La tierra con nombre de vino ha sido uno de mis destinos de esta Semana Santa de 2011. En efecto, esta es la primera vez que estoy por el norte peninsular. La incursión empezó en Logroño, una ciudad que me sorprendió y para bien. La capital riojana destaca nada más llegar por su limpieza, tanto en las calles como en las fachadas, que parecen todas recién pintadas. Su casco antiguo tiene callejuelas con encanto y la calle Portales (soportalada como su nombre indica) ofrece unas tardes muy animadas por las decenas de paseantes que la alegran. Templos como la imponente catedral de Santa Maria la Redonda (donde está la tumba del general Espartero, casado con una riojana) o la románica iglesia de San Bartolomé son muy recomendables. También es muy curiosa la torre de la parroquia de Santa Maria de Palacio, con forma de enorme corona imperial.
La fuente de los riojanos ilustres nos ilustrará con alguna curiosidad como que Sagasta era de La Rioja alta. Y con paseíto por el agradable parque del Espolón llegaremos hasta el moderno ayuntamiento del arquitecto Moneo.
Es muy agradable también la zona de alrededor del antiguo convento y ahora Parlamento riojano, con restos de la antigua muralla de la ciudad al lado. Muchos, desde una mirada simplista, pueden pensar que esta olvidada región no es más que un invento político de algunos círculos elitistas de Logroño. Sin embargo, unos días conociendo la tierra del vino serán más que suficientes para que el visitante se convenza de la especificidad riojana.
Si bien es cierto que su bandera e himno fueron inventados hace pocas décadas, no se puede olvidar que surgieron como respuesta del pueblo riojano ante la dictadura y la falta de libertades. La ciudadanía hizo suyos estos símbolos para solicitar libertad y una autonomía que garatizara el autogobierno democrático de estas tierras. Como solían decir a principios de los 80, La Rioja existía, pero no era.
Dejando la política y los paseos a la luz del sol por la capital riojana, lo cierto es que las mayores sopresas que nos ofrece Logroño surgen cuando cae la noche. Toda salida debe empezar obligatoriamente por la calle Laurel, tal vez la más famosa de la ciudad. No es más que una simple calleja peatonal sin demasiado estilo, prolongada por la travesía de Laurel. Es la concentración de bares de sus bajos lo que le da la fama. Todo gourmet quedará fascinado por la calidad y variedad de tapas que encontramos. El secreto reside en que cada local está especializado en una o unas pocas tapas o pintxos. Por ejemplo, el Bar Soriano está especializado desde hace 30 años en su tapa de delicioso champiñón coronado por una gamba. Los carnívoros quedarán encantados en Lorenzo, con sus tapas-bocadillito tío Agus, rellenos de carne de cerdo con una salsa secreta que en algunos bocados nos recordará al tomillo y en otros al limón. Y la Taberna del Laurel cuenta con unas buenas patatas bravas y con unas grandes brochetas de jugosos gambones asados con trozos de piña.
Pero si las tapas os parecen deliciosas, imaginaos tomarlas entre amigos en las diversas mesas que salpican esta calle y callejón, aprovechando la agradable temperatura primaveral y con una copa de buen vino riojano en la otra mano. Tapear de bar en bar en la calle Laurel es, sin duda, la manera más logroñesa de empezar bien la noche.
Alguna copita en los modernos locales de las calles cercanas nos empezará acercando al dinamismo nocturno de esta pequeña ciudad que acabará por sorprendernos del todo cuando traspasemos el ultramoderno hall del Casino y entremos a su discoteca, digna de la noche de cualquier capital mundial. Una decoración adecuada, varias barras, un DJ en lo alto, zona VIP, una iluminación aceptable y un excelente sistema de sonido junto con una mezcla de música de rabiosa actualidad hacen que cualquier noctámbulo cosmopolita se sienta más que cómodo bailando en este céntrico local logroñés.
Es curiosa la mezcla de personajes que pueblan esta discoteca. Desde pijas y pijos de manual dignos de Moma56 a chicas en vaqueros y zapatillas pasando por maduras con ganas de fiesta o señoras que toman una copa tras una cena de compañeros de trabajo. Modernos con pinta de acabar de llegar de Malasaña, Chueca o el Gaixample bailan junto a aburridos señores que esperan a que las compañeras de trabajo con las que vienen se cansen de bailar. Barbies de piernas tan interminables como su pelo y bronceadas de anuncio lucen increíbles tacones al lado de cuarentonas vestidas de blanco como si estuvieran en la fiesta Flower Power. Y garrulos de pueblo comparten barra con chicos en camisa de pelo y patillas largas dignos de cualquier convención del PP.
Tal vez el único "pero" sea que cierra a las 4. Sin embargo, la fiesta sigue, el ambiente en la calle es enorme y hay otros locales que abren hasta las 6, como la sala Norma, situada en un antiguo teatro. Lo cierto es que Logroño tiene una noche bastante interesante y movida.
Pero la capital riojana no es toda La Rioja. Hace falta recorrer sus paisajes de viñedos, sin perder de vista el Ebro, para entender y conocer bien esta tierra. Recorrer en coche sus carreteras es una gran experiencia. De pueblo en pueblo y de bodega en bodega. Lugares históricos e incluso Patrimonio de la Humanidad-UNESCO nos esperan en sus valles y montañas.
San Millán de la Cogolla, por ejemplo, con sus monasterios de Suso y Yuso, nos transportarán mil años atrás con las primeras palabras en lenguas castellana y vasca que un monje anónimo escribió. Observamos en estas dos lenguas algunas notas aclaratorias en el borde de textos escritos en latín. Cualquier hablante del castellano o del euskera debe viajar, al menos una vez en la vida, a este lugar, para sentir los parajes donde por primera vez alguien escribió palabras en estos idiomas.
Además, la arquitectura de estas dos estructuras religiosas es preciosa. La recomendable visita guiada por el monasterio de Yuso nos llevará a una iglesia maravillosa, a ver enormes libros originales de canto gregoriano, a la capilla donde están los restos de San Millán (y algunas de las exquisitas tabletas talladas en marfil que narran la vida de este santo) así como la sacristía, conservada con su secular pintura original.
Santo Domingo de la Calzada, punto clave en el camino de Santiago, cuenta con dos Paradores nacionales increíbles. La recepción del parador de Santo Domingo Bernardo de Fresneda con sus ambiente noble y sus enormes y cómodos sofás, está muy bien para tomar un café o té con pastas entre amigos. Por otro lado, los restaurantes de este pueblo son un buen lugar donde comer unos buenos caparrones con su choricito, morcilla y guindillas troceaditas encima. Pero lo que más llama la atención del visitante es su catedral, en la que dentro sigue habiendo un corral con una gallina y un gallo vivos, en recuerdo del milagro de Santo Domingo de la Calzada, donde la gallina cantó después de asada.
A diez minutos de Logroño encontramos Fuenmayor, villa natal del almirante que inventó al bandera española. Es un agradable pueblecito jalonado de palacetes renacentistas y barrocos.
A pesar de tanta cultura, arquitectura, gastronomía e historia, La Rioja es mundialmente conocida por sus excelentes vinos. Es por esto que las visitas a las bodegas se hacen imprescindibles. Hay muchas y de todo tipo, pero las más impresionantes son aquellas casas que han apostado por arquitectos de prestigio y por convertir las visitas a las bodegas en toda una experiencia.
El ejemplo paradigmático se encuentra en Elciego, un pueblecito de la Rioja alavesa donde las bodegas Marqués de Riscal confiaron al inglés Frank Gehry, autor del Guggenheim de Bilbao, la ampliación de sus bodegas para modernizarlas y también transformarlas en un auténtico resort del vino. Además de las bodegas antiguas y modernas que nos impresionarán y enseñarán como se hace el vino, la estructura que nos quitará la respiración será el hotel de lujo. Enormes láminas de titanio de formas imposibles y colores metálico, burdeos y oro nos recordarán a las botellas de la casa en un enorme edificio que, en mitad del valle y rodeado de viñedos, refleja la luz solar y la envía a todos los puntos del valle, como si de un faro se tratara. Aquí se han alojado últimamente, entre otros, Brangelina.
Lo mejor de la visita guiada a las bodegas Marqués de Riscal es la pequeña degustación e introducción a la enología en un moderno saloncito al final del recorrido. Cualquier apasionado del vino quedará encantado.
Cercas de estas bodegas de encuentra Laguardia, una preciosa población situada en la cima de una colina con unas vistas increíbles. Rodeada por una muralla, cuenta en su interior con una maraña de callejas que nos llevarán a tiempos medievales, con tiendecitas tradicionales y una calma eterna. Alguna de las sorpresas que nos esperan en sus placitas son la escultura metálica del artista vasco Koko Rico, formada por una colección de calzado y bolsos situados de forma desordenada.
Otras bodegas muy llamativas son las Ysios, obra del arquitecto valenciano Santiago Calatrava. Su simetría y uso de los materiales (con el fallo de la madera que se pudre) son impresionantes. El arquitecto ha integrado perfectamente su enorme obra tanto con los viñedos que se extienden delante de la misma como con la imponente sierra que cierra el paisaje unos kilómetros detras.
Nájera, antigua capital navarra, es también paso obligado para los peregrinos con rumbo a Santiago, y cuenta con el Monasterio de Sanata María la Real, con antiguas reinas enterradas allí.
Y pequeños pueblitos como Clavijo destacan por su castillo, en ruinas pero con unas vistas espectaculares. Desde esta antigua fortaleza árabe se apareció Santiago Matamoros, propiciando la victoria cristiana en una de las batallas más importantes de la Reconquista.
La Rioja es, tal vez, uno de los secretos mejor guardados de España. Os aseguro que pasar una semana en estas tierras, que ni son vascas ni castellanas, os dejará unos recuerdos impagables.