El fin de semana pasado decidí hacer una pequeña excursión a la segunda ciudad más importante de Argelia: Orán. Desde la capital es muy fácil llegar ya sea en avión, coche (por la nueva autopista Este-Oeste) o tren. Por curiosidad escogí la opción ferroviaria y también por poder disfrutar del paisaje de las montañas costeras del oeste argelino.
Así que me dirigí a la Gare de l'Agha, la estación de la empresa nacional SNTF, para tomar el tren "rápido" de las 8 de la mañana con destino a Orán. Compré la ida y vuelta en primera clase (ya que tiene asientos más confortables y aire acondicionado) por algo menos de veinte euros. Es importante tener en cuenta el tiempo, ya que al final llegué al destino cuando eran pasadas la 12,30 de la tarde: alrededor de cuatro horas y media de viaje nada más y nada menos.
Así que a la hora de almorzar llegué a la Gare d'Oran, un bello edificio público de estilo neo morisco construido por la administración colonial francesa. El diseño exterior recuerda al de una mezquita, por la cúpula y el minarete. Sin embargo, la estrella de David que hay en el diseño interior de la cúpula así como las cruces cristianas de los techos de las salas de espera muestra una voluntad de hacer presentes a las tres religiones que por entonces convivían en Argelia. Sus estancias son majestuosas y vale la pena dedicarles un tiempo.
Por suerte, el hotel donde que alojé estaba muy cerca de la estación ferroviaria. El Best Western Colombe fue en primer hotel de la famosa cadena estadounidense en abrir sus puertas en el país y ofrece un excelente servicio a precios competitivos y habitaciones impecables. Además está situado a quince minutos caminando del centro de la ciudad así como a cinco minutos de una parada del moderno tranvía oranés.
Tras el rápido check-in, dejé mis cosas en la confortable habitación, me tomé el zumo de cortesía y me dirigí a explorar Orán. Esta gran ciudad argelina fue fundada en el siglo X por comerciantes musulmanes de Al-Andalus y pronto creció por la importancia de su puerto. La llegada de judios que huyeron de la intolerancia religiosa cristiana durante el siglo XIV aumentaron la riqueza e importancia de la ciudad. Sin embargo, a principios del siglo XVI la ciudad perdía importancia debido a a las nuevas rutas comerciales que se abrían por el Atlántico. Pronto se convirtió en una guarida de piratas y corsarios y fue pasando de manos españolas a otomanas en diversas conquistas y guerras. A medidados del siglo XIX empezó la colonización francesa.
Orán significa "león" en berber ya que durante su fundación se vieron varios leones campar por las montañas cercanas. Los dos últimos leones vistos fueron cazados cerca de la ahora conocida como montaña de los leones, al lado de la ciudad, y en su honor se alzan las dos estatuas de ambos felinos a las puertas del bello ayuntamiento de Orán, en la antigua plaza de Armas.
A finales del siglo XIX, Orán se convirtió en la quinta ciudad de Francia, con más de 100,000 habitantes, llenándose de bellos edificios públicos gracias a su creciente riqueza e importancia, como la estación ferroviaria de la que os hablé.
El caso es que paseando desde el hotel por las calles de Orán, ahora muy deterioradas, llegué hasta la bella corniche o paseo marítimo ahora llamado boulveard de l'Armée de Libérarion Nationale. Con decenas de bellas palmeras y elegantes edificios decimonónicos frente al mar, este paseo se llena de locales con sus familias o amigos, sobretodo por las tardes y noches, para disfrutar de la brisa marina, las bellas vistas al puerto y al Fuerte de Santa Cruz. Son muchos los que se sientan en alguna de sus terrazas para disfrutar los helados que hacen famosa la ciudad. Uno de los sabores más tradicionales es el "créponné", un cremoso helado de limón natural y huevo cuya receta fue inventada por Gilbert Soriano en Orán y que ahora es el sabor oficial de la ciudad.
Mientras paseaba por la corniche me tomé un jugoso kebab y luego me senté a disfrutar de un refrescante créponné en la crémerie Cordoua, una de las más conocidas del paseo marítimo. Una vez saciado, tomé un taxi que me llevó a explorar la montaña de l'Aïdour , que domina la ciudad. Me hubiera gustado explorarla con el famoso teleférico de Orán, pero no funcionaba. Así que remontamos hasta la cima donde se situa el popular mirador de Bel Horizon desde el que se disfruta un panorama bellísimo de la gran ciudad. Descendimos a continuación a la mitad de la montaña donde se sitúan el fuerte de Santa Cruz y la capilla de la Santa Cruz.
El fuerte, por un lado, es una construcción española de finales de siglo XVI construida para defender la ciudad de los otomanos. A mediados del siglo XIX fue reforzado por el ejército francés. Cuando fui a verlo estaba cerrado, no sé si por ser viernes o porque está cerrado de normal pero aún así por fuera se aprecia su solidez.
Justo debajo se encuentra la capilla de la Santa Cruz. Los orígenes de esta construcción se remontan a 1850, cuando tras una epidemia de cólera, se contruyó una pequeña capilla a Nuestra Señora de la Salud. En 1875 se construyó un gran campanario coronado por una estátua de la Virgen hecha en Lyon, réplica de Notre-Dame de Fourvière. No fue hasta 1959 que el arzobispo de Orán inauguraba la nueva capilla, blanca y sencilla, con una sobria cúpula. Su bello claustro con vistas a la ciudad por debajo y al Fuerte de Santa Cruz por arriba es muy relajante.
Tras descender de la montaña y volver al centro de la ciudad, me di una vuelta por el elegante boulevard de la Soummam, con sus bellas palmeras decoradas con luces blancas. Los señoriales edificios dan un aire muy elegante a la zona que acaba con el lujoso Hotel Royal, el más prestigioso de la ciudad. Entré para dar una ojeada a sus magníficas instalaciones, especialmente el elegante restaurante Les Ambassadeurs. Como me entró hambre, era la hora de la cena y además uno de los camareros me acababa de decir que había un estupendo cuscús, me dirigí al otro restaurante del hotel, el Alhambra, que es de tipo buffet y ofrece entradas locales así como un delicioso cuscus (con la sémola, las verduras y las carnes separadas), un delicioso guisado de pescados y sepia y varios postres a elegir al final.
Al día siguiente, tras un buen desayuno, me dirigí a descubrir el centro de la ciudad. Siguiendo las calles del tranvía pasé por la bella Gran Biblioteca de la ciudad, antigua catedral, donde aún se observan los gigantescos mosaicos a Jesucristo y los símbolos de los cuatro evangelistas.
Siguiendo por las calles llegué hasta el corazón de la ciudad, la place d'Armes, donde se encuentra el ayuntamiento con los dos leones y la magnífica Ópera de Orán, inaugurada a principios de siglo XX, con sus balaustradas, cúpulas y las magníficas estatuas que presiden el edificio, destacando la mujer vestida al estilo romano con una lira entre sus manos. Los modernos tranvías que cruzan a menudo la plaza mezclan la modernidad con la elegancia clásica haciendo de esta plaza uno de los lugares más agradables de la ciudad.
Bajando hacia el antiguo barrio de Sidi El-Houari por la calle Philippe me topé con la bella mezquita de Hassan Pacha, de finales del siglo XVIII, que está cerrada en su interior pero guarda una gran armonia y adaptación al entorno en su exterior. Bajando aún más por la calle me topé con otra maravilla histórica, la antigua Iglesia de San Luis, ahora abandonada y que lastimosamente se encuentra en muy mal estado. Tras pasear un poco más por las calles y bulevares de la ciudad, volví al hotel donde comí en el estupendo restaurante que tienen. Además de unos precios competitivos, la sencilla carta propone platos internacionales y locales de gran calidad, como la famosa h'rira, una sopa tradicional de la vecina ciudad de Tlemcen, picante pero deliciosa acompañada de unos rollitos de carne fritos. Me pedí también una pizza de verduras que me sorprendió por lo bien hecha que estaba. Recomiendo encarecidamente este restaurante.
Como mi tren salia a las dos de la tarde, me dirigí a la estación. Orán es una ciudad muy tranquila si la comparamos con Argel aunque sigue siendo muy grande. Me faltó conocer alguno de sus famosos cabarets, pasar un dia en la playa des Andalous así como haber escuchado la famosa música "rai" en directo, pero seguro que vuelvo en alguna ocasión.