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dilluns, 30 de maig del 2022

El eje cafetero colombiano

La Colombia que todos nos imaginamos

La película "Encanto" de Disney ahora y las telenovelas antes, pero sobre todo las novelas de Gabriel García Márquez siempre, han configurado la imagen que tenemos de Colombia los que no habíamos podido visitarla antes. Pero eso es solo un parte de Colombia: la parte que la define como la tierra que produce el café, siendo Colombia el segundo mayor productor del mundo tras Brasil.

Y eso es el eje cafetero, que lo componen tres departamentos colombianos: Caldas, Quindío y Risaralda. De hecho, en estos departamentos se produce el 10% del café mundial. Una visita a Colombia no puede dejar de lado esta zona, porque es la Colombia que todos nos imaginamos. 

Para llegar a la zona, lo mejor es tomar un avión hasta los aeropuertos de Manizales, Armenia o especialmente Pereira, el mejor conectado. Y esto nos llevará a disfrutar de un ejemplo excepcional de paisaje cultural sustentable y productivo único, que representa una tradición que representa un símbolo poderoso tanto a nivel nacional como para otras zonas cafetaleras del mundo. Estos paisajes son reflejo de una tradición centenaria consistente en cultivar en pequeñas parcelas de bosque alto y del modo en que los cafetaleros adaptaron el cultivo a las condiciones difíciles de la alta montaña. Son paisajes con tanta personalidad que la UNESCO los ha declarado patrimonio de la humanidad.

Las zonas urbanizadas, en su mayoría pueblos situados en las cumbres de las colinas, se caracterizan por una arquitectura creada por los colonos procedentes de la región de Antioquia, de influencia española. Como materiales de construcción se utilizaron materiales tradicionales, tales como tapia, bahareque (cañas trenzadas) para los muros y tejas de arcilla para los tejados. Algunos de estos materiales persisten todavía .

Yo opté por el aeropuerto de Pereira, una ciudad sin apenas turistas, pero que permite conocer una típica ciudad media colombiana muy agradable. Luego, de la estación de autobuses de Pereira tomamos un autobús directo a Salento. Nos esperaban cuatro días en el corazón cafetero de Colombia.

Salento

Situada en mitad de boscosas montañas, Salento basaba su economía en el cultivo del café y la pesca de truchas de río. Ahora, el turismo se ha convertido en un gran motor económico que está haciendo crecer a este pueblecito paisa. Cada vez son más los que acuden a disfrutar de sus coloridas calles. Pero sobre todo, su cercanía al valle de Cocora es lo que ha convertido a este en un lugar imprescindible.

El eje central es la calle Real (o carrera 6), vía principal que sale de plaza Bolívar, llena de tiendas de recuerdos y restaurantes de todo tipo. Al final de la calle hay unas escaleras que suben al Alto de la Cruz, desde donde ver el paisaje y el propio pueblito.

Salento, al estar lleno de turistas de todo el mundo, cuenta con una gastronomía razonable, incluyendo restaurantes italianos o vegetarianos; así como una pequeña oferta de ocio. Por ejemplo, en el bar "Los Amigos" se puede jugar al "tejo", el juego del interior colombiano más famoso. Se trata de lanzar pesados discos metálicos sobre bolsitas de pólvora situadas en una cancha de madera rellena de arcilla fresca con agujeros metálicos. Si consigues explotar uno te dan 6 puntos, si tocas uno pero no explota, 3 puntos... y así varias reglas. El objetivo es llegar a los 21 puntos para ganar. Más divertido aún si se hace en grupo. No os asustéis con las explosiones de los petardos y cuidado no os caiga alguno de los pesados discos metálicos en los pies.

Para comer algo, de noche lo mejor es ir a la plaza Bolívar y toma algo en los puestos ambulantes con bancos en mitad de la plaza, sobre todo una tradicional trucha preparada de varias maneras o un delicioso gran patacón con varios ingredientes posibles por encima.

La otra posibilidad recomendada, en este caso para el almuerzo, es la Rola, en la calle 5 de Salento, un local humilde pero estupendo, donde una señora de Bogotá os servirá el menú del día por algo menos de 4 euros: sopa casera y un plato de arroz, ensalada, maduro y una carne deliciosa.

Los desayunos suelen servirse en los hoteles en los que os quedéis, a base de arepas calientes con huevo acompañadas de delicioso "pan de bono", a base de fécula de maíz, junto con almidón de yuca fermentado, queso y huevo: exquisito.

Salento se utiliza como base para descubrir las maravillas de la región. Nosotros visitamos el valle del Cocora, una finca cafetera y el pueblo cercado de Filandia. Para desplazarse por aquí, o se alquila uno un coche o toca montarse en uno de los todoterrenos de la II Guerra Mundial, muy baratos y con muchísimas conexiones entre pueblos y lugares turísticos. Los Jeep "Willys" se usan para llevar turistas de arriba abajo, pero también cerdos, muebles, frutas y sobre todo, sacos de granos de café. Eran modelos sobrantes de la II Guerra Mundial que Estados Unidos envió aquí en los años 50, donde los vendieron con espectáculos itinerantes en plazas de pueblo. Los vendedores subían y bajaban las escaleras frente a las iglesias con estos vehículos. En los viajes siempre se va incómodo y apretado, pero es toda una experiencia.

Finca cafetera El Ocaso

Es obligatorio visitar una finca cafetera si estamos por la zona. Colombia es el tercer mayor exportador de café del mundo y el único gran productor que solo produce café arábigo. 

Los jesuitas trajeron este cultivo en el siglo XVIII, al ver que las condiciones eran ideales, por estar cerca del ecuador y permitir cultiva a gran altura, donde los granos maduran más despacio, lo que produce un grano más duro y denso, con un sabor más consistente al tostarse. La frecuente lluvia permite que los arbustos estén casi siempre en flor, permitiendo recoger dos cosechas anuales, cuando es especialmente interesante visitar el eje cafetero: la primera es en abril y mayo, y la segunda entre octubre y diciembre.

Nosotros optamos por la finca "El Ocaso", en la vereda Palestina, a unos veinte minutos en coche desde Salento. En esta finca muestran qué es lo que hace único al café colombiano y además, permite entender mejor el duro trabajo que implica poder degustar una buena taza. Todo café colombiano debe recogerse a mano, y así lo haréis también en una parte del recorrido, donde aprenderéis a recolectar los granos maduros con un cesto tradicional colgado.

Se empieza por la plantación: desde la semilla y los brotes hasta la recolección; y se sigue en el separado del grano y la cáscara, el secado (o tostado, depende del tipo de café que se busque) y finalmente el molido y su preparación para degustar. El guía lo explica todo mostrando esquejes, pequeños brotes, y luego los enormes arbustos con semillas (ya que fuimos en la primera época de recolección del año).

La preparación tradicional fue con el típico "calcetín" o filtro de tela donde se pone el café molido y se va echando poco a poco el agua a 90 grados para conseguir el sabor perfecto. Estaba muy rico, honestamente. Luego venden café tanto en grano como molido. Aprovechad y comprad, ya que luego es más caro en aeropuertos.

El valle del Cocora

Cocora es, sin ninguna duda, el paisaje más bonito del país. No por casualidad los billetes de más valor tienen este paisaje estampado. Por todas partes se ven los árboles nacionales de Colombia: las famosas palmas de cera, el tipo de palmera más grande del mundo, que llega hasta los 60 metros.

Hoy en día está bastante organizado. Los "Willy´s" os dejarán al lado del acceso al sendero. Tras pagar la entrada (ya que el valle es privado), podréis pasearos durante algunas horas para disfrutar de estos bellos y fotogénicos paisajes. Hay incluso un bosque de colibríes que no vimos porque las fuertes lluvias habían dejado incomunicado el camino que lleva hasta el mismo.

Aún así, pasear por sus montañosos senderos es una maravilla que no deja indiferente a nadie. Lo único malo es que se encuentran en peligro de extinción estas palmas por la presión humana y de ganadería en la zona, que hace que muchas palmeras no pueda crecer y sean arrancadas al inicio. Mi consejo para minimizar vuestro impacto sobre el valle: no utilicéis caballos e intentad no saliros de los senderos establecidos.


Filandia

Finalmente, a media hora en "Willys" de Salento se encuentra esta localidad cafetera tradicional, preciosa también. Tanto, que aquí se grabó la reciente telenovela "Café con aroma de mujer".

Además de sus casitas de colores y su bella plaza principal, también ofrece varias actividades, como el centro de interpretación de la cestería de Bejucos. Uno de los símbolos de este pueblo son los cestos tejidos que antaño usaban los recolectores de café. El museo explica los materiales, los tipos de cestos y el proceso de elaboración, por un precio simbólico. Los jóvenes están rescatando la tradición y ahora, además de los tradicionales cestos, también hacen preciosas lámparas y muchos otros objetos decorativos de gran calidad que encontramos en su tienda.

La otra gran atracción es una impresionante estructura de madera contemporánea de 19 metros perfecta para admirar el paisaje en lo alto de una colina tras caminar unos minutos desde el centro. Sobre todo lo que más veréis son paisajes de cultivo de café.

Finalmente, ninguna visita a Filandia puede acabar sin almorzar o cenar en Helena Adentro. se trata de un agradable local de cocina colombiana fusión. Dirigido por un chef de Filandia y su pareja australiana, este moderno restaurante es el mejor del Eje Cafetero sin ninguna duda. Ofrece platos colombianos presentados de manera innovadora, y siempre usando ingredientes frescos de granjas locales y gran calidad, reinventando recetas de la zona.

Sus bebidas naturales son muy creativas, como su limonada con sirope rosa de albahaca y zumo de lima. O su lulada: con zumo de limón, sirope de lulo y trozos de lulo. De entrante pedimos las deliciosas croquetas de yuca y las marranitas: una especie de panes hechos a mano con masa de maíz, rellenas con pierna de cerdo cocida lentamente con vino blanco, hierbas, ajo y cebolla, salsa de mayonesa casera, perejil, un toque de hogao y queso fresco de Filandia.

Seguimos con cuatro deliciosas costillas glaseadas con ron, limón, panela orgánica y salsa de soja, encima de arepas fritas con picadillo de tomates verdes, cilantro y limón, con una salsa al lado de remolacha en escabeche con cebolla morada, y un toque de chile.

También pedimos chuleta de pollo apanada con pan de yuca, pasta de tomate agridulce, queso crema para gratinar y papas con mayonesa casera, acompañada de un encurtido de pepino y zanahoria. Acabamos con unos suspiros quebrados caseros con maracuyá y crema de leche; y una buena taza de chucula caliente, una bebida a base de siete granos: haba, arveja, cebada, trigo, garbanzo, maíz y lenteja. Tras ser tostados y molidos, se mezclan con un melado que se prepara a partir de agua y panela, y se le agrega chocolate amargo, canela y clavo. Se bebe acompañada de queso fresco de Filandia.

Acabamos a tope pero es que el menú era tan interesante que quería dejarme las mínimas cosas sin probar. Lo único malo es que la comida tarda mucho en salir, deberían organizar mejor la cocina o reducir la carta.

Por tanto, merece mucho la pena visitar la región: tanto por sus paisajes como por sus gentes. Tanto por su comida como para descubrir la cultura del café y el resto de sus tradiciones. Me faltó visitar el parque nacional de Las Nieves o ir a los termales de Santa Rosa de Cabal, a los que intentaré ir cuando vuelva a Colombia. 

dilluns, 9 de maig del 2022

Medellín

Medallo

Medellín, o "Medallo", como le llaman los paisas,la ciudad de la eterna primavera, fue la que me dio la bienvenida a Colombia. Y la verdad es que me encantó. Situada en un valle en mitad de la cordillera de los Andes, Medellín es una ciudad dinámica, con una gran oferta cultural, de restauración y de ocio. Medellín es la segunda ciudad de Colombia, pero la primera en innovación, amabilidad y clima. Por eso opté por entrar a descubrir este fascinante país por aquí. Y no me equivoqué.

El valle lo atraviesa el río Medellín, del mismo nombre, y 53 afluentes descienden las montañas hasta llegar a él, creando muchas quebradas que la ciudad ha transformado en frondosos parques tropicales. Yo me quedé al lado de uno del ellos: el parque de la Presidenta, atravesado por un caudaloso afluente con cascadas con cuyo sonido me dormí las cuatro noches que pasé en la capital antioqueña. 

Opté por el hotel Dann Carlton Medellín, cómodo y bien situado en el Poblado. Quizá hay algo de ruido tanto por el río que pasa al lado con fuerza (ventanas climalite ayudarían), pero las vistas y la comodidad de la cama compensan. El desayuno está bueno y es bastante completo, pero no es el que uno espera de un hotel de cinco estrellas, ni por variedad ni por calidad. Cuenta con una piscina y gimnasio agradables, aunque al gimnasio le vendría bien una reformita.

El Poblado

Por tanto, me quedé en el Poblado, uno de los lugares donde más abunda la vegetación, con calles arboladas frecuentes y bellos parques creados por el gobierno municipal como herramienta para restablecer la confianza entre los ciudadanos y construir una paz sólida y duradera. Por ejemplo, el propio parque de La Presidenta, al lado de mi hotel, muy agradable con su cascada, o el parque de la bailarina, con unas preciosas vistas de la ciudad desde su mirador y una infinidad de árboles frutales.

El Poblado también es relevante porque fue aquí donde primero intentaron instalarse los españoles cuando llegaron a estas tierras. Sin embargo, debido a los problemas de convivencia con los nativos, acabaron trasladándose unos kilómetros más lejos, donde se fundó Medellín. En cualquier caso, el Poblado pasó de ser un lugar de haciendas al barrio más exclusivo de la ciudad a mediados de siglo XX. Se cree que sus primeros pobladores fueron judíos huyendo de la Inquisición. El hecho de que los pobladores de esta región cultivaran ellos mismos la tierra y fueran autosuficientes hizo de los paisas muy diferentes al resto de Colombia, donde las tierras las cultivaban esclavos traídos de África.

Para los foodies, el Poblado es el paraíso, empezando por la heladería "Amor-acuyá", que sirve helados de calidad con toque tropical. A esta vine recomendado por mi guía en el free tour de Poblado y la verdad es que me encantó. Amor-acuyá es el propio sabor imperdible que aúna el toque dulce y áspero de la fruta de la pasión con nata y un chocolate blanco colombiano con un 65% de cacao, que mezcla en una misma cucharada lo mejor de lo dulce y lo amargo. Quedó en el podio de los tres mejores helados del mundo hace unos años. Además, tienen otros sabores e incluso helados veganos con leche de coco que están riquísimos. 

Otro sitio imperdible es el Kai Restaurant, un vegetariano con opciones súper sabrosas del chef Barrientos. Nosotros pedimos un hummus de remolacha que venía acompañado de cítricos y otros vegetales seguido de un bol con arroz trufado y muchas otras verduras y legumbres deliciosamente preparadas. Para beber pedimos un kombutcha casero delicioso y de postre una torta de la casa con mantequilla de cacahuete y chocolate. Servicio de 10 y los ingredientes de primera.

Pero sin duda, si hay un restaurante al que ir si o si es Carmen, una joya gastronómica. No por casualidad es uno de los 50 mejores restaurantes en América Latina. Excelente ambiente y comida. Además de contar con un servicio súper amable y rápido. Pedí su exquisito ajiaco a base de delicioso pollo orgánico frito con una original crema de patatas de los Andes cubierta de especias, acompañada de huascas y maíz nativo. Y de postre el sabroso 7 leches: una pequeña tarta de suero de búfalo, leche de coco, nueces y haba tonka, acompañada de helado de yogurt ahumado y un miguelucho. Una pena que no volví a probar otras exquisiteces de su menú. Reservad con unos días de antelación.


En Poblado también hay mucha fiesta, especialmente a lo largo de calle 10, en barrio Provenza o en el parque  Lleras. No podía ser de otra manera en la ciudad natal de Maluma, Juanes, J Balvin o Sebastián Yatra.

Finalmente, a los que os guste la moda de calidad y el diseño, pero no os guste dejaros el sueldo en ello, Poblado es un sitio perfecto para hacer algunas compras. Las mejores marcas de moda de Colombia (y de Iberoamérica) son de Medellín, famosa por sus diseñadores e industria. La mayoría de marcas locales cuenta con boutiques en carrera 37 (conocida como Vía Primavera) harán las delicias de todo el que aprecie la moda y complementos de diseño con materiales de alta calidad y precios razonables (gracias al cambio del peso al euro).

Centro

Pero si es Poblado si barrio más inn, el origen de la ciudad se encuentran en el parque de Berrío, con iglesias barrocas que me recordaron mucho a las de Rio de Janeiro. Medellín se fundó con el nombre de una población ya existente en Extremadura (España) por Don Pedro Porto Carrero y Luna, conde de Medellín y presidente del Consejo de Indias de España, pese a que colonos ingleses posteriores intentaron cambiarle el nombre por el de New London (sin éxito). La ciudad, pese a fundarse 1616, no fue hasta principios del siglo XX cuando vivió un auténtico boom gracias a la inauguración del ferrocarril y al auge de exportaciones del café y de minerales. Con esas ganancias, la incipiente burguesía local invirtió en industrias textiles que aceleraron el crecimiento de Medellín y la llenaron de altos edificios art-decó, grandes almacenes, hoteles, cines y teatros.

Sin embargo, en los años 80, la ciudad se sumió en una espiral de violencia, drogas y corrupción por culpa principalmente de un hombre: Pablo Escobar, finalmente tiroteado por la policía en 1993 mientras trataba de huir. Durante los 80 y parte de los 90, Medellín pasó a ser la capital mundial del tráfico de la cocaína y por tanto, la ciudad más peligrosa del mundo. El turismo desapareció.

Sin embargo, esta terrible era llegó a su fin, y para celebrarlo, el artista local, Fernando Botero, regaló a la ciudad la icónica escultura de su paloma de la paz. Sin embargo, en 1995, durante un festival de música en el parque de San Antonio, un terrorista lanzó una bomba en una mochila bajo la estatua, matando a 28 personas e hiriendo a más de 200. Fue entonces cuando los habitantes de Medellín se dieron cuenta que Escobar no era la única persona que había estado tras los años oscuros de la ciudad.

La estatua quedó destrozada (y así sigue para recordar el terrible acto). Al lado se puso un cartel con la portada del periódico "El Colombiano" en grande para recordar este hecho. Además, Botero hizo una nueva estatua que también se colocó al lado de la destrozada, como símbolo de la resiliencia del pueblo de Medellín. Son muchas otras las estatuas callejeras del artista, tanto en esta plaza, como en la plazoleta de las esculturas frente al Museo de Antioquia. Es una pasada disfrutar gratis de tremendas obras de arte. Uno de los legados de la época de violencia y ajustes de cuentas son las imágenes de la Virgen de la Candelaria que hay en muchos parques y en cada estación de metro, colocadas por ser el único elemento que respetaban los narcos: donde había presencia de la Madre de Dios, respetaban ese espacio y no ponían bombas ni usaban armas.

En las callejuelas del centro uno encuentra vendedores ambulantes con todo tipo de frutas tropicales así como jugo de caña fresco con limón: delicioso. Pero tampoco podemos perdernos locales icónicos, como la casi centenaria pastelería Astor, en la calle Junín, fundada por un suizo que se mudó a la ciudad en 1930 y que ofrece los mejores chocolates y pasteles de la ciudad, destacando sus "morritos": unos bizcochitos cuadrados recubiertos de chocolate y con formas de animales.

Precisamente la calle Junín, ahora bastante decadente, fue la calle de moda de la ciudad, donde los grandes teatros y cafés reunían a la juventud de los años cuarenta y cincuenta para encontrarse y divertirse. Parte de esa grandeza aún se puede percibir en la pastelería Astor, precisamente. Aún hoy, las abuelas traen a sus nietos a merendar aquí, recordando los años en los que ellas venían cuando eran jóvenes.

El centro de Medellín también cuenta con una moderna zona de edificios gubernamentales donde se mezclan los estilos brutalista y contemporáneo. Del brutalismo, la gobernación de Antioquia, gigantesca mole de cemento gris, destaca junto con el retorcido e impresionante monumento a la raza. De lo contemporáneo, el llamado edificio de los palitos amarillos, el rascacielos que alberga las oficinas de la alcaldía de Medellín. Frente al mismo encontramos la llama eterna a la memoria de los periodistas asesinados en la región por decir la verdad, lista cuya placa aún tiene espacios vacíos porque las muertes siguen, por desgracia. O el parque de los pies descalzos, una de las primeras iniciativas para hacer la ciudad más amigable, donde poder caminar descalzo por arena, agua y finalmente, un calmado bosque de bambús: todo en mitad de la agitada ciudad.

Otro barrio icónico es Miraflores, con su elegante plazuela de San Ignacio, donde viejecitos juegan al dominó mientras la bella fachada barroca de la iglesia los mira. No muy lejos se encuentra la Placita de Flórez, el famoso mercado de flores, mascotas, plantas y también alimentos de la ciudad. No muy lejos también está el Museo Casa de la Memoria, un pequeño y moderno centro en el que aprender más sobre el origen histórico y geopolítico de los conflictos que tanto sufrimiento han causado a la ciudad: narcotráfico, guerrillas, paramilitares, violencia estatal, asesinatos a periodistas y líderes sociales, corrupción... la memoria de los miles de desaparecidos sigue presente. Lo más desgarrador son los vídeos de las víctimas a tamaño real con sus vivencias. Tuve la suerte de visitar el museo el 9 de abril, día nacional para la memoria y solidaridad con las víctimas del conflicto armado. Por ello, en el patio del museo, además de venderse todo tipo de productos artesanales realizados por antiguos guerrilleros ahora reinsertados en la sociedad, también habían reuniones de familiares de desaparecidos (miles de colombianos siguen desaparecidos. la mayoría a causa del ejército y policías colombianas). Los familiares siguen pidiendo respuestas.

Comuna 13

Pero si hay un lugar donde apreciar de verdad el gran cambio urbanístico de la ciudad para dejar atrás sus años de plomo, ese es Comuna 13, uno de los barrios más peligrosos del mundo hasta hace unas décadas. Llena de guerrillas, traficantes de droga y paramilitares, la Comuna 13 era un lugar al que los ajenos al barrio no podían poner un pie, a riesgo de recibir un balazo. Para resolver esta situación, el Estado colombiano utilizó la violencia como remedio, con operaciones militares y policiales, en la que destaca la terrible "Operación Orión" en 2002, cuando las fuerzas de seguridad, con el apoyo de paramilitares, barrieron el barrio durante dos días ejecutando allí mismo a más de 200 personas. Si bien es cierto que ello acabó con la presencia de las guerrillas de las FARC y el ELN, la violencia siguió incrustada en el barro, pues a las guerrillas les sustituyeron bandas menores de narcotraficantes, igualmente violentas y mucho más fragmentadas.

Fue entonces cuando las autoridades públicas se reuniones con líderes sociales, dejando atrás el modelo de represión policial, y diseñaron un nuevo modelo para pacificar la zona. Se trataba de reformar el barrio, mejorar sus comunicaciones, resignificar el arte callejero hacia una cultura de paz y expandir el acceso a la educación y el empleo para todos.

Ahora el turista puede pasear tranquilamente y ver como ha cambiado todo: lo más visible son las cómodas escaleras mecánicas, que ahorran mucho esfuerzo y sudor en subir las empinadas calles del barrio; las escuelas de música que se fomentaron han generado una serie de bandas de hip-hop que bailan por los diferentes rincones y parques; las galerías de arte son frecuentes y muestran impresionantes grafitis, muchos incluso con luces fluorescentes; y no sólo, el arte urbano aparece por todo lado; antiguos basureros se convirtieron en parques con grandes toboganes (no os perdáis el icónico parque Sergio Céspedes, explicado por algún local), en campos de fútbol o en terrazas arboladas con bancos. 

Mientras descubrís la Comuna 13, no dejéis de probar el famoso "mangobiche", un dulce perfecto para combatir el calor de la ciudad muy típico del barrio: trozos de mango helados en forma de polo que se comen hundiéndolos de tanto en tanto en un vaso de limonada. 

Además de parques, arte urbano y educación, el transporte ha sido otra de las claves en la transformación de la ciudad. Metro Medellín ha creado una red de líneas de metro elevado, autobuses rápidos, tranvías y lo más icónico: el metrocable, uno de los primeros teleféricos de transporte masivo del mundo fuera de estaciones de esquí. Estas líneas conectan con estaciones de metro para facilitar el acceso a vecindarios situados en altas colinas (los de menor renta), expandiendo la igualdad en la ciudad. Al acercar a los vecinos y los barrios, la violencia en la ciudad cayó de forma exponencial.

Para visitar el barrio os recomiendo un guía local, que os explicará las curiosidades de los habitantes y muchos rincones en los que no nos fijaríamos a simple vista. Se pueden reservar por Internet o yendo por la mañana a la parada de metro de San Javier, donde empiezan la mayoría de tours.

Guatapé

Desde Medellín vale la pena dedicar un día a visitar Guatapé. Hasta hace pocos años era imposible aventurarse a estas zonas rurales debido a la fuerte presencia de guerrillas. Desde 2006 se solucionó eso y ahora miles de colombianos y extranjeros abarrotan la bella región y disfrutan de ella.

Los frecuentes y baratos servicios de autobuses conectan la estación central de Medellín con la región. En muchas de las cantinas de carretera en las que para el autobús podréis disfrutar de un desayuno típico: arepas de choclo cocinadas en parrilla al carbón acompañadas de queso fresco y mantequilla.

Su atracción principal es la piedra del Peñol y sus 659 escalones. Este monolito de granito sigue siendo de propiedad privada, por lo que el acceso al mismo es de pago. Tras subir las escaleras construidas en una fisura de la roca, tendréis unas vistas de la bonita región salpicada de lagos artificiales, creados tras la construcción de una presa a finales de los años 50. Hacedlo mientras disfrutáis de un refrescante salpicón de frutas en zumo de sandía. Los lagos han generado una industria de los deportes de agua o incluso la pesca. Y han atraído a cientos de antioqueños que se han construido sus segundas residencias alrededor de estas aguas nuevas.

El antiguo pueblo colonial de Guatapé ahora cuenta con un agradable paseo marítimo que da la sensación de llevarnos al mar. Allí, decenas de terrazas ofrecen la tradicional bandeja paisa para el almuerzo, con arroz, frijoles, maduro frito, huevo frito, aguacate, carne molida, chorizo y chicharrones.  Y por supuesto, truchas del lago fritas al ajillo acompañadas de patacones. Tras el almuerzo, pasear por sus coloridas calles y animada plaza mayor es muy agradable. El pueblo es famoso por los bajorrelieves de sus casas, decoradas con formas geométricas de alegres colores.


También podéis acabar el día con una copa en el bello complejo Charlee Luxé, un hotel en mitad de la selva con una terraza maravillosa al borde de uno de los entrantes del lago donde se junta la gente guapa de Medellín un fin de semana. Aquí solo se puede lugar en transporte privado y lo descubrimos gracias a un amigo que nos llevó. Un lugar maravilloso para acabar una jornada descubriendo Guatapé.