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dimarts, 3 de juny del 2025

Túnez

El corazón de Túnez

En mi primera vez en este país magrebí nos quedamos en un resort de la agradable franja de arena de Monastir, lo que permite no solo descansar sino también descubrir la zona central del país incluyendo las ciudades de Monastir y Susa así como la inolvidable Kariouan y el imponente anfiteatro del El Jem.

Tras la revolución democrática y algunos atentados terroristas, el turismo en Túnez cayó en picado, y más aún fuera de la capital. Pero las joyas que guarda la que fue la segunda provincia más rica del Imperio Romano tras la propia península itálica valen mucho la pena.

Monastir, ciudad de Bourghiba

El primer día en Túnez desayuné lablabi, que es pan seco en el fondo de un cuenco al que se le vierte un caldo caliente de verduras con garbanzos que absorbe el pan y al que luego se le hecha picante harissa, comino, ajo, aceite de oliva, zumo de limón y un huevo escalfado. Nutritivo para empezar bien la jornada.

Luego cogimos un taxi hasta el palacio presidencial de verano que se hizo construir el primer presidente de la república tunecina, ya que Monastir era su ciudad natal. Habib Bourghiba es considerado padre del Túnez independiente y gobernó el país de 1957 a 1987. Además de lograr la independencia de Francia, el presidente es reconocido por haber prohibido la poligamia, legalizar el divorcio e incluir a las niñas en un sistema educativo igualitario. También restringió el velo en los espacios públicos y limitó la influencia de la religión en el gobierno, desplegando una educación y sanidad públicas. Fundó la universidad de Túnez y grandes puertos internacionales. Además de defender la causa palestina, fue el primer líder árabe en proponer el reconocimiento de Israel.

Para un politólogo y amante también de la decoración, visitar las estancias de este edificio era algo obligatorio. Aún hay todo tipo de elementos usados por Bourghiba: desde la limusina Mercedes que le regaló la RFA hasta una moderna ducha hidromasaje. La estancia del Consejo de Ministros es especialmente bonita y todo está como era en los años 60. El palacete es una maravilla de la arquitectura de esa época, aunque se abandonó tras el golpe de Estado de Ben Alí, y casi todos sus jardines se vendieron para hacer viviendas.

Seguimos los pasos de Bourghiba hasta el centro de la ciudad, donde se construyó un gran mausoleo de mármol italiano en el que está enterrado junto a su familia. Su tumba sigue siendo lugar de peregrinación para todo el que defiende un Túnez secular y reformista. Como está situada en el cementerio, nos encontramos con un funeral en el que cientos de hombres de la ciudad venían con coches, motos y bicicletas para hacer fila y dar el pésame a los varones de la familia.

Luego nos adentramos en la curiosa kashba, ciudad medieval de la que aún queda gran parte de las murallas, tras ver la fortaleza o rábida, con su faro, que se encendía para avisar al resto de rábidas que poblaron las costas tunecinas en la Edad Media en caso de ataque naval. El comercio por dentro estaba prácticamente muerto por ser Ramadán, con la gente cansada por no poder comer ni beber y los restaurantes cerrados. Sin embargo, al caer el sol, la ciudad se convertía en una fiesta, con puestos de comida por doquier y todo el comercio abierto hasta medianoche, con las calles en las que no cabía un alfiler y música sonando desde cada esquina. Acompañamos el paseo nocturno con un cono de papel con chichis, un frito mezcla de churro y buñuelo, con forma de rueda que se disfrutan mojándolos en miel.

Por cierto, el ferrocarril que une Monastir con Susa funciona muy bien, es cómodo y tremendamente barato. Lo usamos unos días que estuvimos la mañana en Monastir, para luego pasar la tarde en la gran Susa.

Susa y su medina para la humanidad

La tercera ciudad más grande de Túnez, entre la capital y Sfax, es Susa, un importante puerto comercial y militar de tiempos de los aglabíes y que jugó un papel clave en el dispositivo de defensa de las costas. De hecho, su rábida es de las más grandes que hay, con elementos arquitecturales romanos reutilizados en su construcción (las columnas se identifican perfectamente). En ella, igual que en la de Monastir y otras poblaciones costeras, vivían monjes islámicos guerreros dedicados a proteger la costa musulmana. De hecho, en estas habitaciones surgió el concepto de Yihad o Guerra Santa. Desde su torreón se encendían hogueras si se veía a barcos normandos en el horizonte, para avisar a las rábidas de al lado y que estas hicieran lo propio. Os recomiendo subiros para poder ver Susa desde arriba y entender mejor la estructura de la ciudad.

Además del sistema defensivo, la medina de Susa es un ejemplo característico de las ciudades construidas en los primeros siglos del Islam. Por ello, fue reconocida como patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Sus calles mantienen rincones de hace mil años, especialmente su zoco cubierto, similar al de Estambul pero en versión pequeña, donde se vendían alimentos típicos de Ramadán, sobre todo dulces. Además de la mencionada rábida, ha conservado la kashba, las murallas, la medina con la Gran Mezquita y la mezquita de Bu Ftata. La Gran Mezquita fortificada es parte del sistema defensivo de la ciudad, algo nada raro en la época, donde por ejemplo, la catedral de Palma de Mallorca también se construyó con elementos de un castillo o fuerte.

Y si subís hasta la parte alta de la ciudad podréis visitar el antiguo castillo o kashba, en cuyas salas se aloja el actual museo arqueológico de la ciudad, con joyas como un mosaico de Neptuno, un bellísimo baptisterio hecho en mosaicos del siglo V o los de las tumbas romanas en sus catacumbas. Aunque el mejor sin duda es la Medusa en mitad  de una enorme composición simétrica que fue el hall de uno de los baños públicos que tenía la ciudad.

Tras la caída del sol, Susa se transformaba aún más que Monastir, con un bullicio mayor. Aparecían puestos de brik tunecino recién hecho, que es una pasta filo frita rellena de pasta de patata, atún, alcaparras, perejil y huevo. Los cafés estaban abarrotados de jóvenes que jugaban a las cartas, tocaban música tradicional y fumaban shisha, con hombres y mujeres bailando y muchos grupos de mujeres con o sin velo, mezcladas entre ellas, unas vestidas más a la occidental y otras más orientales. Túnez en estado puro. 


Excursión a Keruán y El Jem

Uno de los días alquilamos un coche para descubrir dos patrimonios UNESCO más cercanos a Monastir: Keruán o Kariouan y el anfiteatro de El Jem.

Empezamos yendo a la primera ciudad árabe del Magreb, fundada por los Omeyas en el 670, y sin ninguna duda, mi lugar favorito del viaje. Su medina de calles blancas y azules, con sus bellas casas y mezquitas, y especialmente su Gran Mezquita, la convierten en una auténtica joya. Esta ciudad de nueva planta surgió como campamento militar (Kariouan significa campamento militar en árabe, de una deformación del persa) para conquistar la costa que controlaban entonces los bizantinos, por un lado, e islamizar a los bereberes que vivían en las montañas, por otro. Su mezquita, la más antigua de África, resplandeció como cuarto lugar más sagrado del Islam (tras La Meca, Medina y Jerusalén), y el Emirato aglabí de Kariouan surgió como uno de los más ricos del califato. 

Bien situada en el interior, al abrigo de ataques normandos, castellano-aragoneses o bizantinos, se servía del puerto y ribat de Susa, además de los otros ribat como los de Monastir o Mehdia para defender su costa y evitar cualquier invasor.

La joya de la ciudad es su mencionada Gran Mezquita, con una sala de oración de tejado plano sujeto por un bosque de columnas (muchas reutilizadas de yacimientos romanos cercanos) y arcos. Cuenta con dos cúpulas y bajo una de ellas se encuentra el mihrab, recubierto de cerámica destellante de Bagdad, que indica la dirección sagrada a La Meca. Esta mezquita sirvió de ejemplo a las que luego se construyeron por todo el norte de África y en Al-Ándalus. El púlpito o "minbar" de madera tallada con arabescos es el más antiguo de todo el mundo musulmán. Cuenta la leyenda que el general Oqba Ibn Nafi Al-Fihri ordenó construir la fuente de la mezquita en el preciso lugar por aparecer allí una copa de oro que había perdido en La Meca unos años antes. De ahí aún brota agua que se considera que sale de la misma fuente que el zamzam o agua bendita de La Meca.

En el sobrio patio se encuentra también el minarete más antiguo del continente, cuya construcción siguió los planos de faros romanos. Ese día, de los últimos del Ramadán, muchas familias acudían a rezar vestidas en trajes típicos, destacando los bellos caftanes de los hombres y niños, muchos de un color rojo terciopelo preciosos.

Salimos de la mezquita y nos perdimos por los bellísimos callejones de la ciudad, donde parece que el tiempo se ha parado en época otomana. Nos topamos de hecho con la antigua mansión del gobernador otomano, que ahora alberga una gran tienda de alfombras en la que se puede ver a artesanas haciéndolas con los llamados nudos de "Gördes", que usan tanto decoraciones orientales como con símbolos bereberes. Los ornamentados techos y paredes son impresionantes. 

Seguimos paseando viendo otras mezquitas como la de las tres puertas o la del barbero, en la que se arremolinaban grandes grupos de personas. Es un lugar importante de peregrinación por estar aquí enterrado un discípulo del Profeta, con tres pelos de la barba de Mahoma en su boca. Este lugar, cuarto sagrado del Islam como he explicado, es común hacer circuncisiones. De hecho, nos dimos cuenta al poco que se estaban realizando varias. No pudimos verlo de la impresión y nos alejamos mientras escuchábamos lloros de niños mezclados con mujeres cantando con sus lenguas celebrando este ritual.

Tras ese experiencia algo traumática, nos adentramos en sus mercados, con calles dedicadas a cada tipo de comercio, siendo las carnicerías también traumáticas, con cabezas de vaca colgando entre otras cosas. Por suerte, no muy lejos estaban los pasteleros, y pudimos comprar y degustar makrouds recién hechos, que son pastelillos de sémola rellenos de pasta de dátil y fritos, luego bañados en miel perfumada con azahar. Se considera que los pasteleros de Kariouan hacen los mejores del mundo desde hace siglos.

No os vayáis sin ver los imponentes estanques de los aglabíes, sistema hidráulico del siglo IX que parece haber sido hecho por extraterrestres o sacado del universo "Star Wars". Llevan mil años asegurando el agua a esta bella ciudad que no os podéis perder. Si hubiera sabido que era tan interesante y agradable nos hubiéramos quedado al menos una noche aquí.

Salimos en coche rumbo a El Jem, a una hora de allí. En estos paisajes se entiende que Túnez fuera la segunda provincia romana más rica: la abundancia de cosechas, su posición central en el Mediterráneo con puertos comerciales y sobre todo las rentas del aceite de oliva permitieron construir aquí suntuosas infraestructuras públicas. Por eso fuimos a El Jem, para ver el mayor ejemplo de ello: su imponente anfiteatro de tres pisos, que tenía capacidad de albergar a 35.000 asistentes.

Es impresionante verlo en mitad de este pequeño pueblo: el anfiteatro del siglo III es casi tan grande como el de Roma y se mantiene en buen estado sobre todo en su lado sur. De hecho, aquí se rodó la mítica película Gladiator.

Pese a ser Ramadán, tuvimos suerte de encontrar un agradable restaurante enfrente del coliseo, que nos sirvió deliciosa comida casera discretamente: el dueño y cocinero hablaba castellano perfecto y nos estuvo contando anécdotas de todo tipo, como el hecho de que el turismo europeo decaía mientras cada vez más alojaba a grupos de turistas chinos. Por cierto, nos sirvió un exquisito pollo al bulgur con salsa de tomate, cúrcuma y verduras.

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Me faltan muchas cosas maravillosas por ver en Túnez: por un lado, la relajante isla de Djerba y las excursiones que pueden hacerse desde ella como Tataouine y otros paisajes en los que se rodó Star Wars, así como la industrial ciudad de Sfax. Por otro lado, su capital con su medina, las ruinas de Cartago y de Kerkouan; la bohemia Sidi Bou Said; las ruinas de Dougga y el parque nacional de Ichkeul. Volveré seguro.

dijous, 1 de maig del 2025

Copenhague

La capital de Dinamarca

Fui a Copenhague de casualidad: resulta que Eurovisión 2024 era en Malmö pero los alojamientos allí se habían agotado y además, el aeropuerto más sencillo en cualquier caso era la capital danesa, por lo que decidimos quedarnos allí. Así de paso descubriría dos ciudades. Y la conocida como "capital escandinava" me fascinó. 

Copenhague es puntuada siempre como una de las mejores ciudades en las que vivir en el mundo: esta ciudad amigable con las bicis (las usamos todo el rato) tiene todo lo que uno necesita. Pero, a la vez, nunca te hace sentir el estrés que se experimenta en otras capitales cosmopolitas. Su oferta gastronómica es espectacular, deliciosa y de buena calidad; ¿su diseño? a la última, simplemente perfecto; la ciudad cuida cada detalle; cada barrio cuenta con bosques o parques; la seguridad es excepcional y su extraordinaria red de transporte público también. Y todo ello gracias a los altos niveles de igualdad social hacen que la mayoría de sus ciudadanos sean felices.

Esto se consigue con un tipo impositivo del 48% de media, diez puntos por encima del de España, lo que les permite contar con un poderoso Estado del Bienestar que se resume en una natalidad que vuelve a crecer, cinco puntos decimales por encimad de la nuestra. Dinamarca es un ejemplo exitoso de sistema socialdemócrata.

Visitar  la ciudad igualitaria

Si queréis visitar este paraíso igualitario, la mejor temporada es de mayo a septiembre, con días largos, soleados, cielos azules y temperaturas agradables. Nosotros nos quedamos cerca de la elegante estación central, porque así era más fácil coger el tren a Malmö y regresar. Tampoco estábamos lejos del famoso Tivoli, considerado primer parque de atracciones del mundo.

Os recomiendo empezar la visita a la capital danesa por Nyhavn, el antiguo puerto, rodeado de casitas de color pastel especialmente bonitas durante una tarde soleada. Y de ahí no está lejos el otro símbolo de la ciudad: la Sirenita, estatua encargada por el empresario de la cerveza Carl Jacobsen, fundador de Carlsberg. Para el modelo pidió usar el cuerpo de su mujer Eline. La estatua se inspira en un cuento del escritor danés Hans Christian Andersen, cuya tumba podéis ver en el coqueto cementerio Assistens, en mitad de la urbe. Escribió otros cuentos tan conocidos como "La Princesa y el Guisante", "Las Ropas del Emperador" o "El Patito Feo". No muy lejos está la tumba de Niels Bohr, presidida por una lechuza, símbolo de la sabiduría. Premio Nobel de Física en 1922, Bohr realizó contribuciones fundacionales para entender las estructuras atómicas y la teoría cuántica. Además, salvó a decenas de refugiados del Nazismo. Y por cierto, no muy lejos de la Sirenita, en el parque frente al museo de la resistencia danesa, la ciudad recuerda a los daneses que dieron su vida para defender la democracia española contra la rebelión fascista de Franco. 

Christiania

También os recomiendo visitar la Ciudad Libre de Christiania, barrio de Copenhague en el que vive una comunidad contracultural anarquista que ocupa un territorio donde antes habían cuarteles militares abandonados. Hippies, vagabundos y anarquistas se encontraron en los años 70 del pasado siglo estableciendo una comunidad semi-autónoma en la que aún viven más de 1.000 personas. El estado danés ha tolerado la existencia de esta comunidad experimental a través de diferentes tratados en una convivencia no siempre fácil. 

Christiania tiene su bandera y usa una moneda que fabrican con cobre. Los visitantes deben usar las coronas danesas, pero solo en efectivo, ya que no creen en la banca ni quieren dejar rastro digital. Los residentes no pagan IVA ni impuestos de propiedad. Simplemente contribuyen a la ciudad de Copenhague para contar con servicios de alcantarillado, recolección de basuras y mantenimiento de carreteras y aceras. Tanto la electricidad como el agua son previstas por una cooperativa de la propia comunidad.

Es interesante visitar la zona por ver el arte urbano que la puebla, las casas tan curiosas que se han ido construyendo, los talleres de artesanías, las cafeterías veganas, las cervecerías caseras en jardines o los locales de música en directo. Como la mayoría de residentes son vegetarianos o veganos, nada mejor que comer algo en Morgenstedet, un café gestionado por voluntarias que sirve una sopa de lentejas espectacular o sus tés chai masala artesanales que incluso llevan aceite de oliva.

Una de las calles más famosas de Christiania es la Pusher, en la que se toleraba la venta de hachís, marihuana y otras drogas blandas. Sin embargo, la aparición de bandas armadas y drogas duras forzó al Consejo de Habitantes de Christiania a pedir apoyo extraordinario a la Policía danesa para restablecer la convivencia. La calle Pusher está ahora cerrada y en reconstrucción.

Al final de Christiania nos espera una sorpresa: el mejor restaurante del mundo. Se trata de Noma, donde el chef René Redzepi empezó el movimiento de nueva cocina nórdica en el año 2004 usando ingredientes locales a través de nuevas técnicas que iba ensayando en el laboratorio del restaurante. Cuando lo visité estaba cerrado pero me gustó curiosear sus jardines e invernaderos.

Copenhague elegante

Tras tanta contracultura en Christiania, también es interesante ver la parte más elegante de la ciudad: dirigíos a Amalienborg Slot, una plaza rodeada de cuatro palacios idénticos en los que aún vive la familia real danesa. Enfrente se encuentra la mayor cúpula de la ciudad: Marmokirken.

También vale la pena conocer el espectacular Christiansborg Slot, sede del Parlamento danés, la Oficina del Primer Ministro danés, y del Tribunal Supremo. Los tres poderes en un solo edificio refuerzan la cultural transaccional y del acuerdo que impera en la política danesa. Incluso hay salas de recepción disposición del monarca.

Otro barrio elegante es Osterbro, con elegantes bloques de apartamentos del siglo XIX y arbolados bulevares. Pero si queréis algo realmente bonito, debéis visitar los jardines de Tivoli: exactamente lo que uno esperaría de un parque de atracciones diseñado por daneses: cuqui, elegante y con música clásica sonando. Nada de decoraciones cutres típicas de las ferias. Al contrario: teatros chinescos de pantomimas, orquestas tocando en directo, cafés elegantes y hasta una de las primeras montañas rusas del mundo aún en operación. No es muy grande así que si solo queréis probar una atracción o dos, basaría pasar una tarde en el mismo.

Urbanismo "cool" y pastelerías de postín

Uno de los barrio emergentes de la ciudad es Norrebro, lleno de arte urbano cuyo centro, el Superkilen, es un ejemplo de como revitalizar una zona con unas zonas públicas con elementos de los 62 países de los que provienen los habitantes censados de este barrio. Hay barbacoas públicas, arte pop, rampas para skaters super chulas y un gigantesco tobogán con forma de pulpo. Los cafés sanos que la rodean se alternan con tiendas de moda.

Probad los bollos de Juno The Bakery y descubriréis porque siempre hay cola. O cualquiera de los bollos de Andersen & Maillard, donde por fin uno entiende porqué en inglés se les llama "Danish". La calidad de la comida en esta ciudad es de diez. Hasta las gasolineras sirven hamburguesas orgánicas. No os perdáis las de Gasoline Grill.

Otro barrio muy a la moda es Verterbro, antigua zona industrial del distrito de los mataderos que ahora se han reconvertido en un complejo de restaurantes, bares, discotecas, gimnasios, galerías e instalaciones educativas. La deliciosa taquería "Hija de Sánchez" sirve auténticos tacos mexicanos allí mientras que la popular barbacoa "War Pigs" vende una de las mejores costillas de cerdo ahumadas de la vida.

El futuro de la ciudad se expande por Christianshavn, islas artificiales con edificios futuristas, como la ópera la la ciudad o edificios con diseños que parecen sacados de marcas de lujo. El mercadillo de comida Gadekokken es perfecto para comer un día soleado, destacando Popl Burger, un restaurante de hamburguesas creado por el equipo de Noma, con creaciones que valen la pena.

Otro lugar estupendo para comer es Torvehallerne, el antiguo mercado de verduras, ahora con puestos de comida que ofrecen comida de todo el mundo. Optar por los platos locales y aprovechad que aquí sirven uno de os mejores pasteles daneses de pescado de la ciudad: el friskerfrikadelle.

Para trasladaros por la ciudad nada como descargarse la aplicación Donkey Republic y usar las bicis que hay en cada esquina. Por 32€ puedes usarlas gratis dos horas al día durante un mes. Además, el eficiente sistema de metro sirve para cubrir distancias más largas o días de lluvia.

Y por cierto, desde la ciudad también hay algunas excursiones interesantes, tanto para conocer la ciudad de Malmö, como algunos patrimonios de la humanidad UNESCO de Dinamarca: Roskilde, el castillo de Krongborg y los bosques de Dyrehaven.

IMPRESCINDIBLES

Comer

Bollo recién hecho en Juno The Bakery.

Hamburguesa fusión en Popl Burger.

Beber

Una Carlsberg en una de las terrazas del Tivoli.

Strawberry kiss en Andersen & Maillard.

Libro

La señorita Smila y su especial percepción de la nieve de Peter Hoeg.

Serie

Borgen en Netflix.

Película

El festín de Babette (Babettes gæstebud) de Gabriel Axel.

Canción

Barbie Girl de Aqua.

dissabte, 8 de febrer del 2025

Champaña

La tierra del champán

He vivido dos años en Francia y la he visitado en muchas ocasiones, pero nunca había estado en la Champaña. Así que nada mejor para acabar 2024 que descubrir esta región agrícola de fama mundial. Bruselas está a unas tres horas de Reims, por lo que salimos temprano para aprovechar los tres días que le dedicaríamos.

La zona se llama así no por la burbujeante bebida, sino por cómo la llamaron los romanos: Campania o "tierra de llanuras" en latín. Y de ahí, pasó a Champaña. Ahora, legalmente ni siquiera es reconocida, ya que forma parte del departamento del "Marne". Pero es mundialmente famosa por el hecho de que la normativa francesa solo permite al vino espumoso de esta región llamarse "champán", que además debe seguir un método de fermentación y embotellado muy estricto para poder llamarse así. Además de por la famosa bebida, la región es también famosa por ser el corazón del antiguo reino franco que dio origen a Francia. 

Sea como fuere, nos quedamos en la ciudad más grande, Reims, aunque la considerada capital del champán es Épernay, por ser la que más bodegas alberga. También la visitamos. Pero empecemos por el principio.

Coronaciones y cavas de champán.

Para explorar la ciudad (y la región) los hoteles de la alargada Place Douet d´Erlon de Reims son ideales puesto que además de existir un parking público para dejar el coche es fácil recorrer a pie desde aquí casi toda la ciudad. Al llegar almorzamos en el Café du Palais, un popular e informal local art-nouveau lleno de trastos donde tomar platos rápidos como un steak-tartar o el famoso jamón de Reims, que es paleta de cerdo deshuesada y cocida en un caldo especial cubierta con pan rallado. Se sirve con patatas cocidas, trozos de quesos franceses y ensalada. Y de postre, su baba au rhum es simplemente enorme y lo sirven con un chorro (muy) generoso de ron de la isla francesa de la Martinica.

Tras la abundante comida nos fuimos a explorar la ciudad empezando por su joya: la catedral de Notre-Dame de Reims, donde se coronaron a decenas de reyes de Francia durante mil años, empezando por Clodoveo I, que fundó el reino franco a finales del siglo V iniciando esta tradición. Esta maravilla gótica, junto con la antigua abadía de Saint-Remi y palacio de Tau son considerados patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Y ello por la notable aplicación de las nuevas técnicas arquitectónicas del siglo XIII y la armonía entre las esculturas y otros elementos que convierte a la catedral en una obra maestra del arte gótico. Lo cierto es que impresiona la bella nave y vidrieras, sobre todo si te imaginas la coronación del rey Carlos VII con Santa Juana de Arco a su lado en 1429. La pena es que gran parte del edificio es una reconstrucción de 1938 pagada por la familia Rockefeller, ya que la catedral original de 1211 fue gravemente dañada durante los bombardeos alemanes de la Primera Guerra Mundial. En cualquier caso, su esplendor abruma y no hay que perderse las increíbles obras de arte que guarda en su interior, como una impresionante vidriera diseñada por March Chagall o la estatua a Santa Juana de Arco.

Pero más allá de coronaciones y gótico, la región se hizo famosa desde que en el siglo XVII el monje benedictino Dom Pierre Pérignon perfeccionó el proceso de usar una segunda fermentación para hacer que un vino mediocre adquiriera gas. Estas tierras con suelos ricos en tiza son muy fáciles de excavar por lo que ya los romanos construyeron grandes depósitos que se mantenían a una temperatura constante de -12 grados todo el año. Perfecto para almacenar comida... y vino. Mientras los romanos aprovechaban esta interesante característica se aliaron con los remos, tribu original del lugar, para contener a los más agresivos galos y mantener la cercana frontera (limes) con la Germania Superior segura.

Empezamos nuestra ruta de las cavas por la Maison Ruinart, una compañía que empezó siendo familiar pero que hace unos años fue adquirida por el conglomerado del lujo LVMH. Aunque lo interesante es que sigue manteniendo muchas de sus características de champán nicho por lo que tours y catas son mucho más profesionales y dirigidas a un público más sofisticado. Llegamos a una reformada entrada-tienda-bar ultramoderno construido el año pasado al lado de la mansión (chateau) histórica de la familia, a su vez construida encima de las cavas.

Muchas de estas cavas también sirvieron de refugio a los primeros cristianos para reunirse cuando aún eran perseguidos por los romanos. Hoy ya no hay cristianos rezando sino millones de botellas fermentando: cada año salen de aquí 300 millones de botellas que riegan de euros y trabajo a la zona.

Tras recibirnos una de las expertas catadoras de la casa, nos condujo a una sala privada decorada con un gusto contemporáneo exquisito donde nos daría las primeras explicaciones con las que no os aburriré pero que me permitieron entender y apreciar mejor esta burbujeante bebida fermentada.

Tras las interesantes explicaciones descendimos 38 metros por unas escaleras a las canteras romanas del siglo IV ahora usadas para fermentar champán donde vimos como algunas botellas se van girando de forma manual y otras por máquinas. Hay botellas que se guardan hasta 15 años madurando antes de su degüelle. Por cierto, desde los años 60 el degüelle se realiza congelando el final de la botella una vez, de tanto girarla poco a poco durante meses, se ha conseguido colocar todo el residuo de levadura y/o azúcar en el cuello. Se extrae ese cubito de hielo y la botella se tapona, lista para comercializar.

Seguimos por las secciones medievales y, por supuesto, por otras mucho más recientes. Estas bodegas, junto a los viñedos y ciertas casas de Champaña forman parte de un conjunto de lugares declarados patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Y ello por ser aquí donde nació el método de producción de vinos espumosos mediante una segunda fermentación en botella, iniciada en el siglo XVII y aplicada precozmente a escala industrial desde el siglo XIX. De los viñedos a las bodegas subterráneas donde fermenta el champaña y las sedes de las empresas que lo comercializan, conforman la totalidad de las fases de producción de este renombrado caldo. 

En la ruta nos explicaron otras curiosidades como que la presión en una botella de champán puede alcanzar seis atmósferas tras la segunda fermentación por lo que una de cada 10.000 botellas acaba explotando. Por eso se apilan de una forma que si explota una no provoque una reacción en cadena. Por suerte ninguna explotó en nuestra cara esa tarde.

También vimos algunas obras de arte que realizan artistas cada año bien regados de fondos de las casas de champaña. Me impresionó una contemporánea escultura sencilla con metales y bombillas que, conectada a una Inteligencia Artificial que tiene acceso a termómetros, medidores de viento y pluviómetros en la superficie. La IA traduce todos estos datos para crear iluminación y sonido en la cava que "imite" el tiempo atmosférico en el exterior de una forma artística increíble,

Finalmente, volvimos a la superficie en un moderno ascensor que parecía sacado de una película de James Bond y que en unos segundos atravesó las rocas y nos devolvió a la cómoda sala con la enorme mesa redonda donde realizamos una cata muy profesional de varios tipos de botellas Ruinart. 

Un poco achispados nos dirigimos al restaurante estrella Michelin donde teníamos reserva: "Le Millenaire". El chef Benjamin Andreux se inspira en recetas provenzales (es decir, del sur francés) pero usando ingredientes champenoises según la estación del año, por lo que la mezcla es maravillosa. Las carnes, verduras, pescados, mariscos y postres que van desfilando en uno de sus menús degustación, acordados por vinos franceses sublimes, es una experiencia muy recomendable.

Tras la cena, nada mejor para bajarla (aunque tampoco fue pesada) que un paseo nocturno por las elegantes calles del centro de Reims. La decoración navideña se unía a la bella iluminación habitual de muchas fachadas, como las de la deslumbrante y neoclásica Place Royale, construida en la época de Luis XV. Volví a recordar por qué Francia sigue siendo mi país favorito. Eso, o que tras la cata y la cena iba más contento que de costumbre.

Taittinger y la abadía de Saint-Rémi.

Al día siguiente teníamos visita en otra gran casa de champán :la Maison Taittinger. Se trata, esta sí, de una gran casa que sigue siendo propiedad familiar y se resiste a ser comprada por los conglomerados multinacionales del lujo. Aunque esta casa se fundó recientemente, en el siglo XX, también posee cavas romanas y medievales. De hecho, sus cavas revisten una especial importancia en la historia de Reims por haber sido usadas como refugio, escuela y hospital durante la Primera Guerra Mundial. Aún se ven grabados en las paredes de tiza referencias a la resistencia de la República Francesa aquellos años tristes.

Nos volvieron a explicar todo el método incluyendo el remuage (giro de botella) o el dégorgement (extracción de sedimentos a -25 grados) que os he contado hace un rato. Y que parte de las cavas están en canteras romanas del siglo IV y otras fueron ampliadas por monjes benedictinos en el siglo XIII. Luego subimos al moderno bar para la degustación, mucho más aburrida que la de Ruinart, donde también vimos las botellas que Taittinger encarga diseñar cada año a un artista. Me gustó mucho la de Roy Lichtenstein de 1990.

Al salir, y ya que estaba cerca, aprovechamos para visitar la antigua abadía donde yace los despojos mortales de Saint-Remi (440-533), el arzobispo que instituyó la unción sagrada de los reyes de Francia. Su importancia radica en que ha conservado una hermosa nave románica del siglo XI, enorme para su época. Este arzobispo fue el que bautizó al cristianismo al rey franco Clodoveo I junto a 3.000 de sus guerreros en el año 400. En el centro de la basílica destaca el gigantesco candelabro visigótico colgante con 96 velas, una por cada año de vida del santo.

La cuna del champán y su futuro innovador.

Tras un frugal almuerzo cogimos el coche de nuevo para visitar Épernay cruzando las montañas de Reims a través de la ruta turística del champán. Las colinas de pelados viñedos cubiertos de niebla alternados con frondosos bosques ofrecían un bello paisaje invernal. De camino paramos en el coqueto pueblo de Hautvillers para ver la humilde tumba de Dom Perignon, inventor del champán actual. Se encuentra en la iglesia de la abadía del pueblo humilde pero muy interesante, donde tambien algunas bodegas independientes ofrecen catas.

Tras la parada técnica, llegamos a Épernay, localidad que se articula a lo largo de la famosa avenida del champán, bajo la cuál se extienden 100 km de bodegas subterráneas llenas de más de 200 millones de botellas de champán madurando a la espera de ser descorchadas. Es interesante entender que el 60% de las botellas de champán se consumen en Francia, así que solo el 40% se exportan al resto del mundo, en una demanda que no deja de crecer (y así van subiendo los precios también).

Como no teníamos mucho tiempo optamos por curiosear la más famosa, que bajo su techo agrupa dos de los nombres más conocidos a nivel internacional: Dom Pérignon y Moët&Chandon, ambas también del grupo LVMH. En el hall tenían los escudos de las casas reales a las que proveen, incluyendo la española. Y su moderno bar es también digno de verse: ahí es posible pedir una copa del exclusivo Dom Pérignon y hasta tienen en una vitrina uno de los gorros que usó Napoleón.

Acabamos este periplo visitando una bodega muy independiente  y alternativa: la Maison Leclerc Briant. Aquí solo emplean mujeres para recolectar sus viñedos y fermentar sus caldos. Además, no usan azúcares añadidos para fermentar. Y no solo fermentan en botella: también lo hacen en barricas de madera, cristal, tiza, barro e incluso oro. En Leclerc Briant no usan plásticos en ninguna fase de la recolección ni producción y tampoco pesticidas para sus viñedos.

Conscientes de que el cambio climático ya está poniendo en peligro los niveles de azúcar óptimos de las uvas que hasta ahora se usan para hacer champán, ya están experimentando con otras uvas y otras técnicas para adelantarse. También a otras maneras de fermentar: por ejemplo, tienen una línea que sumergen durante meses en el océano para obtener una fermentación diferente.

La guía era un poco caótica pero muy simpática eso sí, y sus explicaciones tremendamente interesantes. La visita fue muy diferente a las dos anteriores, mucho más auténtica. Y la cata también: los champanes de Leclerec Briant son muy diferentes a cualquier otro que hayáis probado, especialmente el fermentado bajo el mar que es exquisito.

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Me encantó descubrir la región, y ello pese al frío desagradable que hacía o que los viñedos estuvieran pelados. Volveré para ver otras "maisons", recorrer la famosa avenida del champán de Épernay bajo el suelo y ver los viñedos llenos de hoja y uvas justo antes de la vendimia, a finales de agosto. Viviendo en Bruselas no es nada difícil. Y de paso comprar algunas botellas de champanes curiosos y difíciles de encontrar, como el fermentado bajo del mar. ¡Chín, chín!

dilluns, 3 de febrer del 2025

Alta y Tromsø

Primera vez en el Círculo Polar Ártico

Gracias a los vuelos directos entre Bruselas y Tromsø es relativamente sencillo llegar al interior del círculo polar ártico. Nunca había estado en esta región de la Tierra, y menos en invierno, y el caso es que esta ciudad es considerada la puerta al Ártico por sus temperaturas relativamente moderadas (comparadas con el resto de tierras árticas) así como por los servicios que ofrece. Además, su aeropuerto y puerto actúan como hubs para seguir adentrándose en la región. De hecho, nosotros al llegar tomamos otro vuelo regional a Alta, una ciudad aún más al norte. ¿El motivo? Varios: queríamos maximizar las posibilidades de ver la aurora boreal (hace falta estar muy al norte y tener la menor contaminación lumínica posible), tener la experiencia de dormir en uno de los pocos hoteles de hielo que existen en el mundo y de paso curiosear un patrimonio de la humanidad declarado por la UNESCO: el arte rupestre de Alta.

Finales de diciembre y principios de enero son las semanas de máxima oscuridad ya que se produce la noche polar en las que no sale el sol (no hay amanecer) y tan solo hay luz en el cielo (indirecta) durante unas cuatro horas al día. Así que, allá que volamos.


Alta

Situada en el fiordo con su mismo nombre, esta minúscula ciudad tiene todo lo que un viajero puede necesitar pero, a la vez, garantiza que a pocos minutos de su centro urbano se encuentre paisajes con oscuridad total para ver las auroras boreales sin problemas. No por casualidad, Alta fue donde se empezó a investigar la aurora boreal en el siglo XIX. Es un lugar cómodo porque pese a estar tan al norte cuenta con temperaturas "templadas" gracias a las corrientes oceánicas. Y por "templadas" me refiero que igual en enero tienes 10 grados bajo cero cuando en la misma latitud en otros lugares del interior de Noruega o de Canadá o Rusia están a menos 25. 

En lo que se refiere a transporte, el aeropuerto de Alta está muy cerca de la ciudad. Si sois dos o más, los taxis no son excesivamente caros según los precios noruegos, así que si es invierno, mejor ahorraros rollos de cadenas y coches de alquiler. Podéis pedir taxis por la app Taxi Fix que funciona bastante bien.

Aprovechamos esa mañana para ir a ver el arte rupestre de Alta, un conjunto de petroglifos del fiordo que conserva las huellas de un asentamiento humano de hace más de 7.000 años y siguen en buenísimo estado casi como las dejó la persona que las cinceló. Miles de pinturas y grabados nos permiten conocer mejor el medio ambiente y las actividades humanas de los tiempos prehistóricos en los confines del Gran Norte. Pero el problema es que en invierno casi todos estos petroglifos están cubiertos por la nieve. Por suerte, el museo de la ciudad, anexo al valle donde están los grabados, contiene algunos originales que guarda en vitrinas, por lo que algo pudimos ver: representan diversos motivos, pero lo más impresionantes son los de arces o pescadores en sus barcos. El museo además da contexto con audiovisuales muy chulos, explicaciones del porque de los petroglifos, de cómo los dibujaron y otros restos de aquellos habitantes.

En el museo también se explica científicamente la formación de las auroras boreales así como hechos históricos como el desalojo al que obligaron los nazis a la población local o el conflicto con los Sami por la construcción de una presa que desembocó en la formación del Parlamento Sami. Está muy bien para entender la historia de la zona y su tienda de recuerdos también tiene cosas chulas, y además, estaba acondicionado como búnker anti radioactivo para la población ante un potencial ataque. La invasión nazi y las amenazas rusas han hecho que los noruegos estén más que preparados y entrenados para resistir una posible invasión y eso se observa en el propio museo y su arquitectura.

Al salir tomamos un taxi y nos dirigimos al insulso centro de la localidad, donde solo destaca la Nordlyskatedralen o catedral de la Aurora Boreal, una curiosa iglesia con formas redondeadas recubierta de titanio plateado. No pudimos entrar por estar ese día cerrada al público.

Para almorzar, entramos en el Stakeriet Mat og Vinhus, un restaurante de comida fusión con ingredientes locales donde compartimos una ensalada de remolachas con queso de cabra de Alta. Estas raíces tuberosas son parte básica de la dieta noruega por su fibra, vitaminas y antioxidantes, y la facilidad de crecer rápido en meses sin sol. Como plato principal opté por el pytt i pane, que es un revuelto de patatas, salchicha, jamón y cebolla salteada con un huevo frito encima que comen los noruegos a menudo durante los meses fríos.

Tras comer, hicimos una visita rápida a un supermercado local para avituallarnos de salmón local (dicen que el mejor del mundo) y otros ingredientes para cocinarnos la cena y ya nos dirigimos a nuestro primer alojamiento en el que nos quedamos las dos primeras noches: una casita transparente perfecta para ver la aurora boreal desde la cama. En el rancho "Flatmoen Farriers" alquilan cuatro de ellas, y además con jacuzzi caliente para verlas también desde ahí. ¡Nosotros vimos la primera desde la cama la segunda noche, que salió a la una y media! Además de las auroras, poder ver el cielo con las estrellas tan claras y en silencio es también maravilloso.


En las pocas horas de luz (recordad, no sale el sol) están bien para pasear y descubrir las decenas de tonos que tiene el color blanco. Ahí entendí porqué las lenguas polares tienen tantas palabras para describir este color.

Sorrisniva

La tercera y cuarta noche dormimos en una pequeña población remontando el río Alta: Sorrisniva. Ahí se alza un estupendo hotel de estilo nórdico contemporáneo que, además, desde noviembre a marzo construye un anexo completamente hecho de hielo en el que tomar una copa, casarse (tiene una capilla) o incluso dormir en una de sus habitaciones de hielo. Nos quedamos a dormir una noche por vivir la experiencia pero, honestamente, no la recomiendo. Hay que dormir en duras camas de hielo cubiertas de pieles de reno que huelen regular y además en sacos de dormir en los que moverse lo menos posible. La temperatura constante es de menos cinco grados por lo que si respiras dentro del saco se condensará el aire mojándote y si lo abres un poco se colará aire helado. Además, para ir al baño hay que salir al hotel principal. Toda una incomodidad. Eso sí, al día siguiente tras la ducha nos fuimos directos a la sauna del hotel a recalentarnos. En cualquier caso, lo mejor es comprar la entrada de visita y disfrutar de su bar mientras se curiosean las habitaciones, sobre todo las suites, con esculturas muy curiosas. Pero a la hora de dormir mejor ir a las habitaciones del resort invernal, de un precioso diseño escandinavo y mullidas camas, con balcones a la naturaleza salvaje del valle.

De hecho, la arquitectura nórdica del hotel se fusiona perfectamente con la naturaleza. Cuando estábamos tomando el té la tercera tarde, el personal del hotel bajó las luces y nos avisó que la aurora boreal se estaba viendo perfectamente al salir del hotel: fue estupendo aunque esta vez hacía falta el móvil para ver el color de la mayoría de ellas, a diferencia de la que vimos la segunda noche, que fue a ojo desnudo.

El resort ofrece también dos restaurantes en los que degustar ingredientes locales. Optamos ambas cenas por el restaurante Lavvu que representa en madera el diseño de una tienda Sami y que en el centro tienen una agradable chimenea. La primera noche cené unos raviolis de cangrejo rey de entrante y de principal reno al horno con peras, setas, puré de apio y salsa de arándanos rojos. La segunda empecé con col de Tangen al horno con queso Hovding Sverre, alubias blancas, berros y puré de mantequilla para seguir con un filete de fletán con espuma de masa madre, brócoli, avellanas y cebollas encurtidas que estaba exquisito.

Los desayunos son abundantes, también con ingredientes dulces y salados del lugar, destacando la máquina y masa para prepararse auténticos waffles noruegos, mucho más ligeros que los belgas y con forma de copo de nieve, que se pueden acompañar con mermelada natural de molte, las moras anaranjadas de toque ácido.

Finalmente el resort ofrece todo tipo de actividades a unos precios elevados de la que optamos por el  tour de "cazar" auroras que tampoco recomiendo: no vimos ninguna y pasamos un frío increíble. Mejor dad paseos con luz y de noche por la ruta indicada alrededor del río, que incluye tramos por encima del río congelado que dan algo de miedo. El frío es tenaz, a mi se me congeló el bigote ya que estábamos a menos 19 grados. Pero el paisaje y el silencio solo roto por el murmullo del agua valen la pena.

Tromsø

El último día lo pasamos en Tromso, la ciudad desde la que salía nuestro avión de vuelta. Paseamos por su calle principal en la que está su catedral, el edificio de madera más grande de Noruega. En una de sus plazas principales hay una estatua a Roadl Amundsen, pionero de la exploración polar. fue el primero en navegar el paso del noroeste en barco o en volar el polo norte. Se le homenajea porque en 1928 partió desde Tromso al rescate de un explorador italiano y nunca más volvió. 

Tras el paseo por el centro, donde nos llamó la atención el número de grandes tiendas de souvenirs de dudoso gusto, nos dirigimos hasta el Fjellheisen, al otro lado del fiordo. Es un teleférico que en pocos minutos os subirá a más de 500 metros para ver unas vistas increíbles de la ciudad, fiordo y montañas que la rodean. Cuando os heléis (porque arriba el frío es mucho más intenso), refugiaos en la cantina con vistas donde calentarse con un chocolate ardiendo.

Tras descender, paseamos por el tranquilo barrio de Tromsdalen hasta llegar a la moderna Ishavskatedralen o "catedral del Ártico", símbolo de la ciudad con su fachada triangular de 35 metros y techo de aluminio y cemento blanco. Sus formas se inspiran en las montañas que la rodean y los icebergs que a veces pasan por el fiordo. Simboliza la conexión entre naturaleza y espiritualidad.

Cruzamos el Tromsobrua a pie para seguir disfrutando del paisaje y volver al centro de la ciudad ya con hambre, aprovechando para dirigirnos a Mathallen, un restaurante noruego fusión maravilloso que tenía un espectacular menú del día de almuerzo con un lomo de skrei con col cremosa, hongos y mahonesa de mejillón. El skrei es un tipo de bacalao que se pesca entre enero y abril en el norte de Noruega. Se le considera "oro blanco" por su tierna textura y sabor. Estaba increíble.


Una de las cosas que más me ha impresionado de Noruega son sus paisajes y naturaleza salvajemente fría y blanca pero a la vez, verde y llena de vida. Estoy seguro que en verano es aún más bonita. Pero el frío que pasé en algunos momentos valió muchísimo la pena. Y también su gastronomía, que es excelente, quizá comparable al nivel de Japón. Estoy seguro que volveré para explorar el país en otros momentos del año y otros de sus rincones y sabores.