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dijous, 26 de desembre del 2024

Hanoi

La capital del pueblo vietnamita.

La mayoría de los que visitamos Vietnam llegamos por Ha Noi, su capital, o al menos ese fue mi caso. Como la mayoría de ciudades del sudeste asiático, abruma. Casi siempre nublada, con mucha contaminación tanto de humo como de ruido, y enjambres de motos que incumplen sistemáticamente cualquier código de circulación mínimo, Hanoi es dura al principio. Sin embargo, la enorme amabilidad de sus habitantes y las tantas cosas que ver hace que valga la pena soportar sus puntos débiles y lanzarse a explorarla unos días.

Ha Noi fue capital de Viet Nam durante 800 años hasta que la dinastía Nguyen se trasladó en el siglo XIX a Huè, haciendo que Ha Noi pasara a ser una mera ciudad de provincias. Fue entonces cuando se le cambió el nombre actual, que significa "parte interior del río". La capitalidad regresó poco después, en 1902, cuando los franceses instalaron la administración colonial de Indochina.

La ciudad ha sufrido muchísimo: tanto por las guerras de Indochina como por el rígido sistema comunista que la aisló de su pasado cosmopolita hasta que en 1990 se volvió a abrir al mundo: y en eso sigue. De sus bicicletas y autobuses soviéticos se pasó a una inundación de motocicletas chinas. Y decenas de locales modernos o de franquicias extranjeras han hecho de Ha Noi una ciudad vibrante y en pleno crecimiento, con una oferta gastronómica espectacular pero que sigue arrastrando muchas carencias.

Una ciudad milenaria.

La ciudad está asociada al nacimiento del país en 1010, cuando el emperador Ly Thai To, según la leyenda, recibió una espada mágica de los dioses con la que expulsó a los chinos de Viet Nam. Tras esta guerra, una tortuga dorada le pidió que devolviera la espada y se sumergió con ella en las profundidades del lago Hoan Kiem, alrededor del cual se construyó la ciudad inicialmente bautizada como Thang Long o "dragón ascendente". Es aquí donde recomiendo empezar la visita a la ciudad, en el agradable templo en mitad del lago conectado por un puente tradicional. Este es el corazón de Ha Noi y uno de los pocos puntos donde poder caminar en paz. 

Alrededor del lago se encuentra el teatro municipal de marionetas, donde aún se representa el antiguo arte de las marionetas de agua "roi nuoc", típico del norte de Viet Nam. Los campesinos que trabajaban los campos de arroz inundados del delta del río Rojo inventaron este entretenimiento usando el agua como escenario hace mil años y de ahí saltó a la corte imperial. Cada hora figuras de madera de personas y animales se mueven en una piscina gracias al ingenio once marionetistas, que con palos e hilos en directo, representan historias tradicionales, con leyendas de pastores, emperadores o animales mitológicos. Las partes más pintorescas son la del pescador y el pez que se le escapa, las de los dragones echando fuegos artificiales por la boca o el muchacho encima de un buey. Los cantantes y músicos acompañan tocando melodías tradicionales en directo. Recomiendo ver la representación: sacad entradas (solo en persona y solo con efectivo) en las taquillas del teatro con antelación suficiente.

Al lado del teatro, en un segundo piso escondido entre escaleras feas y estrechas, está el Café Dinh, local mítico donde aún vive la familia que inventó el "caphe trung da", receta de café con clara de huevo sustituto de la leche durante las guerras. Aún baten claras con el método que usaban cuando se inventó esta forma de tomarse el café y sigue siendo delicioso. No muy lejos se encuentra la catedral de San José, neogótica, curiosa herencia de la presencia francesa a partir de la cual nos adentramos al casco antiguo.

El casco antiguo: nudo comercial.

Este conjunto de enmarañadas calles y callejones llenos de tiendas ha sido un lugar de compras desde el siglo XV. Muchas de las calles mantienen el nombre del producto que allí se vendían o del gremio que se instaló: desde la calle del arroz a la del oro. Y muchos tipos de productos siguen concentrándose calle a calle: es muy bonito pasar por la calle de los dulces, por ejemplo. O por la de las flores. Lo cierto es que este barrio es muy curioso, pero nada agradable de pasear por el gentío, la suciedad y sobre todo el terrible y ruidoso tráfico. Aún así, armaos de paciencia porque vale la pena.

Entre tienda y tienda se esconden casas con encanto, pequeños templos, puertas antiguas a la ciudad o cafés sin igual. El Templo de Bach La, por ejemplo, es el más longevo de la ciudad, y lo construyó el emperador que trasladó su corte aquí por primer vez, en honor al caballo blanco que lo guio. Aún está la estatua del equino en la pagoda central. Para descubrir este y otros secretos es buena idea unirse a uno de los "walking tours" que se ofrecen a diario pero también vale la pena perderse y descubrir sus rincones por uno mismo. Un punto imperdible es el mercado de Dong Xuan, construido por los franceses, que alberga tiendas de casi todo: desde productos frescos o secos hasta ropa barata, souvenirs, artesanía o bolsos de imitación.

La comida callejera es maravillosa, de cinco estrellas, especialmente aquí en el centro, con locales que, aunque muy feos, esconden platos sin igual, con ingredientes frescos y combinaciones tradicionales y deliciosas. No podéis dejar de ir a almorzar a Bun Cha Dac Kim, recomendado por la guía Michelin: excelente y no tiene fallo. Pero el mejor (y menos turístico) considero que es Tuyet Bun Cha 34, que me recomendó una vietnamita y que tiene el mejor bun cha del país sin discusión: cerdo tierno asado al carbón con hierbas frescas y un toque picante con un caldo para mojar los crujientes nems caseros. Y todo cubierto de ajo picado. Podría comer aquí para siempre de lo delicioso que está.

Otra comida callejera por excelencia es el bocadillo "banh mi". Recomiendo degustarlo en el Banh Mi 25, un cuco local donde sirven los crujientes bocatas vietnamitas, en el que siempre hay colas. Otro buenísimo local y menos turístico es el Banh Mi Hoi An, que además tiene baguettes con el famoso paté local.

Lau Nuong Corner Z es otro de esos lugares que parecen feos pero que tienen una comida para chuparse los dedos. Sentaos en sus bajitas sillitas y olvidaos de la ruidosa calle para disfrutar de la barbacoa vietnamita, cocinada en una gran sartén al fuego con una base de mantequilla en la que ir cocinando cerdo, res y calamares, acompañados de salsa de queso, jugo fresco de kalamansi, sal especiada o grandes hojas de fresca lechuga. 

Para dulces, aún recuerdo el puesto que regentaban una viejecita llamado Hai Xe Pho Co, con los exquisitos buñuelos recién hechos "banh ran cao lau". Adictivos.

El centro también ofrece ocio nocturno, como el GC Bar, pequeño pero muy elegante y animado. Aquí se mezclan locales y extranjeros, predominando el público LGTBI. Luego se puede tomar un taxi para seguir la fiesta en Savage, un local de varios pisos situado en un antigua mansión art-decó con los mejores DJs de música electrónica del país y extranjeros, y los jóvenes más modernos del país bailando a sus ritmos.

El antiguo barrio imperial.

El oeste del casco antiguo se encuentra la ciudad imperial de Thang Long, el único patrimonio de la humanidad con el que cuenta la urbe. Caminando hacia allí veréis importantes vestigios del comunismo que aún impregna la simbología del país, como la torre de la bandera o una gran estatua de Lenin. Pero lo mejor es pararse a tomar un café en el Cong Caphé, una cafetería moderna decorada con motivos militares y propagandísticos que también sirve buenos dulces. Recomiendo el caphe sua da (café helado con leche condensada).

Tras la pausa, llegaréis a la ciudadela imperial de Thang Long, edificada en el siglo XI por la dinastía Viêt de los Ly para concretizar la independencia del Dai Viêt. Fue construida en los vestigios de una fortaleza china del siglo VII. Durante casi trece siglos fue sede del poder político vietnamita. Y aunque, comparada con otros palacios asiáticos no es tan impresionante, vale la pena apreciar su arquitectura única así como los restos de cuando fue ministerio de defensa de Viet Nam del Norte, ya que desde muchas de sus salas y búnker (que se pueden visitar) se planificó la larga guerra que llevó a Ho Chi Minh a reunificar el país. Ahora miles de jóvenes se visten con trajes típicos y acuden con fotógrafos profesionales para hacerse fotografías con las que felicitar el año nuevo vietnamita a sus seres queridos.

Al lado de la ciudadela está al mausoleo de Ho Chi Minh, al que recomiendo entrar lo antes posible para evitar colas y poder ver el cuerpo embalsamado del líder, en una urna de cristal. No llevéis pantalones cortos ni tops, quitaos los sombreros y nada de hacer fotos o gritar.

Para entender mejor la terrible guerra de Vietnam hay que asomarse al puente de Long Bien, diseñado por Gustave Eiffel. Además de ser un elemento heredado del colonialismo francés, es un punto fundamental de la resistencia vietnamita, ya que tras cada bombardeo destructor los vietnamitas lograban improvisar tramos de repuesto y restablecer rápidamente los servicios de carretera y ferroviarios. Como los bombardeos no cesaban, los vietnamitas empezaron a obligar a los prisioneros norteamericanos a realizar trabajos forzados de reparación del puente, tras lo que Estados Unidos dejó, por fin, de bombardear el mismo.

No muy lejos también se puede ver el antiguo palacio presidencial, complejo donde también vivió Ho Chi Minh. Además de los magníficos jardines, se puede ver la humildad con la que vivió el dirigente, con su despacho o comedor abiertos al público (o eso dice la propaganda). En el mismo complejo se encuentra la pagoda del pilar único, con casi mil años de historia, aguantando sobre un solo pilar de piedra, representando una enorme flor de loto elevándose. En sus alrededores hay cómics gigantes en las paredes explicando los buenos y malos comportamientos según el budismo.

Un buen lugar para una pausa es Pho Thin, donde comer delicioso Pho Bo, la sopa de fideos y ternera más famosa del país que normalmente se toma como desayuno. Además en el barrio se encuentra un patio con puestos de comida elegantes: Quan An Ngon, donde probar platos tan famosos como en Banh Tom Hà Noi, unas tortitas crujientes con gambas enteras; o la Nom Bo Ko, la ensalada de papaya verde con carne de vaca seca. El Xoi Xeo, o arroz pegajoso con frijol mungo llena mucho: lo podéis rebajar con una cerveza Ha Noi bien fría. 

No muy lejos está la famosa calle llena de barecitos donde ver pasar el gigantesco tren "Reunification Express", experiencia peligrosa pero impresionante. Hay un tramo lleno de turistas y otro en el que apenas hay nadie. Siempre con precaución, haciendo caso a los locales y evitando el centro de la vía en todo momento, pegándoos a los edificios tanto como podáis. Cuando pasó a escasos centímetros vuestros el gigantesco tren y tocó la bocina me subió de golpe la adrenalina.

Para una cena algo más elegante en el barrio reservad con antelación en el Nhà hàng Tam Vi, situado en una casona tradicional burguesa. Su servicio es excelente y rápido y se especializan en platos tradicionales de la ciudad, como en Trung Bac, que pedimos junto a un aperitivo de encurtidos típicos, cacahuetes tostados y berenjena a la sal a los que seguía la sopa de cangrejo y espinaca. Continuamos con rollitos frescos de gambas y panceta, un guiso de cerdo con huevo caramelizado, otro de tofu crujiente en salsa de cebollino y unas verduras al vapor con salsa de gamba fermentada. Todo exquisito.

 El barrio francés.

Hacia el sur, el lago Hoan Kiem une el caótico barrio antiguo del que ya os he hablado con los arbolados bulevares del barrio francés, flanqueados de edificios burgueses y locales chics como  Luk Lak, que ofrece una carta con platos de todo el país aunque a precios mucho más elevados que la media. Las cafeterías y terrazas de los elegantes hoteles coloniales de cinco estrellas también son perfectas para una copa después de cenar.

En ese barrio se encuentra también el bellísimo templo de la literatura, uno de los mejores lugares para descansar del caos capitalino y adentrarse en la fascinante historia imperial del país, comprendiendo mejor sus estructuras funcionariales. Además, el templo es una de las pocas estructuras de arquitectura tradicional bien conservada donde se honra a sus servidores más eruditos, además de haber sido sede durante siglos de la primera universidad de Viet Nam. A sus pagodas, estanques y jardines acuden los estudiantes para rezar y obtener buenas notas. Aquí se hacían los últimos exámenes para acceder a la más alta función pública: los mandarines. Desde 1484, cada promoción de aprobados contó con sus nombres grabados en grandes estelas colocadas encima de estatuas de tortugas: quedan 82 estelas en pie.

En el barrio también se encuentra el Museo de las Mujeres Vietnamitas, con arquitectura anodina pero contenido interesante para celebrar a las heroínas del país. Pese a que trata todas las facetas de las ciudadanas del país, la parte más emotiva es la contribución de tantísimas mujeres al triunfo de la revolución y la resistencia frente a la invasión estadounidense. 

Ha Noi es una ciudad grande y me faltaron parques bonitos y entretenimientos modernos como la torre Lotte, a los que no me dio tiempo a ir. Además, es un paraíso para comprar y gastronomía. Dedicadle al menos dos noches si visitáis Viet Nam: no os arrepentiréis.


IMPRESCINDIBLE

Comer

Bun cha en Tuyet Bun Cha 34

Beber

Café con huevo en el Café Dinh.

Libro

El dolor de la guerra de Bao Ninh

Película

Indochine de Régis Wargnier.

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