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diumenge, 17 de març del 2019

Johannesburgo

La ciudad más rica de África

Johannesburgo, la capital económica de Sudáfrica (la política es Pretoria), es también la ciudad más grande y rica de África. A la ciudad se la conoce por múltiples nombres: JoBurg, Jozi o JHB. Es curiosa, diferente a cualquier otra, aunque se parece a muchas ciudades norteamericanas por su estructura urbana donde por desgracia el coche es casi imprescindible. Es enorme y caminarla se hace complicado, más allá de paseos que podamos dar por determinadas zonas, muchas de ellos "privatizadas". Contrastan sus barrios de rascacielos como Braamfontein con los de elegantes mansiones como Rosebank. 

La visité por primera vez en pleno verano austral, a mitad de febrero, con unas temperaturas muy agradables, entre 30 y 15 grados, y un tiempo soleado, excepto una de las noches que descargó muchísima agua una potente tormenta de verano.

 Aprovechando ese buen tiempo, el primer día almorzamos en una terraza de Milpark, una antigua zona industrial ahora arbolada con tiendas de ropa de diseñadores independientes y cafés de comida sana. En concreto, probamos el delicioso Salvation Café, perfecto para un brunch saludable con las verduras y hortalizas como protagonistas.

Tras darnos una vuelta por el barrio de nuestro apartamento, nos dirigimos a la concurrida calle Siete de Melville, una antigua zona deprimida que ahora bulle con restaurantes a la última y tiendas de diseño independientes, esta vez de muebles y objetos de decoración.

Cenamos en Lucky Bean, donde todos los platos se basan en las legumbres locales. Tiene una decoración curiosa iluminada por velas en un entorno calmado donde saborear algunos platos sudafricanos cocinados con ingredientes frescos. Cuenta con muchas opciones vegetarianas como la calabaza asada con queso fresco local, sublime. De platos principales, el pollo asado al limón no estaba mal pero de sabor algo aburrido. Lo que si estaba buenísimo eran las boerewors (unas salchichas afrikaneers, es decir, de los europeos africanos) y el umngqusho (unas legumbres locales con unas salsas de tomate y cebolla con chakalaka). 

Tras la cena, el ambiente anima a tomarse algo en alguno de los locales de la calle Siete llenos de gente disfrutando de la noche. Es increíble lo barato que es beber en JoBurg: un gin tonic con ginebra de calidad local, bien hecho con su ramita de romero y su pimienta cuesta menos de 4 euros. Y por no hablar de los excelentes vinos sudafricanos.

De Rosebank a Soweto

La mañana siguiente la empezamos temprano yendo al elegante barrio residencial de Rosebank, donde se coge la línea verde del bus turístico que recorre los puntos más importantes de la ciudad, junto con la línea roja. Rosebank es el barrio más arbolado de la ciudad y por tanto donde mejor se aprecia el hecho de que a JoBurg se la considere como el mayor bosque creado en el mundo. Todos los árboles de la ciudad y alrededores han sido plantados por el ser humano, ya que antes de ser una ciudad, esto era un páramo. El punto más importante de Rosebank es el zoo y el parque del lago, fundado en 1904 gracias a la donación de uno de los vecinos más ricos de la época, que puso como condición de que lo disfrutaran todos los habitantes de Johannesburgo gratis. Esto hizo que el lugar fuera de los pocos entornos públicos que no se sometieron a las inhumanas leyes del Apartheid que rigieron entre 1948 y 1992. Con el fin de evitar que la población negra y asiática acudiera al parque, ya que legalmente no podía prohibirlo en cumplimiento de dicha condición del donante, el gobierno del Apartheid declaró a las zonas residenciales más cercanas solo para blancos y se dificultó el transporte público para llegar al parque.

El autobús recorría los bellos bulevares de este barrio de élites para acabar subiendo hasta lo alto de la Constitution Hill, donde intercambiamos al bus rojo. En este nuevo recorrido vimos la moderna Corte Constitucional y nos adentramos en los barrios centrales de la ciudad, llenos de rascacielos de estilo brutalista, destacando la torre Ponte o el Carlton Centre, que desde 1973 es el edificio más alto de África con 50 pisos. El distrito minero, germen JoBurg, que surgió por la atracción de miles de personas que buscaban las oportunidades creadas por las minas de oro que rodeaban la ciudad. Ahora es un barrio de edificios elegantes y altísimos rascacielos, muchos de ellos vacíos. En muchas de las calles aún se conservan las torres metálicas de las antiguas minas y también se han instalado monumentos a los mineros que murieron en las profundidades. Otro de los monumentos que destacan es el dedicado al joven Ghandi como abogado que ejerció parte de su carrera profesional en el país africano y que experimentó en primera persona las injusticias del Apartheid, cuando le prohibieron subir por el ascensor principal de un edificio de oficinas, ya que el no era de raza europea.

El autobús continuaba su ruta saliendo a los barrios periféricos de la ciudad, alrededor de los cuales se ven numerosos montículos amarillentos, que son en realidad montañas de tierra sacada de las excavaciones mineras del que fuera uno de los yacimientos de oro más importantes del mundo. El autobús continúa hasta llegar al Casino y Hotel de Gold Reef City, un parque de atracciones dedicado al mundo de la minería donde se puede visitar una mina de oro real.

Allí volvimos a bajar para tomar el minibus que nos llevaría a la mega ciudad de Soweto, acompañados de un residente de esta peculiar zona. Aunque antes paramos ante el bello estadio del FNB, donde España ganó su primer mundial. El recinto, que es el estadio de fútbol más grande del mundo, imita una calabaza sudafricana, usadas para fermentar cerveza tradicional, representada en las ondulaciones amarillentas de la cubierta. La fachada está recubierta de diferentes azulejos con tonalidades rojas, anaranjadas y amarillentas.

Recorriendo Soweto

Este barrio hecho de casas iguales construidas por los sucesivos gobiernos, se levantó para recolocar a la población negra expulsada del centro de la ciudad. Tradicionalmente fue un barrio pobre y marginado, que fue creciendo hasta contar ahora con millones de vecinos. Tras el find del Apartheid, allí se construyó uno de los hospitales punteros del país, se reordenó el transporte público y se mejoraron los equipamientos con escuelas, bibliotecas y estadios deportivos. Visitamos alguno de los puntos más importantes de la zona como las torres Orlando. Estas torres, que fueron una central eléctrica de carbón, se desactivaron en los 90 y se reconvirtieron en un centro de ocio. Se pintan cada cierto tiempo con grandes murales (una de las torres sufragada por publicidad) y entre ellas se colocó un puente para todo aquel que quiera probar el lanzarse con cuerdas.

También visitamos el Memorial de Hector Peterson, una plaza ahora con monumentos y frases que recuerdan la lucha contra el Apartheid que empezó justo allí con la revuelta de miles de jóvenes estudiantes de Soweto que, enfadados con las clases masificadas y las malas infraestructuras con las que contaban en comparación con los blancos, decidieron no callarse ante la imposición finalmente del Afrikaans como lengua única de enseñanza, marginando el zulú, el inglés y otras lenguas africanas, lo cual aumentaba aún más sus desventajas en el sistema educativo. Ese primer día de protestas la policía del régimen del Apartheid las reprimió con perros y armas, matando a muchos, incluido al propio Peterson de 13 años, que ahora cuenta con un memorial sobre todos esos terribles hechos.

Más adelante, podréis caminar por la animada calle Vilakazi, la única del mundo en la que vivieron dos premios Nobel: Nelson Mandela y Desmond Tutu. Allí se encuentran sus dos casas familiares. La de Mandela se ha reconvertido en un museo que se puede visitar.

El Museo del Apartheid

Tras la visita a Soweto, volvimos a Gold Reef City donde al lado se encuentra el Museo del Apartheid, sumamente interesante. De hecho, si solo tenéis tiempo para visitar un museo de la ciudad, os aconsejo encarecidamente que sea este. Además del propio diseño del edificio en sí, el museo ofrece la historia de como se estableció, se luchó contra y se abolió el sistema del Apartheid, en el que se separaba a blancos o "europeos" del resto: negros, colorados, asiáticos... etc.

Con la entrada, te clasifican de forma aleatoria como europeo y no-europeo, entrando por lugares diferentes de las personas con las que estés visitando el museo, para experimentar, aunque brevemente, las sensaciones de aquella sociedad racista del siglo XX. Fotografías, vídeos y todo tipo de objetos (incluyendo un gran vehículo antidisturbios con el que la policía reprimía las protestas contra la segregación) forman un interesante recorrido a través del cual entenderemos mejor lo que pasó en Sudáfrica desde la II Guerra Mundial hasta la aprobación de la Constitución de 1996 y como se resolvió una situación de fractura social tal con elementos clave como el trabajo de la Comisión de la Verdad y la Reconciliación. 

La cuna de la humanidad

Otro lugar interesante que visitar es alguno de los sitios de las excavaciones de homínidos fósiles alrededor de la ciudad, donde se cree que vivieron los primeros humanos. De hecho aquí se encontró, en 1924, el célebre cráneo fósil de Taung, perteneciente a un espécimen de australopiteco africano. El valle de Makapan está lleno de grutas con vestigios arqueológicos que atestiguan la presencia de un asentamiento humano de 3.300.000 años de antigüedad. Los fósiles encontrados han permitido obtener pruebas de la domesticación del fuego por parte del hombre en una época cuya antigüedad oscila entre 1.800.000 y 1.000.000 de años. Estos lugares fueron declarados patrimonio de la humanidad por la UNESCO.

Empezamos la visita al centro de visitantes de Maropeng, donde un moderno museo explica el origen y evolución del ser humano, con un recorrido en barca por un túnel de los cuatro elementos muy bien hecho, y una pasarela giratoria del origen del universo que marea mucho. El edificio está parcialmente cubierto por hierba y en los alrededores hay serpientes, así que cuidado. A la entrada del mismo existe una gran colección de esculturas metálicas a tamaño real con estatuas de los hombres y mujeres que fueron clave en la lucha por la libertad de Sudáfrica, encabezados por Mandela pero al que le siguen personalidades de todo tipo, donde a mí me llamaron la atención Fidel Castro y Olof Palme, por su papel clave en el bloqueo al régimen del Apartheid y su apoyo a una Sudáfrica unida.

Muy cerca se encuentran las cuevas de Sterkfontein, donde circuitos guiados con casco nos adentrarán en las profundidades de la tierra, para admirar gigantescas estalactitas y estalagmitas, además de un lago subterráneo de aguas cristalinas que se cree tiene kilómetros de profundidad (los submarinistas que han intentado llegar al fondo nunca han llegado a él). En estas cuevas es donde por ahora se han encontrado los fósiles de seres humanos más antiguos y esto se debe a que cayeron accidentalmente en ellos (por las altas hierbas que cubrían alguno de los agujeros) y gracias a las condiciones de temperaturas y humedad, los huesos acabaron fosilizados.

Gastronomía de calidad

El último día nos paseamos por el mercado del fin de semana que se localiza en uno de los rascacielos abandonados de Braamfontein, donde se puede degustar comida de todos los países del mundo, escuchar jazz y músicas africanas en directo o comprar decenas de productos artesanales en su mercadillo. Además, el propio Braamfontein cuenta con rascacielos con diseños curiosos o arte urbano en sus paredes. Destaca el perfil de una mujer realizado con cientos de platos de diferentes tamaños en tonalidades del blanco al azul oscuro y algunos tonos amarillos.

Cenamos en Urbanologi, situado en una antigua fábrica. Este amplio local produce sus propias cervezas y todos sus platos usan ingredientes que se cultiven o críen a menos de 2 horas en coche de Johannesburgo. Además de pedir la muestra de cervezas para probarlas, también optamos por tapas variadas, de las que la tempura de shitake destaca por su sabor. El resto estaban buenas pero no sobresalientes. Descartad la ensalada con yogur de cabra, no vale mucho la pena. El postre de helado de rosas con ruibarbo fresco estuvo bien.

Johannesburgo es una ciudad con muchas atracciones, una gran oferta cultural, un panorama gastronómico muy bueno y una corta pero fascinante historia de lucha por los derechos civiles. Es también el mejor ejemplo de convivencia de la nación arco iris que es Sudáfrica, con sus iglesias, sinagogas y mezquitas conviviendo en paz, y con un crisol de razas que sigue luchando día tras día por coser las heridas que el Apartheid dejó.