¿Qué más se puede decir de 2020 que no se haya escrito ya? Un año de sufrimiento y muerte para miles de familias, de pérdida de trabajo o cierre de negocios para muchas más... y un año negro para el turismo. Y justo cuando muchas economías apostaron en este sector para diversificarse. Los Emiratos Árabes Unidos, que lo ven como un excelente sustituto del petróleo, se aprestaban a inaugurar la primera Exposición Universal de la región: la Expo Dubai 2020. Japón confiaba insuflar crecimiento a su estancada economía alcanzando un nuevo récord de turistas gracias a los Juegos Olímpicos de Tokyo 2020. Y en España, el récord histórico de turistas suponía ya un 12% de nuestro PIB en 2019. Eventos pospuestos y consecuentes caídas en picado de turistas por las restricciones, primero, y el miedo a viajar o la desconfianza en el futuro, después.
Personalmente, 2020 empezaba como un año de ensueño: acababa de aprobar la oposición y me esperaban unos meses de formación en el Instituto Nacional de la Administración Pública, seguidos de otros meses más de prácticas en uno de los ministerios del Gobierno de España. Empezaba mi nueva vida en Madrid, una vida sedentaria por primera vez en 12 años, donde pondría punto y final al nomadismo que empecé cuando me trasladé a París en 2007. Desde ese año nunca me quedé a vivir en el mismo lugar más de 10 meses seguidos. Y hace algo más de 10 años os lo empecé a contar en este blog. En el plano viajero, el año empezaba con fuegos artificiales y bengalas, regados de copas de Prosecco, en el salón más elegante de Europa: la plaza de San Marcos, corazón de Venecia. Además de pasar unos días en la maravillosa ciudad de los canales, también me quedé un par más descubriendo la curiosa Padua. No hay año que no viaje a alguna de las regiones italianas, y 2020 no fue la excepción.Pocas semanas después, viajaba a la capital de los Estados Unidos de América: Washington D.C., una ciudad sorprendente, dinámica y agradable en la que no me importaría vivir una temporada. Al volver, me mudaba a Madrid para empezar mi nueva vida, pero cuando un fin de semana volvía a Valencia a por más maletas, se declaraba el estado de alarma y empezábamos un largo confinamiento que marcaría el 2020. La pandemia de la COVID-19 se expandía sin control y había que frenar las infecciones, las hospitalizaciones y las muertes.
Gracias a las restricciones, la situación se fue controlando y los hospitales volvieron a niveles de ocupación normales. Eso permitió relajar las medidas y pudimos volver a viajar. Volví con amigos a Baleares (uno nunca se cansa de ses illes) para visitar Ibiza y quedarnos unos días, por primera vez, en Formentera, que yo sólo conocía de haber pasado medio día allí. Perfecto todo, como siempre.
Después pasé unos días en la sierra de Guadarrama, tras los que cogía un vuelo desde Madrid para descubrir Zúrich y visitar a unos amigos que vivían allí. Desde la capital económica de Suiza hicimos excursiones tanto por el país (St. Gallen o Stein Am Rhein), como a la vecina Alemania (la isla de Reichenau y la ciudad de Constanza), y de paso descubrir el pequeño país de Liechtenstein, mi país número 66 y el único nuevo que he podido descubrir en este 2020.
Tras ello, aprovechaba el resto del verano para descubrir algunos rincones de las comarcas valencianas y en septiembre, me escapaba unos días a mi ciudad favorita: París. Allí disfrutaba de restaurantes, bares y terrazas que no conocía mientras paseaba por otros de mis lugares favoritos de la ciudad de las luces y veía a amigos.
A principios de octubre me instalaba definitivamente en Madrid tras firmar la compra de mi piso. En ese momento no había grandes viajes en el horizonte. Sin embargo, pocas semanas después, y aprovechando una mejora de la situación de la pandemia en Brasil que eliminaba las restricciones de viaje, reservaba un vuelo a mi segunda ciudad favorita: Río de Janeiro. 10 años después de mis meses viviendo en Brasil, volvía al país tropical para pasar unos días en Río y otros descubriendo la bella Ilha Grande, reserva natural de la UNESCO. A Cidade Maravilhosa sigue tan maravillosa como siempre.
2020 lo acabé en la capital europea: Bruselas. Y si 2020 lo empecé en Venecia, este 2021 lo empecé 2021 en la "Venecia del norte": Brujas. La bella población belga, donde pasé un año viviendo que me cambió la vida, haciendo un Máster en el Colegio de Europa, es un lugar que nunca olvidaré.
He de reconocer que, en este año tan complicado, he viajado bastante. Cierto que en su mayoría redescubriendo lugares que ya conocía bien o visitando partes nuevas de países en los que sí había estado. Con la excepción del pequeño principado de Liechtenstein, no he añadido ningún otro país a mi lista. Pero no me preocupa. Cancelaciones de vuelos, retrasos, tests COVID-19... eran tantas las complicaciones que pese a que me hubiera gustado visitar algún par de lugares más, evité hacerlo. Me lo he pasado muy bien y no me quejo de nada. He viajado más de lo que hubiera podido soñar en una situación de pandemia global, por lo que estoy tremendamente agradecido.
Ahora mismo no tengo ningún plan concreto de viajar, más allá de mi vuelta a mi casa en Madrid en unos días. Ojalá la vacuna nos traiga una nueva normalidad en la que podamos seguir conociendo los rincones de este bello planeta de forma más sostenible y responsable. Los más cercanos o los más lejanos. Yo os seguiré contando mis experiencias por aquí. Vaya donde vaya.