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divendres, 22 d’agost del 2014

Mykonos

Mykonos es una pequeña isla del archipiélago de las Cícladas, bañada por el mar Egeo. Rocosa, seca y con muy poca vegetación natural, la población vivió en la pobreza hasta que en los años cincuenta los primeros turistas empezaron a llegar, maravillados por la belleza de sus playas, el encanto de las callejuelas de su capital - Chora - y su gastronomía. La cercanía a Delos - uno de los cuatro mayores yacimientos arqueológicos de Grecia - completaban la oferta turística de Mykonos. Por su puesto, la oferta de fiesta que ofrece todos los días del verano la han convertido en una referencia mundial. Sin duda, Jacqueline Kennedy Onassis ayudó muchísimo a la promoción internacional de la isla cuando la convirtió en su cuartel general de vacaciones veraniegas.

Nosotros llegamos en un "fast ferry" proveniente del puerto del Pireo, en Atenas, que tarda apenas tres horas. Una vez en el puerto, experimentamos uno de los problemas a los que se enfrenta Mykonos: el transporte público, que está mal explicado y es bastante irregular. De hecho recomiendo encarecidamente alquilar una moto como nosotros hicimos un día: es barato y es mucho más eficaz y rápido que un coche.

Nuestro primer hotel estaba bastante alejado de todo, en Kalo Livadis, una playa de la costa sureste conocida por sus aguas turquesas, arenas blancas y tranquilidad en general. El hotel, a pesar de ser muy tranquilo, contar con modernas instalaciones y estar muy limpio, tenía un público muy alejado de lo que buscábamos: grupos de adolescentes italianos acompañados de animadores. Por eso no puedo recomendar esta playa para quedarse, principalmente porque está alejada de todo en general. Para poder desplazarnos, alquilamos una moto y nos dirigimos a playa Paradiso, donde entramos a la famosa Tropicana, una fiesta en la playa a la que llegamos tarde, casi cuando estaban cerrando. El público era mayoritariamente de jóvenes italianos e italianas en masa excesivamente borrachos. Sin embargo, el ambiente era muy divertido. Como todo el mundo se iba, nos dirigimos a la discoteca de enfrente, Cavo Paradiso, la más famosa de la isla. Pero el ambiente no empezaba hasta las tres de la mañana así que tomamos nuestra moto y nos dispusimos a seguir a todo el mundo: llegamos a Chora - el corazón de la isla - donde hay muchísimos locales a los que ir, y de todo tipo. Empezamos caminando las callejuelas de la pequeña Venecia, un barrio de casas con balcones que dan al mar. Allí nos tomamos una copa en un bonito local que contaba con un balconcito encima del mar.

Después bailamos en algunos de los divertidos locales que salpican el casco antiguo, hay para todos los gustos,  con todos tipos de música y de públicos, desde la música del momento, a rock, dance, pop, house e incluso pop-rock griego, sobretodo demandado en los afters, donde el público se dirige al amanecer para seguir la fiesta. Podría empezar a decir nombres pero lo mejor es que os perdáis, entréis donde os llame la atención y cuando os canséis paséis a otro. Hay tantos y tan cerca que esto es lo más divertido. Nosotros acabamos conociendo a un grupo de jóvenes griegos y griegas universitarias que nos llevaron finalmente a uno de los afters de música griega.

Al día siguiente nos mudamos a playa Ornos, una pequeña localidad al sur del centro de la isla, muy cercana al centro, mucho mejor conectada que Kalo Livadi en todo caso. Eso sí, con la playa mucho más llena de gente. Allí nos alojamos en la casa-hotel de una simpatiquísima griega, que nos vino a recoger en su coche desde la estación de buses y nos dio bastante consejos útiles para descubrir la isla. Antes de que nos recogiera aprovechamos para visitar Chora - el casco antiguo - de día. Sus blanquísimas callejuelas, las puertas azules, las cúpulas rojas de sus diferentes pequeñas iglesias ortodoxas así como de la única iglesia católica presente en la isla. Vale la pena visitar también los molinos tradicionales, movidos por aspas con telas, auténticos símbolos de Mykonos. Las pequeñas tiendas y restaurantes que salpican la zona antigua y ofrecen productos y precios para todos los gustos y bolsillos.

Tras la visita, descansamos en la bella playa de Ornos, frecuentada por todo tipo de turistas. Al día siguiente nos levantamos temprano y aprovechamos para hacer una ruta en barco por diferentes playas de la isla. Saliendo de Ornos llegamos hasta la lejana playa Elía, playa LGTB por excelencia, como bien señala la bandera arcoiris que la preside. Además de eso, esta es una de las playas con agua más turquesa de toda la isla, por lo que decidimos quedarnos un par de horas aprovechando su tranquilidad. Tomamos poco después otro barco que nos llevó hasta Super Paradise, una de las playas más conocidas por su divertidísimo local con el mismo nombre, donde la fiesta empieza a las cuatro de la tarde entre la arena y las maderas de este escenario playero. Super Paradise ofrece horas de música del momento con gente bailando en bikini y bañador en un ambiente más que amigable amenizado por bailarines y bailarinas con mucha marcha. Sin duda, muy recomendable. Allí estuvimos de cuatro de la tarde a once de la noche, desde donde tomamos un bus hasta Chora y Ornos. Tras ducharnos, queríamos ir a Cavo Paradiso, la macro-discoteca por excelencia de la isla. Sin embargo, griegos y libaneses que habíamos conocido en las diferentes fiestas nos avisaron que en realidad estaba lleno de chiquillos y no valía la pena pagar su cara entrada. Así que volvimos a perdernos entre los diferentes locales de Chora en otra noche divertida noche entre calles blancas y locales con todo tipo de música.

Al día siguiente, o mejor dicho, dos horas después - la fiesta en Mykonos no para - tomamos el barco que salía de Ornos a la mítica isla de Delos, aunque eso ya os lo conté en la entrada anterior. Al llegar de la excursión, y tras pasar unas horitas en la playa, acabamos el día viendo el atardecer en la agradable piscina del hotel donde nos quedamos.

Esa noche dejamos Mykonos a las diez, desde su pequeño pero ordenado aeropuerto internacional. Olympic Air, subsidiaria de Aegean Airlines, nos dejó en menos de una hora de vuelta a Atenas. Nunca olvidaré esta isla del mar Egeo. A pesar de ser una gran fan de Ibiza, he de reconocer que Mykonos tiene un encanto especial, muy diferente al ibicenco, pero capaz de rivalizar con mi isla favorita, tanto en fiesta - mucho menos masiva que en Ibiza - como en la deliciosa gastronomía griega o en la belleza de sus playas y paisajes. Intentaré volver el verano que viene a este trocito de paraíso en la tierra. 

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