dilluns, 20 de juny del 2022

La comarca de la Vera y el valle del Jerte

La Extremadura más verde

Extremadura, junto con Cantabria, era una de las dos Comunidades Autónomas españolas que me quedaban por visitar. Y decidí descubrirla a través de una de sus zonas más bellas: las comarcas de la Vera y del valle del Jerte. Regadas por afluentes que caen de sus montañas hacia ambos ríos que discurren por sendos valles, estas comarcas son verdes y generosas en la producción de frutas y hortalizas. Desde los famosos espárragos y el 80% del tabaco español surge de la comarca de la Vera. Y por supuesto, el famoso pimentón de la Vera. Del valle del Jerte vienen más de la mitad de las cerezas del país, y sin duda, las más famosas. Productos de calidad de una tierra excepcional.

Por tanto, las comarcas son perfectas para hacer rutas, disfrutar de una gastronomía deliciosa y descubrir patrimonio histórico destacable. Y todo a unas horas en coche de Madrid, perfecto para una excursión de fin de semana.

La Vera

Al llegar el viernes, nos instalamos en Jarandilla de la Vera, en el hotel Don Juan de Austria, una buena base para descubrir la Vera y el Jerte. El hotel cuenta con un spa estupendo para las frías tardes de invierno o principios de primavera. Y pese a que las camas son muy cómodas, las habitaciones son algo pequeñas, especialmente los baños. El de nuestra habitación, además, no tenía pared, sino una enorme cristalera que hacía complicada la privacidad. Tenedlo en cuenta.

El restaurante del hotel también es bueno. Como llegamos tarde y queríamos aprovechar el spa del hotel, cenamos allí y no está mal. Pedimos torta del casar con pimentón de la Vera, ensalada de perdiz en escabeche y otras delicatessen. El desayuno bastante completo, con cosas para todos los gustos y muchos alimentos y productos de proximidad salados, como el queso fresco de cabra o la cachuela (un untable de hígado de cerdo frito en manteca de cerdo con ajo, pimentón, comino y laurel), así como los dulces de la zona: perrunillas o pestiños. Y respecto al spa, lo único malo es que son muy estrictos con los tiempos en cada parte del mismo y no hay privacidad puesto que hay varias personas a la vez usando cada una de las estaciones del mismo: piscina de agua fría con chorros, jacuzzi, sauna turca, sauna finlandesa y, finalmente, duchas aromaterápicas y bifásicas (de chorros calientes y fríos alternativamente).

La gran atracción turística de la Vera es el monasterio de Yuste, un humilde complejo monástico donde se alojó Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico tras abdicar la Corona en su hijo Felipe II en 1557. Se encuentra en Cuacos de Yuste, una población a pocos minutos en coche de Jarandilla. Allí, justo antes de llegar al monasterio, encontramos un monumento presidido por Carlos I y donde le acompañan personajes clave de su reinado, como Cortés, Pizarro, Bartolomé de las Casas o la Malinche.

Pese a que los monjes jerónimos siguen residiendo allí (solo que en este caso son todos polacos), se pueden visitar la mayoría de sus instalaciones, incluyendo los preciosos patios gótico y plateresco respectivamente. El plateresco tuvo tres pisos (algo insólito) pero ahora solo tiene dos porque se hundía y tuvieron que quitarle peso. La iglesia también vale la pena, sobre todo por el escudo imperial que corona el altar. De hecho, el bello altar se hizo tras la muerte de Carlos I. Lo encargó su hijo, Felipe II, a Juan de Herrera, arquitecto de El Escorial.

Y por supuesto, hay que pasearse por las humildes estancias reales, con la habitación, sala de estar y despacho del emperador abdicado. Uno se imagina al ex emperador leyendo correspondencia desde su butaca especial para sostener su pierna con gota situada hacia el jardín para disfrutar de las vistas de los jardines, por cierto también deliciosos, especialmente el agradable estanque donde Carlos I pescaba. 

Tras visitar el monasterio, nos adentramos por la pintoresca carretera que lleva a Garganta de la Olla, atravesando bellísimos paisajes boscosos. No muy lejos está el Villa Xarahiz Restaurant, con una carta llena de sorprendentes y originales recetas con productos de la Vera. Para beber pedimos la cerveza de cerezas "Cerex", hecha en Extremadura. Empezamos con una alcachofa confitada con hígado de bacalao y alioli negro muy rica, siguiendo con una original ensalada de queso fresco y peras infusionadas en oloroso con lascas de foie y nuez de macadamia, que nos dejó algo más indiferentes.

De principal pedimos cabrito verato asado a la mantequilla con salsa agridulce de frambuesas y pimentón, que estaba bueno pero no sorprendente. También pluma ibérica de bellota con revolconas y torta del Casar, que le fallaba el hecho de tener mucha grasa la pluma. Lo mejor de todo fue el solomillo de venado con foie en hojaldre con setas y trigueros en salsa de membrillo. Delicioso. Y de postres: las peras especiadas al azafrán con crema de naranja y el sorbete de frutos rojos de la Vera al vermut artesano. Muchísimo mejor el primero.

Finalmente, y de vuelta a Jarandilla de la Vera, además, hay que visitar su precioso parador nacional. Se trata de un palacio-castillo del siglo XV en el que residió varios meses Carlos I mientras construían sus habitaciones en el monasterio de Yuste. Su patio es bellísimo, y su sala de estar con el agradable balcón, impresionante. Además, su restaurante es un excelente lugar para probar los ingredientes y recetas de la zona. Nosotros cenamos allí la segunda noche, empezando con unos bocados de pimiento y espuma de torta del Casar cortesía del parador. De primero pedimos una casera sopa de judías verdes con pan de Guijo y crujiente ibérico. Y de segundo, yo pedí presa ibérica 100% raza autóctona con pastel de patata y manzana. Y de postre, unos deliciosos repápalos con leche, canela y anís. Para beber pedimos vino tinto de Extremadura. Lugar espectacular tanto por la comida, el ambiente y el amabilísimo y super eficiente servicio.

Valle del Jerte

Y si la Vera nos ofrece una gran gastronomía y monumentos históricos clave, el valle del Jerte nos conquistó por sus paisajes. Un mar de flores blancas nos esperaba al bajar en coche de la sierra de Tormantos. En abril los encontraréis en flor, todas blancas o rosáceas pálidas, siendo polinizadas por abejas para convertirse así en jugosas cerezas en mayo. Nosotros aún vimos algún que otro árbol pelado, cosas del cambio climático.


Optamos por hacer una de las rutas más bonitas: la de las cascadas de la garganta de las Nogaleas, de no más de dos horas, recorriendo senderos alrededor de varias caudalosas cascadas, provenientes de las nieves que aún permanecían en las cimas de las montañas (pese a ser ya abril) que regaban generosamente este bonito valle, cuyas laderas han sido casi todas transformadas en bancales para cultivar cerezos.

Tras la ruta, en el pueblo de Jerte disfrutamos de una alegre feria de productos artesanales de la zona, con quesos, embutidos y mermeladas (muchas de cereza, claro). Su plaza de la Constitución, con casas de piedra y balcones de madera, y una fuente en un lado, es también muy representativa de la arquitectura de la región.

Almorzamos en el restaurante "La Cabaña del Jerte" que pese a tener un servicio algo lento (entendible, porque el restaurante estaba a tope), sirve algunos platos especialmente deliciosos, por lo que vale la pena ser pacientes. El gazpacho de cereza está espectacular. 100% recomendable y probablemente uno de los mejores que he probado en mi vida. El zorongollo extremeño también nos gustó, mientras que la trucha de las gargantas en escabeche no nos hizo tanta gracia. En cambio, los huevos rotos con picadillo del Jerte estaban buenísimos. Otro consejo: evitad los postres.

En definitiva, esta verde zona de Extremadura es un lugar perfecto para descansar un fin de semana o incluso para pasar varios días: rutas, comida e historia os esperan. En mi caso, una agradable sorpresa descubrir Extremadura por una de sus zonas más verdes y bellas.

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