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dimarts, 18 de juny del 2013

Islas San Blas - Guna Yala

El territorio de los Guna Yala

Las más de 365 islas coralinas y cayos del archipiélago de San Blas, en la comarca de Guna Yala, forman un conjunto curioso, excelente para perderse durante un fin de semana o unos días y desconectar.

Estas islas y toda la alargada costa de esta parte noroeste de Panamá forman una comarca autónoma donde viven cerca de 50,000 gunas, unas de las tribus de indígenas más intactas del continente. Estos se gobiernan por grupos. Cada grupo tienen un cacique que acude al Congreso General Guna y esta asamblea elige a un consejo de ancianos para gobernar la comarca. 

Dos banderas les representan: la tradicional y la de la revolución guna de febrero de 1925, en la que este pueblo se levantó contra las autoridades del nuevo estado panameño que intentaba asimilarlos. Actualmente mantienen su lengua, gobierno y tradiciones y gozan de autonomía en la gestión de este territorio así como la exclusividad en su explotación turística y agrícola.

Llegando al archipiélago de San Blas

Así que tras dejar al carretera panamericana y tomar el desvío rumbo a uno de los embarcaderos que llevan al archipiélago, entramos en Guna Yala y tuvimos que pagar la correspondiente tasa de entrada a los gunas. De ahí y tras subir y bajar una montaña, con un buen mareo, llegamos a un embarcadero situado en un selvático río. La vegetación en este lado del país es fabulosa. Aún me siguen llamando profundamente la atención las gigantescas hormigas que cargan hojitas y palos, mucho más grandes que las hormigas de cualquier otro lugar que haya visto.


Isla Franklin

El caso es que nos montamos en una de las barcas y dos gunas nos llevaron en un viaje hasta nuestra isla, que sería isla Franklin, en el pequeño grupo de cabañas Tubasenika. El viaje de ida me fascinó por la gran cantidad de islitas que hay, todas con las altísimas palmeras que rompen el plano horizonte del mar Caribe.  Nunca había visto tal concentración de islas paradisíacas juntas de tamaños tan similares.

Tras desembarcar en el modesto puertito recorrimos la isla en menos de dos minutos. Es minúscula y realmente es como sacada de la imaginación de todo el que piense en una isla de naúfragos: muchas palmeras cocoteras, cabañas tradicionales de los guna, arena blanca, aguas cristalinas y pececitos aquí y allá. No hay cobertura telefónica, agua dulce para ducharse sólo a partir de las cinco de la tarde y la electricidad se limita a una bombilla por cabaña que se apaga a las diez de la noche.

Algo que me dejó un poco pensante fue la peligrosidad de los cocos. De hecho, cuando estaba saliendo de la cabaña me cayó justo al lado un coco, haciendo un ruido muy fuerte. Estoy seguro que si me hubiera caído en la cabeza me hubiera matado. Se suele decir que mueren más personas por golpes de cocos que por rayos. Qué miedo.

Las comidas están incluidas y son dos almuerzos, el desayuno y la cena. Se anuncian a través de un peculiar sonido: uno de los indígenas sopla a través de una concha gigante y ese sonido indica a los pocos habintantes de la isla que la comida está lista. Suele ser arroz, lentejas o vegetales con mariscos, pollo o carne preparados de forma sencilla pero deliciosa. Obviamente no es suficiente comida por lo que recomiendo llevéis unas neveritas con hielo, bebidas y algún snack como frutas, papas, pan, jamón y queso.

Es curioso lo lento que pasa el tiempo en la isla... estupendo para charlar, leer o simplemente no hacer nada. Para los más inquietos se ofrecen excursiones a lugares como isla Perro, donde hacer snorkel para ver un barco hundido o la gran variedad de fauna y flora marinas, incluyendo tortugas o estrellas de mar. También pueden visitarse mercados, comunidades o cementerios guna, aunque en la propia isla Franklin hay una tiendecita donde admirar los diseños tradicionales en pulseras, telas o bolsos. Además, muchas indígenas que preparan la comida van vestidas con los atuendos tradicionales.

De noche siempre suelen formarse alguna hoguerita o pequeños grupos en la playa que charlan y toman algo que trajeron. Es un momento ideal para compartir experiencia de viaje y conocer a gente de todo el mundo.

Isla Kuanidup

La segunda vez que fui a San Blas fui a Kuanidup, una isla mucho más pequeña y paradisíaca que isla Franklin, pero mucho más cara (el doble).

Es cierto que al tener menos gente ofrece más tranquilidad. Además, el restaurante es más bonito, al ser una cabaña gigante construida sobre el agua. También cuenta con una cabaña-bar donde vende alcohol y hay un divertido billar americano.

Kuanidup cuenta también con dos columpios en sus palmeras, ideales para tomarse fotos y con una red para jugar al voleibol.

También hay un muelle de cemento abandonado donde tener largas conversaciones nocturnas a la luz de la luna y las estrellas mientras escuchamos el suave sonido del mar y las palmeras al viento.

Pero lo mejor de isla Kuanidup es la isla abandonada que hay enfrente. Con baños construídos y dos cabañas prácticamente destrozadas, la isla se usa ahora para los visitantes que deseen acampar allí. Es divertido ocupar una mañana nadando hasta ella. Suele tardarse alrededor de media hora en llegar. Recomiendo que os pongáis un chaleco salvavidas y llevéis alguna botellita con agua para evitar riesgos innecesarios.

El perfecto paraíso a un par de horas de Ciudad de Panamá

En definitiva, las islas San Blas son excelentes para escaparse un fin de semana desde Ciudad de Panamá. Marco paradisíaco para relajarse y sentir en mar, en viento y la naturaleza en un entorno único. Sin duda, uno de los mejores destinos de playa a los que he ido en todo el mundo.



Frases II

Ahora que empiezan las vacaciones de verano para muchos en el hemisferio norte, os dejo una frase muy sencilla del Dalai Lama. Con el tiempo libre que muchos tendréis estos meses, hay que aprovechar:


"Una vez al año, ve a algún lugar en el que nunca hayas estado antes"


dijous, 13 de juny del 2013

Manila en dos días

La capital filipina es una ciudad fea a primera vista, con poco o nulo interés turístico. Los turistas que acuden a las Filipinas apenas pasan por aquí y solo lo hacen porque no tienen mas remedio que utilizar sus aeropuertos internacionales para volar hacia su destino final, normalmente las paradisíacas islas del archipiélago de las Visayas o la isla de Mindanao.

Sin embargo, Manila, o mejor dicho Metro Manila, bien merece dedicarle un par de días si tenemos que pasar por ella. Además de ser una urbe de más de 12 millones de habitantes, con todo lo que ello comporta, es aquí dónde las diferentes culturas, lenguas y gastronomías filipinas se mezclan.

A lo que vamos. Para conocer lo básico a primera hora de la mañana plantaos en la parada "Central" del LRT-1. Allí podréis ver el Ayuntamiento de la ciudad así como la Oficina de Correos central del país, ambos de estilo art-déco, influenciados por la presencia estadounidense de principios de los años veinte. Esta zona es característica por sus amplias avenidas arboladas y sus grandes extensiones de césped, restos del gran proyecto que quería convertir a Manila en una suerte de Washington DC tropical en la década anterior a la Segunda Guerra Mundial.

Adentráos en Intramuros, antiguo barrio español amurallado, donde pasando el campo de golf que rodea el barrio y cruzando las murallas llegaremos a la calle Victoria. Recorredla hasta toparos con la calle General Antonio Luna y de ahí dirigíos hacia la famosa iglesia de San Agustín, la más antigua del lejano Oriente. Esta iglesia es una de las más antiguas del Lejano Oriente y mezcla varios estilos, siendo el predominante el barroco sencillo con elementos renacentistas y sobretodo, con toques orientales. Los leones chinos que vigilan la entrada son una buena muestra de la influencia de los chino católicos en la construcción de esta iglesia. Su interior es muy bello y grandioso, destancando las tumbas en el suelo de decenas de españoles. Al final y muy cercana al altar está la solemne tumba con estatua incluida de Miguel López de Legaspi, caballero de la Corona española y fundador de la ciudad de Manila.

Es recomendable comer en el restaurante de enfrente, Barbara´s, que ofrece un pequeño buffet de comida hispano-filipina colonial con una banda de músicos folclóricos en directo. Los cubiertos, copas, mantelería y ambiente colonial en general nos transportarán a la época en la que se hablaba castellano en las calles de Intramuros. Tras la comida no olvidéis dar un vistazo a los productos de La Monja Loca, sin duda la mejor tienda de recuerdos de la ciudad.

En esta misma calle se encuentra Casa Manila, una curiosa reproducción de una antigua mansión de estilo colonial donde observar cómo se vivía en la Manila del siglo XIX. La colección de muebles de época del interior es muy interesante para hacernos una idea de cómo eran las cosas en aquellos tiempos. También la recomiendo encarecidamente.

Siguiendo por la calle Generla Luna cruzaréis la plaza Roma, donde podréis ver la gran catedral de Manila y al final, os toparéis con el Fuerte Santiago, antigua fortaleza militar del Ejército español y ciudadela de la capital filipina. Aquí dentro se encuentra el memoria de José Rizal, héroe nacional filipino fusilado por el ejército español. Numerosos poemas, cartas y objetos de todo tipo nos cuentan la vida de este fascinante oftalmólogo, lingüista, poeta, escultor, político y escritor. Sin duda el filipino más universal.

No estaría mal un último recorrido en kalesa por las calles de Intramuros para empaparnos un poco más de la herencia hispana en este remoto lugar de Asia. Otra manera muy recomendable de visitar Intramuros es pagar el muy recomendable tour de Carlos Celdrán, que sale todos los días desde Fort Santiago. Más información aqui.

Tras tanta cultura acudid hacia Roxas Boulevard dónde visitar en primer lugar el Hotel Manila, ejemplo de la grandiosidad que se quería para la Manila proyectada por los estadounidenses. Este hotel combina lo mejor de las decoraciones filipinas tradicionales. Es interesante solicitar una visita de cortesía a la suite McArthur, en la que este general estadounidense se alojó durante los años posteriores a la Segunda Guerra Mundial.

Justo enfrente está el Rizal Park, auténtico centro de los grandes eventos nacionales. Además de las cientos de banderas filipinas y de la estátua a Rizal, aquí se encuentra un curioso mapa a relieve gigante de las islas Filipinas, con agua y todo.

Aseguráos de estar antes de las cinco de la tarde en el Parque Oceanográfico, en contreto en el lounge White Moon, desde el que disfrutar de la bellísima puesta de sol en la bahía de Manila. La contaminación atmosférica ofrece unas luces solares diferentes a todo lo que hayáis presenciado antes. Y las vistas son espectaculares.

Después, una vuelta por Malate os dará una idea de la Manila turística más cutre. Especialmente si os tomáis algo en el bizarro Hobbit Bar o cenáis en Zamboanga Restaurant, dónde además de disfrutar de una cena filipina podréis ver un show de tinikling, un baile típico de las islas con largas cañas. Diversos locales nocturnos os esperan, aunque son en general de bastante baja calidad.

Al dia siguiente, de nuevo bien pronto, empezad esta vez en la parada de "Carriedo", también en el LRT-1. Esta vez nos adentraremos en los fascinantes barrios de Binondo y Santa Cruz, también conocidos como el Chinatown de Manila. Lo primero que debéis saber es que se trata de uno de los primeros barrios chinos del planeta, ya que los comerciantes chinos tuvieron a las Filipinas como uno de los primeros territorios con los que estableceron fuertes lazos comerciales hace ya varios siglos. Por tanto, sus calles rebosan historia y tradiciones. Es lo más parecido a estar en China sin estar en territorio chino. La entrada a la calle principal del barrio se hace a través de los Goodwill Arches, o Arcos de la Benevolencia, en la plaza de Santa Cruz. Esta calle mayor del barrio chino es Ongping street, donde abundan los vendedores de oro, los herbolarios tradicionales, las casas de té, las tiendas que igual venden pastelitos lunares que incienso y otras baratijas.

A pesar de que sigue habiendo mucha población con origen directamente chino, y de que la lengua y escritura china se mantiene con fuerza (y eso se nota en que casi todo está escrito en mandarín), lo cierto es que tras tantos siglos de establecimiento del barrio, ha surgido un tipo de filipinos (pinoy) con fuerte mezcla china pero que, por ejemplo, nunca han estado en China. Son los conocidos como chinoy. Básicamente son mestizos chino-filipinos. Los amantes de la gastronomía están de enhorabuena porque aquí podrán degustar recetas chinoy, únicas en el mundo. A lo largo de Ongping street se encuentran numerosos locales recomendables para comer durante nuestra visita al barrio. Uno de los mejores es MXT Tea House, debido a sus diferentes y deliciosas variedades de dim-sum. Los ravioles chinos y las sopas de noodles son también deliciosas. El té caliente al estilo chino se sirve de manera gratuita e ilimitada. Y las gambas las preparan de una manera también deliciosa.

Siendo que los chinos siempre han tenido un espíritu comercial, el barrio rebosa, además de las tiendas tradicionales, de cientos de puestos con productos de todo tipo. Especialmente recomendable es el callejón Carvajal tiene a los dos lados puestecitos de frutas, dulces y castañas asadas. Al pasear por el barrio se observa también la curiosa fusión entre el ferviente catolicismo filipino y las formas de oración y religiosidad chinas. Las gigantescas y amplias iglesias de Quiapo y Santa Cruz, con sus torres de estilo barroco colonial filipino merecen una visita. Y por los callejones, las cruces o imágenes de la Virgen María en las esquinas se ven abarrotadas de alargadas velas rojas y recipientes repletos de palitos rosas de incienso que los creyentes ofrendan, tras rezar ante las imágenes con ellos entre las manos y cabecear tres veces ante las imágenes sagradas. Veremos las mismas escenas en el gigantesco templo budista Seng Guan de la calle Narra. Subsituid cruces y vírgenes por barrigudos budas dorados sonrientes. Las velas, inciensos y formas de rezar serán las mismas.

Un poco más alejado está el curiosísimo cementerio chino, mezcla de tradiciones chinas, filipinas y mexicanas (por la influencia comercial). Os hablé de esto en mi pasada entrada sobre la Manila más curiosa, que podéis leer haciendo click aquí.

De aquí, tomad un taxi rumbo a Makati, la ciudad más rica de Filipinas. Merece la pena visitarla para vivir los grandes contrastes del país. Lo primero, una merecida visita al interesante Ayala Museum, especialmente al segundo piso, consagrado a la historia filipina, narrada a través de dioramas y maquetas muy bien hechas. A continuación, un obligado paseo por el elegantísimo y tropical centro comercial Greenbelt, en el que elegir uno de las decenas de restaurantes de calidad a precios razonables. Curiosa la capilla del Santo Niño, moderna, redonda y blanca, en mitad del lujoso centro comercial.


Si os quedan energías tras este largo día, hay varios locales donde tomar algo en el mismo centro comercial, o si no, tomad un taxi para ir a tomar algo en Skye Bar o bailar en Prive, ambos en otra de las nuevas ciudades de Metro Manila: Fort Bonifacio. Ultramoderna y aún en construcción. Con esto habréis dado un vistazo general a la ciudad y habréis podido captar más o menos algo de lo que es esta gigantesca metrópolis asiática, tan denostada pero que aún así, tiene bastante que ofrecer.

dissabte, 1 de juny del 2013

Estambul - Sultanahmet


Una ciudad de ensueño

Napoleón Bonaparte dijo que si el mundo fuera un sólo Estado, Estambul sería su capital. En mi opinión de viajero, Estambul es una de las ciudades más agradables de las que he conocido. Fascina que, a pesar de contar con más de once millones de habitantes, Estambul permite andar por casi todos sus barrios, ya que el tamaño de sus calles suele ser pequeño. Su situación entre Asia y Europa le da un encanto especial por la mezcla de culturas, actitudes y arquitectura que la hace única. Los cientos de minaretes que esculpen su horizonte y las grandes masas de agua que la atraviesan acaban de darle esa magia única.

Mi primera vez en la antigua Constantinopla fue por motivos de trabajo. La empresa para la que empezaba a trabajar me alojó en un hotel situado en el corazón de Sultanahmet, el barrio más histórico de la ciudad. Aquí se encuentran a tiro de piedra la mayoría de principales monumentos de la ciudad, empezando por Hagia Sophia, que la tenía justo enfrente del hotel.


Basílica, mezquita y museo

Hagia Sophía o Aya Sofya, la iglesia del Sagrado Conocimiento, fue originalmente la mayor basílica de la cristiandad. Su construcción fue por orden del emperador Justiniano, tras el destrozo de las dos basílicas anteriores a manos de diferentes revueltas. El aquella época, el siglo VI, Estambul era Constantinopla, la capital del Imperio Romano en aquel entonces. Tras la conquista de la ciudad por parte de los otomanos, la basílica fue convertida en mezquita, siendo tapadas la mayoría de imágenes de estilo bizantino que la adornaban. La nueva mezquita se completó con la construcción de cuatro minaretes que dieron aún más esplendor al conjunto.

Con la revolución republicana de Mustafá Kemal Atatürk, la nueva república de Turquía que nacía tras la Primera Guerra Mundial inició un proceso de modernización y secularización que llevó, entre otras cosas, a que Hagia Sophia perdiera cualquier significado religioso y pasara a ser un museo. De esta manera, los restauradores pudieron sacar a la luz varios mosaicos cristianos que habían permanecido ocultos durante siglos. Esta agitada historia resultó en un edificio que mezcla elementos cristianos y musulmanes de forma impresionante combinados en sus espacios gigantescos con gran armonía arquitectónica. Aya Sofía impacta: la imagen de una Virgen con el Niño, por ejemplo, está escoltada por dos grandes medallones con frases del Corán en árabe antiguo. Durante su época como mezquita, todas las imágenes se taparon, ya que el Islam prohíbe la representación de animales o personas. Sólo se salvaron cuatro grandes imágenes bajo la cúpula principal, dedicadas a los ángeles. Gracias a una interpretación flexible del Islam, los ángeles pueden ser excluidos tanto del género persona como del animal, por lo que se permitió mantenerlos visibles en la mezquita.

Al salir, aún fascinado por tanta belleza, vi como empezaban a congregarse decenas de jóvenes manifestantes que pedían que Aya Sofya volviera a ser mezquita de nuevo. La cosa es que me había entrado hambre así que me dirigí a un restaurante cercano, el Buhara Kebab House, el mejor restaurante de Estambul según TripAdvisor. Allí pude degustar un delicioso sis kebap (brochetas de cordero) que venían acompañadas de varios entrantes. De poste, té turco y baklava, cortesía de la casa, algo muy habitual.


El Hotel Ottoman Imperial

Aquella primera vez me alojé una semana en el Ottoman Hotel Imperial, cuyo edificio se construyó a mediados del XIX para ser una “madrasa”, es decir, una escuela islámica. A mediados del siglo XX cayó en el abandono hasta 2005, cuando se reformó y pasó a ser un hotel histórico de lujo. Su restaurante, Matbah, es conocido por servir platos cocinados según las recetas que se conservan de la época de los sultanes, con especial preferencia por aquellas preferidas por Mehmet II.

Las habitaciones cuentan con todo lo necesario para una estancia estupenda en la ciudad, aunque lo mejor es su desayuno: todas las mañanas sirven todo aquello que implica un perfecto desayuno turco, incluyendo una variedad de olivas o el gran panel de cera y miel del que podremos tomar un pedazo y disfrutarlo con alguna de las delicias turcas que se ofrecen. Las estupendas vistas desde el salón donde se sirve el desayuno incluyen los minaretes de la Mezquita Azul, la cúpula de Hagia Sophia o las aguas del Cuerno de Oro.

Hipódromo, cisternas y la gran Mezquita Azul

Aquella tarde me dirigí al Hipódromo, ampliado por Constantino I en el año 325. Actualmente se encuentra a cinco metros bajo el suelo y sólo se pueden ver la "spina" (la barrera central que separaba el circuito) así como los dos obeliscos traídos de Egipto y la columna serpentina de metal.

Seguí el tour por la Mezquita Azul, que está enfrente. Esta es la única mezquita originalmente construida con seis minaretes en el mundo. Rezuma belleza y armonía en el exterior, con su gran cúpula y sus cupulitas. Atravesé su gigantesco claustro de acceso para admirar los interiores de la mezquita, decorados con diversos diseños gráficos en cerámica muy bonitos. Para entrar hay que quitarse los zapatos y ser respetuoso, especialmente si los fieles se encuentran en mitad de uno de los rezos.

Después visité las cisternas de la basílica, al lado de Hagia Sophia, que también fueron ordenadas construir por Justiniano para proveer de agua a la ciudad. El gigantesco techo se sostiene por más de 300 columnas de 9 metros de alto cada una. La serenidad que reina en el lugar, junto con la tranquilidad que da ver el agua almacenada y los silenciosos peces nadando se rompe por el gran número de turistas que abarrotan las pasarelas. Casi al final, podréis ver que dos pies de columnas son substituidos por la cabeza de Medusa, situada al revés. Según se dice la pusieron ahí para proteger las cisternas del mal. La leyenda dice que la Medusa transforma en piedra a todo aquel que la mire.

Tras tanta cultura, me decidí por dar un paseo a lo largo de la popular calle Ankara hasta llegar al puente Galata, lleno de familias y jóvenes paseando, abuelitos pescando o gente vendiendo zumos recién hechos de naranja y granada. En la otra entrada que tengo de Estambul os contaré mis visitas a la famosa y turística zona de Taksim, que se encuentra al otro lado del Cuerno de Oro.

Más mezquitas, pide y un gran hamam

Al otro día, con algo de tiempo libre, nos fuimos a explorar otra parte de Sultanamhet. Empezamos por la mezquita de Shezade, bella aunque algo más pequeña, construida originalmente para albergar el mausoleo de Suleimán el Magnífico pero que acabó siendo dedicada a uno de sus hijos, Shezade, muerto muy joven, cuyo mausoleo se encuentra en el jardín, junto el de diversos visires y altos cargos de la administración imperial de Suleimán. Pasamos cerca de los acueductos y del Gran Bazar, que ya estaba cerrado. Paseamos alrededor del barrio de Vefa, muy pobre pero con encanto. Cuando ya estaba anocheciendo, llegamos a la mezquita de Suleimán el Magnífico, una de las más bellas de la ciudad. Tras probar nuevas técnicas en la mezquita de Shezade, los arquitectos imperiales se dieron cuenta que podían hacer una cúpula aún más grande, que fue lo que hicieron en esta mezquita. Situada en la tercera colina, la mezquita de Suleimán domina el paisaje del Cuerno de Oro con su turbadora armonía arquitectónica exterior. Su interior en mármol es también bello, por la simpleza que destila. Las vistas desde la terraza de esta mezquita, con las cupulitas del Gran Bazar y la torre Gálata son preciosas. En el jardín trasero se encuentra la tumba del Sultán Suleimán, uno de los más importantes de la historia del Imperio Otomano, ya que durante su reinado se dobló el tamaño del imperio.

Algo hambrientos nos tomamos un par de pides (pizzas turcas) en la popular plaza de Beyazit y de ahí nos dirigimos a una de las experiencias más genuinas que se pueden tener en Estambul: visitar uno de los famosos hamam o baños turcos. Uno de los más antiguos de la ciudad es el Cemberlitas Hamami, al lado del Gran Bazar, en la calle Divanyolu. Fue diseñado por Mimar Sinan en 1584 por orden de Nurbanu Sultan, la esposa del Sultán Murad III con el fin de poder obtener fondos para financiar una mezquita cercana. Debido a su historia y sus asequibles precios para ser un hamam histórico,  decidimos meternos y conocer esta tradición heredada de los tiempos de los romanos.

Lo primero que se hace en un hamam es cambiarse en una de las salitas y ponerse una toalla de tela y las chanclas. La primera sala es de madera y está dedicada tanto a las salas de cambio (planta superior) como a un pequeño bar de zumos naturales de granada y naranja (planta inferior). Aquí se entra a los históricos baños, que se conservan tal y como se hicieron, empezando por la sala principal, el conocido como cuarto caliente, bellamente decorado con una enorme cúpula central y diversas cúpulas más pequeñas a los lados. Nos tumbamos en la gran zona central, de mármol, muy caliente. Tras sudar un rato en el húmedo ambiente, llegó uno de los trabajadores del hamam (hombres con hombres y mujeres con mujeres, de hecho la mayoría de hamams son separados) y con el guante que nos dieron en recepción empezó a frotarnos de forma contundente para exfoliar nuestra piel.

Tras esto, nos situamos en una de las bellas fuentes que hay alrededor de la gran sala para retirarnos el jabón y sudor con agua fría mediante unos recipientes metálicos muy bonitos. Luego pasamos a la sala donde tuvimos un masaje de casi una hora con aceite. Sólo lo recomiendo para los que resistáis porque puede ser bastante doloroso. Tras el masaje nos dimos una ducha para retirarnos el aceite y volvimos a la sala caliente para tumbarnos otra vez en la elevada zona central de mármol y relajarnos. Finalmente volvimos a las fuentecitas para tirarnos agua fría y retirarnos el sudor. Fuera de la sala nos cambiamos a toallas secas y nos vestimos en nuestra salita. Una experiencia curiosa pero que encuentro excesivamente cara. Lo mejor es la experiencia de estar relajado en la gran sala caliente, rodeado de los diferentes sonidos del agua y las fuentes y disfrutando de la bella e impresionante arquitectura que os trasladará a la época imperial cuando los sultanes reinaban desde Estambul sobre el inmenso Imperio Otomano.

Perdido en los bazares

Como estábamos muertos de sueño después de la experiencia, nos fuimos a dormir. Mi última tarde en Estambul la pasé visitando los diversos mercados, empezando por el Gran Bazar. Este es el mercado cubierto más antiguo y de los más grandes del mundo. Es divertido perderse por sus pasillos porque tarde o temprano te vuelves a situar, a pesar de sus más de 18 puertas y sus 65 calles. Sus techos, bellamente decorados, son casi siempre iguales. Y en las más de 4000 tiendas se encuentra desde ropa y zapatos a souvenirs, joyas o comida. Pero la verdad es que me gustó mucho más el bazar egipcio, también conocido como mercado de las especias, donde estas se venden a granel junto con hierbas, tés, frutas desecadas, aceites, esencias y delicias turcas de todo tipo. Ambos mercados fueron construidos en el siglo XVI y son todo un festival para los sentidos. También hay un pequeño bazar de los libros. Lo más curioso es que las calles que hay entre estos bazares también están llenas de comercios que abarrotan los bajos de los edificios generando un curioso aunque a veces estresante bullicio.

Por último, di un paseo por el elegante pero decandente barrio de Eminonu y recorrí el parque Gulhane, precioso, a los pies del famoso palacio de Topkapi que visité en mi segunda estancia en Estambul.

Topkapi 

Mi segunda vez en Estambul vine invitado por una amiga turca, que me alojó en su bonito loft de Rumeli Hisari, uno de los barrios más cotizados de la ciudad, con elegantes apartamentos y mansiones a lo largo del Bósforo. Desde las enormes cristaleras de su salón se veían enormes barcos de carga pasar por uno de los puntos estratégicos más importantes del planeta. Os hablaré más de esta zona de Estambul en mi otro post dedicado a la ciudad.

Esta segunda vez no iba a dejar pasar la oportunidad de visitar Topkapi, así que la mitad del primer día lo dedicamos a explorar los diferentes patios, pasillos y estancias que forman el antiguo palacio de los sultanes del extinto Imperio Otomano. Durante cuatrocientos años, 25 sultanes se sucedieron en el poder, residiendo aquí su gigantesca corte y administración central. Las entradas a los diferentes lugares son caras en conjunto, así que lo mejor es comprar el pase de tres días que da acceso a otros monumentos y museos de la ciudad, para ahorrar. La visita empieza por la puerta imperial, que dan acceso a un gran jardín. El edificio más llamativo de esta primera parte, semi-pública, es la iglesia de Hagia Irene, o la Santa Paz, la segunda iglesia más grande de la ciudad tras Santa Sofía. Actualmente desacralizada, sirve como espacio para conciertos, aunque aún se mantiene una gigantesca cruz en los mosaicos del altar así como inscripciones bíblicas en griego. Esta enorme iglesia formaba el conjunto del enorme santuario construido por el Emperador Constantino I, dedicado a los tres atributos de Dios: Sabiduría (Santa Sofía), Paz (Santa Irene) y Poder (Santa Dynamis). Durante el tiempo de los otomanos sirvió como almacén de armas y posterior Museo Militar. A pesar de que sus frescos y mosaicos ya han desaparecido (excepto el del altar), su magnificencia aún se aprecia bien. Por fuera Hagia Irene es como una Santa Sofía algo más pequeña. Seguimos hacia la segunda gran puerta de Topkapi, la de la acogida, con sus torres octogonales que dan acceso al patio de ceremonias, donde se efectuaban los actos más importantes del protocolo imperial. Al lado derecho están las cocinas, donde hoy en día se exhiben varias de las vajillas que se usaron en palacio. Al lado izquierdo se encuentra el bello edificio del Consejo Imperial, hecho casi todo de mármol, con decoraciones en pan de oro que refulgen. A un lado, el Consejo de Gobierno tomaba decisiones ejecutivas tras las oportunas deliberaciones. El sultán no podía estar presente pero tenía una ventana enrejada en la parte superior desde la cual podía escuchar, en secreto, las deliberaciones del Consejo. La sala de al lado es donde se sentaba el Consejo Consultivo, del que formaban parte expertos de diferentes materias venidos de diferentes provincias del Imperio y con diferentes religiones, a los que el Consejo Imperial preguntaba sobre cuestiones que afectaban a sus materias o a sus provincias, para asegurarse que siempre se tomaba la mejor decisión. Este gran edificio está coronado por la torre de la Justicia, punto más alto del palacio de Topkapi. En uno de los anexos hay una sala dedicada a exponer parte de la enorme colección de relojes, sobretodo europeos, con la que contaba el palacio.

Por uno de los lados accedimos a unas escaleras que desembocan en el edificio reservado a la Guardia Imperial, con sus dormitorios comunes, el hamam del que disponían así como la sala de descanso o incluso su propia mezquita. Seguimos la visita atravesando la tercera puerta: la de la felicidad, que da acceso al núcleo del palacio, y por ende del Imperio Otomano: el salón de audiencias o peticiones. El Sultán, sentado en su enorme y confortable trono (casi diría una doble cama King) recibía a embajadores extranjeros, escuchaba las sugerencias y peticiones del Consejo Imperial o se nombraba a generales como jefes de una determinada campaña militar. Por este patio también se accedía al laberíntico harén, zona privada donde vivían las mujeres, niños y los eunucos, criados castrados para evitar tentaciones. El único hombre adulto autorizado a entrar aquí era el propio Sultán, y aquí vivían sus esposas, madre, abuela, tías, hermanas y criadas. En esta pequeña ciudadela había de todo: una bella mezquita, dormitorios, cocinas, hamams, apartamentos privados para la familia directa del Sultán... hasta una piscina. Me encantaron los bellísimos comedores, con fuentes para refrescar el ambiente en verano y grandes chimeneas para el invierno, así como la elegante habitación del Sultán. Pero las salas más especiales son la de la biblioteca y la de estudios, donde los niños se educaban durante años con los mejores profesores del Imperio. Finalmente, el salón del trono deslumbra por su decoración que fusiona lo mejor de las tradiciones decorativas árabe, otomana, francesa, italiana y holandesa del siglo XVIII.

El cuarto patio, con tulipanes en mitad del jardín (símbolo del Imperio Otomano), cuenta con la farmacia, el gabinete médico, el vestidor y otros diversos edificios. Me faltaron por ver numerosas salas de Topkapi, pero teníamos sueño y hambre, así que decidimos parar y dirigirnos al restaurante Konyali, situado a los pies de una de sus murallas, con estratégicas vistas a las tres masas de agua que tocan Estambul: el mar de Mármara, el Cuerno de Oro y el Bósforo. Nos refugiamos del frío con esas maravillosas vistas mientras comíamos nuestra sopa de lentejas, nuestro plato de kofta y todo regado por el sorbete favorito de los sultanes: jengibre, remolacha, zanahoria, limón y perejil.

Toda la zona de Sultanahmet y este lado del Cuerno de Oro es sin duda la más importante de la ciudad desde un punto de vista turístico. Pero Estambul es muchísimo más al otro lado de esa masa de agua. Os cuento mis visitas a esas partes de la ciudad en mi siguiente post.

diumenge, 26 de maig del 2013

De fiesta en... Manila.

Con sus 12 millones de habitantes, Metro Manila cuenta con un panorma nocturno bastante regular.

Sin duda, el vergonzoso hecho de que un número demasiado alto de estos habitantes vivan en la pobreza frena cualquier tipo de desarrollo económico, y por supuesto, algo tan secundario como el clubbing se ve tremendamente afectado. Además del gigantesco número de habitantes en situación de exclusión socioeconómica, la creciente clase media cobra salarios irrisorios (entre 150 y 300 euros al mes) que impiden tomarse apenas alguna alegría de vez en cuando. 

Si a esto sumamos el bajísimo número de turistas que visitan la ciudad (a diferencia de las muy concurridas islas) pues tendremos como resultado un panorama de fiesta bastante limitado para una metrópolis de semejante tamaño y con población tan joven y fiestera. 

Dicho esto, he de decir que el panorama nocturno de Manila mejora a pasos agigantados y cada vez es más fácil encontrar locales con fiesta garantizada y de calidad cualquier dia de la semana. Esta entrada pretende dar una visión general y muy personal de la noche de Metro Manila para que todo aquel que visite la capital filipina o viva en ella, pueda tener una guía básica de donde bailar y beber durante las noches manileñas. Por supuesto, todo se basa en mi propia experiencia personal.

Una zona de fiesta muy de moda actualmente es el conocido como "The Fort", oficialmente Bonifacio Global City, un nuevo barrio ultramoderno, limpio y amplio de rascacielos acristalados. Lounges de primer nivel permiten empezar la noche para luego acabarla en un club de estándares internacionales. Respecto a los lounges, el más recomendable es Skye W - Lounge Bar en el terrado de un edificio de media altura, desde el que disfrutar de las vistas de los rascacielos de The Fort. Grandes aspas giran haciendo correr ligeramente el aire mientras potentísimos focos envían varios haces de luz al cielo. La música más del momento se combina con la chill out remezclada. El público, mayoritariamente de pie y alrededor de mesitas, bebe y charla en grupos y apenas baila. Está frecuentado por mucha gente guapa, joven y profesional con gran presencia de occidentales.  

Tras las copas en Skye, una caminata o un cortísimo trayecto en taxi sin salir de The Fort nos dejará en Prive - Luxury Clubbing, una discoteca mediana tirando a pequeña que siempre se llena los sábados, aunque abra desde el martes. Buen lugar para bailar, aunque demasiados asistentes se empeñen en hablar a pesar del altísimo volumen de la música. Es cierto que el DJ suele pinchar buena música club y del momento. Aun así, se abusa demasiado del Hip Hop y del R&B, en mi opinión. Para saber más sobre este club, os recomiendo mi entrada en THE PINOY LIFE (mi otro blog) pinchando aquí.

Aunque ya tiene casi tres años, Prive sigue siendo uno de los clubes de referencia en Metro Manila cualquier dia de la semana. Últimamente he tenido la ocasión de ir un martes (fiesta de Weekday Warriors) que estuvo bien pero tranquial y con público mayoritariamente filipino. Además, los jueves es ahora la Model´s Night, que se llena de gente y con gran presencia de occidentales así como de locales dedicados a modelar o al mundo de la moda, como fotógrafos, periodistas o diseñadores. Además, los jueves por la noche la gente baila muchísimo y se forman buenas fiestas. Los jueves es común toparse con algún famosillo que rápidamente subirá al VIP. Una de las veces que fui estaba allí Vice Ganda, el famoso presentador de It´s showtime. En definitiva, Prive es el lugar de referencia aún en la noche de Metro Manila, sobretodo de jueves a sábado, y cualquier acercamiento a la noche de la ciudad no puede dejar fuera en ningún caso a este local.

Al lado de Prive están surgiendo otros locales, como por ejemplo el genial Imperial, un local de techos altísimos y forma cuadrada donde, a pesar de que la música es variada, se abusa a mi gusto del hip hop y el rap. En consecuencia, el público asistente vestirá con ropas anchas y gorras. Muchísimos expatriados africanos y afroamericanos convierten este local en su centro de diversiones. Sin embargo, la fiesta es buena, suele estar lleno y además tiene un pequeño secreto que vale la pena visitar: el Imperial Ice Bar, un bar complemente de hielo donde hace un frío que pela, en concreto cinco grados bajo cero, en contraste gran con la cálida y húmeda calle. Aparentemente había que pagar pero las dos veces que estuve entré totalmente gratis. Antes de entrar os pondrán un grueso abrigo blanco con capucha. La verdad es que hace tanto frío que uno no aguanta más de diez minutos dentro. Hay sofás, mesas, la barra, estatuas... todo esculpido en hielo. Incluso los vasos para los chupitos están hechos de hielo. Vale la pena tomarse un chupito de vodka Imperial con mango, piña o lichi en un entorno helado. No olvidéis tomaros una foto.

Sin salir de The Fort, otro de los clubs que está en pleno apogeo, especialmente los sábados, es Hyve. Con una decoración en el techo ultramoderna, aunque menos espectacular en tamaño que Prive, Hyve bulle el fin de semana con público mezclado, tanto local como internacional entre el que se cuentan bastantes modelos. Con la música de más actualidad remezclada por DJs, muchas veces invitados que llegan desde fuera del país, Hyve ofrece una fiesta buena asegurada. La zona VIP, detrás de la cabina del DJ, es amplia y perfecta para observar la pista sin ser observado, ya que las potentes luces no dejan ver bien al que está arriba.

Otro club con buena música en the Fort es 7TH High. Modernísimo aunque algo pequeño. La pista de baile está rodeada de pantallas planas y un gran damero con luces cuadradas de todos colores recubre una amplia zona del techo, justo encima de la pista de baile. Suele estar frecuentado por jóvenes de todas nacionalidades, pero por debajo de los 25 años en muchos casos. Muchas de estas jovencitas suelen subirse al podium frente al DJ y bailar borrachas dando a veces un espectáculo algo bochornoso. Demasiado adolescente junto.


En Makati, ciudad más rica y occidentalizada de Filipinas, encontramos también interesantes lugares en los que pasar las cálidas noches de Metro Manila.

Uno de los núcleos de la fiesta en esta ciudad es el lujoso y tropical centro comercial Greenbelt. Numerosos bares permiten empezar aquí una larga noche de fiesta. Uno de los clásicos es Dillinger's 1903, pub al estilo irlandés modernizado donde tomar unas copas y charlar. Incluso tiene una zona VIP, con copas más caras, en la que podremos bailar algo. Para acceder aquí se hace a traves de la salida de emergencia. No hay ninguna indicación. Además, deberemos asegurarnos estar en lista una vez crucemos al pasillo secreto. La sala se llama Prohibition y es de las más elegantes y tranquilas de la ciudad, sin aglomeraciones y con buena música. Sin embargo, como dije, los precios son altos. El público es obviamente occidental o filipinos de clase media-alta. Últimamente está muy de moda.

Otros de los locales siempre llenos en este centro comercial es Café Havana, con su gran terraza donde ver a la gente pasar, tomarse un mojito y disfrutar de las canciones de música latina que suenan. Tal vez el mayor inconveniente sea que el público mayoritario sea gente mayor. Y me refiero a gente de más de 60 años. Además, abundan las prostitutas. Pero las tapas son buenas y es el mejor lugar en la ciudad para bailar salsa.

Para darse la fiesta en toda regla en Makati tendremos que entrar a Palladium, al lado de Greenbelt. Esta discoteca de estilo macro local ibicenco en pequeño y asociada a Amnesia Ibiza, cuenta con una pista en el piso -1 en la que empezar tomando algo, bailar y charlar, y con una espacio mucho más amplio y alto en en -2, con podium y muchas luces y pantallas por todo lado. Es una de las discotecas dónde más baila el público de todo Metro Manila. Fiestón en toda regla, con público algo más vulgar que en el resto de discotecas de la ciudad. Suelen frecuentarlo prostitutas de vez en cuando, al igual que pasa en Café Havana.

Ya fuera de la zona de Greenbelt encontramos otros locales divertidos en Makati. Uno de mis favoritos es Distillery, en Jupiter Street, muy pequeño pero muy divertido, con alguna gente bailando y siempre dispuesta a hablar. Además, cuenta con una zona acristalada donde encontrar todo tipo de alcohol y de todo el mundo. Desde vinos riojanos o sudafricanos a tequilas mexicanos exclusivos, rones de Nicaragua o incluso de Cuba (el famoso Havana Club) hasta licores de sabores tan poco comunes como el de rosa.

Algo más alejado del centro de Makati, cerca de la zona de la calle Padre Burgos, está el barrio rojo de la ciudad. Numerosos bares con espectáculos de prostitutas abundan en el barrio, así como otros bares de tipo más deportivo donde se emiten diversas competiciones (fútbol, Fórmula1, motos, baloncesto...). Más allá de estos locales, hay un lugar muy cerca donde poder seguir la fiesta hasta altas horas de la noche: Time. Situado en la avenida Makati, Time es un pequeño pero gran club para todos los que busquen algo de música house underground y también dance. Se siente realmente un ambiente "under" gracias al sistema de luces, a sus buenos DJ y a la estructura del lugar. Tiene tres pisos: el primero es donde está la pista de baile con la cabina principal del DJ y una barra. El segundo piso es un balcón alrededor de la pista de baile con una lounge y otra barra. Finalmente, el último piso tiene una terraza exterior con su propio bar y DJ. El público suele ser una mezcla de occidentales y filipinos modernos, con chicos y chicas por igual. Normalmente se llena a eso de las tres de la mañana.
Al lado de Time se encuentra Chihuahua, un local de música, comida y bebidas mexicanas.

Otro local estupendo, más por su público que por el local en sí, es Bond Urban Pub, conocido por sus míticas noches de modelos. Todos los martes se celebra esta noche aquí, herencia de la antigua noche que organizaba Tabu, antiguo nombre del local. Situado en mitad de Legaspi Village, Bond ofrece buenas fiestas martes, jueves y viernes, pero destaca la de los martes porque se convierte en un meeting point de todos los y las modelos de Metro Manila, destancando la presencia de brasileños y brasileñas. Las bebidas están bastante bien de precio en general y la música del momento suele ser muy divertida. Lo mejor de acudir un martes es que la gente está en bastante predisposición de hablar por lo que animados corrillos se forman dentro y fuera del local tanto de filipinos como de extranjeros. Aparentemente está todo un poco parado por Bond desde hace unos meses y las Model´s Night de la ciudad se celebran ahora los jueves en Prive, como ya señalé. Pero hay que estar antentos al próximo renancimiento del antiguo Tabu, Bond o como le quieran renombrar esta vez.

Otra de las zonas de fiesta se encuentra cerca del aeropuerto, en uno de los complejos de ocio más completos de la ciudad. Se trata de Resort's World, donde poder asistir a musicales de Broadway en su moderno teatro, jugarse los pesos en su casino, comprar productos de lujo, comer en originales restaurantes o tomar un copa para luego bailar hasta las tantas. Nada mejor que empezar una noche en Opus, una amplísima sala de fiestas donde tomar algo y bailar al ritmo de las canciones de más rabiosa actualidad. Elegante, con gente guapa y buena música, este local cumple las expectativas para el primer tramo de la noche. Sin embargo, a medida que lleguemos a horas más de madrugada  tendremos que movernos a Republiq, la gran discoteca del complejo. Bastante grande, con reservados a ambos lados y mucha gente bailando en la pista central, esta discoteca abusa de la música R&B y Hip Hop en muchas ocasiones. Pero la fiesta está asegurada, eso sí. Sus DJ y en ocasiones percusionistas en directo lo harán posible. Si tenéis la suerte de conocer a alguien importante en el mundo de la noche de Metro Manila podréis entrar al Cabana Club, zona privada de Republiq, una especie de mini-discoteca para gente cool, frecuentada por modelos, futbolistas y gente del mundo de la televisión. La música es muy parecida a la de Republiq pero aquí evitaremos aglomeraciones.


El público homosexual, o que busque presencia de travestis o drag-queens tendrá que poner rumbo a Malate, el barrio joven de clase media-baja de la ciudad de Manila. Justo detrás del paseo de Roxas, las calles paralelas bullen con diversos locales de calidad mediocre y músicas diversas para este tipo de público. Entre todos ellos destaca BED, por ser la discoteca más grande y moderna de todas. 

En BED se suele pinchar buena música en general. Cuenta con un gran espacio central donde bailar con un breve espectáculo de drag-queens a mitad noche los sábados. Muy animada es también su agradable terraza dónde poder charlar con el volumen de la música mucho más bajo. Es abrumador el público masculino que acude a BED aunque es bastante frustrante que casi nadie baile, a excepción de algún occidental perdido por ahí. BED cerró el pasado mes de abril y reabrirá en breve en la zona de Greenfield District.

Precisamente Greenfield es un destino que empieza a surgir ahora como lugar donde tomar algo e incluso bailar buena música pinchada por DJ. Este nuevo distrito de Mandaluyong cuenta con numerosos bares con terraza que se agolpan en las arboladas aceras y una pizzería se transforma varias noches (especialmente los fines de semana) en un pequeño club (una especie de mini Privé) con parecida decoración y DJ. Se trata de UNO Lounge con público bastante ecléctico, predominando filipino pero también grupos de occidentales residentes en el barrio. Suele frecuentarlo un público gay de vez en cuando debido a su política friendly, aunque también es zona de modernos de todo pelaje. Cuenta con una zona superior con mesas y con una inferior con donde está la barra, el DJ y la pista de baile con luces. Su música es de las mejores de la ciudad. De hecho, suelen traer a DJs de todo el mundo, especialmente los sábados, ya sean de Singapur, Brasil o Europa. Los precios son muy asequibles y si nos entra hambre mientras bailamos, las pizzas son muy baratas, buenas y recién horneadas. Además, el público suele ser simpático por lo que podremos hablar y conocer a gente nueva.

Ortigas es otra de las zonas en las que están surgiendo algunos locales. Debido a su gran presencia de oficinas de diversas empresas, muchos de sus jóvenes trabajadores deciden vivir por aquí o quedarse de fiesta tras salir del trabajo. De hecho, otra de las mecas de los bares gay de Manila está aquí mismo, en Ortigas. Se trata de O Bar, un moderno y amplio local de música electrónica de público 99% masculino y gay, especialmente los sábados por la noche. Suele estar siempre lleno y los espectáculos de drag queens son especialmente valorados por los asistentes. La música es siempre de rabiosa actualidad con algunos guiños al pop, especialmente a las Spice Girls, de vez en cuando.

Por supuesto, son muchos más los locales que hay en Metro Manila para salir de noche. Además, zonas con The Fort están en constante movimiento por lo que en breve habrán muchas novedades. Conociendo un poco seguro que podremos pasar una noche de fiesta en Manila sin gastar en exceso. 

dijous, 16 de maig del 2013

Banaue & Batad

Uno de los lugares a los que siempre quise ir en Filipinas y a los que no he ido hasta ahora son las famosas terrazas de arroz de la Cordillera, en tierras Ifugao. Recordé muy bien porque siempre posponía dicha excursión.

Llegar hasta ellas es muy pesado. Para empezar hay que tomar un incómodo autobús nocturno de Manila a Banaue que tarda entre ocho y once horas (depende del tráfico). Aunque barato, la parada queda en un barrio de Manila poco accesible y además, los buses son un auténtico congelador en este país. Y la vuelta, igual. Se tienen que tomar siempre desde Sampaloc Bus Terminal, en Lacson Avenue. La única compañía que opera hasta Banaue es Ohayami. El billete cuesta 450 PHP por trayecto.

Hasta aquí lo necesario para llegar a Banaue. Una vez allí, lo más recomendable es tomar un tricycle por 100 pesos persona que nos subirá hasta los miradores de la pequeña ciudad, desde los que ver sus famosas terrazas de arroz. Estas terrazas se diferencian del resto en el sentido que sus paredes son de barro y no de piedra, como si ocurre en Batad. Es interesante que durante el camino nos encotraremos a varios abuelitos Ifugao vestidos con las ropas tradicionales de esta tribu filipina. También hay varias tiendas de recuerdos tradicionales. Aunque lo más curioso son los "bulol", pequeñas estatuas en madera con figura humana, conocidos por ser los guardianes del arroz, y que se sitúan en las esquinas de las terrazas.

Luego, lo mejor es irse a Batad, tomando algún jeepney público o al menos, si es privado, que os deje buen precio. Normalmente son 150 pesos por persona. Batad es una pequeña aldea en el interior de la Cordillera, dónde no llegan los coches y casi ni la luz. Pero allí es donde están las terrazas de arroz más impresionantes, conocidas como el "anfiteatro".Y allí es donde podremos tener una experiencia más real de aislamiento.

Con suerte os dejarán en el último punto transitable, dónde hay algunos sari-sari (tiendas que venden un poco de todo, desde fruta y patatas fritas hasta bolsitas de champú o crema dental). Desde aquí hay casi una hora caminando, bajando las montañas hasta llegar al remoto valle. Cuando menos lo esperemos aparecerá ante nosotros el gran espectáculo que los Ifugao llevan cuidando desde hace 2000 años. Las terrazas de arroz de Batad escalan montañas tan altas y empinadas que desde antiguo se las conoce por aquí como la escalera de los dioses.

En mitad de las terrazas se encuentra la pequeña aldea de Batad, con diversas cabañas tradicionales Ifugao y una pequeña iglesia de latón. Recomiendo que os quedéis en una de las colinas, para disfrutar de las vistas del valle. Especialmente recomendable es Ramon´s Guesthouse, que ofrece auténticas cabañas Ifugao en las que dormir. A estas cabañas se entra con escalerita, están hechas enteramente de madera y cuenta con los techos triangulares tan típicos.

Sin embargo, no os hagáis ilusiones: aquí no hay duchas. Sólo mangueras de agua fría (tranquilo, el clima templado ayuda) y los sanitarios dejan bastante que desear. Están limpios pero son muy pequeños y casi siempre están mojados de agua. Pero bueno, es el precio por ver esta maravilla.

Cuando nosotros llegamos justo empezó a llover. Era muy agradable estar en la cabaña mientras oíamos el agua caer, sobretodo al dormir. Marta y Arturo decidieron hacerse un masaje que les ofrecieron algunas mujeres del pueblo. Según ellos, uno de los mejores masajes que han tenido.

Para comer, en la propia posada ofrecen platos recién hechos, casi todos a base de arroz y pollo. Especialmente buenos son la tinola (pollo con chayote y otras hierbas) o el delicioso pollo cocinado en hierba de limón. También preparan una pizza casera al momento, muy rara pero que está rica. Cuando pidáis tened paciencia... suelen tardar entre media y una hora en prepararlos.

Para desayunar, no os lo penséis: el café nativo es delicioso. Este buen sabor se explica porque el mejor café siempre es el de altura. Recién hecho, servido en una cafetera gigante con un pequeño colador, este café es la excepción en el triste panorama cafetero filipino. Lo mejor es acompañarlo con unos huevos revueltos con vegetales y arroz.

Tras tomar fuerzas con este desayuno es muy recomendable hacer la caminata hasta las Tappia Waterfalls, una cascada enorme escondida entre las montañas. Calculad una hora para llegar hasta allí. Es duro porque hay que subir y bajar un par de montañas que a primera vista parecen bajitas. Además, hay que atravesar las impresionantes terrazas de arroz y pasar por la aldea de Batad. En la aldea hay algunos locales de comida y si podéis, dad un vistazo a la curiosa iglesia metálica, abierta durante las eucaristías.
Tras la caminata a través de las terrazas, el pueblo y la montaña, os toparéis una bella cascada de 30 metros que se convierte en un bravo río. Allí, podréis optar por bañaros en sus aguas fresquitas (cuidado de no acercaros a la cascada, hay gran riesgo de ahogarse). También se puede tomar el sol en su pequeña playa de piedras.

La vuelta de Batad hasta la carretera es más dura que la ida, ya que es de subida. Hacedla con tranquilidad y veréis que no es para tanto. Varios jeepneys os esperan en los sari-sari. Lo mejor es juntaos con un grupo para pagar mejores precios, ya que son muchos los que llegan a pedir hasta 2500 pesos por jeepney.

Una vez de vuelta a Banaue, lo mejor es dirigirse a lo largo de la Main Road, donde hay diversos edificios de tres o cuatro plantas que hace a la vez de hostels así como de restaurantes. Muchos cuentan con terrazas agradables desde los que ver las terrazas de arroz de Banaue, como despedida antes de tomar el bus. La comida es bastante mediocre en general.

Me gustó mucho esta escapada, aunque tal vez hubiera añadido un día más en Sagada. Si me animo a volver a hacer el eterno viaje nocturno en bus volveré. Además, quiero oír los tradicionales "hudhud", los miles cantos que los Ifugao saben de memoria y cantaban a pleno pulmón mientras hacían las labores de los arrozales. 

dimarts, 14 de maig del 2013

Singapur

Singapur, pequeña ciudad-estado en el estrecho de Malaca, es única. Pasó de ser un villorio de pescadores a un puerto libre de la Compañía de las Indias Orientales gracias a Sir Thomas Stamford Raffles a principios del XIX. Tras el drama de la II Guerra Mundial y la invasión japonesa, el Partido de Acción Socialista de Lee Kuan Yew emprendió un rápido proceso industrializador y de regulación social bajo un único partido tras la salida de Malasia del Imperio británico. Singapur fue expulsado de la federación malaya en 1965. Sin embargo, los diferentes gobiernos más o menos bajo forma de dictadura policial consiguieron llevar a Singapur al nivel de actual: un auténtico hub mundial del turismo, los servicios financieros, los medios de comunicación o la investigación biomédica.

Nada más llegar del moderno aeropuerto nos fuimos a nuestro hotel, el Holiday Inn Atrium. Cuenta con una impresionante arquitectura y lo cierto es que nos pudimos alojar aquí gracias a Arturo. Como empleado de IHG dispone de precios más que asequibles para alojarse en los hoteles de la cadena más grande del mundo. El hotel estaba a diez minutos caminando desde la parada de MRT Outram Park, por lo que allí nos bajamos llegando del aeropuerto. El hotel parecía una nave espacial gigante en su interior.

Casualmente topamos con un pequeño "horno" chino: Tiong Bahru & Snack. Como teníamos hambre, paramos a comprar algo, con tan buena suerte que resultó ser uno de los mejores lugares de Singapur para tomar "siao mae", un delicioso tipo de ravioli chino al vapor. También tenían pastel de zanahoria, bolas de batata, rollitos de verdura fritos o deliciosos "pao" al vapor. Todo recién hecho y a buen precio. Está situado en Outram Road, junto un grupo de restaurantes de comida picante, típica de la región china de Sichuan.

Paseando por los muelles del río Singapur llegamos hasta el agradable Clarke Quay, una serie de antiguos almacenes que ahora se han convertido en un moderno centro comercial donde abundan lso locales de copas, con las calles cubiertas por sombrillas gigantes de diseño. A continuación llegamos a Boat Quay, un delicioso conjunto de casitas antiguas ahora restauradas con decenas de restaurantes de todo tipo. Lo bueno de estos paseos es que el arte se encuentra por doquier, ya sea debajo de los puentes que cruzan el río o en las estatuas que jalonan los muelles. Una de las que más llama la atención es el gordo pájaro del genial Botero. Al llegar a la bahía empezamos visitando uno de los puntos calientes para el turismo: Merlion Park. Aquí está situada la famosa escultura del león con cuerpo de pez que en los sesenta se convirtió en el símbolo turístico de esta rica ciudad Estado. Singapur significa "ciudad león" en malayo. Lanzándo agua por la boca, la escultura es fotografiada miles de veces por decenas de turistas. Hay una réplica más pequeña justo detrás.

Continuamos el paseo por la bahía, sorprendiéndonos de las maravillas arquitectónicas de todo tipo que la jalonan, a la cabeza, claro está, el grandioso hotel Sands by the Bay, del impresentable de Adelson. Las tres torres sujetan un alargado jardín con piscina, convirtiendo a este conjunto en uno de los edificios más impresionantes de la arquitectura contemporánea.

Como era la hora de cenar, nos dirigimos al interior del barrio financiero o CBD para comer en Lau Pa Sat Food Market, un hawker de estilo victoriano. En este mercado decimonónico restaurado se encuentran un conjunto de casetas de comida típica de Singapur a precios populares. De hecho, estos centros son una de las joyas de Singapur. El gobierno decidió hace unas décadas acabar con la comida callejera (en su lucha por lograr la limpieza perfecta) y juntó todos los puestos que abarrotaban la ciudad en diversos centros de comida (hawkers) donde los puestos son inspeccionados habitualmente por Sanidad, y cuentan con luz y agua. Además, hay sillas y mesas para que todo el que desee probar las diferentes especialidades lo pueda hacer de forma cómoda.

En este primer hawker cené "nyonya laksa", una sopa de especias que condensa la esencia de Singapur: técnicas y especias usadas por inmigrantes del sur de la India mezclado con los usados por los llegados desde la isla china de Hainan con ingredientes de Malasia. Esta sopa picante con noodles tiene además gambas, curry y unos pasteles fritos de pescado. Es deliciosa pero pica muchísimo. Fue necesario acompañarlo de un jugo de caña de azúcar con limón recién hecho, típico también.

Tras la comida, fuimos a dar otra vuelta por la bahía y nos quedamos a ver el show de láser, música y fuego que hay enfrente del famoso hotel de las tres torres. Era hipnotizante.

Al día siguiente nos levantamos prontito y fuimos en uno de los cómodos autobuses a desayunar en Little India. La comunidad india llega al 10% fruto de la inmigración tradicional que llega desde el sur de la India hasta Singapur. Fuimos a uno de los restaurantes veganos más famosos, el Ananda Bhavan, en el 58 de Serangoon Road. Está muy limpio, la comida es fresca y deliciosa y sus precios razonables. Pedimos idli, thali, dosa y roti, diferentes platos hindús donde predomina el famoso pan sin levadura. Especialmente delicioso era el de queso fundido. Sin embargo, cometimos el error de pedir que quitaran el picante, por los que el curry y las salsas picaban muchísmo y no nos dejaron desayunar a gusto. Suerte que pedimos nectar de rosas para acompañar. Tras el picante desayuno fuimos a visitar el templo hinduista más famoso de la ciudad, el Sri Veeramakaliamman, dedicado a la diosa Kali. Era mi primera vez en uno de estos templos y me sorprendió la variedad de dioses que cuenta el panteón hindú así como el miedo que transmiten muchas de esas imágenes. Las torrecitas de colores llenas de dioses me llamaron mucho la atención, así como los rezos que hacían los monjes a cada dios, los puntos rojos que muchos llevaban en la cara o el hecho que se repartiera comida vegetariana.

De ahí continuamos hasta el barrio musulmán o Kampong Glam, donde ver la gran mezquita del sultán, con su bella cúpula dorada. Atravesamos la famosa y peatonal Arab Street curioseando sus tiendas de recuerdos, restaurantes de comida de Oriente Medio y tiendas de perfumería tradicional.

Caminando hacia el distrito colonial llegamos al impolutamente blanco Raffles Hotel, antigua residencia del gobernador inglés. Este precioso edificio rodeado de un exhuberante jardín es ahora un hotel del lujo en el que probar el famoso Singapore Sling, cóctel que fue inventado en el Long Bar de este hotel. Admiramos los antiguos edificios del ayuntamiento y el parlamento así como el campo de cricket que hay en mitad del distrito. Es preciosa también la estructura que ha creado Sir Norman Foster para el nuevo edificio del Tribunal Supremo.

Nos dirigimos hacia la Esplanada para visitar el complejo de Theatres by the Bay, un precioso conjunto donde destacan las dos gigantescas cubiertas que imitan dos durianes colosales, fruta nacional de Singapur.

De ahí continuamos hacia Chinatown, núcleo de la comunidad china, que es mayoría en la ciudad, predominantemente llegada de o con antepasados de la isla de Hainan. Paseamos por la preciosa Telok Ayer Street, con sus bellas casitas restauradas donde pudimos ver el tempo Thian Hock Keng, de estilo chino, dedicado a los pescadores. Continuamos por Maxwell Road hasta llegar al mejor hawker de la ciudad: Maxwell Road Food Center. Lleno a rebentar me decidí por un arroz con pollo al estilo Hainanés: se trata de tierno pollo al vapor acompañado de un arroz ligeramente especiado acompañado de rodajas de pepino. De postre opté por unas "natillas de chocolate" hechas enteramente de soja.

Tras la comilona nos adentramos más en Chinatown recorriendo Pagoda Street con sus miles de puestos de recuerdos y visitando el templo de la reliquia dental de Buda. Aquí, entre miles de estatuas doradas de Buda se guarda un diente del famoso profeta. Numerosas ofrendas en forma de comida abarrotan el edificio. Por último, probamos una carne muy fina, desecada y recién asada que vendían en forma de lonchas. Es muy típica de Singapur y está deliciosa. Los mejores locales están a lo largo de New Bridge Road.

Seguimos paseando hasta llegar a Gardens by the Bay, el gran complejo ajardinado creado tras las tres torres del Sands. Aquí destacan los dos invernaderos que protegen la zona de flores así como la del bosque brumoso, que contiene incluso una cascada en su interior. Su moderno diseño acristalado con pilares blancos que sujetan los cristales es bellísimo. Ya había oscurecido y por eso empezó el espectáculo diario de Garden Rhapsody, gratuito, a las 7.45 y 8.45pm, en el que los "super-árboles" se iluminan al ritmo de las diferentes músicas en un espectáculo sin igual.  Luego fuimos a dar una vuelta por Shoppes at the Sands, el moderno centro comercial frente a the Sands, lleno de tiendas de lujo, con un canal por la mitad que se puede recorrer en barca y dónde destaca la gigantesca tienda de Louis Vuitton, situada en mitad de la bahía en un moderno edificio acristalado al que se accede por una pasarela. En el paseo marítimo también destaca el bello Museo de las Ciencias, blanco y con forma de flor.

Al día siguiente decidí empezar bien temprano con un típico desayuno de Singapur. El mejor lugar dónde hacerlo es en cualquier local de la franquicia Ya Kun Kaya Toast. Aquí sirven desde hace décadas la famosa tostada kaya, rellena de un dulce singapurense típico hecho de huevos, azúcar, leche de coco y mermelada de pandan (una fruta del sudeste asiático), además de mucha mantequilla y, a veces, queso derretido. Estas tostadas se acompañan de un café dulce y unos huevos pochados. Nada más típico para empezar el día en Singapur.

Tras el desayuno fuimos hasta Sentosa Island, cruzando a pie su puente peatonal. Esta gigantesca isla fue urbanizada a más no poder y cuenta con decenas de opciones de ocio. Como ya habíamos estado en los dos parques que Universal Studios tiene en Orlando decidimos no entrar en el que hay en Singapur y optar por visitar Adventure Cove, el parque acuático de la ciudad, aprovechando el buen tiempo. Sin embargo, nos decepcionó un poco por ser muy pequeño y las atracciones poco emocionantes. Pero estuvo curioso. Cuenta con varios toboganes gigantes en los que lanzarse en lanchas de dos en dos y con un río que recorre todo el parque en el que avanzar en un flotador. Uno de los tramos está cubierto por un acuario gigante y en otro podremos admirar diversos tipo de manta-raya. Aunque la atracción más sorprendente es un recorrido en una piscina gigante de agua marina con gafas de snorkel en la que podremos admirar más de veinte tipos de peces tropicales viviendo entre rocas y arena de forma cómoda.

Un poco quemados salimos al encuentro de Sebas, que había decidido visitar el parque temático de Universal y allí había conocido a un simpático hindú que vivía en Nueva Zelanda. Decidimos comer en la Malaysian Food Street, un complejo que imita una calle con puestos callejeros de todo tipo. Me decidí a probar otro plato típico: el Kway Teow frito. Se trata de unos noodles de arroz tipo tagliatelle cocinados con salsa de soja y belachan (una pasta de gambas), zumo de tamarindo, brotes de soja, cebollino chino, gambas a la plancha y salchicha china. Todo cocinado en wok. Exquisito.

Para bajar la comida fuimos a pasear por las playas artificiales que hay en Sentosa, muy conseguidas, y de paso vimos un simulador de caída libre, que cuenta con pontentísimos ventiladores capaces de sujetar a personas en el aire. En Singapur, el que se aburre es porque quiere.

Gracias a Sebas y su facilidad para hacer amigos, pudimos conocer la maravillosa piscina del piso 57 del hotel Sands by the Bay de noche. Efectivamente, el hindú se alojaba en una de las habitaciones del famoso hotel, por lo que nos invitó a bañarnos en la grandiosa infinity pool del hotel en mitad del Skypark, único parque arbolado en un piso 57. Fue una experiencia única. Los visitantes no tienen acceso de ninguna manera a esta piscina, ya que está reserva en exclusiva a huéspedes del hotel y sus invitados.

La arquitectura interiore de estos tres edificios es maravillosa, semejante a una ópera, ya que los pasillos van situándose de forma escalonada, siguiendo la curvatura de las torres. Y en la cima, bañarse en la piscina es algo maravilloso, sobretodo disfrutando de las impresionantes vistas de los rascacielos de Singapur en plena bahía.

Finalmente, el último día fuimos a la noria gigante, el Singapore Flyer, la noria más grande del mundo. Primero te hacen pasar por una serie de salas donde se explica de forma lúdica cómo funciona una noria así como las principales características de esta noria frente a otras del mundo. Luego te suben en una de las cientos de cápsulas en las que caben hasta 35 personas y empieza el recorrido en el que podremos admirar toda Singapur de forma genial. Vale la pena si se compra en promoción, ya que el precio habitual es algo elevado.

Tras la noria subimos en un barquito que nos llevó desde Clarke Quay por todo el río Singapur y por la marina, con un vídeo explicativo de los principales hitos arquitectónicos de la ciudad así como su historia. No estuvo mal.

Para comer, ese día fui al hawker de Newton Circus, especializado en mariscos. Allí probé el Hokkien Prawn Mae frito, preparado con noodles amarillos, huevos, ajos, salsa de soja, brotes de soja, gambas y sepia. Para aderezarlo se le puede exprimir un poquito de lima por encima y los que amen el picante le podrán poner la salsa de chile que viene en un lado.

Me dispuse a pasear por la comercial Orchard Road, admirando la arquitectura de muchos de sus centros comerciales, impactante, especialmente un cristal gigante que transmite cambios de colores y que cubre un edificio entero. La tarde se estaba poniendo fea así que decidí meterme en el Museo Nacional de Singapur. A partir de las 6 de la tarde sus Living Galleries son de acceso libre, así que las curiosée, especialmente las dedicadas al cine de Singapur (con influencias malayas, chinas, estadounidenses e hindúes), a la moda y sobretodo, a la comida, gran pasión nacional.

Mi viaje acabó volviendo rápidamente al aeropuerto en el eficiente MRT. Cómo tenía mucha sed me compré de camino una bebida isotónica en lata que empecé a beber frenéticamente en el andén. Sin embargo, un grupo de hindúes me empezaron a mirar con cara rara e incluso empezaron a hacerme gestos. No sabía que querían pero rápidamente recordé que en el metro estaba prohibido comer y beber. La multa es de 500 dólares de Singapur. No en vano la llaman "la ciudad de las multas". Inmediatamente escondí la lata y les di gracias por avisar. Menudo disgusto si me llegan a multar antes de abandonar tan preciosa y agradable ciudad.