Experimental Prototype Community
Of Tomorrow o EPCOT es el segundo parque de atracciones que se inauguró en el
macro complejo Walt Disney World de Orlando, el mayor complejo de ocio del
mundo. Tras la exitosa apertura de Magic Kingdom, una versión ampliada y
mejorada del parque original fundado en California, Walt Disney Company abrió este
segundo parque para mostrar a niños y grandes su visión de como serían las
comunidades del futuro, construyendo una ciudad experimental. Sin embargo, no
se le otorgaron los permisos para construirla si no abría primero su parque
Magic Kingdom. Y para cuando el primero estuvo acabado, Disney ya había muerto
y los responsables de la empresa decidieron no introducirse en el negocio
urbanístico. Por eso decidieron reformular la idea de una ciudad experimental
hacia un segundo parque temático que abrió en 1982 con el nombre original que
Disney quiso: EPCOT.
El parque está dividido en dos
grandes zonas: por un lado está Future World, construida alrededor de la plaza
gigantesca central con una fuente y el monorraíl automático rodeandola, que conecta en pocos minutos la entrada de
EPCOT con la de Magic Kingdom. Diferentes pabellones contienen atracciones
supuestamente educativas así como restaurantes y tiendas. Tras admirar la enorme
bola de la entrada a la que por desgracia nunca entré, nos dirigimos hacia The
Land, un pabellón dedicado a los ecosistemas terrestres y a la agricultura. En efecto, empezamos entrando a la atracción Living
with the Land. Durante un cuarto de hora viajamos en un bote viendo primero
grandes dioramas que imitaban diferentes ecosistemas como la selva o el
desierto, para luego pasar a los invernaderos en los que la Walt Disney
Company, en colaboración con el Departamento de Agricultura de los EE.UU.
investiga nuevas formas de cultivar de forma más sostenible y en lugares
extremos. Frutas de todo tipo así como hortalizas y especias abarrotaban la
pequeña parte de los invernaderos que se enseñan. Me llamó la atención algunos de los cultivos colgados en miles de macetas o los que necesitaban muy poca agua.
También había una sección en la que se veían piscifactorías donde se criaban
cientos de tilapias, langostas, cocodrilos o anguilas. Y al finalizar, se
enseñaba un proyecto muy innovador de piscifactoría integrada a cultivos de
invernadero, en la que los desperdicios de los peces eran usados como abono
para las plantas y partes de estos cultivos como alimentos para los peces.
A continuación, pasamos a la
atracción de al lado, una de las más populares: Soarin’. Se trata de un gran
simulador de caída en parapente que nos llevará por toda California, desde San
Francisco a Los Ángeles, pasando por sus bosques, playas, desiertos, valles
vinícolas, montañas nevadas y acantilados. Bastante bien hecho, con el final en
el parque Disney original, acabando con unos bellos fuegos artificiales.
Salimos de este pabellón y nos
dirigimos justo al lado contrario, al pabellón de Mission: Space, en el que dos
simuladores (el verde, flojito, y el naranja, fuerte) nos darán la sensación de
un despegue así como de gravedad cero. Esta atracción es también muy popular.
En efecto, al subir al simulador, muy pequeño, de sólo cuatro personas,
tendremos la sensación de entrar en una pequeña cápsula espacial, llena de
botones y pantallitas. Con una ventanita delante nuestro, y totalmente inmovilizados
por las barras de seguridad, nos colocarán boca arriba, con la pantalla
mostrando como si estuviéramos en un cohete hacia arriba a punto de salir hacia el espacio. El despegue es
alucinante, da una sensación total. Y marea muchísimo. La salida al espacio
también es épica. Se supone que nos meten en un hipersueño, por lo que nos
despertaremos de golpe llegando a Marte. Eso sí, una cortina de asteroides casi
nos destrozará la nave. Felizmente acabaremos aterrizando en un aeropuerto
espacial del Planeta Rojo. Y saldremos algo mareados. Desde luego, la
gigantesca estructura de este simulador consigue generar sensaciones únicas.
Justo al lado se encontraba una de las atracciones que más
éxito tienen: el famoso Test Track de coches del futuro. Pero estaba cerrada por
remodelación. Lástima.
Vista más o menos esta zona, nos
adentramos en la enorme segunda área del parque: Showcase Plaza. Se trata de un
gigantesco lago, llenado con água de los ríos de todo el mundo, que está
rodeado por pabellones de once países distintos. Se intenta que la tematización
sea total, por lo que los empleados de cada una de las zonas de los países son
efectivamente nacidos en esos Estados. Empezamos por la izquierda y el primero:
México. A un lado, una recreación de un pequeño pueblo colonial y al otro, la
de una gran pirámide maya. Antes de entrar a explorar la falsísima pirámide,
nos tomamos un delicioso frozen margarita de limón, fresa y mango (así, en tres
pisos de sabores). Delicioso y refrescante. Una vez dentro, un mercado de
productos típicos mexicanos de todo tipo nos espera, con restaurantes y una
cava de tequila, a la que prudentemente nos resistimos. Entramos a la Gran
Fiesta Tour Starring the Three Caballeros: un recorrido en barca donde vemos al
Pato Donald, Panchito y José Carioca, que le acompañan recorriendo los
principales lugares del país azteca a ritmo de mariachis. Bastante simple la
cosa, pero pasamos el rato.
Seguimos caminando hacia Noruega,
en un cambio brutal. Una iglesia-torre de madera alta, típica de los vikingos,
preside la zona, que continua con la recreación de un pequeño pueblo costero de
los fiordos. La atracción de esta área, además de un gran restaurante y una
panadería con repostería tradicional escandinava, es Maelstrom, un paseo en
barca con alguna que otra caída suave a través de bosques, fiordos y hasta plataformas
petrolíferas del Mar del Norte. Por cierto, en la entrada a esta atracción
encontré una de las orejas de Mickey Mouse ocultas que hay en todo Walt Disney
World: uno de los vikingos del gran mural las lleva puestas, en vez del
preceptivo casco con cuernos. Si os fijáis, en la foto lo podéis ver. Hay libros escritos sobre todas las orejas del famoso ratón ocultas en todos los parques de Orlando... pero yo sólo encontré una.
Seguimos, en otro cambio
espectacular, a China, con diversos edificios de la Ciudad Prohibida de Beijing
así como con el famosísimo Templo del Cielo, en cuyo interior los más fans
podían hacerse fotos con Mulán. No comento las réplicas de los guerreros de
Xi’an, porque eran muy pequeñas y toscas. Lo que si estaba muy bien era el
Lotus Blossom Café, con sus ravioles chinos y sus rollitos de primavera. El
restaurante anexo era muy caro, y tampoco vimos el espectáculo sobre China ni
paseamos por las tienditas.
Pasamos a Alemania, que trataba
de imitar de forma muy mediocre una plaza típica bávara, con su Biergarten y
todo. La tienda de dulces me enseñó algo que yo no sabía: resulta que
Werther’s Original es una compañia alemana, fundada precisamente en el pueblito
de Werther, donde una familia patentó la deliciosa receta de estos caramelos
mantecosos. En esta tienda, además de ofrecerse los diversos productos de la
marca, también vendían repostería recién hecha con el caramelo de la compañía como ingrediente:
desde brownies recubiertos, a manzanas y croissants rellenos. Por supuesto, una
enorme tienda de productos navideños estaba disponible en la plaza, así como
otra de jarras de cerveza tradicionales.
Al lado está Italia, donde se
recrea la plaza de San Marcos así como las callejuelas de Roma. Totalmente
patético el intento de recrear la Fotana di Trevi, todo un insulto a este gran
monumento. Sin embargo, la cava de vinos Tutto Gusto así como la tienda gourmet
anexa ofrece productos italianos de la mejor calidad a precios asumibles.
Pedimos reserva para cenar en la Trattoria Via Napoli y continuamos nuestro recorrido.
Así, llegamos al pabellón
central, como no podía ser de otra manera, dedicado a los Estados Unidos de América.
Un gran edificio colonial, copia de uno existente en Filadelfia, preside la
zona. En el interior se encuentra un espectáculo llamado The American
Adventure, donde se narra la historia de la primera potencia mundial. Como mis
compañeros estadounidenses no quisieron entrar, me quedé sin verlo. También cuenta con una
exposición dedicada a diferentes personalidades importantes en la lucha por los
derechos civiles de diferentes minorías, como la afroamericana o la
japoamericana, así como de las mujeres. Y por supuesto, el obligatorio
restaurante de hamburguesas y hot dogs. Justo enfrente, un gran escenario
acogía un concierto permanente de una banda de rock: los 2U. Y no es broma.
Con la música rock de fondo llegamos
al Japón. Nada más entrar hay un curioso puestecito de helados de té de
diferentes tipos. Luego, un precioso jardín rodeado de edificios y torres de
tipo Kyoto acogen tiendas y restaurantes japoneses de gran calidad.
Siguiente pabellón: Marruecos. A
un lado, arquitectura y patios típicos de Fez. A otro, callejones y un zoco
imitando al de Marrakech, así como la gran torre de su mezquita mayor. El sonido
de las diferentes fuentes de agua lo envuelve todo y el aroma de especias
también. En uno de los locales podremos hacernos la preceptiva foto con
Aladdín. Además del elegante restaurante Marrakech y de sus tiendas, el Café
Tangierine ofrece algunos platos tradicionales a buen precio, como el famoso
cuscús o una baklava de postre.
Y curiosamente, al lado se
encuentra el pabellón francés. Como no, una pequeña plaza parisina representada, (con la vista entre los tejados de la Torre Eiffel y todo) y la
calle de un pequeño pueblo de la Provenza al lado. Aquí si que no se pudieron
escapar mis amigos: entramos directos a Impressions de France, el espectáculo en cuatro
pantallas gigantes de cine donde se muestran los diversos paisajes del país más
bello de Europa. Diferentes restaurantes y tiendas estilosas (hasta una
perfumería) abarrotan este pabellón. Por supuesto una boulangerie no falta. Y
lo mejor: un puesto callejero gourmet que imita los quioscos verdes parisinos
donde se sirven cócteles de champagne y vodka francés Grey Goose granizado con
naranja o limón. Deliciosos.
Cruzando el “Sena” en una pobre
réplica del Pont Alexandre III llegamos al pabellón del Reino Unido, donde se
imita un barrio londinense de forma pésima. A pesar de contar con las rojas cabinas de
teléfono. Allí encontraremos tiendas de juguetes y otras dedicadas a los
Rolling Stone o a los Beatles, además de un Emporio del Té, un local para
futboleros, un pub irlandés o el típico puesto de Fish&Chips. Sin duda, el
hecho de que la tienda Guinness esté aquí, enfadará a más de un irlandés. De
eso estoy seguro.
Y la ronda acaba con Canadá y el
gran palacio del Québec, asi como una mala recreación de sus montañas y algún
que otro tótem de los nativos. Sin duda, la zona que menos me gustó. Como ya se
acercaba la hora de la reserva de la cena, volvimos corriendo a Italia y nos
adentramos en el gigantesco Via Napoli. Allí empezamos con diversos entrantes,
como calamares a la romana, alcachofas y berenjena rebozada y deliciosos
arancini, que son crujientes bolas de arroz fritas rellenas de ragú acompañadas
de salsa bolognesa. Luego pedimos una pizza de medio metro, cuadrada y
tradicional, hecha con harina y agua importadas desde el sur de Italia, así
como el queso mozzarella. La mitad la pedimos de cuatro quesos y la otra mitad
de prosciutto con melón y arugula. Hecha al horno de leña. Simplemente
perfecta. Cualquier italiano (incluídos los camareros) certificarán la gran
calidad de estas pizzas.
La visita acabó con el
espectáculo IllumiNations: reflections of Earth, en el que una bola del mundo
metálica gigante va dando vueltas por el enorme lago central mientras un
castillo de fuegos artificiales perfectamente coordinado con la música deleita
a los miles de visitantes. Los diferentes pabellones que rodean el lago se van
iluminando poco a poco e imágenes de todo el planeta se reflejan en la bola que
gira. Muy bonito todo. Hasta una boda se estaba celebrando en uno de los
muelles. Estos gringos son la leche.
Tanto para los europeos, como
para los que ya hayáis podido visitar alguna EXPO Universal, EPCOT no tendrá
mucho que ofreceros. En realidad es un parque agradable para dar un paseo, pero
rezuma mediocridad. No hay ninguna atracción memorable y su tematización no es
tan buena como la de otros parques Disney. Sin embargo, para un grupo joven,
EPCOT puede ser la excusa de pasar un día emborrachándose por el mundo: se
empieza con el margarita mexicano y un shot de tequila, para luego darle a la
cerveza noruega, continuar con una Tsin Tao china, seguir con otra jarra de
cerveza alemana, saborear un vino italiano o un chupito de Limoncello,
continuar con otro chupito de sake japonés, seguir con un granizado de vodka
francés y naranja o una copa de champagne o vino de Burdeos y acabar con una
pinta de Guinness en el Reino Unido. Las risas de pabellón en pabellón pueden
ser memorables. Pero el dolor de cabeza del dia siguiente, lo puede ser aún
más.
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