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divendres, 14 de gener del 2022

Tarragona y alrededores

Tarragona

La ciudad de Tarragona suele pasar desapercibida en el turismo de la península Ibérica. Y sin embargo, cuenta con una excelente gastronomía, playas agradables, y sobre todo, un conjunto arqueológico declarado patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Además, los alrededores de la ciudad ofrecen paisajes únicos, monumentos de gran belleza e importancia histórica, una gastronomía de diez e incluso uno de los complejos de ocio más grandes de Europa.

Tarraco, la actual Tarragona, fue una ciudad administrativa y mercantil de gran importancia en la Hispania romana y centro del culto imperial para todas las provincias de la Península Ibérica. Fue dotada con soberbios edificios, parte de los cuales han sido descubiertos gracias a una serie de excavaciones excepcionales. Pese a que la mayor parte de los vestigios visibles sean fragmentarios y se hallen preservados bajo construcciones más recientes, ofrecen una imagen impresionante de la grandeza de esta capital provincial romana.

Como los restos son difíciles de apreciar si un buen guía, os recomiendo al menos hacer un tour de un par de horas por la Tarraco romana para entender mejor como fue la ciudad, la importancia que tuvo, y como eran los edificios, que ahora son ruinas, en su época de esplendor. También existe una aplicación gratuita en la web de turismo de Tarragona que os permitirá ver, a través de vuestros móviles, las calles tal y como son ahora, y tal y como fueron en época romana.

Nosotros empezamos la visita guiada en el bello Portal de Sant Antoni, una puerta de entrada barroca en una muralla que tiene partes romanas y medievales también. Me recordó mucho a las ciudades italianas. De ahí pasamos a las callejuelas del centro histórico donde recorrimos la calle de Santa Tecla hasta el bello hospital gótico homónimo, y llegamos hasta la catedral, situada en el antiguo templo a Augusto. Aún se ven restos de dicha época. Luego seguimos por varias calles hasta la plaza del Forum y visitamos la antigua judería, donde se han descubierto restos de casas y de una antigua sinagoga. En la calle de la Merceria vimos una de las tiendas en operación más antiguas de Europa, Casa Corderet, que sigue vendiendo velas desde 1751. De hecho, en su almacén se escondieron decenas de tarraconenses para evitar ser asesinados por las tropas de Napoleón. Y también acogió de nuevo a cientos de personas escondidas durante la Guerra Civil española.

Los restos romanos se observan por doquier: arcos, tumbas usadas como piedras para construir casas, pedestales... pero los más impresionantes son la torre del Pretor, el circo y el anfiteatro. De hecho, un buen guía os enseñará los restos del antiguo circo donde se hacían las carreras de carros y podréis haceros una idea en la cabeza de su gran tamaño, tras ver parte de las gradas y de la arena que se han recuperado tras derrumbar edificios. La mayoría de estas gradas siguen ocultas en casas antiguas, aunque algunas se pueden admirar, como las de la nueva oficina de CaixaBank en la plaza de la Font. En el edificio de la antigua audiencia, en la plaza del Pallol, también podréis ver una preciosa maqueta de la Tarraco romana muy bien hecha.

Asomaos también al "Balcó de la Mediterrània", un bello paseo alto desde donde admirar el mar y la arenosa playa del Miracle. Desde allí también disfrutaréis de unas vistas de las ruinas del anfiteatro romano de Tarraco, muestra de la grandeza que alcanzó la ciudad. En ese anfiteatro también veréis los restos de una iglesia de planta de cruz latina construida por los visigodos en mitad del anfiteatro, en memoria de los cristianos allí martirizados.

Para comer, Tarragona ofrece una gastronomía de primera. Nosotros optamos por el restaurante Sadoll, situado en un bajo de decoración modernista. La atención  fue rápida y muy amable, y la comida de diez. Tienen un menú del día inolvidable. De entrantes pedimos una jugosa coca de espinacas y feta, las croquetas de pollo y setas, y el foie-gras caramelizado con compota de higos. De principales el ravioli XL de butifarra y alubias con tomate natural y allioli, así como la terrina de meloso de ternera con salsa de ratafía (un licor tradicional catalán) y cerezas. Y de postre, tanto la tarta de queso casera como la torrija con helado están espectaculares. Todo con ingredientes de primera y casero. No os defraudará.

Por cierto, nosotros nos quedamos en el hotel Astari, en plena vía Augusta, un moderno edificio en un barrio residencial de chalets y edificios bajos, tranquilo y limpio. Sus habitaciones son cómodas y agradables, con vistas al mar, y su personal muy amable y rápido en atender nuestras necesidades. Dormimos de categoría.

El Real Monasterio de Poblet

Además de los restos de la antigua Tarraco, los alrededores de la ciudad nos brindan un segundo lugar patrimonio de la humanidad: Poblet. En este sitio se encuentra una de las abadías cistercienses más grandes y completas del mundo. Edificado en torno a la iglesia levantada en el siglo XIII, el monasterio, impresionante por la severa majestuosidad de su arquitectura, cuenta con una mansión real fortificada y alberga el panteón de los reyes de la Corona de Aragón. Fue el Rey En Pere el Cerimoniós quien decidió que Poblet albergara dicho panteón real. Y por eso ordenó rodear al monasterio de murallas y construir a su entrada dos torres góticas fortificadas imponentes.

Al estar aún hoy en uso por monjes, el monasterio se mantiene muy bien. Algunas partes privadas no se pueden visitar, pero las más interesantes desde el punto de vista histórico suelen estar abiertas al público. Descargaos la aplicación gratuita del monasterio para hacer la interesante audio guía, que os lo explicará, estancia a estancia, su significado, usos y simbolismos. 

Básicamente el monasterio se divide en cuatro grandes alas que giran alrededor de un bellísimo claustro, en cuyo centro crecen hierbas aromáticas y medicinales. Cada lado del claustro se dedica a una parte del desarrollo humano según la regla de San Benito: la corporal, anímica, la espiritual y la social.

El ala corporal cuenta con la cocina (solo se puede visitar la histórica, ya que la que usan actualmente los monjes está fuera del recorrido) y el refectorio (ese sí de uso aún hoy) donde los monjes comen mientras uno hace la lectura de la Biblia. Lo interesante es que todos los monjes se turnan para cocinar, servir y limpiar en turnos de semanas. Los monjes de esta orden, siguiendo sus reglas centenarias, comen una vez durante el invierno y dos veces en verano.

El ala anímica contiene la biblioteca y la sala capitular, lugar en el que se reúnen los monjes para debatir citas bibliográficas o lecturas, enterrar muertos, ordenar a los nuevos monjes y sobre todo, elegir a los nuevos abades por votación democrática. En el piso superior está el antiguo dormitorio comunal, bella estancia donde se repiten los arcos, con una preciosa simetría que simboliza el camino que acaba en la luz. 

El ala espiritual está completamente ocupada por la iglesia del monasterio, que se comenzó como románica, se amplió con elementos góticos, y finalmente se le añadió el precioso altar renacentista de alabastro, así como una sacristía barroca e incluso, recientemente, elementos contemporáneos como el altar. que representa de forma conceptual a la Sagrada Trinidad. De la iglesia destacan tanto el mausoleo del las tumbas, al que se trasladaron los cuerpos de los reyes anteriores al Ceremonioso, y donde fue enterrado este así como sus sucesores. Para valencianos y baleares es especialmente emotiva la tumba de Rey En Jaume I "El Conqueridor", fundador de los reinos de Mallorca y Valencia.

Finalmente, el ala social, además de contar con un hospital para menesterosos o una hostelería, también alberga un Palacio Real construido por orden del Rey En Martí L’Humà, último rey de la Casa de Barcelona, nieto de Pere el Cerimoniós. Ahora alberga el museo del monasterio.

En definitiva, Poblet es una joya para todo apasionado de la arquitectura o la historia. Y por supuesto, para aragoneses, catalanes, valencianos, baleares o napolitanos que quieran entender mejor nuestro pasado. 

Una calçotada en Valls

A menos de veinte minutos de Poblet, en mitad del camino entre el monasterio y Tarragona, se pueden visitar un montón de sitios estupendos. Por ejemplo, si vais de noviembre a marzo, estaréis en plena temporada de calçots, las famosas cebollas dulces alargadas catalanas. Y además, estaréis muy cerca de Valls, lugar donde se descubrió la deliciosa formar de prepararlas a la brasa. Por tanto, nada mejor que disfrutar de una buena calçotada en su lugar de nacimiento.

Los calçots se asan con llama viva de sarmientos, y cuando están bien hechos se envuelven en papel de periódico hasta su consumo, para el que se presentan servidos en una teja, junto a una salsera que contiene la Salvitxada, la salsa donde untar los calçots, que también se llama popularmente salsa romesco. Esta salsa se hace a base de almendras, tomates, pimentón de la vera y ajos, entre otros ingredientes. Una calçotada también incluye carne a la brasa: la típica butifarra catalana y costillas de cordero. De postre se come una naranja, pero últimamente se ha introducido también la crema catalana.

Nosotros optamos por Cal Ganxo, una masía bellísima donde solo se sirven calçotades. Y eso se nota. Empezamos con los calçots preparados a la brasa acompañados de la salsa casera. El proceso de comer calçots es muy pringoso, sobre todo por que al pelarlos se os quedarán restos del quemado. Por eso os darán un baberito, así que comed tranquilos. Luego siguen con una selección de chuletas de cordero y butifarra catalana a la brasa, acompañadas de un plato de alubias tradicionales con alcachofas y morcillas catalanas. Todo regado con vino tinto de la comarca servido en un porrón de cristal. Luego llega la botella de cava brut nature para el poste: dulce naranja pelada y unos buenos platos de crema catalana casera acompañada de una carimanyola. Y cafés.  Todo en una preciosa masía iluminada por velas y un personal muy rápido y amable. 

Delta del Ebro

Como valenciano, tenía mucha curiosidad por visitar el Parque Natural del Delta del Ebro, espacio protegido situado en la desembocadura del río Ebro, el más caudaloso de la península. Es de hecho este río el principal responsable de este entorno, aportando los materiales arrancados de su cabecera para depositarlos aquí, en la conjunción con el Mediterráneo. Los sedimentos son por lo tanto, materiales provenientes de los Pirineos, el sistema Ibérico y la cordillera Cantábrica, lugares de donde nace el río. La cantidad de materiales sedimentados han creado una superficie de más de 320 km², en la que se han formado numerosos hábitats, con un delta en forma de flecha que penetra cerca de 22 km en el mar, creando así el tercer mayor delta del Mediterráneo tras el delta del Nilo y el del Ródano.

Su importancia creció a finales de siglo XIX cuando se planeó una repoblación del mismo con cultivadores de arroz provenientes de l´Horta Sud valenciana, expertos en estas tareas. De hecho, estos dejaron improntas clave, tanto en la arquitectura de la zona (aún se ven algunas barracas valencianas), como en el uso común del "lo" en el hablar. Asimismo, los repobladores de Algemesí también fueron los que introdujeron la costumbre de la "muixeranga", también conocida como de los "castellers", ahora una de las grandes tradiciones catalanas.

Empezamos visitando el cuco Poble Nou del Delta, con sus casas blancas y sus palmeras situado en mitad de campos de arroz. Y nos tomamos unas tapas en "Lo Pati dels Flamencs", un restaurante que prepara unas "coquines" a la brasa deliciosas (un molusco que en castellano se conoce como "pipas de mar") así como croquetas de pollo caseras.

Seguimos la visita en el cercano mirador del Pont del Través, que cuenta con dos torres de observación de madera desde las que ver a las diferentes aves que viven en este ecosistema único de cañaverales y arrozales. Los más curiosos son los flamencos, preciosos. Y finalizamos en la playa del Arenal. Hay muchas más playas pero estábamos en enero por lo que tampoco valía la pena. Tocará volver en meses más cálidos para disfrutar de este entorno único que nos recordó mucho a la Albufera valenciana.

Port Aventura World

Nuestra última parada estaba a quince minutos en coche de Tarragona: uno de los complejos de ocio más grande de Europa, Port Aventura World. Originalmente un solo parque temático, ahora cuenta con tres (uno de ellos acuático) y siete hoteles, además de un beach club, un centro de convenciones y un campo de golf. Además, se está construyendo un nuevo complejo de hoteles, restaurantes, casinos y tiendas de la marca Hard Rock Café. 

Port Aventura fue el primer parque temático de España. Y su atracción icónica era el Dragon Khan, que además fue la primera montaña rusa en el mundo con 8 loopings en 1995. Su precioso diseño  recuerda al de un dragón chino danzando por el cielo. Hasta 2012 dominaba el skyline del parque. Mediterrània, Polinesia, China, México y el Salvaje Oeste son las cinco zonas temáticas que componen el parque.

Nuevas atracciones se fueron sumando para animar a los visitantes a volver, así como un segundo parque temático, ambientado en el Caribe y 100% acuático. Finalmente, en 2012 se inauguró la nueva gran atracción del complejo: Shambhala, la montaña rusa más alta y rápida de Europa. Situada al lado del Dragon Khan, empequeñece a esta ya de por si gran montaña rusa. Y añade una zona a China ambientada en el Tíbet, con las implicaciones políticas que ello conlleva.  

Finalmente, en 2017 abrió el tercer parque del complejo: Ferrari Land, siendo el segundo parque temático de la firma, tras el que abrieron en Abu Dhabi. Este parque, ambientado en el norte de Italia, cuenta con la nueva atracción estrella del complejo: Red Force, ahora la montaña rusa más alta y más rápida de Europa. La atracción empieza con una aceleración de 0 a 180 kilómetros por hora en pocos segundos para lanzarte hacia una empinada vía que te llevará hasta los 112 metros de altura. Según el viento que sople ese día, podrás remontar la vía y disfrutar de la mayor caída en picado del continente en montaña rusa o caer hacia atrás de nuevo. La sensación es impresionante. De hecho, si escogéis ir en primera fila, os darán unas gafas de seguridad para protegeros los ojos de la enorme fuerza del viento al acelerar.

Los parques cuentan con decenas de atracciones para toda la familia y con tiendas y restaurantes, por cierto, siendo la gastronomía de estos últimos algo mejorable en mi opinión. Aunque también es verdad que la mayoría de visitantes no van precisamente a buscar gastronomía, no estaría de más tematizar mejor las comidas de cada zona y no ofrecer casi lo mismo en las cinco áreas temáticas.

La oferta hotelera del complejo tampoco está mal. Nosotros nos quedamos en el hotel Port Aventura, tematizado como una villa mediterránea. El hotel es perfecto si queréis pasar unos días en PortAventura World. Tiene acceso directo tanto a Port Aventura Park como a Ferrari Land. Sus habitaciones son amplias y cómodas, aunque a nosotros nos pusieron en una del extremo del hotel que obligaba a recorrer largos pasillos hasta llegar a ella.

En verano debe ser aún mejor por la gran piscina que tiene. El desayuno es variado y bueno pero dan poquísimo tiempo, a penas 40 minutos. Y tampoco nos dejaron escoger franja horaria, se nos impuso ir de 8 a 8:40 de la mañana. Obligar a madrugar en vacaciones en un hotel dedicado al ocio es un gran error. Finalmente, para la cena, había poca variedad: el buffet del hotel y un restaurante de comida italiana de gama media. El resto de restaurantes de los parques estaban cerrados. De nuevo, una de las asignaturas pendientes del complejo es diversificar y mejorar su oferta gastronómica. Quizá con la entrada de la nueva zona temática de Hard Rock Café esto cambie.

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En definitiva, Tarragona como ciudad, y sus alrededores, bien merece una visita de varios días. Con sus parajes naturales únicos, su excelente gastronomía, sus restos arqueológicos y patrimonio medieval, y con su oferta de ocio, no decepcionará a nadie. Yo lo tengo clarísimo: volveré para seguir descubriendo la zona. 

dissabte, 1 de gener del 2022

2021: otro año sedentario en el que (casi) no salí de Europa

 Si 2020 fue sedentario, 2021 lo ha sido aún más. La vuelta de las restricciones a muchos países del mundo y las obligaciones laborales restringieron mis viajes y casi me dejan sin salir de Europa por primera vez en muchos años. 

2021 empezó en una Bruselas confinada, donde solo se podía salir a la calle unas horas y con una ciudad a medio gas. Pero nuestra cena en casa entre amigos fue divertida y además me dio tiempo a callejear por barrios de la capital europea que no conocía, como las plaza de Flagey o el estanque de Ixelles. También pude visitar el Museo de Europa, muy interesante. Y volví a Brujas, cinco años después de mi inolvidable año en mi querido Colegio de Europa. 

Tras pasar Reyes en Valencia, tuve que esperar un par de días a que despejaran las vías puesto que el temporal Filomena dejó una nevada histórica que hizo que recorrer mi calle con maletas me llevara más de media hora (los coches no podían pasar por la gigantesca capa de nieve.

Aproveché para conocer mejor Madrid y su región, como las escapada que hice a Chinchón o a Aranjuez. También pude volver un día a la bella Peníscola y pasar otros tantos en la Canarias, descubriendo la soleada costa sur de Tenerife y la tranquila isla de La Gomera, con el impresionante parque nacional del Garajonay. 

Fui por primera vez a Mallorca, la última isla balear que aún no conocía: y qué descubrimiento. Es una isla tan bonita, con una gastronomía tan espectacular, unas playas tan inolvidables y unos paisajes y pueblos tan chulos que estoy seguro que acabaré volviendo muy pronto.

También volví otros tantos días a mi amada Costa Brava, otro lugar impresionante, de nuevo al Baix Empordà, pero esta vez a Begur y sus playas, así como los adorables Pals o Peratallada. Calas turquesas con fuerte olor a pino, gastronomía de nivel y pueblecitos de cuento. No falla. También pude pasar un día por el bello casco histórico de Girona, otro descubrimiento.

Y por fin, tras siete meses sin salir de España, algo rarísimo en mi, hice una escapada al norte de Portugal, para descubrir las agradables ciudades de Porto y Guimarães. ¡Qué fresco hacía en pleno julio!

Y tras los días de rigor en La Canyada, volví a Ibiza, isla a la que siempre volver, y donde descubrí nuevas playas en el norte así como el impresionante mirador de Es Vedrà, algo que no entiendo aún como no conocía de pasadas visitas.

Septiembre empezaba en Valladolid, por una boda, donde aproveché para hacer una visita guiada a esta capital con tan mala fama turística pero tantos tesoros que ofrece al que se digne a dedicarle tiempo. Y al fin de semana siguiente, otro boda me hizo descubrir Asturias, una de las pocas comunidades en las que aún no había estado. Concretamente fui a Gijón, su capital económica, ciudad obrera de gentes sinceras y comida deliciosa.

Poco después añadía un nuevo país a mi lista: el principado de Mónaco, bonito pero mucho menos que otras localidades de la Costa Azul que me gustan muchísimo más, empezando por Saint-Tropez. Aún así, Mónaco es curioso de visitar, ya sea por la estrambótica zona del casino, por su glamurosa vida nocturna o por su interesante acuario. También hice una escapada un par de días a las vecinas Eze y Niza, con mucho más encanto que la artificial y cara Montecarlo. 

Noviembre me sorprendió con inesperados viajes a tres lugares nuevos: Sevilla, Granada y la isla de La Palma. Sevilla me impactó: es una ciudad bellísima, llena de vida, llena de luz y color. Granada superó mis expectativas: que belleza el Albaicín y que tesoro es la Alhambra. Y finalmente, La Palma no la pude descubrir como se merece debido a que estuve varios días de trabajo. Aún así, pude ver en directo la erupción de Cumbre Vieja, y visitar algunas de las principales zonas cubiertas de cenizas, que impresionan muchísimo. 

Diciembre me trajo el único viaje fuera de mi querido continente: volvía a África después de varios años, y lo hacía a la isla tanzana más famosa: Zanzíbar. La isla de las especias fue una pausa necesaria de sol y tranquilidad en unos meses muy estresantes en el trabajo. Volver al océano Índico tantos años después también fue muy bonito. Y disfrutar de esos cielos que solo África ofrece, también.

El año acaba y empieza en Valencia, con planes truncados por el COVID, pero contento y agradecido con mi vida, y con muchos planes para 2022. No sé cuantos se podrán hacer, pero al menos por ahí rondan: Benidorm, Irán, Turín, California, Canadá son algunos nominados. Volver a París es casi seguro (imperdonable no haber visitado mi ciudad favorita en 2020) y también quiero descubrir las dos únicas comunidades en las que no he estado nunca: Extremadura y Cantabria. Tampoco descarto algunos días en Chipre o Túnez, para seguir descubriendo mi mar Mediterráneo. En cualquier caso, dejaré que la vida me vaya sorprendiendo y surjan nuevos destinos inesperados. De momento, me voy a descubrir la Catalunya Sud, visitando las tumbas de los reyes de la Corona de Aragón en Poblet, comerme una calçotada en Valls, ver el Ebro desembocar en el Mare Nostrum o descubrir la Tarraco imperial. De lo que podéis estar seguro es que os lo contaré todo por aquí, como siempre.