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dimecres, 31 de desembre del 2014

2015: todo un enigma

2014 ha sido un año curioso, bastante complicado, de muchísimos cambios. Lo empecé en Valencia, mi ciudad natal (algo muy raro para mi estos últimos años). De ahí volví a Panamá donde estaba trabajando. En pocos meses acabó mi vida allí y como todos los años se volvía a romper mi rutina y me tocaba despedirme de los amigos con los había pasado tan buenos momentos. Volví a Valencia y aproveché las vacaciones de Semana Santa para conocer Milán y Bérgamo, dos bellas ciudades lombardas. También volví diez días a mi querida caótica Manila. En mayo me mudé a Argel por trabajo y además de conocer la capital argelina, pude visitar ciudades y restos arquitectónicos de varios puntos de la costa. Asimismo, hice una pausa vacacional de una semana en Grecia, visitando Atenas, Mykonos y Delos. Impresionante país, sin duda. Una beca finalmente concedida por la Unión Europea interrumpió mi estancia en Argelia y me mudé a la pequeña ciudad belga de Brujas tras pasar unos días en La Canyada. Desde allí he podido descubrir Ostende, Amberes y los campos de Flandes donde se decidió la suerte de la I Guerra Mundial, además de seguir explorando Bruselas y haber repetido visita a Aquisgrán y Colonia. También visité los bellos palacios barrocos de Brühl. En una escala en Barcelona, pude entrar por fin a la mítica Pedrera así como admirar el arte del Museu Nacional d'Art de Catalunya.

De nuevo os escribo desde Valencia cuando apenas le quedan unas horas a 2014. Lo cierto es que 2015 se presenta más enigmático que nunca. A estas alturas, no tengo la más remota idea de donde estaré el 1 de julio de 2015. Es verdad que más o menos los primeros meses están planeados. En unos días vuelvo a Brujas para vivir allí seis meses más. El segundo fin de semana de enero descubriré Riga, la capital letona, en mi primera incursión báltica. Después tengo sendos viaje de estudios a Londres y a Ginebra. Ya he estado en ambas pero me quedaron muchas cosas por descubrir. Semana Santa la pasaré muy probablemente en el Mediterráneo, pero el destino concreto está por confirmar. A partir de ahí, todo es un misterio. 

He de reconocer que en el punto de mira tengo dos destinos: los Balcanes Occidentales (destacando Montenegro, Croacia, Bosnia-Herzegovina y Serbia) así como el Cáucaso (Georgia principalmente), ya que he hecho buenas amistades de allí. También me gustaría mucho pasar unos meses en algún país arabófono para cimentar mis conocimientos básicos adquiridos este año. Pero la gran pregunta es: ¿dónde seguirá mi carrera laboral? Me encantaría poder disfrutar de una cierta estabilidad. Un mínimo de tres años sin mudarme de nuevo. ¿Pido mucho?

De momento voy a disfrutar de todo lo que me espera y ya veremos donde me lleva la vida. Tal vez mi mayor deseo para 2015 sea un poquito de estabilidad geográfica. La foto que os dejo es de un paisaje otoñal de los jardines de Brühl: un camino. ¿Hay camino o se hace camino al andar? 

Feliz año para todos los nómadas.

diumenge, 28 de desembre del 2014

Casa Milà " La Pedrera " - Barcelona

Han sido muchas las veces que he estado en Barcelona, pero nunca había visitado la famosa Casa Milà por dentro. Esta vez, aprovechando una escala larga entre avión y tren, decidí conocer esta magnífica obra de la arquitectura, clasificada como patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1984 junto con otras obras de Gaudí como el Parc Güell o la Sagrada Família.

La Casa Milà fue una gran innovación para su época. Inaugurada a principios del siglo XX, fue un encargo a Antoni Gaudí (el arquitecto más cotizado por aquel entonces) hecho por el matrimonio burgués Milà Segimón. Querían tener su amplio apartamento en el bulevar barcelonés más de moda en aquella época: el passeig de Gràcia. El resto de apartamentos de lujo los alquilarían para poder vivir de rentas toda la vida. Gaudí diseñó el edificio a sus 54 años, por lo que se considera una de sus obras cumbre. La fachada, por ejemplo, con sus sinuosas curvas, se adapta perfectamente a los chaflanes del cuadrado Eixample barcelonés. Cuando se empezó a construir, los catalanes la apodaron "La Pedrera" de forma despectiva (en catalán significa "La Cantera"), por la gran cantidad de piedra y robustez que mostraba. Sin embargo, gracias a la sólida fachada, el arquitecto logró que fuera esta la que sostuviera el edificio junto con gruesas columnas interiores, dejando libre la posibilidad de que los apartamentos no tuvieran ninguna pared de carga. Esto permitía que cada unidad fuera personalizada por sus habitantes, cambiando la distribución de las habitaciones y permitiendo la creación de amplísimos salones, siguiendo el deseo de los Milà. 

Lo primero que me sorprendió fue el alto precio de la entrada: 16 euros y esto que era tarifa estudiante. Sin embargo, tras la visita, he de decir que merece y mucho la pena. 

Se entra por uno de los dos patios interiores. Gaudí los diseñó circulares, respetando las formas de la naturaleza y evitando aristas, decorando las paredes con pinturas imitando los pétalos de flores. En el patio interior principal destaca una bella escalinata cubierta y decorada con algunas palmeras, que llevaba directamente al apartamento del primer piso: el de la familia Milà. De allí, se sube directamente en ascensor hasta el terrado. Sólo por disfrutar de este mágico lugar vale la pena pagar la entrada. A pesar de ser diciembre, la mañana era soleada y las temperaturas agradables. Las vistas de Barcelona son espectaculares desde este terrado tan inusual. Gaudí rechazaba la concepción de esta área como algo residual, donde acumular chimeneas, antenas y demás elementos de uso, como pasaba en el resto de edificios. Por eso se volcó en darle un valor estético, reagrupando las chimeneas o las salidas de las escaleras y dándoles un remate artístico, usando en muchos casos su característico trencadís (una técnica de mosaicos de cerámica rescatada por Calatrava para el siglo XXI) o incluso botellas de cava. Los desniveles y curvas ofrecen diferentes perspectivas de la ciudad. De hecho, numerosos artistas pasaban horas en este mágico lugar, hipnotizados por el equilibrio creado por Gaudí. Personalmente me llamaron la atención los dos únicos arcos, que enmarcan los dos grandes  templos expiatorios de Barcelona: por un lado el Tibidabo y por el otro el gran templo inacabado y obsesión de Gaudí: la Sagrada Família. 

Tras pasear por el terrado se baja al desván del edificio. El arquitecto catalán se inspiró en el esqueleto de una ballena para realizarlo, con 270 arcos de tamaño decreciente, cuya curva empieza desde el suelo. En el pasado servía para albergar los servicios de lavandería del edificio, así como para almacenar trastos y productos de limpieza. El desván fue diseñado además con la función de aislar térmicamente el edificio, técnica que ahora se usa en casi todas las obras que buscan ser más sostenibles. Actualmente se encuentra instalado el llamado Espai Gaudí donde encontrar maquetas de sus obras cumbre, planos, fotografías, reproducciones de los muebles que diseñó así como elementos de la naturaleza en los que se inspiró para sus creaciones. Es muy impactante una de sus maquetas expuestas, en la que dibujando el plano de un edificio sobre una plancha de madera, le enganchaba cadenas metálicas en diferentes puntos y poniéndolo boca abajo encima de un espejo, las cadenas caían y creaban los volúmenes del edificio, permitiéndo a Gaudí estudiar su viabilidad. Esta simulación de volúmenes se hace actualmente con programas informáticos.

La visita continúa por el apartamento modelo del cuarto piso. La mayoría de apartamentos de La Pedrera siguen estando habitados por lo que siempre ruegan hacer el mínimo ruido posible. Este apartamento recrea la casa y estilo de vida de una familia de la burguesía barcelonesa a principios de siglo XX. Totalmente amueblada, veremos varios elementos diseñados por el propio Gaudí, como pomos de puertas (adaptados a la forma de la mano) o los cielos rasos, entre los que destaca uno que imita las formas del fondo del mar, con las líneas en la arena que dejan las olas. Podremos pasear por la cocina, el cuarto de los niños, la alcoba matrimonial, la biblioteca, el comedor o los baños, de gran luminosidad y comodidad comparable a la de hoy en día.

La visita continúa por el antiguo apartamento de los Milà, ahora sin ninguna pared interior, reconvertido en sala de exposiciones temporales, donde se exponen obras de artistas de todo el mundo que cambian de temporada y donde podremos admirar las gruesas y estilizadas columnas que sostienen el edificio. Finalmente, acabaremos en la tienda donde comprar todo tipo de recuerdos.

Al salir había una visita de empresa. El grupo se había repartido entre los diferentes balcones de la fachada principal para hacerse la foto navideña corporativa. Un fotógrafo subido en una plataforma les daba las indicaciones. La fachada estaba decorada con verde y lazos rojos, creando una especie de árbol navideño gigante. En lo más alto de la fachada hay varios rosetones esculpidos en piedra donde se encuentra el siguiente mensaje: "Ave Gratia M plena, Dominicus tecum". Con sus 54 años, Gaudí se había convertido en un ferviente católico, dejando atrás su juventud anticlerical.

Paseando por el elegante passeig de Gràcia os encontraréis muchos otros ejemplos de edificios modernistas de diferentes arquitectos. De hecho, casi enfrente de la Pedrera se encuentra la original Casa Batlló, también de Gaudí.

Sólo por la Casa Milà merece la pena visitar Barcelona. La Pedrera no sólo es una de las obras cumbres de modernismo mundial, sino que es un ejemplo de como la arquitectura puede adaptarse a las necesidades y formas humanas sin perder en ningún momento su valor estético, su originalidad o la elegancia. Gaudí demuestra como hasta el más pequeño detalle, como pomos o colgadores pueden ser originales y estar en armonía con el conjunto de la obra, aunque se trate de algo tan común como un bloque de viviendas.


dimecres, 3 de desembre del 2014

Brühl: Castillo de Augustusburg y Pabellón Falkenlust



Una escapada barata y fácil desde Bélgica es visitar la parte oeste del länder de Renania del Norte - Westfalia, especialmente las ciudades de Aquisgrán (Aachen en alemán) y Colonia. Ambas cuentan con unas impresionantes catedrales que son Patrimonio de la Humanidad UNESCO.



Rumbo a Aachen

Aproveché para visitar a dos amigos en Aachen y tomé el tren en Brujas con dirección a Veviers, descendiendo en una de las últimas paradas: el pequeño pueblo de Welkenraedt, donde hay siempre un tren esperando para hacer el corto trayecto que nos deja en Aachen. Nada más llegar, fuimos directamente a cenar algo típicamente alemán: una especie de pizza alemana de masa fina hojaldrada con bechamel, bacon y queso además de un delicioso pastel de cebolla. Siguiendo la tradición otoñal de la zona, pedimos federweisser para beber, un vino espumoso refrescante y en constante fermentación. Tras la cena, dimos un paseo nocturno por el centro de Aachen y los alrededores de su bella catedral, que ya había tenido la oportunidad de visitar unos años antes.

¿Por qué Brühl?

Al día siguiente madrugamos para tomar el tren a Colonia y allí hacer el intercambio hacia nuestro destino final: Brühl. En esta pequeña ciudad se encuentra un Patrimonio de la Humanidad UNESCO: el conjunto del palacio (castillo) de Augustusburg y sus jardines junto con el magnífico pabellón Falkenlust, construídos por Clemens August de Baviera, Príncipe Elector de Colonia.

La estación de tren nos deja literalmente frente al castillo, por lo que no hay pérdida posible. La entrada combinada incluye una visita guiada al palacio, pero siempre en alemán, por lo que si no entendéis la lengua de Goethe, lo mejor es tomar prestada una audioguía

El palacio fue construído sobre los restos de una antigua fortaleza medieval. Muchos elementos fueron usados, como las gruesas paredes del antiguo castillo, que se pueden apreciar en algunas de las estancias. Por suerte, los bombardeos de la II Guerra Mundial apenas le afectaron. Es tan bello que el mismo Napoleón dijo que si tuviera ruedas, se lo hubiera llevado a Francia.

El rococó alemán primitivo

Empezamos la visita por algunos de los salones invernales del bello palacio, donde destacan las bellas estufas de porcelana china. Los salones de audiencias, donde las personalidades esperaban hasta ser recibidas por el Príncipe, están bellamente decorados con frescos, muebles de gran calidad y cuadros excelentes.

Una de las mejores partes del palacio es la gran escalinata de la entrada, donde se recibía a cubierto a los invitados ilustres que llegaban en sus carruajes. La profusión de decoración chinesca se debe al gusto de la época por la estética oriental que se extendió por toda Europa. De hecho, son muy similares a las que encontramos en el rococó Palacio del Marqués de Dos Aguas, en Valencia. El exotismo de estas decoraciones denotaba también riqueza y sofisticación. De hecho, en la propia entrada hay una gran fuente de porcelana con un dragón chino. La gran escalinata impresiona por su profusión de detalles, y sobretodo, por la presencia de decoraciones paganas o civiles, teniendo en cuenta que el señor de la casa era cinco veces Arzobispo. La riqueza de pilares y paredes, sin embargo, es fingida, ya que están realizados en materiales baratos (que incluye la cáscara de huevo) para fingir mármol. Sólo hay mármol real en las baldosas de los escalones. También es cierto que se utilizó polvo de piedras preciosas para decorar estas paredes, por lo que tan baratas no fueron. Llaman mucho la atención las grandes figuras de parejas de hombre y mujer en cada pilar que sostiene el techo. Todas son diferentes y muestran diferentes estados de ánimo de modo muy realista. Levantando la cabeza, nos encontraremos un fresco que finge de manera perfecta la forma de una cúpula, a pesar de que el techo sobre el que está pintado es plano. Allí se observa a la Magnificiencia ordenando a la Abundancia repartir fondos para que las diferentes artes puedan crear. La gran lámpara de hierro forjado que cuelga en la mitad es una joya rococó en sí misma. La última vez que se encendieron sus velas fue cuando el Presidente de la extinta República Federal Alemana recibía a otros jefes de Estado en este palacio. En los lados están los grandes salones de la guardia (con frescos alegóricos recordando las grandezas de Baviera y la familia del Príncipe Clemens) así como el gran comedor, donde se realizaban grandes banquetes públicos, de más de treinta platos (hay un pequeño balcón donde se situaban los invitados a observar a los aristócratas comiendo).

La visita sigue por la bella sala de audiencias del Príncipe, decorada con cuadros y frescos de halcones y garzas, mostrando la importancia de la cetrería como afición distinguida. La habitación curiosamente es uno de los pocos lugares de palacio donde encontramos cuadros de temática religiosa, ya que antes de dormir y al levantarse, el Príncipe-Arzobispo necesitaba acordarse de las normas religiosas y de la humildad requerida. La habitación de al lado, gabinete de trabajo del Príncipe, tiene el techo decorado con dibujos graciosos de monos practicando la caza, tocando instrumentos o pintando. El objetivo era crear un ambiente desenfadado que permitiera a los consejeros tener conversaciones relajadas con su Príncipe.

Una de las salas más impresionantes es el elegante comedor privado, con dos bellas fuentes en las que se mantenían frescas las bebidas a la vez que el ambiente era más agradable gracias al sonido del agua fluyendo. El salón de los tapices, realizado con grandes bordados realizados en Bruselas, me recordó a algunos de los salones del Palacio Real de Madrid.

La visita continua por las estancias dedicadas al verano, mucho más frescas. Las bellas vistas del jardín muestran la alargadísima fuente y los tapices vegetales realizados con parterres. Especialmente original es el comedor veraniego, con las paredes alicatadas de cerámica holandesa, que dan gran sensación de frescura. La gigantesca lámpara central hecha de cristal de Murano imita las formas del hielo, dando una sensación visual de frío.

Grandes jardines y un palacete de caza

Tras salas de belleza y exhuberancia rococó, nos dimos un largo paseo al aire libre por los enormes jardines del palacio, primero los ordenados jardines franceses y luego por el enorme bosque jardín de tipo inglés. Finalmente llegamos al bellísimo pabellón Falkenlust, un auténtico palacete en mitad de un bosque, bastante alejado del palacio principal. Aquí es donde el Príncipe-Arzobispo se refugiaba para una vida más terrenal, organizando fiestas privadas, jugando a las cartas o practicando su pasatiempo favorito: la cetrería. Su alcoba privada aquí no deja lugar a dudas: las imagenes religiosas del palacio principal desaparecen para dejar lugar a otras más mundanas, como la de Venus y el dios Cupido (Amor) jugando de forma algo indiscreta. El palacete dispone de elegantes salas adaptadas a la cotidianeidad y alejadas de la pompa principesca, como el salón de los espejos, con un gran retrato del Príncipe en bata-pijama; el sencillo salón del té, decorado con motivos chinescos; el elegante salón de baile, con sus cortinajes o la sala de jugar a las cartas. Especialmente bonita es la escalinata, decorada con los rectángulos blancos y azules simbolizando la bandera de Baviera, realizados en cerámica. 

Muy cerca, en uno de los claros, se encuentra la capilla de Nuestra Señora de Egipto de planta circular y decorada con rocallas marinas, que estaba cerrada. A través de las ventanas pudimos admirar su decoración interior. El uso de conchas y caracolas de verdad en su decoración la hacen más bella si cabe, especialmente rodeada de árboles amarillos, con sus hojas cayendo, ofreciendo el perfecto espectáculo otoñal.

Volviendo a Bélgica

Tras la visita paramos en Colonia para saludar a la catedral (que ya visité hace cinco años) y comer un surtido de wurst (longanizas), especialmente las típicas bratwurst fritas (blancas) y el mítico currywurst, que no comía desde mi visita a Berlín hará seis años. Los deliciosos panes alemanes también merecen una mención.

La buena conexión ferroviaria del oeste alemán con Bélgica y todas las bellezas para visitar convierten la región de Renania del Norte - Westfalia en perfecta para una escapada de fin de semana. Y desde luego, los palacios y jardines de Brühl bien mercen una visita. No dudéis en escaparos por allí un fin de semana de otoño o primavera.

dilluns, 27 d’octubre del 2014

Los mejores lugares a los que viajar en 2015

Como ya viene siendo tradición a finales de octubre, Lonely Planet acaba de sacar su tradicional lista de lugares que visitar, esta vez en 2015. Generadores de ansiedad por excelencia (sobretodo este año que ando escaso de presupuesto y tiempo), la editorial estadounidense nos propone una lista y sus razones para visitar determinados destinos este año. Y debo decir que me han sorprendido ya que proponen muchísimos lugares en los que nunca he estado. 

Empezando por las ciudades, de las 10 que proponen sólo he visitado una (y muy recientemente): Milán. Nada más y nada menos que en tercer lugar, sin duda el hecho que se celebre la Expo de 2015 influye en el ranking. Esta Expo tendrá como temática la gastronomía, por lo que es casi seguro que entre mayo y octubre me pase por la segunda ciudad de Italia para disfrutar de las últimas novedades de la gastronomía mundial, especialmente en el nuevo distrito de "comida futurista". Sorprendentemente la primera ciudad que visitar es Washington DC, en la que solo estuve un par de horas en su aeropuerto. Otras de las diez que más papeletas tienen para que las visite son Valletta y Viena, esta última porque, a parte de todo lo que tiene que ofrecer, celebra el festival de Eurovisión de este año. 

En países, Singapur encabeza la clasificiación. A mí personalmente me gustó muchísimo. Me parece una ciudad comodísima y vibrante. ¿La excusa para volver? En 2015 Singapur celebra su 50 aniversario como ciudad-Estado independiente. Un estado báltico, Lituania, se cuela en el tercer lugar, debido a su entrada del euro el año próximo así como por le magnífico centro histórico de Vilnius, declarado patrimonio UNESCO. Y en el cuarto lugar: Nicaragua. Lástima que no visité el país centroamericano cuando viví en Panamá. La culpa va para COPA Airlines y sus abusivos precios. En octavo lugar está mi querida Filipinas, un paraíso que cada vez más gente descubre, no solo por sus inolvidables islas (más de 7,100) sino por la increíble amabilidad y alegría de sus gentes, su gastronomía nada conocida pero deliciosa, fascinante y variada y sobretodo, por la curiosa mezcla social y cultural de esta antigua colonia española del Sudeste Asiático. Philippine Airlines acaba de obtener autorización para realizar vuelos directos a Europa, así que con probabilidad los precios de los vuelos a Manila bajarán aún más. Pero no puedo dejarme Serbia, Irlanda y Marruecos, que también están en la lista y que los tengo al alcance de un vuelo low cost. El primero es desconocido para mi, pero de los dos segundos ya conozco Dublín, Howth, Marrakech y Essaouira

Y en la lista de regiones, chocante es que no haya estado en ninguna. Especial rabia me da el hecho de que la número diez sea Macau, a la que estuve a punto de ir (con vuelo comprado y todo) pero que por causas laborales me perdí. Cabe destacar también que en el número uno se sitúa Galípoli, en Turquía, muy cerca de la antigua Troya. 

Otra de mis listas preferidas es la de cosas que hacer gratis este año, y hay dos que ya he podido disfrutar y que muero por poder hacer de nuevo y de manera frecuente: relajarse en las playas de Rio de Janeiro. Con las Olimpiadas de 2016, incluso el WiFi gratis ha llegado allí. La otra actividad presente es subirse en el gratuito Staten Island Ferry, desde el cual pude ver de lejos la famosa estátua de la Libertad así como el skyline del Bajo Manhattan. Hay otra que no hice por los pelos (tuve que cancelar dicho viaje por motivos laborales): el show de las luces de Hong Kong. Y hay otra que probablemente haré el próximo febrero: los museos Kengsinton en Londres, especialmente para ver los especimenes recogidos por Darwin.

Por supuesto, hay muchísimas otras interesantes listas, como por ejemplo la de las comidas más raras que probar en 2015, entre las que destacan el durian en Singapur (fruta que probé y no está tan mal) o el balut en Manila (un huevo con el embrión de un patito que nunca he tenido las ganas de probar). Asimismo, están los mejores destinos baratos, con Túnez en el número uno (donde aún no he ido) y Shanghai, Portugal y Uruguay en la lista (donde ya he tenido la suerte de ir).

De todas formas, lo mejor es que déis un vistazo vosotros mismos a las diferentes listas y saquéis vuestras propias conclusiones. Yo sólo sé que 2015 de momento me llevará a repetir Londres y Ginebra, además de tenerme viviendo en Bélgica hasta junio. Lo que venga después, aún no se sabe.



divendres, 10 d’octubre del 2014

Amberes

Amberes - o Antwerpen en neerlandés - es sin duda la ciudad más cosmopolita de Bélgica. Más de 170 nacionalidades se encuentran registradas en el Ayuntamiento de esta ciudad. La diversidad se nota nada más llegar, al pasear por sus calles. Por ejemplo, hay restaurantes de todo tipo: tailandeses, etíopes, nepalíes, mexicanos, vietnamitas o peruanos. Hay incluso una cadena de helados australianos presente en varias zonas de la ciudad. Este cosmopolitismo viene de lejos: de hecho, Amberes organizó los Juegos Olímpicos de 1920 y en 1928 inauguró el primer rascacielos de Europa, de 27 plantas.

Al estar viviendo en Brujas, lo más cómodo para llegar fue tomar el tren directo que une Brujas con Amberes y tarde algo más de una hora. La llegada a la estación impresiona. Según Newsweek, es una de las más bellas del mundo. Construida en 1905, la grandiosidad de su lobby nos dejó impresionados. 

Salimos y dando un agradable paseo remontamos por la animada Meir, una calle peatonal donde se encuentran las tiendas de ropa de las principales cadenas internacionales. No olvidemos que Amberes es una gran capital de la moda. Lástima que no nos dió tiempo a visitar su famoso "fashion district". 

Como era el dia de los monumentos abiertos en Flandes, nos topamos con que el normalmente cerrado al público palacio Paleis op de Meir estaba abierto. Este señorial edificio, construído en el siglo XVIII, sirvió como residencia oficial a Napoleón durante su estancia en la ciudad en 1811. Asimismo, fue residencia también de la familia real belga. Su gran salón de los espejos aún conserva una gran elegancia y grandeza barroca. 

Seguimos caminando hasta llegar a la Grooenplats, donde se encuentra la estatua del que tal vez sea ciudadano más famoso de Amberes: Pedro Pablo Rubens. Además, la impresionante catedral aparecía ante nosotros. Continuamos por un callejón hasta llegar a la triangular Handschoenmarkt, donde pudimos admirar la elegancia de la gran catedral de la ciudad, en neerlandés: Onze-Lieve-Vrouwekhatedraal, la más grande de los territorios de habla neerlandesa. En su interior, además de su grandiosidad arquitectónica, encontraréis cuatro obras maestras de Rubens, destacando el bello y gigantesco tríptico "La elevación de la cruz", una de las obras maestras del pintor con un gran movimiento, tensión, geniales claroscuros y un uso del color fascinante.

Tras la visita al bello templo, seguimos hasta llegar a la Grote Markt, con el bello ayuntamiento, con influencias arquitectónicas flamencas e italianas, lleno de banderas de todo el mundo y presidido por un elegante escudo de los Habsburgo españoles y una bella estátua de la Virgen María. Este edificio es patrimonio de la humanidad UNESCO junto con otras muchas torres de toda Flandes, como la propia torre de la catedral de Amberes, el belfroi de Brujas o Ypres o el campanario de Gante. 

En mitad de la plaza está la fuente de Silvio Brabo, el mítico legionario romano que mató a Druon Antigoon, un gigante. Cuenta la leyenda que este gigante controlaba la Escalda (la enorme entrada de mar que conecta Amberes con el Mar del Norte. Allí, obligaba pagar peaje a todos los capitanes de barco. Este problema se solucionó cuando el legionario Brabo mató al gigante, le cortó la mano y la arrojó al río. En neerlandés, lanzamiento de mano se dice "hand werpen" y de ahí deriva el nombre de la ciudad y su símbolo; una mano.

Tras el paseo por la bella plaza, nos hicimos fotos con uno de los antiguos "autobuses" de la ciudad que aún circulan - carros de dos pisos tirados por un percherón y decorados con publicidad del siglo XIX. Luego seguimos por la calle Hoogstraat, llena de restaurantes internacionales, hasta llegar a una de las grandes joyas de la ciudad: el Museo Plantin Moretus. Un primer dato señala su importancia: fue el primer museo en ser declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO. ¿Porqué? Originalmente, esta bella y enorme casa-taller fundada por el impresor Christoffel Plantjin y luego heredada por su yerno Jan Moretus. Ambos fueron los pioneros en utilizar la imprenta de manera masiva - proto-industrializada- convirtiéndose en unos de los editores más importantes de la época. De hecho, en los talles podréis admirar las más antiguas prensas del mundo, así como una extensa colección de material tipográfico. Las bibliotecas contienen numerosas joyas, entre las cuáles se encuentra la Biblia de Gutenberg, la Biblia Regia en cinco idiomas del siglo XVI, numerosas pinturas y dibujos de Pedro Pablo Rubens así como numeros libros de anatomía, descripción de hierbas y manuales geográficos que en la época fueron auténticos tesoros, tanto por su gran calidad como por su altísimo valor económico e informativo. Por último, también podremos recorrer las bellas estancias de la mansión, incluyendo los elegantísimos salones - muchos de ellos con bellas bibliotecas y exhuberantes tapices -, la cocina, los pasillos y las habitaciones privadas, que aún huelen a piel, ya que las paredes están cubiertas de cuero de Córdoba - unas finas capas de piel de alta calidad decorada con motivos geométricos y florales así como escudos-. Esta decoración fue muy popular en Flandes durante el siglo XVII.

Tras tanta historia, cultura y arte, el hambre apareció. Así que entramos en De Groote Witte Arend, un restaurante de comida tradicional flamenca. Allí, en un ambiente muy confortable pedimos la cerveza local, llamada Bolleke Koninck, de un color ámbar y un sabor con cuerpo muy agradable. Con las cervezas nos sirvieron unas croquetas de patata de cortesía. Para comer, pedimos un delicioso plato de jugoso conejo con salsa a base de cerveza Westmalle - realizada por monjes trapistas en una abadía muy cerca de Amberes -. Como acompañante, nada mejor que el tradicional stoemp, un puré de patatas casero con trozos de jamón y queso y un delicioso toque de limón. 

Como ya era algo tarde, decidimos darnos prisa para poder visitar la Casa-Museo de Pedro Pablo Rubens, diplomático y el pintor más famoso del barroco flamenco. Sin embargo, en Bélgica todo cierra muy pronto, normalmente a las cinco de la tarde. Y el problema es que a las cuatro y media ya no nos dejaron comprar la entrada. Así que tocará volver para poder visitar esta casa-museo. 

Decepcionados por no haber podido visitar más cosas, nos compramos un helado australiano con sabor a crema de speculoos, la galleta belga por excelencia, a base de huevos, harina, azúcar moreno, canela, nuez moscada, jengibre, clavo, cardamomo y pimienta blanca. Degustando el helado llegamos a la bella estación y nos subimos en el tren para volver a Brujas. 

Amberes es además capital mundial del comercio de diamantes, Multitud de tiendas se agolpan en los alrededores de la estación. Este es uno de los últimos recuerdos que me llevé de una ciudad a la que sin duda volveré, para poder conocer sus otros museos, su barrio de la moda, y sobretodo, su afamada vida nocturna. 

diumenge, 28 de setembre del 2014

Ostende

Ostende es una escapada perfecta desde Brujas. A menos de veinte minutos en tren, son numerosas las atracciones que la ciudad ofrece. Para empezar, el mar del Norte y su paseo marítimo con gigantescas torres de apartamentos, que a muchos nos recordará a Benidorm con bajas temperaturas. 

A pesar de que Ostende ofrece varios museos, nnosotros decidimos empezar por visitar el Atlantikwall, o mejor dicho, uno de sus tramos. De hecho, esta gigantesca infraestructura fue ideada por Adolf Hitler para proteger toda la costa Atlántica de la Europa ocupada: desde el sur de Francia hasta el Polo Norte noruego. Actualmente el tramo que se conserva está en mitad de las dunas del Domein Raversijde. Para llegar hasta allí tomamos el famoso tranvía de la costa - Kusttram - y paramos justo enfrentre (preguntad a los locales). Una vez allí, atravesad las dunas por un camino de madera y seguid las indicaciones hasta llegar.

Una vez allí, el complejo es bastante amplio por lo que recomiendo llevar calzado cómodo. En este tramo del Atlantikwall veréis bunkers, pasillos de ladrillo interminables (para evitar que la aviación enemiga avistara los movimientos de tropas). muchas baterías antiaéreas y cañones para hundir barcos enemigos.

En muchos de los bunkeres hay recreaciones de cómo era el ambiente a través de objetos reales así como de figuras de cera a escala real vestidas con trajes de soldado originales de la época. Podremos ver los puestos de control, los dormitorios, los baños, la enfermería o incluso la casa del general al mando, algo más cómoda. Los alemanes establecieron un estricto sistema para mantener todo este tramo de costa vigilado ya que temían una intentona de invasión europea por parte de ingleses y norteamericanos por mar. La visita dura algo más de dos horas y lo bueno es que la entrada incluye una audioguía que lo explica todo bastante bien. Personalmente pienso que este es uno de los lugares más interesantes de Bélgica donde poder experimentar lo que fue la II Guerra Mundial y la ocupación nazi. 

Tras la visita, salimos pasear por la gigantesca playa. Luego tomamos el tranvía de vuelta y paramos en el famoso paseo Alberto I, delante de la estatua del Rey Leopoldo II, con el cincuentero hotel Thermae Palace presidiendo la zona. Allí pudimos experimentar del ambiente del final de verano belga, con muchas familias disfrutando de uno de sus últimos paseos antes de la vuelta al colegio-trabajo. 

Pasando el paseo y llegando al muelle, también visitamos el pequeño mercado de pescado y marisco donde en los puestos se vendían las capturas del día, fresquísimas. Una agradable pescadera nos ofreció probar unas gambitas minúsculas, más pequeñas que una uña, frescas y crudas, que estaban bastante buenas.

Tras el agradable paseo nos dirigimos a almorzar - algo tarde - al Bistro't Zeezodtje, un agradable restaurante especializado en platos con pescado y marisco fresco. Al fin y al cabo Ostende es una ciudad costera. La pasta con almejas, gambas y pescado estaba deliciosa y la cantidad era enorme.

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Otra ciudad costera cercana es De Haan (el gallo), donde Albert Einstein estuvo viviendo una temporada. Además de las casas señoriales y de la coqueta estación de tren - del estilo belle-époque -, lo mejor es ir de noche para dar un paseo, sentarse a charlar en las bellas y altas dunas, sobretodo si hace luna llena, para disfrutar de la paz del paisaje y del cielo salpicado de estrellas mientras el frío viento del mar del Norte os refresca la cara con el relajante sonido de las olas de fondo.

dijous, 18 de setembre del 2014

In Flanders Fields - Ypres

En conmemoración de los 100 años de la Primera Guerra Mundial (IWW), los alumnos de la actual promoción del Colegio de Europa fuimos a visitar los campos de Flandes donde tuvieron lugar algunas de las batallas más sangrientas de la contienda. Tras el estupendo verano de 1914, en septiembre miles de jóvenes europeos como nosotros se encontraron matándose unos contra otros sin saber bien porqué. La Primera Guerra Mundial se convirtió en una guerra de trincheras que se enquistó durante cuatro años y en la que ninguna de las dos partes avanzaba territorialmente hablando. 

Los campos de Flandes, y en especial los alrededores de Ypres, fueron algunos de los lugares donde más muertos hubieron, debido a la importancia estratégica del enclave. Los cuatro años de batallas convirtieron estos bellos campos en paisajes fangosos, arrasando pueblos, caminos y bosques. Sólo las bellas amapolas eran capaces de crecer durante la primavera en este paisaje infernal. Es por eso que son actualmente el símbolo de respeto por todos aquellos que murieron en el bando aliado, especialmente miembros del ejército británico y la Commonwealth, defendiendo la independencia de Bélgica respecto a la invasión del Imperio alemán.

El caso es que empezamos con una emblemática visita al cementerio Tyne Cot, el mayor cementerio de guerra de la Commonwealth del mundo, con casi 12,000 tumbas. Aquí se encuentran los restos de uno de los bunkeres. El terreno de este cementerio es propiedad de la Commonweatlh a perpetuidad gracias a un acuerdo con la Casa Real belga. Tumbas de australianos, escoceses, sudafricanos, indios o ingleses pueblan el lugar. Muchos de ellos ni siquiera tenían veinte años cuando murieron. 

A continuación visitamos la famosa colina 60 - Hill 60 -, triste lugar donde se usaron por primera vez en la historia de la humanidad las armas químicas, en concreto gas tóxico, por parte de los alemanes. Pero tuvieron tan mala suerte que cuando lo lanzaron, el viento giró en su contra y les volvió hacia ellos, matando a cientos de soldados del Imperio alemán. El paisaje lleno de cráteres actual no es ni mucho menos natural, sino que se ha dejado así para recordar como quedó toda la región: como un paisaje lunar, fruto a los intensos bombardeos durante cuatro años.

Seguimos después por las trincheras de Bayernwald, construídas por los alemanes, y que se reconstruyeron de forma extraordinariamente fidedigna. Allí pudimos experimentar por un momento las durísimas condiciones de los jóvenes soldados. De allí no podían salir más que de noche, debido a los intensos disparos que se sucedían por el día. 

Muy cerca de allí visitamos también uno de los cráteres más grandes, el llamado "Caterpillar hole". Estos cráteres gigantes fueron resultado de la estrategia de cavar túneles que atravesaran la zona de guerra que habían entre las trincheras para después colocar centenares de explosivos que se activaban cuando el enemigo osaba conquistar un par de metros de territorio. Actualmente está lleno de agua de las lluvias y alegremente cubierto de árboles. Pero aún así, no deja de ser una muestra más de la brutalidad de una guerra estúpida que se cobró la vida de millones de personas en una guerra de trincheras donde apenas avanzaban las posiciones. 

Acabamos la visita en Ypres, la ciudad por la que lucharon ambos bandos durante años en los alrededores. A causa de esto fue prácticamente arrasada y lo que se ve ahora es una recontrucción de los años veinte, realizada con fondos británicos y estadounidenses fundamentalmente. Fuimos hacia la preciosa Grote Markt donde se encuentra el espectacular Lakenhalle, edificio en el que se comerciaba con tejidos durante la época dorada de Ypres, ciudad que llegó a tener más habitantes que Londres en la Edad Media. Su impresionante campanario civil gustará a todos, incluso a los que ya hemos visto más de uno fruto de vivir en Bélgica. Pero es la puerta de Menin la auténtica protagonista de la ciudad. Aquí se encuentran grabados los nombres de los casi 55,000 soldados de la Commonwealth  muertos en las batallas de Flandes cuyos cuerpos nunca fueron encontrados. Esta gigantesca construcción preside cada día a las 20 horas el toque de silencio, establecido para recordar a los muertos de la Gran Guerra. Esta obra neoclásica se colocó en mitad de las históricas murallas   de trescientos años de antigüedad - construídas por el ingeniero francés Vauban.

Como se trataba del cien aniversario del inicio de las contiendas, tres estudiantes del Colegio de Europa depositaron una corona de flores durante el toque, en representación de toda la institución. En la actualidad, los jóvenes europeos convivimos, estudiamos y nos divertimos juntos, intentando aprender a construir una Unión Europea mejor. Todo muy diferente a la situación de hace cien años, cuando jóvenes alemanes, franceses, británicos y belgas se mataban en este mismo lugar, poniendo fin a todos sus sueños y aspiraciones, hundidos en un paisaje de lodo, desesperación, crueldad y sobretodo, estupidez. La rabia y tristeza hacia las élites que empujaron a estos jóvenes a la guerra no puede ser olvidada. Toda una generación perdida por causa de las entelequias nacionalistas y alianzas no calculadas de unos pocos. Cómo dijo Rudyard Kipling, escritor británico: "if any question why we died, ask them, because our fathers lied".

dimecres, 10 de setembre del 2014

Le Musée Hergé - Louvain-la-Neuve

Uno de los museos que más tiempo llevaba esperando visitar era el Museo Hergé - Musée Hergé - en Louvain-la-Neuve. Inaugurado en 2009, este moderno edificio contiene una completísima colección de objetos y viñetas que explican de una manera agradable y didática la carrera profesional de Georges Remi, alias Hergé. A través de diversas salas iremos explorando las temáticas, estéticas, preocupaciones e ideas de este historietista belga, obviamente con un especial énfasis en el mundo de Tintin, su personaje más carismático.

Pero empecemos por el principio: ¿cómo llegar? El Musée Hergé es fácilmente accesible en coche desde Bruselas - apenas a 30 minutos -. Sin embargo, si dependemos del tren, el trayecto se alarga más de una hora, ya que hay que ir hasta Ottingnies y allí bajar e intercambiar de tren para tomar el que nos deja en Louvain-la-Neuve. El museo está a cinco minutos caminando de la estación. Y es que en realidad Louvain-la-Neuve es una anodina población creada a principios de los años 70, cuando el Estado belga tuvo que recolocar a todos los estudiantes francófonos que dejaban la Universidad de Lovaina, cuando está pasó a impartir la docencia al 100% en flamenco. Es entonces cuando se crea Lovaina la Nueva, con su universidad nueva también. Horribles bloques de cemento nos recibirán en la fea estación, así como un centro comercial insulso que, eso sí, tiene de todo. En mitad del parque se encuentra el modernísmo Musée Hergé - este año cumple su V aniversario - en forma de barco, blanco y con grandes cristaleras. 

Nosotros lo visitamos coincidiendo con el día del tebeo - Jour de la Bande-Dessinée - en Bruselas por lo que nos ahorramos el precio de la entrada y además, pudimos ver los diversos coches clásicos que aparecen en los diversos álbumes de Tintin. Allí se congregan todos los años para el rally anual de Tintin, donde los propietarios de estas joyas automóvilisticas se reúnen y disfrazan de los diferentes personajes de este tebeo. Me encantó ver el taxi con el que Tintin persigue a varios delicuentes por las carreteras suizas en "El Asunto Tornasol", o el Citröen negro antiguo en el que se desplazan los agentes secretos de la ficticia "Borduria" en este mismo álbum. 

Tras ver los coches, nos internamos en el Musée Hergé, una auténtica joya tanto para los amantes de Tintin como para todos aquellos interesados en el mundo del tebeo y del cómic o incluso del diseño. Nada más llegar nos darán un iPod con cascos para poder ir escuchándo las diferentes explicaciones. De tanto en tanto algunos tests aparecerán en la pantalla del mismo. Empezaremos por el tercer piso, insertándonos en el universo de Georges Remi con una serie de documentos, fotografías y objetos personales que nos ayudarán a entender mejor su infancia, adolescencia y juventud y cuales fueron las grandes influencias que le llevaron a crear diferentes tebeos, siendo Tintin el que le catapultó a la fama mundial. Me llamó mucho la atención el telegrama enviado por Salvador Dalí, con guiños a las expresiones del capitán Haddock, que muestran la amistad entre Hergé y el propio Dalí. La influencia de los Boy-Scoutts en la estética inicial de los tebeos de Hergé es fundamental también. La podéis ver en la siguiente foto.


En la sala siguiente veremos una serie de ejemplos de otros comics realizados por Hergé, como "Les Aventures de Jo, Zette et Jocko" o "Quick et Flupke" así como las portadas que realizó en el suplemento del que fuera responsable - Le Petit Vingtième - o los diferentes diseños para anuncios publicitarios, Pero es en la tercera sala donde empieza todo a girar en torno al gran personaje de Hergé: Tintin. En efecto, esta sala está dedicada a los principales personajes del mundo de "Les Aventures de Tintin". Vitrina a vitrina, exploraremos a fondo cada uno de los principales influencias, su personalidad y algunas curiosidades así como los modelos en los que se inspiró para crearlos. Por ejemplo, Hernández y Fernández no eran más que parodias de su padre y su tío gemelo vestidos como los policías secretos de la época.

En una sala anexa veremos además las películas y obras de arte que inspiraron a Hergé en la creación de sus diversos álbumes, ya sean los más realistas - cómo Stock de Coque o El País del Oro Negro - o los más fantásticos - como El Secreto del Unicornio -. Además, podremos hacernos una foto en uno de los escenarios de los tebeos, gracias a una camara especial y un fondo verde virtual. Luego, la postal nos llegará a nuestra dirección de correo electrónico. 

Tras todo esto, bajaremos por unas escaleras presididas por una estupenda lámpara donde aparecen los cientos de personajes creados por Hergé para el mundo de Tintin. Bajo veremos cientos de objetos que aparecen en los tebeos y cómics de Tintin, así como modelos reales utilizados por Hergé y su equipo para dibujar, por ejemplo, las escenas dentro del cohete de los memorables "Objetivo: la Luna" y "Hemos pisado la Luna". El submarino-tiburón, las maquetas para el totem de "La Oreja Rota" y otros muchos objetos. Asimismo, hay bastante merchandising de Tintin de todos los tiempos. 

El Museo acaba con un homenaje al Estudio Hergé, en especial a sus colaboradores más cercanos, que hicieron posible realizar muchos de los nuevos álbumes de Tintin así como actualizar los antiguos. La guinda de la exposición es una serie de tres cuadros con la cara de Hergé realizados por Andy Wharol - el artista siempre reconoció la influencia de los comics de Hergé en sus cuadros -.

En la sala de exposiciones temporales se encontraba un buen número de estatuas de Nat Neujean, escultor belga que inmortalizó diferentes personajes de Tintin en bronce. Una de las más notables es el bello busto de Tintin. Finalmente, el museo cuenta con el restaurante "Le Petit Vingtième", algo anodino. Y por supuesto, con la tienda "Tintin", que es exactamente igual que las tiendas oficiales que encontraréis en París, Bruselas, Singapur o Manila. 

El Musée Hergé es una delicia arquitectónica, con un contenido interesantísimo, que gustará a todos los aficionados al comic y obesionará a todos los fans del mundo Tintin. Para el resto, quizá no valga la pena desplazarse hasta Louvain-la-Neuve. Para mi valió mucho la pena. Muchísimo.

dissabte, 30 d’agost del 2014

Desde Brujas

Tras casi cinco años viviendo en climas tropicals - en Miami, Manila y Ciudad de Panamá además de tres meses en Argel y uno en Abu Dhabi - me mudo ahora a una ciudad fría lluviosa, pero sobretodo, pequeña: Brujas. Por primera vez en años dejo de depender de coches y taxis. Si algo bueno tiene la vieja Europa es su increíble red de transportes. Además, Brujas, por su tamaño, es perfecta para caminar o incluso mejor, ir en bici. 

El caso es que mi verano acabó de golpe el pasado lunes cuando aterricé en el aeropuerto internacional de Bruselas-Zaventem, con cielo gris plomizo y lluvia. Dejaba atrás el soleado verano mediterráneo que pasé entre Valencia, Argel y Grecia. Después de dos cómodos trenes cruzando campos verdes con vacas y ciudades industriales llegué a la moderna estación de Brujas. El cambio no es sólo en tamaño y clima: es también en estilo de vida. Vuelvo a ser un estudiante con todo lo que ello implica, tras haber pasado estos tres últimos años de vida laboral. Eso significa que pierdo mi independencia económica y que además, parte de mi tiempo libre se tendrá que consacrar al estudio. Por eso, durante los próximos meses os estaré contando mis excursiones por Bélgica y países vecinos. Los destinos exóticos tendrán que esperar.

Sin embargo, estoy convencido que el país del chocolate y las cervezas tiene muchísimo que ofrecer. Para empezar, once lugares patrimonio de la humanidad UNESCO. Como siempre, aquí os estaré contando mis impresiones, trucos y consejos de viaje. 

¡Saludos desde Flandes!


divendres, 22 d’agost del 2014

Mykonos

Mykonos es una pequeña isla del archipiélago de las Cícladas, bañada por el mar Egeo. Rocosa, seca y con muy poca vegetación natural, la población vivió en la pobreza hasta que en los años cincuenta los primeros turistas empezaron a llegar, maravillados por la belleza de sus playas, el encanto de las callejuelas de su capital - Chora - y su gastronomía. La cercanía a Delos - uno de los cuatro mayores yacimientos arqueológicos de Grecia - completaban la oferta turística de Mykonos. Por su puesto, la oferta de fiesta que ofrece todos los días del verano la han convertido en una referencia mundial. Sin duda, Jacqueline Kennedy Onassis ayudó muchísimo a la promoción internacional de la isla cuando la convirtió en su cuartel general de vacaciones veraniegas.

Nosotros llegamos en un "fast ferry" proveniente del puerto del Pireo, en Atenas, que tarda apenas tres horas. Una vez en el puerto, experimentamos uno de los problemas a los que se enfrenta Mykonos: el transporte público, que está mal explicado y es bastante irregular. De hecho recomiendo encarecidamente alquilar una moto como nosotros hicimos un día: es barato y es mucho más eficaz y rápido que un coche.

Nuestro primer hotel estaba bastante alejado de todo, en Kalo Livadis, una playa de la costa sureste conocida por sus aguas turquesas, arenas blancas y tranquilidad en general. El hotel, a pesar de ser muy tranquilo, contar con modernas instalaciones y estar muy limpio, tenía un público muy alejado de lo que buscábamos: grupos de adolescentes italianos acompañados de animadores. Por eso no puedo recomendar esta playa para quedarse, principalmente porque está alejada de todo en general. Para poder desplazarnos, alquilamos una moto y nos dirigimos a playa Paradiso, donde entramos a la famosa Tropicana, una fiesta en la playa a la que llegamos tarde, casi cuando estaban cerrando. El público era mayoritariamente de jóvenes italianos e italianas en masa excesivamente borrachos. Sin embargo, el ambiente era muy divertido. Como todo el mundo se iba, nos dirigimos a la discoteca de enfrente, Cavo Paradiso, la más famosa de la isla. Pero el ambiente no empezaba hasta las tres de la mañana así que tomamos nuestra moto y nos dispusimos a seguir a todo el mundo: llegamos a Chora - el corazón de la isla - donde hay muchísimos locales a los que ir, y de todo tipo. Empezamos caminando las callejuelas de la pequeña Venecia, un barrio de casas con balcones que dan al mar. Allí nos tomamos una copa en un bonito local que contaba con un balconcito encima del mar.

Después bailamos en algunos de los divertidos locales que salpican el casco antiguo, hay para todos los gustos,  con todos tipos de música y de públicos, desde la música del momento, a rock, dance, pop, house e incluso pop-rock griego, sobretodo demandado en los afters, donde el público se dirige al amanecer para seguir la fiesta. Podría empezar a decir nombres pero lo mejor es que os perdáis, entréis donde os llame la atención y cuando os canséis paséis a otro. Hay tantos y tan cerca que esto es lo más divertido. Nosotros acabamos conociendo a un grupo de jóvenes griegos y griegas universitarias que nos llevaron finalmente a uno de los afters de música griega.

Al día siguiente nos mudamos a playa Ornos, una pequeña localidad al sur del centro de la isla, muy cercana al centro, mucho mejor conectada que Kalo Livadi en todo caso. Eso sí, con la playa mucho más llena de gente. Allí nos alojamos en la casa-hotel de una simpatiquísima griega, que nos vino a recoger en su coche desde la estación de buses y nos dio bastante consejos útiles para descubrir la isla. Antes de que nos recogiera aprovechamos para visitar Chora - el casco antiguo - de día. Sus blanquísimas callejuelas, las puertas azules, las cúpulas rojas de sus diferentes pequeñas iglesias ortodoxas así como de la única iglesia católica presente en la isla. Vale la pena visitar también los molinos tradicionales, movidos por aspas con telas, auténticos símbolos de Mykonos. Las pequeñas tiendas y restaurantes que salpican la zona antigua y ofrecen productos y precios para todos los gustos y bolsillos.

Tras la visita, descansamos en la bella playa de Ornos, frecuentada por todo tipo de turistas. Al día siguiente nos levantamos temprano y aprovechamos para hacer una ruta en barco por diferentes playas de la isla. Saliendo de Ornos llegamos hasta la lejana playa Elía, playa LGTB por excelencia, como bien señala la bandera arcoiris que la preside. Además de eso, esta es una de las playas con agua más turquesa de toda la isla, por lo que decidimos quedarnos un par de horas aprovechando su tranquilidad. Tomamos poco después otro barco que nos llevó hasta Super Paradise, una de las playas más conocidas por su divertidísimo local con el mismo nombre, donde la fiesta empieza a las cuatro de la tarde entre la arena y las maderas de este escenario playero. Super Paradise ofrece horas de música del momento con gente bailando en bikini y bañador en un ambiente más que amigable amenizado por bailarines y bailarinas con mucha marcha. Sin duda, muy recomendable. Allí estuvimos de cuatro de la tarde a once de la noche, desde donde tomamos un bus hasta Chora y Ornos. Tras ducharnos, queríamos ir a Cavo Paradiso, la macro-discoteca por excelencia de la isla. Sin embargo, griegos y libaneses que habíamos conocido en las diferentes fiestas nos avisaron que en realidad estaba lleno de chiquillos y no valía la pena pagar su cara entrada. Así que volvimos a perdernos entre los diferentes locales de Chora en otra noche divertida noche entre calles blancas y locales con todo tipo de música.

Al día siguiente, o mejor dicho, dos horas después - la fiesta en Mykonos no para - tomamos el barco que salía de Ornos a la mítica isla de Delos, aunque eso ya os lo conté en la entrada anterior. Al llegar de la excursión, y tras pasar unas horitas en la playa, acabamos el día viendo el atardecer en la agradable piscina del hotel donde nos quedamos.

Esa noche dejamos Mykonos a las diez, desde su pequeño pero ordenado aeropuerto internacional. Olympic Air, subsidiaria de Aegean Airlines, nos dejó en menos de una hora de vuelta a Atenas. Nunca olvidaré esta isla del mar Egeo. A pesar de ser una gran fan de Ibiza, he de reconocer que Mykonos tiene un encanto especial, muy diferente al ibicenco, pero capaz de rivalizar con mi isla favorita, tanto en fiesta - mucho menos masiva que en Ibiza - como en la deliciosa gastronomía griega o en la belleza de sus playas y paisajes. Intentaré volver el verano que viene a este trocito de paraíso en la tierra. 

divendres, 15 d’agost del 2014

Argel

Argel, la blanca, como la llamaban los franceses por el color de sus edificios, es una ciudad curiosa y diferente, considerada como una de las más románticas del mundo árabe. Personalmente me recuerda mucho a La Habana en versión Magreb. O a una especie de Marsella en estado de semi-abandono. Sin embargo, Argel tiene un poco de todo, de sus muchas influencias que la convierten en una ciudad única, con muchísimas limitaciones que hay que tener en cuenta también.

La visita puede comenzar por el barrio antiguo: la Kasbah, declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO en 1992. Lo mejor es  llegar a la ajetreada Plaza de los Mártires (o en dialecto argelino Sah'Chuada) con las bellas vistas al mar, la blanca mezquita de los pescadores, rodeada de restaurantes especializados en pescado y marisco, así como el antiguo Palacio Consular, ahora Cámara de Comercio Argelina. Vale la pena dar un vistazo a sus elegantes estancias, especialmente en el bello salón de reuniones. En uno de los despachos estuve trabajando yo tres meses.

A continuación, empezad por internaos en las estrechas y empinadas callejuelas de la tristemente sucia Kasbah. Es una lástima el lamentable estado en el que se encuentra esta joya del urbanismo árabe. Sin embargo, aún así vale la pena descubrirlo: maravillaos con los puestos de zumos recién exprimidos, las pequeñas Joyerías, tiendas de dátiles o panaderias. Admirar la mezquita Ketchaoua, de color tierra, antigua catedral de San Felipe, reconvertida en mezquita tras la independencia del país. 

Si nos internamos por la pequeña rue frères Zoubiri encontraremos algunos pequeños restaurantes donde sirven las mejores sardinas a la parrilla que he probado en mi vida aunque personalmente prefiero las fritas, que las hacen con un crujiente buenisimo. También encontraréis bocadillos de brocheta de cordero a la parrilla con pimientos asados. Buscando un poco se encuentran platos muy sabrosos.

En la Kasbah hay dos palacios museos que vale la pena visitar. El primero es el El Museo Nacional de la Iluminación, la Miniatura y la Caligrafía en el Palacio Mustapha Pacha. Este edificio es una maravilla, un auténtico oasis en mitad del caos, calor y barullo de la Kasbah. Esta joya de la arquitectura otomana se construyó en 1799 para alojar al gobernante de la época, el Dey Mustapha Pacha y posteriormente al Dey Ahmed. Tras la ocupación colonial francesa en 1830 el palacio sirvió de residencia oficial de los máximos generales francesas. En 1863 el palacio pasa a ser biblioteca y museo arqueológico. Tras ser clasificado como edificio formando parte del conjunto patrimonial UNESCO de la Kasbah, el palacio se rehabilita para reabrir en 2007 y mostrar miniaturas y caligrafías árabes.

El palacio está realizado con las mejores maderas locales, mármoles italianos, bronces para puertas y ventanas así como cerámicas de Holanda y España. La abundancia de mármol blanco da una frescura excepcional al palacio. Sus patios, algunos con relajantes fuentes, son verdaderamente magníficos. Su rica decoración y armonía lo convierten en uno de mis edificios preferidos de la ciudad de Argel. Recomiendo encarecidamente visitarlo. En sus salas podréis ver minutaturas de caligrafías en árabe bellamente diseñadas, autenticas obras maestras.

El Museo Nacional de las Artes y las Tradiciones Populares en el Palacio Khedaoudj El Amia también es muy interestante. Situado en un palacio algo más íntimo que el anterior, aquí podréis admirar diferentes piezas tradicionales de la cultura árabe, empezando por joyas, utensilios de cocina, muebles o trajes de todas las regiones del país. Este edificio servía de residencia a los tesoreros de los Dey de Argelia durante el siglo X. Vale la pena visitar la recreación de algunas de sus antiguas habitaciones, especialmente el dormitorio con el bello baldaquín. El gran salón con cristaleras y techos estucados fue utilizado como sala de recepción de Eugenia de Montijo , esposa de Napoleón III. Aquí, la aristócrata se reunía con la clase alta colonial de la época para sus fiestas en al capital argelina. 

Consacrada la mañana en la zona antigua, reservad la tarde para los barrios construídos por los franceses, donde evocar una época de grandeza que se paralizó hace 50 años. Exactamente igual que en Cuba. Estos barrios cubren toda la zona conocida como "Argel centro", empezando por el elegante boulevard marítimo, ahora llamado de Ernesto Che Guevara, con sus bellos edificios blancos y las grandes arcadas que cubre sus aceras. Las vistas al puerto y al Mediterráneo son muy relajantes. En un momento dado llegaremos a la plaza de Port Said, donde se encuentra el destartalado Teatro Nacional y donde los más avispados podrán cambiar euros por dinares a un tipo de cambio muchísimo más ventajoso que en los bancos. Solo hay que buscar a los argelinos mostrando fajos de dinares.

Nada mejor que seguir por la calle que sube, conocida como rue Ali Boumendjel que se convierte en la rue Ben M'hidi Larbi. Recomiendo en esta calle visitar el MAMA - Museo Argelino de Arte Moderno -. Normalmente cuenta con buenas exposiciones. Yo pude visitar una dedicada a las heroínas de la revolución por la independencia, que fuerón sistemáticamente silenciadas por el hecho de ser mujeres a pesar de haber jugado un papel crucial en la victoria. Tras el museo, curiosead por las decenas de animados comercios de todo tipo, todos a precioso interesantes. Pasada la elegante plaza del ayuntamiento (con la magnífica estátua del Emir Abdelkader ) y el tramo donde de venden plantas y pajaritos, llegaréis al corazón de la ciudad: el boulevard Mohamed Khemisti, que todo el mundo conoce como la zona de la Grande Poste, por estar aquí uno de los más bellos edificios públicos de la capital argelina: el edificio central del servicio de correos es una de las más bellas muestras del estilo neomorisco construído por los franceses a principios del siglo XX. Su exterior, blanco, imponente, con sus tres gigantescos arcos y sus dos altas cúpulas, es una de las estampas más conocidas de la ciudad. En su interior, los bellos motivos cuidadosamente esculpidos en tonos tierra evocarán a más de uno los cuentos de las mil y una noches.

Si seguimos paseando por el bello boulevard, disfrutaremos de las impresionantes vistas del moderno hotel El Aurassi, orgullo del pueblo argelino por ser el primer hotel de lujo construido por el Gobierno. Su moderna fachada de estilo setentero - fue inaugurado en 1975 - preside gran parte de los barrios de la ciudad. Subid para tomar algo en su terraza  mientras disfrutáis de las vistas de la ciudad y el Mediterráneo: vale la pena.

De vuelta a la Grande Poste, continuad por la mítica rue Didouche Mourad, tal vez la más famosa de toda la ciudad, donde los argelinos quedan por las tardes y por las noches para dar un paseo y curiosear en sus decenas de comercios. El corazón de esta zona es la transitada place Audin, donde se encuentra la Universidad de Argel. Dad una vuelta también por la animada rue Victor Hugo. Todas estas calles cuentan con bellísmos edificios de apartamentos blancos, balcones de hierro y ventanas de madera, muy elegantes. Aquí se puede cenar en uno de los restaurantes más conocidos de la ciudad: la Brasserie des Facultés, al más puro estilo "pied-noir" pero a precios algo elevados para mí gusto. 

Al día siguiente volved en la zona de la rue Didouche y tomad el metro en la parada Khelifa Boukhalfa hasta la parada Jardin d'Essai. Antes de nada, subíos el teleférico para admirar las vistas desde el triángulo de cemento conocido como Monumento a los Mártires, auténtico símbolo de la ciudad. Bajad de nuevo y dirigíos a los jardines: no se puede visitar Argel sin dar un paseo por el Jardín d'Essai, si se puede una tarde de sábado, como las decenas de familias y grupos de amigos argelinos. Tras pagar el irrisorio precio de la entrada, podremos disfrutar de un bellísimo complejo de jardines. su nombre se debe a que antiguamente era el jardín donde los Botánicos "ensayaban" la plantación de diversas especies para ver como respondían al clima local. Ahora, además de los invernaderos donde se sigue experimentando, el jardín cuenta con dos enormes zonas: la del jardín francés, construída alrededor de una gigantesca escalinata dominada por filas de palmeras, con ordenadas fuentes, rectas avenidas y cuidados parterres. Por otro lado, se encuentra el jardín inglés, que imita el estilo de un bosque, con caminos sinuosos, vegetación frondosa y lagos artificiales. En la mitad de ambos jardines se encuentra un agradable restaurante donde ordenar platos de buena calidad a precios más que razonables que recomiendo encarecidamente. Las brochetas de cordero así como la ensalada de aguacate con gambas me parecieron deliciosas.

Tras la comida, disponeos a visitar el decadente zoo. Su selección de animales del Sahara, originarios del sur del país, tales como las hienas, el zorro del desierto - muy adorable pero frágil ya que mucha gente lo toma como mascota pero mueren fácilmente fuera de super entorno desértico -y otros muchos más. Tienen tigres, guepardos y leones, que dan mucha pena encerrados en espacios tan pequeños. Los monos son graciosos, especialmente los más pequeños, que ha conseguido hacer  agujeros en las jaulas de las que se escapan, se dan un paseo por el exterior y luego vuelven. Nosotros nos dimos un buen susto y la señora de la foto también. 

Tras tanto paseo, nada mejor que relajarse en la célebre piscina del Sofitel Hamma Garden, con vistas al bello monumento de los Mártires. La mejor manera de terminar una agotadora jornada de turisteo por la nada turística capital argelina. 

Finalmente, reservaos la noche del jueves o viernes para salir de fiesta. Argel no es un destino donde la noche sea prolífica. Hay muy pocos locales abiertos, básicamente tres discotecas: Cristal - en el hotel Hilton -, Star Studio - en el hotel Sheraton - y la más famosa de todas: Triangle, justo debajo del gigantesco Monumento a los Mártires.

En Argel, la noche se vive de manera similar a otros países mediterráneos: lo primero es tomar algo en las casas entre amigos, luego se puede ir a algún bar o local y finalmente, ya tarde, como alrededor de las dos de la mañana, llega el momento de ir a una de las tres discotecas. Los locales más chics donde tomar una copa se encuentran en el Bois des Arcades, en el punto más alto de El Madania. Allí podremos disfrutar de terrazas bajo el cielo estrellado rodeados de centenares de pinos que dan un olor estupendo al ambiente. El Piano Piano es un buen local donde empezar la noche con música a la última.

Volviendo a las discotecas, sólo tuve la oportunidad de conocer Triangle, tal vez la más famosa, con sus tres salas: techno-house, jazz y raï. La sala de techno-house bulle con la música a todo volumen y luces flash que no paran de cegar a los asistentes. Es interesante a la vez que extraño el ambiente de mezcla de grupos de amigos y amigas de las buenas familias argelinas, expatriados y prostitutas. A pesar de ser penada con dos años de cárcel, la homosexualidad está presente en Triangle con grupos de amigos claramente gays pero que actuan de forma muy discreta debido al férreo control de los guardias de seguridad. Sin embargo, la sala que hay que ver si o si es la de raï, el género musical argelino por excelencia, donde un cantante lanza sus poemas en directo mientras suena este curioso género mezcla de electro, pop e instrumentos árabes. Al más puro estilo de cabaret argelino, el público baila siguiendo los movimientos tradicionales con las manos y brazos. Sin duda, una de las experiencias más argelinas posibles.

Argel es una ciudad diferente, sin ninguna preparación ni interés de recibir al turista. Sólo los más aventureros disfrutarán de esta complicada pero preciosa ciudad, una auténtica joya del urbanismo árabe con grandes influencias turcas, beréberes y francesas. Al no haber apenas turismo extranjero, los argelinos os recibirán con gran simpatía, curiosidad y ganas de mostrar su ciudad, cultura y gastronomía de forma totalmente desinteresada. Turismo alternativo, cuanto menos.