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diumenge, 20 de desembre del 2020

Río de Janeiro

A cidade maravilhosa

París es la ciudad de la luz, Roma la ciudad eterna y Nueva York la ciudad que nunca duerme. También existe la ciudad de los canales de Venecia o la ciudad prohibida en Beijing. Pero solo hay una ciudad maravillosa: Río. No es casualidad que sea mi segunda ciudad favorita. Si en París surgió la "joie de vivre", es en Río donde esta se ha perfeccionado, con una explosión de colores, sabores, paisajes, sonidos, naturaleza, gentes, arquitectura... Sus enormes montañas junto al gigantesco océano, así como las mayores playas urbanas del mundo al lado de selvas tropicales en medio de una ciudad con rascacielos. Muchos de sus barrios cuentan con largas calles flanqueadas de gigantescos árboles. Y sus Carnavales son la fiesta más exuberante que jamás vi. 

De hecho, mi primera vez en Río fue en febrero de 2010, justo cuando empezaban los días de carnaval. La ciudad se inundaba de gente de todo el mundo y fiestas callejeras se celebraban todo el día en todos los barrios de la ciudad. Una de las noches conseguimos entradas de última hora para entrar a las gradas del Sambódromo y ver el alucinante espectáculo que son las escuelas de samba desfilando delante del jurado y el resto del público compitiendo en canción, letra, bailes y atrezzo para ganar. Finalmente, cuando toda la locura pasó, tuve tiempo de hacer algo de turismo y visitar el centro de la ciudad, subir al Pan de Azúcar y conmoverme con la inolvidable puesta de sol en Ipanema desde las rocas de Arpoador. Tras esos diez días en la segunda mejor ciudad del mundo visité también Búzios y Paraty antes de irme a Florianópolis, donde viviría seis meses.

Mi segunda vez en Río fue un viaje becado por la Alianza de las Civilizaciones de las Naciones Unidas, que me seleccionó como representante de España en el encuentro de jóvenes. Así que volví a la Ciudad Maravillosa desde Florianópolis. Esa vez me alojaron en un alegre hostel del decadente pero bello barrio de Catete y descubrí nuevos barrios de Río donde tuve actividades, encuentros y reuniones. Recuerdo el paseo que organizamos para el resto de delegaciones en Saara, un alegre barrio lleno de tiendas económica de ropa y textiles donde conviven comerciantes cristianos, judíos y musulmanes libaneses, sirios y palestinos en su mayoría. Sus modestos pero deliciosos restaurantes sirven comida de la región de gran calidad. Yo disfruté mucho el "Cedro do Líbano", local casi centenario con quibes, kaftas, hummus y cordero cocinado a la perfección. También visité el Museu de Arte Moderna, precioso ejemplo de brutalismo postmoderno rodeado de un bello e impresionante jardín del paisajista Burle Marx. En ese edificio tuvimos muchas de las reuniones, además de uno de los divertidos cócteles nocturnos. Allí fue cuando conocí al ex ministro Moratinos o al ex presidente portugués Sampaio. Finalmente, al estar alojado en Catete, pude pasear por el elegante parque do Catete, con su estanque y cisnes, antiguo jardín del Museu da República, el palacio donde vivieron los presidentes de la República do Brasil desde 1896 a 1954 cuando el último presidente que vivió en él, Getúlio Vargas, se suicidó en su dormitorio. Ni pude visitar el precioso edificio hace diez años (estaba de reformas) ni lo pude visitar este 2020: estaba cerrado a visitas debido a la pandemia. Así que me tuve que conformar en ambas ocasiones en admirar sus elegantes fachadas y los cóndores de bronce de sus aleros.


Río diez años después

Esta tercera vez ha sido cuando he podido ver la ciudad en época normal, incluso algo más tranquila de lo habitual debido a la pandemia. Aún así, Río bullía en gente y tráfico. En esta entrada os propongo un recorrido por esta fascinante ciudad siguiendo el curso de su historia.

Lo mejor es empezar por la bellísima bahía de Guanabara, que el portugués De Lemos confundió con un río (de ahí el nombre de la ciudad) y donde se encontró a principios del siglo XVI con el pueblo tamoio. Tras luchas entre portugueses, tamoios y franceses, los lusos consiguieron imponerse y construyeron una fortaleza. El Pan de Azúcar, enorme peñasco de granito, es sin duda el gran símbolo de la ciudad, al que vale la pena subir para admirar las vistas tanto desde su cima como desde el teleférico que te sube hasta arriba. En sus alrededores, vale la pena pasearse por Praia Vermelha (playa roja, por su arena, diferente al resto de playas de arena blanca de la ciudad) así como por la tranquila Urca, barrio residencial de clase media-alta, cuyo bello y discreto espigón, que bordea el Pan de Azúcar, veremos a las familias y amigos disfrutar de las vistas de la bahía, tomar algo o incluso hacerse una barbacoa. Recomiendo el popular restaurante "Garota da Urca", por sus vistas y su delicioso arroz con sepia, brócoli y huevo, acompañado de un zumo de piña y hierbabuena fresca.


La pequeña colonia iba creciendo alrededor de la costa. Con la invasión de Napoleón de Portugal, la familia real, incluyendo al regente Don Juan VI y su corte de más de 15.000 personas trasladaron la capital del país a Río, cambiando la suerte de esta ciudad para siempre. Pocos años después, en 1811, se inauguraba el muelle del Valongo (Cais do Valongo), complejo por el que entraron más de 500.000 africanos vendidos como mano de obra esclava. Vale la pena visitar las ruinas, ahora declaradas patrimonio de la humanidad por la UNESCO, para entender los orígenes del crecimiento de la ciudad y el país, basados en el sufrimiento y cosificación de miles y miles de personas. En los alrededores también se encuentra la "Pedra da Sal", una enorme roca de granito con escalones tallados donde la gente se sienta para ver los círculos informales de samba que se forman algunas noches y donde también se vende comida callejera.

Con una corte europea gobernando desde la colonia, Río se convirtió en una gran ciudad. Vale la pena acercarse al centro de la ciudad, de calles empedradas, y visitar el Real Gabinete Portugués de Lectura, estilo neogótico construido para albergar los más de 350,000 libros que se trajo la corte portuguesa y servir como elegante biblioteca para su consulta. El centro está plagado también de bellas iglesias barrocas que nos transportarán a Portugal, como la impresionante de Nossa Senhora da Candelária, cuya cúpula se construyó con piedra caliza traída de Lisboa o cuyos frescos representan la historia del capitán de barco que se salvó de un naufragio y financió esta iglesia en agradecimiento a la Virgen. También podéis visitar el Espacio Cultural de la Marina para admirar algunos de los buques en los que escapó la familia real portuguesa de la invasión napoleónica. Un poco más al sur, al norte de Leblon, se encuentra el bellísimo Jardín Botánico, construido por Juan VI con más de 5.000 tipos de plantas y árboles. El jardín botánico más bonitos que he visitado: visita obligada.

Aunque la mayoría de atracciones de la ciudad se sitúan en lo que se conoce como "Zona Sur", también vale la pena acercarse a la norte para visitar, por ejemplo, la Quinta da Boa Vista, residencia de la familia imperial y ahora un bello y gigantesco parque donde hacer picnic o echarse una siesta. Por desgracia, el Museo Nacional (antigua mansión imperial) se quemó hace unos años. Para comer, no os perdáis en curioso CADEG (Mercado Municipal de Río de Janeiro). No es estéticamente bonito, pero entre puesto y puesto de comida se han ido instalando restaurantes de gran nivel gastronómico, ya que disponen de los mejores productos frescos para abastecerse. Podréis curiosear entre las estupendas fruterías y probar alguna pieza curiosa como los mangos "carlotinhas", especialmente dulces y jugosos, que solo se pueden comprar de noviembre a febrero. Respecto a donde comer, yo probé el "Costelao", local famoso por su carne a la brasa. Sirven cantidades enormes, los platos son suficientes para dos personas. A quién le gusten las costillas disfrutará como un enano. Las sirven ya ya deshuesadas y se pueden elegir tres acompañamientos. El que más me gustó fue la original farofa de huevo, que aún no había probado.


De capital colonial a capital imperial

Esa transformación del Brasil colonial en un Imperio, tras la proclamación de independencia de Pedro II, también puede verse en Río, sobretodo en barrios como Santa Teresa. En esta colina, donde originalmente sólo había un convento carmelita, empezaron a construirse caserones y mansiones de la élite del nuevo imperio, aprovechando la agradable brisa y las bellas vistas a la ciudad. En sus calles empedradas también se instaló un tranvía (el "bondinho") para conectar el alto barrio con el centro, situado en la costa. Ahora solo circula una línea, que sale a los pies del rascacielos de la Petrobras y, cruzando los blancos arcos de Lapa, se empina hacia la cima de Santa Teresa parando en las diferentes plazuelas del barrio. Lo mejor es parar en el Largo de Guimaraes, donde ver comercios decimonónicos y curiosear en las tiendas de los artistas bohemios que ahora abarrotan el barrio, que tras su decadencia en el siglo XX ha visto muchas como muchas de sus bellas mansiones son restauradas por actores, artistas famosos o incluso cadenas hoteleras. Santa Teresa ya no es el barrio de clase alta que fue, pero aún se puede saborear su brillo perdido. Un ejemplo de las nuevas iniciativas artísticas es la original "escadaria Selarón", unas empinadas escaleras cuyos peldaños cubrió un artista chileno con coloridos mosaicos, dedicando cada escalón a un tema o región de Brasil.

En Santa Teresa también recomiendo encarecidamente subir a la cima y comer en el restaurante Aprazível. Sus excelentes vistas, el precioso lugar, el impecable servicio y las temperaturas frescas y brisa que da estar en la cima de Santa Teresa se pagan. Si vuestro presupuesto no es tan generoso, os recomiendo que vayáis a disfrutar del ambiente para desayunar o tomar café o algún postre. O cócteles y un aperitivo. Yo fui a comer y la verdad que me gustó tanto el entrante (panes de queso rellenos de longaniza minera), como plato "moquequinho do Río" (un guisote de pescado típico de Salvador adaptado al gusto carioca). También probé su arroz de langostino con azafrán. De cóctel pedí una caipirinha con maracuyá y carambola (fruta estrella). Una pena que no me dio tiempo a degustar alguno de sus postres.

Ese rastro de la sociedad imperial de Pedro II también se puede ver en el centro, en locales como la Confeitaria Colombo. Una de las cafeterías más antiguas del mundo operando, deslumbra sus altísimos techos, sus vidrieras de colores, sus gigantescos espejos y el mármol que lo decora todo. Aunque tuve que hacer 15 minutos de cola, luego al sentarse el servicio es rápido y eficiente. Pedí unas gambas al catupiry, una receta con una salsa de requesón fundido brasileño. Las acompañé de arroz y de “patatas paja”, muy ligeras. En la Colombio no puedes perderte el postre, así que pedí tartaleta de maracuyá, súper dulce. Tal vez demasiado. El entorno es muy elegante y cómodo, casi tal y como estaba en su fundación, cuando servía de salón público para que las élites políticas, económicas e intelectuales del nuevo imperio tuvieran sus tertulias alrededor de buenos cafés y dulces. 

Los esfuerzos de la ilustrada familia imperial por mejorar el país, encabezados por la necesaria abolición de la esclavitud, culminaron primero con la Lei do Ventre Livre de 1871, que liberaba de la esclavitud a todo hijo o hija de esclavos, y al que le siguió la Lei Áurea de 1888, promulgada por la princesa imperial Isabel I, que abolía cualquier forma de esclavitud del Imperio. A los grandes terratenientes cafetaleros no les hizo ninguna gracia, así que financiaron un golpe de Estado un año después, por el que los principales mariscales del ejército imperial proclamaron la República en 1889. Si hay un lugar donde sentirse en ese Río que fue capital de la República de Brasil, lo mejor es pasear por Catete y Glória. La construcción del Palacio de Catete, nueva sede del poder ejecutivo, donde se instaló la presidencia de la república y la residencia oficial del presidente, impulsó estos dos barrios como nuevos lugares de moda para vivir. Los elegantes bulevares y parques de aquella época, así como los edificios con clase, se encuentran actualmente en decadencia, que se observa no solo en las descuidadas fachadas o insulsos comercios, sino también en que muchas de las bellas farolas republicanas están ahora con los cristales rotos o incluso torcidas. La decisión del presidente Kubitschek de cumplir con el artículo de la Constitución republicana de 1891 que llamaba a la construcción de una nueva capital, hizo que Río entero cayera en decadencia a partir de 1960. Donde más se notó fue en Catete y Glória, que vieron como centenares de funcionarios vaciaban edificios que ya no serían ministerios, diplomáticos se mudaban de sus mansiones tropicales a las futuristas embajadas de Brasilia y los tres grandes poderes de la República abandonaban sus palacios cariocas para instalarse en la nueva capital diseñada por Nyemeyer a cientos de kilómetros. Aún así, es interesante pasearse por plazas como el Largo de Machado o calles como Rua Marquês de Abrantes y curiosear las mansiones que albergaban las antiguas embajadas o los palacios ahora muy degradados. Aún quedan reminiscencias de ese pasado cosmopolita de esos barrios, como la elegante churrascaria Majórica, fundada por inmigrantes originarios de Mallorca o la Casa da Suíça, antigua embajada y ahora reputado restaurante de comida helvética. Más allá de la decadencia, es cierto que nuevos emprendedores están recuperando casonas del barrio como el ejemplo de Villa 25, un moderno hostel y restaurante situado en una antigua casa de estilo republicano ahora renovada, donde ofrece muy buen ambiente y buena comida. Allí pedimos croquetas de gambas y mandioca de entrante, arroz de rabo de vaca, y, como principal, mariscada con un arroz cremoso. Todo muy bien hecho y en un ambiente estupendo al fresco.


El Río playero y jet-settero
 

Finalmente, hay que pasearse por el Río playero, el que todos conocemos por las películas. El Río que atrajo y atrae a la jet set mundial como destino urbano de playa número uno. Hay que empezar por Flamengo, el primer gran distrito vacacional, con sus paseos flanqueados de árboles, grandes restaurantes pasados de moda, bares históricos y sus parques y paseo marítimo con elegantes balaustradas de mármol que dan a una bonita playa ahora demasiado contaminada como para bañarse en sus aguas. Tras la apertura del túnel a Copacabana en 1904, Flamengo perdió su brillo y "Copa" pasó a ser el patio de recreo de los más ricos.

Copacabana es, tal vez, la playa más bonita de Río, y la que todos conocemos por las postales. Su forma de media luna y su paseo marítimo con calzada portuguesa siguen siendo un símbolo de Río. La apertura del túnel que atraviesa el Pan de Azúcar, pero sobretodo la construcción del neoclásico Copacabana Palace en 1923, convirtió a este barrio en el retiro tropical de ricos y famosos. Fue la joya de Río durante cincuenta años, y eso se puede ver en la maravillosa colección de rascacielos art-déco y sus arbolados bulevares. Sin embargo, a partir de los años 60 cayó en decadencia con la construcción del nuevo paseo marítimo en la sureña playa de Ipanema. Ahora las playas de Copacabana son frecuentadas por los pescadores alrededor del fuerte, travestis (sobretodo en el puesto 2), los habitantes de las favelas de las montañas cercanas, algunos turistas despistados y sobretodo jubilados nostálgicos de la época de gloria de este barrio, que se concentran en los puestos 5 y 6. También hay muchos jugadores de fútbol y voley. 

Pese a ese ambiente decadente, las vistas siguen siendo preciosas, y en los bares (botecos) de Copacabana se siguen encontrando joyas culinarias a precios mucho más bajos que en la sureña Ipanema. Un buen ejemplo es Braseiro. Manteniendo su estética cincuentera, sigue especializados en galetos (gallos jóvenes) cuya carne es más tierna de lo habitual. Los tienen asándose en directo y los sirven con abundante arroz con brócoli, patatas fritas caseras y deliciosa ensalada con vinagreta casera. El servicio, uniformado, es el mejor que he visto en Río (pese a ser este un boteco). Uno se puede sentar en la cómoda barra o comer en alguna de sus mesas de la calle. Una ración da para dos de sobra. Excelente, sin más. 

Otra joya es el Bar do David: aunque a primera vista el lugar no parezca especial, su comida sí lo es. Tanto, que sus tapas han ido ganando premios a las mejores de Río año a año. Lo que empezó como con un bar en la favela de al lado, bajó a Copacabana hace un año para abrir este segundo bar. Normalmente David, el dueño, suele estar en el bar, y es súper amable. Os hará recomendaciones según vuestros gustos. Nosotros pedimos la “Dubai carioca” (una croquetas de sardinas con salsa de alcaparras), la “estrela de David” (costillas de cerdo con jalea de piña, sabrosísimas) y “saudosa Maioca” (unas tiernas bolitas de harina de maíz rellenas de queso fundido y carne seca espectaculares). A la próxima volveré y probaré más tapas.

Finalmente, al lado del Bar do David, destaca el histórico Cervantes, local de bocadillos que abre las 24 horas, muy popular entre los noctámbulos. Su bocata más sabroso es "sandes especial", que lleva carne tipo filé mignon, piña en almíbar y foie. Una combinación ganadora. También me gustó mucho el de “tender” con queso fundido y piña. El tender es carne de cerdo cocida y especiada deliciosa, que los brasileños suelen comer por Navidad.

En 1931 hay un gran hito para la ciudad que no podemos dejar de visitar: el Cristo Redentor. Otro de los grandes símbolos de la ciudad, la estatua art-déco más grande del mundo, simbolizando a Jesucristo abrazando a la ciudad, y formando una cruz con su propio cuerpo. Se ve desde casi todos los barrios de Río. Desde arriba, sus terrazas ofrecen una panorámica inolvidable de la ciudad. Se puede subir en el tren cremallera que sale desde la rua Laranjeiras o tomando un taxi hasta la cima. Pero las mejores vistas son desde el tren. Por fin, esta tercera visita a Río pude visitarlo. Una pasada.

Más allá de el auge de Copacabana, el centro de Río también experimentó un gran crecimiento, que aún hoy se puede ver en las avenidas Getúlio Vargas o Río Branco, donde decenas de rascacielos se alzaron a partir de los años 60, así como otras estructuras brutalistas como la catedral metropolitana de San Sebastián. Vale la pena visitarla: por fuera, su estructura de hormigón armado se inspira en las antiguas pirámides de las culturas de la América Central. A mí me recuerda a una nave espacial. Por dentro es aún más impresionante: los cuatro grandes vitrales que proyectan la cruz griega del techo hasta el suelo representan los cuatro atributos de la Iglesia: una, santa, católica y apostólica. Su campanario brutalista anexo es feo pero muy interesante desde el punto de vista arquitectónico. El cercano rascacielos que hace las veces de sede de la compañía Petrobás es asimismo impresionante.

Río se expande al sur

La construcción del paseo marítimo en Ipanema atrajo a constructores que alzaron nuevas torres de apartamentos con jardines y piscinas comunitarias, así como nuevos hoteles. La canción de Antonio Carlos Jobim y Vinícius de Moraes "A garota de Ipanema" no hizo más que exacerbar la publicidad del nuevo barrio de moda de Río de Janeiro. A partir de ahí se convirtió en el barrio más deseado de la ciudad, atrayendo a artistas, intelectuales y ricos liberales que abarrotaron sus terrazas y playas. Aún hoy sigue siendo el barrio de la "gauche caviar" brasileña, sean jóvenes profesionales o viejos izquierdistas. 

He tenido la suerte de disfrutar varias veces de la impresionante playa de Ipanema, de arena más blanca y agua más limpia que la de Copacabana. Siempre que he ido habían miles de personas bronceándose mientras socializan de pie o sentadas en sillas de alquiler, toman cócteles que se venden en los puestos de la playa y, de vez en cuando, se dan un chapuzón en el Atlántico o se refrescan en las duchas públicas. Creo que no hay otro lugar en el mundo con cuerpos tan perfectos como Ipanema.

Otro día, además, un amigo nos invitó a su ático con piscina desde el que se veían unas impresionantes vistas de la enorme playa. Otra perspectiva de esta playa única en el mundo. Su atardecer, además, es de los más impresionantes del planeta, especialmente si lo vemos desde las rocas del Arpoador. Luego no podéis perderos su escena gastronómica y de animados bares, empezando por el "Garota de Ipanema" donde los dos músicos compusieron su canción inspirados en las bellezas que iban y venían de la playa. Y para comer, como siempre me ha pillado siendo sábado en Ipanema, he optado todas esas veces por una feiojada en alguno de sus restaurantes, siguiendo la tradición carioca de comer ese plato ese día de la semana. Es un pesado guiso de frijoles negros con carne de cerdo en salazón acompañado de arroz, farofa (harina de yuca crujiente), col hervida y naranja fresca.

Más al sur se encuentra el tranquilo barrio de Leblon, con una playa igual de bonita que Ipanema pero mucho menos concurrida. Pero lo mejor de este barrio son los excelentes restaurantes, bares y teatros que se concentran en calles como la rua Dias Ferreira o Conde de Bernardotte, donde la gente más guapa (y pija) de la ciudad gusta de salir. Un ejemplo es la Academia da Cachaça, un estupendo local para disfrutar de la gastronomía brasileña en cuya carta encontramos una gran variedad de platos de varias regiones del país y, sobretodo, gran variedad de cachaças (la bebida nacional) que se pueden degustar solas, beber en forma de diferentes caipirinhas o con varios cócteles únicos. Nosotros pedimos bobó de camarão para cenar, un guiso de la región de Bahía, con gambas en una salsa consistente de leche de coco, yuca, aceite de palma, jengibre y varias especias verdes. Se sirve acompañado de arroz y una farofa bahiana frita en aceite de palma. Para beber, tanto el cóctel de tamarindo sin alcohol, como el cóctel alcohólico “Brasil ao cubo” están buenos. Este último lleva cachaça y tres cubos de uva, maracuyá y lima congelados respectivamente. Servicio amabilísimo y súper rápido

El Río actual

A partir de los años 80, Río vio como aparecían nuevos edificios contemporáneos que acabarían por darle su aspecto actual. Por un lado, Nyemeyer diseñó el nuevo Sambódromo en la zona norte, a modo de estadio alargado con su arco espectacular desde el que salen las diferentes escuelas. Años más tarde también construyó el maravilloso Museu do Arte Contemporánea de Nitéroi, una ciudad al otro lado de la bahía de Guanabara con forma cilíndrica y una cristalera desde la que disfrutar de unas maravillosas vistas de Río. Si vais en coche, aprovechad para visitar algunas playas de esta ciudad vecina, como Itacoatiara, un auténtico paraíso del surf.

Río ha seguido expandiéndose hacia el sur, con un nuevo barrio de estilo "Miami" llamado Barra da Tijuca, donde vive parte de la elite de la ciudad, pero más conservadora. Además, se han hecho urbanizaciones de chalets en playas paradisíacas como praia de Joatinga, que pude disfrutar en esta tercera visita. Los nuevos edificios de apartamentos alrededor de la tranquila Lagoa Rodrigo de Freitas son también espectaculares.

Finalmente, las Olimpiadas de 2016 permitieron a la ciudad acabar de expandir su rápido sistema de metro, implantar un tranvía y, sobretodo, inaugurar un nuevo museo diseñado por el arquitecto valenciano Santiago Calatrava: el Museu do Amanha. Construido en un antiguo muelle, ha sido la pieza clave en toda una recuperación urbana de los degradados barrios portuarios del norte de la ciudad. El museo se basa en el uso de hormigón blanco característico de Calatrava, y de aspas que se mueven con el sol ya que tienen placas solares cada una de ellas. Asimismo, el alargado edificio está rodeado de láminas de agua que lo reflejan. Por dentro, cinco exposiciones nos explican primero el cosmos, luego el planeta tierra y pasan al antropoceno acabado en los "mañanas" donde poder entender diferentes escenarios en los que estaremos según como actuemos hoy. Me pareció muy interesante y bien explicado. Su tienda también tiene algunos objetos curiosos.


Río nunca acaba

Aún me queda mucho por disfrutar de esta ciudad maravillosa: el Año Nuevo carioca, por ejemplo, afamado mundialmente, así como visitar varios de sus museos que permanecían cerrados en mi tercera visita debido a la emergencia sanitaria. Volveré más pronto que tarde a mi segunda ciudad favorita, cuando esta pandemia haya pasado, para poder disfrutarla en su totalidad, como debe ser.