Praia, la capital del Petit Pays
La República de Cabo Verde es un país insular africano frente a las costas senegalesas con diez islas mayores habitadas (menos una) y varias menores deshabitadas. Su territorio está organizado en 22 concelhos o municipios y su capital y ciudad más poblada es Praia, en la isla de Santiago. Allí es donde llegué por primera vez, a pesar de que la mayoría de extranjeros que visitan el país van a la isla de Sal.
Las islas estuvieron deshabitadas hasta que fueron descubiertas en el siglo XV por los portugueses, que las colonizaron para convertirlas en un centro de trata de esclavos. La mayor parte de los actuales habitantes de Cabo Verde desciende de ambos grupos: colonizadores y esclavos, por lo que gran parte de la población es mestiza, como también ocurre en Brasil. Por ejemplo, el Presidente de la República, al que tuve el placer de entrevistar, es mestizo.
Durante la revolución de los claveles de 1974, los países africanos que eran colonias de Portugal se independizaron, incluyendo a Cabo Verde. El Partido Africano para la Independencia de Guinea y Cabo Verde pasó a gobernar ambas ex colonias con el objetivo de crear un único país. Sin embargo, a causa de tensiones políticas el proyecto se abandonó en 1982.
Actualmente Cabo Verde es un país pequeño (menos de medio millón de habitantes) al que Cesária Évora, la caboverdiana más internacional, dedicó su famosa canción Petit Pays. Es una economía de renta media y también una de las democracias más estables de África. Casi el 90% de su población está alfabetizada. Su moneda, el escudo, está ligado al euro y de hecho, los euros son también de uso habitual. Una cosa que me llamó mucho la atención son las buenas carreteras con las que cuenta tanto la isla de Santiago como la de Sal, donde fui después.
Achada de Santo Antonio: mi primera cachupa
La primera semana la pasamos en el Hotel Santiago, un hotel de negocios de categoría media en Achada de Santo Antonio, que junto con Palmarejo son los barrios de la capital en los que uno pensaría más bien estar en las zonas nuevas de Manises o de Oliva (ciudades medias cercanas a Valencia) más que en una capital africana. Tiendas, restaurantes y bares ocupan bajos de animados barrios de la creciente clase media caboverdiana.
De los locales en los que comimos y cenamos hay que destacar la Mercearia Andrade en la Avenida Figueira da Foz. Este maravilloso lugar es perfecto para degustar la gastronomía caboverdiana: precios ajustados, menú variado cada día y de calidad. Allí probamos la famosa cachupa, el plato nacional de Cabo Verde, que se toma para comer y cenar, así como para desayunar. En este último caso friendo la cachupa sobrante del día anterior, acompañada de un huevo frito y de linguiça da terra (la salchicha local). El plato consiste en un estofado cocinado lentamente con dos tipos de maíz, tres o cuatro variedades de alubias y pescado o chorizo, salchicha, carne de vacuno, cabra o pollo. Se acompaña de mandioca, ñame y batata a veces en forma de buñuelos. Y con él se bebe el bissap (o hibisco hervido, que en México llaman agua de jamaica). Pedidlo frío y sin azúcar. Además de la cachupa, en Mercearia Andrade también probé la cachupinha (sopa de cachupa), el pastel de atún y otras deliciosas recetas de la gastronomía local como el pollo caramelizado o el atún al grill sin dejarnos sus estupendas croquetas de mandioca y pollo. Fui hasta cuatro veces. No os arrepentiréis. Y no dejéis de pedir sus postres de coco. Por cierto, en el Hotel Santiago, sus pescados a la plancha son también una maravilla.
El Plato y el paseo marítimo
La segunda semana nos trasladamos al estupendo Hotel Pérola, frente al mar, sin duda el mejor hotel de negocios del país y uno de los mejores de Praia. Sus habitaciones amplias y muy luminosas, modernas y limpias. Su personal es muy profesional y atento. Las vistas desde su piscina preciosas. Y la conexión de wifi muy rápida. En un país donde escasea la energía y el agua potable, el hotel es auto sostenible gracias a la energía generada por placas solares y su propia mini planta desalinizadora con la que obtienen su propia agua potable. Además, está cerca tanto del Plato como de Achada de Santo Antonio, dos barrios clave en negocios y ministerios. Finalmente, su restaurante es magnífico: platos africanos, europeos y latinoamericanos presentados por su chef chileno, con cantidades grandes e ingredientes del día. Destaca la fabulosa langosta.
Uno de los lugares más pintorescos de Praia es el Plato, antiguo centro histórico, con la plaza Alexandre Albuquerque como centro neurálgico. Recuerda mucho a Portugal, con calzada portuguesa y casas tradicionales de colores. En cualquiera de los restaurantes de la peatonal calle 5 de julio sirven menús del día tradicionales y abundantes con ingredientes de calidad y a buen precio.
Allí visitamos la Fundación Amilcar Cabral, padre de la nación caboverdiana. Un amable guía nos mostró vídeos y demás piezas de ropa, objetos personales o libros del antiguo guerrillero, asesinado por los portugueses antes de que Cabo Verde alcanzara su independencia. Cabral tuvo una gran relación con Fidel Castro y Nelson Mandela entre otros, siendo una de sus obsesiones la alfabetización total de los caboverdianos y guineanos.
En mi última noche en Praia fuimos a cenar al Quintal da Música, un local de música en directo muy frecuentado. El servicio es muy amable y atento: de hecho nos tocó una señora muy graciosa que nos traía las bebidas cargando las botellas en su cabeza con mucho brío. Cuando preparó la banana rebozada flambée, también tenía la botellas de aguardiente local sobre la cabeza, incluso mientras flameaba la banana delante nuestro. Nos gustó también la música en directo pero los platos, aunque decentes (sobretodo los de marisco), en general no superan a los de la Mercearia Andrade. En cualquier caso, es un lugar estupendo para una velada entre amigos.
Finalmente, y para una comida rápida, lo mejor es acercarse por las noches al patio al aire libre del Shopping Praia, el único centro comercial del país (muy pequeño) donde encontrar puestos de comida india, italiana, hamburguesas o de pollo frito y degustarlos frente al mar.
Cidade Velha, la antigua capital
Una excursión obligada en Santiago es ir a la antigua capital de las islas. Nosotros empezamos por el fuerte de San Felipe, construido en el siglo XVI y primer complejo militar construido por europeos al sur del Sahara. El fuerte se construyó por orden del Rey Felipe II de España como respuesta a los constantes ataques del pirata inglés Francis Drake. Su estilo es renacentista y tras su reciente restauración luce en todo su esplendor. Las vistas desde lo alto valen la pena.
A continuación, bajamos la montaña para visitar la ciudad de Ribeira Grande, bautizada de nuevo con el nombre de Cidade Velha a finales del siglo XVIII, que fue el primer establecimiento colonial europeo asentado en una zona tropical. Conserva parte de su trazado urbano primitivo, en el que subsisten edificios y espacios como dos iglesias o la plaza del Pelourinho con su rollo de mármol esculpido en estilo manuelino. Este icónico pilar de 1512 simboliza la justicia real ya que era allí donde se ejecutaban las sentencias. Se trata de una columna de mármol blanco de estilo gótico con una base octogonal y el símbolo de los marinos portugueses en lo alto.
En la plaza, frente al mar, hay varios restaurantes, uno de ellos regentado por un canario con muchas cosas ricas que os recomiendo, como los búzios (caracoles de mar) encebollados, sus pescados frescos a la parrilla (de hecho el nuestro lo pescaron ese mismo momento y vimos al pescador pasar con el gigante pez) y de poste el queso de cabra de la isla de Fogo con dulce de papaya.
Tarrafal
Otra de las excursiones para un fin de semana en Santiago es ir a Tarrafal, que según la mayoría de locales es la mejor playa de la isla. Por carretera se tarda algo menos de dos horas y vale la pena pararse a mitad para visitar algunos puntos de interés. Por ejemplo, cuando atravesamos por carretera la Serra da Malagueta, a más de 1000 metros de altura, la niebla intensa impedía ver la carretera. Su bosque, su humedad y sus bajas temperaturas suponen todo un cambio de aires dentro de la propia isla tropical. La carretera atraviesa bellos paisajes de sierras desérticas que contrastan con los verde valles.
Antes de llegar a la playa, pasamos también por el antiguo campo de concentración de Tarrafal, donde el régimen de Salazar encarceló a los guerrilleros independentistas caboverdianos, incluyendo a Cabral.
La playa de Tarrafal es muy bella y de aguas cristalinas, con un paisaje espectacular, pero al ser domingo estaba bastante llena de familias y niños gritando, por lo que no es el plan relajante que uno espera. Comimos en un restaurante con vistas al mar donde la comida estaba bien, sin más.
La vuelta la hicimos por la carretera que bordea el mar y paramos a visitar la comunidad más famosa de los Rabelados, la que está en Espinho Branco. Los Rabelados son una comunidad religiosa católica que, en la década de los años 40, y como respuesta a la llegada de nuevos curas de la congregación del Espíritu Santo, se rebelaron aislándose del resto de la sociedad y rechazando la nueva liturgia. Viven con gran sencillez. En esta comunidad, la más importante, una de sus principales fuentes de ingresos es el proyecto RABELART, diseñado por la artista Misa. Hay bastantes obras de arte a la venta en uno de los espacios de la comunidad. Allí compré una pintura en blanco y negro que me gustó particularmente.
En general, y desde el punto de vista turístico, me pareció mucho más interesante la isla de Sal que os conté en otra entrada. La isla de Santiago es bonita pero no creo que merezca la pena ir como turista. Quizá las islas de Sao Vicente o Santo Antonio también deben ser interesantes. Si alguna vez vuelvo a Cabo Verde las visitaré.