El parque temático de la Florida
que de momento menos me gustó fue SeaWorld. Este complejo temático dedicado al
mundo del mar tiene demasiados aspectos que mejorar. Además, dio la casualidad
que estuvo casi todo el día diluviando. Todo influye.
El caso es que llegamos y ya la
entrada es un abuso: 91 dólares con los impuestos. El descuento para residentes
de la Florida sólo es válido si la entrada se compra por Internet. Empezamos
mal.
La zona de entrada no es nada
impresionante. De hecho, la tematización es bastante mediocre. Se trata de un
conjunto de casitas de madera con los típicos servicios de un parque. Y alguna
que otra tienda llena de recuerdos cutres. Para dar un poco de alegría al
asunto resolvimos ir directos a Manta, la estrella del parque. Parándonos antes
a ver los simpáticos flamencos, eso sí.
El caso es que esta montaña rusa
cuenta con un área para esperar bastante agradable, donde se recorren cuevas
con gigantescas peceras llenas de mantas de todo tipo y tamaño. La atracción
pretende simular un paseo cogido a uno de estos animales marinos a gran
velocidad. Al subir, lo primero que hacen es colgarte en horizontal, como si
fueras a volar. La sensación de inseguridad crece puesto que se pierde el
contacto con el asiento, quedando sujeto solo por el agarrador. Los loopings y
trenzas cobran una nueva dimensión al realizar el recorrido de la montaña rusa
en esta posición. La sensación es única. Además de la gran caída y de los
giros, hay un tramo en el que pasaremos a toda velocidad por mitad de una
fuente. Genial.
Después de la subida de
adrenalina, decidimos atacar a la otra gran montaña rusa del parque: Kraken. Se
trata de una convencional, metálica y con loopings, grande pero no muy
diferente a las que podemos encontrar en muchos otros parques. A mi me mareó bastante.
Subidas estas dos, nos dimos una
vuelta por el Waterfront, una zona donde se intenta imitar un pueblo costero
frente al mar. Tematización horrorosa. Como teníamos hambre, almorzarmos en uno
de los cafés del área: el Spice Mill. Allí sólo vendían hamburguesas y ensaladas
César de calidad media y precios elevados. Y la cola era bastante larga. Por
cierto, a la entrada de este restaurante había un pequeño escenario ante un
gran acuario llamado Pear Dive, donde una submarinista buceaba entre restos
romanos falsos y rescataba falsas conchas con perlas falsas en el interior. Por
sólo 15 dólares el caprichoso niño de turno podía quedarse con una de aquellas
supuestas perlas recién sacadas de la piscina. Ridículo, sin duda.
Tras saciarnos algo, seguimos
paseando, cruzamos el lago y llegamos al gigantesco Shamu Stadium. Allí
disfrutamos del espectáculo One Ocean, bastante flojo según los espectadores con
experiencia. Aunque a mí personalmente me gustó puesto que nunca había visto
ballenas asesinas actuar. Sorprende lo amaestradas que están. De hecho, cada
una tiene a un entrenador que les va diciendo lo que tienen que hacer y es
increíble. Salpican a la gente, dicen sí o no a preguntas de los entrenadores,
dan grandes saltos, giran cuando se les dice, saludan... parecían perros. La
estrella del show era Shamu, la orca más grande de todas. Ver unos animales que
en apariencia son bastante salvajes actuar de una forma tan doméstica vale la
pena. Aunque el espectáculo es en general bastante flojo, tanto la iluminación como la
escenografía. Como dije, los espectadores de otros años afirmaban que antes los
entrenadores se subían a lomos de las orcas o incluso hacían acrobacias con los
pies. Sin embargo, la muerte de algunos de ellos ahogados o aplastados por
estas ballenas había obligado a que no se metieran más en el agua con los cetáceos.
Tras el espectáculo, nos
dirigimos a la atracción Wild Artic, donde un simulador de helicóptero hacía
que nos llevaba hasta el mismo corazón del Polo Norte, a una base científica en
concreto. El simulador no está mal, solo que marea muchísimo. Cuando
supuestamente llegamos, se abrieron las puertas del “helicóptero” y entramos en
una zona tematizada estilo base científica en el Ártico, con el aire acondicionado a tope y hielo real en
muchas paredes. En este recorrido se sucedían piscinas enormes con belugas,
morsas y hasta un oso polar, que estaba dormido.
Salimos y seguimos paseando por una zona de
niños llamada Shamu’s Happy Harbor, donde tienen todo tipo de pequeñas
atracciones así como diferentes juegos de feria y llegamos hasta la zona de las
focas llamada Pacific Point Preserve, donde junto con decenas de pájaros
zancudos blancos conviven unas diez focas de todos los tamaños, que gritan y
ladran marcando su territorio. Muchas se acercan a los visitantes tanto que
hasta da miedo, sobretodo la más grande de todas que de vez en cuando hace
amagos de lanzarse contra la gente, dando algún que otro susto. También
observamos la piscina de los tiburones bebés, donde se les puede dar de comer.
En esos momentos decidimos que era momento de subirnos a la tercera gran
atracción de SeaWorld: Journey to Atlantis.
Nuestro gozo en un pozo: la
persistente lluvia y las fuertes probabilidades de tormenta eléctrica tenían
cerrada la atracción desde hacía horas y no había previsión de que se abriera.
Enfadados, seguimos caminando hasta llegar a la zona de Key West, también muy
mal tematizada, donde lo más memorable es la piscina donde poder alimentar y
tocar a las rayas. Tras comprobar que también la torre de observación del
parque estaba cerrada por la lluvia, resolvimos volver a Miami, enfadados por
haber gastado tanto dinero en un parque tan mediocre, especialmente si un día de mal
tiempo. Además, el personal del parque era en general bastante descuidado y poco atento, mal informado y desganado. Excepción hecha del señor Arthur del Guest Service, muy servicial y amigable.
Tal vez SeaWorld no sea tan malo
como a mi me pareció. Seguramente los niños y los aficionados a las criaturas
marinas lo pasen bien. Y sin duda, hay muchas cosas que no vimos, como el espectáculo de los delfines, el de las focas o la nueva atracción de las tortugas. Pero
personalmente tuve un día de lluvia en un parque que no me convenció, así que
mi consejo es que si vais a Orlando, evitéis SeaWorld.
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