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diumenge, 23 de setembre del 2018

Isla de Santiago (Cabo Verde)

Praia, la capital del Petit Pays

La República de Cabo Verde es un país insular africano frente a las costas senegalesas con diez islas mayores habitadas (menos una) y varias menores deshabitadas. Su territorio está organizado en 22 concelhos o municipios y su capital y ciudad más poblada es Praia, en la isla de Santiago. Allí es donde llegué por primera vez, a pesar de que la mayoría de extranjeros que visitan el país van a la isla de Sal.

Las islas estuvieron deshabitadas hasta que fueron descubiertas en el siglo XV por los portugueses, que las colonizaron para convertirlas en un centro de trata de esclavos. La mayor parte de los actuales habitantes de Cabo Verde desciende de ambos grupos: colonizadores y esclavos, por lo que gran parte de la población es mestiza, como también ocurre en Brasil. Por ejemplo, el Presidente de la República, al que tuve el placer de entrevistar, es mestizo. 

Durante la revolución de los claveles de 1974, los países africanos que eran colonias de Portugal se independizaron, incluyendo a Cabo Verde. El Partido Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde pasó a gobernar ambas ex colonias con el objetivo de crear un único país. Sin embargo, a causa de tensiones políticas el proyecto se abandonó en 1982.  

Actualmente Cabo Verde es un país pequeño (menos de medio millón de habitantes) al que Cesária Évora, la caboverdiana más internacional, dedicó su famosa canción Petit Pays. Es una economía de renta media y también una de las democracias más estables de África. Casi el 90% de su población está alfabetizada. Su moneda, el escudo, está ligado al euro y de hecho, los euros son también de uso habitual. Una cosa que me llamó mucho la atención son las buenas carreteras con las que cuenta tanto la isla de Santiago como la de Sal, donde fui después.

Achada de Santo Antonio: mi primera cachupa

La primera semana la pasamos en el Hotel Santiago, un hotel de negocios de categoría media en Achada de Santo Antonio, que junto con Palmarejo son los barrios de la capital en los que uno pensaría más bien estar en las zonas nuevas de Manises o de Oliva (ciudades medias cercanas a Valencia) más que en una capital africana. Tiendas, restaurantes y bares ocupan bajos de animados barrios de la creciente clase media caboverdiana. 

De los locales en los que comimos y cenamos hay que destacar la Mercearia Andrade en la Avenida Figueira da Foz. Este maravilloso lugar es perfecto para degustar la gastronomía caboverdiana: precios ajustados, menú variado cada día y de calidad. Allí probamos la famosa cachupa, el plato nacional de Cabo Verde, que se toma para comer y cenar, así como para desayunar. En este último caso friendo la cachupa sobrante del día anterior, acompañada de un huevo frito y de linguiça da terra (la salchicha local). El plato consiste en un estofado cocinado lentamente con dos tipos de maíz, tres o cuatro variedades de alubias y pescado o chorizo, salchicha, carne de vacuno, cabra o pollo. Se acompaña de mandioca, ñame y batata a veces en forma de buñuelos. Y con él se bebe el bissap (o hibisco hervido, que en México llaman agua de jamaica). Pedidlo frío y sin azúcar. Además de la cachupa, en Mercearia Andrade también probé la cachupinha (sopa de cachupa), el pastel de atún y otras deliciosas recetas de la gastronomía local como el pollo caramelizado o el atún al grill sin dejarnos sus estupendas croquetas de mandioca y pollo. Fui hasta cuatro veces. No os arrepentiréis. Y no dejéis de pedir sus postres de coco. Por cierto, en el Hotel Santiago, sus pescados a la plancha son también una maravilla.

 El Plato y el paseo marítimo

La segunda semana nos trasladamos al estupendo Hotel Pérola, frente al mar, sin duda el mejor hotel de negocios del país y uno de los mejores de Praia. Sus habitaciones amplias y muy luminosas, modernas y limpias. Su personal es muy profesional y atento. Las vistas desde su piscina preciosas. Y la conexión de wifi muy rápida. En un país donde escasea la energía y el agua potable, el hotel es auto sostenible gracias a la energía generada por placas solares y su propia mini planta desalinizadora con la que obtienen su propia agua potable. Además, está cerca tanto del Plato como de Achada de Santo Antonio, dos barrios clave en negocios y ministerios. Finalmente, su restaurante es magnífico: platos africanos, europeos y latinoamericanos presentados por su chef chileno, con cantidades grandes e ingredientes del día. Destaca la fabulosa langosta.

Uno de los lugares más pintorescos de Praia es el Plato, antiguo centro histórico, con la plaza Alexandre Albuquerque como centro neurálgico. Recuerda mucho a Portugal, con calzada portuguesa y casas tradicionales de colores. En cualquiera de los restaurantes de la peatonal calle 5 de julio sirven menús del día tradicionales y abundantes con ingredientes de calidad y a buen precio.

Allí visitamos la Fundación Amilcar Cabral, padre de la nación caboverdiana. Un amable guía nos mostró vídeos y demás piezas de ropa, objetos personales o libros del antiguo guerrillero, asesinado por los portugueses antes de que Cabo Verde alcanzara su independencia. Cabral tuvo una gran relación con Fidel Castro y Nelson Mandela entre otros, siendo una de sus obsesiones la alfabetización total de los caboverdianos y guineanos.

En mi última noche en Praia fuimos a cenar al Quintal da Música, un local de música en directo muy frecuentado. El servicio es muy amable y atento: de hecho nos tocó una señora muy graciosa que nos traía las bebidas cargando las botellas en su cabeza con mucho brío. Cuando preparó la banana rebozada flambée, también tenía la botellas de aguardiente local sobre la cabeza, incluso mientras flameaba la banana delante nuestro. Nos gustó también la música en directo pero los platos, aunque decentes (sobretodo los de marisco), en general no superan a los de la Mercearia Andrade. En cualquier caso, es un lugar estupendo para una velada entre amigos.

Finalmente, y para una comida rápida, lo mejor es acercarse por las noches al patio al aire libre del Shopping Praia, el único centro comercial del país (muy pequeño) donde encontrar puestos de comida india, italiana, hamburguesas o de pollo frito y degustarlos frente al mar.

Cidade Velha, la antigua capital

Una excursión obligada en Santiago es ir a la antigua capital de las islas. Nosotros empezamos por el fuerte de San Felipe, construido en el siglo XVI y primer complejo militar construido por europeos al sur del Sahara. El fuerte se construyó por orden del Rey Felipe II de España como respuesta a los constantes ataques del pirata inglés Francis Drake. Su estilo es renacentista y tras su reciente restauración luce en todo su esplendor. Las vistas desde lo alto valen la pena.

A continuación, bajamos la montaña para visitar la ciudad de Ribeira Grande, bautizada de nuevo con el nombre de Cidade Velha a finales del siglo XVIII, que fue el primer establecimiento colonial europeo asentado en una zona tropical. Conserva parte de su trazado urbano primitivo, en el que subsisten edificios y espacios como dos iglesias o la plaza del Pelourinho con su rollo de mármol esculpido en estilo manuelino. Este icónico pilar de 1512 simboliza la justicia real ya que era allí donde se ejecutaban las sentencias. Se trata de una columna de mármol blanco de estilo gótico con una base octogonal y el símbolo de los marinos portugueses en lo alto.

En la plaza, frente al mar, hay varios restaurantes, uno de ellos regentado por un canario con muchas cosas ricas que os recomiendo, como los búzios (caracoles de mar) encebollados, sus pescados frescos a la parrilla (de hecho el nuestro lo pescaron ese mismo momento y vimos al pescador pasar con el gigante pez) y de poste el queso de cabra de la isla de Fogo con dulce de papaya.

Tarrafal

Otra de las excursiones para un fin de semana en Santiago es ir a Tarrafal, que según la mayoría de locales es la mejor playa de la isla. Por carretera se tarda algo menos de dos horas y vale la pena pararse a mitad para visitar algunos puntos de interés. Por ejemplo, cuando atravesamos por carretera la Serra da Malagueta, a más de 1000 metros de altura, la niebla intensa impedía ver la carretera. Su bosque, su humedad y sus bajas temperaturas suponen todo un cambio de aires dentro de la propia isla tropical. La carretera atraviesa bellos paisajes de sierras desérticas que contrastan con los verde valles.

Antes de llegar a la playa, pasamos también por el antiguo campo de concentración de Tarrafal, donde el régimen de Salazar encarceló a los guerrilleros independentistas caboverdianos, incluyendo a Cabral.

La playa de Tarrafal es muy bella y de aguas cristalinas, con un paisaje espectacular, pero al ser domingo estaba bastante llena de familias y niños gritando, por lo que no es el plan relajante que uno espera. Comimos en un restaurante con vistas al mar donde la comida estaba bien, sin más.

La vuelta la hicimos por la carretera que bordea el mar y paramos a visitar la comunidad más famosa de los Rabelados, la que está en Espinho Branco. Los Rabelados son una comunidad religiosa católica que, en la década de los años 40, y como respuesta a la llegada de nuevos curas de la congregación del Espíritu Santo, se rebelaron aislándose del resto de la sociedad y rechazando la nueva liturgia. Viven con gran sencillez. En esta comunidad, la más importante, una de sus principales fuentes de ingresos es el proyecto RABELART, diseñado por la artista Misa. Hay bastantes obras de arte a la venta en uno de los espacios de la comunidad. Allí compré una pintura en blanco y negro que me gustó particularmente. 

En general, y desde el punto de vista turístico, me pareció mucho más interesante la isla de Sal que os conté en otra entrada. La isla de Santiago es bonita pero no creo que merezca la pena ir como turista. Quizá las islas de Sao Vicente o Santo Antonio también deben ser interesantes. Si alguna vez vuelvo a Cabo Verde las visitaré. 

divendres, 7 de setembre del 2018

Isla de Sal (Cabo Verde)


La joya turística en Cabo Verde

Sal es la isla más visitada de Cabo Verde y es también la más árida sin llegar a ser desértica. La mayoría de los turistas se concentran en el sur, en el bullicioso pueblo de Santa María, con su preciosa playa de aguas turquesas y su concurrido espigón, lleno siempre de paseantes, turistas y pescadores que siempre sacan algún pez grande del Atlántico. Aunque la capital, y por tanto única ciudad de la isla, es la insulsa Espargos, en el norte.

Pude disfrutar de esta cálida isla durante dos días, aterrizando bien temprano en el aeropuerto internacional Amílcar Cabral, que es el mayor del país. El taxista me llevó hasta mi hotel en el sur por la autopista que cruza Sal, desde la que vi el famoso "león tumbado", una montaña frente al mar con dicha forma. Como el conductor me cayó muy bien cogí su teléfono para explorar la isla al día siguiente con él.

Me registré en el Melià Llana Beach Resort & Spa, un hotel de la cadena incluido en su programa "Adults Only". Venía de dos semanas de trabajo y estudio en la capital del país y me apetecía relajarme sin pequeños correteando y gritando alrededor, al menos por dos días. Interesante que el hotel se llama con el primer nombre con el que los europeos bautizaron a la isla: "Llana" por ser extremadamente plana. 


El Melià Llana Beach Resort & Spa

Desde el momento de mi llegada, el tratamiento fue agradable, rápido y personalizado. Prepararon mi habitación mucho antes de la hora oficial del check-in y me resolvieron todas las dudas de forma rápida y atenta. El resort de cinco estrellas es del concepto "todo incluido" por lo que nada más llegar me pusieron una pulserita que daba acceso ilimitado a multitud de servicios, actividades, comidas y bebidas.

Los buffets son muy variados y en general de calidad, aunque algunos de los platos estaban excesivamente secos, como pasteles o carnes, pero en general el 80% estaban de maravilla. Eso sí, faltaban platos locales: por ejemplo no había cachupa para el desayuno (y es el desayuno caboverdiano por excelencia) y tampoco cachupinha entra la oferta de sopas ni otros platos de la cocina local. Tampoco había para beber sus famoso bissape o alborinha. Ni los quesos locales con dulce de papaya. A mí no me afectó puesto que había disfrutado de las especialidades locales en mis dos semanas en Santiago. Una de las cenas del todo incluido es en el italiano que tienen y es también excelente. Al no ser buffet los platos son de mayor calidad, como en cualquier italiano de gama alta con camareros muy amables y rápidos.

La playa parcialmente privada está fenomenal también, con aguas cristalinas, aunque la pública de Santa María sea más bonita. El hotel cuenta con varias piscinas con bares todo incluido, además de actividades y programas a lo largo del día: desde aprender a cocinar platos caboverdianos hasta talleres de cócteles o diferentes actividades deportivas y culturales. El resort cuenta con una sucursal del Yhi Spa, la marca de centros de wellness de Melià, con saunas finlandesa y turca, jacuzzi y todos los tratamientos a mitad de precio para clientes del hotel. proveché para hacerme un masaje de aromaterapia.

Tortugas bobas (caretta caretta) desovando

Como estábamos justo en los meses en el que las tortugas bobas desovan en Cabo Verde (uno de los tres lugares de la tierra junto con México y Yemen donde lo hacen), esa noche contraté una excursión con un biólogo para verlas desovar. Lo hice a través de la empresa Explore Cape Verde, una de las más reputadas por anteponer el bienestar animal a las necesidades del turista. De hecho, el problema que sufren Sal y la vecina isla de Boa Vista es que muchos turistas van con guías que carecen de conocimientos científicos o directamente acuden a la playa sin guía. Eso hace que utilicen la luz blanca de los móviles (cegando a las tortugas), las toquen o fumen (sin entender cuan sensibles son estos animales a todo ello). Con Explore Cape Verde os acompañan biólogos que sólo utilizarán luz roja (las tortugas no la perciben) y esperan sin acercase a ellas cuando están cavando el nido, ya que de lo contrario podrían estresarse y marcharse de nuevo al mar sin desovar, con el riesgo para sus vidas por la potencial infección de sus huevos en el interior de sus cuerpos. Me explicaron que solo nos debemos acercar cuando empiezan a desovar, por detrás y en silencio, ya que entran en estado de somnolencia o "trance" profundo. Es un espectáculo impresionante. Vi caer huevo tras huevo, agachado muy cerca de la tortuga, viendo como movía sus enormes patas con cada esfuerzo. Tras tapar los 80 huevos que puso, la tortuga volvió al mar levantado su enorme cabeza de tanto en tanto para oler el mar y guiarse. Por eso, ponerse delante de ella puede desorientarla con olores fuertes como perfumes o tabaco.

Lamentablemente habían algunos grupos sin guía de entre los cuales algunos fumaban o utilizaban indiscriminadamente la luz blanca de sus móviles. Los pocos voluntarios caboverdianos que se turnan para evitar este sinsentido no dan abasto para llamar la atención de estos irresponsables. Y lo peor es que no cuentan con autoridad para arrestarlos o expulsarlos. Mi guía-biólogo me explicó como están luchando por aprobar una ley de protección medioambiental en el país que al menos ponga a un policía por noche en la playa durante los meses de desove con el fin de incrementar la protección de las tortugas. Un poco apenado por la situación, me encontré a la vuelta en el hotel con un espectáculo de batuk y funaná, dos de las danzas y estilos músicales caboverdianos.

Explorando el norte de Sal

Al día siguiente, me desperté a las 8 de la mañana para hacer yoga con una profesora de categoría tras lo que disfruté del copioso desayuno, cogiendo fuerzas para el día de exploración del norte de la isla. Mi taxista me estaba esperando para intentar llegar a mediodía a la famosa "Buracona", una formación rocosa al lado del mar en la que se forma una especie de lago cristalino en el fondo de una gruta que suele estar a oscuras excepto durante la hora central del día cuando el sol impacta directamente dando un color zafiro a las quietísimas aguas del fondo. El problema es que había una cola de turistas descomunal. De hecho, tardé una hora en poder verlo, gracias que aún quedaba un pequeño fragmento iluminado por el sol de casi la una de la tarde. Pero valió la pena por la preciosidad cromática, aunque me esperaba algo más relajado, y no un contexto de parque temático donde apenas la puedes disfrutar unos minutos tras interminables colas al sol. Desde aquí también se disfrutaban las vistas del enorme desierto rocoso que es el norte de la isla con el sereno Monte Vermelho en la mitad

De ahí nos fuimos a la bahía de los Tiburones. Por el camino vimos un viejo barco embarrancado que sigue herrumbrándose en silencio. En la bahía, uno alquila por un par de euros unas cangrejeras (si no las tiene, como me pasó a mi) y con un guía se desplaza hasta dentro del mar (cubre muy poco) para poder asomarse a la parte que ya empieza a hundirse a la que cada día se acercan decenas de tiburones, pero son cero agresivos, así que los turistas se plantan a hacer fotos y vídeos sin problemas. De todas formas, para los que tengáis miedo, los tiburones siempre se mantienen a una distancia amplia de las personas.

Pero sin duda, y después de las tortugas, el elemento más espectacular de la isla, y la razón de su propio nombre, son las salinas de Pedro de Lume. Se trata de un lago formado con agua de lluvia en el cráter de un volcán extinguido. La isla estuvo deshabitada hasta que los europeos descubrieron este lago extremadamente salado oculto por altas montañas. Había sal a espuertas fácilmente extraíble por lo que a principios del siglo XVIII empezaron a ser explotadas, abriéndose un túnel entre las montañas para facilitar el acceso al cráter. Ya en el siglo XX se instaló un sistema automático de un kilómetro para extraer la sal más eficientemente y embarcarla sin tener que usar animales.

En 1985 se abandonó el sistema y ahora Pedra de Lume es una de las principales atracciones de Cabo Verde. Además del espectacular paisaje en sí, el lago es muy similar al mar muerto: debido a la alta concentración de sal (8 veces la del océano) uno flota fácilmente, pudiendo tumbarse sobre el agua y relajarse al sol. Eso sí, no os quitéis el calzado puesto que los cristales de sal del fondo podrían dañar vuestros pies. El sistema de desalación sigue a nivel artesanal, con piscinas artificiales donde se evapora el agua para extraer bloques de sal que se usan para spas y tratamientos de belleza o comercializarlos como sal gourmet. También podéis aprovechar para exfoliaros con el barro volcánico que hay por toda la zona. Cubriros bien el cuerpo hasta que parezcáis haberos quemado y dejad secar al sol un rato. Volved al lago para quitaros allí el barro, frotando ligeramente. Se os quedará piel de bebé.

De vuelta a la zona de los resorts en Santa Maria, me di una vuelta por las enormes avenidas vacías que esperan llenarse de más complejos residenciales y hoteleros. Las nuevas incorporaciones son un Hilton (que incluye un casino) así como el Melià Llana (en el que me alojaba) y el Riu Funaná. Pero ya habían desde hace años otros resorts Melià y de empresas locales. El buen tiempo y la concentración de turistas de todo el mundo traídos por touroperadores mantendrá el atractivo de Sal por mucho tiempo. Si os apetece descubrir el África Subsahariana y queréis empezar por un país "fácil", la isla de Sal en Cabo Verde es una buena opción. Naturaleza, playas paradisíacas, animales únicos, una amabilísima población y un tiempo de ensueño os esperan.