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dissabte, 28 de desembre del 2019

Central Texas

La capital texana

Texas es mayor que la suma de Alemania, el Reino Unido y el Benelux. Se le conoce como el Estado de la estrella solitaria aunque el nombre "Texas" proviene de la palabra "amigo" en lengua caddo, una de las tribus nativas con las que se encontraron los españoles en el siglo XVI.

Llegué a este inmenso y rico Estado para visitar a mi amigo Mike, que trabaja en Austin, una ciudad abierta, dinámica, cosmopolita y en constante crecimiento. Me llamaron la atención las grúas que hay por todo lado. Austin es sede de una de las mayores universidades estadounidenses (por número de estudiantes) y de varias multinacionales, destacando la cadena Whole Foods o la informática Dell. Además, aparecen decenas de start ups continuamente. Austin es la ciudad menos texana de todas, por su ambiente alternativo, liberal y su preocupación por la sostenibilidad. Su biblioteca pública, por ejemplo, es la mejor en la que he estado de lejos, tanto por su enorme tamaño (un bloque de cinco pisos) como por sus diferentes salas, terrazas e instalaciones, que incluyen mullidos sofás.

El caso es que poco después de la independencia de México, el segundo presidente de la nueva República de Texas escogió esta curva del río Colorado para instalar la nueva capital: Austin, en honor a Stephen Austin, primer Secretario de Estado de la joven república y considerado como "Padre de Texas".

Uno de los edificios gubernamentales que recomiendo visitar es su bello capitolio. Aunque Texas ya tuvo un capitolio menor desde 1853, este ardió en un incendio por lo que el actual se inauguró en 1888. Construido con granito rosa local, el enorme edificio es un icono de la ciudad: preside la gran avenida del Congreso, arteria central del downtown de Austin. Interesante que el capitolio texano es cuatro metros más alto que el de los Estados Unidos (todo es más grande en Texas).

Los visitantes acceden a través del recibidor sur, que da acceso a la llamada rotonda, justo bajo de la gigantesca cúpula. Aquí encontraremos cuadros de cada uno de los gobernadores que ha tenido Texas, incluyendo a dos mujeres. En el suelo de mármol se encuentran representados los seis países que han gobernado Texas, empezando por España, curiosamente representada por el escudo de Castilla y León, y siguiendo por las tres flores de Lis francesas, el escudo mexicano (águila con serpiente y cactus), el de la Confederación y finalmente, el águila estadounidense. Desde la antigua sala del Tesoro, salimos en ruta con una amable guía me mostró tanto la cámara de Senado como la del los representantes, que se mantienen tal y como se diseñaron, incluidos los escritorios de cada senador y representante. Como estaban de vacaciones, en cada escritorio había una bella poinsettia, flor originaria de México. Allí aprendí que su nombre es en honor a Joel Poinsett, Secretario de Guerra de los Estados Unidos que intentó negociar sin éxito la compra de Texas a México pero que si pudo traerse estas bonitas flores a Washington desde donde se popularizaron.

También me llevó a la sala de recepciones del gobernador, con muebles del XIX, que da acceso al despacho privado del mismo, al que no se puede acceder. Finalmente, deambulé por el resto de magníficas estancias, incluyendo una visita a la bonita tienda de recuerdos de su interior.

Por otro lado, Austin se ha autoproclamado capital mundial de la música en directo. Por ejemplo, en una de las cafeterías más populares, junto al lago, había un pianista tocando villancicos la noche que la visitamos. De hecho, existen más de 200 locales ofreciendo música en directo.

Para salir por la noche, lo mejor es optar por el SoCo (South of Congress) como nuevo barrio con restaurantes de moda y locales nocturnos. Fuera de esta zona existen también varios locales interesantes, como Lala´s, permanentemente decorado con motivos navideños donde existe un reloj que hace la cuenta atrás hasta la próxima Navidad.

Austin hará también las delicias de cualquier foodie. Esta ciudad ofrece desde pizzerías napolitanas  como Desano, con mozzarella fresca traída desde Nápoles cada semana hasta restaurantes de comida vietnamita colonial, como el Elizabeth Street Café, donde me tomé una de las mejores sopas pho que he pedido en mi vida, en este caso con gambas del golfo de México. Asimismo, cuenta con locales de ramen magníficos como el Jinya Ramen Bar, en The Domain, donde me comí uno de los mejores ramen que he probado fuera de Japón. Sus buns también son deliciosos. 

Por supuesto, en la alternativa Austin es sencillo encontrar todo tipo de zumerías con ingredientes como la bayas goji, el açaí o la moringa. Los desayunos alternativos que sirve Pacha son estupendos. Este ecléctico lugar, con platos y tazas de todas las formas, simboliza a la perfección el emblema de la ciudad: "Keep Austin weird". Pedimos tortitas de pera con bacon cubiertas de miel de las que no dejamos ni una miga.

Finalmente, ninguna experiencia tejana está completa sin disfrutar de una de sus tradicionales barbacoas. Un local para hacerlo es Rudy´s, que se autoproclama como la peor barbacoa texana. En sus gigantescas barbacoas se ahúman diversas partes del pollo, pavo, res y cerdo así como salchichas con jalapeño, La carne es de primera calidad y su salsa barbacoa casera es deliciosa. Ofrece varios acompañantes, desde frijoles, hasta maíz en crema, patatas al vapor o la tradicional ensalada de col. Se come sin platos, en unas bandejas de plástico y acompañado la carne de pan de molde amantequillado y de pepinillos. Sin duda, una experiencia tejana que no hay que perderse, especialmente el famoso "pulled pork"

Otra de las atracciones de la ciudad es la imponente biblioteca Lyndon B. Johnson, que además de agrupar miles de audios de conversaciones telefónicas en la Casa Blanca durante su mandato, también cuenta con todo tipo de documentos relativos a su presidencia. El edificio vale la pena en si mismo por su espectacular diseño, pero es que además cuenta con varias exposiciones sobre los logros de la presidencia de Johnson, incluyendo la Civil Rights Act, la Clean Air Act y otras muchas de sus creaciones como las becas educacionales, Medicaid o Medicare, dentro de su visión de la Great Society. Las exposiciones también incluyen un ciborg muy conseguido del ex presidente dando un discurso así como una reproducción a escala real del despacho oval con el mobiliario original que usó este presidente demócrata originario de Texas.

Finalmente, recomiendo también visitar el Museo Bullock, un enorme edificio donde se narra la historia de Texas a través de artefactos históricos, reproducciones, explicaciones y vídeos. En la primera planta se desarrolla el inicio de la historia, con un recorrido por los diversos pueblos indígenas y sus lenguas, cultura y tradiciones. Por otro lado, se explora también la llegada de españoles y franceses, destacando los restos de La Belle, un gigantesco buque francés, además de cientos de objetos de uso cotidiano y las explicaciones de las desventuras de los primeros colonos.

En el segundo piso se desarrolla la construcción de la identidad texana, con episodios como las batalla del Álamo o de San Jacinto, la proclamación de la República de Texas independiente de México o su unión a los EEUU como el 28 Estado. De hecho, se puede ver una bandera original del EEUU con 28 estrellas. Además, también se explica el desarrollo de la guerra civil en Texas y la posterior desarticulación de la esclavitud. Finalmente, se dedica un amplio espacio a la exposición del centenario de Texas 1936, cuando se organizó un evento de 6 meses en Dallas con pabellones donde se mostraba el poderío del Estado de la estrella solitaria, con atracciones para toda la familia. 

El tercer piso y último piso muestra las diferentes tecnologías y recursos que han convertido a Texas en la dinámica economía que es hoy: desde los aviones hasta las camionetas, desde su ganadería y agricultura hasta su importante industria del petróleo, en el que no me gustó nada que no se explicara de forma más honesta las terribles consecuencias medioambientales del fracking. Lamentablemente, me temo que eso se deba a que parte del museo está financiado por empresas como Texaco. También se incluye un espacio para la escena musical texana así como al centro de control de la NASA situado en Houston, que fue clave en avances aeroespaciales como la llegada del hombre a la Luna.

Raíces hispanas

Uno de mis días en Texas lo dediqué a visitar una de las ciudades más boyantes de Estados Unidos: San Antonio. Para ello, tomé un autobús Greyhound que en algo más de una hora me trasladó de Austin a esta ciudad texmex.

Su origen se remonta al siglo XVIII, cuando franciscanos españoles establecieron una red de misiones para evangelizar a los indígenas y de paso defender la frontera tanto de tribus más agresivas como del creciente poder de los Estados Unidos de América. De todas ellas, destacó la misión de San Antonio de Valero. Tras la independencia de México, esta misión franciscana se convirtió en un cuartel militar con tropas originarias de la Compañía del Álamo de Parras. Por ello, la antigua misión de San Antonio pasó a conocerse como el Álamo, y la ciudad anexa, San Antonio de Bejar, creció como capital de nuevo estado mexicano de Texas.

Sin embargo, tras la recentralización del General Santa Anna, nuevo presidente mexicano, tanto los tejanos (esto es, mexicanos residentes en Texas) como los texians (esto es, inmigrantes de los Estados Unidos que se habían instalado en Texas atraídos por las tierras baratas y las ventajas fiscales) se aliaron para defender los derechos del estado, al no querer ser gobernados directamente desde Ciudad de México y poder mantener sus libertades originarias.

Con el fin de sofocar la rebelión, el ejército mexicano, capitaneado por el propio Presidente, llegó a Texas. Rodeados por 2500 soldados, algo menos de 200 rebeldes atrincherados en el Álamo fueron masacrados. Allí se forjó el mito fundacional de Texas. En el resto de batallas, los rebeldes gritaban "Recordad el Álamo" para no olvidar la masacre que causó Santa Anna. Finalmente, los rebeldes ganaron la guerra en la batalla de San Jacinto, donde apresaron al mismísimo General, que a cambio de su vida, reconoció en 1836, como presidente mexicano, la independencia de la República de Texas.

En el centro de San Antonio se encuentran las ruinas de la antigua iglesia y luego cuartel del Álamo, de acceso gratuito, complejo en el que también se puede ver una corta película explicativa. Dispone de tiendas de recuerdos e incluso de un campamento que recrea la lucha de los rebeldes por los derechos de Texas, con actores disfrazados. Tras la visita al símbolo texano por excelencia, me paseé por el agradable centro de la ciudad, muy limpio, viendo la catedral de San Fernando y llegando hasta la plaza del mercado, el mayor mercado mexicano cubierto fuera de México, donde encontrar tanto comida callejera típica como artesanía de dicho país. Para comer, no podéis perderos Mi Tierra Café, con su Virgen de Guadalupe en la recepción rodeada de fotografías de los fallecidos de la familia de los dueños. El techo del restaurante está cubierto de bellas piñatas. Cuenta con un enorme mostrador con diversos tipos de pan dulce y su restaurante, siempre a rebosar, cuenta con mariachis que cantan aquí y allá. Los platos varían cada día de la semana, así que siempre hay excusa para volver. Yo pedí rellenitos, un plato texmex de tortillas de maíz recién hechas rellenas de carne picada, queso poblano y guacamole. 

Finalmente, también visité una de las cuatro misiones que aún quedan en pie al sur de la ciudad, y en las que se siguen ofreciendo misas católicas diarias. Opté por la más cercana, la misión Concepción, en la que pude admirar el estilo arquitectónico recio pero elegante de la época, así como la decoración colorada original en el interior de la iglesia. Estas misiones constituyen una muestra del mestizaje entre la cultura hispánica y la cohauilteca, tal como lo ilustran los elementos ornamentales de las iglesias que mezclan la simbología católica con la estética naturalista autóctona. Paneles informativos explicaban el día a día de la misión y como los franciscanos sabían hacer de todo: desde arquitectura hasta agricultura. Numerosos indígenas abandonaron su vida nómada y se instalaron en las misiones, convirtiéndose al cristianismo. Por su relevancia, las misiones fueron declaradas Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO.

Raíces alemanas

Al oeste de Austin se encuentra el Hill Country, un conjunto de valles y ondulantes colinas boscosas donde hace cien años se establecieron colonias de alemanes y checos. Verdes pastos, bosques de árboles de hoja perenne, claros riachuelos y decenas de pueblecitos con nombres alemanes salpican la región, en cuyos restaurantes aún se sirve col fermentada y en cuyas pastelerías abundan los strudels y otras recetas alemanas. Hay numerosos pueblos pero no teníamos mucho tiempo así que escogimos Fredericksburg, con su calle mayor plagada de casas victorianas. Se trata del primer asentamiento alemán, fundado en 1870. Rodeada de viñedos, en sus tiendas se pueden degustar todo tipo de vinos locales. Como era Navidad, también ofrecían vasos del tradicional vino caliente alemán con frutas y canela.

Una de las tiendas más interesantes es la de Quintessential Chocolates, donde hacen decenas de bombones caseros de gran calidad, destacando aquellos rellenos de alcohol, sorprendentemente sabrosos y nada empalagosos. Probamos los de licor de naranja texana. 

Otra de las tiendas que visitamos fue una de velas artesanales, que hacían delante nuestro, siguiendo una técnica que se trajeron de la Alemania del siglo XIX. Hoy en día también hacen velas aromáticas y tenían de más de 50 olores. Dedicamos bastante rato a disfrutar de esencias nuevas.

El parque central tenía tanto un Belén como una torre de viento de madera con figuritas navideñas tan típica de los mercados navideños germanos. Acabamos la visita comiendo en un restaurante texmex,  el Bejas, donde disfruté del bacon jalapeño, las enchiladas, la deliciosa carne empanada con espárragos asados o los tacos de gambas del golfo.

No fui a Tejas por visitar el Estado, sino para ver a mi amigo Mike. Sin embargo, me pareció un lugar muy interesante, con muchas cosas que ver y hacer y sobretodo, con gente que disfruta de la vida en una economía que no para de crecer. Tocará volver con mejores temperaturas, para disfrutar de sus parques naturales pero también de otras ciudades como Houston o Dallas. 

diumenge, 8 de setembre del 2019

Jerusalén

Una ciudad en la encrucijada

Jerusalén es una de las ciudades más fascinantes que he visitado. Es una pena que se encuentre inmersa en un conflicto que dura décadas. Aun así, Jerusalén rebosa historia y sobre todo, vida. Es una ciudad que bulle reflejando el crisol de religiones, lenguas y tradiciones que siempre han convivido en la región. Jerusalén no solo ha sido una ciudad nuclear en la historia de la humanidad, sino que lo sigue siendo en la actualidad. Sin ir más lejos, hace unos meses Trump decidió aquí desplazar la embajada de los Estados Unidos en Israel desde Tel Aviv en un movimiento altamente polémico, ya que si bien los israelíes declaran que su capital es Jerusalén, lo mismo hacen los palestinos. El resto de países, para evitar desobedecer las resoluciones de la ONU que la declaran ciudad abierta, han situado sus embajadas en Tel Aviv y Ramallah respectivamente. El movimiento del presidente estadounidense es un nuevo hito histórico que lo cambia todo, de nuevo.

Ciudad Santa para las tres grandes religiones monoteístas del mundo, Judaísmo, Cristianismo e Islam, Jerusalén mantiene su casco histórico básicamente con la misma estructura desde hace 700 años, incluyendo edificios que tienen más de 2000 años, como el icónico Muro de las Lamentaciones. Jerusalén, al igual que Estambul, han sido ciudad bisagra y punto de encuentro global entre Occidente y Oriente, con la especificidad jerosolimitana de que además de producirse un encuentro cultural como en la ciudad turca, desde hace años el encuentro es también físico.

Situada en un valle, Jerusalén está rodeada de varias colinas: el monte Scopus, el monte de los Olivos, la colina del consejo del diablo y el Monte Sion. Os recomiendo que al llegar hagáis uno de los tours básicos que parten desde la puerta de Jaffa para poder tener una visión panorámica de la ciudad antigua, y así luego explorarla de forma más ordenada y entendiendo mejor la ciudad.

En cualquier caso, conviene saber que el casco antiguo está formado por cuatro barrios muy diferentes: el cristiano, el cristiano-armenio, el judío y el musulmán. Tanto el casco antiguo como las murallas son parte del Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.

Ciudad judía

El barrio judío del centro histórico es la zona más limpia, ordenada y con más plantas. Y esto se debe en parte a que tuvo que reconstruirse de cero al ser destruida por las tropas jordanas en la guerra de la independencia de Israel de 1948. Aún así, existen ruinas de alto valor arqueológico, empezando por el Cardo Máximo, la antigua calle principal del Jerusalén romano y bizantino, que partía la ciudad en sus mitades norte y sur. Esta calle, antiguamente porticada, aparece en la representación del mapa de Jerusalén en un mosaico del siglo VI de la iglesia de Madaba, que visité en Jordania.

Otras ruinas que se observan son antiguos trozos de murallas de diferentes épocas de la ciudad. En cualquier caso, cabe tener en cuenta que si bien este barrio si formaba parte de la Jerusalén romana, el resto no, ya que la ciudad se extendía hacia el este, gran parte de la cual sigue hoy en día en ruinas en lo que se puede visitar como la antigua ciudad del Rey David.

Por supuesto, aquí encontraréis sinagogas de todo tipo, muchas construidas según el origen: para judíos turcos, sefardíes, bálticos… además de una variada oferta gastronómica kosher. Me llamó la atención que algunos locales aún mantenían a sus dueños palestinos, que servían sus especialidades y hablaban árabe.

El corazón del barrio judío es el impresionante Muro de las Lamentaciones, único resto del antiguo templo del Rey Salomón, destruido por el Emperador Nabucodonosor y reconstruido por el Rey Herodes. Este templo era el único lugar en el que los judíos pensaban podían conectar con la presencia divina. Fue finalmente destruido por los romanos en el año 68, siendo este muro de carga occidental lo único que quedó en pie. Los rabinos afirman que la presencia divina nunca dejó el lugar. Tras siglos de exilio, el muro volvió a ser lugar de peregrinación para el pueblo judío en tiempos del Imperio Otomano. Los judíos perdieron el acceso desde 1948 hasta 1967, debido al control del ejército jordano, acceso que recuperaron cuando tomaron el control tras su victoria en la Guerra de los Seis Días. Fue entonces cuando paracaidistas israelíes tomaron el control total de la ciudad antigua de Jerusalén y demolieron las casas anexas al muro para abrir la plaza actual donde se producen los rezos y bailes. La plaza se considera una sinagoga al aire libre, por lo que al acceder se ofrecen kippás temporales para los no judíos. La tradición de rezar y dejar un papelito enrollado con una petición sigue vigente y si acudís un viernes al caer el sol, veréis a miles de creyentes en sus mejores galas (hay que ver los diferentes sombreros que llevan) así como a grupos de jóvenes soldados israelís de ambos sexos que acuden al muro para rezar y bailar como celebración del fin de su servicio militar obligatorio de años.

En un pasaje cubierto en el lateral existe una zona llena de libros sagrados donde los más ortodoxos realizan sus cánticos. Este pasaje era por el que accedían los sacerdotes para acceder al Templo. Por cierto, me sorprendió la escasa seguridad que hay para acceder al Muro, aunque quizá si la hay pero no me di cuenta. En cualquier caso, el acceso es libre cualquier día y las 24 horas.

Más allá de la ciudad antigua, la Jerusalén judía se extiende por todo el oeste de la ciudad, con edificios impresionantes y barrios con encanto. Mi segundo día en al ciudad, cogí el moderno tranvía que recorre la calle Yafo y me paré en Mahane Yehuda, donde se encuentra su famoso mercado, en el que degustar todas las especialidades kosher que uno se pueda imaginar, desde los tradicionales hummus a las dulces halvas (que en los carteles presentan como platos judíos, lo que me hizo gracia). Frutas exuberantes, olivas de todo tipo, frutos secos, especias, aceites relucientes, panes recién horneados siguiendo recetas de todos los rincones de Europa y Próximo Oriente… imposible que no se nos abra el apetito. En uno de los callejones de Mahane Yehuda, que desemboca en una plazoleta arbolada se encuentra el destartalado Azura, un restaurante abierto en 1952 que sirve comida casera kosher sin pretensiones, pero con todo el sabor que puede ofrecer una comida hecha en casa. Opté por una berenjena rellena de carne picada ligeramente picante acompañada de arroz con vermicelli. Raciones generosas, precio justo y sabor sin igual.

Luego me volví caminando a lo largo de la histórica calle Yafo hasta llegar de nuevo a la puerta de Jaffa de Jerusalén. Desde allí, sin entrar al caso antiguo, pasee y disfruté del pijo barrio de Mamilla y su centro comercial al aire libre con sus bulevares, acabado el recorrido con un cóctel en el agradable jardín con piscina del suntuoso hotel Rey David, que mantiene toda la grandeza de la época colonial británica. Frente al hotel se encuentra la sede local de la YMCA (Youngs´ Men Christian Association), originaria de Londres, y que aquí cuenta con una residencia que es a la vez un cómodo hotel y cuya icónica torre-campanario llama la atención.

Ciudad cristiana

En la ciudad antigua, la parte cristiana acoge hospicios e iglesias de más de 20 ramas del Cristianismo pero todas giran alrededor de una calle, la vía Dolorosa, y de un edificio, la vetusta iglesia del Santo Sepulcro. Construida encima del Gólgota, donde Jesucristo fue crucificado, la iglesia es un conjunto de estancias destartaladas que, sin embargo, exuda santidad e invita al recogimiento. La decisión de situar la iglesia aquí la tomó Santa Helena, madre del emperador Constantino I, 300 años después de la crucifixión de Jesús. En su peregrinación a Tierra Santa, mandó demoler un templo dedicado a Júpiter y Venus en dicho lugar, pensando que se habían construido para humillar a los primeros cristianos. Tras la demolición, Santa Helena ordenó que se realizaran excavaciones, y estas extrajeron varios elementos: la tumba de José de Arimatea así como tres cruces. Cuando uno enfermo sanó al tocar una de las tres cruces, Santa Helena la declaró la Vera Cruz y ordenó construir allí la Iglesia del Santo Sepulcro. Cuando 300 años después, en el años 638, el califa Omar conquistó la ciudad, se le invitó a rezar allí, pero el líder lo rechazó temiendo que si lo hacía, sus soldados la convirtieran en mezquita. De poco la sirvió a la iglesia, que fue demolida en el año 1042 por orden del califa Hakim.

Pocos años después, el Imperio Bizantino subsidió a la comunidad cristiana de Jerusalén para reconstruirla parcialmente. Finalmente, unas décadas después, los Cruzados reconquistaban la ciudad y le daban la forma actual a la iglesia. La iglesia estaba casi en ruinas cuando en 1959 las diferentes ramas del Cristianismo se pusieron finalmente de acuerdo para rehabilitarla. La rivalidad entre los diferentes cristianos ha hecho que hasta el día de hoy las llaves de la iglesia las tenga una familia musulmana local que vive en un edificio anexo, y que se encarga de abrirla y cerrarla cada día. Lo hacen desde los tiempos de Saladino.

La iglesia cuenta con varias reliquias distribuidas en las últimas cinco paradas del Vía Crucis: la X, capilla donde se cree que se despojó a Jesús de su ropa, la XI, donde crucificaron a Jesús, la XII donde alzaron la cruz y murió Jesús, donde aún ver la roca partida por el terremoto que siguió a su fallecimiento. La estación XIII es donde se bajó su cuerpo y se le dió a la Virgen María. Contiene la roca donde se procedió a limpiar y ungir el cuerpo de Jesús. Aquí muchos devotos rezan con la cabeza apoya en la mencionada roca en el suelo, y la limpian constantemente con aceites y paños. La estación XI es la del Santo Sepulcro, situada entre dos capillas: una ortodoxa griega y otra copta, ambas bajo una gigantesca cúpula.

También se puede visitar la capilla de Santa Helena, donde una vez estuvo expuesta la Vera Cruz, la que poco a poco cientos de peregrinos fueron deshaciendo al querer llevarse un trocito de la reliquia más importante. En cualquier caso, la iglesia está abarrotada de cristianos de todo el mundo excepto de buena mañana (abre desde las 6am) y a la hora del cierre (alrededor de las 8pm). Entonces es cuando se puede visitar con total tranquilidad y si se es creyente, rezar sin ser molestado. La iglesia a esas horas está prácticamente vacía.

Las tiendas de souvenirs, mayoritariamente de motivos cristianos abarrotan el barrio. Pero hay una zona especialmente elegante. Se trata del complejo de Muristán, actual mercado de Aftimos, pero antiguo hospicio de la Orden de Malta, con calles porticadas, edificios simétricos y una bellísima fuente que nos trasladarán a los barrios nobles de La Valetta.

La calle nuclear para los cristianos es la Via Dolorosa, camino por el que cargó Jesús su cruz, y que finaliza en el interior de la Iglesia del Santo Sepulcro. Las nueve primeras estaciones del Via Crucis se encuentran a lo largo de esta calle y durante el día es frecuente ver a grupos de creyentes rezando en cada estación.

Más allá del casco viejo, la zona cristiana se extiende por todo el mítico Monte de los Olivos, desde donde por cierto se pueden disfrutar de las mejores vistas de la ciudad. Allí hay además numerosos lugares clave para todo cristiano: desde la iglesia de la tumba de la Virgen María (al fondo de una cavernosa iglesia picada en la roca con larguísimas escaleras), al huerto de Getsemaní o la iglesia del Pater Noster.

Casi a los pies del monte de encuentra el huerto de Getsemaní, lugar en el que aún hoy tres olivos enormes con más de 2000 años (el resto son menos antiguos. Esto quiere decir que para cualquier creyente estos árboles ya estaban allí la noche en la que Jesús oró previa a su crucifixión y fue arrestado.

En el Monte de los Olivos se encuentra también la iglesia Eléona, propiedad del Estado francés, nombrada así en honor a Santa Helena que hizo construir esta basílica. a la que se le añadió un convento de monjas. Esta iglesia de los Discípulos y de la Ascensión, alcanzó gran importancia en la era bizantina. Aquí existe una capilla en honor a los apóstoles en el lugar donde según el Evangelio de San Lucas, Jesús habría enseñado la oración del Padre Nuestro a sus discípulos.

Las invasiones persas y musulmana acabaron destruyendo la iglesia y cuando los Caballeros Cruzados recuperaron el control de Jerusalén en 1099, establecieron en el lugar un modesto oratorio, grabando el Padre Nuestro sobre una placa de mármol. El edificio volvió a caer en ruinas tras la toma de Jerusalén por Saladino. El edificio vuelva a renacer cuando en 1856 llegó a Tierra Santa la Princesa de la Tour d´Auvergne, mujer de gran fortuna que decidió construir de nuevo una iglesia en el mítico lugar, donde además, el Carmelo de Lisieux colaboró para fundar un convento que recibió el apoyo del Papa Pío IX. En 1873 se fundaba el Carmelo del Pater Noster como convento carmelita. Por cesión de la princesa, pasó a ser propiedad del Estado francés, y así sigue hasta día de hoy. De hecho la bandera francesa sigue ondeando en el edificio. La tumba de la princesa se encuentra en un mausoleo allí también. La historia del lugar termina con los trabajos de restauración del Gobierno francés en 1985, que junto con los carmelitas y los misioneros Padres Blancos ofrecen a los peregrinos un lugar de recogimiento con los, hasta hoy, 171 paneles de cerámica que llevan inscrita la oración del Padre Nuestro en idiomas y dialectos de todo el mundo, incluidos uno en portugués y otros en portugués de Brasil, así como uno en catalán, otro en valenciano y otro en mallorquín.

Otra curiosidad del monte de los olivos es la mezquita de la Ascensión, autorizada por Saladino, ya que el Islam reconoce a Jesús como profeta. Allí se encuentra un de las pisadas de Jesús en piedra. La otra se la llevaron a la mezquita de Al-Aqsa.

Finalmente, y saliendo de la puerta de Sion, se encuentra el cenácolo, o lugar de la última cena, que los templarios convirtieron en iglesia y luego los musulmanes transformaron en mezquita (aún se puede ver la que añadieron para rezar en dirección a La Meca). El Cristianismo sitúa en esta sala la cena del día de Pentecostés también. En cualquier caso, estaba vacía y pude disfrutarla con tranquilidad, subiendo también a su azotea desde la que hay un bonito panorama de la ciudad.

Además del barrio cristiano per se, existe el también cristiano barrio armenio, el más silencioso de los cuatro del casco viejo, que cuenta con su propia idiosincrasia. Los armenios fueron el primer pueblo que adoptó el cristianismo como religión oficial y por ello tienen la tradición de una presencia milenaria en la Ciudad Santa, cuya Iglesia Armenia es parte de los custodios de los Santos Lugares. De hecho, la desaparición del Reino de Armenia en el siglo IV hizo que Jerusalén pasara a ser la capital espiritual de este pueblo. Hoy viven algo menos de 2000 armenios, muy aislados, que cuentan con sus propias escuelas, biblioteca, seminario y edificios residenciales. Allí cené en una de las tabernas armenias, recordando mi viaje y los sabores de Armenia, sin duda uno de los países más fascinantes de la Tierra. Pedí el khaghoghi derev que es carne picada envuelta en hojas de parra cocinada al horno en cacerola de cerámica con vegetales y salsa de yogur especiada que se come con arroz. Al día siguiente, como era domingo, fui muy temprano a la catedral de San Jaime, construida por los georgianos pero que los armenios tomaron como propia en el siglo XII. Ese día se celebra una misa con nueve sacerdotes con la capucha ceremonial y los dos coros de veinte personas cada uno que cantan preciosas canciones milenarias en armenio. Diversos monaguillos dispersaban incienso mientras apenas cuatro personas y yo escuchábamos la celebración de pie (los cristianos de oriente no se sientan durante la misa).

Ciudad musulmana

Finalmente, Jerusalén es también la tercera ciudad santa del Islam (tras La Meca y Medina), puesto que además de paso del profeta Jesús y otros muchos de la Biblia que el Corán integra, los musulmanes creen que desde donde hoy se alza la Mezquita de la Roca el Profeta Mahoma ascendió a los cielos en un caballo alado. La influencia musulmana de la ciudad se siente constantemente. Para empezar, las murallas actuales de la ciudad vieja son del antiguo imperio otomano, y por tanto, musulmanas. Fueron construidas en el siglo XVI.

Como toda ciudad musulmana que se precie, en el barrio musulmán de Jerusalén (el más grande de los cuatro) encontraremos un zoco con calles para cada tipo de productos: la de los panaderos, la de los carniceros, la de los zapateros, los objetos de menaje, los hueveros, los sastres, los joyeros, las especias y por supuesto justo antes de llegar a la puerta de Damasco, los vendedores de frutas y verduras.

He optado por dividir esta entrada por religiones para simplificar mis experiencias visitando la Ciudad Santa, pero la visita lo mezcla todo, especialmente en el barrio antiguo. El momento más especial de cualquier visita a Jerusalén es durante la puesta de sol de cada viernes, cuando una sirena anuncia el inicio de Shabbat judío (y por tanto la mayoría de la ciudad occidental se paraliza mientras cientos de judíos acuden al Muro a rezar en sus mejores galas a lo largo de la noche). Poco después, desde los minaretes de las mezquitas se llama al último rezo del viernes, día santo del Islam. Unos minutos después, los cientos de campanarios cristianos llamarán a la última misa del viernes. Esa mezcla de sonidos, gentes y diferentes formas de rezar, conviviendo en un equilibrio precario, es única. Otro momento que me marcó fue, además de las bromas entre policías israelís que vigilan los accesos al Monte del Templo, los y musulmanes que acudían al rezo del viernes, fue ver como los que fumaban shisha sentados a lo largo de la calle Al-Wad, descansado tras otro día de ayuno, deseaban "Shabbat Shalom" a los judíos emperifollados que se apresuraban en su camino hacia el Muro, mientras estos a su vez les devolvían el saludo con un “Ramadán Kareem”. Un soplo de paz en una tierra rota por el conflicto. Y todo ello presidido por camisetas de recuerdos que pueblan la Via Dolorosa con el "Free Palestine" estampado.

Muy diferente al Muro de las Lamentaciones, que como he explicado tiene acceso libre los 365 al año y las 24 horas, el acceso al Monte del Templo - Cúpula de la Roca - Mezquita de Al Aqsa solo es libre para musulmanes. Para el resto, la policía israelí impone horarios muy estrictos y de pocas horas dos o tres días a la semana. Además, los no musulmanes tienen totalmente prohibido rezar en el Monte del Templo, a pesar de ser lugar sagrado no solo para musulmanes, sino también para cristianos y judíos. En cualquier caso, cualquier intento de rezo no musulmán detectado por los agentes israelíes se castiga con la inmediata expulsión del lugar. Es uno de los acuerdos a los que se llegó con Jordania con la firma de paz de 1994, clave en el mantenimiento de un paz precaria en la ciudad.

Quiero volver, no solo porque me queda pendiente visitar la explanada de las mezquitas con la mezquita de Al-Aqsa y la Cúpula de la Roca (al ser Ramadán, la policía de Israel solo dejaba acceder a los musulmanes) sino también lugares de gran interés como el Museo de Israel, el Yad Vashem (o Museo Memorial del Holocausto), la Knesset y decenas de iglesias extra muros como la de la Visitación o el convento de la Cruz. La única excursión que hice fue de medio día a Belén, pero hay muchas más que hacer, empezando por Ramallah o Jericó. Espero hacerlo muy pronto. Jerusalén es inolvidable. 

divendres, 14 de juny del 2019

Belén

Mi primera visita a Palestina

Visitar la conocida como Tierra Santa para los cristianos implica altas dosis de paciencia y sobretodo una mente abierta y predispuesta a escuchar. Aquí convergen las tres grandes religiones monoteístas, miles de años de historia y muchas de las grandes potencias mundiales. Y aquí se alzan altos muros construidos por Israel para separarlos de las pocas tierras que quedan bajo la Autoridad Nacional Palestina y que implican toques de queda para los palestinos en la mayoría de casos, ya que si cuentan autorización para ir a Israel, siempre deben volver a Palestina antes de medianoche.

La primera ciudad que visité bajo control de la Autoridad Nacional Palestina fue Belén, nombre que despierta toda clase de recuerdos entrañables a un cristiano por estar irremediablemente asociado a la Navidad. Además, Belén fue reconocida Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO.

Situada a 10 km al sur de Jerusalén, este es el lugar en el que los cristianos creen que nació Jesucristo. En el siglo IV se construyó una primera iglesia, que fue sustituida por otra en el siglo VI tras sufrir un incendio. En la iglesia actual se conservan suelos de mosaico muy elaborados procedentes del edificio original. El sitio incluye también conventos e iglesias latinas, griegas, ortodoxas, franciscanas y armenias, así como campanarios, jardines en terraza y una ruta de peregrinación.

En el portal de Belén

Para llegar a Belén basta coger un bus de la compañía palestina que opera desde la estación de autobuses a un par de calles de la puerta de Damasco de Jerusalén. Con un poco de suerte no nos tocará ningún control militar israelí y en menos de media hora os plantaréis en el centro de Belén.

Fue en este pequeño pueblo (ahora ciudad) en el que María y José fueron a inscribirse al censo romano y María tuvo que dar a luz en un establo. En el punto donde nació Jesucristo, el emperador Constantino ordenó construir una iglesia en el siglo VI, actual basílica de la Natividad, que es la iglesia más antigua del mundo que se mantiene en funcionamiento. Esto la convirtió en un punto de peregrinación, surgiendo iglesias y monasterios alrededor, hasta que en el siglo VII Belén fue conquistada por los musulmanes. Sin embargo, se firmó un tratado en el que los invasores reconocían las propiedades sagradas a determinadas ordenes religiosas y además se permitía la libertad religiosa en la ciudad garantizando que los cristianos locales pudieran seguir profesando su fe.

Siglos más tarde, la caída del Imperio Otomano tras la Primera Guerra Mundial hizo que Belén pasara a control del Imperio Británico, y con ello se reconoció a los judíos residentes, tras dos años de serlo, la ciudadanía local, a la vez que se privaba de dicho derechos a los nativos que vivieran fuera de la ciudad. Aquí empezaron los primeros conflictos que nos llevan a la situación actual.

Con la independencia de Israel en 1948, la ciudad experimentó una explosión demográfica, ya que miles de refugiados palestinos de otras ciudades que habían caído bajo control israelí se reinstalaron en los aún hoy operativos campos de refugiados de Aida, Dheisheh y Al-Azzah. Hoy en día Belén es una ciudad mayoritariamente cristiana cuya vida gira alrededor de la Basílica de la Natividad y la plaza Manger.

La basílica de la Natividad

Me sorprendió la austeridad de la que se considera la iglesia más antigua operando, que parece más una fortaleza que un templo. La minúscula puerta de acceso, la puerta de la Humildad, fue construida por los caballeros Cruzados para dificultar un ataque y entrada a la iglesia. Agachándome, me adentré al interior de la basílica, cuyo suelo aún conserva el mosaico original de la época de Constantino, ahora protegido por vallas. Las columnas también son originales, mientras que los frescos fueron pintados por los Cruzados siglos más tarde.

Anexo a la basílica se encuentra el monasterio armenio, donde esta comunidad lleva siglos transcribiendo Biblias e iluminándolas, así como la iglesia de Santa Catalina, donde se celebra la Nochebuena más famosa del mundo cada año, retransmitida por televisión.

Bajo del coro de la basílica se encuentra la gruta de la Natividad, que suele estar abarrotada de turistas. Aún así, su iluminación con lámparas antiguas hacen del lugar muy especial, estando marcado en lugar de nacimiento de Jesús con una estrella de plata de 14 puntas, copia de la original, que fue robada en 1847, y del que se echaron la culpa entre ellas las tres comunidades cristianas que custodian la basílica: los Católicos, los Griegos Ortodoxos y los Armenios. Las tres ramas se dirimen centímetro a centímetro el control de la basílica hasta el punto de regularse hasta la propiedad de las lámparas de la gruta de la Natividad: seis son de los ortodoxos griegos, cinco de los armenios y cuatro de los católicos.

En cualquier caso, es emocionante rezar en un punto tan importante para la cristiandad, en el punto exacto en el que se posó aquella estrella que guió a los sabios de oriente a adorar al niño-Dios. Incluso los no creyentes se emocionaran al visitar un lugar tan mencionado en la infancia de millones de personas que hayan vivido en sociedades influenciadas por la religión cristiana. Desde los villancicos hasta los tradicionales "Belenes" que se plantan cada Navidad en casas de todo el mundo, el Portal de Belén es un símbolo de unidad, paz y esperanza. Y tenerlo delante no deja indiferente a nadie.

La plaza Manger

Tras salir de la basílica, y frente a la misma, vimos la única mezquita del barrio antiguo de Belén: la mezquita de Omar, construida en 1860 gracias a un préstamo de la Iglesia Ortodoxa Griega y dedicada a Omar Ibn Al Khattab, segundo califa y suegro del profeta Mahoma, que antes de conquistar Jerusalén en el año 637, paró a rezar en la Iglesia de la Natividad, donde firmó el pacto de Omar, por el que se estipulaba que la basílica se mantendría cristiana y que los cristianos permanecerían libres de promulgar su fe en Belén bajo el califato. Por tanto, esta mezquita del siglo XIX rememora otro episodio histórico de tolerancia religiosa.

Además de la mezquita y la basílica, la plaza acoge un centro internacional de estudios de la paz y por supuesto, varios restaurantes. Si hay uno que nadie se puede perder en Belén es el Afteem. Todo palestino al que le pregunté coincide: tiene uno de los mejores humus, que lleva sirviendo décadas,. Aunque si queréis probar algo diferente, también sirven masabacha, una sopa caliente de garbanzos, o fatteh, un humus más líquido con trozos de pita y piñones. Su babaganoush, pan fresco y sus crujientes falafels son también de película. Parada obligatoria al lado de la Iglesia de la Natividad. Fui allí gracias a una amiga palestina que me llevó y repetiría. Muchas veces.

El muro de la vergüenza

Muchos son los turistas que limitan su visita a Belén a la plaza Manger. Pero es necesario visitar también el resto de la ciudad, especialmente aquellos pegados al muro. Belén es uno de los lugares en Palestina donde más sencillo es para el turista observar el drama del muro. La ciudad forma parte del 3% de Cisjordania clasificado por Israel como zona A, bajo total control civil y militar de la Autoridad Nacional Palestina, por lo que los ciudadanos israelíes tienen prohibido entrar.

El muro se empezó a construir en un principio a lo largo de la denominada Línea Verde que dividía los dos futuros estados tras los acuerdos de paz que pusieron fin a la guerra de los seis días. Sin embargo, Israel ha ido apropiándose de tierras y agua asignadas originalmente a Palestina, rodeando más y más asentamientos de judíos ultraortodoxos, que han acabado dividiendo a familias palestinas, quitando parte de sus cultivos o construyendo una frontera entre sus casas y sus escuelas o centros de salud. Por ello se refieren a este muro como el del Apartheid. 

Desde el punto de vista de Israel, este muro es necesario para garantizar la seguridad de sus ciudadanos. Se trata de un muro el doble de alto que el de Berlín: 8 metros de alto de hormigón armado, incluyendo torretas en las esquinas donde se sitúan soldados, así como sensores de movimiento y cámaras de seguridad.

La controversia ha hecho que artistas de todo el mundo críticos con dicha construcción hayan llenado el lado palestino de grafittis en los que denuncian la injusticia. El más famoso es Bansky, que además, ha decorado íntegramente el hotel más famoso de Belén: el Walled Off Hotel. Además de estatuas, grafittis y cuadros en su interior, el hotel cuenta con una exposición muy completa e interactiva donde además de documentales también podremos descolgar un teléfono en el que escucharemos el aviso real que el Ejército israelí realiza a las casas de la franja de Gaza minutos antes de un bombardeo. La exposición explica de manera clara la situación de los palestinos en la actualidad y el sufrimiento que por ello padecen, gracias a cientos de fotografías, mapas explicativos, documentos reales y vídeos. Al final de la misma, una tienda vende productos originales diseñados por Bansky cuya venta está limitada a cierta cantidad por persona ya que el objetivo del autor no es vender por vender sino difundir, a través de su arte, el mensaje de la injusticia que se vive en esta tierra.

Además de los artistas, los habitantes han intentado desdramatizar en lo posible su complicada situación y además de los cientos de graffitis a lo largo de los bloques de hormigón, algunos cafés y restaurantes han aprovechado incluso para pinta allí sus menús. El muro ha pasado a formar parte de la cotidianeidad de Belén.

Finalmente, intentamos volver a Jerusalén cruzando por el checkpoint de la tumba de Raquel, pero las colas eran larguísimas y desistimos. Aún así, pude sentir en primera persona la sensación de los miles de palestinos que tienen que perder su tiempo cruzando a través de estos pasillos con cámaras de seguridad, rejas y puertas giratorias tipo prisión. Muy triste. Sobretodo porque estábamos en pleno Ramadán, se estaba poniendo el sol, y cientos de palestinos esperaban a cruzar para reunirse con sus familias y poder disfrutar de la ruptura diaria del ayuno o iftar. Por tener pasaporte europeo yo, y pasaporte con permiso especial mi amiga, pudimos tomar un taxi por otra de las carreteras para llegar a Jerusalén sin problemas con un taxi con matrícula de Israel. Los taxis con matrícula verde de Palestina solo pueden circular por las zonas A, B y C pero no por Israel per se.

Esta vez me quedé sin visitar la actual capital palestina, Ramallah, así como otras ciudades milenarias como Hebrón, Jericó o Nablús, a las que espero poder ir en mi próxima visita a esta fascinante tierra, en la que toda preconcepción queda desdibujada y en la que uno no de deja de fascinarse ni un momento. No tardaré en volver.

dijous, 18 d’abril del 2019

Ciudad del Cabo

La capital legislativa de Sudáfrica

Una de las curiosidades de la República de Sudáfrica es que son tres las ciudades que comparten la capitalidad del país: Pretoria es sede del poder ejecutivo mientras que Bloemfontein acoge el poder judicial. Ciudad del Cabo acoge el poder legislativo, siendo la sede del Parlamento Nacional. Además, cuenta con varias de las sedes de las principales empresas del país y medios de comunicación. Y es la capital turística también. No es difícil adivinar las razones: un clima estupendo, una oferta cultural y gastronómica amplia así como numerosos paisajes únicos en el mundo a poca distancia de la ciudad, además de bellísimas playas y una naturaleza exuberante.

El hotel en el que nos alojamos, el Lagoon Beach Hotel, cuenta con amplias habitaciones y muy cómodas. Y aunque es verdad que las vistas desde la piscina del primer piso son muy bonitas, nos dimos cuenta que el hotel está lejos del centro. Lo primero que hicimos fue visitar The Old Biscuit Mill, una antigua fábrica de galletas ahora sede de la escuela de arte de la ciudad y con decenas de restaurantes y galerías en pleno Woodstock, antiguo polígono industrial reconvertido en zona alternativa de ocio y creación. Ese día se celebraba el festival de la ginebra y no queríamos dejar pasar la oportunidad de probar alguna de las mejores ginebras locales, que servían con pimienta, ramas de romero y otros aderezos. Tras disfrutar de la bebida y la moderna DJ, tomamos un taxi para visitar el Victoria and Albert Waterfront, la nueva zona de ocio, compras y hoteles que ha resultado de restaurar antiguos muelles y almacenes portuarios. Cenamos en un elegante restaurante de pescados y mariscos de uno de los muelles: el Harbour House Waterfront.

El cabo de Buena Esperanza

El primer día nos levantamos temprano para hacer una excursión al cabo de Buena Esperanza, declarado como Patrimonio de la Humanidad dentro del área protegida de la región floral de El Cabo. Cuenta con una de las zonas de biodiversidad vegetal más importantes de nuestro planeta, que abarca parques nacionales, reservas naturales, áreas silvestres, bosques y cuencas hidrográficas montañosas. Todos estos elementos contribuyen a un gran incremento del número de especies vegetales endémicas en un ecosistema de vegetación arbustiva esclerófica de hoja fina. En este punto se unen dos océanos: el Atlántico y el Índico, y al que llegan los fuertes y gélidos vientos del océano Antártico. De camino hacia el Parque Nacional paramos en una granja de avestruces que había en la carretera, para ver a estos curiosos animales que parecen sacados de otro planeta. Allí se vendía de todo: desde billeteras, zapatos y bolsos hechos con piel de avestruz hasta huevos de esta ave para cocinarlos o crema de hígado de avestruz enlatada.

La escalada por las rocas para disfrutar del cabo de Buena Esperanza es inolvidable y los paisajes espectaculares. Como europeo amante de la historia no pude dejar de imaginarme al navío comandado por Vasco da Gama atreviéndose a ir más allá de este cabo y subiendo hacia la ruta de la India. Las vistas de playa Dias son una pasada. Esta playa salvaje es accesible tras una caminata, pero nosotros nos limitamos a disfrutar de sus vistas desde lo alto ya que no teníamos tiempo para ello si queríamos completar toda la ruta que habíamos planeado. 

Volvimos por la carretera sorprendiéndonos de la cantidad de babuinos y como intentaban acercarse al coche sin ningún rubor. Pusimos rumbo a la famosa playa Boulder para observar sus famosos pingüinos africanos, por cierto, los únicos que viven fuera del Polo Sur. Se trata de una playa de arena rodeada de grandes rocas de granito donde habita una colonia de estas simpáticas aves. Gracias a pasarelas de madera podemos observar hasta los nidos con los huevos y los respectivos progenitores defendiéndolos a graznidos si otros pingüinos se acercan. El control de la pesca de sardinas y anchoas en las aguas cercanas ha permitido que la población de estas aves se recupere aunque sigue estando en peligro de extinción. Uno de los tramos de la playa es de acceso libre al nado y allí es posible bañarse al lado de los pingüinos más atrevidos que se salen de su santuario y curiosean a los humanos sin ningún miedo. Nosotros no nos bañamos porque a pesar de ser el verano austral las aguas estaban heladas por las corrientes del Polo Sur.

Seguimos remontando la península del Cabo a través de la impactante Chapmans Peak Drive (la carretera M6) bordeando el Atlántico por un lado y con grandes montañas al otro, parando a comer en la bella bahía Hout y específicamente en Fish on the Rocks, un local famoso por su fish and chips de pescado y marisco fresco, del día, y que se consideran como el favorito de África (o al menos así lo anuncian en grande en su cartel). Pedimos el combo que incluye un pescado empanado tiernísimo, unos calamares a la romana deliciosos y unos gambones a la parrilla con peri peri (picante africano) que son de los mejores que he probado en mi vida tanto por calidad como por textura y sabor. Un must de Ciudad del Cabo que recomiendo encarecidamente.

Finalmente, acabamos el día relajándonos en Clifton Beach, una de las mejores playas de la ciudad, de arena blanca, dividida en cuatro secciones por enormes bloques de granito. Eso sí, sin bañarnos: como he señalado antes, las aguas estaban heladas, especialmente para un mediterráneo como yo. En verano su temperatura está por debajo de los 10 grados. No es hasta el invierno cuando las corrientes aumentan estas temperaturas hasta los 20 grados haciendo posible el baño. De Clifton me gustaron mucho las casitas que se amontonan entre la carretera y la playa, cuyos estrechos pasajes y escaleras hay que cruzar para llegar hasta la costa. Estas casas originalmente se construyeron por la municipalidad para los soldados retornados de la Primera Guerra Mundial. Hoy en día son de las casas con el metro cuadrado más caro de Sudáfrica por la privilegiada situación geográfica y sus inigualables vistas.

Esa noche cenamos en uno de los locales de moda de la ciudad: Asoka, donde es recomendable reservar ya que el lugar está siempre lleno, y no por casualidad. Además del excelente ambiente y del rápido y amable servicio, la comida es deliciosa. Se sirven tapas que se agrupan en el menú bajo aquellas de la categoría "agua" (pescado/marisco), "aire" (aves), "fuego" (vacuno/cordero) y "tierra" (vegetales/quesos). Recomiendo especialmente el filete de avestruz, la polenta frita con trufa y los tacos de atún. Cuentan con una carta de vinos de todo el mundo a precios razonables, pero lo mejor es optar por uno de los Sudafricano, especialmente porque Ciudad del Cabo está rodeada por viñedos con fama mundial. Música en directo y ambiente impecable.

Escalada a Table Mountain

Al día siguiente, aprovechando el buen tiempo, decidimos hacer la escalada de Table Mountain, el icono de la ciudad. Y lo hicimos a través de la garganta de Platteklip, una de las rutas más largas pero que permite disfrutar mejor de los impresionantes paisajes y naturaleza. Por ejemplo, de la serpiente gigante que nos cruzamos en el camino. En el parque viven hasta seis tipos de serpientes, tres de los cuales altamente venenosas. Nos dio un buen susto.

En la cima las nubes nos atravesaban con su característica humedad que helaba los huesos. Por la cima pasaban aves de todos los colores y vivían unos simpáticos mamíferos, los damanes del Cabo, muy parecidos a las marmotas, que iban de aquí para allá con sus crías. Las vistas eran inigualables.

Como estábamos hambrientos, comimos en el restaurante de la cima, que para nuestra sorpresa fue bastante bueno y no excesivamente caro, con comidas caseras y una gran variedad de platos sanos para elegir, muchos de los cuales típicos de la gastronomía sudafricana.

La bajada la hicimos en el teleférico porque estábamos agotados. Está bien porque el suelo de la gran cabina va rotando, permitiendo a todo el mundo disfrutar de todas las vistas.

La cena la hicimos en un local popular de la ciudad para probar el bocadillo más mítico de Ciudad del Cabo: el Gatsby. Para ello fuimos a uno de los locales donde mejor lo preparan, el Golden Dish. Es un bollo de pan de medio metro con carne de pollo o res especiada con masala y a la brasa con patatas fritas, salsas, tomate, cebolla, lechuga y pepinillos. Imposible acabárselo.

Navegando a la isla Robben 

La isla Robben es otro de los patrimonios UNESCO cerca de la ciudad. Desde el Victoria and Albert Waterfront salen los ferrys cada pocas horas a la isla Robben, fue utilizada en diferentes épocas, entre los siglos XVIII y XX, como prisión, base militar y hospital para grupos catalogados como socialmente indeseables. Los edificios de la cárcel de alta seguridad para presos políticos, constituyen un testimonio de la opresión y el racismo que imperaban antes del triunfo de la democracia y la libertad.

Recomiendo reservar la visita al menos con un día con antelación puesto que los tours suelen ir llenos. Nosotros llegamos temprano ese día pero al no tener entradas compradas por Internet solo quedaban plazas para el último barco de las tres de la tarde. Mientras esperábamos fuimos a ver las tiendas de productos de diseño que se alojan en los antiguos tinglados portuarios y sobretodo el mercado de comida con puestos ofreciendo las gastronomías que se han cruzado en el país: desde las traídas por los inmigrantes portugueses, holandeses o británicos hasta las influencias asiáticas de indios y malasios junto con los ingredientes platos de sur del continente africano. Por cierto, un dulce que no os podéis perder en Ciudad del Cabo: la cremosa Milktaart. Al acabar nos paseamos por la plaza Nobel para ver las estatuas de los diferentes ganadores de Premios Nobel de la historia de Sudáfrica.

Se empieza en una pequeña exposición en el muelle y de ahí salen los barcos en un trayecto de unos 40 minutos que nos dejará en una isla en la que aún viven algo más de 400 personas. Tras llegar a la isla, nos recogió un autobús con un guía que va explicando algunos de los principales puntos de este anteriormente terrible lugar.

El pueblo, construido en el siglo XIX, cuenta con una pequeña iglesia anglicana, decenas de casas de todos los tamaños, un pequeño faro, restaurantes, el cementerio, la escuela, una sala de eventos y hasta un club de campo con pistas de tenis. El bus recorre algunos de los principales puntos, muchos de los cuales abandonados o destartalados. Destaca la mansión de la isla que acogió a personalidades como Hillary Clinton o Lady Di. Allí se pueden disfrutar de unas maravillosas vistas de Table Mountain.

Lo que empezó como una comunidad de leprosos, mutó en el siglo XX a una prisión de máxima seguridad. De hecho, tras la visita al antiguo pueblo empieza la parte dura de la visita, donde nos adentramos a la antigua cárcel explicada por un antiguo preso político, lo que la hace aún más significativa. Allí nos muestran las celdas comunes y las individuales, en una de las cuales pasó años encerrado Nelson Mandela, como muchos otros, por simplemente pedir el fin del régimen del Apartheid y una democracia efectiva. También visitamos la cantera del siglo XVII, que durante los años 60 fue explotada con mano de obra esclava a través de trabajos forzados a los que obligaban a los presos políticos bajo el riesgo de ser disparados si no se esforzaban lo suficiente. Una de las torturas a las que sometían a los presos era pasar largas horas al sol sin gafas de sol por lo que la mayoría de los antiguos prisioneros, incluido el propio Mandela, padecieron de cegueras parciales el resto de sus vidas. La cárcel se cerró en los años 90 con la liberación de los últimos presos políticos.

En cualquier caso, la prisión es uno de los mejores símbolos mundiales del triunfo de la libertad y la democracia sobre la opresión y por ello la UNESCO la catalogó como Patrimonio de la Humanidad.

Esa noche cenamos en uno de los restaurantes que más me ha gustado hasta el momento: el Macau. Decoración perfecta, personal súper amable y una carta deliciosa con especialidades chinas, japonesas y fusión con elementos portugueses. Los dumplings de espinacas y queso son únicos. Pedimos tres entrantes y dos principales y estaba todo buenísimo. También el vino que nos recomendó el camarero.

Descubriendo el centro de Ciudad del Cabo

La última mañana antes de poner rumbo al aeropuerto la dedicamos a descubrir el centro de la ciudad, con sus rascacielos y edificios de los años 20. Desayunamos en uno de los sitios con mejor café de la ciudad, Truth Coffee Roasting, y luego dedicamos la mañana a deambular por las concurridas calles del centro, arboladas y animadas, destacando la mítica Long Street, donde se concentran muchos de los bares y pubs de la ciudad. Muy interesante el arte urbano que aparece a cada paso. Contrasta este barrio con los enormes rascacielos acristalados de las grandes consultoras y bancos en De Waterkant o las casitas de colores del barrio musulmán de Bo-Kaap a los pies de la alta Signal Hill.

Por las calles y avenidas de la zona podréis leer la historia de cada una de ellas en lo referente al terrible periodo que siguió a la Segunda Guerra Mundial y como la leyes del Apartheid expulsaron a miles de personas de sus hogares para separar a los blancos europeos del resto en un modelo de sociedad injusto y felizmente fracasado.


Ciudad del Cabo es una ciudad maravillosa. No cabe duda de porque es uno de los destinos de vacaciones preferidos de la creciente clase media del continente africano. Y tampoco de porqué atrae a miles de estudiantes de inglés cada año y a turistas de todo el mundo. Me dejé tanto por ver: los excelentes viñedos y bodegas de los valles interiores, el monumento de estilo brutalista a la lengua Afrikaans, el Museo de Arte Contemporáneo de África Zeitz... sin duda volveré a Ciudad del Cabo algún día. Una de las mejores gastronomías que he probado, precios más que razonables y una oferta cultural y de ocio sin igual. Por no hablar de los impactantes paisajes.

diumenge, 17 de març del 2019

Johannesburgo

La ciudad más rica de África

Johannesburgo, la capital económica de Sudáfrica (la política es Pretoria), es también la ciudad más grande y rica de África. A la ciudad se la conoce por múltiples nombres: JoBurg, Jozi o JHB. Es curiosa, diferente a cualquier otra, aunque se parece a muchas ciudades norteamericanas por su estructura urbana donde por desgracia el coche es casi imprescindible. Es enorme y caminarla se hace complicado, más allá de paseos que podamos dar por determinadas zonas, muchas de ellos "privatizadas". Contrastan sus barrios de rascacielos como Braamfontein con los de elegantes mansiones como Rosebank. 

La visité por primera vez en pleno verano austral, a mitad de febrero, con unas temperaturas muy agradables, entre 30 y 15 grados, y un tiempo soleado, excepto una de las noches que descargó muchísima agua una potente tormenta de verano.

 Aprovechando ese buen tiempo, el primer día almorzamos en una terraza de Milpark, una antigua zona industrial ahora arbolada con tiendas de ropa de diseñadores independientes y cafés de comida sana. En concreto, probamos el delicioso Salvation Café, perfecto para un brunch saludable con las verduras y hortalizas como protagonistas.

Tras darnos una vuelta por el barrio de nuestro apartamento, nos dirigimos a la concurrida calle Siete de Melville, una antigua zona deprimida que ahora bulle con restaurantes a la última y tiendas de diseño independientes, esta vez de muebles y objetos de decoración.

Cenamos en Lucky Bean, donde todos los platos se basan en las legumbres locales. Tiene una decoración curiosa iluminada por velas en un entorno calmado donde saborear algunos platos sudafricanos cocinados con ingredientes frescos. Cuenta con muchas opciones vegetarianas como la calabaza asada con queso fresco local, sublime. De platos principales, el pollo asado al limón no estaba mal pero de sabor algo aburrido. Lo que si estaba buenísimo eran las boerewors (unas salchichas afrikaneers, es decir, de los europeos africanos) y el umngqusho (unas legumbres locales con unas salsas de tomate y cebolla con chakalaka). 

Tras la cena, el ambiente anima a tomarse algo en alguno de los locales de la calle Siete llenos de gente disfrutando de la noche. Es increíble lo barato que es beber en JoBurg: un gin tonic con ginebra de calidad local, bien hecho con su ramita de romero y su pimienta cuesta menos de 4 euros. Y por no hablar de los excelentes vinos sudafricanos.

De Rosebank a Soweto

La mañana siguiente la empezamos temprano yendo al elegante barrio residencial de Rosebank, donde se coge la línea verde del bus turístico que recorre los puntos más importantes de la ciudad, junto con la línea roja. Rosebank es el barrio más arbolado de la ciudad y por tanto donde mejor se aprecia el hecho de que a JoBurg se la considere como el mayor bosque creado en el mundo. Todos los árboles de la ciudad y alrededores han sido plantados por el ser humano, ya que antes de ser una ciudad, esto era un páramo. El punto más importante de Rosebank es el zoo y el parque del lago, fundado en 1904 gracias a la donación de uno de los vecinos más ricos de la época, que puso como condición de que lo disfrutaran todos los habitantes de Johannesburgo gratis. Esto hizo que el lugar fuera de los pocos entornos públicos que no se sometieron a las inhumanas leyes del Apartheid que rigieron entre 1948 y 1992. Con el fin de evitar que la población negra y asiática acudiera al parque, ya que legalmente no podía prohibirlo en cumplimiento de dicha condición del donante, el gobierno del Apartheid declaró a las zonas residenciales más cercanas solo para blancos y se dificultó el transporte público para llegar al parque.

El autobús recorría los bellos bulevares de este barrio de élites para acabar subiendo hasta lo alto de la Constitution Hill, donde intercambiamos al bus rojo. En este nuevo recorrido vimos la moderna Corte Constitucional y nos adentramos en los barrios centrales de la ciudad, llenos de rascacielos de estilo brutalista, destacando la torre Ponte o el Carlton Centre, que desde 1973 es el edificio más alto de África con 50 pisos. El distrito minero, germen JoBurg, que surgió por la atracción de miles de personas que buscaban las oportunidades creadas por las minas de oro que rodeaban la ciudad. Ahora es un barrio de edificios elegantes y altísimos rascacielos, muchos de ellos vacíos. En muchas de las calles aún se conservan las torres metálicas de las antiguas minas y también se han instalado monumentos a los mineros que murieron en las profundidades. Otro de los monumentos que destacan es el dedicado al joven Ghandi como abogado que ejerció parte de su carrera profesional en el país africano y que experimentó en primera persona las injusticias del Apartheid, cuando le prohibieron subir por el ascensor principal de un edificio de oficinas, ya que el no era de raza europea.

El autobús continuaba su ruta saliendo a los barrios periféricos de la ciudad, alrededor de los cuales se ven numerosos montículos amarillentos, que son en realidad montañas de tierra sacada de las excavaciones mineras del que fuera uno de los yacimientos de oro más importantes del mundo. El autobús continúa hasta llegar al Casino y Hotel de Gold Reef City, un parque de atracciones dedicado al mundo de la minería donde se puede visitar una mina de oro real.

Allí volvimos a bajar para tomar el minibus que nos llevaría a la mega ciudad de Soweto, acompañados de un residente de esta peculiar zona. Aunque antes paramos ante el bello estadio del FNB, donde España ganó su primer mundial. El recinto, que es el estadio de fútbol más grande del mundo, imita una calabaza sudafricana, usadas para fermentar cerveza tradicional, representada en las ondulaciones amarillentas de la cubierta. La fachada está recubierta de diferentes azulejos con tonalidades rojas, anaranjadas y amarillentas.

Recorriendo Soweto

Este barrio hecho de casas iguales construidas por los sucesivos gobiernos, se levantó para recolocar a la población negra expulsada del centro de la ciudad. Tradicionalmente fue un barrio pobre y marginado, que fue creciendo hasta contar ahora con millones de vecinos. Tras el find del Apartheid, allí se construyó uno de los hospitales punteros del país, se reordenó el transporte público y se mejoraron los equipamientos con escuelas, bibliotecas y estadios deportivos. Visitamos alguno de los puntos más importantes de la zona como las torres Orlando. Estas torres, que fueron una central eléctrica de carbón, se desactivaron en los 90 y se reconvirtieron en un centro de ocio. Se pintan cada cierto tiempo con grandes murales (una de las torres sufragada por publicidad) y entre ellas se colocó un puente para todo aquel que quiera probar el lanzarse con cuerdas.

También visitamos el Memorial de Hector Peterson, una plaza ahora con monumentos y frases que recuerdan la lucha contra el Apartheid que empezó justo allí con la revuelta de miles de jóvenes estudiantes de Soweto que, enfadados con las clases masificadas y las malas infraestructuras con las que contaban en comparación con los blancos, decidieron no callarse ante la imposición finalmente del Afrikaans como lengua única de enseñanza, marginando el zulú, el inglés y otras lenguas africanas, lo cual aumentaba aún más sus desventajas en el sistema educativo. Ese primer día de protestas la policía del régimen del Apartheid las reprimió con perros y armas, matando a muchos, incluido al propio Peterson de 13 años, que ahora cuenta con un memorial sobre todos esos terribles hechos.

Más adelante, podréis caminar por la animada calle Vilakazi, la única del mundo en la que vivieron dos premios Nobel: Nelson Mandela y Desmond Tutu. Allí se encuentran sus dos casas familiares. La de Mandela se ha reconvertido en un museo que se puede visitar.

El Museo del Apartheid

Tras la visita a Soweto, volvimos a Gold Reef City donde al lado se encuentra el Museo del Apartheid, sumamente interesante. De hecho, si solo tenéis tiempo para visitar un museo de la ciudad, os aconsejo encarecidamente que sea este. Además del propio diseño del edificio en sí, el museo ofrece la historia de como se estableció, se luchó contra y se abolió el sistema del Apartheid, en el que se separaba a blancos o "europeos" del resto: negros, colorados, asiáticos... etc.

Con la entrada, te clasifican de forma aleatoria como europeo y no-europeo, entrando por lugares diferentes de las personas con las que estés visitando el museo, para experimentar, aunque brevemente, las sensaciones de aquella sociedad racista del siglo XX. Fotografías, vídeos y todo tipo de objetos (incluyendo un gran vehículo antidisturbios con el que la policía reprimía las protestas contra la segregación) forman un interesante recorrido a través del cual entenderemos mejor lo que pasó en Sudáfrica desde la II Guerra Mundial hasta la aprobación de la Constitución de 1996 y como se resolvió una situación de fractura social tal con elementos clave como el trabajo de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación. 

La cuna de la humanidad

Otro lugar interesante que visitar es alguno de los sitios de las excavaciones de homínidos fósiles alrededor de la ciudad, donde se cree que vivieron los primeros humanos. De hecho aquí se encontró, en 1924, el célebre cráneo fósil de Taung, perteneciente a un espécimen de australopiteco africano. El valle de Makapan está lleno de grutas con vestigios arqueológicos que atestiguan la presencia de un asentamiento humano de 3.300.000 años de antigüedad. Los fósiles encontrados han permitido obtener pruebas de la domesticación del fuego por parte del hombre en una época cuya antigüedad oscila entre 1.800.000 y 1.000.000 de años. Estos lugares fueron declarados patrimonio de la humanidad por la UNESCO.

Empezamos la visita al centro de visitantes de Maropeng, donde un moderno museo explica el origen y evolución del ser humano, con un recorrido en barca por un túnel de los cuatro elementos muy bien hecho, y una pasarela giratoria del origen del universo que marea mucho. El edificio está parcialmente cubierto por hierba y en los alrededores hay serpientes, así que cuidado. A la entrada del mismo existe una gran colección de esculturas metálicas a tamaño real con estatuas de los hombres y mujeres que fueron clave en la lucha por la libertad de Sudáfrica, encabezados por Mandela pero al que le siguen personalidades de todo tipo, donde a mí me llamaron la atención Fidel Castro y Olof Palme, por su papel clave en el bloqueo al régimen del Apartheid y su apoyo a una Sudáfrica unida.

Muy cerca se encuentran las cuevas de Sterkfontein, donde circuitos guiados con casco nos adentrarán en las profundidades de la tierra, para admirar gigantescas estalactitas y estalagmitas, además de un lago subterráneo de aguas cristalinas que se cree tiene kilómetros de profundidad (los submarinistas que han intentado llegar al fondo nunca han llegado a él). En estas cuevas es donde por ahora se han encontrado los fósiles de seres humanos más antiguos y esto se debe a que cayeron accidentalmente en ellos (por las altas hierbas que cubrían alguno de los agujeros) y gracias a las condiciones de temperaturas y humedad, los huesos acabaron fosilizados.

Gastronomía de calidad

El último día nos paseamos por el mercado del fin de semana que se localiza en uno de los rascacielos abandonados de Braamfontein, donde se puede degustar comida de todos los países del mundo, escuchar jazz y músicas africanas en directo o comprar decenas de productos artesanales en su mercadillo. Además, el propio Braamfontein cuenta con rascacielos con diseños curiosos o arte urbano en sus paredes. Destaca el perfil de una mujer realizado con cientos de platos de diferentes tamaños en tonalidades del blanco al azul oscuro y algunos tonos amarillos.

Cenamos en Urbanologi, situado en una antigua fábrica. Este amplio local produce sus propias cervezas y todos sus platos usan ingredientes que se cultiven o críen a menos de 2 horas en coche de Johannesburgo. Además de pedir la muestra de cervezas para probarlas, también optamos por tapas variadas, de las que la tempura de shitake destaca por su sabor. El resto estaban buenas pero no sobresalientes. Descartad la ensalada con yogur de cabra, no vale mucho la pena. El postre de helado de rosas con ruibarbo fresco estuvo bien.

Johannesburgo es una ciudad con muchas atracciones, una gran oferta cultural, un panorama gastronómico muy bueno y una corta pero fascinante historia de lucha por los derechos civiles. Es también el mejor ejemplo de convivencia de la nación arco iris que es Sudáfrica, con sus iglesias, sinagogas y mezquitas conviviendo en paz, y con un crisol de razas que sigue luchando día tras día por coser las heridas que el Apartheid dejó.