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dissabte, 18 de gener del 2020

Excursiones desde Ammán

Cuando se tiene la oportunidad de vivir o visitar Ammán, existen ciertas excursiones a sus alrededores que se pueden hacer en medio día o un día entero y que os recomiendo. En mi caso, os contaré las que tuve la suerte de hacer:


Sitio del bautismo

La primera recomendación es una visita al sitio del bautismo en Betania-al-este-del-Jordán (Al-Maghtas), a nueve kilómetros al norte del Mar Muerto. Este sitio arqueológico incluye dos zonas principales: Al-Kharrar, también conocido por el nombre de colina de Elías y la zona de las iglesias de San Juan Bautista. Según la tradición cristiana, en este lugar, situado en medio de una naturaleza salvaje, fue bautizado Jesús de Nazaret por Juan el Bautista, su primo. Contiene vestigios de origen romano y bizantino, como iglesias, capillas, un monasterio y grutas que sirvieron de refugio a eremitas, así como pilas bautismales, que dan testimonio de la vida religiosa del lugar, y que es que es hoy destino de peregrinación para los cristianos de todas las ramas.

Por motivos de seguridad (se trata de la frontera con Israel), las visitas tan solo se permiten de forma guiada, por lo que cada cierto tiempo se agrupa a los visitantes en la entrada principal para llevarnos en un minibús y con guía hasta el fondo del valle y allí recorrer los principales puntos de interés, acabando en el punto exacto donde se cree que Juan bautizó a Jesucristo. En ese punto se puede ver el lado israelí, muchísimo más moderno, donde el día que lo visitamos habían grupos de filipinos realizando bautismos de cuerpo entero. Era muy curioso observar una frontera tan vigilada tan solo separada por unos metros de río.

Normalmente, las aguas del río bajan cristalinas, pero debido a las fuertes lluvias de días anteriores, durante mi visita estaban de color marrón debido a los lodos desprendidos. Uno de los mosaicos recientes instalados es el de la familia real jordana y a un jeque musulmán acompañando al Papa Francisco en su reciente visita al lugar. Son miles las personas que se llevan agua del Jordán para bautizar en sus lugares de residencia. En las tiendas de recuerdo las vendes en botellas a precios abusivos (10 euros el cuarto de litro), y nada te garantiza que no sea simple agua del grifo. Por ello, yo mismo recogí agua del lugar exacto del bautismo, para que mi prima pudiera bautizar a su tercera hija con ella.

Por su importancia, toda la zona está inscrita como Patrimonio Mundial de la Humanidad por la UNESCO, incluyendo las diversas iglesias católicas, ortodoxas y luteranas, así como las pilas bautismales usadas a través de los siglos y la cueva en la que la tradición cree que vivió Juan el Bautista como eremita.

Madaba

Otra de las excursiones recomendadas, especialmente a los amantes de la historia, es Madaba, la ciudad de los mosaicos, que tiene como gran atractivo a la iglesia ortodoxa griega de San Jorge, donde se encuentra el primer mapa conocido de Jerusalén, en forma de mosaico del siglo VI. Los historiadores lo consideran el mapa más antiguo de la humanidad hasta ahora descubierto. El mapa, plasmado en el suelo de la iglesia en forma de mosaico, se conserva bastante bien y en el se puede ver la forma de la antigua Jerusalén romana, con el cardo como calle principal, que estaba porticada entonces, tal y como el mapa representa. En el mapa también se señalan ciudades y pueblos alrededor de la ciudad que ya entonces era sagrada para los judíos por albergar el templo. Por lo demás, Madaba es una pequeña ciudad jordana sin más. Es por ello que nosotros visitamos la iglesia de paso hacia el Mar Muerto, como suelen hacer la mayoría de turistas. En cualquier caso, toda esta zona está plagada de lugares de interés arqueológico, incluyendo castillos cruzados o fortalezas de Saladino. Por estas tierras peregrinaban los turcos y sirios a La Meca, y los judíos y cristianos a Jerusalén (también los musulmanes). 

Monte Nebo

Tras Madaba, vale la pena pararse también en este monte. La tradición sostiene que aquí es donde Moisés fue sepultado tras morir a la edad de 120 años. Aquí se construyó una iglesia en el siglo IV para recordar el lugar de la muerte del profeta Moisés, y se mantiene como lugar de peregrinación para los cristianos tal y como lo designó el Papa Juan Pablo II. Fuera, desde la cima del monte, se observa todo el valle del Jordán así como el mar Muerto, Jericó, Belén y en los días despejados, Jerusalén y la refulgente cúpula dorada de la explanada de las mezquitas. Los judíos y musulmanes también veneran a Moisés como profeta, y por tanto este monte es también sagrado para ellos. De hecho, las tres grandes religiones del libro creen que desde Nebo fue donde Dios mostró a Moisés la tierra prometida a su pueblo, pero a la que nunca llegó el profeta. 

En el monte se eleva una cruz serpentina, símbolo de la serpiente que cogió Moisés en el desierto, fusionado con la cruz en la que se crucificó a Jesucristo, que plasma la conexión teológica del cristianismo entre ambas figuras clave del Antiguo y Nuevo Testamento respectivamente. Tradicionalmente, este lugar se encuentra bajo la custodia de la orden franciscana.

Vale la pena visitar también los excelentes mosaicos de los restos de la antigua iglesia bizantina que aquí se alzaba. Ahora está todo cubierto por una estructura metálica para protegerlos de la intemperie y se ha habilitado la llamada basílica de Moisés, que mezcla dichos elementos antiguos con contemporáneos, donde los franciscanos celebran misas regularmente.

Mar Muerto

Finalmente, tras las paradas en Madaba y Nebo, el viaje desde Ammán acaba en el célebre Mar Muerto, lugar de desembocadura del río Jordán y punto más bajo de la tierra. Este mar es en realidad un lago en mitad del desierto, a 435 metros por debajo del nivel del mar. Es aquí donde la tradición cree que estaban ciudades como Sodoma y Gomorra. 

El calor es muchísimo más elevado que en cualquier otro punto de Jordania y la humedad muy elevada. Bañarse en este mar es muy curioso. Su alta concentración de sal me hizo flotar mucho más de lo que floté en las salinas de San Pedro en la isla caboverdiana de Sal. Su agua contiene una concentración nueve veces mayor sal por litro que la del mar Mediterráneo. Ello, junto con el resto de minerales presentes, la convierte en curativa para varias afecciones de la piel así como para la artritis. Además, la mayor presencia de oxígeno en el aire facilita a aquellos que padezcan de asma y otras complicaciones respiratorias. Por todo esto, el Mar Muerto es considerado como un lugar clave para tratamientos terapéuticos y de belleza. No es casualidad por tanto, que el lado jordano del Mar Muerto está plagado de resorts de cinco estrellas de gran lujo y calidad (y elevados precios). Aunque si buscáis conocer el Mar Muerto en un día, entonces podéis ir a la llamada playa turística "Ammán", de acceso libre. Nosotros optamos por quedarnos en el Kempinski, que además de la estupenda playa privada con acceso al Mar Muerto que incluye hamacas, sombrillas, duchas, jarros de barro procesado y personal con toallas y botellas de agua, también ofrece una red de gigantescas piscinas en las que broncearse, disfrutando de sus vistas al bello Mar Muerto. El hotel es muy grande y sus diferentes instalaciones están construidas a varios niveles de altura por lo que existen carritos de transporte gratuitos en todo el complejo.

El ritual aconsejado para bañarse en este peculiar mar, en el que no existe fauna ninguna, es el de untarse primero con sus lodos terapéuticos de cuerpo entero y secarse al sol quince minutos. A pesar de ser abril cuando lo visitamos, el calor era sofocante. Cuando el barro esté seco, llega el turno de meterse en el agua y retirarlo. Eso sí, muchísimo cuidado con chapotear o mojaros los ojos. Debido al calor, cometí el error de mojarme casi todo el pelo tumbado como estaba en el agua. Sin embargo al levantar la cabeza, gotas chorrearon por mi cara entrando en mis ojos. El picor es inaguantable y de golpe me resultó imposible abrir los ojos. Los hoteles suelen estar preparados para estos casos y personal del Kempinski, en el que nos quedamos, se percató de mi situación y vino a socorrerme, llevándome de la mano hasta una de las duchas de agua dulce situadas a pie de playa, donde poco a poco pude retirarme las saladísimas gotas de mis pobres ojos, recuperando la visión. En cualquier caso, tras retiraros la costra de barro tanto en el mar, como en la ducha de agua dulce si quedaran restos, comprobareis como la piel se os queda suave como nunca. Todos estos resorts cuentan con spas que ofrecen todo tipo de tratamientos con los barros y lodos del Mar Muerto, incluyendo masajes o envoltorios de cuerpo entero, así como máscaras faciales.

Os animo a visitarlo cuanto antes (también se puede hacer del lado israelí o palestino), ya que en los últimos cincuenta años ha perdido un tercio de su superficie, debido a la sobre-explotación de las aguas del río Jordán y sus afluentes así como a la aceleración de la evaporación debida al cambio climático.

Además de estas, también existen otras posibilidades de excursión desde Ammán, destacado especialmente la visita a las ruinas romanas de la antigua ciudad de Jerasa, unas de las mayores del imperio, el gigantesco castillo cruzado de Kerak o las cataratas de Ma´In. Sin embargo, mi tiempo era limitado y tuve que priorizar. Cuando vuelva a Jordania las visitaré.

diumenge, 12 de gener del 2020

Un 2019 que lo cambió todo

2019 fue un año menos sedentario que 2018: mantuve mi apuesta por la oposición y en diciembre la aprobé. Y lo mejor es que durante el principio lo pude combinar con la realización de varios viajes de placer y por trabajo. Y al acabarla a principios de diciembre, pude también hacer dos viajes durante ese mes. Y no sólo por Europa: también volví al continente africano, americano y a Oriente Próximo. El año empezó en Valencia, algo ya de por sí extraño en mis últimos años, pero es que tenía la lectura de mi cuarto examen de la oposición al que llegaba por primera vez. Pero lo suspendí. Eso supuso un golpe personal duro, porque tiró por tierra todo el esfuerzo de un año y medio de estudios. Si quería seguir en la oposición me tocaba empezar desde cero. Desde el primer examen. Agotado mentalmente, necesitaba despejarme para volver a afrontar la rutina del estudio. En febrero hice una fugaz visita a Barcelona por trabajo y luego, gracias a un amigo pude irme dos semanas de febrero a descubrir Sudáfrica, un viaje de ocio que me ayudó a recargar pilas. Allí descubrí el país más desarrollado del continente y dos de sus tres capitales: Johannesburgo y Ciudad del Cabo, incluyendo maravillas naturales cercanas, desde gigantescas cuevas hasta la única reserva de pingüinos salvajes fuera del Polo Sur. 

A las pocas semanas, en marzo, volví a combinar trabajo y estudio, lo que me sirvió para despegar y volver a encarar la oposición con fuerzas e ilusión. Pasé a vivir unos meses en Ammán, la bulliciosa capital jordana. Y aproveché no solo para descubrir sus diferentes barrios sino también para recorrer algunos puntos claves del Reino Hashemita: el mar muerto, Madaba, el monte Nebo, Aqaba y sobretodo, la ciudad perdida de Petra y el desierto rojo de Wadi Rum, donde pasamos una noche con los beduinos. Además, durante una semana, crucé por la frontera terrestre al vecino Israel y a los territorios ocupados de Palestina. Allí me quedé fascinado con las tres ciudades que visité: Belén, Tel Aviv pero sobretodo, Jerusalén, una ciudad sin igual.

En junio volví a Montenegro, país que había visitado un invierno. En verano es totalmente diferente. Fui por la boda de dos grandes amigos del Colegio de Europa y aproveché para disfrutar de las calas rocosas y pequeños pueblos de la preciosa bahía de Kotor. No hay nada en el mundo que supere la luz, olores y ambiente del Mediterráneo en el mes de junio.

Desde ese viajé me encerré entre Valencia y La Canyada a estudiar como un loco excepto durante el mes de noviembre que lo pasé en Madrid preparándome para el cuarto examen de la oposición, tras haber aprobado (de nuevo) los tres primeros.  

No fue hasta que hice la lectura de mi cuarto examen a mitad de diciembre que me volví a subir en un avión, esta vez para cruzar el charco de nuevo y volver a una de las ciudades en las que viví durante mis veinte: Miami. Para la boda de otro amigo y para reconciliarme con una ciudad de la que no pude despedirme bien. He de decir que la ciudad está más bonita que nunca. Aunque era invierno, disfrutamos de una temperatura muy agradable. Coral Gables, Wynwood, la pequeña Habana y sobretodo South Beach estaban más bonitos que nunca.

Desde Miami, y para visitar a otro amigo, me adentré por primera vez hacia el oeste de los Estados Unidos de América, concretamente al rico Texas, donde descubrí tanto su capital, Austin, como la ciudad de San Antonio (y las huellas del Imperio español) y el pueblo de Fredericksburg, muestra de las migraciones germanas. Quedé fascinado del dinamismo texano y del orgullo de los habitantes del estado de la estrella solitaria. Nunca olvidaré mi visita al Capitolio texano en Austin, pues fue inmediatamente después de enterarme de que había aprobado la oposición. Mi vida cambió en ese instante.

Finalmente, los últimos días de 2019 los pasé en la antigua República Veneciana, hoy región italiana del Véneto, específicamente entre las ciudades de Venecia y Padua, entre amigos, buena comida y mucha arquitectura y obras de arte. Italia nunca cansa.

2020 tiene pinta de ser más viajero que 2019 pero con una salvedad: menos nómada. Parece que empiezo una nueva década poniendo punto y final a estos diez años de locura nómada, en la que no he durado en ninguna ciudad viviendo más de diez meses seguidos. Una década en las que más de 300 vuelos me han llevado a descubrir diferentes rincones de los 62 países que hasta ahora he tenido la suerte de visitar (o vivir en ellos). Parece que vuelvo a Madrid, curiosamente la ciudad en la que empecé la pasada década, y allí me instalaré por muchos años. Todo indica que se acabó el nomadismo, y esta vez parece que para siempre. En cualquier caso, seguiré viajando en cuanto pueda, porque la pasión de conocer el mundo nunca desaparece del todo. Y lo seguiré contando por aquí.

divendres, 10 de gener del 2020

Véneto

La capital de la "Sereníssima República"

Venecia es un sueño. Es como estar en el decorado de una película. No sorprende, por tanto, que ríos de turistas la inunden durante todos los meses del año. Fundada en el siglo V, esta ciudad lacustre comprende 118 islotes. Desde el siglo X se convirtió en una gran potencia marítima, condición en la que se mantuvo hasta las ocupaciones francesas y austriacas durante el siglo XIX. Venecia es, en su conjunto, una obra maestra de la arquitectura y hasta los más pequeños de sus monumentos albergan obras de los más grandes artistas de todos los tiempos, como Giorgione, Tiziano, VeronésTintoretto, entre otros. Arquitectos clave del Renacimiento como Palladio o contemporáneos como Tadao Ando o Calatrava también cuenta con obras arquitectónicas en la ciudad.

Además, también es una ciudad importante para la Cristiandad. Por un lado, reposan en Venecia los restos de Santa Lucía, mártir siracusana, en una de las capillas de la imponente iglesia de San Jeremías, al lado del puente de las agujas (guglie). Esta santa es venerada por católicos, ortodoxos y luteranos. Además de ser la patrona de ciegos y modistas, entre otras profesiones, su festividad se celebra especialmente en Suecia y Finlandia. Pero sobretodo, Venecia es clave por albergar los restos del Evangelista San Marcos, patrón de la ciudad y de la antigua República. Sus reliquias se encuentran en la catedral de San Marcos de la plaza homónima. Fueron extraídos de Alejandría por dos comerciantes venecianos que se los llevaron a su ciudad en el siglo IX.

La plaza de San Marcos, única en la ciudad en tener dicho nomenclatura (al resto de plazas se les llama como "campo"), se convirtió en el centro político, económico, social, cultural y religioso de la ciudad. La preside la extraordinaria catedral, uno de los pocos ejemplos de arte bizantino en Occidente, símbolo de las estrechas relaciones de Venecia con el antiguo Imperio Bizantino, y especialmente con la antigua Constantinopla, Bizancio y hoy Estambul. Esta joya arquitectónica nos recordará a Santa Sofía en Estambul, tanto por sus mosaicos dorados como sobretodo por las cúpulas por la parte interior. La principal diferencia con ella son las cúpulas en su parte exterior, a las que se les hizo un añadido con estructura de madera y plomo para darles su actual forma. De su impresionante fachada destacan los cuatro caballos de cobre, que fueron robados por los venecianos del hipódromo de Constantinopla tras su conquista en el siglo XIII en el marco de la Cuarta Cruzada. Su gigantesco campanario, otro de los símbolos de la ciudad, es ahora una reproducción exacta de 1912 del original del siglo XVI, que se desplomó en 1902. Se trata del edificio más alto de la ciudad.

El Palacio Ducal, justo al lado de la catedral, destaca por su combinación de mármol blanco y rosa y por su bella columnata gótica y elegantes balcones. Allí residía el gobierno de la República, admirado por su estabilidad basada en la combinación de los tres sistemas clásicos. Por un lado la monarquía, en forma de un Duque elegido de forma vitalicia por un consejo de 40 ciudadanos elegidos al azar, que utilizaba instrumentos de la democracia. Y por otro la aristocracia, representada en el Consejo de los Diez, con un patricio de cada barrio de la ciudad. Las tres instituciones formaban la Signoria, que representaba la continuidad de la República. Además de controles entre estas tres instituciones, también existían otras como un Senado, que se ocupaba de la política exterior y un Tribunal Supremo, centrado en garantizar la seguridad interior. Maquiavelo se refirió a Venecia como la más excelente entre las repúblicas modernas y lo cierto es que este sistema de división del poder le dio siglos de estabilidad y prosperidad a la ciudad-estado. La plaza y especialmente el palacio estaban pensados para impresionar a los visitantes, que necesariamente debían llegar a Venecia a través de este lugar, núcleo desde el que Venecia, reina del Adriático, llegó a gobernar medio Mediterráneo. Tanto de día como de noche, desde tierra o desde el agua, es difícil dejar de admirar su belleza.

Frente a la plaza de San Marcos se encuentra una isla en la que visitar la gigantesca iglesia de San Giorgio Maggiore, obra de Palladio, en la que, por primera vez, el famoso arquitecto de Vicenza dio con la clave de como adaptar una fachada que imitaba los templos clásicos con la estructura de tres naves de las iglesias cristianas. Su serenidad y proporcionalidad interior reflejan la obsesión del arquitecto con la perfección. Además, en su interior podremos admirar las dos últimas obras de Tintoretto: la recogida del maná, a un lado del altar mayor, y la última cena, al otro lado. Este último cuadro se considera la obra maestra del pintor italiano. Su tratamiento de la luz, perspectiva y formas distorsionadas la convierten en un claro ejemplo de pintura barroca. Esta iglesia cuenta con un campanario muy parecido al de San Marcos, al cual también se puede subir y hay menos espera.

Además de la plaza de San Marcos, el otro punto imprescindible es el gran canal, arteria principal de esta ciudad acuática. Con forma de "S", está jalonado de palacios góticos y bizatinos, conectando la plaza de San Marcos con la estación de tren de Santa Lucía, el único punto de conexión de la ciudad con tierra firme. Algunos lo recorren en góndolas, para ver también los pequeños canales de Venecia, más de 150. Pero lo más sencillo es subirse al vaporetto número uno en alguna de las dos paradas iniciales y sentarse en los lugares al frente del barco, para disfrutar del bullicio del gran canal, con los otros vaporettos y góndolas pasando, además de barcos-ambulancia, policía, lanchas-taxis e incluso botes con carga o los que recogen la basura. El momento culmen llegará al pasar por debajo del famoso puente de Rialto, el más antiguo de la ciudad, de finales del siglo XVI.

Una de las más conocidas tradiciones venecianas es el bacari, es decir, ir de bar en bar probando vinos y cicchetti (las tapas venecianas). Probamos varias, pero la que más me gustó fue el bacarando "In Corte dell´Orso", no solo por su buen ambiente o su muy amable personal, sino también por sus precios justos y la variedad de delicosos ciccheti: además de los crostini (trozos de crujiente pan con salami, quesos, verduras o cremas a base de bacalao), también había mozzarella rebozada, calamares, gambas, sepia y otras delicias como alcachofas de temporada.

Justo al lado está la "gelacoteca Suso", donde degustar alguno de sus estupendos helados, muchos creaciones únicas, y todos deliciosos. Aunque era invierno, no pudimos resistirnos. Recomiendo especialmente el sabor "Manet", que son capas de helado cremoso de pistacho salado cubiertas de gianduja, una pasta de chocolate que contiene sobre un 30% de pasta de avellana y que se parece mucho a la Nutella.

Finalmente, no podía dejar Venecia sin probar su plato estrella: las "sarde in saor", sardinas fritas sazonadas con cebollas agridulces cocinadas en vinagre y aceite. Esta receta surgió de la necesidad de los pescadores venecianos de almacenar comida en sus barcos durante largas temporadas de pesca. Las comí en la rosticceria San Bartolomeo y me parecieron deliciosas, acompañadas de polenta hervida.

Murano y Burano

Además del centro histórico de Venecia, la laguna cuenta con algunas joyas que vale la pena visitar. Nosotros pudimos ir a Murano y a Burano. Por un lado, Murano es otra de las islas pertenecientes a la ciudad, famosa en el mundo entero por sus artesanos del cristal. Para una demostración de esta centenaria artesanía optamos por la Vetreria Murano, donde visitamos varios hornos donde un maestro del vidrio realizó un ejemplo de la técnica del vidrio soplado con el que realizó en pocos segundos un caballo de cristal. El guía va explicando el proceso paso a paso, siendo lo más impresionante los 1000 grados que alcanza el cristal en los hornos para poder lograrse su estado líquido y como luego el artesano lo sopla primero, a través de un tubo y lo moldea después con pinzas como si fuese plastilina.

Tras ello, continuamos en otro vaporetto a Burano, otra de las islas, mucho más alejada, conocida por sus casitas de diferentes colores, que los pescadores pintaban para reconocerlas desde lejos. Abarrotada de turistas, sus pequeños canales son extremadamente fotogénicos. Llama la atención el campanario de su única iglesia, inclinado debido a que se construyó sobre suelos inestables en una isla. En sus diferentes pastelerías se pueden degustar los buranelli, unas galletas amarillas muy ricas de sabor a limón y mantequilla. Burano también es famosa por la artesanía de encaje de hilo. Pero cuidado porque la mayoría de encajes que venden en las tiendas de recuerdos son hechos en China. Los verdaderos encajes de Burano son caros y difíciles de encontrar.

Esta visita, como tenía la nochevieja en medio, y además hizo un tiempo estupendo de cielos azules y sol, opté por no visitar ninguno de los museos que ofrece Venecia. Por tanto, tendré que volver a esta ciudad tan artística, ojalá durante su célebre bienal artística. Por cierto, el castillo de fuegos artificiales de medianoche en la laguna de Venecia no estuvo mal, pero no fue gran cosa.

Padua

Esta ciudad véneta ofrece animadas plazas con mercados, la segunda universidad más antigua del mundo, el primer jardín botánico de la humanidad, la obra maestra de Giotto y sobretodo, la gigantesca basílica del siglo XIII en honor a San Antonio de Padua. Además, como un amigo es de allí, aproveché para visitarle unos días y descubrir esta bella ciudad.

Además de pasear por su agradable centro histórico, la joya de la corona de la ciudad es la capilla Scrovegni. En ella, Giotto pintó su obra maestra a principios del siglo XIV: 38 escenas bíblicas que transformaron la pintura a final de la Edad Media y abrieron el camino a las nuevas técnicas del Renacimiento. El realismo, las emociones y sobretodo el poder de los colores anticipaban la revolución artística que vendría décadas después. Para visitarla hay que comprar la entrada con 72 horas de antelación como mínimo (es decir, tres días) y elegir la franja horaria en la que hacerlo, ya que solo se puede entrar a la capilla en turnos de 30 minutos. Si por lo que fuere os olvidasteis o no lo planificasteis, acudid de todos modos a las taquillas a partir de las cinco de la tarde por si quedaran algunas entradas sin vender. Yo tuve suerte.

La característica más llamativa de la capilla es su azul cobalto plagado de las famosas estrellas que pintó Giotto y que hoy son un símbolo de la ciudad. De hecho, hasta el tapizado de los asientos de los tranvías tienen este estampado. Además de las 38 escenas bíblicas, la capilla está presidida por un gigantesco fresco representando el Juicio Final, con el cielo y el infierno, destacando la representación de Satán y el hecho de que uno de los condenados sea un Papa (se distingue por su mitra papal). Lo que nunca desveló Giotto fue a que Papa se refería.

Además de la capilla, Padua también es sede de gigantescas iglesias, destacando la enorme basílica de San Antonio, de estilo románico, con enormes cúpulas bizantinas y campanarios que recuerdan más bien a minaretes islámicos. Se alzó para acoger las reliquias del Santo, expuestas en la capilla más grande, destacando su lengua incorrupta, su quijada y sus cuerdas vocales. Cientos de devotos de toda la Cristiandad abarrotan la basílica cada día para pedirle al Santo, en cuya tumba se amontonan fotografías de las personas agradecidas por haber cumplido con sus peticiones. En las pastelerías cercanas degusté el dulce del Santo, compuesto por una base de hojaldre crujiente rellena de mermelada de albaricoque, naranja confitada y cubierta con bizcocho de almendras.

Finalmente, Padua cuenta con la segunda universidad más antigua del mundo. Y de hecho, su jardín botánico es el primero de la historia, creado en 1545. Por ello, la UNESCO lo declaró Patrimonio de la Humanidad. Ha conservado su trazado primigenio formado por un terreno circular, símbolo del mundo, rodeado por un anillo de agua. Cada zona cuenta con distintos tipos de plantas: alimentarias, venenosas, curativas... Con el correr del tiempo se le fueron agregando pórticos ornamentales y balaustradas así como instalaciones de bombeo de agua e invernaderos. El jardín sigue cumpliendo su función original de centro de investigación científica. Desde hace unos años se le ha añadido una gran zona nueva compuesta por un macro invernadero dividido en cuatro zonas, en las que a través de mecanismos de temperatura y humedad se recrean las condiciones de entornos tropicales, subtropicales o áridos, para albergar aún más variedades botánicas y permitir a los estudiantes universitarios aumentar su conocimiento de las mismas. Disfruté mucho visitando estas instalaciones didácticas, así como los antiguos invernaderos en los que tienen una colección de plantas carnívoras.

Finalmente, paseamos por la ciudad, disfrutando de sus bellas plazas como la dei Signori, della Frutta y della Erbe, en esta última con el bello Palacio de la Razón, su mercado de productos locales en los bajos y el célebre Bar Nazionale, en el que degustar diferentes variedades de tramezzino, que son sándwiches que por el corte realizado se presenta de forma triangular al que se les ha quitado la cáscara tostada. Allí los rellenan tanto de lo tradicional en el norte de Italia así como de elementos de temporada como la achicoria roja o la alcachofa, acompañados de jamón dulce o mortadela boloñesa, entre otros. Y para beber, nada mejor que un Aperol Spritz, cóctel con el Aperol como protagonista, licor a base de naranja amarga y ruibarbo, producido en la propia Padua.

Vale la pena visitar también el Prato della Valle, la plaza más grande de Italia, con una isla verde en el centro rodeada por un pequeño canal bordeado por dos anillos de estatuas de personalidades italianas.
Una de las cenas fue en la Enoteca dei Tadi, restaurante que ofrece comidas y vinos del Véneto y las regiones vecinas. Cocinan con calidad y su personal fue muy amable. Cuenta con una variedad de vinos buenísimos: nosotros probamos un vino tinto de Verona estupendo. Cómo entrante un queso frito del Friuli acompañado de speck del Tirol. Como plato principal pedimos bacalao, la especialidad del Veneto, en este caso a la vicentina (con una salsa de leche, cebolla y ajo) acompañado de polenta a la parrilla.

En casa de mi amigo Andrea probé el baccalà mantecato, la forma de preparar el bacalao de la región, cocinado y reducido a crema con abundante aceite, ajo y perejil. Finalmente, fui a una pizzería de Padua buenísima: Da Pino, con un gran ambiente y un servicio impecable. Su carta de pizzas ofrece una lista que cambia con cada temporada según los ingredientes disponibles. Como era invierno, servían unas pizzas con la alcachofa como punto central y otras con radicchio (achicoria roja), de las que pedimos una acompañada de casatella, un queso de Treviso. Y para beber, cervezas artesanales de la región del Véneto.

Verona

Brevemente, en un intercambio de más de dos horas en la estación de Verona, también pude visitar su principal arteria, el elegante Corso Porta Nuova, así como la Piazza Brà, presidida por la arena de Verona, un enorme anfiteatro romano. 

Allí compré uno de los deliciosos pandoros tradicionales veroneses y probé la torta rusa de Verona en la histórica pasticceria Barini. Esta torta fue inventada por un chef italiano de repostería que trabajaba en Odessa. Se compone de un corazón de almendras trabajadas muy finas combinadas con azúcar recubierto con un hojaldre fresco preparado a mano. Volveré a esta ciudad para explorar su centro histórico, especialmente las casas de Romeo y Julieta.

El Véneto es una región italiana con gran personalidad y de un gigantesco interés. Su rica historia ha dejado un conjunto de ciudades y pueblos bellísimos, cargados de arte, cultura y gastronomía.Volveré pronto para profundizar en Venecia y visitar también Vicenza y Treviso, entre otras localidades.