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dimarts, 27 d’agost del 2024

Cusco y Machu Picchu

Cuzco, ombligo del mundo

¿Vas a visitar Perú y no sabes qué priorizar? Pues sin duda, Cusco y Machu Picchu deben ser el corazón de tu viaje. Cusco fue el centro del mundo para el imperio Inca y Machu Picchu, su santuario más importante. Llegar a esta ciudad es ver el Perú más turístico, sí, pero también el más fascinante. Las iglesias construidas encima de templos incas, los restaurantes maravillosos a precios de risa, las llamas bebés siendo cargadas aquí y allá o, si venís en fiestas, las procesiones y los desfiles, os harán sentir como en una película. Junio es simplemente perfecto, días antes del solsticio o Inti Raymi.

La leyenda cuenta que el primer rey de los quechuas, el inca Manco Capac, recibió el encargo de Inti, el Dios Sol, encontrar el mejor lugar para establecer la capital del mundo. Y Capac lo encontró donde hoy está Cusco (ombligo del mundo en quechua). La ciudad creció a través de un sistema de caminos por los que corrían los mensajeros y porteadores, ahora reconocido como patrimonio de la humanidad por la UNESCO: el Qhapaq Ñan o Sistema vial andino.

A Cusco lo más fácil es llegar en avión desde Lima. La oferta de alojamiento es amplísima y bien de precio. Lo que sí recomiendo es quedarse por el centro histórico para ahorraros desplazamientos innecesarios y disfrutar a fondo de esta bella ciudad. Como era el Corpus y la ciudad estaba llena, encontré una habitación en el Niños Hotel, una mansión colonial con un patio precioso que dedica todos sus beneficios a atener un orfanato cercano. Además su desayuno con chimenea de madera es fabuloso.

Y hablando de comida, el primer día es recomendable ceñirse a una sopa que facilite la digestión y evite el mal de altura o "soroche". En Mister Soup, solo sirven esto, desde sopas internacionales a peruanas, todas grandes y caseras. La sopa de quinoa andina es excelente por lo que sería un buen lugar para empezar. Podéis tomar infusiones de hojas de coca o de muña para minimizar el soroche también. Incluso venden caramelitos de ambas plantas pero no son tan efectivos.

Cusco, pese a estar llena de elementos típicos del imperio colonial español, cuenta también con muchísimas ruinas incas que se entienden mejor si se comprende de forma básica la historia del lugar. El caso es que durante el mandato del noveno inca, Pachacutec, se produjeron victorias militares, desarrollo urbano y fortalezas y santuarios como el mismo Machu Picchu. Cuando los castellanos llegaron con Francisco de Pizarro a estas tierras, el inca Huayna Cápac había dividido el imperio entre sus hijos Atahualpa y Huáscar, pero acabaron en una guerra civil por reunificarlos de nuevo. Justo cuando Atahualpa capturaba a Huáscar y se decidía a retomar el control del Tahuatinsuyo, Pizarro emboscaba al nuevo Inca en Cajamarca, exigía un rescate de miles de kilos de oro y plata y finalmente lo ejecutaba. El 8 de noviembre de 1533, Pizarro entraba en Cusco y nombraba al medio hermano de Atahualpa, Manco, nuevo Inca. Tres años después, la "marioneta" se rebelaba y casi logró expulsar a los europeos, que finalmente resistieron y lo expulsaron del poder que ellos mismos le habían dado.

Los castellanos siguieron mezclándose con la aristocracia quechua pero empezaron a priorizar a Lima como nueva capital Virreinal y Cusco se convirtió en una importante pero secundaria ciudad del Imperio español.

Ciudad de Cusco

Situada en el corazón de los Andes, esta ciudad se convirtió bajo el gobierno del Inca Pachacutec en un centro urbano complejo con funciones religiosas y administrativas diferenciadas. Su área circundante estaba dividida en zonas claramente delimitadas para la producción agrícola, artesanal y manufacturera. Al adueñarse de la ciudad en el siglo XVI, los conquistadores españoles conservaron su estructura, pero construyeron iglesias y palacios sobre las ruinas de los templos y monumentos de la ciudad incaica. Y esto la hace muy especial.

Empezad la visita por la plaza de Armas, también corazón de la ciudad en tiempos incaicos. Además de la bandera del Perú, aquí ondea siempre la bandera del Arco Iris que representa el Tahuatinsuyo (las cuatro esquinas del Imperio de los Incas). La mayoría de extranjeros la confunden con las del Orgullo LGTBI. La plaza, con la catedral, la iglesia de los jesuitas, y las mansiones con arcadas coloniales es un ir y venir de gente, cambiando mucho su aspecto de noche y de día. No me dio tiempo a entrar en la catedral pero si di un vistazo a la iglesia de la Compañía de Jesús, con el altar más grande del Perú. 

A unos minutos a pie está la única iglesia que sí o sí debéis visitar en Cusco: la Qorikancha o antigua iglesia y convento de Santo Domingo. Aquí estuvo el templo del Sol más rico de todo el imperio de los Incas, como un conjunto de edificios cubiertos en oro. Ahora solo quedan las estructuras de piedra trapezoidales, muy similares a las de Machu Picchu. En este templo se momificaba a los Incas o se observaban las estrellas, así como rituales como el plantado de maíz, con representaciones de esta hortaliza realizadas en oro puro. También contaba con templos menores dedicados a la Luna y las estrellas, estos a su vez cubiertos de plata pura. Estas ruinas están ahora rodeadas del patio de convento barroco, con pinturas dedicadas a la vida de Santo Domingo. En el antiguo refectorio hay cuadros que son verdaderas obras maestras del barroco andino, donde ver santos cubiertos de vestimentas incas, Vírgenes mascando coca o representadas como la Pachamama o diosa de la fertilidad.

Al salir, podéis comer los famosos chicharrones cusqueños en alguno de los restaurantes informales de la calle Pampa de Castillo. Acompañadlos de papa y choclo andino y bebiendo chicha morada. Visitad también el mercado de San Pedro, donde se puede desayunar, comprar algún souvenir o quizá algo más auténtico como suéteres, bufandas o gorros de alpaca, de gran calidad. Y en alguno de los restaurantes de la calle Plateros, que en general son buenos, recomiendo probar platos con carne de alpaca. También hay un jardín al lado de la iglesia jesuita con un jardín en el que pastan llamas y alpacas.

Aguas Calientes

Desde Cusco, si solo podéis hacer una excursión, que sea a Machu Picchu. Podéis optar por algún agencia que os organice un traslado en minibús hasta la estación de Oallantaytambo donde tomar un tren panorámico. Este tren, con grandes ventanales y techos de cristal ofrece unos paisajes de ensueño, con explicaciones por los altavoces de todo lo que se va viendo y amable personal que os traerá agua y snacks para hacer el viaje más agradable. La ruta del Inka en tren es inolvidable. Veréis incluso "tambos" abandonados parte de las carreteras que llevaban a Machu Picchu.

El tren llegará hasta la estación de Aguas Calientes, un pueblo turístico a rabiar que aprovecha que es la mejor opción para pernoctar antes de subir a Machu Picchu. Los restaurantes son reguleros, y las tiendas también, pero hay una atracción curiosa, aunque cutre: las termas públicas, aunque pequeñas, son agradables para darse un descanso, sobre todo al final del día. El único pero es que siempre están llenas y siempre hay música alta. También es agradable dar un paseo a lo largo del río Urumbamba hasta el pequeño museo que hay dedicado a los pies de la montaña del santuario.

Para comer, el Indio Feliz nunca falla, pero también Chullos y Ponchos, dos restaurantes hermanos que sirven platos peruanos decentes, como el pato a la Chiclayana (arroz con pato típico del norte), el arroz amazónico o el cuy confitado acompañado de parpadelle a la huancaína. Acompañadlo todo de una dulce Inka Cola. Poco más que señalar en esta curiosa población.


Santuario histórico de Machu Picchu

Ubicado a 2.430 metros de altura en un paraje de gran belleza, en medio de un bosque tropical de montaña, el santuario de Machu Picchu (que significa "pico viejo" en quechua) fue probablemente la realización arquitectónica más asombrosa del Imperio Inca en su apogeo. Sus murallas, terrazas y rampas gigantescas dan la impresión de haber sido esculpidas en las escarpaduras de la roca, como si formaran parte de ésta. El marco natural, situado en la vertiente oriental de los Andes, forma parte de la cuenca superior del Amazonas, que posee una flora y fauna muy variadas.

Nada más entrar, me temblaron las piernas. El lugar impacta, no solo por las construcciones, sino, sobre todo, por el entorno natural que lo rodea. Este santuario nunca fue revelado a los conquistadores castellanos, y no fue hasta principios de siglo XX cuando arqueólogos europeos lo redescubrieron, tras quitarle una capa de jungla que lo cubría.

Pese a que los historiadores no se ponen de acuerdo, lo cierto es que a Machu Picchu se le considera el santuario que construyó Pachacútec, actuando además de nudo de comunicaciones en una zona entre la Amazonía y la serranía. Se cree que llegaron a vivir aquí hasta 500 personas, entre servicio, soldados y sacerdotes. Las canalizaciones de agua desde la montaña son impresionantes, y las terrazas para cultivar aún más. Es impresionante como desde la base hasta lo alto de la montaña, como si de una gran pirámide se tratara, enormes terrazas les servían para cultivar patatas, maíz, pimientos, coca o verduras. La ingeniería detrás de estas es tremenda, ya que se tenía que asegurar la fertilidad del suelo y que drenara bien, protegiendo a la vez a la montaña de la erosión evitando desprendimientos.

En cada uno de los recorridos no se permite ir para atrás. Yo opté por el que recorre las estancias reales, el templo del sol (con sus ventanas alineadas a los dos solsticios), la plaza mayor, las zonas donde se educaban los sacerdotes, el templo del cóndor, el majestuoso templo de las tres ventanas y muchas otras construcciones impresionantes. En los propios apartamentos reales los sistemas de canalización del agua fresca que surge de lo alto de la montaña siguen funcionando 600 años después. Además, las canalizaciones de desagüe que impiden que las edificaciones se derrumben siguen protegiéndolas también del agua. Impactan también el uso de ventanas trapezoidales para resistir los seísmos, y como las rocas pulidas son ensambladas unas con otras sin utilizar cementos, solo encajándose a la perfección como si fueran piezas de "Lego".

Consejos: comprad la entrada con anticipación en la web oficial del Ministerio de Cultura peruano o hacedlo directamente en las oficinas físicas que hay en Aguas Calientes. Casi siempre sobran entradas por lo que si sois flexibles con las horas, no debe haber problemas. Otra opción es contratar un tour que os las compren, es lo más sencillo en realidad y os ahorráis dolores de cabeza.

Quiero volver para escalar el Wayna Pichu (no quedaban entradas) y poder disfrutar de nuevo de esta maravilla por ejemplo, al amanecer. Uno de los lugares más mágicos que he conocido nunca.

Vuelta a Cusco

Tras Machu Pichu, regresé a Cusco para dormir una noche más y aprovechar para visitar las cuatro ruinas incas que tiene alrededor y que vale mucho la pena descubrir. Lo mejor es hacerlo con un tour organizado para no perder tiempo y entenderlas bien. Se suele empezar por la más alta, Tambomachay, y luego se va bajando para aprovechar el viaje.

La primera, Tambomachay, forma parte del sistema vial andino, o Ohapaq Ñan, una vasta red viaria de unos 30.000 kilómetros construida a lo largo de varios siglos por los incas aprovechando en parte infraestructuras preincaicas ya existentes para facilitar las comunicaciones, los transportes y el comercio, y también con fines defensivos. Este extraordinario sistema de caminos se extiende por una de las zonas geográficas del mundo de mayores contrastes, desde las cumbres nevadas de los Andes  hasta la costa del Pacífico, pasando por bosques tropicales húmedos, valles fértiles y desiertos de aridez absoluta. La red viaria alcanzó su máxima expansión en el siglo XV, llegando a extenderse por todo lo largo y ancho de la cordillera andina en una extensión mayor que la del imperio Romano. 

Tambomachay era un lugar de descanso, baños y ceremonias (un tambo) de los que habían aproximadamente cada 15 kilómetros en la red de caminos. Los corredores o "chasquis" llevaban mensajes y mercancías de un lado a otro del imperio en horas. Por ejemplo, proveían de pescado fresco a Cusco que transportaban desde la costa del Pacífico en menos de 24 horas. Y pasaban las noches en uno de los tambos. Es impresionante ver como sigue canalizando el agua fresca de la montaña en sus fuentes. En sus prados es común ver a menores vestidos con trajes típicos llevando en brazos a sus pequeñas llamas, pidiendo dinero al turista, aunque no son nada insistentes. Sus madres suelen vender deliciosas empanadas recién hechas de queso, carne o quinoa.

De ahí se baja hasta Pukapukara, conocido como el "fuerte rojo" y considerada una estructura militar defensiva. Y un poco más abajo, al Q'enqo, que en quechua significa "Zigzag". Se trata de una enorme piedra caliza con escalones y nichos excavados cuyo elemento central es una piedra plana y muy muy fría usada para rituales funerarios y momificaciones.

Finalmente, la gran ruina que no os podéis perder es el Saqsaywamán, una gigantesca ruina ceremonial pero también defensiva, con la forma de los dientes y boca del puma. Ahora solo se ve un 20% de la misma, ya que el resto de rocas fueron usadas en construcciones coloniales de Cusco. Pero solo con ese pequeño porcentaje se puede apreciar lo gigantesco que fue este sitio: una de las rocas usadas pesa más de 300 toneladas. Aquí tuvo lugar de una de las batallas más cruentas entre castellanos y quechuas.  Mientras recorría las antiguas murallas, pude ver como en la gran explanada cientos de personas ensayaban el Inti Raymi, o celebración del sol triunfante, que se celebra cada 24 de junio.

Al volver a Cusco, me despedí de la ciudad desde el mirado de San Cristóbal, a unos pocos minutos de la plaza de Armas tras subir una empinada cuesta, para tener una bonita perspectiva final de esta ciudad mágica. Me dejé sin ver bien el Valle Sagrado, barrios de Cusco como el de San Blas o atracciones naturales como la Montaña de Colores, pero estoy seguro que acabaré volviendo a estas tierras tan maravillosas. Sin duda, una de las experiencias más mágicas, impactantes y satisfactorias de mi vida. Si vais a Perú, priorizad Cusco y Machu Picchu: no os arrepentiréis.


IMPRESCINDIBLES

Comer

Sopa de quinoa andina en Mister Soup.

Chicharrones cusqueños en cualquier restaurante de la calle Pampa de Castillo.

Beber

Infusión de hojas coca en cualquier sitio.

Canción

Templo del Sol de Ismael Corchado.

Cómic

El Templo del Sol de la serie "Tintín" de Hergé.

dimarts, 20 d’agost del 2024

Santa Ana de los Ríos de Cuenca

Una ciudad antigua pero moderna

Cuenca, o mejor dicho, Santa Ana de los Ríos de Cuenca, es la tercera ciudad del Ecuador. Cuenta con uno de los centros históricos mejor conservados de la época virreinal en Sudamérica y así lo reconoció la UNESCO, añadiéndolo a su listado de patrimonio de la humanidad. Y por eso estaba en mi radar. No podía faltar en mi periplo ecuatoriano. Y lo cierto es que me sorprendió, no solo por sus calles limpias y su clima más agradable, sino también por sus tranquilos habitantes que la hacen más agradable que la capital Quito o la bulliciosa y ahora peligrosa Guayaquil.

La ciudad está enclavada en un valle de la cordillera de los Andes, al sur de Ecuador y fue fundada en de conformidad con la estricta normativa urbanística promulgada por el emperador Carlos V. El trazado urbano de la ciudad se sigue ajustando al plan ortogonal establecido 400 años atrás. En el centro histórico, además de sus edificios coloniales, también hay otros de la etapa republicana, que se mezclan de forma armónica, especialmente en la plaza más importante de la ciudad, la Calderón, donde se encuentran tanto la catedral vieja (desacralizada y de la época colonial) como la nueva (ya construida tras la independencia). Por operatividad, decidimos quedarnos en un hotel de dicha plaza: muy cómodo en términos de localización, pero incómodo por los ruidosa que es la plaza (tráfico, personas, músicos y, de noche, fiesteros por un lado y los pitiditos persistentes de los semáforos para personas con discapacidad auditiva, por otro).

La Cuenca prehispánica

Una visita en orden cronológico os llevará primero a las antiguas ruinas incas. Sin embargo, antes de su fundación, estas tierras ya fueron habitadas por otras culturas, destacando los cañari, que llamaron a este valle "Quanpondelig". El imperio Inca llegó cientos de años después para construir la ciudad de Tomebamba. El parque arqueológico que forma parte del Museo del Banco Central "Pumapungo" muestra estas enormes ruinas de la antigua ciudad inca. Y aunque solo se pueden ver sus cimientos, ya que el resto de sillares los usaron los castellanos en la ciudad colonial, sigue siendo impresionante. Estas ruinas forman parte del Qhapaq Ñan o sistema vial andino, la vasta red viaria de unos 30.000 kilómetros construida por los incas para facilitar las comunicaciones, los transportes, el comercio y la defensa. omebamba llegó a ser la segunda gran ciudad del Tahuatinsuyo tras su capital, Cuzco. Aquí nació el emperador Huayna Capac, por ejemplo. 

Sus jardines son preciosos para admirar la extensión de la antigua ciudad y además cuentan con cultivos tradicionales andinos como la quinoa, así como con un centro de recuperación de aves tropicales. En el edificio brutalista del museo, además, hay arte contemporáneo en la primera planta y dioramas de las diferentes culturas y del Ecuador en la segunda, incluyendo representaciones de viviendas tradicionales: ganaderos de las llanuras, afrodescendientes de la costa o indígenas de la sierra y el Amazonas, destacando las cabezas (reales) reducidas de guerreros de la cultura shuar. El acceso al museo y las ruinas es gratuito, así que no tenéis excusa.

La Cuenca virreinal

En 1532, los cañaris, hartos de la opresión inca, se aliaron con los castellanos recién llegados facilitándoles la anexión de la ciudad a su Corona. Y ya en 1557 se fundó la actual Cuenca por orden del Virrey del Perú. El centro histórico actual es resultado de ello. Uno de los restos más bonitos de esa época es el puente roto: pese a que una riada se llevó la mitad del mismo, la otra mitad aún ofrece sus bellos arcos y en el tramo que queda se siguen celebrando agradables ferias de arte todos los sábados. Además, pasear a lo largo del río es muy agradable. Cuenta con un carril bici y en sus márgenes hay cafeterías y restaurantes a la última.

Podéis empezar el recorrido por el centro por la agradable plaza de San Sebastián, antigua plaza de toros de la ciudad, ahora con cafeterías y librerías. Luego seguís por la plazoleta del Carmen, con su colorido mercado de flores, maravillosa de día y de noche.

Pero es la plaza Calderón, antes mencionada, la auténtica protagonista, donde la ciudad se encuentra en su cuidado jardín vallado, con la imponente catedral nueva de 1885 y sus enormes cúpulas de azulejos azul celeste. Por dentro impone, ya que es de las más grandes del continente y caben hasta 9.000 fieles sentados. La catedral original de la época virreinal está en frente y es mucho más pequeña. Ahora está desacralizada y se puede visitar como museo.

Cuenca contemporánea

Cuenca vivió una nueva época de esplendor en el siglo XIX gracias a sus exportaciones agrícolas e industriales, llenándose de majestuosos edificios afrancesados del llamado estilo "republicano" tan popular en las repúblicas americanas. La alcaldía de Cuenca es un bonito ejemplo.

Una forma agradable de ver el resultado de esa mezcla de estilos en su casco histórico y de paso acercarse a otros barrios más alejados es tomar el bus turístico que sale cada media hora de la plaza Calderón y subirse a su segundo piso sin techo. Para tener una panorámica de la extensión actual de la ciudad, nada mejor que parar donde el mirador del Turi, y entrar al puente de cristal. Está algo lejos pero el autobús turístico os lleva.

La ciudad avanza hacia la modernidad poco a poco pero sin pausa. Sus modernos tranvías dan una pátina de avance urbano, así como la preciosa recuperación de sus ríos como parques públicos limpios, agradables y seguros. Gente de todo el mundo acude a instalarse aquí, atraída por el nuevo empuje del turismo. Y eso se refleja en nuevos restaurantes y cafeterías que sirven productos de gran calidad. Nosotros conocimos a una pareja de chicas marroquíes que salieron de su país para poder vivir su relación sin riesgo para su vida. Una trabaja en una cafetería excelente, Nana Coffee, donde sirven uno de los mejores cafés que hemos probado en el mundo (así como postres caseros de rechupete); y la otra en el restaurante la Mabue, con unos platos de la costa ecuatoriana (como la tonga manaba, con ingredientes de altísima calidad y una sazón de diez); o una familia colombiana con su buenísimo restaurante que llegaron a Cuenca buscando un futuro mejor: Moliendo Café. Sus almuerzos de 3 dólares son excelentes aunque con poca cantidad de carne.

Si queréis comida tradicional local, Guajibamba es un excelente lugar para probar el seco de chivo, un guiso de carne de cabrito macerada en vinagre que se sirve acompañada de arroz, aguacate y maduro; y una salsa de ají, huacatay y cilantro. Otro imperdible es Raymipampa, el plena plaza Calderón, siempre abarrotado de locales y no es por casualidad. Sirve platos tradicionales de todo Ecuador y de la ciudad, destacando el típico, un plato de Cuenca que lleva filete de cerdo, morcilla, mote pillo y mote sucio. El mote pillo es maíz maduro cocinado con huevo y el sucio, con manteca negra, guarniciones habituales en las mesas de Cuenca. La merienda cuencana es en la icónica chocolatería Dos Chorreras, algo kitch, pero con chocolates calientes tradicionales del país, además de dulces típicos de la ciudad (e internacionales también).

Finalmente, el restaurante cool es Tar Tar. El corviche, la guatita de mariscos o el piracucú del Amazonas con meloso de camarones son excelentes. Por no hablar de sus tartares, de enorme calidad. Y el servicio y ambiente, de diez.

En definitiva, Cuenca es una gran sorpresa, perfecta para dos o tres días de agradable turismo urbano. Se puede llegar a la tercera ciudad ecuatoriana ya sa en avión desde Quito o Guayaquil o con autobuses o en coche desde el resto de lugares del país.

IMPRESCINDIBLES

Comer

Típico con mote pillo y mote sucio en Raymipampa.

Tonga manaba en La Mabue.

Beber

Café ecuatoriano en NaNa Coffee.

Canción

San Juan Bonito de Los Incateños.