dissabte, 4 de novembre del 2017

Antigua y Barbuda

La primera vez que visité el Caribe Occidental fue el pasado mes de julio y fue el pequeño país de Antigua y Barbuda, antigua colonia británica hasta principios de los años 80, y que está formado por tres islas: la más grande, Antigua, una apenas habitada que es Barbuda y una deshabitada que es Redonda. Lamentablemente, Barbuda, isla favorita de Lady Di con su famosa playa de arena rosa, fue destruida en un 90% por el huracán Irma y desde septiembre se encuentra deshabitada.

Por mi parte, pasé dos semanas en una parte de Antigua conocida como English Harbour, que concentra varios de los principales atractivos turísticos del país. La llegada al país se hace por crucero o por el moderno aeropuerto, pagado con dinero de la cooperación china. Nosotros llegamos con una ruidosa avioneta bimotor desde la vecina isla de San Martín. Dormíamos en un bello resort conocido como el St. James Club, que cuenta con dos hermosas playas: una con alguna que otra ola que da al océano Atlántico y otra extremadamente tranquila que da a una bahía llamada Marmora. El complejo cuenta con todo lo necesario para pasar unas estupendas vacaciones: desde pistas de tenis a un gimnasio muy completo, varios restaurantes que ofrecen tanto comida caribeña como internacional así como varias piscinas y diversas actividades náuticas.

Antigua es un país para los amantes de la playa: tiene 365, una para cada día del año. Además, cuenta con un interesante patrimonio colonial. Más allá de las poblaciones de los siboney, arawaks o tribus caribe que por estas islas pasaron, la historia de Antigua con tal nombre empieza con el paso del Cristóbal Colón por la misma, bautizándola como isla de Santa María de La Antigua. Sin embargo, la Corona castellana nunca se estableció aquí debido a la falta de agua y la presencia de numerosos caribes. En 1674, Sir Christopher Condrington fundó la primera plantación de azúcar en Antigua. En 1685 le alquiló la isla entera a la Corona Británica a cambio de un gran cerdo al año si era requerido. Decenas de plantaciones se instalan y cientos de esclavos son traídos a la fuerza desde África Occidental. Con la abolición de la esclavitud en 1834, los esclavos ganaron su libertad aunque no fue hasta 1981 cuando Antigua y Barbuda se convirtió en un Estado independiente miembro de la Commonwealth.

Obviamente la capital es uno de los puntos a visitar: St. John´s, presidida por una catedral anglicana en ruinas, es una ciudad pequeña y sin encanto especial. Destaca el Museo de Antigua y Barbuda, sito en el antiguo tribunal colonial, con piezas históricas dando mucha relevancia al deporte más popular del país: el cricket. De hecho, uno de sus héroes nacionales es Sir Vivan Richards, una leyenda mundial de este deporte, al que tuve el placer de conocer en una cena. Y hablando de comidas, la capital ofrece dos restaurantes donde disfrutar de platos locales. Uno, más modesto, es Roti King, en una antigua casa colonial de madera, donde se sirven rotis, los famosos crepes caribeños, un plato perfecto para una comida rápida a mediodía. Aquí los preparan sabrosos, con diferentes rellenos: carnes, verduras o pescados, sazonados con salsa de curry. Lo encontráis en St. Marys Street. El otro restaurante, Papa Zouk, también en una bonita casa colonial, es famoso por ser el favorito de Nicolas Cage, visitante frecuente de Antigua. El lugar es también frecuentado por ministros locales así como por diplomáticos. Está especializado en platos a base de pescado y como bebidas presenta la mayor colección de rones del país, tanto locales como extranjeros. Las buenas relaciones con la Venezuela bolivariana (Antigua es país miembro del ALBA), hace que dispongan de varios rones venezolanos exclusivos, como uno que probamos, envejecido más de 20 años. Como sopa de entrante no os podéis perder la bullabesa a la caribeña y de plato principal la especialidad de la casa: el pargo rojo recién pescado que lo sirven tanto frito como a la parrilla. El restaurante está siempre muy animado así que lo mejor es reservar antes de ir. Lo encontráis en Hilda Davis Drive.

Sin dejar de lado la gastronomía, no os podéis perder un dulce que se vende en los numerosos puestos de frutas tropicales que se encuentran en las carreteras de todo el país: las bolas de tamarindo recién hechas, con su característico sabor agridulce. Pero las especialidades locales por excelencia son dos platos: por un lado la ducana, a base de puré de patatas mezclado con nuez de coco, azúcar y especias, todo cocido al vapor en una hoja de banano. Buenísimo. Solo se prepara con motivo de fiestas como la Navidad o los Carnavales por las familias locales. Nosotros la encargamos a la abuela de nuestro chófer. También le encargamos el fungi, una masa de sémola de maíz que envuelve gombo, una planta tropical de la que se usan las hojas y las semillas. Me quedo con la ducana.

Finalmente, también pude experimentar alguno de los desfiles del famoso carnaval de agosto, en el que camiones de diferentes radios y empresas ponen música caribeña a toda pastilla mientras atraviesan las principales vías de la capital, seguidos por masas de gente de todas las edades cantando y bebiendo. Uno de los mejores lugares para ver los desfiles es desde el parque con la gran estatua de medio cuerpo de Vere Cornwall Bird, héroe nacional, fundador del Partido Laborista de Antigua y primer Primer Ministro del país.


En la zona de la isla en la que me alojé, English Harbour, se concentran muchos de los atractivos del país, empezando por el único Patrimonio UNESCO con el que cuentan: el Parque Nacional del astillero naval del Almirante Nelson, ya que fue comandado por este héroe de guerra británico durante las guerras napoleónicas. El sitio comprende un recinto fortificado de la época georgiana con instalaciones y edificios portuarios y navales. El medio natural de bahías profundas, rodeadas de terrenos elevados, que caracteriza este lugar de la isla de Antigua, ofrecía un refugio seguro contra los huracanes, propiciando así el mantenimiento y reparación de los navíos. Construido por la Marina Real Británica a finales del siglo XVIII con mano de obra esclava africana, el astillero de Antigua tenía por objeto proteger los intereses de los dueños de las plantaciones de caña de azúcar en una época en que las naciones europeas se disputaban con encarnizamiento el control del Caribe Oriental. Este puerto natural se convirtió en la base más importante de la marina británica en las Antillas en 1784 y estuvo operativo hasta 1889. Tras su reciente rehabilitación, alberga actualmente una marina de prestigio que atrae cada año la Sailing Week. La bella Casa-Museo del Almirante explica la historia del lugar y es un bello ejemplo de arquitectura georgiana adaptada al clima y materiales del Caribe. El mismo Rey Guillermo IV residió en la zona durante su entrenamiento militar como Príncipe Heredero.

Subiendo las colinas, una de los mejores vistas del país es Shirley Heights, antiguo punto de observación del puerto natural de English Harbour. Sus puestas de sol son míticas y los domingos por la tarde-noche el lugar se llena de gente atraídos por los músicos que cantan música caribeña en su escenario y las barbacoas donde se prepara pescado, carnes y hamburguesas con sabores tropicales mientras la luna y las bombillas festivas iluminan la colina, llena a rebosar de una mezcla de locales y turistas.

Otro de los elementos característicos del país son los molinos de viento usados para moler la caña y obtener azúcar. Su perfil aún nos recuerda la importancia de estas plantaciones en el origen del país. Además, no olvidéis tomaros la típica foto en alguna de las cabinas rojas herencia británica que aún quedan en algunos puntos de la isla al lado de una exuberante palmera y con el fondo de arena blanca y aguas turquesas.

Por desgracia, y debido a la carga de trabajo, no pude conocer las muchas playas que ofrece el país. Algunas de las que tuve la suerte de disfrutar fue la privada del hotel Carlyle Bay, de la salvaje Galleon Beach y de la inolvidable Ffryes beach, de postal, donde también almorzamos un domingo en el restaurante a sus orillas: Dennis Cocktail Bar & Restaurant. Sus vistas desde el pequeño promontorio a lado de la playa no tiene igual. Ofrecen platos internacionales con toques caribeños donde destaca el pollo al coco, que está delicioso. El problema es que tardan muchísimo en servir la comida, así que pedid tan pronto os sentéis. La música caribeña en directo es otro buen punto aunque intentad no sentaros justo al lado pues el volumen puede llegar a molestar. Como postre recomiendo el budín de las islas, con toque de ron local.

Antigua es el paraíso tropical al uso, con playas de arena blanca y aguas turquesas y bellas colinas desde las que observar paisajes sin igual. Sin embargo, la calidad general de la gastronomía es bastante mediocre y la fiesta que ofrece tampoco es nada del otro mundo: en general es un país muy tranquilo, diría que aburrido, muy desconectado del mundo y donde el tiempo pasa muy despacio. Honestamente, no creo que merezca la pena pagar un vuelo desde Europa hasta aquí teniendo otras muchas islas caribeñas o enclaves como Bocas del Toro en Panamá, la propia Cuba o Puerto Rico, que además de playas estupendas, ofrecen una mejor gastronomía y una mayor oferta de ocio y cultura. Y si se buscan playas remotas paradisíacas, el archipiélago de San Blas en Panamá no tiene igual, aunque tenga el problema de la incomodidad de sus alojamientos, que nada tienen que ver con los resorts de Antigua, por lo demás algo anticuados. Tal vez el hecho de que visité la isla en temporada baja tiene algo que ver con mi valoración más bien negativa.

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