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dimecres, 27 d’agost del 2025

Guatemala

Una antigua capital rodeada de volcanes

Gracias a los nuevos vuelos directos que ha establecido Avianca entre Miami y Ciudad de Guatemala pude descubrir el que casi todo viajero considera el país más bello del centro de las Américas: Guatemala. Y como tan solo teníamos cinco días fuimos a su ciudad más linda, Antigua y al lago Atitlán. Fundada en 1543 en mitad de un verde valle rodeado de volcanes, Antigua es una de las ciudades coloniales del Imperio español mejor conservadas. Capital de la parte centroamericana del imperio, Antigua prosperó hasta que un terremoto hizo que la Corona ordenara desalojarla en 1773 para trasladar la capital a Ciudad de Guatemala. Antigua se quedó dormida en el tiempo en aquel año gracias a que las familias más pobres desobedecieron la orden y se quedaron manteniendo las casas y mansiones en pie.

Ya en el siglo XIX, la ciudad volvió a atraer el interés de arqueólogos, artistas y algunos viajeros, convirtiéndose poco a poco en el gran símbolo de Guatemala. Cien años después se ordenó una estricta preservación, se restauraron iglesias y monasterios y muchas casas pasaron a ser elegantes hoteles y restaurantes. Artistas, turistas y la élite guatemalteca empezaron a pasar temporadas en la agradable Antigua, dándole la vida y sofisticación con la que cuenta hoy. Todo culmina en 1979, cuando la UNESCO la inscribe como Patrimonio de la Humanidad. Pasear por sus calles rectas que siempre acaban con vistas a uno de los gigantescos y verdes volcanes que la rodean es maravilloso.

Empezamos la visita por su plaza mayor desde la cuál se extiende el damero con el que se buscaba alcanzar la perfección urbanística en tiempos del Renacimiento cuando se diseñó, con calles rectas, y una distribución racional de los usos del suelo, estableciendo jardines y fuentes. Preside la plaza el bellísimo palacio de la Capitanía General, que mantiene el escudo del Imperio Español en lo alto, aunque ahora sea una bandera guatemalteca la que ondee. Desde aquí se gobernó un vasto territorio que iba desde Chiapas hasta Costa Rica. Y no solo fue capital político-militar: también fue el centro evangelizador de Centroamérica de la Iglesia católica: las órdenes religiosas más importantes establecieron sus centros regionales aquí construyendo espectaculares monasterios, como el de Santo Domingo, que ahora alberga el mejor hotel de la ciudad. Aunque no os quedéis en él, vale la pena visitar sus ruinas, que contienen varios museos de arte sacro y de arte contemporáneo también. Además, sus jardines son muy agradables y su tienda de chocolates muy curiosa, por no hablar de su excelente restaurante en el antiguo refectorio. ¡Algunas habitaciones están en capillas que aún tienen los sagrarios de plata! Y volviendo al restaurante, además de su buena comida, como curiosidad, os pondrán unas banderitas según los países de los que vengan los comensales: a nosotros nos plantaron la española y la tica.

Y es que los monasterios articulan la ciudad y son los iconos de Antigua. De hecho, el famosos puente del reloj es su gran símbolo: originalmente servía para conectar dos partes de un antiguo convento femenino de clausura, ahorrando a las monjas tener que salir a la calle para pasar de una parte a la otra. Ahora es el punto más fotografiado sin duda. Y justo bajo hay una vinoteca interesante donde disfrutar de un buen caldo antes de la cena.

Además de monasterios, Antigua está llena de espectaculares iglesias, como la de La Merced con su fachada del "barroco sísmico" que integra elementos decorativos andaluces, mexicanos e indígenas que la hacen única. Podéis subir a su tejado para tener una mejor panorámica de la ciudad.

Detalles artísticos y buena gastronomía

En general, la estética de la ciudad es única, mezclando las decenas de antigüedades que se encuentran con un toque moderno único, flores frescas y unos juegos de iluminación excelentes. Está todo cuidadísimo y por eso hay galerías de arte y anticuarios, además de escuelas donde perfeccionar el castellano que atraen a personas de todo el mundo. 

Callejeando os encontraréis la cuca tienda de doña María Gordillo, una bella dulcería de época preciosa donde aún elaboran delicias de coco, leche y otros ingredientes que vale la pena probar. Y otro lugar típico para probar platillos locales es la Fonda de la Calle Real, donde sirven un riquísimo Pepián, que es un guiso de pollo en base de tomate, ajonjolí y otros chiles asados y molidos, orgullo de Guatemala. Y para acabar un día divertido, nada como una cata del mejor ron del mundo, el Zacapa, en la Casa del Ron, donde aprenderéis más del proceso de este licor excelente y saldréis algo achispados. Por cierto, esa noche era el Festival de la Luz, que tenía a sus calles a rebosar de gente con las fachadas de edificios en las que se proyectaban espectáculos lumínicos.

Además, no os podéis perder por nada del mundo el desayuno chapín. Dentro de la ciudad el mejor lugar es el es el mesón Panza Verde, que es el primer hotel boutique de lujo de estilo europeo en Antigua, situado en una bellísima mansión colonial. Pero si queréis ver una hacienda a las afueras para relajaros un rato en la naturaleza, coged un taxi hasta Villa Bokéh y pedid un desayuno chapín a base de huevos estrellados, longaniza criolla, plátanos fritos, frijoles molidos, tortillas de maíz morado y chimol. Y para beber, el delicioso chocolate caliente local. 

Me dejé muchas cosas por ver pero ya sabéis no me gusta viajar aprisa y corriendo tachando cosas de una lista, sino fluir, disfrutar al máximo de lo que visito y dejar también descubrimientos al azar. Estoy seguro que acabaré volviendo a esta mágica ciudad, ojalá durante su vistosa Semana Santa o para subir el volcán Pacaya.

El lago del ayer

Tras sumergirnos dos noches en la cultura y gastronomía de Antigua nos fuimos a pasar otras dos noches a relajarnos a uno de los lagos más bellos del mundo: el lago Atitlán. O al menos eso dijeron Huxley o Saint-Exúpery. La manera más fácil de disfrutar de esta masa de agua verdeazulada rodeada de icónicos volcanes es tomando un barco en Panajachel (a donde se llega desde Antigua en carretera). Hay barcos públicos y privados: optad por el que más os convenga según vuestra prisa y presupuesto. El recorrido hasta la localidad o alojamiento que elijáis (hay muelles públicos y privados) es una maravilla: la energía del agua, el viento, la tierra y hasta el fuego (recordad los volcanes) hace que las sensaciones sean fuertes, únicas, unidas al bellísimo paisaje, fértil gracias a su carácter volcánico. Por eso, junto a las doce comunidades mayas que mantienen sus lenguas y costumbres también se han venido a vivir a sus orillas hippies, sanadores, artistas y otros buscadores espirituales. No es difícil encontrar restaurantes veganos o de cocina ayurvédica, sobre todo en el animado pueblo de San Marcos de La Laguna, cerca del que nos quedamos.

Este lago se formó hace 85.000 años por una explosión supervolcánica que dejó una caldera gigantesca de más de 350 metros de profundidad que rápidamente se llenó de agua dulce. Es uno de los lagos más antiguos del planeta.

Para alojarnos escogimos Anzán Atitlán Creative, conocida localmente como "la casa rosada", un hotel boutique con tan solo tres amplias estancias (dos habitaciones y una gran suite) cuyo primer nombre viene del japonés: An - zan (montaña de paz). Desde nuestra habitación, en una ventana que parecía un cuadro, se veían los volcanes Atitlán, Tolimán y San Pedro, formando la figura de la icónica serpiente que se había tragado un elefante tan famosa de "El Principito": aquí paso meses Saint-Exúpery mientras se recuperaba de un accidente de avión y fueron estos volcanes su inspiración.

En Anzán, la simplicidad moderna, el arte, el silencio y el lago se entrelazan para ofrecer una experiencia única. No por casualidad acoge talleres y seminarios de fotografía. Y es que el lugar es realmente pacífico: escuchar los sonidos de la naturaleza mientras se toma el sol en su terraza blanca es tan mágico como lanzarse a las frescas aguas del Atitlán o disfrutar de la sauna maya a leña de piedra volcánica que tienen frente al lago: el ritual se hace al anochecer, cuando se alterna los sudores en la sauna con baños en el lago bajo la luz de la luna. Por no hablar de sus saludables desayunos en la orilla o su maravillosa cena de varios pases con productos de su huerta. O ver el cielo tachonado de estrellas cada noche mientras sopla una suave brisa. Es un sitio perfecto para resetear, para repensar y para tomar decisiones clave en la vida. 

Aprovechamos también para hacer algunos paseos a San Marcos, a menos de media hora a pie: en este pueblo se escucha aún la lengua maya que hablan sus habitantes a la vez que se ven pizzerías, restaurantes veganos o centros ayurvédicos o tiendas donde comprar rapé, un preparado de tabaco en polvo que se inhala por la nariz y que los mayas usaban en ceremonias chamánicas para purificación, concentración o conexión espiritual administrado con un tepi o kuripe que sopla el polvo en las fosas nasales. Un día almorzamos en el Samsara´s Garden, una terraza con opciones vegetarianas y veganas realmente deliciosa.

Tendré que regresar a Guatemala: para visitar Tikal y Chichicastenango pasando por su moderna capital. Aún no he terminado con este país centroamericano al que estoy seguro volveré algún día.

IMPRESCINDIBLES

Comer

Desayuno chapín en Mesón Panza Verde.

Dulces donde doña María Gordillo.

Cena orgánica en siete pasos en Anzán Atitlán Creative.

Beber

Degustación de ron Zacapa en La Casa del Ron

Libro

El señor Presidente de Miguel Ángel Asturias.

Canción

Te Conozco de Ricardo Arjona.

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