diumenge, 14 d’abril del 2024

Hoi An, My Son y Da Nang

Hoi An: núcleo del comercio vietnamita en los siglos XVI y XVII

El centro de Viet Nam cuenta con muchísimas maravillas a las que vale la pena dedicarles varios días: y la joya de todo es el apacible puerto comercial de Hoi An, que atrajo durante siglos a comerciantes portugueses, holandeses, árabes, chinos, franceses y japoneses, que convivían apaciblemente durante meses con los vietnamitas, intercambiando mercancías de todo el mundo. Faifoo le llamaban en Europa: sus almacenes rebosaban de seda, papel, porcelana, especias, nácar y muebles lacados. Comerciantes chinos y japoneses llegaban en primavera aprovechando los vientos del monzón y allí se establecían hasta final del verano, cuando los vientos cambiaban y regresaban a casa. Es entonces cuando también llegaban comerciantes de Europa y las península arábiga e índica. Allí se establecían todos esos cuatro meses en casas más o menos opulentas en primera línea del mar, donde también tenían sus almacenes.

Hoi An, que en vietnamita y chino significa lugar de encuentro pacífico, refleja el poder del comercio para unir a los seres humanos y evitar las guerras. Los chinos fueron la comunidad más importante y de hecho, agrupándose por regiones de origen, construyeron bellos salones donde se congregaban para charlar, negociar, celebrar eventos o rezar a sus diferentes deidades.

No por casualidad, Hoi An fue la primera ciudad en la que entró el cristianismo a Viet Nam. Y sigue siendo la más habituada al trato con extranjeros de todas las poblaciones del país. Y aquí fue también donde se crearon las reglas para dejar de escribir el vietnamita en caracteres chinos y hacerlo en latinos, como ocurre hasta hoy.

Pero, en el siglo XIX, el río Thu Bon se encenagó, y los comerciantes se marcharon a Da Nang, que construyó un nuevo puerto. Aún así, y tras la invasión francesa, estos, enamorados de la belleza de la decadente ciudad, la convirtieron en una capital administrativa secundaria. Y la suerte quiso que tampoco sufriera los bombardeos de las guerras indochinas gracias a la colaboración de las diferentes partes implicadas. Por eso, a finales de siglo XX, Hoi An empezó a atraer a un elevado número de visitantes, tras ser declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO, que implicó la protección de 800 edificios. La principal razón de ello es que constituye un ejemplo más o menos intacto de ciudad asiática medieval dedicada al comercio Y aunque mantiene un cierto encanto, la concentración de turistas es cada vez peor. Aún así, sigue siendo la ciudad más pintoresca de Viet Nam y los instagramers se vuelven locos con las oportunidades se sacar fotones en cada esquina.

Para llegar hasta aquí, nosotros volamos de HaNoi hasta DaNang y luego tomamos un Grab (aplicación de transporte parecida a Uber que funciona fenomenal) hasta Hoi An. 

Joyas que descubrir en las callejuelas de la ciudad

Hay muchísimos que ver aquí: desde los halls de las comunidades chinas, los diferentes templos, las casas históricas de los mercaderes o la variedad de restaurantes y las especialidades hacen que la ciudad se disfrute por el paladar. Por no hablar de las oportunidades de comprar ropa a medida de alta calidad si se sabe donde ir.

Consejo: comprad en la oficina de turismo una entrada combinada para cinco de los dieciocho lugares históricos abiertos al público. Nosotros optamos por el puente japonés, la casa de los Tan Ky y dos Salas de Congregación: la de Fujian y la de Hainan y la capilla de la familia Tran. Se pueden elegir sobre la marcha, así que no os agobiéis por eso.

Empezad por el corazón de la ciudad es la plaza del mercado, donde está el pozo Ba Le, famoso por ser donde sacan el agua para preparar el Cao Lau, especialidad de la ciudad que más adelante os explico. Dentro y fuera del mercado hay interesantes puestos de comida y souvenirs de todo tipo, destacando el puesto específico de palo santo que merece mucho la pena en una de las esquinas.

Caminad hasta el puente que la comunidad japonesa construyó para conectar su barrio con el de los comerciantes chinos: es el símbolo de la ciudad. Una pena que en nuestra visita estuviera en restauración. Aún así, pudimos ver partes del mismo entre andamios: todo un símbolo de la convivencia pacífica y el progreso que implica el comercio.

Seguid hacia la casa de la familia Tan Ky, en la que han vivido ya siete generaciones de comerciantes vietnamitas. Es otro gran ejemplo de esta ciudad fusión de culturas, con techos de estilo japonés y cuadros de nácar con poesía china. Se mantienen los muebles que aún hoy usan, y hasta el altar familiar. Pero lo mejor es el bucólico patio lleno de naturaleza, con decoraciones en la piedra que imitan las hojas de parra, de clara influencia sur europea. La parte trasera se alquilaba como almacén a los comerciantes extranjeros, y aún se pueden ver las poleas con las que subían y bajaban mercancías.

Otro punto que me encantó fue la Sala de la Congregación China de Fujian, donde socializaban los comerciantes de esta región china que residían en Hoi An. Además de las salas de reuniones y bellos patios, cuenta con un templo dedicado a Thien Hau, deidad muy popular en dicha provincia y diosa del mar china, representada en un bello mural donde aparece con un farolillo atravesando un mar tormentoso en busca de un barco que se va a pique.

Uno de los lugares más mágicos de la ciudad y con apenas turistas es la capilla de la familia Tran, encargada por un mandarín de la corte vietnamita que ejerció de embajador en China en 1802. A partir de ahí, varias generaciones de esta familia son veneradas aquí, cada uno con su caja de madera, que se abre en sus aniversarios de muerte respectivos para quemar incienso y ofrecerles comida. Parte de las habitaciones de la casa son ahora salas de antigüedades estando la mayoría a la venta.

Por la noche es obligatorio pasear por la ribera del río Thu Bon, bordeado del mercado nocturno de comida y souvenirs, y con las icónicas barquitas en las que se suben los turistas a dejar las velitas en el agua tras pedir un deseo. Y sí, lo hicimos: es una experiencia chula y salen fotones de ahí.

Sastres sin igual y comida única

Hoi An y sus habitantes mantienen su espíritu comercial de siglos por lo que, además de las omnipresentes tiendas de souvenirs de mejor o peor gusto, aquí hay excelentes sastres pero también muchos timadores. Para evitar sustos, directos a Mister Xé, un sastre entrado en años pero que sigue haciendo su trabajo con cariño y perfección, rodeado de sus simpáticas aunque a veces algo atrevidas asistentas. Primero elegiréis si queréis haceros trajes, americanas, pantalones, camisas o todo a la vez, luego elegiréis las telas y diseños. Y finalmente os tomará las medidas (muchas medidas). Podéis llevarle fotos de trajes que os gusten: os los calcará. También para mujeres. Dadle unas 48 horas de margen porque es muy perfeccionista y seguramente os hará ir varias veces a pruebas para retocaros lo que hayáis pedido hasta que os quede como un guante.

Para comida, Hoi An es uno de los grandes destinos del país, porque mantiene platos tradicionales que se siguen preparando con técnicas de hace cientos de años. Paseando por calles secundarias veréis la pasta fresca secándose al sol en grandes platos con la que luego preparan el Cao Lau, un plato del siglo XVII que antaño solo se podían permitir las clases pudientes, y que se servía en los primeros pisos de las tiendas (a diferencia de la comida callejera). Está hechos con fideos de tipo soba traídos por los japoneses en sopa con hierbas aromáticas, lonchas de cerdo y crujientes crackers de arroz banh da. Ahora lo podéis probar el locales como Miss Ly, donde lo hacen estupendamente. Otra especialidad de la ciudad es el Banh Bao, raviolis de arroz al vapor rellenos de gambas, cerdo picado y setas, con cebollino y chalotas picadas por encima. El mejor lugar para disfrutarlos es el restaurante White Rose. Otro buen buen restaurante para disfrutar de platos del centro de Viet Nam es el Morning Glory, en una antigua tienda reconvertida.

El mercado nocturno también es perfecto para disfrutar de especialidades locales: tienen hasta ranas y palomas asadas al carbón. Personalmente opté por limitarme a disfrutar del croar que hacen al anochecer las ranas que pueblan los parques de la ciudad. Comprad cualquier otro tipo de carnes o verduras y sentaos en las sillitas que dan al río para disfrutar sin prisas de estos bocados.

Para los amantes del café: el de sal de que sirve en The Espresso Station es delicioso, y su tranquilo jardín perfecto para alejarse un rato del bullicio de las callejuelas.

Respecto al alojamiento, Hoi An tiene una variedad enorme de precios para todos los bolsillos. Nosotros optamos por el hotel Almanity, con una gran piscina interior y unos tranquilos jardines que sirven para aislarse del bullicio por unas horas, pese a estar muy céntrico. Su desayuno es súper variado y tienen bicicletas que se pueden usar de forma gratuita por los huéspedes, muy cómodas para recorrer la ciudad. Además, también las usamos para visitar la playa más cercana de la ciudad, donde el hotel tiene un convenio con el club Esco Beach en el que poder pasar un rato tumbado tomando algo al lado del mar. Tras recorrer unos bonito arrozales llegamos a la playa de Cua Dai.

My Son

No hay que dejar de dedicar medio día a visitar esta maravilla de la cultura cham, el antiguo corazón del reino Champa y ahora sitio arqueológico no habitado más grande del Sudeste asiático. Esta civilización única floreció en el litoral del actual Viet Nam entre los siglos IV y XIII, estrechamente vinculada al hinduismo. Vestigio de esa civilización es el conjunto de imponentes torres-santuarios erigidas en el sitio espectacular donde estuvo emplazada la ciudad que fue capital política y religiosa del Reino de Champa durante la casi totalidad de ese periodo.

Mi consejo es que vayáis o muy temprano o ya muy tarde: así no solo os ahorraréis el tremendo calor sino sobre todo las masas de turistas que abarrotan el entorno. La gracia del sitio es verlo con la mayor solitud posible. Por eso, en vez de uniros a los ruidosos grupos que van en los paquetes turísticos que se venden on-line, mejor pactar un precio con un conductor porque no es mucho más caro.

El caso es que el reino Champa tomó tanto la religión hinduista como el sánscrito como lengua sagrada, copiando el arte del subcontinente indio: a mi me recordó mucho a mi viaje a India de enero de 2023. Este reino fue finalmente engullido por Viet Nam en el siglo XVII. Aún así, los chams siguen siendo una minoría étnica importante, con casi 150.000 persona, usando sus técnicas centenarias de alfarería y de seda.

Llegaréis a la mitad de un frondoso valle de la jungla donde se hallan las ruinas de la antaño ciudad sagrada, centro intelectual y religioso de esta civilización perdida, y tumba de sus monarcas. Los franceses lo redescubrieron en el siglo XIX pero los bombardeos estadounidenses de la guerra de Viet Nam redujeron muchos templos a cascotes ya que aquí se ocultó una parte importante del Viet Cong. Aún se pueden ver enormes agujeros causados por obuses o templos hechos picadillo.

Por suerte, los franceses habían trasladado muchas de las esculturas encontradas a museos de las ciudades, por lo que no se vieron afectadas por estos bombardeos. Aún así, quedaron varias lingas aquí y allá, que son las representaciones sagradas de Shiva, dios fundados y protector de las dinastías de este reino, con forma de falo, donde se hacían rituales de agua sagrada. Muchos bajorrelieves se mantienen y se aprecia la gran fineza de los artesanos que los hicieron, así como estatuas de elefantes o deidades: sus cúspides estaban recubiertas de oro. Los trabajos de restauración prosiguen gracias al apoyo de las cooperaciones de Italia, Japón y la India.

En el museo de la entrada se conservan también estatuas de interés aunque lo más curioso es ver los espectáculos de danza que realizan locales de la etnia cham a cada media hora representando bailes y rituales de la era Champa en honor a Shiva. Y en sus tiendas de souvenirs venden unas galletitas de coco locales que están riquísimas.

Da Nang: el Viet Nam que viene

Tras visitar My Son, y antes de tomar el tren a Huè en Da Nang, pasamos unas horas descubriendo su paseo marítimo, su famoso puente del dragón (del que sale fuego cada noche a las 21h) y los rascacielos que crecen sin para tanto en las riberas del río Han como en la bahía, gracias al boom del sector digital que vive la ciudad.

No teníamos ningún plan específico y nuestro conductor nos llevó a comer al restaurante Lang Cá, frente al mar, que tenía decenas de tanques de agua con todos los peces y crustáceos que se pueden obtener en estas latitudes, para elegir los que quisiéramos y que los cocinaran al instante.

Finalmente, acabamos en un puesto de helados frente al restaurante probando el postre por antonomasia de la ciudad: helado fresco de aguacate con otra bola de helado artesanal de coco y todo cubierto con copos tostados y crujientes de coco: delicioso.

Pienso que si hubiera sabido como es Da Nang le hubiera dedicado un día más, por lo que si podéis, os recomiendo pasar algo más de tiempo aquí, en el futuro de este país.

IMPRESCINDIBLES

Comer

Cao Lau en el restaurante Miss Ly.

Helado de aguacate y coco en cualquier heladería de Da Nang.

Comprar

Trajes y camisas de seda a medida en Mister Xé.

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