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dijous, 26 de juliol del 2012

EPCOT


Experimental Prototype Community Of Tomorrow o EPCOT es el segundo parque de atracciones que se inauguró en el macro complejo Walt Disney World de Orlando, el mayor complejo de ocio del mundo. Tras la exitosa apertura de Magic Kingdom, una versión ampliada y mejorada del parque original fundado en California, Walt Disney Company abrió este segundo parque para mostrar a niños y grandes su visión de como serían las comunidades del futuro, construyendo una ciudad experimental. Sin embargo, no se le otorgaron los permisos para construirla si no abría primero su parque Magic Kingdom. Y para cuando el primero estuvo acabado, Disney ya había muerto y los responsables de la empresa decidieron no introducirse en el negocio urbanístico. Por eso decidieron reformular la idea de una ciudad experimental hacia un segundo parque temático que abrió en 1982 con el nombre original que Disney quiso: EPCOT.

El parque está dividido en dos grandes zonas: por un lado está Future World, construida alrededor de la plaza gigantesca central con una fuente y el monorraíl automático rodeandola, que conecta en pocos minutos la entrada de EPCOT con la de Magic Kingdom. Diferentes pabellones contienen atracciones supuestamente educativas así como restaurantes y tiendas. Tras admirar la enorme bola de la entrada a la que por desgracia nunca entré, nos dirigimos hacia The Land, un pabellón dedicado a los ecosistemas terrestres y a la agricultura. En efecto, empezamos entrando a la atracción Living with the Land. Durante un cuarto de hora viajamos en un bote viendo primero grandes dioramas que imitaban diferentes ecosistemas como la selva o el desierto, para luego pasar a los invernaderos en los que la Walt Disney Company, en colaboración con el Departamento de Agricultura de los EE.UU. investiga nuevas formas de cultivar de forma más sostenible y en lugares extremos. Frutas de todo tipo así como hortalizas y especias abarrotaban la pequeña parte de los invernaderos que se enseñan. Me llamó la atención algunos de los cultivos colgados en miles de macetas o los que necesitaban muy poca agua. También había una sección en la que se veían piscifactorías donde se criaban cientos de tilapias, langostas, cocodrilos o anguilas. Y al finalizar, se enseñaba un proyecto muy innovador de piscifactoría integrada a cultivos de invernadero, en la que los desperdicios de los peces eran usados como abono para las plantas y partes de estos cultivos como alimentos para los peces.

A continuación, pasamos a la atracción de al lado, una de las más populares: Soarin’. Se trata de un gran simulador de caída en parapente que nos llevará por toda California, desde San Francisco a Los Ángeles, pasando por sus bosques, playas, desiertos, valles vinícolas, montañas nevadas y acantilados. Bastante bien hecho, con el final en el parque Disney original, acabando con unos bellos fuegos artificiales.

Salimos de este pabellón y nos dirigimos justo al lado contrario, al pabellón de Mission: Space, en el que dos simuladores (el verde, flojito, y el naranja, fuerte) nos darán la sensación de un despegue así como de gravedad cero. Esta atracción es también muy popular. En efecto, al subir al simulador, muy pequeño, de sólo cuatro personas, tendremos la sensación de entrar en una pequeña cápsula espacial, llena de botones y pantallitas. Con una ventanita delante nuestro, y totalmente inmovilizados por las barras de seguridad, nos colocarán boca arriba, con la pantalla mostrando como si estuviéramos en un cohete hacia arriba a punto de salir hacia el espacio. El despegue es alucinante, da una sensación total. Y marea muchísimo. La salida al espacio también es épica. Se supone que nos meten en un hipersueño, por lo que nos despertaremos de golpe llegando a Marte. Eso sí, una cortina de asteroides casi nos destrozará la nave. Felizmente acabaremos aterrizando en un aeropuerto espacial del Planeta Rojo. Y saldremos algo mareados. Desde luego, la gigantesca estructura de este simulador consigue generar sensaciones únicas.

Justo al lado se encontraba una de las atracciones que más éxito tienen: el famoso Test Track de coches del futuro. Pero estaba cerrada por remodelación. Lástima.

Vista más o menos esta zona, nos adentramos en la enorme segunda área del parque: Showcase Plaza. Se trata de un gigantesco lago, llenado con água de los ríos de todo el mundo, que está rodeado por pabellones de once países distintos. Se intenta que la tematización sea total, por lo que los empleados de cada una de las zonas de los países son efectivamente nacidos en esos Estados. Empezamos por la izquierda y el primero: México. A un lado, una recreación de un pequeño pueblo colonial y al otro, la de una gran pirámide maya. Antes de entrar a explorar la falsísima pirámide, nos tomamos un delicioso frozen margarita de limón, fresa y mango (así, en tres pisos de sabores). Delicioso y refrescante. Una vez dentro, un mercado de productos típicos mexicanos de todo tipo nos espera, con restaurantes y una cava de tequila, a la que prudentemente nos resistimos. Entramos a la Gran Fiesta Tour Starring the Three Caballeros: un recorrido en barca donde vemos al Pato Donald, Panchito y José Carioca, que le acompañan recorriendo los principales lugares del país azteca a ritmo de mariachis. Bastante simple la cosa, pero pasamos el rato.

Seguimos caminando hacia Noruega, en un cambio brutal. Una iglesia-torre de madera alta, típica de los vikingos, preside la zona, que continua con la recreación de un pequeño pueblo costero de los fiordos. La atracción de esta área, además de un gran restaurante y una panadería con repostería tradicional escandinava, es Maelstrom, un paseo en barca con alguna que otra caída suave a través de bosques, fiordos y hasta plataformas petrolíferas del Mar del Norte. Por cierto, en la entrada a esta atracción encontré una de las orejas de Mickey Mouse ocultas que hay en todo Walt Disney World: uno de los vikingos del gran mural las lleva puestas, en vez del preceptivo casco con cuernos. Si os fijáis, en la foto lo podéis ver. Hay libros escritos sobre todas las orejas del famoso ratón ocultas en todos los parques de Orlando... pero yo sólo encontré una.

Seguimos, en otro cambio espectacular, a China, con diversos edificios de la Ciudad Prohibida de Beijing así como con el famosísimo Templo del Cielo, en cuyo interior los más fans podían hacerse fotos con Mulán. No comento las réplicas de los guerreros de Xi’an, porque eran muy pequeñas y toscas. Lo que si estaba muy bien era el Lotus Blossom Café, con sus ravioles chinos y sus rollitos de primavera. El restaurante anexo era muy caro, y tampoco vimos el espectáculo sobre China ni paseamos por las tienditas.

Pasamos a Alemania, que trataba de imitar de forma muy mediocre una plaza típica bávara, con su Biergarten y todo. La tienda de dulces me enseñó algo que yo no sabía: resulta que Werther’s Original es una compañia alemana, fundada precisamente en el pueblito de Werther, donde una familia patentó la deliciosa receta de estos caramelos mantecosos. En esta tienda, además de ofrecerse los diversos productos de la marca, también vendían repostería recién hecha con el caramelo de la compañía como ingrediente: desde brownies recubiertos, a manzanas y croissants rellenos. Por supuesto, una enorme tienda de productos navideños estaba disponible en la plaza, así como otra de jarras de cerveza tradicionales.

Al lado está Italia, donde se recrea la plaza de San Marcos así como las callejuelas de Roma. Totalmente patético el intento de recrear la Fotana di Trevi, todo un insulto a este gran monumento. Sin embargo, la cava de vinos Tutto Gusto así como la tienda gourmet anexa ofrece productos italianos de la mejor calidad a precios asumibles. Pedimos reserva para cenar en la Trattoria Via Napoli y continuamos nuestro recorrido.

Así, llegamos al pabellón central, como no podía ser de otra manera, dedicado a los Estados Unidos de América. Un gran edificio colonial, copia de uno existente en Filadelfia, preside la zona. En el interior se encuentra un espectáculo llamado The American Adventure, donde se narra la historia de la primera potencia mundial. Como mis compañeros estadounidenses no quisieron entrar, me quedé sin verlo. También cuenta con una exposición dedicada a diferentes personalidades importantes en la lucha por los derechos civiles de diferentes minorías, como la afroamericana o la japoamericana, así como de las mujeres. Y por supuesto, el obligatorio restaurante de hamburguesas y hot dogs. Justo enfrente, un gran escenario acogía un concierto permanente de una banda de rock: los 2U. Y no es broma.

Con la música rock de fondo llegamos al Japón. Nada más entrar hay un curioso puestecito de helados de té de diferentes tipos. Luego, un precioso jardín rodeado de edificios y torres de tipo Kyoto acogen tiendas y restaurantes japoneses de gran calidad.

Siguiente pabellón: Marruecos. A un lado, arquitectura y patios típicos de Fez. A otro, callejones y un zoco imitando al de Marrakech, así como la gran torre de su mezquita mayor. El sonido de las diferentes fuentes de agua lo envuelve todo y el aroma de especias también. En uno de los locales podremos hacernos la preceptiva foto con Aladdín. Además del elegante restaurante Marrakech y de sus tiendas, el Café Tangierine ofrece algunos platos tradicionales a buen precio, como el famoso cuscús o una baklava de postre.

Y curiosamente, al lado se encuentra el pabellón francés. Como no, una pequeña plaza parisina representada, (con la vista entre los tejados de la Torre Eiffel y todo) y la calle de un pequeño pueblo de la Provenza al lado. Aquí si que no se pudieron escapar mis amigos: entramos directos a Impressions de France, el espectáculo en cuatro pantallas gigantes de cine donde se muestran los diversos paisajes del país más bello de Europa. Diferentes restaurantes y tiendas estilosas (hasta una perfumería) abarrotan este pabellón. Por supuesto una boulangerie no falta. Y lo mejor: un puesto callejero gourmet que imita los quioscos verdes parisinos donde se sirven cócteles de champagne y vodka francés Grey Goose granizado con naranja o limón. Deliciosos.

Cruzando el “Sena” en una pobre réplica del Pont Alexandre III llegamos al pabellón del Reino Unido, donde se imita un barrio londinense de forma pésima. A pesar de contar con las rojas cabinas de teléfono. Allí encontraremos tiendas de juguetes y otras dedicadas a los Rolling Stone o a los Beatles, además de un Emporio del Té, un local para futboleros, un pub irlandés o el típico puesto de Fish&Chips. Sin duda, el hecho de que la tienda Guinness esté aquí, enfadará a más de un irlandés. De eso estoy seguro.

Y la ronda acaba con Canadá y el gran palacio del Québec, asi como una mala recreación de sus montañas y algún que otro tótem de los nativos. Sin duda, la zona que menos me gustó. Como ya se acercaba la hora de la reserva de la cena, volvimos corriendo a Italia y nos adentramos en el gigantesco Via Napoli. Allí empezamos con diversos entrantes, como calamares a la romana, alcachofas y berenjena rebozada y deliciosos arancini, que son crujientes bolas de arroz fritas rellenas de ragú acompañadas de salsa bolognesa. Luego pedimos una pizza de medio metro, cuadrada y tradicional, hecha con harina y agua importadas desde el sur de Italia, así como el queso mozzarella. La mitad la pedimos de cuatro quesos y la otra mitad de prosciutto con melón y arugula. Hecha al horno de leña. Simplemente perfecta. Cualquier italiano (incluídos los camareros) certificarán la gran calidad de estas pizzas.

La visita acabó con el espectáculo IllumiNations: reflections of Earth, en el que una bola del mundo metálica gigante va dando vueltas por el enorme lago central mientras un castillo de fuegos artificiales perfectamente coordinado con la música deleita a los miles de visitantes. Los diferentes pabellones que rodean el lago se van iluminando poco a poco e imágenes de todo el planeta se reflejan en la bola que gira. Muy bonito todo. Hasta una boda se estaba celebrando en uno de los muelles. Estos gringos son la leche.

Tanto para los europeos, como para los que ya hayáis podido visitar alguna EXPO Universal, EPCOT no tendrá mucho que ofreceros. En realidad es un parque agradable para dar un paseo, pero rezuma mediocridad. No hay ninguna atracción memorable y su tematización no es tan buena como la de otros parques Disney. Sin embargo, para un grupo joven, EPCOT puede ser la excusa de pasar un día emborrachándose por el mundo: se empieza con el margarita mexicano y un shot de tequila, para luego darle a la cerveza noruega, continuar con una Tsin Tao china, seguir con otra jarra de cerveza alemana, saborear un vino italiano o un chupito de Limoncello, continuar con otro chupito de sake japonés, seguir con un granizado de vodka francés y naranja o una copa de champagne o vino de Burdeos y acabar con una pinta de Guinness en el Reino Unido. Las risas de pabellón en pabellón pueden ser memorables. Pero el dolor de cabeza del dia siguiente, lo puede ser aún más.

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