dilluns, 30 de maig del 2022

El eje cafetero colombiano

La Colombia que todos nos imaginamos

La película "Encanto" de Disney ahora y las telenovelas antes, pero sobre todo las novelas de Gabriel García Márquez siempre, han configurado la imagen que tenemos de Colombia los que no habíamos podido visitarla antes. Pero eso es solo un parte de Colombia: la parte que la define como la tierra que produce el café, siendo Colombia el segundo mayor productor del mundo tras Brasil.

Y eso es el eje cafetero, que lo componen tres departamentos colombianos: Caldas, Quindío y Risaralda. De hecho, en estos departamentos se produce el 10% del café mundial. Una visita a Colombia no puede dejar de lado esta zona, porque es la Colombia que todos nos imaginamos. 

Para llegar a la zona, lo mejor es tomar un avión hasta los aeropuertos de Manizales, Armenia o especialmente Pereira, el mejor conectado. Y esto nos llevará a disfrutar de un ejemplo excepcional de paisaje cultural sustentable y productivo único, que representa una tradición que representa un símbolo poderoso tanto a nivel nacional como para otras zonas cafetaleras del mundo. Estos paisajes son reflejo de una tradición centenaria consistente en cultivar en pequeñas parcelas de bosque alto y del modo en que los cafetaleros adaptaron el cultivo a las condiciones difíciles de la alta montaña. Son paisajes con tanta personalidad que la UNESCO los ha declarado patrimonio de la humanidad.

Las zonas urbanizadas, en su mayoría pueblos situados en las cumbres de las colinas, se caracterizan por una arquitectura creada por los colonos procedentes de la región de Antioquia, de influencia española. Como materiales de construcción se utilizaron materiales tradicionales, tales como tapia, bahareque (cañas trenzadas) para los muros y tejas de arcilla para los tejados. Algunos de estos materiales persisten todavía .

Yo opté por el aeropuerto de Pereira, una ciudad sin apenas turistas, pero que permite conocer una típica ciudad media colombiana muy agradable. Luego, de la estación de autobuses de Pereira tomamos un autobús directo a Salento. Nos esperaban cuatro días en el corazón cafetero de Colombia.

Salento

Situada en mitad de boscosas montañas, Salento basaba su economía en el cultivo del café y la pesca de truchas de río. Ahora, el turismo se ha convertido en un gran motor económico que está haciendo crecer a este pueblecito paisa. Cada vez son más los que acuden a disfrutar de sus coloridas calles. Pero sobre todo, su cercanía al valle de Cocora es lo que ha convertido a este en un lugar imprescindible.

El eje central es la calle Real (o carrera 6), vía principal que sale de plaza Bolívar, llena de tiendas de recuerdos y restaurantes de todo tipo. Al final de la calle hay unas escaleras que suben al Alto de la Cruz, desde donde ver el paisaje y el propio pueblito.

Salento, al estar lleno de turistas de todo el mundo, cuenta con una gastronomía razonable, incluyendo restaurantes italianos o vegetarianos; así como una pequeña oferta de ocio. Por ejemplo, en el bar "Los Amigos" se puede jugar al "tejo", el juego del interior colombiano más famoso. Se trata de lanzar pesados discos metálicos sobre bolsitas de pólvora situadas en una cancha de madera rellena de arcilla fresca con agujeros metálicos. Si consigues explotar uno te dan 6 puntos, si tocas uno pero no explota, 3 puntos... y así varias reglas. El objetivo es llegar a los 21 puntos para ganar. Más divertido aún si se hace en grupo. No os asustéis con las explosiones de los petardos y cuidado no os caiga alguno de los pesados discos metálicos en los pies.

Para comer algo, de noche lo mejor es ir a la plaza Bolívar y toma algo en los puestos ambulantes con bancos en mitad de la plaza, sobre todo una tradicional trucha preparada de varias maneras o un delicioso gran patacón con varios ingredientes posibles por encima.

La otra posibilidad recomendada, en este caso para el almuerzo, es la Rola, en la calle 5 de Salento, un local humilde pero estupendo, donde una señora de Bogotá os servirá el menú del día por algo menos de 4 euros: sopa casera y un plato de arroz, ensalada, maduro y una carne deliciosa.

Los desayunos suelen servirse en los hoteles en los que os quedéis, a base de arepas calientes con huevo acompañadas de delicioso "pan de bono", a base de fécula de maíz, junto con almidón de yuca fermentado, queso y huevo: exquisito.

Salento se utiliza como base para descubrir las maravillas de la región. Nosotros visitamos el valle del Cocora, una finca cafetera y el pueblo cercado de Filandia. Para desplazarse por aquí, o se alquila uno un coche o toca montarse en uno de los todoterrenos de la II Guerra Mundial, muy baratos y con muchísimas conexiones entre pueblos y lugares turísticos. Los Jeep "Willys" se usan para llevar turistas de arriba abajo, pero también cerdos, muebles, frutas y sobre todo, sacos de granos de café. Eran modelos sobrantes de la II Guerra Mundial que Estados Unidos envió aquí en los años 50, donde los vendieron con espectáculos itinerantes en plazas de pueblo. Los vendedores subían y bajaban las escaleras frente a las iglesias con estos vehículos. En los viajes siempre se va incómodo y apretado, pero es toda una experiencia.

Finca cafetera El Ocaso

Es obligatorio visitar una finca cafetera si estamos por la zona. Colombia es el tercer mayor exportador de café del mundo y el único gran productor que solo produce café arábigo. 

Los jesuitas trajeron este cultivo en el siglo XVIII, al ver que las condiciones eran ideales, por estar cerca del ecuador y permitir cultiva a gran altura, donde los granos maduran más despacio, lo que produce un grano más duro y denso, con un sabor más consistente al tostarse. La frecuente lluvia permite que los arbustos estén casi siempre en flor, permitiendo recoger dos cosechas anuales, cuando es especialmente interesante visitar el eje cafetero: la primera es en abril y mayo, y la segunda entre octubre y diciembre.

Nosotros optamos por la finca "El Ocaso", en la vereda Palestina, a unos veinte minutos en coche desde Salento. En esta finca muestran qué es lo que hace único al café colombiano y además, permite entender mejor el duro trabajo que implica poder degustar una buena taza. Todo café colombiano debe recogerse a mano, y así lo haréis también en una parte del recorrido, donde aprenderéis a recolectar los granos maduros con un cesto tradicional colgado.

Se empieza por la plantación: desde la semilla y los brotes hasta la recolección; y se sigue en el separado del grano y la cáscara, el secado (o tostado, depende del tipo de café que se busque) y finalmente el molido y su preparación para degustar. El guía lo explica todo mostrando esquejes, pequeños brotes, y luego los enormes arbustos con semillas (ya que fuimos en la primera época de recolección del año).

La preparación tradicional fue con el típico "calcetín" o filtro de tela donde se pone el café molido y se va echando poco a poco el agua a 90 grados para conseguir el sabor perfecto. Estaba muy rico, honestamente. Luego venden café tanto en grano como molido. Aprovechad y comprad, ya que luego es más caro en aeropuertos.

El valle del Cocora

Cocora es, sin ninguna duda, el paisaje más bonito del país. No por casualidad los billetes de más valor tienen este paisaje estampado. Por todas partes se ven los árboles nacionales de Colombia: las famosas palmas de cera, el tipo de palmera más grande del mundo, que llega hasta los 60 metros.

Hoy en día está bastante organizado. Los "Willy´s" os dejarán al lado del acceso al sendero. Tras pagar la entrada (ya que el valle es privado), podréis pasearos durante algunas horas para disfrutar de estos bellos y fotogénicos paisajes. Hay incluso un bosque de colibríes que no vimos porque las fuertes lluvias habían dejado incomunicado el camino que lleva hasta el mismo.

Aún así, pasear por sus montañosos senderos es una maravilla que no deja indiferente a nadie. Lo único malo es que se encuentran en peligro de extinción estas palmas por la presión humana y de ganadería en la zona, que hace que muchas palmeras no pueda crecer y sean arrancadas al inicio. Mi consejo para minimizar vuestro impacto sobre el valle: no utilicéis caballos e intentad no saliros de los senderos establecidos.


Filandia

Finalmente, a media hora en "Willys" de Salento se encuentra esta localidad cafetera tradicional, preciosa también. Tanto, que aquí se grabó la reciente telenovela "Café con aroma de mujer".

Además de sus casitas de colores y su bella plaza principal, también ofrece varias actividades, como el centro de interpretación de la cestería de Bejucos. Uno de los símbolos de este pueblo son los cestos tejidos que antaño usaban los recolectores de café. El museo explica los materiales, los tipos de cestos y el proceso de elaboración, por un precio simbólico. Los jóvenes están rescatando la tradición y ahora, además de los tradicionales cestos, también hacen preciosas lámparas y muchos otros objetos decorativos de gran calidad que encontramos en su tienda.

La otra gran atracción es una impresionante estructura de madera contemporánea de 19 metros perfecta para admirar el paisaje en lo alto de una colina tras caminar unos minutos desde el centro. Sobre todo lo que más veréis son paisajes de cultivo de café.

Finalmente, ninguna visita a Filandia puede acabar sin almorzar o cenar en Helena Adentro. se trata de un agradable local de cocina colombiana fusión. Dirigido por un chef de Filandia y su pareja australiana, este moderno restaurante es el mejor del Eje Cafetero sin ninguna duda. Ofrece platos colombianos presentados de manera innovadora, y siempre usando ingredientes frescos de granjas locales y gran calidad, reinventando recetas de la zona.

Sus bebidas naturales son muy creativas, como su limonada con sirope rosa de albahaca y zumo de lima. O su lulada: con zumo de limón, sirope de lulo y trozos de lulo. De entrante pedimos las deliciosas croquetas de yuca y las marranitas: una especie de panes hechos a mano con masa de maíz, rellenas con pierna de cerdo cocida lentamente con vino blanco, hierbas, ajo y cebolla, salsa de mayonesa casera, perejil, un toque de hogao y queso fresco de Filandia.

Seguimos con cuatro deliciosas costillas glaseadas con ron, limón, panela orgánica y salsa de soja, encima de arepas fritas con picadillo de tomates verdes, cilantro y limón, con una salsa al lado de remolacha en escabeche con cebolla morada, y un toque de chile.

También pedimos chuleta de pollo apanada con pan de yuca, pasta de tomate agridulce, queso crema para gratinar y papas con mayonesa casera, acompañada de un encurtido de pepino y zanahoria. Acabamos con unos suspiros quebrados caseros con maracuyá y crema de leche; y una buena taza de chucula caliente, una bebida a base de siete granos: haba, arveja, cebada, trigo, garbanzo, maíz y lenteja. Tras ser tostados y molidos, se mezclan con un melado que se prepara a partir de agua y panela, y se le agrega chocolate amargo, canela y clavo. Se bebe acompañada de queso fresco de Filandia.

Acabamos a tope pero es que el menú era tan interesante que quería dejarme las mínimas cosas sin probar. Lo único malo es que la comida tarda mucho en salir, deberían organizar mejor la cocina o reducir la carta.

Por tanto, merece mucho la pena visitar la región: tanto por sus paisajes como por sus gentes. Tanto por su comida como para descubrir la cultura del café y el resto de sus tradiciones. Me faltó visitar el parque nacional de Las Nieves o ir a los termales de Santa Rosa de Cabal, a los que intentaré ir cuando vuelva a Colombia. 

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