Visitar la conocida como Tierra Santa para los cristianos implica altas dosis de paciencia y sobretodo una mente abierta y predispuesta a escuchar. Aquí convergen las tres grandes religiones monoteístas, miles de años de historia y muchas de las grandes potencias mundiales. Y aquí se alzan altos muros construidos por Israel para separarlos de las pocas tierras que quedan bajo la Autoridad Nacional Palestina y que implican toques de queda para los palestinos en la mayoría de casos, ya que si cuentan autorización para ir a Israel, siempre deben volver a Palestina antes de medianoche.
La primera ciudad que visité bajo control de la Autoridad Nacional Palestina fue Belén, nombre que despierta toda clase de recuerdos entrañables a un cristiano por estar irremediablemente asociado a la Navidad. Además, Belén fue reconocida Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO.
Situada a 10 km al sur de Jerusalén, este es el lugar en el que los cristianos creen que nació Jesucristo. En el siglo IV se construyó una primera iglesia, que fue sustituida por otra en el siglo VI tras sufrir un incendio. En la iglesia actual se conservan suelos de mosaico muy elaborados procedentes del edificio original. El sitio incluye también conventos e iglesias latinas, griegas, ortodoxas, franciscanas y armenias, así como campanarios, jardines en terraza y una ruta de peregrinación.
Para llegar a Belén basta coger un bus de la compañía palestina que opera desde la estación de autobuses a un par de calles de la puerta de Damasco de Jerusalén. Con un poco de suerte no nos tocará ningún control militar israelí y en menos de media hora os plantaréis en el centro de Belén.
Fue en este pequeño pueblo (ahora ciudad) en el que María y José fueron a inscribirse al censo romano y María tuvo que dar a luz en un establo. En el punto donde nació Jesucristo, el emperador Constantino ordenó construir una iglesia en el siglo VI, actual basílica de la Natividad, que es la iglesia más antigua del mundo que se mantiene en funcionamiento. Esto la convirtió en un punto de peregrinación, surgiendo iglesias y monasterios alrededor, hasta que en el siglo VII Belén fue conquistada por los musulmanes. Sin embargo, se firmó un tratado en el que los invasores reconocían las propiedades sagradas a determinadas ordenes religiosas y además se permitía la libertad religiosa en la ciudad garantizando que los cristianos locales pudieran seguir profesando su fe.
Fue en este pequeño pueblo (ahora ciudad) en el que María y José fueron a inscribirse al censo romano y María tuvo que dar a luz en un establo. En el punto donde nació Jesucristo, el emperador Constantino ordenó construir una iglesia en el siglo VI, actual basílica de la Natividad, que es la iglesia más antigua del mundo que se mantiene en funcionamiento. Esto la convirtió en un punto de peregrinación, surgiendo iglesias y monasterios alrededor, hasta que en el siglo VII Belén fue conquistada por los musulmanes. Sin embargo, se firmó un tratado en el que los invasores reconocían las propiedades sagradas a determinadas ordenes religiosas y además se permitía la libertad religiosa en la ciudad garantizando que los cristianos locales pudieran seguir profesando su fe.
Siglos más tarde, la caída del Imperio Otomano tras la Primera Guerra Mundial hizo que Belén pasara a control del Imperio Británico, y con ello se reconoció a los judíos residentes, tras dos años de serlo, la ciudadanía local, a la vez que se privaba de dicho derechos a los nativos que vivieran fuera de la ciudad. Aquí empezaron los primeros conflictos que nos llevan a la situación actual.
Con la independencia de Israel en 1948, la ciudad experimentó una explosión demográfica, ya que miles de refugiados palestinos de otras ciudades que habían caído bajo control israelí se reinstalaron en los aún hoy operativos campos de refugiados de Aida, Dheisheh y Al-Azzah. Hoy en día Belén es una ciudad mayoritariamente cristiana cuya vida gira alrededor de la Basílica de la Natividad y la plaza Manger.
La basílica de la Natividad
Me sorprendió la austeridad de la que se considera la iglesia más antigua operando, que parece más una fortaleza que un templo. La minúscula puerta de acceso, la puerta de la Humildad, fue construida por los caballeros Cruzados para dificultar un ataque y entrada a la iglesia. Agachándome, me adentré al interior de la basílica, cuyo suelo aún conserva el mosaico original de la época de Constantino, ahora protegido por vallas. Las columnas también son originales, mientras que los frescos fueron pintados por los Cruzados siglos más tarde.
Anexo a la basílica se encuentra el monasterio armenio, donde esta comunidad lleva siglos transcribiendo Biblias e iluminándolas, así como la iglesia de Santa Catalina, donde se celebra la Nochebuena más famosa del mundo cada año, retransmitida por televisión.
Bajo del coro de la basílica se encuentra la gruta de la Natividad, que suele estar abarrotada de turistas. Aún así, su iluminación con lámparas antiguas hacen del lugar muy especial, estando marcado en lugar de nacimiento de Jesús con una estrella de plata de 14 puntas, copia de la original, que fue robada en 1847, y del que se echaron la culpa entre ellas las tres comunidades cristianas que custodian la basílica: los Católicos, los Griegos Ortodoxos y los Armenios. Las tres ramas se dirimen centímetro a centímetro el control de la basílica hasta el punto de regularse hasta la propiedad de las lámparas de la gruta de la Natividad: seis son de los ortodoxos griegos, cinco de los armenios y cuatro de los católicos.
En cualquier caso, es emocionante rezar en un punto tan importante para la cristiandad, en el punto exacto en el que se posó aquella estrella que guió a los sabios de oriente a adorar al niño-Dios. Incluso los no creyentes se emocionaran al visitar un lugar tan mencionado en la infancia de millones de personas que hayan vivido en sociedades influenciadas por la religión cristiana. Desde los villancicos hasta los tradicionales "Belenes" que se plantan cada Navidad en casas de todo el mundo, el Portal de Belén es un símbolo de unidad, paz y esperanza. Y tenerlo delante no deja indiferente a nadie.
La plaza Manger
Tras salir de la basílica, y frente a la misma, vimos la única mezquita del barrio antiguo de Belén: la mezquita de Omar, construida en 1860 gracias a un préstamo de la Iglesia Ortodoxa Griega y dedicada a Omar Ibn Al Khattab, segundo califa y suegro del profeta Mahoma, que antes de conquistar Jerusalén en el año 637, paró a rezar en la Iglesia de la Natividad, donde firmó el pacto de Omar, por el que se estipulaba que la basílica se mantendría cristiana y que los cristianos permanecerían libres de promulgar su fe en Belén bajo el califato. Por tanto, esta mezquita del siglo XIX rememora otro episodio histórico de tolerancia religiosa.
Además de la mezquita y la basílica, la plaza acoge un centro internacional de estudios de la paz y por supuesto, varios restaurantes. Si hay uno que nadie se puede perder en Belén es el Afteem. Todo palestino al que le pregunté coincide: tiene uno de los mejores humus, que lleva sirviendo décadas,. Aunque si queréis probar algo diferente, también sirven masabacha, una sopa caliente de garbanzos, o fatteh, un humus más líquido con trozos de pita y piñones. Su babaganoush, pan fresco y sus crujientes falafels son también de película. Parada obligatoria al lado de la Iglesia de la Natividad. Fui allí gracias a una amiga palestina que me llevó y repetiría. Muchas veces.
Muchos son los turistas que limitan su visita a Belén a la plaza Manger. Pero es necesario visitar también el resto de la ciudad, especialmente aquellos pegados al muro. Belén es uno de los lugares en Palestina donde más sencillo es para el turista observar el drama del muro. La ciudad forma parte del 3% de Cisjordania clasificado por Israel como zona A, bajo total control civil y militar de la Autoridad Nacional Palestina, por lo que los ciudadanos israelíes tienen prohibido entrar.
El muro se empezó a construir en un principio a lo largo de la denominada Línea Verde que dividía los dos futuros estados tras los acuerdos de paz que pusieron fin a la guerra de los seis días. Sin embargo, Israel ha ido apropiándose de tierras y agua asignadas originalmente a Palestina, rodeando más y más asentamientos de judíos ultraortodoxos, que han acabado dividiendo a familias palestinas, quitando parte de sus cultivos o construyendo una frontera entre sus casas y sus escuelas o centros de salud. Por ello se refieren a este muro como el del Apartheid.
Desde el punto de vista de Israel, este muro es necesario para garantizar la seguridad de sus ciudadanos. Se trata de un muro el doble de alto que el de Berlín: 8 metros de alto de hormigón armado, incluyendo torretas en las esquinas donde se sitúan soldados, así como sensores de movimiento y cámaras de seguridad.
La controversia ha hecho que artistas de todo el mundo críticos con dicha construcción hayan llenado el lado palestino de grafittis en los que denuncian la injusticia. El más famoso es Bansky, que además, ha decorado íntegramente el hotel más famoso de Belén: el Walled Off Hotel. Además de estatuas, grafittis y cuadros en su interior, el hotel cuenta con una exposición muy completa e interactiva donde además de documentales también podremos descolgar un teléfono en el que escucharemos el aviso real que el Ejército israelí realiza a las casas de la franja de Gaza minutos antes de un bombardeo. La exposición explica de manera clara la situación de los palestinos en la actualidad y el sufrimiento que por ello padecen, gracias a cientos de fotografías, mapas explicativos, documentos reales y vídeos. Al final de la misma, una tienda vende productos originales diseñados por Bansky cuya venta está limitada a cierta cantidad por persona ya que el objetivo del autor no es vender por vender sino difundir, a través de su arte, el mensaje de la injusticia que se vive en esta tierra.
Además de los artistas, los habitantes han intentado desdramatizar en lo posible su complicada situación y además de los cientos de graffitis a lo largo de los bloques de hormigón, algunos cafés y restaurantes han aprovechado incluso para pinta allí sus menús. El muro ha pasado a formar parte de la cotidianeidad de Belén.
Finalmente, intentamos volver a Jerusalén cruzando por el checkpoint de la tumba de Raquel, pero las colas eran larguísimas y desistimos. Aún así, pude sentir en primera persona la sensación de los miles de palestinos que tienen que perder su tiempo cruzando a través de estos pasillos con cámaras de seguridad, rejas y puertas giratorias tipo prisión. Muy triste. Sobretodo porque estábamos en pleno Ramadán, se estaba poniendo el sol, y cientos de palestinos esperaban a cruzar para reunirse con sus familias y poder disfrutar de la ruptura diaria del ayuno o iftar. Por tener pasaporte europeo yo, y pasaporte con permiso especial mi amiga, pudimos tomar un taxi por otra de las carreteras para llegar a Jerusalén sin problemas con un taxi con matrícula de Israel. Los taxis con matrícula verde de Palestina solo pueden circular por las zonas A, B y C pero no por Israel per se.
Esta vez me quedé sin visitar la actual capital palestina, Ramallah, así como otras ciudades milenarias como Hebrón, Jericó o Nablús, a las que espero poder ir en mi próxima visita a esta fascinante tierra, en la que toda preconcepción queda desdibujada y en la que uno no de deja de fascinarse ni un momento. No tardaré en volver.