Un país adormilado
Laos es muy diferente al modernizado Vietnam del que aterrizábamos: da la sensación de ser un país a cámara lenta donde todo discurre sin prisas. Monjes envueltos en túnicas azafrán rezan o van despacito de un lugar a otro, mientras el resto vende en los mercados, limpia la calle o vuelve de las tareas del campo. Esa quietud se acaba de romper con la inauguración del tren de alta velocidad que conecta Kumming con Vientiane, atravesando como una bala y con gran estruendo los puentes y túneles construidos al efecto, llenando de grandes grupos de turistas chinos las antaño adormiladas calles de Luang Prabang.
Opté por esta ciudad por ser uno de los tres lugares declarados patrimonio de la humanidad por la UNESCO en Laos. Solo íbamos a dedicar dos noches a Laos y esta ciudad era el lugar más fácil para hacerlo.
Seamos prácticos: para visitar Luang Prabang, lo primero es ir a la web oficial de su ministerio de exteriores, pedir un visado y pagarlo online: no suelen tardar más de dos o tres días en aceptar. Luego lo imprimís para cuando lleguéis al país. Lo segundo es reservar un vuelo desde Bangkok, Ha Noi o directamente desde la capital, Vientiane.
Ciudad de Luang PrabangEn un vuelo de Lao Airlines aterrizamos en esta ciudad ejemplo excepcional de la fusión de la arquitectura tradicional con las estructuras urbanas creadas por las autoridades coloniales europeas en los siglos XIX y XX. Su extraordinario paisaje urbano, muy bien conservado, ilustra una etapa clave de la mezcla de dos tradiciones culturales diferentes. Su conjunto de 33 monasterios junto con villas coloniales de la época de Indochina crea un entorno espectacular a los bordes del río Mekong, y cuyo centro histórico forma una pequeña isla con el río Khan por el otro lado, mantiene parte de la antigua grandeza que le dio ser capital real aunque ahora con la calma de no ser más que una pequeña ciudad en un pequeño país sin acceso al mar.
La antigua "Ciudad del Oro" estuvo en disputa entre mongoles, jemeres y el pueblo de Yunnai hasta que en 1353 el rey Fa Ngum, apoyado militarmente por los jemeres, fundó el reino de La Xang (un millón de elefantes) estableciendo aquí su capital y el budismo theravada como religión oficial. Casi doscientos años después, este pequeño reino selló su alianza bicentenaria con los jemeres aceptando a Pha Bang, una famosa imagen de Buda, que aún custodian. Tan importante fue este hecho que la capital de La Xang se renombró como Luang (Real) Prabang (nombre del Buda donado, Pha Bang). La ciudad fue saqueada en 1887 por mercenarios chinos, por lo que su debilitada monarquía acabó aceptando la protección francesa ese mismo año: un comisario llegó de París y la ciudad se llenó de franceses.
La ciudad se mantuvo como el gran feudo monárquico de Laos, evitando los bombardeos estadounidenses de las guerras de Indochina. En 1975, el Pathet Lao (organización hermana del Viet Cong), se hizo con el poder y abolió la monarquía. Además, en 1980 colectivizó de la economía: los aristócratas, burgueses e intelectuales abandonaron la ciudad, que quedó prácticamente en ruinas. Sin embargo, en 1989, el régimen readmitió la empresa privada y muchas de las casonas se transformaron en tiendas y hoteles. La ciudad consiguió el reconocimiento de la UNESCO como patrimonio de la humanidad en 1995, consolidando su recuperación que sigue hasta hoy.
Recorred la calle Sakkaline para ver mansiones, templos y casas de comerciantes recuperadas, en un agradable conjunto al que se le suma el mercado nocturno que se monta al caer el sol (perfecto para comprar toda clase de souvenirs de varias calidades, así como menaje del hogar bonito o decoración). La recuperación de la ciudad se observa, además de en las calles principales, en el Palacio Real, bastante humilde y bastante reciente: de 1904. El salón de audiencias así como el salón del trono son algo más impresionantes, siendo el resto de estancias amplias pero humildes. La propia colección de coches reales da muestra del poco poder económico de esta monarquía, con poquitos vehículos y casi todos donados por franceses y estadounidenses. Aún se puede ver el escudo real con los tres elefantes en palacio, antes oficial del país y el que lucía en la bandera.
También es interesante subir hasta el TAEC, o centro de artes y etnología, situado en la antigua mansión del juez francés, donde además de exhibirse artesanías de diferentes pueblos del país, cuenta con una agradable tienda en la que comprar productos de altísima calidad y cuyos beneficios van en gran parte a las mujeres que los elaboraron.Muy recomendable subir a la colina de Phu Si, en mitad de la ciudad, para tener un panorama de la misma, los ríos que la envuelven y la selva que la rodea; y disfrutar de una puesta de sol preciosa si no fuera por el griterío que se forma con los cientos de grupos de turistas chinos que abarrotan el lugar. En la subida o bajada (hay varios recorridos) podréis ver pequeños santuarios, destacando el Wat Siphoutthabat, que custodia una huella de Buda.
La capital religiosa del budismo laosiano
Luang Prabang es la capital espiritual del país. De hecho, el Wat Mai Suwaunnaphumahan, es el monasterio donde se encuentra la sede del jefe del budismo laosiano y uno de los pocos templos que se salvó del saqueo chino de 1887. Increíbles sus fachadas forradas en pan de oro, con detalles elevados a la perfección.
Es interesante ver como el partido único controla el budismo y se asegura que sea enseñado siguiendo los principios del marxismo. Además, la formación de los monjes incluye cursos de adoctrinamiento en las líneas del partido. En Luang Prabang es tradición que todo ciudadano hombre pase, al menos algunas semanas de su vida, como monje. Por eso hay tantos monasterios y por eso la ciudadanía es tan consciente de las necesarias aportaciones económicas para que puedan llevar a cabo su formación y retiro espiritual, escojan el periodo vital que escojan.
Una de las tradiciones más bonitas es el Tak Bat, o la llamada de los monjes a las almas, es un ritual que se produce cada día al amanecer, cuando los monjes salen de sus monasterios envueltos en sus túnicas azafrán y descalzos para recoger las bolitas de arroz glutinoso que les ofrecen los devotos, sentados en fila en las paredes de los templos, esperando a los monjes en un estado de meditación. El lugar de mayor concentración es al final de la calle Sakkarin, donde incluso las autoridades cortan el tráfico durante varias horas para facilitar esta práctica silenciosa. Pese a que los grupos de turistas están estropeando esta experiencia mística, aún guarda cierto misterio. Si queréis asistir, además de levantaros muy temprano, debéis observar la práctica desde el otro lado de la acera, en silencio, sin parlotear. Y si queréis tomar fotos, de lejos y sin ruidos ni flash.Si hubiera que destacar un par de monasterios de los tantos que pueblan la localidad, sin duda el primero sería Wat Xieng Thong, el monasterio más antiguo más bello de la ciudad. El precioso templo central con el mosaico del árbol de la vida budista o el mosaico de una estupa que representa actividades cotidianas son maravillosos. Varias estupas, cada cual más bonita que la otra, y en otro de los templos se guarda el carruaje ceremonial que cargaba las urnas con las cenizas de la realeza laosiana en desfiles públicos, con una gran Naga representada a la cabeza. Estas serpientes de múltiples cabezas son animales sagrados medio humanos que protegen a Buda en la mitología theravada. Otro monasterio al que se puede dar un vistazo es el Wat Ho Pha Bang para ver el famoso Buda dorado que da nombre a la ciudad.
Crucero por el Mekong hasta las cuevas Pak Ou
Otra práctica religiosa importante es peregrinar hacia las cuevas sagradas de Pak Ou, río arriba. Si queréis emular las peregrinaciones anuales que hacían los habitantes de la ciudad, encabezados por la antigua familia real, tomad una de las excursiones diarias que salen desde la ciudad en cómodos cruceros que os llevarán a través del Mekong hasta donde este río se encuentra con el río Ou, donde están las dos famosas cuevas en un peñasco de piedra caliza. Tras subir unos escalones empinados os encontraréis con la primera cueva, lleva a rebosar de estatuillas de Buda de todas las formas y tamaños que han ido dejando los fieles.
La segunda cueva, algo más elevada y que requiere subir muchos más escalones durante un rato, es mucho más grande y oscura, por lo que suele requerir linterna para poder observarse bien, La cueva se mete hasta 50 metros dentro de la roca y cuenta con Budas mucho más grandes. Si tenéis suerte de evitar grandes masas de gente, el lugar es perfecto para disfrutar de un poco de misticismo.
A la vuelta río abajo muchos tours paran en Ban Xang Hay, pueblecito en el que elaboran el famoso lòw-lów, o güisque laosiano de arroz. Allí os enseñarán en directo como lo destilan a través de un proceso en el que se hierve y fermenta el arroz, y te lo ponen directamente en una botella para poder llevártelo. Ofrecen degustaciones de varios tipos y vale la pena llevarse alguna botella de recuerdo ya que está bueno.
Comida laosiana
Finalmente, acabo esta entrada hablando de la comida. Y aunque es cierto que Laos no ofrece las gastronomías tan complejas de sus vecinos chinos, tailandeses o vietnamitas; en su defensa hay que decir que gran parte de los platos thai tienen origen aquí, como por ejemplo el som dam, la omnipresente ensalada de papaya verde a tiras con ajo, jugo de lima, salsa de pescado y gambas secas. Además, Laos sigue comiendo al ritmo de sus estaciones, por lo que encontraréis especialidades y frutas diferentes según el mes de visita. Nosotros como fuimos en enero, pudimos degustar kòw mow, un arroz que se mezcla con coco y se seca, quedando crujiente. Lo veréis en muchas de las calles, secándose al sol para luego poder degustarlo como un snack o como acompañante de las sopas.
También secan piel de búfalo, pescados, algas del Mekong, frutas... es una técnica muy común para almacenar comida en el país. Luego se vende así en el mercado de la alimentación de la ciudad, donde también se pueden encontrar las típicas berenjenas minúsculas del país o sus famosas salsas de pescados fermentados. Pero lo mejor del mercado diurno son las mini tortitas de coco hechas con harina de arroz: recién hechas son tremendamente adictivas.
Si solo pudierais ir a un restaurante en Luang Prabang, no habría duda: Tamarind. Ofrecen sets de exploradores con muestras de varios platos típicos. A mi me encantó el Koy Pa, pescado preparado con hierbas aromáticas picadas, aunque mi plato favorito fue el Oua Shi Kai, brochetas de pollo en citronela que se mojan en salsa de cacahuete: increíbles. También el Láhp, el plato por excelencia, una ensalada algo picante hecha de carne picada de ternera, cerdo, pato, pescado o pollo. Casi todos los principales llevan fideos de arroz o bien arroz glutinoso, aunque las baguettes de pan, sobre todo a la hora del desayuno, también son frecuentes (herencia colonial francesa). El Mok phaa o pescado al vapor en hojas de banano también está bueno.
Sus postres también son excelentes: desde el arroz púrpura glutinoso en leche de coco a la calabaza al vapor con natillas de coco o los crujientes churros de harina de arroz y coco que también venden recién hechos en el mercado diurno.Luang Prabang tiene mucho más que ofrecer, como excursiones a unas cascadas maravillosas, trekking o otros restaurantes y locales de copas que me dejé por explorar. Y por supuesto, Laos tiene mucho más que ofrecer, desde templos perdidos en la jungla, aldeas de etnias encantadoras o su curiosa capital. Espero poder volver algún día a este plácido pero amable país.
IMPRESCINDIBLES
Comer
Oua Shi Kai y Láhp en Tamarind.
Beber
Lòw-lów en Ban Xang Hay.
Canción
Bor Luem Sunya de Alexandra Bounxouei