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dilluns, 4 de març del 2024

Moldavia (y Transnistria)

El país menos visitado del mundo

Moldavia es, después de Kiribati, el país con menos turistas de 2023. Y ello no sorprende, ya que es un país mal conectado con el resto del planeta, sin patrimonios de la humanidad UNESCO y con una promoción turística prácticamente nula.

Aún así, el país merece ser descubierto: cuenta con cómodos hoteles a precios decentes, comida deliciosa, vinos de primera. paisajes preciosos y una historia interesante, con mucha arquitectura y estatuas de la época soviética, sobre todo en la rebelde provincia de Transnistria. 

Tuve la suerte de ir por trabajo y luego quedarme un par de días para descubrir algunos de sus tesoros por lo que comparto algunas ideas para los que os animéis a descubrirlo. Lo ideal sería dedicar unos días a su capital, un par a alguna zona rural y viñedo y otro día más a visitar Transnistria.

Chisinau, estampas de una típica capital soviética

Para entender mejor la historia de este desconocido país, lo mejor es empezar visitando el Museo Nacional de Historia, donde a través de paneles explicativos, maquetas y artefactos históricos, se narra su historia desde los primeros poblados fortificados dacios y carpetanos; pasando por la era del imperio romano (por eso aquí se habla una lengua latina, el rumano) y llegando al siglo XV, cuando el rey Esteban el Grande consiguió librarse de los dominios de Hungría, Polonia y el imperio otomano. Su reinado de 47 años es todo un símbolo en la historia moldava, que lo señala como etapa dorada hasta el punto que el actual escudo del país (una vaca bajo una estrella) sigue siendo el de este rey.

Poco les duró la independencia ya que en 1538 los otomanos retomaron el control hasta que en 1812 les cedieron estas tierras al imperio ruso. De hecho, en la gran plaza de la Asamblea Nacional (antiguo Soviet Supremo de la República Socialista de Moldavia), aún se alza el decimonónico arco del triunfo que conmemora la victoria rusa sobre los turcos. En esa época, el imperio empezó el proceso de rusificación del Moldavia, cambiándole el nombre por Besarabia y eliminando el uso del rumano de la administración o la religión. Varias partes de Moldavia pasaron a ser del reino de Rumanía mientras que otras se iban asimilando al imperio ruso. Pese a todo, la intelectualidad moldava redescubría el rumano a lo largo del XIX y el romanticismo lo volvía a situar como lengua de periódicos, narrativa y poesía.

La Segunda Guerra Mundial fue terrible para Moldavia: 300.000 moldavos murieron esos años. Pero a la vez, en 1940, se creó por primera vez en siglos, una entidad semi-autónoma moldava: la república socialista soviética de Moldavia, que pasaba a formar parte de la URSS. A los bombardeos nazis (primero) y soviéticos (después, para expulsar a los nazis) sobre Chisinau, se unió los efectos devastadores de un terremoto que casi alcanzó el 8 en la escala de Richter. 

La capital quedó totalmente destruida, por lo que se reconstruyó siguiendo las pautas de una típica ciudad soviética ideal, con una enorme avenida central que la atravesaba entera, perfecta para los trolebuses eléctricos, con enormes torres de viviendas grises a ambos lados. Poco ha cambiado la estética de la ciudad y recorrer dicha avenida es todo un viaje al pasado: se trata del bulevar Esteban el Grande. Los altísimos bloques de viviendas son especialmente espectaculares en la llamada "puerta de Chisinau" con dos bloques simétricos que parecen abrazar al visitante. Las farolas, semáforos, gran parte del mobiliario urbano y hasta los murales de realismo socialista siguen casi todos intactos. También imponentes edificios públicos como el teatro nacional o recintos deportivos, incluyendo numerosas piscinas al aire libre: Chisinau era de las ciudades de la URSS con mejores temperaturas, de hecho, un piso aquí era muy fácilmente intercambiable por otro en el centro de Moscú (algo que ya no ocurre, por supuesto).

Además, el acceso de Breznev al poder en Moscú hizo que sobre Moldavia cayeran inversiones millonarias, ya que este había sido secretario general del Partido Comunista de Moldavia la década anterior. Chisinau se llenó de expertos en todas las materias de toda la zona de influencia comunista en el mundo. La ciudad, aunque decadente, sigue siendo agradable para pasear en muchas de sus zonas centrales.

Los rusos intentaron difundir la idea de que los moldavos hablaban una lengua distinta a los rumanos para evitar cualquier potencial deseo de reunificación. Es más, se promovió la escritura del moldavo (rumano) en alfabeto cirílico y no latino. Esto se acabó en 1989, cuando las autoridades, presionadas por la calle, recuperaron el alfabeto latino para el rumano en Moldavia. Dos años después, Moldavia declaraba su independencia con la bandera rumana y el escudo de Esteban el Grande en medio. Aún se puede ver esa primera bandera firmada por los miembros del parlamento en el museo nacional.

La independencia trajo una doble transición: hacia una democracia que aún sigue siendo imperfecta; y hacia un nuevo sistema económico, el capitalismo, que convirtió al país en el más pobre de Europa. Culturalmente, el ateísmo oficial soviético se sustituyó por una vuelta de la religión: el 80% de los moldavos hoy en día se consideran religiosos. De hecho, el número de iglesias en el país se ha multiplicado por diez desde 1991. El país sigue dividido entre la mayoría que anhela entrar en la Unión Europea y una minoría importante nostálgica de la era soviética y que prefiere alinearse con la Rusia de Putin.

En este mar de iglesias nuevas y antiguas de la capital, os recomiendo una: la iglesia de madera de Hiriseni, dedicada a la dormición de la Virgen María, ya que es espectacular. Es de piezas de madera perfectamente ensambladas sin uno solo clavo ¡cómo si se tratara de un gran juguete! Su belleza armoniosa en medio de un bello parque la hacían aún más bonita, sobre todo en otoño. 

Para comer, nada mejor que la famosa cadena La Placinte, donde sirven una selección de especialidades nacionales, todas perfectamente servidas. Además de los típicos pasteles nacionales, recomiendo la Mamaliga, una especie de polenta de maíz amarillo que se come con queso cottage, crema agria, verduras al vapor y una proteína, como las salchichas caseras. El queso fresco de oveja con pimientos a la brasa y especias también está delicioso.

No olvidéis pasaros por la mítica tienda de Bucuria al lado de la plaza central, donde comprar cualquiera de los bombones que ofrece esta marca de chocolates que empezó como empresa chocolatera estatal en 1946, y que aún hoy es la más querida por los moldavos.

La Moldavia rural

Desde Chisinau, adentrarse en las zonas rurales del país no es difícil: las carreteras están en buen estado y no haría falta quedarse a dormir fuera de la ciudad si no os apetece moveros de hotel. Aunque en las ciudades de provincias como Orhei hay hoteles muy cómodos a buenísimos precios.

Yo os propongo replicar lo que yo visité: podéis salir de Chisinau para visitar la región de Calarasi, en la que además los viñedos y de bonitos bosques en tonos otoñales podréis ver monasterios mezcla de estilo clásico y barroco con elementos tradicionales moldavos (como el de Frumosa con sus cúpulas azules). Además, la región está llena de pozos de todo tipo ya que es una de las grandes costumbres del país. Desde los más tradicionales de madera y piedra pasando por los soviéticos con vallas y techos metálicos; hasta los más contemporáneos: algunos con forma de taza de té. Lo mejor es que en todos puedes beber agua fresca de gran calidad. Y la ola de religiosidad que vivió en país tras el comunismo ha hecho que en muchos pozos se hayan construido cruces.

Es interesante ver la arquitectura soviética de los edificios públicos en las poblaciones, sobre todo los antiguos colmados públicos (supermercados de la era comunista) ahora abandonados, muchos con mosaicos del realismo socialista. Eso sí, ni una estatua de Lenin: todas fueron substituidas por las del rey Esteban el Grande.

Moldavia es conocida también por contar con algunos de los mejores vinos del mundo. De hecho, tienen el récord Guinness del mundo por la bodega más grande: la Milestii Mici. No olvidéis visitar este u otras bodegas.

Tras visitar Calarasi, dirigíos a comer a La Badis, un precioso restaurante en un edificio tradicional donde probar los platos más característicos del país. Empezad con una zeama o o sopa de pollo con fideos con crema agria por encima. Seguid con un poco de placinte (los pasteles típicos del país): el de manzana está buenísimo pero en otoño hace uno de calabaza aún mejor. Aunque tengan azúcar se suelen comer como entrantes. La berenjena a la brasa picada con nueces y trozos de granada también está espectacular. De principal opté por pato a la brasa en salsa de cerezas acompañado de una pera al horno. Y para beber, uno de los mejores vinos que he disfrutado: Alb de Purcari.

De este restaurante a Chisinau apenas os quedará algo menos de una hora, por lo que es perfecto para acabar una excursión mañanera a la Moldavia rural.

Transnistria: el país que no existe

Finalmente, una excursión que recomiendo es a uno de los lugares más curiosos en Moldavia: su famosa provincia rebelde, autoproclamada país independiente desde 1990. Ellos se llaman a sí mimos república moldava de Pridnestrovia (es decir, de antes del Dniester, el río que les separa del resto de Moldavia) algo que ya indica que su punto de referencia es Moscú y no Chisinau.

Pridnestrovia es también conocida como el país que no existe, ya que solo otras dos repúblicas los reconocen: Abjasia  y Osetia del Sur (estados, por cierto, que tampoco reconoce nadie). El caso es que sus habitantes, deseosos de seguir en la URSS, y viendo que el resto de moldavos luchaba por unirse a Rumanía o proclamarse república independiente, decidieron constituirse en herederos de la república socialista soviética de Moldavia, manteniendo incluso su bandera y escudo de armas, para no salirse de la URSS.

Sin embargo, la URSS se disolvió y este pequeño territorio inició una guerra de dos años con el gobierno de Chisinau que finalmente ganó gracias al apoyo de Rusia. Desde entonces, quedó en tierra de nadie, apoyado por unas 2.000 tropas rusas que "mantienen la paz".

Pese a que cualquier embajada occidental desaconseja visitar la provincia (o país, según a quién preguntes), muchas empresas ofrecen tours de un día. Es más, uno puede ir incluso por libre en transporte público. Moldavia no tienen frontera con Transnistria puesto que no reconoce su independencia. Y el autoproclamado gobierno De Pridnestrovia os dejará pasar dándoos un visado provisional que parece un ticket de parking sin tocar vuestro pasaporte, para evitaros problemas luego al salir de Moldavia.

Como no tenía mucho tiempo, opté por un tour en el que un chofer te recoge, te lleva y te enseña alguna de las principales atracciones turísticas. El que me asignaron, además, está casado con una transnistria, por lo que conocía el lugar al dedillo.

Lo interesante de esta excursión es que se viaja en el tiempo, a cómo era la Unión Soviética. Por un lado, no se encuentra mucha diferencia con el resto de Moldavia. Por otro, carteles propagandísticos o bustos de Lenin que ya se han retirado en el resto del país siguen estando aquí tal y como se instalaron en los años 40 del siglo XX. En muchos edificios aún se ven marcas de bala de la guerra que libraron con el ejército moldavo.

En plena Tiraspol, la capital, se encuentra la base militar rusa que los protege. De hecho, al pasar la frontera veréis un tanque ruso apostado en la misma. Hoy en día la mayoría de habitantes son partidarios de unirse definitivamente a Rusia: banderas rusas ondean en la mayoría de lugares y librerías y tiendas de souvenirs venden imanes con la imagen de Putin, Stalin, Breznev o Lenin.

Lo primero que hicimos fue visitar uno de los supermercados del "Sheriff Group" que pueblan esta provincia, propiedad del oligarca local, que además posee gasolineras, un canal de televisión y otros muchos negocios que incluyen un famoso club de fútbol. Allí te cambian euros a rublos priednostravianos. Los billetes no se diferencian mucho de otros (aunque son más pequeños de lo normal, eso sí). Lo curioso son las monedas: ¡están hechas de plástico! Las emite su propio banco central desde 1994. Tras cambiar dinero, curioseé por los pasillos del establecimiento, viendo que están bastante bien surtidos, y aproveché para comprar a precio muy competitivo el coñac Tiraspol, uno de los mejores del mundo y que se fabrica de la misma manera desde que se abrió la fábrica en tiempos de la URSS. También probé el caviar por primera vez: aunque caro, es algo más permisible que en Occidente, ya que en estos supermercados tienen piscinas con esturiones que crían para sacarles caviar que venden fresco en potes de todos los tamaños guardados en neveritas, empezando por uno minúsculo de 20 euros.

La plaza mayor de la capital provincial (o nacional según ellos) es muy parecida a la de Chisinau pero algo más pequeña, y cuenta con el típico edificio del antiguo soviet provincial y ahora considerado parlamento nacional, sólo que este mantienen toda la simbología original, incluyendo estrellas rojas o la hoz y el martillo, además de un elegante y enorme estatua de Lenin enfrente. En los jardines hay un tanque ruso de la Segunda Guerra Mundial con la inscripción "Za Rodinu" (Por la Madre Patria), así como un enorme memorial a los soldados locales muertos en todas las guerras que han luchado junto a Rusia. Aunque la estatua más grande es al generalísimo ruso Suvorov, fundador de Tiraspol en 1792. También han puesto una estatua enorme de la emperatriz rusa Catalina la Grande.

Los aficionados al realismo soviético o al brutalismo arquitectónico disfrutarán con muchos de los edificios y murales que adornan la pequeña capital. Y los amantes de la nostalgia comunista también: desde los vetustos trolebuses Ikarus, que siguen conectando las ciudades del país con cables de los que toman la electricidad, a viejas cantinas de trabajadores que mantienen carteles propagandísticos o bustos de Lenin, con sus suelos de granito blanco y negro; y los menús que se servían a los obreros, completos y a precios populares.

El guía me llevó a la conocida como "cafetería URSS", que se mantiene tal cual, y en donde me comí una sopa de pollo con fideos, un plato de guiso de habichuelas con carne picada y queso, ensalada de remolacha y todo acompañado de una infusión de frutas por solo tres euros.

Y pese a la omnipresente imaginería comunista, lo cierto es que la oleada de religiosidad que vimos en Moldavia también ha llegado aquí: la Iglesia Ortodoxa Rusa ha construido numerosas iglesias nuevas, además de restaurado otras tantas, que lucen con todo su esplendor. Me resultó muy curioso como a frescos de la Virgen los cubrían de joyas de oro donadas por los fieles. Pero aún me sorprendió más la nueva iglesia, casi en la frontera, dedica al zar Nicolás II, fusilado él y su familia real por orden directa de Lenin y canonizado por la Iglesia Ortodoxa Rusa en el año 2000. Las contradicciones de este lugar son espectaculares.

Lo último que vimos en Transnistria fue la fortaleza de Tighina, un castillo del siglo XV que tomaron los otomanos y que finalmente volvieron a tomar los rusos hasta el día de hoy. El castillo no es especialmente bonito, pero tiene una arquitectura curiosa y además, desde sus murallas hay unas vistas muy interesantes del país... y de la base militar rusa. También contiene un curioso museo de armas y otro de instrumentos de tortura.

Dejamos Transnistria devolviendo nuestros permisos en papel (no los olvidéis) y sin ningún sello en el pasaporte. Como si hubiéramos visitado un país que no existe.

IMPRESCINDIBLES

Comer

Cualquier placinte de "La Placinte".

Un menú de la era soviética en la Cantina URSS (Столовка СССР) en Bender (Transnistria).

Beber

Vino blanco Alb de Purcari.

Coñac Tiraspol.

Canción

Trenuleţul de Zdob şi Zdub & Advahov Brothers.

dijous, 29 de febrer del 2024

Huè, la DMZ y Dong Hoi

Empiezo mi serie de posts de Viet Nam con mi ciudad favorita, Huè, a la que además os añado dos excursiones interesantes: la zona desmilitarizada (para aprender más sobre la guerra entre Vietnam del Norte y los Estados Unidos de América, y los horrores que supuso); y también Dong Hoi, una apacible ciudad de provincias junto a otro de los patrimonios de la humanidad UNESCO con los que cuenta el país: el parque nacional de Phong Nha–Ke Bang y sus impresionantes cuevas, las más grandes del mundo.

La capital del Vietnam imperial decimonónico 

En el corazón de Viet Nam, a medio camino entre Ha Noi y Ciudad Ho Chi Minh se encuentra Huè, mi ciudad favorita de este bello país. Llegamos en tren desde Da Nang, tras un agradable recorrido por la preciosa costa de la región. Y nos alojamos en el edificio más alto de la ciudad: el nuevo hotel Melià.

Huè es una gran ciudad muy interesante pero muy apacible a la vez: hasta relajante. Uno puede alquilar una bici y recorrerla con tranquilidad, a lo largo del enorme río del Perfume. Lo mejor es disfrutar de la cotidianeidad de esta apacible villa, donde secan las barras de incienso al sol en aceras o sus habitantes acaban el día con una cerveza en sus concurridas terrazas. Y por supuesto, varias maravillas os esperan, empezando por la bella ciudad imperial, núcleo del poder político, cultural y religioso del Viet Nam durante casi dos siglos, declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO.

Nosotros empezamos precisamente por ahí: la primera mañana la dedicamos a disfrutar de este conjunto de palacios, templos, jardines y bellas y ornamentadas puertas. Muy influenciada por la Ciudad Prohibida de Beijing, visitarla puede llevar desde una mañana entera hasta dos días, dependiendo del nivel de detalle que queramos explorar. Además, el antiguo teatro imperial sigue operativo, por lo que aquellos interesados en las representaciones tradicionales o la música clásica vietnamita deberán reservar un tiempo para ello.

La entrada principal está dentro de la primera gran muralla, protegida por un fuerte con cañones. Dicho fuerte está presidido por una bandera gigante del Vietnam actual que se puso en agosto de 1945, cuando en esta enorme plaza se proclamó la República Democrática de Viet Nam, tras la abdicación del último emperador, Bao Dai, que le pasó la espada y su sello ceremonial a los representantes del gobierno provisional, pasando simbólicamente el "Mandato del Cielo". El emperador se convirtió en el ciudadano Vinh Thuy, y el nuevo gobierno le nombró asesor especial.

Dentro de la propia Ciudad Imperial se encuentra la Ciudad Prohibida Púrpura, donde residían los miembros de la dinastía Nguyen, sin duda la parte más bonita del complejo. Mis partes favoritas fueron el templo To Mieu dedicado a los emperadores de la dinastía con sus altares; el palacete Truong San y la sala de lectura del emperador con sus sofisticados jardines que la rodean. Otro consejo, coged una buena guía, leed los carteles pero evitad la audio guía porque no explica mucho y se alarga con datos irrelevantes. En cualquier caso, cualquier rincón os enamorará: los relieves de las paredes que usan cristales y hasta conchas para simular hojas de árboles, son maravillosos.

Tras esa visita, cogimos las bicis y nos dirigimos a almorzar otra de las delicias de la ciudad: el Bun Thit Nuong, carne de cerdo a la brasa con vermicelli y hierbas vietnamitas en el mejor restaurante que sirve esta especialidad, el Huyen Anh, a medio camino entre la ciudad imperial y la pagoda que queríamos visitar.

Tras el almuerzo seguimos a la pagoda más famosa de Huè: Thien Mu. Situada en una loma sobre el río, es para muchos el símbolo de la ciudad: su torre octogonal se dedica a las reencarnaciones de Buda y dentro del templo, he de decir que es el único lugar del país en el que he visto estatuas de Buda de metal refulgentes. 

Tumbas maravillosas

Si uno a estado en Egipto o la India, es consciente de la magnificencia que puede alcanza una tumba. Pero las de los emperadores de la dinastía Nguyen son otra historia: auténticos palacetes con sus jardines y lagos. Vale la pena visitar al menos dos, de las muchas que hay. Nosotros empezamos por la del emperador Tu Duc, por ser de las más impresionantes y haberse usado por el propio emperador en vida como palacete de retiro y ocio: cuenta hasta con un bellísimo lago artificial. 

El caso es que tras la pagoda Thien Mu, cogimos las bicis y nos dedicamos a pedalear durante media hora a lo largo de zonas semi-rurales hasta llegar a la tumba de Tu Duc. Allí, como en el resto de tumbas de esta dinastía, encontramos primero un patio de honor con figuras de piedra de elefantes, caballos, soldados y mandarines, y después un pabellón dedicado a los logros logrados por el difunto plasmados en una estela de piedra sujetada por una gran tortuga. A continuación, un templo donde venerar al emperador y emperatriz, al que sigue un estanque con flores de loto y poco después, la tumba (un sepulcro cercado). Todo ello rodeado de un bello complejo palaciego con sus jardines y lago artificial con una isla para que el emperador practicara la caza menor. La tumba incluye otro templo dedicado a las 104 esposas y concubinas de este emperador, con sus correspondientes altares.

Tras la tumba, seguimos pedaleando, pasamos por el altar de los sacrificios, la explanada Nam Giao, que a esa hora ya estaba cerrada, y seguimos hasta volver a la ciudad pasando por interesantes cementerios budistas y sintoístas. Y nos fuimos a tomar el mejor café con sal de la vida en el Cà Phé Muoi Nhà Sóc. Además, su pequeña terraza elevada con vistas al canal es inolvidable.

A la mañana siguiente, antes de dejar Huè, también visitamos la tumba del emperador Minh Mang que creo que incluso me gustó más por su calma y el precioso bosque que la rodeaba. 

Cocina imperial

Además del restaurante de camino a la pagoda, vale la pena descubrir la maravillosa gastronomía imperial: Huè es conocida por tener la mejor del país, herencia del saber hacer que los antiguos cocineros imperiales luego aplicaron en los restaurantes de la ciudad y ahora todos podemos disfrutar. Por ejemplo, el restaurante Madam Thu es perfecto para probar las diferentes especialidades, que servirán en un plato degustación perfecto para dos personas. Los pasteles de arroz de la ciudad son memorables: banh khoai, banh uot, banh nam (mi favorito), banh beo, banh loc y banh it. Lo mejor es regarlo todo con la cerveza local: Huda.

Finalmente, probad las famosísimas sopas dulces de Huè: reservadas para la realeza en el pasado, debido al alto precio de sus ingredientes, ahora son un dulce popular disfrutado por todos en puestos callejeros. Algunos de los más famosos se encuentran en los alrededores del mercado de Dong Ba. Recomiendo la che thit quay, o sopa dulce de cerdo a la brasa, a veces de pequeños pastelitos de yuca rellenos de cerdo a la brasa hervidos en agua con azúcar. También disfrutamos la de taro (che mon sap vang), la de ube (che khoai tia) y la de semillas de loto (che hat sen), que es la más popular entre los vietnamitas. Si no os atrevéis con la comida callejera, también podéis disfrutar estas sopas en el elegante restaurante del Meliá, donde las preparan con almendras y lichi.

Y aunque parezca una gran ciudad, de nuevo: en Huè cierra todo muy pronto, así que id pronto a cenar o os encontraréis cocinas cerradas. 

La DMZ

Para visitar la zona desmilitarizada y llegar a Dong Hoi desde Huè, alquilamos un taxi que nos fue parando en diversos puntos de interés (sale bastante bien de precio y son súper simpáticos). La primera parada no nos la esperábamos pero nos gustó mucho: fue la basílica de La Vang, construida en el lugar de peregrinación católico más importante del país, ya que se cree que aquí se apareció la Virgen María en repetidas ocasiones a las víctimas de la guerra. La iglesia original permanece en ruinas fruto de los bombardeos y detrás hay una basílica gigante de estilo pagoda a medio terminar pero con capacidad para miles de personas.

Después nos dirigimos al centro de visitantes de la iniciativa Mine Action, una iniciativa pagada por las cooperaciones noruega, estadounidense, surcoreana e irlandesa que, además de avanzar en el proceso de identificación y desactivación de explosivos, busca llamar la atención sobre el gravísimo problema de los miles de objetos militares que aún no han explotado y que pueblan tierras, aguas y bosques del país, causando decenas de heridos y muertos aún. Recordemos que Estados Unidos destruyó el 20% de las selvas del país esparciendo 20 millones de galones de herbicidas tóxicos. Y eso sin contar los explosivos instalados o lanzados: aún un quinto de las tierras del país son peligrosas con millones de toneladas de bombas y minas sin explotar. La mayoría están en la provincia en la que nos encontramos: Quang Tri.

Nos recibió una de las víctimas que nos contó su terrible historia, de como jugando con su primo confundieron una granada con una pelota que acabó matando al otro e hiriéndole de gravedad a él, dejándole sin un ojo, sin un brazo y sin una pierna. Desde entonces, dedica su vida a acabar con esta lacra explicando a todo el mundo todo lo que queda aún por hacer.

Tras la dura visita, comimos en la insulsa ciudad de Quang Tri el famoso plato bun hen, que son almejas minúsculas (servidas sin sus conchas) con fideos de arroz, mango verde, hojas de banano, cacahuetes y una variedad de hierbas aromáticas. Y de ahí, directos a la famosa franja desmilitarizada que dividió Vietnam en dos repúblicas: una capitalista al sur y otra comunista al norte, según los acuerdos de Ginebra que pusieron fin a la guerra de independencia de Francia. Los acuerdos dictaban que se celebraría un referéndum en ambos países para ver si las poblaciones querían unificarse o no. Las autoridades de Vietnam del Sur incumplieron este punto y se negaron a celebrar el referéndum lo que llevó a Ho Chi Minh, líder de Vietnam del Norte, a crear el Viet Cong, como frente de liberación comunista en el sur.

Cruzamos el famoso puente que unía ambas fronteras y vimos las enormes torres de altavoces a ambos lados que lanzaban propaganda. Al norte también había una bandera gigante sobre un gran pedestal forrado en un mural de realismo socialista que narraba la victoriosa guerra de Indochina contra Francia y luego EE.UU. liderada por Ho Chi Minh.

La última parte que visitamos fueron los túneles de Vinh Moc, una aldea del norte cerca del mar donde 60 familias resistieron durante seis años los bombardeos aéreos y marítimos de los estadounidenses construyendo intrincadas redes de túneles donde hicieron vida como pudieron a 30 metros bajo tierra. En el complejo se pueden ver los pozos, cocinas, wáteres, habitaciones para cada familia (minúsculas) y hasta el hall central donde se reunían o hacían representaciones. En Vinh Moc cayeron un rato de siete toneladas de bombas por persona. Y en esa aldea subterránea nacieron 17 bebés.

Dong Hoi y el Parque Nacional de Phong Nha–Ke Bang

Finalmente llegamos a la apacible Dong Hoi, ciudad costera también al borde de un gran río, bombardeada durante años y ahora solo queda en pie de las antiguas edificaciones una iglesia católica en ruinas y algunas puertas de la antaño ciudadela de la ciudad. Pero la mayoría de visitantes venimos por ser el punto más cercano para visitar el parque nacional de Phong Nha–Ke Bang.

Este parque es una extensión del sitio natural del mismo nombre, que se inscribió en la lista del Patrimonio Mundial en 2003. En el paisaje se observa la presencia de bosques tropicales y mesetas kársticas de gran diversidad geológica, así como de abundantes grutas y caudalosos ríos subterráneos sumamente espectaculares. Los tours incluyen visitas a cuevas secas andando y a las que tienen río en barca. El sitio posee un grado de diversidad biológica muy elevado y alberga numerosas especies endémicas. Con su extensión se garantiza mejor la integridad del ecosistema y se refuerza la protección de las cuencas hidrográficas, cuya importancia es esencial para mantener intactos los paisajes kársticos.

Nos alojamos en el cómodo hotel Melià también, por su excelente relación calidad-precio. Las vistas del río y puerto pesquero desde la habitación eran impresionantes. Pero para cenar, optad por un pequeño restaurante familiar en la calle de al lado: Bank Khoai Tu Quy, donde disfrutar de las famosas tortitas crujientes rellenas de deliciosa carne de cerdo que se forran de un papel de arroz y se rellenan de hierbas y mojado en salsa de cacahuetes; así como las pequeñitas y suaves tortitas con gambas; así como chao can, la sopa típica de la ciudad con anguila y cerdo, algo picante.

Como veis, el centro de Viet Nam ofrece un montón de lugares interesantes que visitar además de una gastronomía única. Huè fue lo que más me gustó, y ya veis que en sus alrededores hay un montón de cosas que ver. 

Comer

Bun Thit Nuong en el restaurante Huyen Anh.

Beber

Cerveza Huda en cualquier terraza animada.

Café con sal en el Cà Phé Muoi Nhà Sóc.


dilluns, 25 de desembre del 2023

Tela y Roatán

La Honduras más turística

Pese a que dije, y me reafirmo, que si uno solo pudiera visitar un lugar de Honduras, debería ir a Copán, la mayoría de extranjeros que visitan la pequeña república centroamericana lo hacen exclusivamente a sus islas de la Bahía, y especialmente a la más grande de todas: Roatán. Aquí llegan decenas de cruceros que la incluyen en sus rutas caribeñas, igual que a este paraíso llegó Colón en su cuarto y último viaje a América. De hecho, la leyenda cuenta que el nombre "Honduras" se quedó de la expresión del explorador cuando, tras sufrir un ciclón de la zona y salir finalmente indemne dijo "Bendito Dios, que salimos de estas Honduras",

En cualquier caso, las islas de la Bahía, pese a no ser caras con estándares globales, si lo son para el hondureño medio, que mayoritariamente visita la costa continental usando la ciudad de Tela como base de operaciones. Sea que vais a descubrir el Caribe continental hondureño, el insular o ambos, preparaos para un calor húmedo y sofocante, que hace muy complicado estar fuera de la playa o piscina durante las horas de sol. Os cuento cuál fue mi experiencia:

Tela

Una primera parada para descubrir el Caribe hondureño es Tela, antigua capital de la época bananera del país. De hecho, las bananas llegaron a representar casi el 70% de las exportaciones del país a principios de siglo XX. Aquí aún se pueden ver las antiguas instalaciones de la United Fruit Company, con las casas de los empleados y mansiones de los directivos, las instalaciones ferroviarias con las que trasladaban las mercancías en trenes de los campos a los barcos; o las grandes plantaciones frutales, muchas ahora reconvertidas en palmas para conseguir aceite y que hacen subir el precio del maíz, alimento básicos de las clases populares hondureñas.

Pero Tela ya ha dejado ese pasado atrás y poco a poco se ha convertido en un destino turístico con dos zonas muy diferentes: su playa urbana, sucia y llena de gente ruidosa, bastante insegura en general, aunque con unos atardeceres espectaculares; y los resorts de lujo de sus alrededores, como el Hotel Indura, con sus piscinas infinitas y sus playas solitarias.

Una de las primeras cosas que sorprenden del Caribe hondureño es su gastronomía. Un lugar donde disfrutarla es el mítico Hotel y Restaurante César Mariscos, en el que no hay que perderse su pan de coco casero, la famosa sopa de caracol (hecha de caracola, leche de coco, plátanos macho y otros ingredientes deliciosos de la zona), las gambas empanadas en coco y el resto de platos de marisco. El lugar es muy popular entre los hondureños, que llenan sus mesas en la playa, perfectas para comer y beber durante la puesta de sol.

Alrededor de Tela, además, hay varias comunidades garífunas, descendientes de los africanos esclavizados que huyeron de San Vicente y las Granadinas, para evitar que los ingleses los siguieran esclavizando en 1797, y se instalaron en Roatán y la costa caribeña de varios países centroamericanos, pero mayormente en la actual Honduras. Cada 12 de abril celebran este hito histórico.

Estas comunidades cuentan con casas, rústicas pero coloridas y preciosas. Sus habitantes os darán la bienvenida a sus restaurantes de comida local, sobre todo basada en pescados a la brasa. No os perdáis su snack casero más famoso: el casabe, que también sirve de acompañamiento a cualquier comida. Se trata de una especie de pan seco crujiente de yuca prensada y horneada con margarina y ajo. El poblado más grande es Tornabé, donde también ofrecen tours en botes por los manglares donde pescan gambas. Yo además, tuve la suerte de ver una exhibición del baile tradicional: la punta, cantando en su lengua, el garífuna.

Roatán

En cualquier caso, son las islas de la Bahía el punto caliente del turismo en Honduras: con unos de los mejores lugares de buceo del mundo, visitantes de todo el mundo pasan temporadas en este paraíso y sus tres principales islas: Utila, Guanaja y la más grande, Roatán, que es la que visité por tener aeropuerto y contar con poco tiempo. La ruta más corta desde Honduras es el vuelo San Pedro Sula-Roatán.

Nada más aterrizar me di cuenta que Roatán no tenía nada que ver con el resto del país, ni siquiera con la cercana Tela. Aquí hay muchísimos extranjeros, la sensación de seguridad es mucho mayor, las carreteras están mucho mejor que en otros lugares y también hay servicios más sofisticados que en el resto del país. Yo me concentré en el sur de la isla, su parte más desarrollada. Si pensáis visitar las islas, la mejor época es entre abril y junio, el resto del año hará muchísimo calor o lloverá durante gran parte del día.

West End

Hay muchos lugares donde quedarse en la isla, pero si es la primera vez y tenéis poco tiempo, siempre se recomienda ir a West End, zona que se alarga entre dos bahías de aguas turquesas rodeadas de palmeras cocoteras. Relajada pero con algunos lugares de fiesta, y una gran variedad de restaurantes, este fue el lugar en el que me quedé. West End es un entorno calmado, donde la gente disfruta del sol y el mar sin prisa.

Con la barrera de coral más grande del mundo tras la australiana, estas islas están llenos de amantes del buceo o del snorkel. En West End se encuentra la zona más accesible a pie del Roatán Marine Park, en cuyo local se pueden alquilar gafas y aletas de snorkel para los que no queráis bucear. También cuentan con una ruta en la propia bahía de la población, Half Moon Bay, atiborrada de maravillosos corales, caracolas, estrellas de mar y peces de todos los colores y tamaños, además de tortugas. Una de las cosas más bonitas que no había visto aún en otros lugares del mundo son los llamados "abanicos morados" un tipo de coral precioso que se balancea al ritmo de la marea a poca profundidad en grandes conjuntos que crean una visión maravillosa. Eso sí, admiradlos a lo lejos, ya que son muy delicados y cualquier toque con las aletas puede matarlos al romperles su delicado tallo.

Lo que paguéis de alquiler o en su tienda va a una fundación que se dedica a proteger la fauna y flora de Roatán incluso con cuatro barcos patrulleros, que ya han conseguido meter en la cárcel a muchos pescadores ilegales así como a turistas sin escrúpulos que intentan arrancar corales, caracoles o estrellas de mar para llevarse de recuerdo.

Para dormir recomiendo la posada Las Orquídeas: precio justo, habitaciones simples pero cómodas y con aire acondicionado y sobre todo, una cafetería en un muelle maravillosa con un desayuno estupendo incluido. De hecho, aunque no os quedéis en este lugar, recomiendo que al menos desayunéis un día en su elegante café "Café de Palo". Al estar en una pequeña península, el entorno es más tranquilo que en el centro de la población de West End.

Para comer hay decenas de buenas opciones, pero si una noche queréis algo más informal pero delicioso, probad los míticos Tacos Raúl, un puestito al aire libre frente al mar en la rotonda de West End que prepara uno de los mejores tacos al pastor de la vida en el momento.

West Bay

West Bay es la otra zona popular, sobre todo por sus grandes hoteles y porque aquí llegan los visitantes en tour de los cruceros. No recomiendo quedarse aquí porque el alojamiento en es caro para la calidad que ofrece, y además, muchos de los grandes hoteles permiten acceder a sus instalaciones pagando consumiciones, por lo que no merece la pena derrochar dinero en habitaciones que tampoco son tan buenas.

West Bay es la típica playa paradisíaca del Caribe que todos imaginamos. De hecho, es considerada la mejor de Roatán. Eso sí, abarrotadísima de gente, especialmente en días de crucero, cuando es imposible hacerse con una hamaca. Desde West End es fácil llegar en los "water taxi" que salen según se llenan del muelle que hay pasando Half Moon Bay. Una buena idea de excursión es salir por la mañana y, para evitar multitudes, meteos en cualquiera de los resorts con piscina, que podréis usar (y además os prestarán una toalla) siempre que comáis allí, y la comida está bien así que merece la pena. Yo opté por el Paradise Beach Hotel, que no está mal, aunque me consta que en breve abrirán algunos más modernos aún. Al atardecer, coger water taxi de vuelta a West End.

El Caribe hondureño es mucho más auténtico y aventurero que muchas otras zonas, y si optáis por Roatán, uno de los más seguros. Tampoco es excesivamente caro si escogéis bien. Me cuenta que Utila, por ejemplo, es más tranquila y auténtica que Roatán, así que tendré que volver en otra ocasión.

Comer

Sopa de caracol en César Maricos

Canción

Sopa de caracol de Banda Blanca.

divendres, 15 de desembre del 2023

Chicago

 

La segunda ciudad 

Chicago es la tercera gran ciudad de Estados Unidos de América, aunque se le llama la segunda ciudad por su dinamismo, es la cuna de los rascacielos. También es cuna de personalidades ilustres del país, como Ernest Hemingway, Frank Lloyd Wright o Barack Obama. Con menos turistas que Nueva York y más nivel educativo que en Los Ángeles, Chicago es perfecta para vivir la quintaesencia de lo que es una gran ciudad estadounidense.

Se la conoce como "la ciudad del viento", su otro gran apodo, por el terrible y gélido viento que azota la ciudad durante los seis meses de su crudo invierno. También se le llama "the city on the make", ya que los rascacielos no paran de brotar, aún hoy en día. El más alto del país está aquí: la torre Willis. Chicago tiene una magia que hechiza, con su gran oferta cultural, su población cosmopolita, sus playas lacustres o sus nuevos y agradables parques. Además, si os gusta el beisbol, podéis ver un partido de los Cubs en el mítico Wrigley Field, el segundo estadio más antiguo de los equipos de la liga nacional, abierto en 1914.

Las cebollas silvestres

El nombre de Chicago viene de la lengua potawatomi, Checagou, que significa "cebollas silvestres". Así bautizó estas tierras la tribu que las habitó originalmente. En 1780, el haitiano Jean Baptiste Point du Sable fundó la ciudad. Tras numerosas batallas entre el nuevo ejército estadounidense y los potawatomi, los EE.UU. acabaron anexionando estas tierras en 1837: pronto Chicago se convirtió en una de las ciudades de mayor crecimiento del país, gracias a la fuente ilimitada de agua dulce del lago Michigan. De hecho, para mantener este lago limpio, Chicago fue la primera ciudad del país en construir un sistema de alcantarillado.

En 1871, un gran incendio arrasó la ciudad dejando a casi 100,000 personas sin hogar. Con un gran trauma, los habitantes reconstruyeron su ciudad con acero, huyendo de la madera, y de ahí surgió el primer rascacielos del mundo en 1885. Poco después, también nació aquí el primer movimiento obrero del planeta, cuando el 1 de mayo de 1886 cientos de miles de trabajadores iniciaron varias jornadas de huelgas generales que se saldaron con cientos de muertos por la represión policial pero que finalmente acabaron con la consecución de la ansiada jornada laboral de 8 horas.

A principio de siglo XX, la bonanza de la ciudad fue atrapada por su Mafia, dirigida por Al Capone    que corrompió su ayuntamiento durante décadas, con decenas de encarcelados. Posteriormente, ha sido la familia Daley la que ha gobernado la ciudad desde 1955, con dos alcaldes de dicha familia (padre e hijo) al mando por más de 40 años.

Uno de los grandes iconos de la ciudad es la Willis Tower (antigua Sears Tower), edificio más alto de los EE.UU. hasta 2013. Y es que Chicago es un paraíso para los amantes de los rascacielos: los hay de todo tipo, muchos preciosos. Lo mejor es empezar la visita a la ciudad con el famoso tour en barco de los rascacielos, que salen a cada media hora desde el embarcadero bajo del puente Du Sable. A mi me impresionó mucho ver el rascacielos que alberga la ópera de la ciudad por detrás o otro que tiene en su fachada un mapa gigante del río y al propio rascacielos marcado en rojo en el mapa. Las Marina Towers, de estilo brutalista, son espectaculares; y el nuevo St. Regis, con su cristal ondulante, hipnótico. Hasta la Trump Tower es impresionante.

Tras el tour, caminé por el Loop, el barrio financiero dentro del cuadrado de vías del metro elevado. Pasé por la enorme mole del Chicago Board of Trade, donde se inventaron los futuros, un instrumento financiero que sigue jugando un papel clave en la economía de la ciudad. Entrad al Rookery, para ver el precioso lobby de Lloyd Wright. Además, las plazas del distrito financiero cuentan con esculturas gigantes de artistas de primer nivel, como la enorme estatua de Pablo Picasso, el "Flamingo" de Alexander Calder o el "Monument with Standing Beast" de Dubuffet, conocido como "Snoopy en la licuadora".

Dad una vuelta también por el cercano Millenium Park, un parque enorme situado entre el Loop y el lago Michigan, que cuenta también con un maravilloso auditorio de Frank Gehry, una fuente de Jaume Plensa (con rostros proyectados en grandes pantallas de cuyos labios salen chorros de agua) y la famosa escultura de Anish Kapoor, con forma de gota de plata, ahora gran símbolo de la ciudad, llamada Cloud Gate pero conocida por el pueblo como "la habichuela". Es perfecta para sacarse fotos en su reluciente cubierta. Además hay actividades de todo tipo en el parque: cuando lo visité había un concierto gratuito de la orquesta nacional de Ucrania en el auditorio, por ejemplo.

Una colección de arte universal única

Otra visita imprescindible al lado del parque es el Art Institute of Chicago, el segundo museo más grande de Estados Unidos, con una colección de más de 300,000 obras de arte que abarcan 5,000 años de historia del arte mundial. Abierto en 1893, engloba casi todas las disciplinas y culturas del planeta y es impresionante. Como seguramente no tendréis tiempo de verlo todo, los imprescindibles, en mi opinión, son:

"La habitación" de Van Gogh; las "Meules de Blé" de Monet; "La tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte" de Georges Seurat; y algo más local, el "American "Gothic de Grant Wood o la icónica "Nighthawks" de Edward Hopper, donde se plasma en un cuadro a la perfección el sentimiento de soledad de muchos habitantes de cualquier gran ciudad norteamericana. Más allá de cuadros, de lo poco que me dio tiempo a ver, al pasar por la zona de esculturas de arte griego me sorprendió una representando a un niño jugando con una máscara de teatro dramático griego que le viene enorme, de la que saca una manita por la boca de la máscara.

Después de tanta obra de arte os dará sed, así qeu subid al cercano Cindy´s Rooftop para disfrutar de sus geniales cócteles y de las vistas del Millenium Park.

Comer en Chicago

Chicago no es el mejor sitio para irse de compras, ya que tienen el impuesto sobre el consumo más alto del país. Pero si que cuenta con comida para todos los bolsillos y de todos los rincones del planeta. Aunque si queréis probar la "gastronomía" de Chicago (si es que existe tal cosa), tenéis que optar por su "Santísima Trinidad": en primer lugar, el Chicago-style pizza, con una masa de casi 8cm que alberga los ingredientes dentro, casi siempre una masa de tomate, carne, cebolla y queso. La hornean en una gran sartén de hierro, por lo que la base y los bordes se fríen, pasando a ser crujientes con el aceite que unta la sartén. Yo la probé en Pequod´s Pizza, y es deliciosa, pero llena mucho. En Oven Grinder & Co la preparan de forma algo diferente, y la llaman pizza pot pie, cocinada en boles de cerámica con una salsa de tomate casera con quesos que incluye unos trozos de cerdo.

La segunda especialidad local son sus perritos calientes de ternera, inventados por la industria cárnica local y exportados luego a todo el mundo. Personalmente lo probé en el archiconocido Jim´s, local en el que un polaco empezó a venderlos con su capa de mostaza amarilla, cubierta con una montaña de cebollas a la parrilla, salsa de pepinillos y un pimiento picante. Eso sí, dentro de los límites de la ciudad de Chicago está PROHIBIDO ponerle kétchup a los perritos calientes.

Y ya la tercera especialidad (y la menos visualmente atractiva) es el bocadillo italiano de ternera con mozzarella fundido. Lo probé el Al´s. Bueno y jugoso, pero nada memorable.

Para dulces, Shawn Michelle´s es la heladería maravillosa, aunque algo alejada, donde disfrutar de los mejores helados de la ciudad. Situada en mitad del barrio negro, entre tiendas de chándales y pelucas, ofrece sabores tradicionales estadounidenses como el helado de tarta de frijoles con crema, el de "lemon pound cake" o su archiconocido helado de vainilla. Los dueños y la clientela son extremadamente amables.

Oak Park, la cuna de Lloyd Wright y Hemingway

A una hora en metro de la ciudad, en este antaño aburrido pueblo nacieron el arquitecto que inventó el primer estilo 100% estadounidense y su escritor más famoso. Por la casa de nacimiento del segundo solo pasé por fuera, pero si recorrí varias de las obras del primero. Siempre me ha gustado mucho el estilo único de Wright, y ver como cambió su pueblo natal fue una maravilla.

Los edificios Wright son una muestra de la “arquitectura orgánica” que él concibió y que se caracteriza por el plan abierto de las construcciones, la difuminación de los límites entre el interior y el exterior de éstas, y la utilización extremadamente original de materiales como el acero y el hormigón. Las soluciones arquitectónicas innovadoras de la “arquitectura orgánica” satisficieron plenamente en su día las necesidades funcionales de los edificios interesados, ya se tratara de viviendas, de lugares de trabajo o culto religioso, o de espacios para actividades lúdicas y culturales. Las realizaciones de este arquitecto influyeron enormemente en la evolución de la arquitectura moderna en Europa.

Empecé la visita en el Unity Temple, que muchos arquitectos consideran el primer edificio contemporáneo de la historia. Diseñado en 1905, representa un momento culmen en la carrera de Lloyd Wright. El arquitecto consigue una armonía excepcional y ejemplifica a la perfección su teoría del diseño orgánico. De hecho, la UNESCO lo declaró Patrimonio de la Humanidad. El templo sigue operando bajo la iglesia universalista unitaria. Me fascinó la pureza de líneas del santuario y la sobriedad de sus elementos exteriores. Existe un pequeño recorrido con audio guía que explica fenomenal las partes y elementos del edificio por fuera y por dentro.

También me acerqué a su estudio, al final de la Forest Avenue, jalonada de mansiones diseñadas también por él, como la casa de Nathan G. Moore y muchas otras de estilo "Prairie", el primer estilo estadounidense que no comparte ningún elemento de los estilos europeos. El nombre de este estilo que sublimó Wright viene de las praderas del Medio Oeste, el estilo predominante horizontal de estos edificios recuerda a dichas praderas.

Además de arte, arquitectura y fast-food diferente, Chicago cuenta con gentes maravillosas, por lo que salir de fiesta en la ciudad es divertidísimo. Me dejé muchas cosas por ver, pero eso es una tónica en mis visitas. Siempre hay que dejar alguna excusa para volver a sitios tan chulos.


IMPRESCINDIBLES

Comer

Deep fried pizza (Chicago style pizza) en Pequod´s Pizza. 

Beber

Cualquier cóctel de Cindy´s Rooftop.

Canción

Stronger de Kanye West y Daft Punk.

Película

The Dark Knight (El Caballero Oscuro) de Christopher Nolan.

dilluns, 6 de novembre del 2023

Chipre

El suroeste de Chipe

Chipre es la tercera isla más grande del Mediterráneo, pero también un país partido en dos: por un lado, el sur es una república greco parlante miembro de la Unión Europea. Por otro, el norte, ocupado por el ejército turco, es una autoproclamada república que solo reconoce Turquía, y turco parlante. Por mi lado, mi primera visita al país se centró en el suroeste, con la base en la ciudad de Páfos, uno de los tres aeropuertos internacionales de la isla.

Tenía expectativas bajas, pero lo cierto es que esta zona de Chipre tiene muchísimo que ofrecer: sol y playa por supuesto, pero también montañas y frondosos bosques, perfectos para senderismo, con pueblos con encanto y ciudades con fiesta como Limasol, además un patrimonio cultural de primer nivel (aquí se encuentran todos los sitios reconocidos como Patrimonio de la Humanidad por la UNESCO). Y por supuesto, una gastronomía deliciosa e interesante.

Empezamos siempre con el típico desayuno chipriota: olivas, halloumi fresco con miel o sirope de algarroba, pan y tomates, con café para beber. Y de ahí, nos esperaba una oferta cultural, natural y de sol y playa inolvidable.

Choirokoitia

Lo primero es visitar el lugar donde están los orígenes de la población de la isla: se trata del asentamiento neolí­tico de Choirokoitia, ocupado desde el séptimo hasta el cuarto milenio antes de nuestra era. Es uno de los yacimientos neolíticos más importantes del Mediterráneo Oriental, con vestigios que han permitido conocer mejor la evolución de la sociedad, ofreciendo numerosas pistas sobre el estilo de vida de aquellos primeros humanos que construyeron asentamientos permanentes. El sitio, que sólo ha sido excavado en parte, constituye una reserva arqueológica excepcional. 

Además de poder ver los impresionantes restos originales, se han construido réplicas de estas casas cilíndricas para que los visitantes podamos entender mejor el nivel de sofisticación en al construcción y jerarquía social que alcanzaron nuestros antecesores, incluyendo uno de los pozos más antiguos de la humanidad.

Este nacimiento surgió alrededor de la minería del cobre, que es el origen etimológico de la palabra Chipre. De hecho, la isla sigue contando con una de las mayores reservas mundiales de este metal. Aunque algunos historiadores dicen que el nombre vendría más bien del ciprés, especie que abunda en las montañas de la isla.

En cualquier caso, más allá de los pueblos neolíticos, fueron los griegos micénicos la gran civilización que imprimió gran parte de la cultura chipriota actual, así como de la lengua hablada por la mayoría de sus habitantes. Se establecieron en dos olas migratorias desde el año 2000 antes de Cristo y sus mitos aún siguen presentes, hasta el punto de situar en la isla en lugar de nacimiento de una de las diosas más importantes del panteón griego: Afrodita.

El mito dice que nació en la playa chipriota de Petra Tou Romiou, de la espuma de las olas de mar creadas por la caída de los genitales de Urano, que su hijo Cronos había cortado y lanzado al mar. Los genitales son un par de rocas en mitad de esta bella playa, que sigue atrayendo a cientos de amantes de los atardeceres inolvidables. Muchos acuden para pedir bendiciones a Afrodita, diosa del deseo, sexo, fertilidad, prosperidad y victoria. De hecho, a Afrodita se le llamaba también Cypris (Señora de Chipre). El centro de su culto se situó durante siglos en Páfos, donde ya habían lugares de culto a las deidades de la fertilidad en la época prehelénica, reemplazadas precisamente por el de Afrodita.

Páfos

Los griegos que se asentaron en la isla pronto se dividieron en cinco reinos, lo que facilitó a muchos imperios conquistarles: por Chipre pasaron asirios, egipcios y persas, hasta que Alejandro Magno la recuperó para el ámbito helenístico el año 333 antes de Cristo. Tras su muerte, recayó bajo el reinado de la dinastía ptolemaica de Alejandría.

Esta herencia se puede ver en Páfos: destino turístico número uno de la isla, donde llegan la mayoría de turoperadores, con los  hoteles de todo incluido. Y aunque el centro urbano sea feo en general, contiene algunos de los sitios arqueológicos de mayor interés del país. No por casualidad, Páfos ostentó al capitalidad europea de la cultura en 2017.

El sitio de las tumbas de los Reyes es uno de los grandes atractivos: se trata de un conjunto de curiosas tumbas excavadas en roca, testimonio de la época en la que Páfos fue la capital de la gobernación de la isla cuando esta era parte del reino ptolemaico de Egipto. Situadas en un paraje casi desértico con el mar Mediterráneo de fondo, estas tumbas buscaban parecerse a las casas que habitaron los allí enterrados durante su vida. Algunos patios y columnas son realmente preciosos. Una pena que los tesoros que albergaban fueran saqueados hace siglos. Una de las tumbas más impresionantes fue la que albergó los restos del hermano de la reina Cleopatra VI.

Tras los ptolemaicos llegaron los romanos y su imperio, que se anexionaron la isla en el 58 antes de Cristo. En Páfos, en otro de sus parques arqueológicos, se pueden ver magníficos vestigios de villas, palacios, teatros, fortalezas y tumbas, destacando los mosaicos de Nea Paphos, considerados entre los más bellos del mundo. 

Estos mosaicos fueron descubiertos por un campesino en los años 60. Los mejores, en mi opinión, son los de la Casa de Dionisio, una antigua mansión romana, con mosaicos dedicados a los diferentes mitos griegos, como el de Escila, Narciso o Ganímedes. Otras casas también tienen mosaicos interesantes, como la Epifanía de Dionisio o aquellos que aún se conservan en la antigua residencia del cónsul romano en la isla, que tienen uno dedicado al mito del laberinto del Minotauro. También hay un odeón griego, restos de lo que fue un gran hospital romano e incluso una fortaleza francesa del siglo XII con más de 40 columnas. Esta rica ciudad entró en decadencia en el siglo VI, tras un devastador terremoto.

En el año 286, Chipre pasó a ser parte del conocido como Imperio Bizantino (o Imperio Romano de Oriente), con numerosos restos en Páfos de esa época: en el centro de Kato Pafos se encuentra la basílica Hrysopolitissa, una estructura casi en ruinas del siglo IV, destruida por los árabes en el siglo VII. Aún quedan varias columnas de mármol y una pequeña iglesia en el centro. Uno de estos pilares es famoso por haber estado aquí atado San Pablo durante los 39 latigazos que le dio el gobernador romano Sergius Paulus, convertido al cristianismo milagrosamente cuando iba a darle el latigazo número 40 a este doctor de la iglesia. También podréis ver la tumba del rey danés Eric Ejegod, que murió aquí en 1103 en su camino hacia Tierra Santa.

Como veis, Páfos está llena de ruinas y restos arqueológicos. Uno de los que nos encontramos por casualidad paseando por sus calles fueron las catacumbas Agia Solomoni con la capilla de los "siete durmientes", una cueva donde Agia Solomoni, una mujer judía convertida al cristianismo, se escondió junto con sus seis hijos para evitar la persecución de los romanos, que los encontraron y emparedaron para que murieran de sed. Agia fue santificada por la iglesia tras su muerte. Cientos de tiras de tela cuelgan del árbol que sale de las entrañas de la estructura, de fieles pidiendo salud a la Santa.

Entre tanta maravilla histórica nos dio hambre y sed, lo cual no es problema porque Páfos cuenta con una oferta gastronómica interesante. En Kato Pafos, lo mejor es ir a Argo, una taberna regentada por un matrimonio de refugiados greco-chipriotas llegados del norte de la isla tras la invasión turca de los años 70. Empezaron de cero y ahora son referencia por su comida casera, destacando su pan recién hecho, los mejillones al ajo o los raviolis rellenos de halloumi, por no hablar de las chuletas de cordero o el espectacular stifado (un guiso de conejo). De postre pedir mahalepi, un pudding de arroz con agua de rosas y pistacho o los bollitos de tahine si queréis algo menos dulce. Aunque siempre ofrecen, como casi todos los restaurantes, fruta fresca de cortesía, como sandía o los omnipresentes higos.

Si vais a la parte alta de la ciudad, no os perdáis la taberna Agora, el mejor restaurante del viaje sin duda. Por 25€ por persona os servirán un mezze en el que probar las mejores especialidades de la isla: desde la ensalada con un queso fresco local delicioso y sirope de algarroba hasta una tabla de carnes típicas (cordero, cerdo, lountza, salchicha regional, pollo...) así como setas, queso picante con sésamo, tzatziki, pimientos rellenos de queso derretido de Páfos, halloumi braseado, garbanzos en salsa, ensalada de remolacha, moussaka vegetariana... y eso con un personal amable y eficiente, con unas vistas preciosas. 

Para disfrutar del mar y la costa, Páfos cuenta con un agradable paseo marítimo, pero la mejor playa de la zona está un poco al norte de la ciudad, en Coral Bay, con un chiringuito chulo y una preciosa puesta de sol, con el Sea You Beach Bar y sus buenos cócteles, además de souvlaki (pinchitos de carne de vacuno molida) a la brasa espectacular acompañado de ensalada y pan de pita.

Los Tröodos

En esta montañosa y boscosa región alrededor del punto más alto de la isla (el monte Olimpo), se refugiaron la población ortodoxa y greco parlante tras las invasiones, primero de los católicos franceses y luego de los musulmanes otomanos. Los ortodoxos construyeron una arquitectura sencilla, incluyendo las iglesias y monasterios de esta región: pueden parecer insignificantes por fuera, para no llamar la atención de invasores, pero al entrar, sorprenden los frescos realizados por artesanos de primer nivel, que produjeron arte bizantino de lo más refinado. De hecho, diez de estas iglesias han sido reconocidas como patrimonio de la humanidad. Todas están ricamente ornamentadas con murales que ofrecen una perspectiva excepcional de la pintura bizantina y posbizantina en Chipre.

En el camino hacia los Tröodos desde Páfos, recomiendo que os paréis en Anogyra, un pueblecito de casas de piedra donde en algunas viviendas particulares aún se produce el pasteli de algarrobas, un dulce muy tradicional. Se suele encontrar durante el mes de septiembre, y que hay que consumirlo inmediatamente o congelarlo para que no se haga malo. Para estas excursiones siempre está bien tirar de las panaderías locales y comprar especialidades como la spanakopita, el hojaldrado pastel de espinacas con queso feta o los titopittes, pastelitos rellenos de queso anari. Y mi dulce favorito: el galatopoureko, un pastel muy dulce relleno de crema. 

Ya en los Tröodos, y tras muchas curvas en coche, optamos por centrar la visita en el valle de Marathasa, con un pequeño río central que lo atraviesa y varios pueblecitos con encanto, incluidas sus iglesias pintadas con techos a dos aguas (para evitar que se acumule nieve en invierno). En esta región se encuentran algunos de los monumentos inscritos por la UNESCO, la mayoría pequeñas iglesias rurales, aunque también monasterios como el de San Juan Lampadistis, por el que empezamos la visita. La iglesia del monasterio ofrece los frescos bizantinos más impresionantes del país, especialmente el que dibuja el árbol genealógico de Jesucristo, empezando por el propio Dios, y que vincula a reyes como David o Salomón.. Situado en Kalopanayiotis, un pueblo lleno de hoteles boutique, el monasterio de 400 años es un remanso de paz construido en piedra y madera. 

También pasamos por Pedoulas para ver la pequeña iglesia del Arcángel San Miguel, con sus preciosos frescos del siglo XV. Casi nunca hay nadie, así que la disfrutaréis en silencio con algo de suerte. Para comer, dirigíos a Elyssia, un hotel-restaurante donde sirven una excelente moussaka, así como trucha fresca de los ríos de la zona, preparada al ajillo.

La zona es perfecta para los amantes del trekking y las rutas, perfecta también para tomarse un respiro del calor de la costa en verano. Los Tröodos también escondieron a los patriotas que lucharon contra los británicos para alcanzar la independencia del país, por lo que es común ver en las plazas de los pueblos estatuas de "mártires nacionales", muchas veces con banderas griegas ondeando, pues estos lucharon por la reintegración de Chipre en la nación griega.

Limasol

Y tras tanta montaña y pueblecito, tocaba algo de playa y gran ciudad: la segunda más grande del país es Limasol. También la más cosmopolita. De hecho, muchos locales la llaman cariñosamente "la pequeña Tel Aviv": aquí hay fiesta, playas urbanas y buena gastronomía.

De playas fuimos a Lady´s Mile Beach, que pese a no ser tan bonita como otras del país, está muy cerca de Limasol y además cuenta con cómodos chiringuitos donde alquilar tumbonas y sombrillas y disfrutar de gastronomía de calidad, música, baños y duchas. Situada al norte de la base militar británica, es común que los helicópteros pasen a muy poca altura en sus desplazamientos. Además, el agua suele estar transparente aquí y se mantiene todo bastante virgen fuera de los chiringuitos, hasta el punto de protegerse con pequeñas estructuras los nidos de tortugas y las flores silvestres que crecen en las dunas. Nosotros optamos por descansar en el Oceania Beach Lounge, donde nos sirvieron un rissotto saganaki espectacular: venía con gambas preparadas en salsa de tomate natural, queso feta, hierbas locales y ouzo (el licor de anís tradicional). 

Tras el día de relax fuimos a cenar y dimos un paseo por los alrededores del antiguo muelle de pescadores (ahora un moderno complejo de restauración y ocio), así como por el castillo de la ciudad, una estructura militar, rodeada de olivos centenarios, alrededor de la cual prosperó la ciudad bajo los caballeros templarios. Se dice que fue en la capilla de este castillo en el que se casaron el rey Ricardo Corazón de León con la reina Berengaria, proclamándose reyes de Chipre. Luego vendieron la isla a los caballeros templarios. Finalmente, tomó el control de la isla la República de Venecia en 1473. Sin embargo, en 1570, el imperio Otomano la conquistó, mudándose una gran población musulmana de soldados, comerciantes, artesanos, funcionarios del imperio y campesinos. Además del turco, la otra gran lengua de la isla actualmente, también trajeron parte de su cultura y gastronomía, así como la construcción de bellas mezquitas en las ciudades y pueblos.

De hecho, paseando por el centro de Limasol nos encontramos con la gran mezquita de la ciudad, usada por los pocos turco-chipriotas que aún viven en la ciudad, en mitad del antiguo bazar, ahora ocupado por restaurantes, bares de moda o tiendas de souvenirs. Optamos por cenar en el restaurante Karatello situado en el restaurado antiguo molino de algarrobas, con una agradable y concurrida terraza. Aquí sirven platos chipriotas con un toque moderno: el kleftiko (asado de pierna de cordero con verduras cocinado lentamente en horno de barro) estaba bien, pero lo mejor era el pulpo a la plancha. Su ayioritiki, o salsa de berenjenas casera, estaba de diez.

Chipre se mantuvo como parte del Imperio Otomano durante siglos, hasta que en 1821 estalló la guerra de la independencia griega, en la que miles de grecochipriotas fueron como voluntarios. Los otomanos respondieron ejecutando a casi 500 líderes de esta comunidad, incluyendo al arzobispo de Chipre. Pocos años después, en 1828, el primer presidente de la Grecia independiente llamó a la unión de Chipre en el nuevo país: la conocida como "enosis". Esto no se logró por el férreo control otomano hasta que, tras la primera Guerra Mundial, el Imperio Británico se anexionó la isla en 1914, abriendo la esperanza de enosis al 77% de habitantes de Chipre que se consideraban griegos. Sin embargo, los británicos no consintieron esto, y muchos chipriotas se organizaron en la guerrilla EOKA, escondida en los Tröodos como he contado antes, que consiguió la independencia del país en 1960.

El primer presidente del país, el arzobispo Makarios III, junto con el primer vicepresidente, Fazil Küçük, optaron por un Chipre independiente en el que convivieran la mayoría grecochipriota y la minoría turcochipriota, con una política de no-alineamiento y una amistad tanto con Grecia como con Turquía. 

Pese a los esfuerzos de ambos líderes, la violencia entre ambas comunidades iba en aumento. El golpe de Estado de los militares en Grecia hizo que muchos coroneles proclamaran desde Atenas su voluntad de proceder a la enosis con Chipre. Esto provocó la reacción turca, que invadió la isla para proteger los intereses de su minoría, y pasó a ocupar el norte hasta hoy. 150.000 grecochipriotas tuvieron que desplazarse al sur como refugiados y 50.000 turcochipriotas hicieron lo propio hacia el norte. Se creó la República Turca de Chipre del Norte, que no reconoce ningún país del mundo salvo Turquía, que la protege militarmente. Y ambas comunidades siguen viviendo de espaldas la una de la otra, con esfuerzos de iniciativas y asociaciones de todo tipo para tejer vínculos en varias áreas y preparar una posible reunificación de la isla.

¿Por qué Chipre no se une a Grecia? Según un vendedor del bazar de Limasol" "hablo griego, mi religión es la greco-ortodoxa, pero no quiero unirme a un país más pobre que Chipre". Superado el proyecto panhelenista, habrá que seguir trabajando en reunificar Chipre de nuevo. Espero poder visitar el norte de la isla pronto, que sigue ocupado por el ejército turco en el norte.

IMPRESCINDIBLES

Comer

Meze en Agora Tavern.

Rissotto saganaki en el Oceania Beach Lounge.

Pasteli de algarrobas en Anogyra.

Beber

Vino en la región de los Tröodos.

Canciones

Sikoses de Monsieur Doumani

Fuego de Eleni Foureira