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diumenge, 5 de febrer del 2023

Albania

El centro de Tirana

Albania ha sido un país que siempre me ha producido gran curiosidad. Un país mediterráneo, pero a la vez, última gran dictadura totalitaria estalinista de Europa hasta 1991. Así que, aprovechamos para visitarlo a finales de 2022, aterrizando en su capital, Tirana, llena de grúas y con rascacielos que crecen y cambiarán su perfil en pocos años, pero aún sumida en arte de ese letargo gris al que la sometió el comunismo durante casi 50 años.

Tirana es una mezcla algo compleja de apreciar, con arquitectura otomana, elementos italianizantes de la época monárquica, racionalismo comunista (especialmente algunos murales chillones, pero sobre todo bloques y bloques de vivienda gris),  y sobre todo, mal gusto de capitalismo desenfrenado con algunos palacetes o edificios modernos muy zafios. 

Habitada desde los ilirios pero fundada como ciudad por los otomanos, su centro sigue siendo la plaza Skandenberg, dedicada a su héroe nacional, noble albanés que consiguió independizar algunas partes de Albania de cualquier control extranjero durante casi 25 años. Su estatua está en mitad de una enorme plaza con partes ajardinadas, rodeada de edificios ministeriales de arquitectura neoclásica de principios de 1920, cuando Tirana se convirtió en capital del Reino de Albania. Otro edificio reseñable es la mezquita de Et'hem Bey, antiguamente la más grande de la ciudad, y símbolo de la convivencia entre religiones, ya que está decorada con pinturas realizadas por artistas cristianos que usaron técnicas normalmente reservadas para iglesias ortodoxas. Su belleza interior es impresionante. Por las mañanas suele estar vacía y no cobran entrada. Todo un tesoro.

Otro edificio que hay que visitar es BunkArt 2, el antiguo búnker del Ministerio del Interior. La Albania comunista fue rompiendo relaciones con todos sus aliados (primero con la Yugoslavia de Tito, luego con la URSS de Jruschev y finalmente con la China de Deng Xiaoping) acusándoles a todos de traicionar a Stalin y sus ideas. Se salió también del Pacto de Varsovia en 1968. Al quedarse aislada, la paranoia del régimen fue tal que Hoxha proclamó la necesidad de ser autosuficientes en términos de defensa y se lanzó a construir más de 60,000 búnkeres de cemento armado para proteger a toda la población ante potenciales bombardeos o invasiones con tanques. La mayoría siguen aún esparcidos por todo el país. BunkArt 2 es uno de ellos, capaz de resistir un ataque nuclear. Ahora acoge un memorial a las víctimas del régimen,  donde se muestran aspectos de la represión usada durante esos oscuros años, además de mantenerse estancias visitables, como los despachos de emergencia del Ministerio del Interior o la habitación reservada al propio ministro durante un potencial ataque.

La plaza, por las Navidades, tenía una feria con todo tipo de atracciones. Además, cada Nochevieja, se llena de personas que vienen a disfrutar del castillo de fuegos artificiales con los que la ciudad recibe el año. Cuidado con los gamberros que tiran sus propios petardos, a menudo de gran potencia y peligrosidad.

Otro de los lugares interesantes del centro, al lado de la plaza, es la "Casa de las Hojas", una antigua clínica pediátrica que fue transformada en la central de la Sigurimit, el servicio secreto albanés de la era comunista. El espionaje sistemático a los ciudadanos que estableció Hoxha se debe en parte al plan de EEUU y Reino Unido de barrer los regímenes comunistas de los Balcanes, y que tenían a Albania como proyecto piloto. La sede, ahora museo, muestra los laboratorios y despachos donde se organizaba el espionaje sistemático, con máquinas fotográficas ocultas en botones, bastones o lámparas desde las que se obtenían fotos que luego se revelaban aquí. También micrófonos o teléfonos pinchados eran frecuentes. La exposición también muestra una sala de una vivienda comunista tipo y los mecanismos de espionaje que podían insertarse en la misma. Sinceramente, un museo bastante interesante. Por supuesto, La Casa de las Hojas cuenta con su propio búnker.

No muy lejos de la plaza, en el Mercado Nuevo, se encuentra Met Kodra, un pequeño local donde, desde 1957, solo se sirve qofta casera, una especie de hamburguesa alargada especiada a la albanesa cocinada al carbón y que está de muerte. 

Blloku

Pero el barrio donde todo pasa en Tirana es Blloku, al sur del centro, antiguo oasis en el que vivían la élite del partido y la burocracia albanesa durante los tiempos de Hoxha y Alia. Antes, solo el aparachtik del partido tenía permitido acceder a este exclusivo barrio. De calles perfectamente delineadas y arboladas, con edificios funcionales y ahora llena de tiendas, bares y restaurantes. 

Pero volvamos unas décadas atrás: Albania fue invadida por la Italia fascista en 1939 y luego liberada por partisanos albaneses del Partido Comunista en 1945. Su líder, Enver Hoxha, proclamó la República Popular de Alabania, impuso un modelo económico estalinista de planificación centralizada, suprimió cualquier propiedad privada y asesinó y concentró a cualquier opositor. Blloku es el sitio perfecto para ver muchos edificios gubernamentales de la época, racionalistas y con murales de realismo socialista. Asimismo, uno de los grandes chalets es la antigua residencia oficial de Hoxha, mansión racionalista hoy cerrada al público. 

Otro edificio icónico es la llamada pirámide de Tirana. Tras la muerte de Hoxha en 1985, su hija promovió la construcción de un enorme mausoleo para su padre con forma de pirámide que no llegó a acabarse. Quedó abandonado y luego se usó como refugio para los kosovares que huían del genocidio serbio. Actualmente está en obras por la Fundación Albanesa-Norteamericana para convertirse en un centro cultural.

Ramiz Alia, sustituto de Hoxha, mantuvo el régimen totalitario pero en 1990 la situación se volvió insostenible, y los albaneses, hartos de privaciones, se refugiaron en las embajadas occidentales, como refugiados. Los frecuentes disturbios y las salidas masivas de albaneses en barcazas hacia Italia forzaron a Alia a convocar elecciones que ganó el Partido Democrático, liderado por el popular cardiólogo Sali Berisha. Pero del comunismo totalitario, Albania pasó de golpe a un capitalismo desenfrenado donde todo valía. Mafias tomaron el control del país generando redes de tráfico de personas, drogas y armas. La esclavitud sexual proliferaba con miles de mujeres víctimas y Mercedes de toda Europa acababan en Albania, robados por esas mafias, convirtiendo las avenidas de Tirana en un atasco permanente. Este caos culminó con la estafa piramidal de bancos falsos que robaron los ahorros al 70% de albaneses tras años de promesas de altos tipos de interés, amparados por una autoridad supervisora totalmente corrupta. De esa época aún se ven palacios "neoclásicos" de muy mal gusto y grandes proporciones por toda la ciudad. Los casinos proliferaron, y la música occidental, prohibida durante cuarenta años, sonaba a todo volumen. 

Este caos hizo que la ONU declarase Albania como estado fallido. El Consejo de Seguridad autorizó una intervención militar y humanitaria multinacional liderada por Italia: la operación Alba. Poco a poco, el país se empezó a democratizar, construir un gobierno sólido y reducir los niveles de corrupción. Estos éxitos permitieron a Albania ingresar en la OTAN en 2014. Ahora, la ciudad está en plena ebullición, en negociaciones para unirse a la Unión Europea, y con rascacielos creciendo como setas.

Blloku es ahora el centro de esa pujante Albania. Es interesante pasear por el barrio por la noche, para asistir a un fenómeno curiosísimo, en el que muchas de sus calles se inundan de coches de lujo (Aston Martin, Porsche, Mercedes, Land Rover...), chicos vestidos con las marcas en grande en sus ropas y chicas con caras llenas de botox y ácido hialurónico. Se forman unos atascos tremendos y sus bares y discotecas se abarrotan de clientes. Algunos de los que valen la pena son Colonial, donde se sirven cócteles de primera categoría, como el "pornstar martini" con maracuyá o el gin tonic con agua de rosas y pétalos. Para bailar la última música electrohouse, lo mejor es dirigirse a Radio, con buenos DJs, donde encontrar a un público moderno y alejado de la ostentación de otros locales.

Y para comer, evitad los locales vistosos y entrad a la Taverna e Kasapbeut, algo oculta, donde uno parece meterse en casa de una abuela albanesa. Aquí, dos hermanas ofrecen el recetario tradicional albanés con recetas de su familia. El pispili, pan de maíz con espinacas, es increíble; por no hablar del fërgëse sin igual, un guiso a base de salsa de tomate, queso "cottage", pimientos verdes y rojos, ajo y hierbas mediterráneas, todo al horno, en el que se moja pan albanés recién hecho.

Algo más alejado de Blloku, al borde del lago artificial de la ciudad, se encuentra Mullixhiu, un coqueto local que imita la Albania rústica, dirigido por el chef Bledar Kola, donde sirve recetas tradicionales reinventadas. Tienen una pasta de maíz que se llama jufka con boletus y queso albanés mishavin muy curiosa. Sus qoftas rebozadas en trahana (una masa de maíz) son muy sabrosas. Y el arapash, una polenta con hígado de ternera estaba buena también. Pero lo más interesante es el postre: una pipa de barro donde beber una suave crema dulce de yogur con kadaif, un postre albanés de pasta filo frita y miel.

Nosotros nos quedamos no muy lejos, en el Hotel Boutique Spa Moncafe, un edificio a la última con muros llenos de plantas colgantes (tanto en el exterior como en los pasillos) y una decoración contemporánea de muy buen gusto, amplias habitaciones con enormes cortinas automatizadas y un desayuno excelente. También cuenta con un jacuzzi y una sauna turca.

Berat

Además, Tirana ofrece la posibilidad de usarse de base para descubrir algunas joyas del país, como Berat, a solo dos horas en coche. La ciudad fue declarada Patrimonio de la Humanidad por ser un ejemplo único de urbanismo y arquitectura otomana, y por ser testigo de la convivencia pacífica de comunidades y religiones diferentes durante siglos. 

Berat nació como fortaleza iliria 400 años antes de Cristo, y luego fue la ciudad griega de Antipatrea y después, romana (Pulcheriopolis). Los eslavos le dieron su actual nombre, llamándola Belgrad (ciudad blanca) que mezclado con el albanés evolucionó hacia Berat. Formó parte del imperio bizantino y finalmente cayó en manos otomanas en el siglo XV. Pese a ello, mantuvo sus barrios musulmán (Mangalem) y cristiano (Gorica), cada uno a un lado del río que los separa. 

Pero es el barrio Kalaja el que hay que ver primero: situado en lo alto y dentro de la fortaleza, aquí es donde vivía la clase alta beratí. Albergó hasta 30 iglesias, la mayoría desmanteladas durante el periodo comunista, cuando Albania se proclamó primer estado ateo del mundo en 1976, prohibiendo toda religión. Se mantuvieron algunas pocas, gracias a que se usaron como almacenes. Pero otras, como la catedral de San Jorge, fueron transformadas en centros de ocio juvenil, añadiéndoles estructuras de cemento armado, perdiéndose tanto el edificio como sus frescos.

Tampoco se salvaron las mezquitas del ateísmo de Hoxha, de las que solo queda algún minarete. Recomiendo contratar los servicios de un guía porque muchas de las iglesias se esconden como casas normales, por ser esta la condición que dieron los otomanos para su autorización. En cualquier caso, pasear por las bellas calles empedradas del barrio, que nos traslada a la época bizantina y otomana, es una auténtica maravilla, sobre todo en invierno, cuando apenas hay turistas. Las vistas desde las murallas son también impresionantes, con enormes picos nevados al final del valle, el río que lo atraviesa o los dos barrios históricos a los pies de la colina.

Al bajar, estaréis en el barrio musulmán, Mangalem, centro de la corriente musulmana bektashi, muy tolerante, cuyos fieles rezan en "teqes" y no en mezquitas. En cualquier caso, frente al elegante teqe también hay una elegante mezquita otomana y no muy lejos, la nueva catedral ortodoxa. Los beratíes son extremadamente tolerantes: nunca se han peleado por motivos religiosos y los matrimonios interreligiosos son frecuentes en la localidad.

Si cruzáis el río, pasead por Gorica, un barrio agradable que cuenta con algún sitio interesante para comer, como Antigoni, cuya terraza ofrece unas magníficas vistas de Mangalem, parte de la ciudad conocida como "de las mil ventanas" y responsable de que Berat haya sido proclamada Patrimonio de la Humanidad en 2008. Allí comimos el famoso biftek berati, carne de ternera empanada con queso derretido por dentro, así como un guiso de cordero horneado en salsa de yogur y exquisitos pimientos verdes rellenos de arroz.

Para el postre, volved a cruzar el puente y dirigíos al moderno bulevar donde el Hotel Pasticeri  Tomori (hotel y pastelería que era propiedad del gobierno en la era comunista) aún sirve sus dos especialidades: el MonBlanc (un merengue súper dulce que los beratís de hace décadas solo podían permitirse en sus cumpleaños) y la zupa, una maicena avainillada con galletas, nueces y un poco de merengue. Aquí empieza el nuevo Berat, desarrollado en las últimas décadas del régimen comunista, que buscaba impulsar el turismo interno y empezó a construir nuevas instalaciones hoteleras como el extravagante Colombo Hotel, que ahora es un establecimiento de cinco estrellas.

Dürres

Otra escapada perfecta desde Tirana es Dürres. A tan solo media hora, esta ciudad portuaria también fue capital de Albania antes que Tirana. Además, cuenta con un anfiteatro romano donde cabían más de 18,000 espectadores, aunque ahora está en bastante mal estado de conservación. Su paseo marítimo es bastante agradable, con restaurantes y tiendas, estupendo para disfrutar de un paseo soleado por el Mediterráneo o degustar alguna especialidad albanesa a base de pescado o marisco.

De Albania me dejo muchísimo pendiente: sobre todo alguna escapada a los famosos Alpes Albaneses, a la prístina Riviera Albanesa al sur o al mágico pueblo de Girokaster. Pero prometo volver.