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dilluns, 3 de febrer del 2020

Washington D.C.

La tercera y actual capital de los Estados Unidos de América es un paraíso para frikis de la política, la historia y el urbanismo, como un servidor. Washington es la nueva Roma: una ciudad diseñada por Pierre l´Enfant para emular las grandes capitales europeas. Este urbanista francés dividió la ciudad en cuadrantes alrededor del Capitolio, y luego en calles rectas verticales (numeradas) y avenidas horizontales (con las letras del alfabeto), con avenidas en diagonal (con nombres de los Estados de la Unión), por lo que orientarse por la ciudad es sencillísimo. Además, se limitó la altura de cualquier edificio a no superar la del Capitolio, por lo que la ciudad es una agradable urbe con sabor europeo. Sorprende que la capital del país más poderoso del mundo sea una urbe cordial y relativamente pequeña. Inspirada por los ideales de la masonería, la capital estadounidense se diseñó siguiendo la racionalidad ilustrada.

Washington se asienta sobre el Distrito de Columbia, el único que no está situado en ninguno de los 50 Estados que conforman la Federación. Este territorio fue donado mitad por Maryland y la otra mitad por Virgina, situado estratégicamente entre los estados del norte y los del sur, en la intersección de los ríos Potomac y Anacostia. Alguna de las curiosidades de la ciudad es que, pese a que sus habitantes pagan los mismos impuestos que el resto de estadounidenses, no tienen representación en el Congreso: ni representantes ni senadores. Por eso, las placas de los coches registrados en el Distrito de Columbia lucen orgullosas su eslogan: "Taxation Without Representation", precisamente lo que los estadounidenses quisieron evitar con su independencia.

En mi primera visita me quedé en un hotel entre Washington Circle y Dupont Circle, una zona muy tranquila plagada de embajadas y consulados, mansiones históricas, el enorme edificio del Departamento de Estado y la Universidad George Washington. Alguno de los locales que cabe destacar en esta zona es BeefSteak, nueva cadena de comida rápida del chef José Andrés con platos predominantemente vegetarianos. Las las verduras se ponen en el centro de su menú. Yo me pedí una BeetSteak burger, que consta de una gruesa rodaja de remolacha marinada entre dos panes de hamburguesa, acompañada de cebolla roja encurtida, varias hojas de ensalada, rodajas de tomate, brotes, mayonesa vegana y aceite de oliva virgen. 

Los museos del National Mall

Excepto los memoriales y los edificios gubernamentales como el Congreso o el Departamento de Agricultura, los imponentes edificios presentes en el lado este del National Mall o Explanada Nacional (una enorme avenida de césped y árboles que parte la ciudad en dos) son gestionados del Instituto Smithsoniano, una fundación público-privada de casi 200 años de historia. Su misión principal es el incremento y difusión del conocimiento. Esta institución surge de la fundación del británico James Smithson, que aunque nunca pisó los EE.UU., quiso donar a este país su patrimonio con el fin de aumentar el saber y difusión del mismo en la nueva república. A partir de ahí, este Instituto se convirtió en un organismo federal. La fundación ya acumula más de 137 millones de objetos históricos a su cargo. Actualmente gestiona 19 museos, siete centros de investigación y un zoo. Durante mi visita, me recorrí varios de ellos. Son enormes, por lo que opté por priorizar aquellos elementos de sus colecciones más emblemáticos. La gran ventaja es que sus colecciones permanentes son todas de acceso gratuito, tal y como exigió Smithson en su testamento.

El primero de los museos Smithsonianos que visité fue el Museo Nacional del Aire y del Espacio, del que sólo se encontraba abierta la mitad de sus instalaciones (la otra mitad estaba cerrada por renovación). Como ofrecían visitas guiadas, me uní a uno de los grupos, donde en hora y media te muestran los puntos más importantes del museo, incluyendo el avión y los prototipos que realizaron los hermanos Wright, el Spirit of Saint Louis (primer avión en cruzar de Nueva York a París), o el Space Ship One, primer avión comercial al espacio exterior. Asimismo, cuenta con cápsulas de los proyectos Mercury y Gemini, con los que la NASA intentaba ganar la carrera espacial a la URSS lanzando los primeros hombres al espacio o realizando los primeros paseos espaciales. También está allí el módulo lunar del Apolo 11, con en el que EE.UU. logró imponerse como primer país en enviar hombres a pasearse por la Luna. En la zona central se encuentra una réplica del telescopio Hubble, así como un laboratorio a escala real de la Estación Espacial Internacional, en el que observar la vida diaria de las astronautas. También se expone el proyecto de pruebas del Apolo-Soyuz, primer proyecto espacial conjunto entre los EE.UU. y la URSS. El museo también cuenta con tiendas de souvenirs curiosas donde comprar todo tipo de recuerdos, incluyendo el helado que toman los astronautas, algo que ya vi en mi visita a Cabo Cañaveral. Los que vayáis con peques, el museo cuenta con una interesante zona interactiva bautizada "Cómo vuelan las cosas", donde a través de máquinas, simuladores y personal del museo, podrán comprender mejor las claves de la aeronáutica.

El segundo museo fue la National Gallery of Art, que aunque no es de la Fundación Smithsonian, está gestionado por la misma. Debido a su enorme tamaño, no pude visitar esta vez el edificio este, del arquitecto chino I. M. Pei, que acoge obras contemporáneas. Pero si pude admirar las principales obras del edificio oeste, el original neoclásico, que incluye un recorrido por la pintura y escultura occidental, empezando por el románico y gótico italiano, y siguiendo con decenas de salas con estilos y regiones de toda Europa y Norteamérica, con obras que incluyen a Giotto, Van Eyck, Rafel o Tiziano con su "Venus del Espejo". De hecho, el único cuadro de Leonardo da Vinci en el continente americano se encuentra aquí: la bella Ginevra de Benci. Pero también tiene cuadros de El Greco (aquí está su Laoocón o la Inmaculada Concepción), Rubens, Bernini, Van Dyck, Goya, Rembrandt, Fragonard, Turner, el "Napoleón" de David, Manet, Degas, Cézanne, un autorretrato de Van Gogh, Monet, Picasso, Matisse...

Este museo es una estupenda lección de pintura y escultura occidental desde el siglo XI hasta nuestros días y serviría perfectamente para hacer un repaso por los principales artistas, técnicas y temas. Jamás vi una colección tan completa y bien exhibida. Para los amantes del arte, o aquellos que no tengáis grandes conocimientos, os lo recomiendo encarecidamente. Además, cuenta con una extensa colección única de paisajistas estadounidenses que pintaron las bellezas naturales de las Américas, destacando las cataratas del Niágara, de Church.

Aunque no entré, pude ver fugazmente a través de sus rejas alguna de las esculturas del Jardín dedicado a las mismas, como por ejemplo una bella calabaza de Yayoi Kusama, como la que vi también en la isla japonesa de Naoshima.

Otro de los museos que decidí visitar, atraído principalmente por su oferta gastronómica, fue el Museo Nacional del Indígena Americano. En este moderno edificio se presentan los modos de vida, la historia y el arte de los pueblos indígenas del hemisferio occidental. Algunos de los puntos destacados del museo son el teatro Lelawi, en el que a través de unas proyecciones en una cúpula y pantallas se muestran algunas de las diferentes naciones americanas, y sus tradiciones y paisajes. Alrededor de este teatro visité la exposición "nuestros universos", donde se explican las creencias y  mitología de algunas de las naciones clave, como los quechua o los inuit, a través de gráficos, cuentos, música y objetos. Hay otras exposiciones, como la que alude a los tratados que se establecieron entre el gobierno federal de los Estados Unidos de América y las naciones indias norteamericanas. Además de objetos y documentos históricos, la exposición muestra los puntos de vista de cada parte sobre diferentes asuntos, por lo que es bastante instructiva, y sobretodo, neutral, poniendo énfasis en los datos, para que cada cual saque sus conclusiones. El museo cuenta con un gran centro de actividades educativas para niños, además de con una enorme tienda de recuerdos, con artesanía y productos gastronómicos de las diferentes naciones indígenas. Pero la principal razón por la que acudí fue por su cafetería "Mitsitam Native Foods", un lugar estupendo para probar algunas recetas e ingredientes usados por los nativos americanos, de norte al sur. Predominan los platos mexicanos y alguno peruano, además de recetas de las tribus norteamericanas adaptadas a la cocina actual. Yo opté por una trucha enrollada en bacon con dos acompañamientos: una ensalada de tres tipos de legumbres y un puré de batata dulce delicioso. Una pena que no tengan postres típicos de nativos. Si vais en grupo, antes de empezar a comer vuestros platos, no olvidéis decir "mitsitam", que significa "comamos" en la lengua de las naciones Piscataway y Delaware, antiguas habitantes del territorio que hoy ocupa el Distrito de Columbia.

El último de los museos que pude visitar fue el Museo de Historia Natural, donde por su inmensidad me centré en las galerías dedicadas a los minerales, donde destaca el diamante "Esperanza" de color azul oscuro y 45 quilates, regalo del rey Luis XVI a Maria Antonieta. También visité el pequeño zoológico de insectos y arácnidos que ofrece una de las alas del museo, donde ver desde tarántulas hasta escorpiones, tocar todo tipo de orugas inofensivas e incluso caminar dentro del mariposario, donde se reproducen a decenas de especies en su "guardería de larvas". El mariposario es una actividad de pago.

Aunque no sea un museo del Smithsonian, también visité el Bureau of Engraving and Printing, la imprenta federal de donde originalmente salía todo el papel moneda estadounidense. Ahora la mayoría se realiza en las nuevas instalaciones de Fort Worth en Texas, pero aquí aún siguen imprimiendo 32 millones de dólares que se ponen en circulación cada día. Hay varios tours al día. Lo importante es recordar que está prohibido tomar cualquier fotografía de sus instalaciones. Allí nos explicaron todo el proceso para imprimir billetes y vimos como las gigantescas imprentas y máquinas recortadoras iban creando los billetes, supervisadas por empleados federales que comprobaban la calidad de las impresiones y empaquetaban los billetes. Curioso que las imprentas "Impreglio" de los dólares son de fabricación germano-italiana. Y no, no dan dólares de recuerdo. Lo que sí se puede es comprar sábanas enteras de dólares en curso sin recortar o sacos con trozos de billetes defectuosos pulverizados.

Los memoriales de la capital

Por otro lado, la parte oeste de The Mall está ocupada por la famosa piscina que refleja al alto obelisco en memoria de Washington. Pero el edificio que lo preside es el sereno memorial a Lincoln.

Sin duda, el más importante símbolo de la ciudad es el memorial a George Washington, que parte en National Mall en dos. Este gigantesco obelisco de 170 metros fue durante años el edificio más alto del mundo, hasta que en 1889 le superó la Torre Eiffel. La entrada a este memorial, igual que al resto, es gratuita, aunque debido al reducido espacio en sus ascensores para acceder a la cima, es necesario obtener tiquets para los diferentes pases de entrada en sus taquillas. Recomiendo acudir a las 8 y media de la mañana para evitar quedarnos sin visita. Las vistas desde la parte superior son impresionantes. Desde dentro del ascensor que nos llevará a la cima también apreciaremos mejor el cambio de color de la piedra que sostiene al obelisco, estructura que se sostiene al 100% con piedras, sin la ayuda de ninguna viga metálica. Al lado del obelisco se encuentra el enorme memorial a los caídos en la II Guerra Mundial, dividido en las batallas del Atlántico y las del Pacífico.

El memorial de A. Lincoln tiene forma rectangular y recuerda a los grandes templos romanos dedicados a los dioses principales. Es mejor visitarlo de noche, ya que siempre está lleno de gente gritando, y al menos a esas horas baja el número de visitantes y las luces crean un efecto imponente en el lugar. Con la estatua del presidente sentado en el centro, en cada uno de los lados de este templo cuadrado encontramos por un lado el discurso de toma de posesión como Presidente y por el otro el discurso que dio tras la victoria de la Federación en la Guerra Civil. A los pies de este memorial, Martin Luther King dio su celebre discurso "I have a dream", ante millones de manifestantes por los derechos civiles.

Otro de los memoriales, el dedicado a Jefferson, es de gran elegancia, con forma de gran templo redondo, con una cúpula inspirada en la del Panteón romano. Una enorme estatua de bronce del tercer presidente de los EE.UU. se sitúa en mitad del mismo, y varios de sus escritos y citas se encuentran grabados en roca o metal alrededor de la misma.

A un corto paseo del memorial de Jefferson encontré el memorial de F. D. Roosevelt, el presidente que pasó más años en la Casa Blanca. Este memorial es mucho más modesto: se compone de cuatro galerías al aire libre, dedicadas a cada uno de sus periodos presidenciales respectivamente. Además de grande estatuas de este presidente, también hay una de su mujer, Eleanor Roosevelt, encargada de representar a los EE.UU. ante las nuevas Naciones Unidas.

Justo al lado se encuentra el memorial a Martin Luther King, el más reciente, en el que además de una enorme estatua de este líder esculpida en piedra, también se expone una colección de sus citas gravadas en grandes rocas. Su estatua suele tener flores a sus pies que les dejan los visitantes como recuerdo.

Por último, cabe destacar el memorial a los caídos en la guerra de Vietnam, mucho más sobrio: una simple pared de granito negro con forma de V en la que se encuentran inscritos los nombres de los 60.000 soldados que murieron en dicho conflicto.

Al otro lado del río Potomac se encuentra el cementerio de Arlington, con más de 30.000 tumbas de mármol blanco. Este es el lugar de reposo final del personal militar estadounidense caído en acto de servicio, desde la guerra de la independencia hasta la actual en Irak. La tumba más visitada es la del presidente J. F. Kennedy, con su llama eterna. Al lado del mismo se enterró a su ex mujer, Jacqueline Kennedy Onassis. Alrededor de las tumbas se encuentran inscritas varias de las principales citas del demócrata. Lo más curioso es que, encima de la colina que preside estas tumbas, se encuentra la mansión  de Robert E. Lee, general que comandó las tropas de la Confederación durante la Guerra Civil estadounidense. Una avenida recta une dicha mansión con el memorial a Lincoln, en un esfuerzo simbólico por reconciliar a las dos Américas enfrentadas en una sola nación.

El Federal Triangle

Al este de la Casa Blanca se encuentra este barrio de Washington que aglutina numerosos edificios gubernamentales. De entre ellos cabe destacar el templo neoclásico de los Archivos Nacionales, en cuya pomposa rotonda central, del piso superior, se exhiben los originales de la Constitución de los EE.UU., la Carta de Derechos y la Declaración de Independencia. En otra de las salas se exhibe también un original de la Carta Magna inglesa del siglo XIII. En sus bóvedas públicas se puede visitar una exposición interactiva que incluye copias de cientos de documentos clave en la historia del país y cuyos originales se encuentran almacenados a buen resguardo en las cámaras de seguridad del edificio: desde cartas, mapas y fotografías, hasta audios y vídeos, como las célebres intervenciones de F.D. Roosevelt por radio o el discurso televisado de D. Eisenhower en el que anunciaba el despliegue del ejército para forzar la admisión de estudiantes negros en el instituto Little Rock Nine de Arkansas.

En uno de los extremos del Federal Triangle se sitúa la Casa Blanca, mansión neoclásica que impresiona más de noche que de día. El número 1600 de la avenida de Pensilvania parece muy accesible, por sus vallas etéreas. Pero cuanto uno más se acerca uno a la verja de la mansión, más siente la presencia del Servicio Secreto, el cuerpo policial dedicado a proteger al Presidente y Vicepresidente de los EE.UU. y a sus respectivas familias. La única forma de visitar la Casa Blanca para un extranjero es pedir cita a través de la embajada estadounidense del país respectivo. Espero poder hacerlo en mi próxima visita.

En una de las calles que rodean la Casa Blanca se encuentra el Old Ebbit Grill, conocido como el restaurante más antiguo de la ciudad, donde me pasé a almorzar mi último día. Es fácil cruzarse con el personal de la Casa Blanca o los funcionarios de las Secretarías del Comercio o del Tesoro, que se encuentran enfrente y que son habituales de este lugar. Cargado de historia, cuenta con un equipo de camareros eficaces, rápidos y muy amables. Sirven una selección de platos de lo que los estadounidenses llaman como "comfort food", donde destacan los de productos acuáticos, de ríos y bahías cercanas, como el pastel de cangrejo (buenísimo) servido con patatas fritas caseras (con piel) y ensalada de col o las ostras, frescas y de calidad suprema. Me hubiera gustado pedir postre pero no tenía tiempo ese día. Sin duda, volveré en futuras visitas a la capital de EE. UU.

Fuera del triángulo federal pero a continuación de una de sus esquinas, se encuentran otros dos edificios emblemáticos de la capital. Por un lado, Union Station, la estación central de ferrocarriles, con su imponente hall de una nave (inspirado en los baños romanos de Diocleciano) y la plaza de la Unión, en la que ondean las banderas de todos los estados y territorios del país. Poco después nos encontraremos con otro de los templos de mármol de esta "nueva Roma" que es Washington D.C.: el Tribunal Supremo de los Estados Unidos. Este templo de la justicia abrió sus puertas en 1935. Anteriormente, esta institución la acogía el edificio del Congreso. Este mausoleo cuenta con dos grandes frontones: el principal, con el lema "Equal Justice under Law" y el de detrás con "Justice, the Guardian of Liberty". Además de la exposición que recorre los momentos más importantes del Tribunal, y sus sentencias históricas, lo más impresionante es su imponente arquitectura neoimperial, destacando la solemne sala de justicia, el gran salón con los bustos de todos los presidentes que ha tenido este tribunal o como sus bellas escaleras de caracol.

El Congreso

En el extremo este del National Mall se encuentra el edificio del Capitolio, una de las primeras estructuras de la ciudad. De hecho, su primera piedra la colocó el mismo Washington en 1793. El edificio está concebido como un templo a la libertad, estatua que corona su gigantesca cúpula blanca. Además de acoger las salas en las que se reúnen los plenos de la Cámara de Representantes y el Senado de los EE.UU, y otros lugares nobles. Toda la zona está rodeada de edificios que acogen las oficinas de los representantes y senadores, y la protección por parte de la propia Policía del Congreso es enorme. Hay controles en todas las calles.

Los turistas acceden a través del nuevo centro de visitantes, donde se ofrecen visitas guiadas gratuitas que nos mostraran varias salas y espacios, destacando la famosa rotonda, la parte inferior a su gigantesca cúpula. Aquí hay numerosas obras pictóricas que admirar, como la Llegada a América de Cristóbal Colón, el célebre cuadro de la Declaración de la Independencia o el bautizo de Pocahontas. Aunque sin duda destaca el fresco de la cúpula, donde se representa la subida los cielos del propio George Washington. En la parte central de la rotonda se colocan los sarcófagos de aquellas personas cuya muerte se considera duelo nacional por su enorme importancia. Solo el cuerpo de una mujer ha sido velado aquí: el de Rosa Parks.

George Washington ascending into heaven IMG_1916 | Capitol ...Varias de las salas nobles del Congreso están abarrotadas de estatuas, ya que cada Estado de la Federación tiene derecho a enviar dos estatuas de sus residentes más notables. Me llamó la atención que California, además de enviar una de R. Reagan, la segunda que envió fue de Fray Junípero Serra, monje mallorquín que se dedicó a evangelizar dichas tierras abriendo misiones.

Además de las visitas a la antigua sala del Tribunal Supremo o del Senado cuando el país contaba con menos estados, de forma inesperada pude asistir a media hora del histórico impeachement al que el Congreso ha sometido al actual presidente Trump. Un proceso extraordinario que solo se ha activado tres veces con esta durante la historia de los EE.UU. Aunque tuve que pasar dos controles de seguridad extra, esperar dos horas y entregar mi teléfono a la policía del Congreso, valió la pena sentarme en la galería del público del Senado de los EE.UU. mientras intervenía el abogado personal de Trump y le escuchaban los 100 senadores. Era impactante ver de tan cerca a Sanders, Warren, Harris, Rubio o Kerry.

Georgetown

Este elegante barrio, algo alejado del centro de la ciudad, no cuenta con paradas de metro. Pero como estaba a unos minutos a pie de mi hotel, me dispuse a caminar la parte oeste de la agradable avenida M, en su paso por Georgetown. De ella salen calles empedradas y se alinean casas de los estilos georgiano y federal, así como casitas victorianas. Se le considera un barrio residencial aristocrático, aunque la presencia de cientos de estudiantes del campus de la universidad de Georgetown dinamizan la vida de este precioso barrio histórico. La avenida M está plagada de tiendas de todo tipo y precios. Aproveché para comer en la America Eats Tavern, del chef español José Andrés, una de las personalidades del Washington del siglo XXI. Decorado con gran gusto y con un personal de extraordinaria eficacia y amabilidad, pedí de entrante deliciosas hush puppies (unas bolas fritas de harina de maíz con maíz dulce y mantequilla de miel para untar). De primero degusté su pulled pork a la barbacoa ahumada, acompañado de pepinillos caseros, pan tostado y la salsa barbacoa del chef español. Y de postre, pedí una deliciosa pera en salsa de almíbar y trozos de tarta con helado de vainilla. Todo perfecto.

De Logan a la Avenida U

Toda esta zona, también conocida como Shaw, se ha convertido en el núcleo de la fiesta de la ciudad, y donde mayor variedad de restaurantes de todo el mundo encontrar. Tras el asesinato de Martin Luther King en 1968, los disturbios asolaron este barrio, que pasó a ser una zona marginal. Sin embargo, actualmente ha resurgido como uno de los más cotizados, con tiendas de todo tipo y locales de ocio, especialmente tras la apertura de un enorme Whole Foods.

En plena avenida U, y al lado del teatro Lincoln, se enuentra la histórica cafetería Ben´s Chili Bowl, emplazamiento clave entre la comunidad negra de Washington. Este fue uno de los pocos negocios que no se saquearon durante las revueltas de los años 60 en la lucha por los derechos civiles. Su personal es muy simpático. Pedí uno de sus famosos half-smoked (salchichas propias de Washington DC a base de carne picada, mitad de vacuno mitad de cerdo,  mezclada con especias, y ahumado). Se sirven en pan de perrito caliente con chili casero, mostaza y cebolla picada. Y con ensalada de col como complemento. La gracia del lugar es que ha sabido mantener su clientela tradicional del barrio (y eso se nota en el ambiente) mientras se ha convertido en un lugar de peregrinaje para todo aquel que busque experimentar la quintaesencia del Washington negro: desde Sarkozy y Carla Bruni hasta George W. Bush o Bill Cosby. Obama, el presidente que más ha disfrutado de Washington y ha hecho vida de ciudad, también lo frecuentaba. 

Me encanto el ambiente en restaurantes, bares y clubs de gente tan cosmopolita, ya fuera estadounidenses de su cuerpo diplomático, asesores de políticos o lobbistas de diferentes industrias, así como extranjeros, sobretodo diplomáticos, corresponsales de medios de comunicación de todo el mundo o funcionarios del Banco Mundial, la OEA o el FMI.

Washington tiene muchísimo que ver. Espero volver pronto a esta dinámica y agradable ciudad. Quiero explorar muchos museos que me dejé pendientes, como el AfroAmericano, el de Historia de los EEUU o el museo del espionaje. También me dejé por ver toda el ala de arte contemporáneo de la National Gallery. Además, no pude visitar a fondo Georgetown ni tampoco fui a Anacostia o a la cercana Alexandria. Y sobretodo, lo que más rabia me da es que me quedé sin visitar el interior de la Biblioteca del Congreso. Ojalá volver el 4 de julio. Dicen que los de Washington, son los mejores fuegos artificiales del planeta.

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