planeta y como las subastas van que vuelan. Aquí se vende el 90% del pescado que consume la ciudad. El olor a pescado es profundo y, en el mercado antiguo, había que tener cuidado que alguno de los limpiadores no nos empape de un manguerazo. Aún así, valía la pena pasearse por los larguísimos pasillos y ver las diferentes delicatessen en los puestos. Era una delicia degustar alguno de los atunes más grandes (los hay de más de 400 kilos), que cortados frescos en sashimi están deliciosos. También se preparan en gigantescos sushis, y con dos piezas habréis saciado el apetito. El nuevo mercado tiene pasarelas de cristal por las que observar la actividad, pero ha perdido el encanto del antiguo, donde uno se podía mezclar entre los lugareños. Eso sí, la visita sigue siendo gratuita.

La otra gran atracción del barrio es el parque Hama-rikyu Onshi-teien, uno de los jardines más bonitos de la ciudad. Se trata de los jardines del antiguo palacio sogunal (hoy destruído). Se paga una entrada de algo más de 2 euros pero vale la pena. Además, en el centro de su gran estanque de patos se mantiene un sereno pabellón de té, cuyo servicio (té y dulce) no supera los cinco euros. Perfecto para alejarnos del bullicio de la metrópolis sentados en sus suelos de madera.

Tradición y consumismo

Seguimos por Harajuku, el barrio donde se concentran los diseñadores promesa de la moda japonesa, pero también enclave del principal santuario sintoísta de Japón. Si empezamos por su vertiente más espiritual, es de visita obligada el santuario Meiji-jingu y su enorme parque que le rodea. Tras caminar un largo camino bordeado de centenarios cipreses taiwaneses, llegaréis a un conjunto de barricas a uno y otro lado del sendero, apiladas en enormes estanterías a varias alturas. A un lado, hileras de barriles de sake y al otro, de vino de Borgoña. Ofrendas para que la industria del sake prospere y de la región de Borgoña como símbolo de la amistad entre Japón y Francia. Estas ofrendas son otra muestra de la internacionalización que trajo la Restauración Meiji, cuando las fronteras fueron abiertas al exterior y se permitieron productos extranjeros. Además, el vino de Borgoña le gustaba mucho al emperador Meiji. Tras pasar el un enorme torii de madera y cobre, decorado con crisantemos (símbolo de la familia imperial), accederéis al santuario dedicado al emperador Meiji y la emperatriz Shoken. Aquí son frecuentes las bodas sintoístas, por lo que si lo visitáis un fin de semana es muy probable que podáis asistir a una. El resto del gigantesco jardín contiene decenas de bellos rincones y senderos tranquilos. Todo gratis.

La parte más materialistas de Harajuku la encontramos, por un lado, en Omote-sando, un elegante bulevar donde las principales marcas de moda se alternan, tanto las masivas como las de lujo, ocupando espectaculares edificios de diseño. Los amantes de la arquitectura adoraréis pasear por este bulevar. Destaca el Tokyu Plaza, con sus escaleras mecánicas que penetran en un conjunto de espejos con forma de agujero, creando un efecto caleidoscópico. Además, alrededor hay varias callejuelas peatonales, como la Takeshita-dori, lugar de encuentro de varias tribus urbanas, en la que descubriréis locales de todo tipo, a cual más curioso, destacando los bares de gatos  o tiendas como la de la marca japonesa de papas Calbee, donde ofrecen todos los sabores que tienen, incluso recién hechas o la tienda Condomania, una tienda dedicada al universo de los preservativos. Otra callejuela interesante es la Cat Street, con pequeñas marcas que no pueden permitirse estar en Omote-sando, y que merecen mucho la pena, así como tiendas de segunda mano de gran calidad, como la Chicago Thrift Store, con prendas vintage, kimonos y yukatas, a muy buen precio.

Como opción para comer, recomiendo el Gyoza-ro, que solo abre a mediodía. Este local solo sirve gyozas (los raviolis japoneses). Uno se sienta en la barra, que rodea la cocina (situada en mitad del local), y escoge si quiere las gyozas al vapor o fritas y si con o sin ajo y/o cebollino. Eso sí, paciencia para entrar porque hay largas colas, especialmente los fines de semana. Cada plato de seis gyozas vale menos de 3 euros. Si podéis rascaros un poco más el bolsillo, optad por Maisen, un baño público reconvertido en restaurante, que es hoy el templo del tonkatsu en Tokyo. Aquí preparan a la perfección estas chuletas de cerdo rebozadas, servidas en una cama de repollo rallado y cubiertas de una salsa espesa de color marrón ligeramente picante, acompañadas de un bol de arroz, pepinillos y otro bol de sopa de miso. Ningún lugar mejor para disfrutar de esta especialidad nipona. Cenas por menos de 15 euros. Si preferís rebajar el presupuesto, tienen una ventanilla donde despachan sandwiches de tonkatsu para llevar.

El paraíso friki

Otra parada obligatoria es Akihabara, el barrio otaku. Aquí se agrupan la mayoría de tiendas de manga, anime y videojuegos, en el que la sobrecarga para los sentidos os abrumará. Coloridos carteles con personajes más o menos conocidos para un occidental, como Doraemon, Hello Kitty, las Sailor Moon, Pokémon, Son Goku, Super Mario o Shin Chan, se mezclan con otros que no han llegado tanto a nosotros. Edificios enteros dedicados a arcades y otros a figuritas en las que cualquier friki encontrará sus obsesiones. Respecto a videojuegos, los nostálgicos debéis pasar por el quinto piso del Super Potato Retro-kan, para disfrutar del salón de antigüedades donde jugar a viejas videoconsolas. Los amantes del J-pop también encontrarán merchandising de sus grupos preferidos. Hay grandes almacenes de disfraces cosplay y locales para cantar karaoke en salas privadas con disfraces alquilados que funcionan las 24 horas. Incluso un edificio de cinco plantas lleno de productos de pornografía de todo tipo, algunos bastante desagradables, pero que sirve para hacerse una idea de las obsesiones y fetiches de muchos japoneses. Es curiosa la Origami Kaikan, un taller y centro de exposiciones gratuito de este arte. Otra tienda que recomiendo es la galería 2k540 Aki-Oka Artisan, donde aunque no compréis, vale la pena curiosear los cientos de productos de artesanía de cada región del país. Al lado está Chabara, tienda de comidas y bebidas artesanales de todo el país, lugar perfecto para llevaros recuerdos envasados. Para no perderse por este enorme barrio podéis pedir un plano en inglés en el Tokyo Anime Center Akiba Info.

Respecto a comidas baratas y curiosas, destacan los bares de lolitas que pueblan el callejón de Akihabara dedicado a ello, y que uno va más por el show que por la comida (bastante mediocre). Un buen ejemplo es el maidreamin, que ya os conté en mi entrada de cafés por Tokyo. También recomiendo probar las mini tartas de queso japonesas para llevar de "Pablo", deliciosas y de muchos tipos.

Templos, cementerios y sumo

Y del ocio futurista al pasado de la ciudad: Asakusa, barrio en el que se respira historia. Empezando por su corazón, el templo budista Senso-ji, el más antiguo de Tokyo. Consagrado a la santa Kannon, cuya imagen dorada preside el complejo, cuenta con varios pabellones, puertas y hasta con una pagoda de cinco niveles. La entrada al recinto suele hacerse por la Nakamise-dori, una larga calle peatonal rodeada de puestecitos donde se vende de todo, desde souvenirs curiosos hasta artesanía del estilo del siglo XVII japonés, mercancía religiosa así como varios tipos de tentempiés. Al llegar a la plaza principal frente al gran templo a Kannon, existe un gran caldero de incienso, al que se le atribuyen poderes curativos. Cientos de fieles se empapan ropa y cuerpo del mismo. En los lados de la plaza veréis los omikujis o papeles de la suerte: por una moneda de 100 yenes podréis sacudir uno los botes plateados del que saldrá un palito. Anotad el número que os salga y abrid el cajón correspondiente del que obtendréis un papelito con vuestro futuro. Senso-ji es uno de los pocos templos que los traduce al inglés (chapucero eso sí) al dorso. Luego daos un paseo por los curiosos jardines sagrados y sobretodo, visitad el santuario a los hermanos qu descubrieron la estatua de Kannon, ya que es el único edificio original de 1649. El resto son reconstrucciones tras los bombardeos de la II Guerra Mundial que asolaron la ciudad. No se paga entrada.

En verano, los festivales se multiplican y coloridas procesiones recorren las calles, con locales vestidos con trajes típicos. Se montan casetas que venden comida callejera barata y por las noches hay fuegos artificiales. En Asakusa son el último sábado de julio. Consultad los sitios webs para más información. Y en este barrio tan tradicional, nada mejor que optar por el restaurante Sometaro. Por menos de 10 euros podrás degustar el tradicional okonomiyaki hecho en tu propia mesa, dentro de una casa de madera y sentado en el suelo.

Desde este barrio, al otro lado del río, también podréis ver la Tokyo Sky Tree, el edificio más alto de la ciudad desde 2012. Eso sí, de lejos, porque subir hasta sus futuristas miradores cuesta alrededor de 30 euros. Cerca de Asakusa está el gran estadio nacional de sumo, una de las grandes tradiciones japonesas. Sin embargo, ver un torneo allí es caro y complicado (solo hay durante enero, mayo y septiembre). Sin embargo, si no os importa madrugar, podréis ver algunas rondas en los entrenamientos  del gimnasio Arashio Beya, que cuenta con una gran cristalera a pie de calle donde ver gratis y de cerca las luchas de sumo. Eso sí, se pide silencio a los peatones que se paren a ver el entrenamiento. Está muy cerca del metro "Hamacho".

Al oeste de Asakusa, os recomiendo cruzar el enorme parque de Ueno, y disfrutar de sus pasarelas de madera, admirando los estanques de nenúfares y a familias locales montadas en botes. En este parque se concetran varios de los mejores museos de la ciudad. Si solo tenéis tiempo para uno, los sábados es gratis el acceso al Museo Nacional de Arte Occidental, un excelente edificio de Le Corbusier declarado Patrimonio de la Humanidad, que alberga un excelente repaso al arte occidental con obras desde la Edad Media hasta la actualidad, con obras de grandes artistas.

Al otro lado, adentraos en el maravilloso barrio de Yanaka, para seguir disfrutando de los restos de aquel Tokio medieval, cuando la ciudad se llamaba Edo. Nada más sair del parque, dirigios a la Kototoi-dori, donde encontraréis la centenaria tienda de licores Hitamachi, hoy conservada a modo de museo. A dos pasos se encuentra CAI The Bathouse, unos antiguos baños públicos del siglo XVIII ahora convertidos en moderna galería de arte. Ambos de entrada gratuita. No tengáis miedo de deambular por el barrio, ya que está lleno de sorpresas. Si seguís por la Sakura-dori, entraréis en el cementerio del barrio, desde cuyas colinas se pueden admirar los trenes que vienen y van de la estación "Nippori". La tumba más famosa es la de Tokugawa, el último sogún (dictador militar), tras cuyo mandato se restableció la autoridad imperial en la conocida como Restauración Meiji. Finalmente, acabad la visita por la bella Yanaka Ginza, una callejuela peatonal que parece haber sido congelada en el Tokio de 1950. Flanqueada de carnicerías, verdulerías, almacenes de té o tiendas de menaje, es la única calle que queda de una época en la que aún no existían los supermercados. Aquí podeís optar por tomaros alguno de los tentempiés callejeros o deliciosos helados sentados en las Yuyake Dandan, las escaleras de Yanaka Ginza desde las que se disfrutan unas puestas de sol maravillosas. Si preferís algo más tranquilo, podéis entrar en Nagomi, que sirve brochetas de pollo criado en libertad y cuenta también con brochetas de verduras o tofu. Abre desde las seis de la tarde.

El barrio del siglo XXI

Y del pasado volvemos al futuro: Odaiba es el novísimo barrio de la ciudad, construído en un grupo de islas artificiales en la bahía de Tokio. La llegada se hace en la línea de metro sin conductor, serpenteando rascacielos y cruzando el gigantesco puente del arcoíris. Pasear una tarde soleada es un placer, sobretodo por las buenas fotos que podréis tomar de sus extensos parques y de la bahía, o del robot gigante Gundam, frente al Diver City Tokyo Plaza, un insulso centro comercial lleno de atracciones y recreativos de todo tipo además de restaurantes buenos y nada caros. Como atracciones de pago, destaca el Miraikan (museo nacional de la ciencia e innovación) donde ver a ASIMO, el robot humanoide más famoso de Japón. La entrada vale 6 euros. Luego también hay multitud de parques de atracciones y de agua, destacando el Tokyo Disney Resort, pero no son opciones baratas.

El Tokio más marchoso

Acabo el post por Shinjuku, no por menos importante, sino porque es un barrio perfecto para acabar el día. Aquí se concentra la mayoría de cosas que uno imagina de Tokyo. Más que Shibuya. Desde grandes almacenes y avenidas llenas de neones y pantallas gigantes con anuncios hasta callejuelas tranquilas con santuarios ocultos. Desde casitas tradicionales hasta los rascacielos más altos de la ciudad. Su gran estación de trenes y metro es la más transitada del mundo (más de tres millones de pasajeros diarios). Este es el barrio con los hoteles occidentales con mejor calidad-precio de la ciudad, sin contar con los hoteles cápsula. Y la mejor marcha de la ciudad para los que busquéis experimentar como salen de fiesta los japoneses.

Respecto a cosas baratas o gratis que visitar, destacan el ayuntamiento, que parece un gran rascacielos pixelado, y que ofrece un enorme mirador gratuito a 200 metros de altura. A veces hay colas en los ascensores. Los amantes del arte podréis pasearos por los jardines del edificio de oficinas Shinjuku I-Land, donde admirar las enormes esculturas públicas de artistas tan reconocidos como Indiana, Paolini o Liechtenstein.

Incluir el Hotel Park Hyatt en una entrada sobre Tokyo muy barato parecería contradictorio. Sin embargo, las preciosas vistas, así como el impresionante ambiente que se respira, merecen su inclusión. En esta torre de 52 pisos se rodó la mítica película "Lost in Translation". Sus últimos 14 pisos los ocupan las zonas comunes. Si no nos alojamos en el hotel, no podremos entrar a la piscina que ocupa una  de las grandes pirámide acristalada de tres pisos de altura, pero al menos podremos verla desde lo alto, iluminados en la noche tokyota, como un paisaje del futuro delante de nuestras narices.

Respecto a sus restaurantes, no son nada baratos y no cabe comentarlos en esta entrada. Sin embargo, sus dos bares, aunque caros, nos permitirán gozar de su exclusivo ambiente, sus impresionantes vistas de y unos cócteles de primera por un precio razonable. La primera opción, y la más barata, es el Peak Lounge, un gigantesco jardín interno bajo otra de las pirámides de cristal del rascacielos. Situado en el piso 41, es el lugar perfecto para tomarse un cóctel con el que empezar una noche de fiesta en Shinjuku. Por ejemplo, el Hayate, con un sake especial, cítricos naturales y tónica, no cuesta más de 20 euros. Aunque si queréis apurar, un vaso de sochu de primera calidad no subirá más de 12 euros. Os pondrán alguna cosa que picar y con este aperitivo podréis charlar observando las impresionantes vistas de Tokyo desde los ventanales acristalados. El atardecer es precioso, es días claros se atisba el Monte Fuji y cuando los rascacielos de la ciudad empiezan a encender sus lucecitas rojas, uno se siente en "Blade Runner" o en "Gotham City".

Si podéis estirar el gasto un poco más, entonces optad por el New York Bar, en el piso 52, donde se grabaron algunas de las escenas más inolvidables entre Bill Murray y Scarlett Johansson. Aquí ofrecen vinos de todo el mundo. Cuenta con una bodega con decenas de opciones, destacando los vinos californianos, con copas que empiezan en 18 euros. Eso sí, si uno no se aloja en el hotel, la entrada a partir de las siete de la tarde cuesta 25 euros, ya que ofrecen conciertos de jazz en directo con pianista, saxofonista y cantante. Cierto, esto no es nada barato, pero que por algo más de 40 euros podamos disfrutar de escuchar "La Garota de Ipanema" en directo con una copa de buen vino mientras tenemos a Tokyo a nuestros pies, merece mucho la pena. Como estaréis tentados de tomar fotos de las espectaculares vistas, hacedlo siempre con mucha discreción, ya que el personal de ambos locales está entrenado para pedir amablemente respeto a la tranquilidad del lugar y a la privacidad del resto de clientes. 

Tras el aperitivo en el Hyatt, poned rumbo al Golden Gai, un laberinto de callejuelas y estrechos edificios de madera que surgió como mercado negro tras la destrucción de la Segunda Guerra Mundial. Hoy, resistiéndo a la presión de especuladores, y rodeado de gigantescos rascacielos, este barrio de casitas de madera de dos pisos pegadas unas a las otras acoge más de cien mini-bares, a cual más excéntrico. Sus bohemios dueños los han tematizado según sus gustos musicales: desde bares heavy hasta punk, pasando por uno dedicado a amantes de la fotografía, por ejemplo. No suelen caber más de ocho personas a la vez, por lo que los dueños suelen ser bastante fríos con gente que no sea clientes habituales. De hecho, los pocos bares que aceptan turistas suelen cobrar entrada (lo anuncian en inglés). De todo este laberinto, dirigíos al Nagi, donde tomar una cerveza fría y unos niboshi ramen (con huevo y sardina deshidratada).  Y hablando de comida, no podéis iros de Tokyo sin probar uno de sus kaiten-sushi (restaurantes de sushi en cinta transportadora).  El Numazuko, en Shinjuku, cuenta con una barra larguísima y la mejor calidad y frescura. Cada plato cuesta según su color: desde 1 euro hasta 5. Luego pagaréis según los platos que hayáis cogido.

Un último consejo respecto a la comida: en cualquier momento os toparéis con un SevenEleven (una cadena creada en Japón) o similares donde conseguir comida preparada barata, más o menos insana, de la que recomiendo los baos de carne o verduras al vapor y sobretodo, los onigiris, perfectos a cualquier hora del día o para organizar picnics en alguno de los bellos parques de la ciudad. Se trata de bolas de arroz envueltas en alga nori, simples o rellenas, normalmente de atún con mayonesa, copos de bonito seco, salazón de salmón o diversos encurtidos como el de ciruela. Y todo muy muy barato. 

Tokyo es un paraíso para cualquier consumista: compras sin fin, restaurantes estupendos y una oferta de ocio infinita. Pero también puede ser un destino barato, sobretodo para un occidental que vaya por primera vez. Hay tantas sorpresas y curiosidades a disfrutar gratis o muy baratas, que la primera visita apenas dejará tiempo para los planes caros. Sin duda, una ciudad imprescindible para cualquier turista, y para nada inalcanzable. Animaos. 

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