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dimarts, 21 de desembre del 2010

Baviera

Múnich y Neuschwastein

Antes de volver a Valencia, y tras consultar mi libro de cabecera "1000 sitios que ver antes de morir" de la periodista Patricia Schultz, decidí descubrir la capital bávara. capital, en definitiva, del catolicismo alemán. Y la razón es sencilla: su mercadillo de Adviento o de Navidad Christkindlmarkt es tal vez el más grande y encantador del mundo y uno de los más antiguos tras el de Nüremberg.

Y en efecto, tras coger un vuelo directo Madrid Barajas – Munich Franz Josef Strauss con Iberia, nos plantamos en un ambiente totalmente nevado, con temperaturas bajo cero y decorado con ese buen gusto que define la Navidad germana. Es incontestable que donde más y mejor se puede palpar el espíritu navideño en el mundo es en Alemania, Austria, Alsacia-Lorena y Bélgica. Pero los bávaros, situados en el corazón de estos cuatro lugares, se llevan la palma.

Cientos de casitas de madera cubiertas de una espesa capa de nieve y decoradas con muérdago y elegantes lucecitas blancas jalonaban los barrios de Munich. Encontraremos mercado desde Marienplatz y calles aledañas, bajo la atenta mirada del imponente Rathaus (nuevo ayuntamiento) e incluso en sus patios interiores. Y también en los patios de la elegante Residenz o los alrededores de la torre china, en pleno Englishchergarten.

A pesar del frío que hace y que cala hasta lo más profundo, miles de personas se agolpan alrededor de las casetas y llenan la ciudad con un ambiente impresionante. El truco es ir bien abrigados, es decir, ponerse más capas que una cebolla y lanzarse a descubrir los miles de productos artesanales (por cierto algo caros) y a degustar las delicias regionales (a precios más asequibles). Un buen vino caliente nos hará olvidar que el termómetro marca negativo durante algún momento. Las diferentes hogueras que hay a lo largo de las calles también son una buena solución.Y si llega un momento en que nuestros pies o manos ya no pueden más, siempre nos quedará entrar en alguna de las tiendecitas de Múnich, aquellas típicas con campanita que suena al entrar y llenas de objetos de decoración navideña. Allí podremos curiosear los mil y un objetos que abirragan las estanterías y de paso reconfortarnos con la calefacción del lugar.

Si hablamos de comida, el elemento central, como no podía ser de otra manera son las "wurst". Desde las salchichas de medio metro delgadas a las típicas wurst blancas o marrones más cortas y gruesas son engullidas por los paseantes que paran un momento en algunos de los reposaderos que hay para comer. La más popular es la conocida como Xmas wurst, con un toque picante. Y por supuesto, el olor característico del currywurst inunda las cercanías de estas casetas. La carne se nota que es de primera calidad y además todas están elaboradas en hornos de leña delante del consumidor. El pan que las acompaña está crujiente y exquisito.

Por supuesto, existen opciones vegetarianas. Otras casetas ofrecen una especie de pizzas pequeñas recien preparadas y horneadas de quesos, verduras o también de bacon, cebolla y creme fraîche. Las tradicionales ensaladas de col agria, patata o salmón con crema tampoco faltan. Y por supuesto, también encontramos delicioso goulash.

El surtido de opciones dulces es interminable, como no podía ser de otra manera. Y cabe destacar las deliciosas frutas bañadas en diferentes tipos de chocolate. Respecto a bebidas, lo más popular es el glühwein, o vino caliente, con un toque especiado que lo hace delicioso. Otras bebidas como el llamado "chocolate ruso" también son recomendables, con un toque de licor.

Pero una de las cosas que más me fascinaron fue el hecho de que ya te tomes un vino caliente o un chocolate ruso así como comas un plato de curriwurst o una calentita sopa de gulash, todo es servido en tazas, copas y platos de calidad. Al pagar el producto, la caseta nos cargará un sobrecoste de uno, dos o tres euros por pieza y nos darán las correspodientes fichas de plástico. Tras acabar de beber o comer nuestro producto, rodeados de gente feliz, luces tililantes y villancicos clásicos, devolveremos los platos, tazas y vasos con las fichas y nuestro depósito nos será reembolsado. De esta manera se ganan tres cosas: las calles están impecables sin vasos o platos de plástico tirados. Ademas, la comida sabe mejor tomada en cerámica y con cubiertos metálicos y la bebida en tazas o copas de verdad. Y por último, el medio ambiente y la economía se ven enormemente beneficiados por esta drástica disminución de cantidad de basuras. Señores, esta es la eficiencia alemana.

En resumen, que si sois de los que os encanta la Navidad, este es vuestro lugar. Aquí la encontrareis, en estado puro.  

 Además del mercadillo navideño, Munich cuenta con decenas de iglesias barrocas y rococós dignas de visitarse, ya que impresionan. Destacan la catedral o Frauenkirche con sus dos curiosas torres o la bellísima Asamkirche, maravilloso y recargado ejemplo del barroco bávaro.

Otro de los atractivos de la ciudad es el Deutsches Museum, el museo de las ciencias más grande del mundo, con todo tipo de secciones y piezas de incalculable valor. Además, muchas de las secciones son interactivas, por lo que no se hace aburrido. Tal vez la parte que más entretiene sean las de navegación aérea y marítima. Incluso hay una reproducción de las cuevas de Altamira.

Pasear por las orillas del rio, con todos los parques nevados o admirar la señorialidad de la arquitectura de los alrededores de la avenida Maximilian son otras de las cosas que hicimos estos días.

Finalmente, el último dia lo consagramos a descubrir Neuswachstein. O lo que es lo mismo, el típico castillo de cuento. Enclavado en un altísimo peñón rocoso, este castillo está rodeado de altísimos picos que se encontraban nevados. Además, espesos bosques de abetos atravesados de riachuelos rodean el entorno. Y todo con grandes cantidades de nieve.

Lo cierto es que este castillo lo construyó en el siglo XIX uno de los últimos reyes bávaros, conocido como "Luis el Loco". Este rey, admirador de Wagner y ensimismado en un mundo de fantasía, se gastó todas las riquezas de las arcas de Baviera en construirse castillos y palacios. Y este es el más impresionante.

Como no teníamos tiempo, nos dedicamos a verlo por fuera y también el patio interior. Solo por eso ya vale la pena coger el tren que tarda dos horas en cada sentido. Es un edificio impresionante y su entorno lo es aún más. Como los autobuses no subían ese día por causa de la nieve y los carruajes de caballos tenía demasiada cola, decidimos subir a pie. Se tarda más o menos media hora pero el paisaje es impresionante y vale la pena.

Y esta ha sido más o menos mi escapada bávara. Volveré a Munich un otoño próximo. Me queda hacer una excursión a la medieval Ratisbona, celebrar la famosa Oktoberfest y visitar la Alte Pinakotek, una de las mejores colecciones de pintura del mundo.

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