El Hotel Heliconia
Una de las opciones más cómodas y organizadas para visitar este parque nacional es a través del Hotel Heliconia, un pequeño establecimiento regentado por dos amables holandeses, Loes y Kees, que cocinarán para vosotros y os llevarán hasta Coiba, haciendo de guías. El máximo de personas por cada estancia de dos noches es de seis personas - una noche en el Heliconia y la otra en la propia isla de Coiba, en el refugio de la Autoridad Nacional del Ambiente -.
Lo mejor es salir de Panamá pronto para estar allí alrededor de las seis o siete de la tarde, que es cuando se sirve la cena. La verdad es que estos dos holandeses cocinan de categoría y además son unos excelentes anfitriones puesto que tienen tema de conversación para rato. Sus habilidades culinarias se deben a su profundización en la cocina vegetariana y sus incursiones por la gastronomía india. De hecho, para cenar nos sirvieron una deliciosa sopa fría de tomates, vegetales y manzana de primero y un delicioso filete de pargo con salsa de tamarindo, arroz de yogur y verduras. De poste brownie con helado de vainilla. Todo casero. Increíble.
Antes de cenar aprovechamos las últimas horas de sol para conocer la playa de Mariato, una bella y salvaje playa del Pacífico donde disfrutamos de una bellísima puesta de sol. Tras la deliciosa cena y un rato de sobremesa con los otros huéspedes - de Australia y Alemania-.
Al día siguiente nos levantamos con unos muerciélaguitos durmiento en la puerta de nuestra habitación. En esta zona de Panamá la fauna es tan salvaje que lo invade todo. El caso es que tras el delicioso y abundante desayuno - que incluye yogur casero - nos dirigimos en camioneta a la playa donde tomaríamos la barca a isla Coiba. De la comida y demás enseres - snorkel, botiquín... etc. - se ocupaban Loes y Kees.
El Parque Nacional Coiba
En el camino en camioneta hacia la barca pasamos cerca de algunos ranchos donde los vaqueros panameños nos saludaron de la forma tradicional, soltando un grito extraño que sale de la garganta.
Lo más pesado para llegar a Coiba es las tres horas de lancha. Se hacen largas. Tuvimos suerte que el mar estaba calmado. Antes de llegar a la isla, paramos en un lugar donde hay numerosos peces que previamente nos mostraron en unos dibujos para que los reconociéramos. Tras ponernos máscaras, tubos y aletas nos dispusimos a disfrutar de las bellezas de los arrecifes de coral de Coiba, viendo atunes, dorados, peces tubo - alargadísimos - peces ángel, peces globo, amenazantes erizos de mar... una maravilla.
Tras este primer snorkel nos dirijimos al lugar donde están las cabañas de la Autoridad Nacional del Ambiente para instalarnos y almorzar. Aprovechamos para curiosear un poco la zona y nos llamó la atención que por allí vive Tito, el cocodrilo de agua salada que de vez en cuando asusta a los turistas. También hay numerosas iguanas que pueblan los prados del campamento base.
Tras el almuerzo tomamos de nuevo la barca para dirigirnos a otro extremo de la isla y recorrer el llamado sendero de los monos, un camino en mitad del bosque húmedo donde ver además de monos, aves, insectos y algún otro mamífero. Pudimos avistar un mono aullador y ver árboles espectaculares. Habían unas semillas curiosas llamadas "condón de mono". Imaginaos que forma tenían. Aunque personalmente lo que más me gustó es ver un riachuelo que desembocaba en el mar. Una belleza.
En el lugar donde acababa el camino estaba de nuevo nuestra barca esperándonos. De ahí fuimos a otro arrecife diferente del primero, mucho más profundo y rocoso. Lo impactante fueron los tres tiburones tigre que pude ver, uno de ellos bastante de cerca. A pesar que me aseguraron que son pacíficos y que jamás atacan a un ser humano a menos que se sientan acorralados, me dio bastante respeto y no pude evitar quedarme paralizado cada vez que aparecía uno.
Tras tantas emociones volvimos al campamento base donde cenamos y tras una corta sesión de ver estrellas en grupo - se veían de maravilla por la nula contaminación lumínica - nos fuimos a dormir temprano.
Granito de Oro
Al volver al día siguiente de Coiba a Mariato, paramos unas horas en la pequeñísima isla Granito de Oro, cuya playa está llena de ermitaños de todos los tamaños así como de pequeños cangrejitos asustadizos. Lo bueno de esta isla es el buen snorkel que se puede hacer debido a que los corales están extremadamente cerca y por tanto podréis ver los peces, tortugas y erizos de mar a escasos centímetros o metros de vuestros ojos. Yo me pasé más de una hora dando vueltas por los arrecifes que rodean la islita. Es hipnotizante ver los peces comer de los corales con su pequeñas bocas.
Tras el correspondiente recorrido en barca y almorzar una deliciosa lasagna vegetariana casera, tomamos la carretera rumbo a la ciudad. Antes de llegar paramos en Quesos Chela, uno de los lugares de carretera míticos en todo road trip panameño que se precie. Este local se ha especializado en vender productos lácteos de todo tipo, especialmente los quesos. Su producto estrella es la empanada de queso derretido, realmente buena tanto por el queso como por la pasta, deliciosa. Y la bebida que hay que buscar es la muy dulce chicheme, a base de maíz, leche y canela.
¿Vale la pena Coiba?
Para los que os guste la naturaleza, los bosques tropicales o la fauna tanto en tierra como submarina definitivamente disfrutaréis el viaje. Hay muy buen snorkel en Coiba y sus alrededores. En cambio, los que busquéis playas paradisíacas mejor dirigíos a
San Blas. Es menos tiempo, más barato y mejores playas, sin ninguna duda. Aunque la naturaleza de Coiba es incomparable.