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dijous, 21 de juliol del 2022

Turín

Piamonte, cuna de la Italia reunificada

Primera vez en esta bella región (antigua nación) cuya familia real, los Saboya, reunificaron Italia a través de su primer ministro Cavour, aliados con los revolucionarios capitaneados por Garibaldi. Y visité Turín, su capital y primera capital de la Italia reunificada. Turín además fue uno de los primeros y grandes polos de industrialización europeos durante el siglo XIX. Toda esa grandeza y dinamismo político, económico y social se ve perfectamente reflejado en la arquitectura de la ciudad.

La razón por la que fui a Turín fue por el festival de la canción "Eurovisión", que celebraba allí su edición de 2022. Sin embargo, quedé impresionado por la belleza de esta agradable ciudad italiana, menos conocida que muchas otras. Me sorprendió la cantidad de palacios y palacetes con los que cuenta, impresionantes la mayoría, y que refuerzan la sensación de estar ante lo que fue una gran capital. 

De los Taurini a los Saboya

Pero empecemos por el principio: Turín se fundó por una tribu céltica-ligura llamada "Taurini", gente de los Alpes que ocupó esta parte del valle del Po. La leyenda dice que los "taurini" vivían aterrados por culpa de un dragón que vivía en los alrededores. Para deshacerse de él, emborracharon a un toro para que matara al dragón, y, según la leyenda, así ocurrió. Por eso, todas las fuentes de la ciudad tienen dispensadores con cabeza de toro, símbolo de la ciudad. Y en varias plazas, como la de San Carlo, aún hay toros dorados en el suelo al que los visitantes pisan los genitales para tener suerte.

Cuando los romanos conquistan el enclave, fundan la ciudad de Augusta Taurinorum, que rodearon con una muralla defensiva, y cuyo plano original aún se puede ver en mármol en uno de los lados de la Porta Palatina, que por cierto es una de las pocas puertas de entrada amuralladas a una ciudad romana en pie que se pueden disfrutar hoy en día en el mundo.

Finalmente, en la Edad Media la ciudad empezó a conocerse como Turín y se gobernaba por un conde que vivía en la parte posterior del actual palacio Madama, que mantiene su aspecto romano reformado al estilo medieval.

Turín se posicionó como una de las grandes ciudades de la Cristiandad cuando en el siglo XVI su catedral acogió la "Síndone" o Sábana Santa, es decir, el sudario en que estuvo envuelto Jesucristo las horas que se mantuvo muerto en el sepulcro. La catedral de San Juan El Bautista (uno de los pocos ejemplos de arquitectura renacentista en la ciudad), acoge esta reliquia clave, guardada en un arcón y que se expone solamente en ocasiones especiales. Se puede rezar ante el arcón, situado tras una vitrina. Miles de devotos peregrinan a la ciudad anualmente para poder hacerlo.

Una ciudad inesperada llena de palacios

Pero el origen de la gran cantidad de palacios que albergan universidades, antiguas residencias de nobles, y sobre todo, las residencias reales, surgen cuando el duque Emmanuel Filiberto de Saboya (Testa d' Fer) trasladó su capital a Turín en 1562. Esta familia francesa elevó la ciudad de condado a ducado primero, y luego a reino, rediseñándola desde el siglo XVI. El propio duque Emmanuel ya empezó abriendo las primeras plazas monumentales y grandes bulevares.

El duque quiso mostrar el poderío de su familia acometiendo la ejecución de una vasta serie de proyectos de construcción, que serían proseguidos por sus sucesores. Este conjunto de edificios de alta calidad, diseñados y decorados por los mejores artistas y arquitectos de la época, tiene su centro en el Palacio Real situado en la “zona de gobierno” de Turín y se extiende por la campiña circundante, abarcando numerosas casas de campo y cotos de caza. Estas residencias fueron construidas entre los siglos XVI y XVIII, y su imponencia no tiene nada que envidiar a los palacios del Loira. 

El enorme Palacio Real, ahora sede del museo de las colecciones reales, nos dará la sensación de estar en una gran capital. Muy cerca está el Palacio Madama, antigua sede del Senado italiano y ahora museo de arte antiguo, de una belleza peculiar, con su gran fachada de mármol blanco por un lado, y otra medieval por el otro, como expliqué más arriba. 

Asimismo, el palacio Carignano, cuna de los primeros reyes de Italia, sorprende por su elegante uso del ladrillo rojo en la fachada. Sin duda, este es mi palacio favorito, pese a ser una residencia donde vivieron miembros de la rama secundaria de la familia Saboya. Construido en el siglo XVIII, guarda en su interior apartamentos privados de uno de los príncipes herederos, suntuosos y sin nada que envidiar a los mejores salones de Versalles. Además, en su ampliación también se construyó un bellísimo hemiciclo que albergó la sede del parlamento Sub Alpino, donde se decidió y planeó la unificación italiana. También se encuentra en otra de sus alas el actual museo del "risorgimento italiano", en lo que iban a ser las oficinas del primer ministro de Italia (que nunca se llegaron a usar porque se trasladó la capitalidad a Florencia en 1865). El actual museo enseña piezas clave para entender ese movimiento sociopolítico que anticipó la unificación italiana.

También me impactó el palacio del Valentino, a los bordes del río, en mitad de uno de los jardines más grandes de la ciudad. Además de los mencionados, me quedaron pendientes muchos otros, empezando por la Venaria Reale, un enorme palacio de verano rodeado de grandes parques. Decenas de edificios de estilo barroco y rococó decoran la ciudad, estilos franceses traídos por los Saboya. Muchos de estos palacios han sido reconocidos como patrimonio de la humanidad por la UNESCO.

El museo egipcio de Turín

Turín cuenta además con el museo egipcio más antiguo del mundo, fundado en 1824, poco después de que el ducado se elevara a Reino del Piamonte y la Cerdeña. Situado en otro palacio barroco construido por los Saboya, alberga la mejor colección de antigüedades egipcias que solo supera el museo de El Cairo. Y ello debido a un cúmulo de casualidades. La primera fue cuando en 1760, Vitalino Donati, profesor de Botánica de la Universidad de Turín, viaja a Egipto por orden de Carlos Manuel III de Cerdeña con el objetivo de recoger antigüedades como momias y manuscritos, trayendo más de 300 objetos. Sin embargo, la mayor adquisición se produjo en 1824 con la compra de la primera colección de antigüedades egipcias por el rey Carlos Félix de Saboya. 

Hoy, el museo cuenta más de 40,000 artefactos (aunque solo expone 3,300) ordenados de manera cronológica. Es decir podremos ver desde estatuas y papiros, a momias y objetos del día a día, ordenados desde la época pre dinástica hasta la conquista árabe de Egipto, pasando por los reinos antiguo, medio y nuevo, y las diferentes etapas en el medio, cubriendo casi 4,000 años de historia arqueológica y del arte. Personalmente me impresionó la tumba de Neferu, con frescos que contenían imágenes que nunca había visto (como sacrificios a vacas); los halcones disecados o la impresionante galería de los reyes con decenas de enormes estatuas de Sekhmet.

Un centro histórico perfecto

Además de palacios y museos, los Saboya también construyeron numerosas iglesias barrocas. De hecho, enfrente del apartamento donde nos quedamos los primeros días, en la plaza "della Consolata", una agradable y tranquila plazuela en pleno centro, se se encuentra el santuario homónimo, una obra maestra del barroco piamontés. 

Todos los alrededores de esa zona son calles rectas y agradables, llenas de bellos edificios residenciales de los siglos XIX y XX, palacetes de la época monárquica, bulevares arbolados con tranvías o el cercano Porta Palazzo, antiguo mercado de abastos y hoy lleno de locales gourmet donde probar delicias de toda Italia.

También hay varias galerías comerciales decimonónicas. De hecho, aquí fue donde aparecieron las primeras galerías del mundo, como la elegante galería SubAlpina o la imponente galería de San Federico. En esta última se encuentra el histórico cine LUX, originalmente llamado REX (durante la monarquía) y luego DUX (durante la dictadura de Mussolini). 

Pero es la Mole Antonelliana el gran símbolo de la ciudad y una curiosidad arquitectónica única de Turín. Concebida como la gran sinagoga de la ciudad, finalmente se convirtió en un pabellón de exposiciones y ahora alberga el Museo Nacional del Cine. Continua ostentando el récord de ser el edificio de ladrillos más alto de Europa. Os recomiendo encarecidamente subir a su terraza y disfrutar de las vistas de la ciudad así como de los Alpes que la rodean y sus nieves permanentes en sus cimas.

La arquitectura racionalista en Turín

Tras los siglos de los Saboya, las décadas del fascismos también marcaron a la ciudad. Como en otras ciudades italianas, también en Turín se observan algunos cambios urbanísticos implementados durante la era de Mussolini, destacando la Vía Roma, ejemplo clave del hiper-racionalismo de esa época. La antigua avenida de tiendas y paseos porticados fue rediseñada con formas rectas y sencillas, nuevas farolas y pilares, y escaparates amplios. 

Mármol blanco y ladrillos rojos eran los materiales usados en el rediseño de edificios, a través de los cuales el fascismo intentaba rememorar la grandeza del Imperio Romano. Un buen ejemplo es el impresionante Hotel Principi di Piemonte.

Al final de la avenida se encuentra la plaza C.L.N. en memoria del Comitato di Liberazione Nazionale, la estructura partisana de resistencia al fascismo. En esa plaza se encuentra uno de los edificios más caros de Turín, antigua sede de la Gestapo y actual edificio de apartamentos de lujo en el que suelen vivir jugadores de la Juventus.

Zonas industriales renovadas

Otros días los pasamos en el antiguo barrio industrial Lingotto, donde se encontraban la mayoría de factorías de la ciudad. Turín es la cuna de muchas marcas clave italianas, incluyendo FIAT, Martini, Nutella o Lavazza. Muchas de sus antiguas fábricas se han reconvertido en museos, edificios de oficinas, centros comerciales o incluso hoteles, como en el que nos quedamos: el Hotel AC by Marriott, situado en la antigua fábrica de pasta "Carpano", reconvertida en 1986. En los alrededores recomiendo visitar la antigua factoría FIAT ahora reconvertida por Renzo Piano.

Muchas de estas zonas también se renovaron cuando la ciudad acogió los Juegos Olímpicos de Invieron en 2006, con edificios como el Pala Alpitour.

Y hablando de Lavazza, una actividad popular es visitar sus oficinas centrales y su museo adjunto, en el que además de descubrir curiosidades del café y la historia de la marca, uno puede hacer una degustación de cafés premium en su moderno bar así como tomarse fotos en escenarios de muchos de los anuncios más famosos de la marca.

Gastronomía piamontesa

Finalmente, no quiero acabar esta entrada sin hablar de la gastronomía local. El hecho de que Turín no se encuentre entre las grandes rutas de los turoperadores trae muchas ventajas. Por ejemplo, al contrario que sucede en Roma o Venecia, en Turín es relativamente sencillo comer bien a precios aceptables. Al no ser una ciudad tan turística, sus restaurantes están más centrados en el público local, por lo que los estándares de calidad son mucho más altos que los establecimientos centrados en viajeros de otras ciudades italianas. Aquí os presento los que tuve la suerte de probar:

Helados

Pepino

Al lado del museo egipcio y frente al palacio Carignano, sirve excelentes helados con mucha historia. Ofrece todo lo que uno espera en Italia en materia de "gelati". Pedid la copa "Pepino" con helado de crema, gianduia y limón. Además, tienen sus deliciosos polos de varios sabores recubiertos de excelente chocolate negro, con receta de hace más de 150 años (especialmente delicioso es el de avellanas). Su terraza es muy agradable y los precios son bastante razonables. Y el personal bastante amable. Eran el proveedor oficial de helados de la Casa Real de Saboya, por lo que lo hacen muy bien.

Mara dei Boschi

Otra de las heladerías en la que se forman colas es esta. Mucho más contemporánea, ofrece sabores innovadores como el de almendra salada con albaricoque escarchado, aunque su tradicional helado de avellanas está muy rico también. Este lugar es más adecuado para llevar o comer por la calle.

Cafés

Caffè Al Bicerin

Turín tiene una gran tradición de merendar. Pero también de desayunar con calma. Y este es un gran lugar para disfrutar de ambos rituales. Fundado en 1763, este café, con mesas de mármol y paredes revestidas de madera, nos retrotrae a las típicas chocolaterías turinesas del siglo XIX. Aquí nació precisamente el "bicerin", la bebida más famosa de la ciudad, servida en grandes vasos redondeados, compuesta por una mezcla de café, chocolate y crema de leche endulzada con sirope. Pedidla acompañada de pastas piamontesas tradicionales (torcetti, lingue di gatto o canestrelli) y con eso tendréis un desayuno o merienda estupendos. Aquí degustaron esta bebida Dumas, Puccini, Nietzsche y sobre todo, Cavour, que frecuentaba este local. Su servicio amable pero algo lento.

Restaurantes

Además de los restaurantes más tradicionales, Turín ofrece una especialidad de comida rápida: el "crostone". Y el mejor lugar para probarlo es la cadena "Crostone.it". Se trata de un excelente snack  con ingredientes de la región. El más típico es el "crostone di bra e bagna calda" con los de salchicha cruda con una salsa de ajo, aceite de oliva y queso.

Respecto a los restaurantes donde comer en Turín, probamos varios, como el histórico "Porto di Savona", que no nos entusiasmó más allá de su curioso flan de gorgonzola. Recomiendo, eso sí, ir a comer a "Eataly", en el antiguo barrio industrial Lingotto. Se trata de un gigantesco supermercado con los mejores productos de Italia que agrupa a varios restaurantes que ofrecen comida de primera. Pero para probar la comida piamontesa, no os podéis perder  "Da Cianci Piola Caffè", donde recomiendo reservar en persona ese mismo día (no aceptan reservas por teléfono ni para otros días).

Da Cianci Piola Caffè

Con su agradable terraza en el jardín Bottero, ofrece platos de cocina de Turín sin pretensiones, a buen precio y con un personal amable. Es un estupendo lugar para una cena informal. Empezamos la cena con su vermut local, muy rico. Fue en Turín donde se inventó esta bebida. De entrante pedimos el famoso "vitello tonnato", que son cortes fríos de carne de vaca con salsa de atún y alcaparras. De primero: "tajarin" (una pasta de huevo piamontesa) con salsa de espárragos y un queso de la región: Castelmagno. Y de Segundo pedí cortes de cerdo con manzana al horno súper ricos. De poste, el famoso "bônet": un dulce que recuerda a un bizcocho aflanado a base de huevos, leche, cacao, ron y amaretti increíblemente delicioso. Y todo por menos de 20 euros por persona. 

Coctelerías

En Turín es muy típica la "apericena", una especie de aperitivo a lo grande, en el que poder comer barra libre de "antipasti" incluído al pedir las bebidas. Además, estos locales luego ofrecen cócteles de creciente calidad.

Smile Tree

Este es uno de los mejores, una coctelería de diez, una sorpresa inesperada: sirven cócteles maravillosos con ingredientes de todo el mundo, acompañados de elementos que hacen más agradable su bebida. Algunos se sirven con frutos secos, otros con trozos de frutas deliciosas, con chocolates y dulces… personalmente probé el "Carioca" y el "The Millionaire" y ambos estaban perfectos. Presentan los cócteles en bandejas originales acompañadas de estas comidas y su personal es súper amable. Por no hablar de sus muy razonables precios. Tanto nos gustó que fuimos todas las noches.

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En definitiva, Turín fue una agradable sorpresa y estoy seguro que acabaré volviendo, no solo para descubrir muchos de los palacios que me quedaron pendientes, sino también para descubrir la región del Piamonte, como la ciudad de Ivrea o el paisaje vitícola de Langhe-Roero y Monferrato.

dilluns, 11 de juliol del 2022

Cartagena de Indias

La perla de Colombia

Cartagena de Indias, también conocida como la perla colombiana, ofrece un centro histórico restaurado, lleno de restaurantes increíbles, boutiques de productos de gran calidad y locales de fiesta con los DJ más modernos. Y además, cuenta con modernos barrios llenos de rascacielos y playas estupendas en islas dispersas por su bahía.

Fundada en 1533 por Pedro de Heredia, como Cartagena de Poniente (para diferenciarla de la Cartagena de Levante peninsular). fue arrasada por un incendio en 1552, por lo que desde entonces las autoridades solo permitieron el uso de piedra, ladrillo y teja como materiales de construcción. La ciudad se convirtió en el principal puerto español en al costa del Caribe y el más importante de Sudamérica. Aquí se almacenaba gran parte del oro que luego saldría rumbo a Europa. De esa reconstrucción es su actual Ciudad Vieja, de los siglos XVI y XVII, que nos muestra bellos edificios coloniales a todo color, rodeados de más de cuatro kilómetros de murallas, y llena de patios con vegetación frondosa, balcones de madera, preciosas mansiones, plazas con palmeras y bellas iglesias. No por casualidad, Cartagena es la joya turística de Colombia, la parada obligatoria. Y no por casualidad, su puerto, fortalezas y conjunto monumental fueron declarados patrimonio de la humanidad por la UNESCO.

Pasear por la ciudad es escuchar notas de cumbia, vallenato y champeta, ritmos afrocaribeños que nacieron aquí. De tanto en tanto os encontraréis también con una palenquera, mujeres que llevan frutas en sus cabezas

Llaman la atención las gruesas murallas, construidas para proteger a la ciudad tras repetidos ataques de ingleses y franceses; siendo el peor de todos el del pirata Francis Drake, que además de destrozar la catedral, dejó a la ciudad sin un ducado en 1586. Cartagena fue sitiada hasta en cinco ocasiones, pero tras la construcción de la muralla, el último gran intento inglés por tomar la plaza, capitaneado por el comandante Vernon en 1741, fracasó. Blas de Lezo, oficial de la Armada española, capitaneó una exitosa defensa donde tan solo 2,500 soldados poco adiestrados y mal equipados repelieron un ataque de una flota de 186 buques y 25,000 soldados de la Royal Navy. Por ello, se le considera el salvador de Cartagena: perdió un ojo, un brazo y una pierna en sus acciones defensivas.

En 1810, Cartagena fue de las primeras ciudades españolas en proclamar la independencia de España, lo que animó a Bogotá y otras localidades a hacer lo propio. Sin embargo, en 1815, las fuerzas españolas retomaron la ciudad tras cuatro meses de asedio. Poco después, en 1821, las tropas de Simón Bolívar tomaron la ciudad y la unieron a la Gran Colombia. La ciudad vivió una segunda etapa de crecimiento, atrayendo a inmigrantes judíos, italianos, turcos, franceses, libaneses y sirios. A partir de los años 80 del siglo XX volvió de nuevo el esplendor gracias al turismo de masas, con las construcción de barrios enteros con rascacielos blancos, que recuerdan a Miami o a Panamá, y donde miles de colombianos y extranjeros pasan sus vacaciones, disfrutando tanto de la ciudad vieja como de las paradisíacas playas que rodean la ciudad.

La ciudad amurallada

La primera parada de cualquier visitante debe ser el centro histórico: rodeado por 13 km de murallas coloniales, es un laberinto de calles adoquinadas, balcones con buganvillas, majestuosos palacios y enormes iglesias. La ciudad nació gracias a su puerto natural, resguardado en una bahía del mar Caribe. No por casualidad posee el conjunto de fortificaciones más completo de toda Sudamérica. 

La ciudad original se dividía en tres barrios: el de San Pedro, con la catedral y numerosos palacios de estilo andaluz; el de San Diego, antiguo lugar de residencia de los mercaderes y la pequeña burguesía; y la barriada popular de Getsemaní.

San Pedro

El centro (San Pedro) es donde residían las clases altas. Aún hoy se pueden admirar los bellos palacetes, muchos de ellos hoteles actualmente. 

Mi visita empezó por aquí, a través de la puerta del Reloj, de estilo republicano, que se construyó en 1888 con un reloj suizo. Cartagena creció originalmente gracias al comercio de oro, esclavos y azúcar. Hoy en día, esta herencia es muy visible, sobre todo en la mayor presencia de población afrocolombiana y en sus deliciosos dulces tradicionales. Detrás de la puerta del Reloj se encuentra la plaza de los coches, que hacía las veces de mercado de esclavos, con soportales conocidos como "le portal de los dulces", con puestos de artesanas que preparan las famosas cocadas, o dulces de coco al horno de diferentes sabores. No me resistí a comprar varios. Aproveché para desayunar las cartageneras arepas de huevo en la pastelería Mila, la más elegante de la ciudad. Pese a que se pueden encontrar en muchos puestos callejeros, en este local las sirven y presentan de forma excelente. Se notaban sus ingredientes de primera. la sirven con carne molida, tajaditas de queso criollo, salsa picante, pico de gallo y suero. Una pena que no probé sus dulces, porque se veían riquísimos. Si buscáis un ambiente agradable para una mañana de fin de semana de brunch, no dudéis.

Seguimos caminando hasta llegar al convento e iglesia de San Pedro Claver. Fundado por los jesuitas en el siglo XVII como convento de San Ignacio de Loyola, cambió de nombre en honor a este monje español que vivió y murió aquí. El "apóstol de los negros" o "esclavo de esclavos", pasó su vida cuidando de todos los que llegaban de África al puerto para ser vendidos. La alta sociedad de su época lo tenía por un loco, por bautizar y cuidar a "medio humanos sin alma" como eran considerados los africanos. En 1888, el Papa León XIII lo convirtió en la primera persona canonizada en el Nuevo Mundo.

En mitad de la frondosa plaza Bolívar se encuentra el Palacio de la Inquisición, 
con su bella entrada barroca de piedra con el escudo de armas español. En uno de sus lados hay una ventanita con la cruz encima donde los herejes eran denunciados. Si al menos tres personas coincidían en dicha denuncia, el Santo Oficio iniciaba su investigación.  La magia, la brujería y la blasfemia eran los delitos más habituales. A los culpables se les sentenciaba a muerte en un auto de fe público, normalmente quemados en la hoguera, con un saldo de 800 personas ejecutadas en tres siglos. En esa misma plaza hay otro lugar mucho más alegre: se trata del "portal de las reinas", una parte soportalada de la acera con placas y fotos de las ganadoras de Miss Colombia a lo largo de los diferentes años, así como dos especialmente grandes para las dos únicas colombianas que han ganado Miss Universo.

Muchos de los antiguos palacetes y conventos de San Pedro son ahora restaurantes y clubs de moda. Personalmente probé el restaurante Candé, un elegante lugar para probar comida cartagenera de calidad con bellísima decoración, pero con mucho ruido, la música quizá muy alta. Pedimos patacones de anís de entrante, crema de langostas de primero (espectacular) y posta cartagenera de segundo (punta gorda cocinada a fuego lento con reducción de panela, especias, vegetales y vino tinto, acompañada de arroz de coco blanco y plátano en tentación). Durante la comida había como un show con trajes "no tan típicos" y bailes un poco reguleros. Demasiado turístico, deberían reformularlo para ofrecer un show realmente auténtico, parecía un poco un circo.

San Diego

En San Diego, también en la ciudad amurallada, se concentraron a las clases medias. Las casas son más bajitas y más pequeñas aquí, pero igualmente bonitas y coloridas. Aquí también se encuentran locales interesantes, como por ejemplo "La Mulata", un agradable lugar para una comida informal. Para empezar, pedí un frío jugo de corozo y un delicioso consomé de pescado caliente con lima fresca por encima. De principal opté por un filete de pescado "marinero" con salsa dulce de coco, mezcla de mariscos, arroz de coco y plátano frito. 

Finalmente, Getsemaní, fuera de la ciudad amurallada pero pegada a ella, concentró a la población negra (esclava o liberta) y eso se aprecia en su arquitectura más humilde. En los últimos años se está convirtiendo en un barrio de moda para cenar o tomar algo. Además, están abriendo numerosos hostels. Una pena que no me dio tiempo a visitarlo.

Islas del Rosario y la isla de Tierra Bomba.

Además de su casco histórico, Cartagena de Indias cuenta con enormes barrios de rascacielos blancos así como de islas paradisíacas a lo largo de su bahía. Bocagrande es el más exclusivo. Dos de las excursiones más populares que hace todo visitante son a las islas del Rosario así como a la isla de Tierrabomba. Ambas excursiones salen desde el muelle de La Bodeguita, desde donde salen varios operadores.

En Tierra Bomba hay varios resorts hoteleros que ofrecen pases de día a los que no se alojan allí. Y es una excelente opción para pasar un día en la playa con todas las comodidades y de paso salir de fiesta en las muchas que se organizan en sus playas. Nosotros optamos por Fénix Beach, donde además de tumbonas y sombrillas, nos proveerán con bebidas, deliciosa comida y cómodos baños y ducha. A media tarde ofrecieron una jornada para aprender a bailar la tradicional champeta. Y ya por la noche, se formó una auténtica fiesta de música house y electrónica. Un día redondo.

Para las islas del Rosario, lo más cómodo es alquilar una embarcación y un capitán con un grupo de amigos e ir recorriendo las diferentes islitas paradisíacas, cada una con sus diferentes especificidades. En una incluso podremos ver la mansión decomisada de un famoso narco. En general, Cartagena no tiene playas paradisíacas y lo más parecido a las mismas están en este archipiélago.

Me faltó descubrir Getsemaní, así como entrar a varios museos e iglesias a los que no tuve tiempo, por lo que seguro que acabaré volviendo a la perla colombiana.