Uno de los destinos que más crece en Filipinas es la remota población del El Nido, al norte de la alargada isla de Palawan, conocida por ser la úlima frontera de Filipinas. Diversos medios de comunicación occidentales, como
The Guardian o la CNN han calificado sus playas no sólo como las mejores de Filipinas, sino de entre las mejores del mundo.
El nombre en castellano de esta localidad se debe a la gran cantidad de nidos de salanganas o vencejos de cueva que se amontonan en los peñascos de piedra caliza selváticos que conforman las paradisíacas playas del municipio. El Nido guarda su vida tradicional pero cada vez más cuenta con una población de turistas que se confunden con los nativos. Sigue siendo, por tanto, un pueblecito filipino más donde de vez en cuando aparece una pequeña pensión o un resort humilde. Su lejanía de todo es otro de los factores que hace que conserve su caracter auténtico, mucho más que en Boracay, por ejemplo. Por avión, los billetes a El Nido desde Manila no suelen bajar de 100 euros y además hay pocos cada semana. Por barco son muchas horas y el precio no baja de 38 euros. Y por carretera, las 7 horas en coche o autobús que lo separan de la capital de Palawan, Puerto Princesa - donde volar por precios bajos - , unido a las carreteras de piedras y con muchas curvas también lo aislan bastante.
Sin embargo, su extraordinaria belleza y precios asequibles constituyen un imán para todo mochilero viajando por el Sudeste asiático que se precie, y por supuesto para todo aquel que viva o visite Filipinas. Sus playas e islas son tan impresionantes como Halong Bay o Pukhet, con la ventaja de tener precios mucho más bajos y estar libres del turismo masivo que hace perder el encanto a dichos lugares de Tailandia y Vietnam. Tal vez el único "pero" que impide a El Nido dar el salto a destino de categoria mundial es su enorme carencia de infraestructuras adecuadas. Por un lado las carreteras sigue siendo malas o inexistentes - aún hay muchos tramos de piedra y tierra -. Por otro lado, la carencia de un adecuado suministro eléctrico hace que la luz se corte todos los días desde las 6 am y no vuelve a funcionar hasta las 2 pm. Aunque tal vez, esto de más encanto aún al lugar y lo convierta en ese pueblo remoto en el que todos soñamos perdernos algún dia.
Personalmente he estado dos veces. La primera llegué en barco desde Corón, en el archipiélago de Busuanga, al norte de Palawan. Dicho barco fue insoportable, interminable y angustioso por el oleaje y las 8 horas allí metidos. Por eso nos permitimos el lujo de pagar un pequeño resort y zambullirnos en la piscina del del
Four Seasons. No lo confudáis con la famosa cadena hotelera internacional, este es un hotel muy sencillo con la ventaja de la tranquilidad, su cercanía a la mejor playa del lugar y su buen desayuno. Además, tiene una bonita piscina en la playa. La desventaja es que para ir al pueblo dependíamos siempre de los
tricycles, las típicas motos filipinas modificadas con una cabina anexa en la que caben todos los pasajeros que la imaginación quiera. Otra cosa es que estas moto-taxis aguanten todo ese peso en las empinadas cuestas de la zona.
Ese día cenamos en la tranquila playa del Nido, llena de restaurantes con música en directo cuyas mesas están en la misma arena. En Filipinas, las leyes de proyección de playas no existen por lo que las construcciones están literalmente encima de la arena de las playas.
Enormes antorchas estilo
tiki iluminan los diferentes restaurantes, además de las velas con anti-mosquitos que hay en cada mesa. El
Ric Son's fue nuestro restaurante favorito esos días, lugar donde tomar cócteles tan deliciosos como el daiquiri mango a solo un euro y medio durante la
happy hour o donde degustar un auténtico
pansit, es decir, spaghetti de pasta de arroz con verduras filipinas y carne o marisco a elegir. Se trata de un plato típicamente "chinoy" es decir, de los filipinos con miembros en su familia de origen chino. El
Ric Son's también tiene unas pizzas de gran calidad por solo 3 euros o platos de pasta dignos de cualquier restaurante italiano medio. Y su sepia rellena de verduras asadas es exquisita. De postre nada mejor que un enorme
pancake de banana o mango con un poco de sirope de chocolate. Aviso: con uno se pueden llenar tres personas.
Sin embargo, fue en mi segunda visita cuando realmente descubrí un poquito mejor el panorama gastronómico del pueblo. Y tengo que decir que, además de que los precios han subido ligeramente, que el mejor restaurante es Squido´s, no sólo por su servicio, sino por la excelencia de todos sus platos de calamar, ya sean los crujientes calamares a la romana, el calamar relleno, al curry y de muchas otras maneras. Al ser calamar del día siempre el sabor y la calidad están asegurados. Por cierto, sus chococrêpes son estupendos.
En ArtCafé también se encuentra buena comida - destacando la especialidad suiza del roti - y música agradable, con muchísimos viajeros allí. Muchas de las verduras y especias que utilizan son cultivadas en su huerto orgánico. Otro restaurante agradable es Altrove, con pizzas caseras al horno de leña y pasta decente. Atmosphere tiene buenos noodles, aunque el resto de sus platos asiáticos dejan bastante que desear. Por último, no puedo dejar de recomendar la Midtown Bakery, en el cruce de Real Street con Rizal Street: tienen un pan de coco recién hecho impresionante.
El día siguiente de mi primera vez en El Nido lo consagramos a descansar en Las Cabañas o Marimegmeg, frente a la isla Depeldet, que según los locales es la mejor playa del Nido. Nos dijeron que estaba a pocos minutos a pie al sur de nuestro hotel, así que cogimos el pack básico del playero y nos fuimos por la arena rumbo a la playa soñada. Estaba mucho más lejos de lo previsto y lo mejor de todo fue tener que escalar un enorme conjunto de afiladas rocas que separaban algunas playas, ya que nadar por el mar era imposible con las cámaras de foto, toallas, ropa... etc. A la vuelta nos dimos cuenta que por un caminito a través de la selva, donde vimos carabaos (los bueyes filipinos) bañandose en barro y todo, se llegaba a la carreterita principal donde con un tricycle se tardaba cinco minutos en llegar. Pero bueno, la aventura mañanera en las rocas tuvo su punto.
El caso es que finalmente llegamos y valió la pena. Se trata de la típica playa de arena blanca con mar calmadísimo y cristalino, palmeras cocoteras a un lado, isla paradisíaca, altísima y rocosa cubierta de selva al otro. Allí pasamos la mañana, con baños, siestas al sol y sesión fotográfica incluida. Después de volver al Nido y comer, decidimos explorar su paseo marítimo, con la gran sorpresa de conocer playa
Calaan con marea baja y observar sus águas totalmente quietas, por las que poder caminar y observar el fondo marino. Aunque lo más impresionante fue la puesta de sol, apreciando el rápido cambio de tonos de colores que va tomando el cielo, las nubes, el mar... en un espectáculo digno de parecer el último día en la Tierra. Por supuesto, a ambas playas volví la segunda vez.
Después del miércoles de relax, tocaba jueves de excursión. Así que volvimos a contratar un bangka que nos hizo un tour por las principales islas del archipiélago Bacuit, uno de los más bellos del mundo. Y como primera parada: playa Paradise, en la isla de Cadlao. Se trata de un lugar de catálogo. Típica playa muy pequeña de arena blanca con forma de media luna y cocoteros rodeada de enormes paredes de roca y selva y protegida del mar abierto por varias rocas en medio de la pequeñísima bahía que la forma, además de una gruta en uno de los extremos.
Siguiente parada: isla Miniloc, con sus lagos pequeño y grande, muy parecidos a los vistos en la isla Corón, pero impresionantes aún así. Y eso acompañado de un poco de buceo cerca de la playa
Seven Commandos, con los empleados de la barca lanzando pan a los peces para poder hacer
snorkel rodeado de un banco de peces cebra (blancos y negros).
Tras una mañana tan activa, llega la hora de la comida, en pleno estrecho de
Tapiutan, entre la isla homónima y la isla
Matinloc. Allí, en una pequeña playa (sí, también paradisiaca) desembarcamos para comer. Los encargados del barco bajaron una mesa, vasos y cubiertos y una parrilla, y allí mismo nos prepararon trozos de pollo a la barbacoa deliciosos acompañados de ensalada de pepino y tomate y arroz, como no. Después de devorarlo todo sentados en troncos, volvimos a embarcar rumbo a
Secret Beach a la que solo se puede acceder por un hoyo en medio del mar y de la afilada y enorme roca. Sin embargo, ese día había oleaje, lo que impidió, por motivos de seguridad, adentrarse en ella. Nos quedamos sin conocerla, siguiendo nuestro camino hacia nuevas playas y lagos. En mi segundo viaje a El Nido también me quedé con las ganas de descubrir la tal playa secreta, de nuevo por culpa del oleaje.También nos enseñaron algunos hoteles de lujo en playas desiertas. Desde el barco, por supuesto. Más tarde me enteré que ese era el tour A.
Los operadores ofrecen todos los mismos tours: A, B, C y D. Yo personalmente hice el A - dos veces y que recomiendo encarecidamente - y el C. Este lo hice en mi segundo viaje a El Nido y me gustó bastante, no sólo porque me permitió descubrir nuevas playas increíbles, sino también por tener la oportunidad de visitar una de las mayores rarezas del archipiélago Bacuit: el santuario de Mantiloc, o Mantiloc Shrine, dedicado al Sagrado Corazón de la Virgen María. La forma de corazón que tiene la parte norte de esta isla vista desde un helicóptero fue clave. En 1981, la visionaria religiosa Guadalupe Ting Yabes, milagrosamente curada de una enfermedad y que afirmaba escuchar a la Virgen desde los ocho años, no cesaba de decir que había un isla en forma de Sagrado Corazón al norte de Palawan. Por eso, allí, en mitad de la punta norte de la isla de Mantiloc, se construyó en 1982 un santuario abovedado de doce columnas con bancos y una estatua a Nuestra Señora.
Además del santuario y de un pequeño cementerio con varias cruces, hay un lujoso edificio de cinco alturas ahora abandonado que supuestamente iba a ser la residencia de sacerdotes y personas que desearan retiros espirituales. Sin embargo, la instalación cuenta no sólo con hueco para ascensor, sino con gigantescos cuartos de baño en los que hay jacuzzis y lujosas duchas instaladas, además de grandes armarios, camas y muebles de calidad. El edificio pasó a ser propiedad de un empresario que lo convirtió en un hotel de lujo. Sin embargo, se nota que fue abandonado precipitadamente y hace poco tiempo. Dicen que porque el dueño y algunos huéspedes vieron en repetidas ocasiones el fantasma de una bella mujer pululando por habitaciones y jardines. Da un poco de miedo. Según cálculos objetivos, el valor de la propiedad ascendería a 50 millones de dólares estadounidenses.
Sólo por tener la oportunidad de conocer esta curiosa construcción recomiendo encarecidamente hacer el tour C. Además, podréis hacer snorkel cerca de las paredes del estrecho de
Taiputan, dónde están los mejores corales de la zona. Aunque he de decir que si lo que realmente buscáis es disfrutar de corales y peces, lo mejor es que paséis más tiempo en Corón y el archipiélago de Busuanga.
Por cierto, esta segunda vez nos alojamos en Rosanna´s Cottages, que está recién ampliado con un moderno edificio de dos plantas y una agradable recepción. Los cuartos no son excesivamente caros si evitáis el desayuno - vale la pena tomarlo en la calle -. Intentad pedir por todos los medios que os pongan en un cuarto mirando al mar. Los otros cuartos son algo incómodos.
Las dos veces que he vuelto de El Nido ha Puerto Princesa lo he tendio que hacer en furgoneta. Y la verdad es que el camino se hace interminable: la mayor parte del tiempo en carreteras de un solo sentido y sin asfaltar. Sumad a eso miles de curvas y una velocidad muy baja. Por eso recomiendo el autboús público, que utilicé para llegar la segunda vez que estuve. Sale cada dos horas desde la estación de autobuses de Puerto Princesa. Es más barato que las furgonetas y muchísimo más cómodo, aunque tarda una hora y media más aproximadamente.