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dijous, 15 de setembre del 2022

Liubiana

De campamento militar romano a ciudad de provincias de los Habsburgo

Cuenta la leyenda que Ljubljana fue fundada por Jasón, héroe mitológico griego que robó el velloncillo de oro del rey Ayat, y luego navegó en el barco "Argo" desde el mar Negro, remontando el Danubio, luego el Sava y finalmente el Ljubljanica, hasta llegar a donde se encuentra hoy la capital eslovena. Allí, tras matar Jasón a un dragón, fundó una pequeña aldea, para luego desmantelar el barco, transportarlo hasta el mar Adriático y regresar a Grecia.

En cualquier caso, lo que sí está confirmado es que aquí vivieron varias tribus hasta que los romanos construyeron un campamento militar en lo alto de la colina Grajska Planota, donde luego los Habsburgo construirían un castillo en el siglo XIV, para que sirviera de residencia del gobernador de esa parte del imperio. La mayoría de estructuras actuales son restauraciones de elementos del siglo XVI.

Podéis empezar la visitar por aquí: ya sea tomando el funicular (largas colas en verano) o mejor, caminando por unas empinadas calles y senderos por los que tardaréis menos de 15 minutos en subir. Vale la pena disfrutar de las vistas de la ciudad desde el castillo. 

Durante la época de los Habsburgo, se inauguraron numerosas obras públicas, como el bello puente de los dragones, de estilo art nouveau, con dragones que recuerdan la fundación mitológica de la ciudad por Jasón. Muchos edificios de esta época de estilo de la secesión vienesa son el Hotel Unión o los grandes almacenes situados no muy lejos. 

La capital de Eslovenia

Tras la Primera Guerra Mundial y el colapso de la monarquía austro-húngara, el pueblo esloveno se unión al Reino de Serbios, Croatas y Eslovenos en 1918. De esta época es la plaza Presernov, punto central de la ciudad y presidida por una estatua del poeta más importante de Eslovenia. En este país, la clave de su supervivencia ha sido la lengua. Por eso no dedican su plaza más importante a ningún militar ni político, sino al mayor poeta en su lengua. Los eslovenos siempre han vivido repartidos en varios imperios: el veneciano, el austro-húngaro, el otomano... y lo único que les mantuvo unidos fue la lengua. La primera vez que se permitió enseñar esloveno en las escuelas fue en 1809, tras la invasión napoleónica, que desgermanizó el sistema educativo.

En verano, el ayuntamiento instala un pequeño sistema de lluvia artificial para que los viandantes se refresquen. Al otro lado del río se encuentra el casco histórico, o Staro Mestom, una estrecha franja de tierra entre el río y la colina, donde las callejuelas se extienden cortadas por tres largas plazas. Aquí el barroco es el rey pese a que se conserva el entramado urbanístico medieval. Destacan el ayuntamiento, la catedral de San Nicolás o la fuente Robba.

En el periodo de entreguerras, la ciudad adquirió gran parte de su actual aspecto, en gran parte debido a las obras del arquitecto Jozê Plecnik, que la embelleció con su estilo minimalista de puentes, edificios, columnas o farolas. De hecho, sus obras fueron declaradas patrimonio de la humanidad por la UNESCO, por su concepción urbana centrada en lo humano. Esta transformación se basó en un diálogo arquitectónico con la ciudad antigua que al tiempo servía a las necesidades de la emergente sociedad moderna del siglo XX. Plazas, parques como el Tivoli, calles, paseos, puentes e instituciones públicas como la biblioteca nacional, varias iglesias y mercados y hasta un complejo funerario; se integraron con sensibilidad en el contexto urbano, natural y cultural preexistente y contribuyeron a la nueva identidad de la ciudad. 

Este enfoque urbanístico altamente contextual y a escala humana, así como el lenguaje arquitectónico distintivo de Plečnik, se distinguen de los demás principios modernistas predominantes en su época. Se trata de un caso excepcional de creación de espacios públicos, edificios y zonas verdes según la visión de un solo arquitecto en un tiempo y espacio limitados de una ciudad existente y con recursos relativamente limitados. De hecho, el arquitecto reutilizó muchos materiales en obras como la biblioteca nacional, completada en mitad de la II Guerra Mundial (1941). Una pena que no pude entrar por sus complejos horarios, pero aún así, el exterior es espectacular: mezclando viejos materiales con nuevos, creó un edificio único y se considera su obra maestra.

Otra de sus obras más famosas es el puente triple, originalmente uno, y reformado por Plečnik, que le añadió además dos puentes laterales peatonales (ahora ya está peatonalizado también el puente central). Los decoró con balaustradas y fanales de piedra que aún a día de hoy siguen pareciendo innovadores.

Finalmente, también destaca su mercado central, que es en realidad una operación urbanística. El mercado se extiende desde el puente triple hasta el puente de los dragones. La parte cubierta cuenta con restaurantes interesantes para probar comidas típicas. La plaza, con los puestos de frutas y verduras locales, es ideal para proveerse de género fresco. Y para carnes, pescado, comidas preparadas, queserías o panaderías, hay que ir a al bajo de uno de los edificios de la plaza del mercado. Aprovechando la visita al mercado, podéis pedir un trozo de potica, que es un rollo de frutos secos que se toma para desayunar, merendar o de postre.

Encontrareis farolas y elementos urbanos del arquitecto por numerosas calles. También merece la pena darse un paseo por el parque Tivoli, reformado por Plečnik con muy buen gusto, donde también se encuentra el Centro Internacional de las Artes Gráficas.

Una ciudad comunista primero, y sostenible después.

Tras la II Guerra Mundial, Eslovenia se convirtió en una de las repúblicas de la Federación Yugoslava de Repúblicas Socialistas. Eslovenia se convirtió en la locomotora del régimen de Tito: con solo el 8% de la población generaba el 20% del PIB yugoslavo.

La plaza de la república es el mejor lugar para ver grandes edificios y farolas brutalistas, herederas de esa época. No muy lejos se encuentra el conocido como "rascacielos", que fue el edificio más alto de la antigua Yugoslavia. Subid al "rooftop" y disfrutad de las vistas con una bebida mientras suena música "chill-out". Una gran manera de acabar un día en la ciudad.


En 1991 se convirtió en la primera república en proclamar su independencia en una guerra corta, de tan solo 10 días. En 2004 se adhirió a la Unión Europea y en 2016 Ljubljana se convirtió en la capital verde europea de ese año. Y ello porque en 2012 prohibió los coches en su centro histórico, llenó la ciudad de árboles y plantas, hasta encima de las paradas de autobús. Además, el agua potable está muy disponible en decenas de fuentes públicas.

El tráfico rodado está restringido en el centro, dejando las orillas del río Ljubljanica libre para peatones, ciclistas y terrazas, lo cual la hace más agradable si cabe. Y para probar comida local, os recomiendo el Druga Violina, donde personas con diversidad funcional sirven especialidades eslovenas. Pedí los zlikrofi (unos raviolis rellenos de queso, beicon y cebolleta con salsa de setas enteras) muy ricos. Y de postre, prekmurska gibanica, una tarta a base de finas capas rellenas de semillas de amapola, otra de nueces, otra de manzana y otra de queso, y con nata por encima. Súper rica.

En la zona peatonal del centro histórico se encuentra otro restaurante con una agradable terraza: SISI, que sirve comida internacional rica a precios razonables. Su carta es muy corta, lo que ya es una buena señal: hacen pocas cosas pero las hacen bien. Los tés helados caseros están muy ricos. Pedí risotto con gambas y trufa, y la ración es grande (y estaba muy bueno). De postre, higos con crema infusionada de lima, muy rico también. Y todo a precios muy razonables para ser una calle tan turística de Liubliana con un personal amable y rápido.

Se me hizo corta la estancia en la capital eslovena y me queda pendiente entrar en la biblioteca nacional y visitar sus museos. Seguro que volveré a esta ciudad de cuento.

Excursión al lago Bled

La excursión más popular para hacer desde Ljubjana es ir al lago Bled, especialmente en verano. Pese a que se puede ir en tren desde Ljubljana, luego habrá que tomar un bus de la estación al lago, ya que están lejos, por lo que lo más cómodo es tomar un bus directo de los que salen de la estación de autobuses de la capital que os dejará a orillas de Bled. 

Este lago verdeazulado es espectacular, con una pequeña iglesia en medio de un islote, un castillo medieval encaramado en una de las montañas de su orilla y varias cimas de los Alpes como telón de fondo. Como fui en agosto, estaba atestado de gente, que aprovechaba para disfrutar de su belleza y de paso, refrescarse en sus aguas.

Lo mejor que hacer nada más llegar es recorrer el sendero de su orilla, de 6 kilómetros, para disfrutar del paisaje, ver a la gente bañarse, subir al castillo para dar un vistazo y fichar algún restaurante para comer luego (a no ser que os hayáis traído picnic). Hay varias fuentes diseminadas por el recorrido.

Respecto al castillo, situado en una de las colinas a las orillas del lago, cabe decir que es el más antiguo del país, construido en el siglo XI de estilo románico. A los pies del mismo hay una agradable playa de césped (de pago) que es perfecta para bañarse en recintos protegidos del lago e incluso disfrutar de los enormes toboganes instalados. Cuenta con tumbonas, taquillas y sombrillas.

Justo al lado se encuentra la agradable terraza del restaurante Grajska Plaza, a orillas del lago, que cuenta con una barbacoa donde cocinan carnes y verduras. Opté por el cerdo a la parilla, que estaba extremadamente jugoso, acompañado de gnocchi caseros en salsa de trufa y ciruela absolutamente exquisitos. El personal es muy amable y rápido. 

Reservaos espacio para el postre: lo mejor es aventurarse a la Slascicarna Zima, una pastelería del pueblo donde degustar la especialidad de Bled: la kremma rezina, una capa de crema de vainilla recubierta de nata montada entre dos capas de hojaldre. Deliciosa.

dimecres, 7 de setembre del 2022

Belgrado

La ciudad blanca

Belgrado significa en serbocroata "la ciudad blanca", pero de blanca no tiene nada. En general el color predominante es el gris cemento con el verde de sus calles y bulevares arbolados. No es una ciudad especialmente bonita, pero es muy dinámica y animada. Los serbios son gente amable y fiestera, encantados de recibir a visitantes extranjeros a su capital. Siempre se extrañan cuando les dices que estás en Belgrado para hacer turismo. Y eso la hace especialmente encantadora: es una de las grandes ciudades europeas libres (aún) de la turistificación que ya sufren la mayoría. 

Aquí confluyen los ríos Sava y Danubio, pero también estilos arquitectónicos de muchas épocas, que se mezclan sin armonía por sus calles: palacetes art-nouveau, restos de la época de los Habsburgo, vestigios otomanos y mucha arquitectura socialista, confrontada con el nuevo ultramoderno Belgrade Waterfront, financiado por los Emiratos Árabes Unidos, donde crecen acristalados rascacielos contemporáneos de oficinas, viviendas y hoteles de lujo. La ciudad ha sido bombardeada tantas veces a lo largo de la historia que no es extraño ver en la misma calle un bloque de viviendas brutalista pegado a un elegante edificio neoclásico del XIX y a una casita de la época medieval.

Nosotros nos quedamos en el Metropol Palace, un hotel de cinco estrellas de la época socialista totalmente renovado. Es verdad que no está en el pleno centro de la ciudad, pero aún así el barrio es agradable y no se tarda nada en llegar al centro en taxi. La habitación era amplia y cómoda; y el personal de recepción muy amable. Además, cuenta con un completo gimnasio, una sauna estupenda y una buena piscina interior que usamos varios días tras los paseos por la ciudad. Asimismo, acudimos muchas noche al bar de la azotea para relajarnos y disfrutar de una bonita panorámica de la ciudad.

Kalemegdan

Lo mejor es empezar la visita donde nació Belgrado, en la colina que se alza en la confluencia de ambos ríos. Aquí se asentaron los celtas y luego los romanos, que llamaron al asentamiento Singidunum. La fortaleza, reconstruida por austrohúngaros y otomanos, ha resistido más de 115 batallas. Ahora es un agradable lugar para pasear y sobre todo, disfrutar de la impresionante puesta de sol sentados en las murallas que dan al río.

De la época otomana queda poco. Además de la herencia gastronómica, tan solo se alza en pie una mezquita de Belgrado, de 1577, pequeña pero bastante representativa. Se puede visitar en la calle Gospodar-Jevremova. 

En 1815, los serbios consiguieron expulsar a los otomanos, tras una dominación de más de 400 años, y basaron gran parte de su nacionalismo en la importancia de la Iglesia Ortodoxa Serbia. De esta época de la expulsión otomana, aún opera "Kafana ?", donde sirven comida tradicional serbia en una kafana de 200 años, la más antigua de Belgrado. Originalmente se llamaba "Kafana junto a la catedral" pero unas disputas con la iglesia ortodoxa la forzaron a cambiar a este original nombre. Nos metimos en su agradable terraza arbolada y pedimos como entrante su ajvar casero, una salsa de pimientos asados con berenjenas, ajos y aceite. De principal pedí un goulash muy soso. Lo que estaba algo más bueno eran unas hojas de repollo rellenas de arroz y carne picada. El café turco no está nada mal.

El Belgrado imperial

Tras ver los orígenes de la ciudad y la mezquita otomana, nada mejor que dirigirse a Skadarska, una calle empedrada con unas pequeñas y famosas escaleras, punto de encuentro de los belgradeses aún hoy. A principios del siglo XX era la más bohemia de la ciudad. En sus viviendas se afincaron actores, pintores y poetas. Actualmente está llena de restaurantes y cafeterías con animadas terrazas, que siguen siendo frecuentadas por muchos artistas serbios. De hecho, cenamos dos veces por aquí, la primera vez en un restaurante sin más donde pedimos las famosas cevapi, o salchichas sin piel consideradas plato nacional, acompañadas de patatas fritas, kajmak (una espesa crema de queso serbio) y la omnipresente ensalada serbia "sopska salata", con trozos de tomate, pepino, cebolla y un pimiento verde picante.

La segunda cena en Skadarska fue en Dva Jelena, un sitio centenario donde además de disfrutar de comida serbia casera, también hay actuaciones en directo de músicos tradicionales. Nos sorprendió que muchos comensales pedían canciones tradicionales rusas. Y es que Belgrado es uno de los pocos sitios donde pueden seguir viajando los rusos sin restricciones. En cualquier caso, pedimos la  hamburguesa serbia o “pljeskavica” rellena de bacon y quesos, servida sin pan y acompañada de patata hervida. 

Otra de las paradas imperdibles de esta época imperial es la pekara Trpkovic, en la calle Nemanjina 32. Fundada en 1905, esta panadería aún guarda la estética de principios de siglo XX. En ella se forman colas de aquellos que quieren desayunar burek (empanadas de hojaldre rellenas de queso, verduras o carne herencia de la época otomana), y que se acompañan de yogur líquido como bebida. Por supuesto, también ofrecen dulces de inspiración vienesa adaptados a la realidad yugoslava así como otras creaciones influenciadas por los italianos. 

Cabe recordar que tras la expulsión de los otomanos en 1815, Serbia quedó bajo control austrohúngaro. De esta época quedan muchos edificios de estilo de la secesión vienesa o art nouveau. En 1878, los serbios se independizaron y tuvieron, por fin, su propio Estado. Un buen lugar para repasar la historia serbia de la época es en el museo nacional, situado en la plaza de la República.

La época comunista

Tras la Segunda Guerra Mundial, Yugoslavia se libró de nazis y fascistas por sí misma, con la organización de los partisanos, sin ayuda ni de los ejércitos británico o estadounidense y tampoco del ruso. Los serbios se libraron también del control del régimen croata de la Ustacha, títere de los nazis. Y por ello, el líder de los partisanos, el mariscal Josip Broz, "Tito", construyó una federación socialista diferente e independiente de los dictados de la URSS. Por ejemplo, los yugoslavos podían viajar a cualquier país con libertad. Además, se permitía la propiedad privada de tierras así como de pequeñas tiendas y negocios.

Tito empezó a construir un Nuevo Belgrado, ahora un barrio de la ciudad al otro lado del río Sava, siguiendo las utopías urbanísticas socialistas, con grandes bulevares, gigantescos espacios verdes y enormes bloques de construcción brutalistas. Destaca el Palacio de Serbia, antiguo Palacio de la Federación, desde donde se gobernaba la ex Yugoslavia. Hoy acoge las sedes de siete ministerios serbios.

Además de los icónicos edificios de apartamentos socialistas de Nuevo Belgrado, también están construyéndose nuevos bloques ultramodernos aquí, por ser un barrio tranquilo lleno de parques perfecto para las familias jóvenes serbias. También se abren aquí nuevos locales como el Bela Reka, un sofisticado restaurante de comida tradicional serbia cocinada con ingredientes bio de excepcional sabor. La salchicha rellena de queso (homolje) estaba magnífica. 

El museo de Yugoslavia es un excelente lugar para profundizar en esta interesante parte de la historia Serbia y del resto de los Balcanes occidentales. Fotografías, obras de arte, objetos de uso cotidiano, vídeos... el museo es muy interesante. Además, al estar localizado en los jardines de la Casa de las Flores (antigua residencia de verano de Tito), aún se puede visitar dicha casa donde ahora se encuentra el mausoleo del antiguo dictador yugoslavo. Tito fue muy activo en política exterior: de hecho fue el creador e impulsor del movimiento de países "No alineados", que se resistían a elegir el bando estadounidense o el soviético. Tras la muerte del mariscal en 1980, líderes de todo el mundo acudieron a sus funerales, destacando los de países no alineados como Egipto, Ghana, Cuba, Indonesia o Kuwait.

Por supuesto, el régimen de Tito no dejaba de ser una dictadura y miles de muertos y torturados sufrieron su brutalidad.

El Belgrado del siglo XXI

Tras el derrumbe de la ex Yugoslavia, y las guerras balcánicas, Eslovenia, Croacia, Bosnia-Herzegovina y Macedonia del Norte declararon su independencia a principios de los 90. Terribles campañas de limpieza étnica se llevaron por todos los lados, siendo los bosniacos los que las sufrieron especialmente de manos del ex líder del Partido Comunista de Yugoslavia, reconvertido a presidente serbio, Slobodan Milosevic.

En 1999, Belgrado volvió a sufrir bombardeos, esta vez de la OTAN, que buscaban forzar a Milosevic a que pusiera fin a la represión de los albaneses en Kosovo. Como recuerdo, aún se pueden ver las ruinas bombardeadas del ministerio de Defensa Yugoslavo, cuya estructura sigue en pie y desde la calle se ven oficinas desvencijadas a las que les falta la otra mitad.

Otro lugar interesante es el museo de Nikola Tesla, situado en una de las mansiones del elegante barrio de Palilula, explica su vida y, sobre todo, sus inventos a través de artilugios activados por los guías en los que ver las diferentes aplicaciones y efectos de la electricidad y los gases nobles. Algunos experimentos impresionan mucho. Aquí también reposan las cenizas de Tesla, encapsuladas en una esfera dorada. 

Otro lugar interesante es la iglesia de Sveti Sava, la segunda mayor iglesia ortodoxa del mundo, cubierta de mosaicos dorados impresionantes, y consagrada en 2004. El objetivo de los arquitectos era replicar la grandiosidad de Santa Sofía. La verdad es que es bastante impresionante y muestra el auge de la religiosidad en Serbia. Pero esto no impide que los habitantes de la capital amen la fiesta, encontrándose abiertos bares y clubs casi todos los días de la semana, con un pequeño inconveniente: está permitido fumar en interiores.

También en los restaurantes, por lo que siempre que pudimos optamos por comer en terrazas. Uno de los restaurantes más representativos de la comida balcánica contemporánea es el "Iva New Balkan Cuisine", donde reinterpretan platos e ingredientes de la zona. Es un buen lugar para probar especialidades locales presentadas de una manera innovadora. Los cócteles son estupendos y el personal bastante atento. De entrante pedimos queso al horno, col, miel, nuez, pan tostado y mermelada de higo. También berenjenas asadas y empanadas así como lengua de vaca cortada en finas tiras. De principal pedí una especie de pasta serbia con crema de avellanas caramelizada y espuma de alcachofa que estaba espectacular.

Otros locales estupendos son las heladerías Crna Ovca "Oveja Negra": en ellas recomiendo el helado de "plazma", la típica galleta yugoslava, además de muchos otro sabores tradicionales o innovadores.

Finalmente, no os podéis ir de Belgrado sin pasar por "Ferdinand Knedle", una alegre cafetería en la que se sirven "gomboces", unos buñuelos fritos de patata rellenos de ciruela en su versión tradicional, aunque aquí también los venden rellenos de muchas otras cosas dulces pero también saladas.

Me faltaron ver muchos más rincones y secretos de la ciudad, pero me di cuenta que, Belgrado, no es una ciudad turística al uso sino que lo mejor es que te la enseñe alguno de sus habitantes, puesto que todo gira alrededor de estos: los turistas, como si no existiéramos. Y eso me encantó.

dijous, 11 d’agost del 2022

Sofía

La capital de Bulgaria

Bulgaria es un país con poco turismo. De hecho, la mayoría se concentran en sus montañas en invierno para esquiar barato o en sus resorts del mar Negro para veranear a buen precio. Muy pocos se aventuran a descubrir su pequeña pero curiosa capital: Sofía.

Ante un verano de caos aéreo y saturación de los principales destinos, optamos por una capital sin apenas turismo y con unos precios más que razonables, para descubrir un país nuevo sin agobios y sin quedarnos sin ahorros.

Ulpia Serdica

El origen de la ciudad está en la llamada Ulpia Serdica, fundada tras la conquista romana de la región en el 29 después de Cristo. Para comprender mejor esta época se pueden visitar los fragmentos de varias calles romanas que se descubrieron durante la excavación del metro. Se pueden ver en los alrededores de la parada de metro "Serdica". En mitad de los mismos hay una pequeña iglesia del siglo XIV. Pero la iglesia más antigua de la ciudad se encuentra en el patio que hay en mitad de las oficinas presidenciales y el Hotel Sofia Balkan: la iglesia de San Jorge, que además tiene una doble capa de frescos de época romana y medieval muy interesantes.

La ciudad creció y alcanzó gran riqueza durante la época de Constantino el Grande, en cuya época se origina el actual nombre de la ciudad: el emperador ordenó construir la iglesia de Sveta Sofia, de estilo basilical romano, y la gente empezó a referirse a la ciudad como Sofía.

Ciudad otomana 

Posteriormente, tras guerras entre búlgaros y bizantinos, la ciudad fue cambiando de dueño hasta que en 1382 fue adherida al Imperio Otomano. De esta época queda la principal mezquita de la ciudad: la Banya Bashi, antiguamente rodeada de baños turcos. No muy lejos, quedan aún gran cantidad de fuentes públicas de las que brota agua mineral caliente y que los búlgaros siguen usando para llenar sus garrafas. Una pena que actualmente ya no existan baños públicos ni spas pese a encontrarnos en uno de los mayores yacimientos de agua mineral del mundo.

La nueva capital de Bulgaria

Liberada de los turcos en 1878, se convirtió en la capital de la nueva Bulgaria. En su liberación participó el Ejército ruso, con 200.000 soldados muertos en dicha labor. Por eso, en agradecimiento, los búlgaros construyeron la iglesia memorial de Aleksander Nevski, un soldado ruso del siglo XIII. La iglesia, de estilo neobizantino, es impresionante. Muchas otras iglesias neobizantinas aparecieron por los diferentes barrios, incluyendo la catedral de Sveta Nedelya, que preside el bulevar peatonal más concurrido de la ciudad: Vitosha. 

La nueva Casa Real búlgara se hizo construir un palacio real frente al principal jardín de la ciudad (antiguos jardines reales), de estilo vienés, residencia oficial de la familia real búlgara hasta la llegada al poder de los comunistas. De esta época también es el diseño de los trajes de la Guardia Real, ahora transformada en guardia presidencial pero que mantienen los trajes típicos. Se puede ver el cambio de guardia a cada hora frente al actual palacio presidencial. Se trata de una ceremonia sencilla pero vistosa que os recomiendo ver.

La ciudad empezó a ver como se construían nuevos edificios para darle el aspecto de capital del nuevo reino de Bulgaria. Muchos diseñados por arquitectos vieneses, como el teatro nacional, o la nueva sinagoga sefardí, un impresionante edificio de estilo morisco, segunda de Europa en tamaño. Su enorme lámpara de latón pesa más de 2200 kg. No dudéis en visitarla, la entrada son menos de dos euros.

La ciudad comunista

Bulgaria fue uno de los miembros del Eje, junto a Alemania, Japón e Italia. Los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial por parte de los Aliados arrasaron la ciudad, lo que permitió al nuevo régimen socialista que se instaló después, construir altos bloques de viviendas e imponentes edificios de estilo realista-socialista en el centro. Los edificios más impresionantes de esa época se encuentran alrededor de la actual parada de metro "Serdica", como el Sofia Hotel Balkan, parte del complejo presidencial, construido en 1955. Este elegante hotel fue el primero de un país comunista en pasar a ser gestionado por una empresa privada extranjera: en 1986 el Estado búlgaro le cedió la gestión  a Marriott, que lo ha estado haciendo desde entonces. Nosotros optamos por este establecimiento para quedarnos y así disfrutar mejor de la ciudad.

En esta zona, destaca también el bello edificio-torre que albergaba la casa del partido o otros complejos gubernamentales de imponente aire palaciego. Ministerios como el de energía cuentan con preciosas decoraciones realistas en sus fachadas. No muy lejos, en el parque más bonito de Sofía, el Borisova Gradina, se encuentra el montículo de la hermandad, un monumento comunista de 1956 donde partisanos con kalashnikovs se encuentran rodeados de sonrientes obreros y campesinos. Este monumento se erigió para celebrar los 10 años del triunfo socialista en el país.

Es interesante ver como la religión fue más o menos ignorada durante la dictadura comunista: muchas iglesias fueron simplemente rodeadas de nuevos imponentes edificios de cemento para reducir su visibilidad e importancia. Aún hoy, Bulgaria es uno de los países con menor porcentaje de personas religiosas del mundo.

Otro de los grandes edificios socialistas es el imponente centro cultural de los años 80, al final del parque que hay tras recorrer Vitosha. En ese mismo parque  hay un monumento a todas las víctimas del comunismo búlgaro con nombres y apellidos: miles de oficiales, empresarios y profesionales independientes fueron asesinados por los "tribunales populares" mientras que otros fueron enviados a campos de trabajo esclavo durante décadas.

La Sofía actual

Nada mejor representa la actualidad de la ciudad como el monumento a Santa Sofía, que sustituyó en el año 2000 al anterior monumento a Lenin, ahora en el Museo del Arte Socialista. Por cierto, recomiendo este museo porque allí también está la estrella roja que presidía la antigua casa del partido, así como decenas de estatuas de los ex líderes de la Bulgaria comunista, junto a Lenin o el Che. También hay una galería de cuadros y obras propagandísticas bastante interesantes, y que explican el nepotismo en el que vivía el país y que también contaminaba el mundo del arte. 

Otro espacio para disfrutar de la nueva Sofía es el mercado de las mujeres, totalmente renovado, con puestos de verduras, carne, pescado, quesos, miel y especias, así como artesanía. Allí, entre la reforma contemporánea, se respiran aún las sensaciones y olores de cualquier bazar otomano.

Numerosas fachadas se están rehabilitando y nuevos locales modernos de comida van apareciendo. Destacan los siguientes:

MoMa: versión moderna de una mehana (taberna tradicional búlgara) en la que hace falta reservar. Pedimos entrantes con varias salsas caseras y luego un plato de pollo en una deliciosa salsa de tomate. 

Manastirska Magernitsa: con música tradicional del país, este restaurante ofrece muchas de las recetas de la gastronomía búlgara. Lo mejor es pedir el menú degustación para dos: ensalada shopksa (pepino, tomate, pimientos y queso amarillo), entrantes de la abuela (fiambres típicos, queso blanco, berenjenas y pimientos a la parrilla… y varías salsas tradicionales). La cena sigue con pimientos rellenos de queso y yogur y rebozados, bolas de espinacas rebozadas y arroz envuelto en hojas de parra. Luego os pondrán varios trozos de un kebab conocido como Dryanovo, en una deliciosa salsa de queso y tomate fundido, así como varias brochetas de diferentes carnes. Y de postre: banitsa de leche con crema de vainilla: espectacular. Pedimos rakia de frambuesa de entrante (cuidado que es un licor muy fuerte). 

Cosmos: elegante restaurante con la nueva cocina búlgara. Pedimos sopa de maíz y arroz de pato con parmesano, que aunque estaban ricos, les faltaba algo de sofisticación, demasiado toscos. El pescado fuera del menú del día estaba algo mejor. El postre a base de fresa y albahaca también estaba rico y era muy original.

Boyana y Rila

Para una excursión de un día desde Sofía, recomiendo dos lugares estupendos:

En primer lugar, la iglesia de Boyana, emplazada en las afueras de Sofí­a. Comprende tres edificios rodeados de un sereno jardín. La iglesia de la parte oriental, fue construida en el siglo X. A mediados del siglo XIII, se agrandó la iglesia primigenia y se construyó otra nave de dos plantas junto a ella. Los frescos de esta segunda iglesia, pintados en 1259, constituyen uno de los más valiosos conjuntos de la pintura medieval. Declarada patrimonio de la humanidad, sus 90 murales anticipan el renacimiento europeo y son el culmen del arte medieval búlgaro. Solo se permite estar 10 minutos en el interior y siempre acompañado de guía. A comienzos del siglo XIX se edificó una tercera iglesia, ultimándose así­ la configuración definitiva del sitio, que es uno de los monumentos más completos y mejor conservados del arte medieval de Europa Oriental.

Fuimos con una excursión organizada, ya que el transporte público hasta allí no funciona muy bien. Boyana era el barrio donde se retiraban a descansar en verano los líderes comunistas del país, y hoy es un barrio de clase alta búlgara.

Tras visitar Boyana, el autobús siguió hasta el monasterio de Rila, recorriendo sinuosas carreteras entre altas montañas cubiertas de árboles, con lagos y ríos por todo lado.

La llegada al monasterio impresiona. Ocupa el centro de un boscoso valle, al lado de un caudaloso riachuelo con elegantes soportales y balcones de madera, así como columnas y arcos de rayas negras, rojas y blancas. Fundado en el siglo X por San Juan de Rila, un eremita canonizado por la Iglesia Ortodoxa, hizo que posteriormente, tanto su austera morada y su tumba, se convirtieran con el tiempo en lugares sagrados, donde se creó un conjunto monástico que desempeñó un importante papel en la vida espiritual y social de la Bulgaria medieval. Recibía numerosos fondos de los zares búlgaros y ha sido clave en la salvaguarda de la cultura búlgara.

Destruido por un incendio, a comienzos del siglo XIX, el conjunto fue totalmente reconstruido entre 1834 y 1862. Este monumento ejemplar del Renacimiento Búlgaro (siglos XVIII y XIX) simboliza la toma de conciencia de una identidad cultural eslava después de siglos de ocupación otomana. Aún hoy es el monasterio más célebre del país, y corazón de la Iglesia Ortodoxa Búlgara, Cuenta con una iglesia, dos museos, una galería de iconos y hasta pensiones para los que deseen quedarse a dormir.

La iglesia, con sus tres cúpulas amarillas oro, cuenta con un exterior lleno de impresionantes frescos en el que se muestran escenas de la Biblia ilustrando los castigos que tendrán los pecadores. Pero es su interior el que más impresiona, por no haber ni un centímetro que no esté cubierto por frescos. Allí dentro se encuentra también la tumba del rey Boris III.

Para comer, hay un restaurante junto al riachuelo, por lo que la trucha de río es la especialidad de la zona. Sin embargo, nos la sirvieron muy seca y sin mucho sabor (además, la sirven sin acompañante). Por eso, pedimos una ensalada de remolacha con semillas que no estaba mal pero tampoco era nada del otro mundo, y una ensalada del monasterio (de patatas con huevo) que estaba bien.

dimarts, 9 d’agost del 2022

Évora

Évora

Si estáis unos días por Lisboa, Évora es una buena excursión de un día. Por supuesto, Évora puede ser una escapada romántica para un fin de semana o una parada en un viaje por carretera por la fascinante región del Alentejo. En cualquier caso, esta pequeña ciudad es uno de los núcleos clave de la región más grande de Portugal. Aquí encuentras las tradiciones más arraigadas, los productos más tradicionales y las recetas más antiguas. Rodeada por parte de sus murallas del siglo XIV, Évora guarda calles encantadoras, mucha historia y comida rica. Su centro histórico está lleno de agradables sorpresas.

Podéis llegar tanto en coche, como en autobús (frecuentes desde Lisboa) como en tren (con peores horarios y más lentos).

De los celtas a los Avís

Pese a que la fundaron los celtas en esta colina en mitad del Alentejo, fueron los romanos los que la convirtieron en un asentamiento relevante. Lo mejor es empezar la visita por su famoso templo romano, o los restos del mismo, testimonio de la importancia de la ciudad. Parece que dedicado a Julio César. Le quedan muy bien conservadas 14 columnas corintias. Tapiado en la Edad Media, fue utilizado como almacén y matadero durante siglos, hasta que a finales del siglo XIX se volvió a recuperar, esta vez como monumento. Es uno de los grandes símbolos de Évora junto a su acueducto.

Tras la época romana, llegaron los visigodos, y luego los árabes, hasta que en el siglo XII los portugueses la conquistaron. De esta época es su imponente catedral fortificada, que por fuera parece una mezcla de castillo e iglesia.

La ciudad conoció su edad dorada en el siglo XV, cuando se convirtió en lugar de residencia de los reyes de Portugal. Sus casas de los siglos XVI al XVIII, encaladas y ornamentadas con azulejos y balcones de hierro forjado, le imprimen un carácter único. Esta arquitectura ejerció una influencia muy acusada en los monumentos y edificios construidos en el Brasil colonial. El icónico estilo blanco y amarillo de Évora aparece entonces.

Una nueva capital

De hecho, el famoso acueducto es de esta época, construido por el mismo arquitecto que hizo la torre de Belém en Lisboa. Este surtía de agua dulce los palacios así como varias fuentes construidas en las plazas de la ciudad. Aún hoy en día, el acueducto sigue proveyendo de agua potable a la ciudad. Podéis ver uno de sus tramos más famosos al lado de la Porta Velha da Lagoa, y luego adentraros por la rua do Cano para ver como en algunas partes del acueducto se han construido casas en el espacio de los arcos, creando barrios muy pintorescos.

En esta época también se fundó la universidad por los jesuitas en 1559. Aún se pueden ver algunos aularios espectaculares así como la serena biblioteca, ahora municipal. Varias iglesias fueron construidas en sus barrios, como la bella iglesia da Graça. Podéis visitar toda la Évora de la época dorada desde la praça do Giraldo, donde además de otra bella iglesia y fuente, disfrutaréis de puestos de comida y bebida, así como de restaurantes, y podréis descubrir muchas de las calles de la época, ajardinadas, así como de las fachadas de los palacios que se construyeron.

La iglesia-convento de San Francisco

Y así hasta que lleguéis a uno de los puntos clave de toda visita: la iglesia y convento de San Francisco, muy asociado al antiguo palacio real de los reyes portugueses, que se situaba enfrente. Convertida en la iglesia real, atrajo a artistas de renombre y se utilizaron materiales nobles para su construcción. Alcanzó su época de mayor esplendor en el siglo XVI, durante el reinado del Rey Don Manuel, cuando se le conocía como "convento del oro". Aquí se celebraron varias bodas y bautizos reales.

Con las desamortizaciones y extinciones de las órdenes religiosas del Marqués de Pombal de 1834, el complejo entró en declive, manteniéndose la iglesia debido a la gran devoción popular al Señor de los Pasos. A finales del siglo XIX, gran parte del convento se derrumbó para edificar viviendas. La iglesia se restauró en el año 2014, recuperando su esplendor perdido.

Además de la imponente iglesia, otra parte muy interesante que visitar es la capilla de los huesos, construida en el siglo XVII. Todas las paredes de la capilla están revestidas de huesos y cráneos de más de 5,000 personas desenterradas de los cementerios del convento, con lo que se buscaba que los creyentes reflexionaran sobre la transitoriedad de la vida humana.

Finalmente, el complejo incluye un moderno museo con numerosas piezas de arte sacro de diversos siglos por las que observar la evolución de los estilos en Évora. Destaca la colección de nacimientos de la familia Canha da Silva, donde cientos de belenes portugueses y extranjeros se exponen, con diferentes composiciones, tamaños, materiales y estilos. Los hay minúsculos, excavados en pequeñas piedras hasta algunos rarísimos, como el que usa a elfos para representar a la Sagrada Familia. Si solo podéis visitar una iglesia y/o museo, optad por esta.

Enfrente de esta iglesia se encuentra un ala del palacio de Don Manuel, ya que el resto del edificio fue destruido por las tropas napoleónicas. Se trata del ala que usaban para entretenerse las mujeres nobles de la corte. En sus bellos jardines de estilo inglés, encontramos incluso las célebres "ruinas falsas", decoraciones muy comunes en los jardines de aquella época. Es muy agradable para un corto paseo.

La decadencia de Évora y su resurgir

Tras la desaparición de la Casa de Avís en el siglo XVI, al morir el rey-cardenal Henrique, Évora dejó de ser residencia real y entró en decadencia, que se acentuó cuando el marqués de Pombal cerró su universidad en 1759. Esta decadencia protegió el centro histórico de Évora, que ha quedado como un ejemplo perfecto de urbanismo renacentista con muchos restos de las épocas musulmana y romana.

Évora volvió a la historia tanto en el XIX, cuando los liberales ganaron la guerra civil a los conservadores allí; también en 1974, cuando se produjo una revolución comunista en la que las tierras fueron ocupadas por los campesinos, creándose una economía agraria soviética durante muchos años. Aún hoy en día sigue gobernando Évora el Partido Comunista Portugués. En 1986, la UNESCO reconoció a Évora como patrimonio de la humanidad y el turismo sacó del letargo a esta bella villa.

Gastronomía alentejana

Uno de mis grades errores fue no reservar. Si visitáis Évora en fin de semana o entre semana durante temporada alta, y queréis ir a alguno de sus mejores restaurantes, solo podréis hacerlo si reserváis unos días antes. Tras recorrerme varios de ellos recibiendo negativas, finalmente me topé con el restaurante "A Baiúca", un local sin fanfarrias, con el telenoticias portugués en la tele, y varias familias locales dando cuenta de la comida del sábado. Aquí sirven cantidades grandes (algo por lo demás habitual en Portugal) y el servicio es amable y rápido: un señor mayor de camarero y su mujer de cocinera. Pedí un fiambre local de entrante (una especie de chorizo fresco ahumado delicioso). El pan que ponen está muy esponjoso también. Y de principal, uno de los platos del día: los “lagartos de porco Preto” un corte de cerdo ibérico alentejano delicioso y muy jugoso, a la brasa, acompañado de patatas fritas caseras y ensalada con una rodaja de naranja por encima. De postre, seguí los consejos del camarero y pedí un trozo de sericaia (un tarta conventual alentejana de huevos y canela) acompañada de una pera en almíbar. Todo por 20 euros, incluyendo una botella de agua con gas para beber.

Para desayunar o merendar, os recomiendo parar en la panadería Arte Antiga para probar una queijada de Évora, un delicioso bizcocho dulce a base de queso "cottage".

dijous, 21 de juliol del 2022

Turín

Piamonte, cuna de la Italia reunificada

Primera vez en esta bella región (antigua nación) cuya familia real, los Saboya, reunificaron Italia a través de su primer ministro Cavour, aliados con los revolucionarios capitaneados por Garibaldi. Y visité Turín, su capital y primera capital de la Italia reunificada. Turín además fue uno de los primeros y grandes polos de industrialización europeos durante el siglo XIX. Toda esa grandeza y dinamismo político, económico y social se ve perfectamente reflejado en la arquitectura de la ciudad.

La razón por la que fui a Turín fue por el festival de la canción "Eurovisión", que celebraba allí su edición de 2022. Sin embargo, quedé impresionado por la belleza de esta agradable ciudad italiana, menos conocida que muchas otras. Me sorprendió la cantidad de palacios y palacetes con los que cuenta, impresionantes la mayoría, y que refuerzan la sensación de estar ante lo que fue una gran capital. 

De los Taurini a los Saboya

Pero empecemos por el principio: Turín se fundó por una tribu céltica-ligura llamada "Taurini", gente de los Alpes que ocupó esta parte del valle del Po. La leyenda dice que los "taurini" vivían aterrados por culpa de un dragón que vivía en los alrededores. Para deshacerse de él, emborracharon a un toro para que matara al dragón, y, según la leyenda, así ocurrió. Por eso, todas las fuentes de la ciudad tienen dispensadores con cabeza de toro, símbolo de la ciudad. Y en varias plazas, como la de San Carlo, aún hay toros dorados en el suelo al que los visitantes pisan los genitales para tener suerte.

Cuando los romanos conquistan el enclave, fundan la ciudad de Augusta Taurinorum, que rodearon con una muralla defensiva, y cuyo plano original aún se puede ver en mármol en uno de los lados de la Porta Palatina, que por cierto es una de las pocas puertas de entrada amuralladas a una ciudad romana en pie que se pueden disfrutar hoy en día en el mundo.

Finalmente, en la Edad Media la ciudad empezó a conocerse como Turín y se gobernaba por un conde que vivía en la parte posterior del actual palacio Madama, que mantiene su aspecto romano reformado al estilo medieval.

Turín se posicionó como una de las grandes ciudades de la Cristiandad cuando en el siglo XVI su catedral acogió la "Síndone" o Sábana Santa, es decir, el sudario en que estuvo envuelto Jesucristo las horas que se mantuvo muerto en el sepulcro. La catedral de San Juan El Bautista (uno de los pocos ejemplos de arquitectura renacentista en la ciudad), acoge esta reliquia clave, guardada en un arcón y que se expone solamente en ocasiones especiales. Se puede rezar ante el arcón, situado tras una vitrina. Miles de devotos peregrinan a la ciudad anualmente para poder hacerlo.

Una ciudad inesperada llena de palacios

Pero el origen de la gran cantidad de palacios que albergan universidades, antiguas residencias de nobles, y sobre todo, las residencias reales, surgen cuando el duque Emmanuel Filiberto de Saboya (Testa d' Fer) trasladó su capital a Turín en 1562. Esta familia francesa elevó la ciudad de condado a ducado primero, y luego a reino, rediseñándola desde el siglo XVI. El propio duque Emmanuel ya empezó abriendo las primeras plazas monumentales y grandes bulevares.

El duque quiso mostrar el poderío de su familia acometiendo la ejecución de una vasta serie de proyectos de construcción, que serían proseguidos por sus sucesores. Este conjunto de edificios de alta calidad, diseñados y decorados por los mejores artistas y arquitectos de la época, tiene su centro en el Palacio Real situado en la “zona de gobierno” de Turín y se extiende por la campiña circundante, abarcando numerosas casas de campo y cotos de caza. Estas residencias fueron construidas entre los siglos XVI y XVIII, y su imponencia no tiene nada que envidiar a los palacios del Loira. 

El enorme Palacio Real, ahora sede del museo de las colecciones reales, nos dará la sensación de estar en una gran capital. Muy cerca está el Palacio Madama, antigua sede del Senado italiano y ahora museo de arte antiguo, de una belleza peculiar, con su gran fachada de mármol blanco por un lado, y otra medieval por el otro, como expliqué más arriba. 

Asimismo, el palacio Carignano, cuna de los primeros reyes de Italia, sorprende por su elegante uso del ladrillo rojo en la fachada. Sin duda, este es mi palacio favorito, pese a ser una residencia donde vivieron miembros de la rama secundaria de la familia Saboya. Construido en el siglo XVIII, guarda en su interior apartamentos privados de uno de los príncipes herederos, suntuosos y sin nada que envidiar a los mejores salones de Versalles. Además, en su ampliación también se construyó un bellísimo hemiciclo que albergó la sede del parlamento Sub Alpino, donde se decidió y planeó la unificación italiana. También se encuentra en otra de sus alas el actual museo del "risorgimento italiano", en lo que iban a ser las oficinas del primer ministro de Italia (que nunca se llegaron a usar porque se trasladó la capitalidad a Florencia en 1865). El actual museo enseña piezas clave para entender ese movimiento sociopolítico que anticipó la unificación italiana.

También me impactó el palacio del Valentino, a los bordes del río, en mitad de uno de los jardines más grandes de la ciudad. Además de los mencionados, me quedaron pendientes muchos otros, empezando por la Venaria Reale, un enorme palacio de verano rodeado de grandes parques. Decenas de edificios de estilo barroco y rococó decoran la ciudad, estilos franceses traídos por los Saboya. Muchos de estos palacios han sido reconocidos como patrimonio de la humanidad por la UNESCO.

El museo egipcio de Turín

Turín cuenta además con el museo egipcio más antiguo del mundo, fundado en 1824, poco después de que el ducado se elevara a Reino del Piamonte y la Cerdeña. Situado en otro palacio barroco construido por los Saboya, alberga la mejor colección de antigüedades egipcias que solo supera el museo de El Cairo. Y ello debido a un cúmulo de casualidades. La primera fue cuando en 1760, Vitalino Donati, profesor de Botánica de la Universidad de Turín, viaja a Egipto por orden de Carlos Manuel III de Cerdeña con el objetivo de recoger antigüedades como momias y manuscritos, trayendo más de 300 objetos. Sin embargo, la mayor adquisición se produjo en 1824 con la compra de la primera colección de antigüedades egipcias por el rey Carlos Félix de Saboya. 

Hoy, el museo cuenta más de 40,000 artefactos (aunque solo expone 3,300) ordenados de manera cronológica. Es decir podremos ver desde estatuas y papiros, a momias y objetos del día a día, ordenados desde la época pre dinástica hasta la conquista árabe de Egipto, pasando por los reinos antiguo, medio y nuevo, y las diferentes etapas en el medio, cubriendo casi 4,000 años de historia arqueológica y del arte. Personalmente me impresionó la tumba de Neferu, con frescos que contenían imágenes que nunca había visto (como sacrificios a vacas); los halcones disecados o la impresionante galería de los reyes con decenas de enormes estatuas de Sekhmet.

Un centro histórico perfecto

Además de palacios y museos, los Saboya también construyeron numerosas iglesias barrocas. De hecho, enfrente del apartamento donde nos quedamos los primeros días, en la plaza "della Consolata", una agradable y tranquila plazuela en pleno centro, se se encuentra el santuario homónimo, una obra maestra del barroco piamontés. 

Todos los alrededores de esa zona son calles rectas y agradables, llenas de bellos edificios residenciales de los siglos XIX y XX, palacetes de la época monárquica, bulevares arbolados con tranvías o el cercano Porta Palazzo, antiguo mercado de abastos y hoy lleno de locales gourmet donde probar delicias de toda Italia.

También hay varias galerías comerciales decimonónicas. De hecho, aquí fue donde aparecieron las primeras galerías del mundo, como la elegante galería SubAlpina o la imponente galería de San Federico. En esta última se encuentra el histórico cine LUX, originalmente llamado REX (durante la monarquía) y luego DUX (durante la dictadura de Mussolini). 

Pero es la Mole Antonelliana el gran símbolo de la ciudad y una curiosidad arquitectónica única de Turín. Concebida como la gran sinagoga de la ciudad, finalmente se convirtió en un pabellón de exposiciones y ahora alberga el Museo Nacional del Cine. Continua ostentando el récord de ser el edificio de ladrillos más alto de Europa. Os recomiendo encarecidamente subir a su terraza y disfrutar de las vistas de la ciudad así como de los Alpes que la rodean y sus nieves permanentes en sus cimas.

La arquitectura racionalista en Turín

Tras los siglos de los Saboya, las décadas del fascismos también marcaron a la ciudad. Como en otras ciudades italianas, también en Turín se observan algunos cambios urbanísticos implementados durante la era de Mussolini, destacando la Vía Roma, ejemplo clave del hiper-racionalismo de esa época. La antigua avenida de tiendas y paseos porticados fue rediseñada con formas rectas y sencillas, nuevas farolas y pilares, y escaparates amplios. 

Mármol blanco y ladrillos rojos eran los materiales usados en el rediseño de edificios, a través de los cuales el fascismo intentaba rememorar la grandeza del Imperio Romano. Un buen ejemplo es el impresionante Hotel Principi di Piemonte.

Al final de la avenida se encuentra la plaza C.L.N. en memoria del Comitato di Liberazione Nazionale, la estructura partisana de resistencia al fascismo. En esa plaza se encuentra uno de los edificios más caros de Turín, antigua sede de la Gestapo y actual edificio de apartamentos de lujo en el que suelen vivir jugadores de la Juventus.

Zonas industriales renovadas

Otros días los pasamos en el antiguo barrio industrial Lingotto, donde se encontraban la mayoría de factorías de la ciudad. Turín es la cuna de muchas marcas clave italianas, incluyendo FIAT, Martini, Nutella o Lavazza. Muchas de sus antiguas fábricas se han reconvertido en museos, edificios de oficinas, centros comerciales o incluso hoteles, como en el que nos quedamos: el Hotel AC by Marriott, situado en la antigua fábrica de pasta "Carpano", reconvertida en 1986. En los alrededores recomiendo visitar la antigua factoría FIAT ahora reconvertida por Renzo Piano.

Muchas de estas zonas también se renovaron cuando la ciudad acogió los Juegos Olímpicos de Invieron en 2006, con edificios como el Pala Alpitour.

Y hablando de Lavazza, una actividad popular es visitar sus oficinas centrales y su museo adjunto, en el que además de descubrir curiosidades del café y la historia de la marca, uno puede hacer una degustación de cafés premium en su moderno bar así como tomarse fotos en escenarios de muchos de los anuncios más famosos de la marca.

Gastronomía piamontesa

Finalmente, no quiero acabar esta entrada sin hablar de la gastronomía local. El hecho de que Turín no se encuentre entre las grandes rutas de los turoperadores trae muchas ventajas. Por ejemplo, al contrario que sucede en Roma o Venecia, en Turín es relativamente sencillo comer bien a precios aceptables. Al no ser una ciudad tan turística, sus restaurantes están más centrados en el público local, por lo que los estándares de calidad son mucho más altos que los establecimientos centrados en viajeros de otras ciudades italianas. Aquí os presento los que tuve la suerte de probar:

Helados

Pepino

Al lado del museo egipcio y frente al palacio Carignano, sirve excelentes helados con mucha historia. Ofrece todo lo que uno espera en Italia en materia de "gelati". Pedid la copa "Pepino" con helado de crema, gianduia y limón. Además, tienen sus deliciosos polos de varios sabores recubiertos de excelente chocolate negro, con receta de hace más de 150 años (especialmente delicioso es el de avellanas). Su terraza es muy agradable y los precios son bastante razonables. Y el personal bastante amable. Eran el proveedor oficial de helados de la Casa Real de Saboya, por lo que lo hacen muy bien.

Mara dei Boschi

Otra de las heladerías en la que se forman colas es esta. Mucho más contemporánea, ofrece sabores innovadores como el de almendra salada con albaricoque escarchado, aunque su tradicional helado de avellanas está muy rico también. Este lugar es más adecuado para llevar o comer por la calle.

Cafés

Caffè Al Bicerin

Turín tiene una gran tradición de merendar. Pero también de desayunar con calma. Y este es un gran lugar para disfrutar de ambos rituales. Fundado en 1763, este café, con mesas de mármol y paredes revestidas de madera, nos retrotrae a las típicas chocolaterías turinesas del siglo XIX. Aquí nació precisamente el "bicerin", la bebida más famosa de la ciudad, servida en grandes vasos redondeados, compuesta por una mezcla de café, chocolate y crema de leche endulzada con sirope. Pedidla acompañada de pastas piamontesas tradicionales (torcetti, lingue di gatto o canestrelli) y con eso tendréis un desayuno o merienda estupendos. Aquí degustaron esta bebida Dumas, Puccini, Nietzsche y sobre todo, Cavour, que frecuentaba este local. Su servicio amable pero algo lento.

Restaurantes

Además de los restaurantes más tradicionales, Turín ofrece una especialidad de comida rápida: el "crostone". Y el mejor lugar para probarlo es la cadena "Crostone.it". Se trata de un excelente snack  con ingredientes de la región. El más típico es el "crostone di bra e bagna calda" con los de salchicha cruda con una salsa de ajo, aceite de oliva y queso.

Respecto a los restaurantes donde comer en Turín, probamos varios, como el histórico "Porto di Savona", que no nos entusiasmó más allá de su curioso flan de gorgonzola. Recomiendo, eso sí, ir a comer a "Eataly", en el antiguo barrio industrial Lingotto. Se trata de un gigantesco supermercado con los mejores productos de Italia que agrupa a varios restaurantes que ofrecen comida de primera. Pero para probar la comida piamontesa, no os podéis perder  "Da Cianci Piola Caffè", donde recomiendo reservar en persona ese mismo día (no aceptan reservas por teléfono ni para otros días).

Da Cianci Piola Caffè

Con su agradable terraza en el jardín Bottero, ofrece platos de cocina de Turín sin pretensiones, a buen precio y con un personal amable. Es un estupendo lugar para una cena informal. Empezamos la cena con su vermut local, muy rico. Fue en Turín donde se inventó esta bebida. De entrante pedimos el famoso "vitello tonnato", que son cortes fríos de carne de vaca con salsa de atún y alcaparras. De primero: "tajarin" (una pasta de huevo piamontesa) con salsa de espárragos y un queso de la región: Castelmagno. Y de Segundo pedí cortes de cerdo con manzana al horno súper ricos. De poste, el famoso "bônet": un dulce que recuerda a un bizcocho aflanado a base de huevos, leche, cacao, ron y amaretti increíblemente delicioso. Y todo por menos de 20 euros por persona. 

Coctelerías

En Turín es muy típica la "apericena", una especie de aperitivo a lo grande, en el que poder comer barra libre de "antipasti" incluído al pedir las bebidas. Además, estos locales luego ofrecen cócteles de creciente calidad.

Smile Tree

Este es uno de los mejores, una coctelería de diez, una sorpresa inesperada: sirven cócteles maravillosos con ingredientes de todo el mundo, acompañados de elementos que hacen más agradable su bebida. Algunos se sirven con frutos secos, otros con trozos de frutas deliciosas, con chocolates y dulces… personalmente probé el "Carioca" y el "The Millionaire" y ambos estaban perfectos. Presentan los cócteles en bandejas originales acompañadas de estas comidas y su personal es súper amable. Por no hablar de sus muy razonables precios. Tanto nos gustó que fuimos todas las noches.

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En definitiva, Turín fue una agradable sorpresa y estoy seguro que acabaré volviendo, no solo para descubrir muchos de los palacios que me quedaron pendientes, sino también para descubrir la región del Piamonte, como la ciudad de Ivrea o el paisaje vitícola de Langhe-Roero y Monferrato.

dilluns, 11 de juliol del 2022

Cartagena de Indias

La perla de Colombia

Cartagena de Indias, también conocida como la perla colombiana, ofrece un centro histórico restaurado, lleno de restaurantes increíbles, boutiques de productos de gran calidad y locales de fiesta con los DJ más modernos. Y además, cuenta con modernos barrios llenos de rascacielos y playas estupendas en islas dispersas por su bahía.

Fundada en 1533 por Pedro de Heredia, como Cartagena de Poniente (para diferenciarla de la Cartagena de Levante peninsular). fue arrasada por un incendio en 1552, por lo que desde entonces las autoridades solo permitieron el uso de piedra, ladrillo y teja como materiales de construcción. La ciudad se convirtió en el principal puerto español en al costa del Caribe y el más importante de Sudamérica. Aquí se almacenaba gran parte del oro que luego saldría rumbo a Europa. De esa reconstrucción es su actual Ciudad Vieja, de los siglos XVI y XVII, que nos muestra bellos edificios coloniales a todo color, rodeados de más de cuatro kilómetros de murallas, y llena de patios con vegetación frondosa, balcones de madera, preciosas mansiones, plazas con palmeras y bellas iglesias. No por casualidad, Cartagena es la joya turística de Colombia, la parada obligatoria. Y no por casualidad, su puerto, fortalezas y conjunto monumental fueron declarados patrimonio de la humanidad por la UNESCO.

Pasear por la ciudad es escuchar notas de cumbia, vallenato y champeta, ritmos afrocaribeños que nacieron aquí. De tanto en tanto os encontraréis también con una palenquera, mujeres que llevan frutas en sus cabezas

Llaman la atención las gruesas murallas, construidas para proteger a la ciudad tras repetidos ataques de ingleses y franceses; siendo el peor de todos el del pirata Francis Drake, que además de destrozar la catedral, dejó a la ciudad sin un ducado en 1586. Cartagena fue sitiada hasta en cinco ocasiones, pero tras la construcción de la muralla, el último gran intento inglés por tomar la plaza, capitaneado por el comandante Vernon en 1741, fracasó. Blas de Lezo, oficial de la Armada española, capitaneó una exitosa defensa donde tan solo 2,500 soldados poco adiestrados y mal equipados repelieron un ataque de una flota de 186 buques y 25,000 soldados de la Royal Navy. Por ello, se le considera el salvador de Cartagena: perdió un ojo, un brazo y una pierna en sus acciones defensivas.

En 1810, Cartagena fue de las primeras ciudades españolas en proclamar la independencia de España, lo que animó a Bogotá y otras localidades a hacer lo propio. Sin embargo, en 1815, las fuerzas españolas retomaron la ciudad tras cuatro meses de asedio. Poco después, en 1821, las tropas de Simón Bolívar tomaron la ciudad y la unieron a la Gran Colombia. La ciudad vivió una segunda etapa de crecimiento, atrayendo a inmigrantes judíos, italianos, turcos, franceses, libaneses y sirios. A partir de los años 80 del siglo XX volvió de nuevo el esplendor gracias al turismo de masas, con las construcción de barrios enteros con rascacielos blancos, que recuerdan a Miami o a Panamá, y donde miles de colombianos y extranjeros pasan sus vacaciones, disfrutando tanto de la ciudad vieja como de las paradisíacas playas que rodean la ciudad.

La ciudad amurallada

La primera parada de cualquier visitante debe ser el centro histórico: rodeado por 13 km de murallas coloniales, es un laberinto de calles adoquinadas, balcones con buganvillas, majestuosos palacios y enormes iglesias. La ciudad nació gracias a su puerto natural, resguardado en una bahía del mar Caribe. No por casualidad posee el conjunto de fortificaciones más completo de toda Sudamérica. 

La ciudad original se dividía en tres barrios: el de San Pedro, con la catedral y numerosos palacios de estilo andaluz; el de San Diego, antiguo lugar de residencia de los mercaderes y la pequeña burguesía; y la barriada popular de Getsemaní.

San Pedro

El centro (San Pedro) es donde residían las clases altas. Aún hoy se pueden admirar los bellos palacetes, muchos de ellos hoteles actualmente. 

Mi visita empezó por aquí, a través de la puerta del Reloj, de estilo republicano, que se construyó en 1888 con un reloj suizo. Cartagena creció originalmente gracias al comercio de oro, esclavos y azúcar. Hoy en día, esta herencia es muy visible, sobre todo en la mayor presencia de población afrocolombiana y en sus deliciosos dulces tradicionales. Detrás de la puerta del Reloj se encuentra la plaza de los coches, que hacía las veces de mercado de esclavos, con soportales conocidos como "le portal de los dulces", con puestos de artesanas que preparan las famosas cocadas, o dulces de coco al horno de diferentes sabores. No me resistí a comprar varios. Aproveché para desayunar las cartageneras arepas de huevo en la pastelería Mila, la más elegante de la ciudad. Pese a que se pueden encontrar en muchos puestos callejeros, en este local las sirven y presentan de forma excelente. Se notaban sus ingredientes de primera. la sirven con carne molida, tajaditas de queso criollo, salsa picante, pico de gallo y suero. Una pena que no probé sus dulces, porque se veían riquísimos. Si buscáis un ambiente agradable para una mañana de fin de semana de brunch, no dudéis.

Seguimos caminando hasta llegar al convento e iglesia de San Pedro Claver. Fundado por los jesuitas en el siglo XVII como convento de San Ignacio de Loyola, cambió de nombre en honor a este monje español que vivió y murió aquí. El "apóstol de los negros" o "esclavo de esclavos", pasó su vida cuidando de todos los que llegaban de África al puerto para ser vendidos. La alta sociedad de su época lo tenía por un loco, por bautizar y cuidar a "medio humanos sin alma" como eran considerados los africanos. En 1888, el Papa León XIII lo convirtió en la primera persona canonizada en el Nuevo Mundo.

En mitad de la frondosa plaza Bolívar se encuentra el Palacio de la Inquisición, 
con su bella entrada barroca de piedra con el escudo de armas español. En uno de sus lados hay una ventanita con la cruz encima donde los herejes eran denunciados. Si al menos tres personas coincidían en dicha denuncia, el Santo Oficio iniciaba su investigación.  La magia, la brujería y la blasfemia eran los delitos más habituales. A los culpables se les sentenciaba a muerte en un auto de fe público, normalmente quemados en la hoguera, con un saldo de 800 personas ejecutadas en tres siglos. En esa misma plaza hay otro lugar mucho más alegre: se trata del "portal de las reinas", una parte soportalada de la acera con placas y fotos de las ganadoras de Miss Colombia a lo largo de los diferentes años, así como dos especialmente grandes para las dos únicas colombianas que han ganado Miss Universo.

Muchos de los antiguos palacetes y conventos de San Pedro son ahora restaurantes y clubs de moda. Personalmente probé el restaurante Candé, un elegante lugar para probar comida cartagenera de calidad con bellísima decoración, pero con mucho ruido, la música quizá muy alta. Pedimos patacones de anís de entrante, crema de langostas de primero (espectacular) y posta cartagenera de segundo (punta gorda cocinada a fuego lento con reducción de panela, especias, vegetales y vino tinto, acompañada de arroz de coco blanco y plátano en tentación). Durante la comida había como un show con trajes "no tan típicos" y bailes un poco reguleros. Demasiado turístico, deberían reformularlo para ofrecer un show realmente auténtico, parecía un poco un circo.

San Diego

En San Diego, también en la ciudad amurallada, se concentraron a las clases medias. Las casas son más bajitas y más pequeñas aquí, pero igualmente bonitas y coloridas. Aquí también se encuentran locales interesantes, como por ejemplo "La Mulata", un agradable lugar para una comida informal. Para empezar, pedí un frío jugo de corozo y un delicioso consomé de pescado caliente con lima fresca por encima. De principal opté por un filete de pescado "marinero" con salsa dulce de coco, mezcla de mariscos, arroz de coco y plátano frito. 

Finalmente, Getsemaní, fuera de la ciudad amurallada pero pegada a ella, concentró a la población negra (esclava o liberta) y eso se aprecia en su arquitectura más humilde. En los últimos años se está convirtiendo en un barrio de moda para cenar o tomar algo. Además, están abriendo numerosos hostels. Una pena que no me dio tiempo a visitarlo.

Islas del Rosario y la isla de Tierra Bomba.

Además de su casco histórico, Cartagena de Indias cuenta con enormes barrios de rascacielos blancos así como de islas paradisíacas a lo largo de su bahía. Bocagrande es el más exclusivo. Dos de las excursiones más populares que hace todo visitante son a las islas del Rosario así como a la isla de Tierrabomba. Ambas excursiones salen desde el muelle de La Bodeguita, desde donde salen varios operadores.

En Tierra Bomba hay varios resorts hoteleros que ofrecen pases de día a los que no se alojan allí. Y es una excelente opción para pasar un día en la playa con todas las comodidades y de paso salir de fiesta en las muchas que se organizan en sus playas. Nosotros optamos por Fénix Beach, donde además de tumbonas y sombrillas, nos proveerán con bebidas, deliciosa comida y cómodos baños y ducha. A media tarde ofrecieron una jornada para aprender a bailar la tradicional champeta. Y ya por la noche, se formó una auténtica fiesta de música house y electrónica. Un día redondo.

Para las islas del Rosario, lo más cómodo es alquilar una embarcación y un capitán con un grupo de amigos e ir recorriendo las diferentes islitas paradisíacas, cada una con sus diferentes especificidades. En una incluso podremos ver la mansión decomisada de un famoso narco. En general, Cartagena no tiene playas paradisíacas y lo más parecido a las mismas están en este archipiélago.

Me faltó descubrir Getsemaní, así como entrar a varios museos e iglesias a los que no tuve tiempo, por lo que seguro que acabaré volviendo a la perla colombiana.