Ayer me encontré en el Facebook de una de mis amistades una lista más de esas que proliferan ahora, agobiándonos a muchos de los que nos obsesionamos con las listas, especialmente de las que tienen que ver con viajes.
Para evitarme agobios inncesarios, hace tiempo ya que renuncié a seguir al pie de la letra los recorridos de Lonely Planet, más allá de consultas esporádicas. Por ahora sólo me mantengo fiel a la lista de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO y a los 1000 lugares que ver antes de morir de la incansable Patricia Schultz. TripAdvisor también me sirve de brújula de vez en cuando, especialmente para consultas sobre hoteles, hostales y restaurantes.
Sin embargo, la lista que encontré ayer me sorprendió por la cantidad de lugares que no tenía ni idea de que existieran. Según dice, recoje los 100 lugares más bellos del mundo, de los que ya he disfrutado de Angkor Watt, Neuschwanstein, la Gran Muralla, Marruecos, Rio de Janeiro, Sanibel, la Bretaña francesa o los Everglades.
Uno de los sitios que me dejó totalmente curioso fue el fuerte Chittorgarh, en la India, un lugar bellísimo del que jamás escuché nada. O la costa de Victoria, en Australia. Por supuesto, muchos otros son habituales en las portadas de revistas de viajes, como Venecia, que prefiero guardar para una ocasión especial, la exótica Kyoto o la soñada Bora Bora.
La lista es caprichosa y obvia numerosos lugares mágicos que yo hubiera incluido, pero eso nos debe recordar (a mi el primero) que las listas siempre fallan y que uno tiene que lanzarse a descubrir lugares poco conocidos que en numerosas ocasiones nos sorprenderán. Definitivamente, el mundo nunca es suficiente.