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dissabte, 8 de febrer del 2025

Champaña

La tierra del champán

He vivido dos años en Francia y la he visitado en muchas ocasiones, pero nunca había estado en la Champaña. Así que nada mejor para acabar 2024 que descubrir esta región agrícola de fama mundial. Bruselas está a unas tres horas de Reims, por lo que salimos temprano para aprovechar los tres días que le dedicaríamos.

La zona se llama así no por la burbujeante bebida, sino por cómo la llamaron los romanos: Campania o "tierra de llanuras" en latín. Y de ahí, pasó a Champaña. Ahora, legalmente ni siquiera es reconocida, ya que forma parte del departamento del "Marne". Pero es mundialmente famosa por el hecho de que la normativa francesa solo permite al vino espumoso de esta región llamarse "champán", que además debe seguir un método de fermentación y embotellado muy estricto para poder llamarse así. Además de por la famosa bebida, la región es también famosa por ser el corazón del antiguo reino franco que dio origen a Francia. 

Sea como fuere, nos quedamos en la ciudad más grande, Reims, aunque la considerada capital del champán es Épernay, por ser la que más bodegas alberga. También la visitamos. Pero empecemos por el principio.

Coronaciones y cavas de champán.

Para explorar la ciudad (y la región) los hoteles de la alargada Place Douet d´Erlon de Reims son ideales puesto que además de existir un parking público para dejar el coche es fácil recorrer a pie desde aquí casi toda la ciudad. Al llegar almorzamos en el Café du Palais, un popular e informal local art-nouveau lleno de trastos donde tomar platos rápidos como un steak-tartar o el famoso jamón de Reims, que es paleta de cerdo deshuesada y cocida en un caldo especial cubierta con pan rallado. Se sirve con patatas cocidas, trozos de quesos franceses y ensalada. Y de postre, su baba au rhum es simplemente enorme y lo sirven con un chorro (muy) generoso de ron de la isla francesa de la Martinica.

Tras la abundante comida nos fuimos a explorar la ciudad empezando por su joya: la catedral de Notre-Dame de Reims, donde se coronaron a decenas de reyes de Francia durante mil años, empezando por Clodoveo I, que fundó el reino franco a finales del siglo V iniciando esta tradición. Esta maravilla gótica, junto con la antigua abadía de Saint-Remi y palacio de Tau son considerados patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Y ello por la notable aplicación de las nuevas técnicas arquitectónicas del siglo XIII y la armonía entre las esculturas y otros elementos que convierte a la catedral en una obra maestra del arte gótico. Lo cierto es que impresiona la bella nave y vidrieras, sobre todo si te imaginas la coronación del rey Carlos VII con Santa Juana de Arco a su lado en 1429. La pena es que gran parte del edificio es una reconstrucción de 1938 pagada por la familia Rockefeller, ya que la catedral original de 1211 fue gravemente dañada durante los bombardeos alemanes de la Primera Guerra Mundial. En cualquier caso, su esplendor abruma y no hay que perderse las increíbles obras de arte que guarda en su interior, como una impresionante vidriera diseñada por March Chagall o la estatua a Santa Juana de Arco.

Pero más allá de coronaciones y gótico, la región se hizo famosa desde que en el siglo XVII el monje benedictino Dom Pierre Pérignon perfeccionó el proceso de usar una segunda fermentación para hacer que un vino mediocre adquiriera gas. Estas tierras con suelos ricos en tiza son muy fáciles de excavar por lo que ya los romanos construyeron grandes depósitos que se mantenían a una temperatura constante de -12 grados todo el año. Perfecto para almacenar comida... y vino. Mientras los romanos aprovechaban esta interesante característica se aliaron con los remos, tribu original del lugar, para contener a los más agresivos galos y mantener la cercana frontera (limes) con la Germania Superior segura.

Empezamos nuestra ruta de las cavas por la Maison Ruinart, una compañía que empezó siendo familiar pero que hace unos años fue adquirida por el conglomerado del lujo LVMH. Aunque lo interesante es que sigue manteniendo muchas de sus características de champán nicho por lo que tours y catas son mucho más profesionales y dirigidas a un público más sofisticado. Llegamos a una reformada entrada-tienda-bar ultramoderno construido el año pasado al lado de la mansión (chateau) histórica de la familia, a su vez construida encima de las cavas.

Muchas de estas cavas también sirvieron de refugio a los primeros cristianos para reunirse cuando aún eran perseguidos por los romanos. Hoy ya no hay cristianos rezando sino millones de botellas fermentando: cada año salen de aquí 300 millones de botellas que riegan de euros y trabajo a la zona.

Tras recibirnos una de las expertas catadoras de la casa, nos condujo a una sala privada decorada con un gusto contemporáneo exquisito donde nos daría las primeras explicaciones con las que no os aburriré pero que me permitieron entender y apreciar mejor esta burbujeante bebida fermentada.

Tras las interesantes explicaciones descendimos 38 metros por unas escaleras a las canteras romanas del siglo IV ahora usadas para fermentar champán donde vimos como algunas botellas se van girando de forma manual y otras por máquinas. Hay botellas que se guardan hasta 15 años madurando antes de su degüelle. Por cierto, desde los años 60 el degüelle se realiza congelando el final de la botella una vez, de tanto girarla poco a poco durante meses, se ha conseguido colocar todo el residuo de levadura y/o azúcar en el cuello. Se extrae ese cubito de hielo y la botella se tapona, lista para comercializar.

Seguimos por las secciones medievales y, por supuesto, por otras mucho más recientes. Estas bodegas, junto a los viñedos y ciertas casas de Champaña forman parte de un conjunto de lugares declarados patrimonio de la humanidad por la UNESCO. Y ello por ser aquí donde nació el método de producción de vinos espumosos mediante una segunda fermentación en botella, iniciada en el siglo XVII y aplicada precozmente a escala industrial desde el siglo XIX. De los viñedos a las bodegas subterráneas donde fermenta el champaña y las sedes de las empresas que lo comercializan, conforman la totalidad de las fases de producción de este renombrado caldo. 

En la ruta nos explicaron otras curiosidades como que la presión en una botella de champán puede alcanzar seis atmósferas tras la segunda fermentación por lo que una de cada 10.000 botellas acaba explotando. Por eso se apilan de una forma que si explota una no provoque una reacción en cadena. Por suerte ninguna explotó en nuestra cara esa tarde.

También vimos algunas obras de arte que realizan artistas cada año bien regados de fondos de las casas de champaña. Me impresionó una contemporánea escultura sencilla con metales y bombillas que, conectada a una Inteligencia Artificial que tiene acceso a termómetros, medidores de viento y pluviómetros en la superficie. La IA traduce todos estos datos para crear iluminación y sonido en la cava que "imite" el tiempo atmosférico en el exterior de una forma artística increíble,

Finalmente, volvimos a la superficie en un moderno ascensor que parecía sacado de una película de James Bond y que en unos segundos atravesó las rocas y nos devolvió a la cómoda sala con la enorme mesa redonda donde realizamos una cata muy profesional de varios tipos de botellas Ruinart. 

Un poco achispados nos dirigimos al restaurante estrella Michelin donde teníamos reserva: "Le Millenaire". El chef Benjamin Andreux se inspira en recetas provenzales (es decir, del sur francés) pero usando ingredientes champenoises según la estación del año, por lo que la mezcla es maravillosa. Las carnes, verduras, pescados, mariscos y postres que van desfilando en uno de sus menús degustación, acordados por vinos franceses sublimes, es una experiencia muy recomendable.

Tras la cena, nada mejor para bajarla (aunque tampoco fue pesada) que un paseo nocturno por las elegantes calles del centro de Reims. La decoración navideña se unía a la bella iluminación habitual de muchas fachadas, como las de la deslumbrante y neoclásica Place Royale, construida en la época de Luis XV. Volví a recordar por qué Francia sigue siendo mi país favorito. Eso, o que tras la cata y la cena iba más contento que de costumbre.

Taittinger y la abadía de Saint-Rémi.

Al día siguiente teníamos visita en otra gran casa de champán :la Maison Taittinger. Se trata, esta sí, de una gran casa que sigue siendo propiedad familiar y se resiste a ser comprada por los conglomerados multinacionales del lujo. Aunque esta casa se fundó recientemente, en el siglo XX, también posee cavas romanas y medievales. De hecho, sus cavas revisten una especial importancia en la historia de Reims por haber sido usadas como refugio, escuela y hospital durante la Primera Guerra Mundial. Aún se ven grabados en las paredes de tiza referencias a la resistencia de la República Francesa aquellos años tristes.

Nos volvieron a explicar todo el método incluyendo el remuage (giro de botella) o el dégorgement (extracción de sedimentos a -25 grados) que os he contado hace un rato. Y que parte de las cavas están en canteras romanas del siglo IV y otras fueron ampliadas por monjes benedictinos en el siglo XIII. Luego subimos al moderno bar para la degustación, mucho más aburrida que la de Ruinart, donde también vimos las botellas que Taittinger encarga diseñar cada año a un artista. Me gustó mucho la de Roy Lichtenstein de 1990.

Al salir, y ya que estaba cerca, aprovechamos para visitar la antigua abadía donde yace los despojos mortales de Saint-Remi (440-533), el arzobispo que instituyó la unción sagrada de los reyes de Francia. Su importancia radica en que ha conservado una hermosa nave románica del siglo XI, enorme para su época. Este arzobispo fue el que bautizó al cristianismo al rey franco Clodoveo I junto a 3.000 de sus guerreros en el año 400. En el centro de la basílica destaca el gigantesco candelabro visigótico colgante con 96 velas, una por cada año de vida del santo.

La cuna del champán y su futuro innovador.

Tras un frugal almuerzo cogimos el coche de nuevo para visitar Épernay cruzando las montañas de Reims a través de la ruta turística del champán. Las colinas de pelados viñedos cubiertos de niebla alternados con frondosos bosques ofrecían un bello paisaje invernal. De camino paramos en el coqueto pueblo de Hautvillers para ver la humilde tumba de Dom Perignon, inventor del champán actual. Se encuentra en la iglesia de la abadía del pueblo humilde pero muy interesante, donde tambien algunas bodegas independientes ofrecen catas.

Tras la parada técnica, llegamos a Épernay, localidad que se articula a lo largo de la famosa avenida del champán, bajo la cuál se extienden 100 km de bodegas subterráneas llenas de más de 200 millones de botellas de champán madurando a la espera de ser descorchadas. Es interesante entender que el 60% de las botellas de champán se consumen en Francia, así que solo el 40% se exportan al resto del mundo, en una demanda que no deja de crecer (y así van subiendo los precios también).

Como no teníamos mucho tiempo optamos por curiosear la más famosa, que bajo su techo agrupa dos de los nombres más conocidos a nivel internacional: Dom Pérignon y Moët&Chandon, ambas también del grupo LVMH. En el hall tenían los escudos de las casas reales a las que proveen, incluyendo la española. Y su moderno bar es también digno de verse: ahí es posible pedir una copa del exclusivo Dom Pérignon y hasta tienen en una vitrina uno de los gorros que usó Napoleón.

Acabamos este periplo visitando una bodega muy independiente  y alternativa: la Maison Leclerc Briant. Aquí solo emplean mujeres para recolectar sus viñedos y fermentar sus caldos. Además, no usan azúcares añadidos para fermentar. Y no solo fermentan en botella: también lo hacen en barricas de madera, cristal, tiza, barro e incluso oro. En Leclerc Briant no usan plásticos en ninguna fase de la recolección ni producción y tampoco pesticidas para sus viñedos.

Conscientes de que el cambio climático ya está poniendo en peligro los niveles de azúcar óptimos de las uvas que hasta ahora se usan para hacer champán, ya están experimentando con otras uvas y otras técnicas para adelantarse. También a otras maneras de fermentar: por ejemplo, tienen una línea que sumergen durante meses en el océano para obtener una fermentación diferente.

La guía era un poco caótica pero muy simpática eso sí, y sus explicaciones tremendamente interesantes. La visita fue muy diferente a las dos anteriores, mucho más auténtica. Y la cata también: los champanes de Leclerec Briant son muy diferentes a cualquier otro que hayáis probado, especialmente el fermentado bajo el mar que es exquisito.

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Me encantó descubrir la región, y ello pese al frío desagradable que hacía o que los viñedos estuvieran pelados. Volveré para ver otras "maisons", recorrer la famosa avenida del champán de Épernay bajo el suelo y ver los viñedos llenos de hoja y uvas justo antes de la vendimia, a finales de agosto. Viviendo en Bruselas no es nada difícil. Y de paso comprar algunas botellas de champanes curiosos y difíciles de encontrar, como el fermentado bajo del mar. ¡Chín, chín!

dilluns, 3 de febrer del 2025

Alta y Tromsø

Primera vez en el Círculo Polar Ártico

Gracias a los vuelos directos entre Bruselas y Tromsø es relativamente sencillo llegar al interior del círculo polar ártico. Nunca había estado en esta región de la Tierra, y menos en invierno, y el caso es que esta ciudad es considerada la puerta al Ártico por sus temperaturas relativamente moderadas (comparadas con el resto de tierras árticas) así como por los servicios que ofrece. Además, su aeropuerto y puerto actúan como hubs para seguir adentrándose en la región. De hecho, nosotros al llegar tomamos otro vuelo regional a Alta, una ciudad aún más al norte. ¿El motivo? Varios: queríamos maximizar las posibilidades de ver la aurora boreal (hace falta estar muy al norte y tener la menor contaminación lumínica posible), tener la experiencia de dormir en uno de los pocos hoteles de hielo que existen en el mundo y de paso curiosear un patrimonio de la humanidad declarado por la UNESCO: el arte rupestre de Alta.

Finales de diciembre y principios de enero son las semanas de máxima oscuridad ya que se produce la noche polar en las que no sale el sol (no hay amanecer) y tan solo hay luz en el cielo (indirecta) durante unas cuatro horas al día. Así que, allá que volamos.


Alta

Situada en el fiordo con su mismo nombre, esta minúscula ciudad tiene todo lo que un viajero puede necesitar pero, a la vez, garantiza que a pocos minutos de su centro urbano se encuentre paisajes con oscuridad total para ver las auroras boreales sin problemas. No por casualidad, Alta fue donde se empezó a investigar la aurora boreal en el siglo XIX. Es un lugar cómodo porque pese a estar tan al norte cuenta con temperaturas "templadas" gracias a las corrientes oceánicas. Y por "templadas" me refiero que igual en enero tienes 10 grados bajo cero cuando en la misma latitud en otros lugares del interior de Noruega o de Canadá o Rusia están a menos 25. 

En lo que se refiere a transporte, el aeropuerto de Alta está muy cerca de la ciudad. Si sois dos o más, los taxis no son excesivamente caros según los precios noruegos, así que si es invierno, mejor ahorraros rollos de cadenas y coches de alquiler. Podéis pedir taxis por la app Taxi Fix que funciona bastante bien.

Aprovechamos esa mañana para ir a ver el arte rupestre de Alta, un conjunto de petroglifos del fiordo que conserva las huellas de un asentamiento humano de hace más de 7.000 años y siguen en buenísimo estado casi como las dejó la persona que las cinceló. Miles de pinturas y grabados nos permiten conocer mejor el medio ambiente y las actividades humanas de los tiempos prehistóricos en los confines del Gran Norte. Pero el problema es que en invierno casi todos estos petroglifos están cubiertos por la nieve. Por suerte, el museo de la ciudad, anexo al valle donde están los grabados, contiene algunos originales que guarda en vitrinas, por lo que algo pudimos ver: representan diversos motivos, pero lo más impresionantes son los de arces o pescadores en sus barcos. El museo además da contexto con audiovisuales muy chulos, explicaciones del porque de los petroglifos, de cómo los dibujaron y otros restos de aquellos habitantes.

En el museo también se explica científicamente la formación de las auroras boreales así como hechos históricos como el desalojo al que obligaron los nazis a la población local o el conflicto con los Sami por la construcción de una presa que desembocó en la formación del Parlamento Sami. Está muy bien para entender la historia de la zona y su tienda de recuerdos también tiene cosas chulas, y además, estaba acondicionado como búnker anti radioactivo para la población ante un potencial ataque. La invasión nazi y las amenazas rusas han hecho que los noruegos estén más que preparados y entrenados para resistir una posible invasión y eso se observa en el propio museo y su arquitectura.

Al salir tomamos un taxi y nos dirigimos al insulso centro de la localidad, donde solo destaca la Nordlyskatedralen o catedral de la Aurora Boreal, una curiosa iglesia con formas redondeadas recubierta de titanio plateado. No pudimos entrar por estar ese día cerrada al público.

Para almorzar, entramos en el Stakeriet Mat og Vinhus, un restaurante de comida fusión con ingredientes locales donde compartimos una ensalada de remolachas con queso de cabra de Alta. Estas raíces tuberosas son parte básica de la dieta noruega por su fibra, vitaminas y antioxidantes, y la facilidad de crecer rápido en meses sin sol. Como plato principal opté por el pytt i pane, que es un revuelto de patatas, salchicha, jamón y cebolla salteada con un huevo frito encima que comen los noruegos a menudo durante los meses fríos.

Tras comer, hicimos una visita rápida a un supermercado local para avituallarnos de salmón local (dicen que el mejor del mundo) y otros ingredientes para cocinarnos la cena y ya nos dirigimos a nuestro primer alojamiento en el que nos quedamos las dos primeras noches: una casita transparente perfecta para ver la aurora boreal desde la cama. En el rancho "Flatmoen Farriers" alquilan cuatro de ellas, y además con jacuzzi caliente para verlas también desde ahí. ¡Nosotros vimos la primera desde la cama la segunda noche, que salió a la una y media! Además de las auroras, poder ver el cielo con las estrellas tan claras y en silencio es también maravilloso.


En las pocas horas de luz (recordad, no sale el sol) están bien para pasear y descubrir las decenas de tonos que tiene el color blanco. Ahí entendí porqué las lenguas polares tienen tantas palabras para describir este color.

Sorrisniva

La tercera y cuarta noche dormimos en una pequeña población remontando el río Alta: Sorrisniva. Ahí se alza un estupendo hotel de estilo nórdico contemporáneo que, además, desde noviembre a marzo construye un anexo completamente hecho de hielo en el que tomar una copa, casarse (tiene una capilla) o incluso dormir en una de sus habitaciones de hielo. Nos quedamos a dormir una noche por vivir la experiencia pero, honestamente, no la recomiendo. Hay que dormir en duras camas de hielo cubiertas de pieles de reno que huelen regular y además en sacos de dormir en los que moverse lo menos posible. La temperatura constante es de menos cinco grados por lo que si respiras dentro del saco se condensará el aire mojándote y si lo abres un poco se colará aire helado. Además, para ir al baño hay que salir al hotel principal. Toda una incomodidad. Eso sí, al día siguiente tras la ducha nos fuimos directos a la sauna del hotel a recalentarnos. En cualquier caso, lo mejor es comprar la entrada de visita y disfrutar de su bar mientras se curiosean las habitaciones, sobre todo las suites, con esculturas muy curiosas. Pero a la hora de dormir mejor ir a las habitaciones del resort invernal, de un precioso diseño escandinavo y mullidas camas, con balcones a la naturaleza salvaje del valle.

De hecho, la arquitectura nórdica del hotel se fusiona perfectamente con la naturaleza. Cuando estábamos tomando el té la tercera tarde, el personal del hotel bajó las luces y nos avisó que la aurora boreal se estaba viendo perfectamente al salir del hotel: fue estupendo aunque esta vez hacía falta el móvil para ver el color de la mayoría de ellas, a diferencia de la que vimos la segunda noche, que fue a ojo desnudo.

El resort ofrece también dos restaurantes en los que degustar ingredientes locales. Optamos ambas cenas por el restaurante Lavvu que representa en madera el diseño de una tienda Sami y que en el centro tienen una agradable chimenea. La primera noche cené unos raviolis de cangrejo rey de entrante y de principal reno al horno con peras, setas, puré de apio y salsa de arándanos rojos. La segunda empecé con col de Tangen al horno con queso Hovding Sverre, alubias blancas, berros y puré de mantequilla para seguir con un filete de fletán con espuma de masa madre, brócoli, avellanas y cebollas encurtidas que estaba exquisito.

Los desayunos son abundantes, también con ingredientes dulces y salados del lugar, destacando la máquina y masa para prepararse auténticos waffles noruegos, mucho más ligeros que los belgas y con forma de copo de nieve, que se pueden acompañar con mermelada natural de molte, las moras anaranjadas de toque ácido.

Finalmente el resort ofrece todo tipo de actividades a unos precios elevados de la que optamos por el  tour de "cazar" auroras que tampoco recomiendo: no vimos ninguna y pasamos un frío increíble. Mejor dad paseos con luz y de noche por la ruta indicada alrededor del río, que incluye tramos por encima del río congelado que dan algo de miedo. El frío es tenaz, a mi se me congeló el bigote ya que estábamos a menos 19 grados. Pero el paisaje y el silencio solo roto por el murmullo del agua valen la pena.

Tromsø

El último día lo pasamos en Tromso, la ciudad desde la que salía nuestro avión de vuelta. Paseamos por su calle principal en la que está su catedral, el edificio de madera más grande de Noruega. En una de sus plazas principales hay una estatua a Roadl Amundsen, pionero de la exploración polar. fue el primero en navegar el paso del noroeste en barco o en volar el polo norte. Se le homenajea porque en 1928 partió desde Tromso al rescate de un explorador italiano y nunca más volvió. 

Tras el paseo por el centro, donde nos llamó la atención el número de grandes tiendas de souvenirs de dudoso gusto, nos dirigimos hasta el Fjellheisen, al otro lado del fiordo. Es un teleférico que en pocos minutos os subirá a más de 500 metros para ver unas vistas increíbles de la ciudad, fiordo y montañas que la rodean. Cuando os heléis (porque arriba el frío es mucho más intenso), refugiaos en la cantina con vistas donde calentarse con un chocolate ardiendo.

Tras descender, paseamos por el tranquilo barrio de Tromsdalen hasta llegar a la moderna Ishavskatedralen o "catedral del Ártico", símbolo de la ciudad con su fachada triangular de 35 metros y techo de aluminio y cemento blanco. Sus formas se inspiran en las montañas que la rodean y los icebergs que a veces pasan por el fiordo. Simboliza la conexión entre naturaleza y espiritualidad.

Cruzamos el Tromsobrua a pie para seguir disfrutando del paisaje y volver al centro de la ciudad ya con hambre, aprovechando para dirigirnos a Mathallen, un restaurante noruego fusión maravilloso que tenía un espectacular menú del día de almuerzo con un lomo de skrei con col cremosa, hongos y mahonesa de mejillón. El skrei es un tipo de bacalao que se pesca entre enero y abril en el norte de Noruega. Se le considera "oro blanco" por su tierna textura y sabor. Estaba increíble.


Una de las cosas que más me ha impresionado de Noruega son sus paisajes y naturaleza salvajemente fría y blanca pero a la vez, verde y llena de vida. Estoy seguro que en verano es aún más bonita. Pero el frío que pasé en algunos momentos valió muchísimo la pena. Y también su gastronomía, que es excelente, quizá comparable al nivel de Japón. Estoy seguro que volveré para explorar el país en otros momentos del año y otros de sus rincones y sabores.

dijous, 26 de desembre del 2024

Los ocho patrimonios de la humanidad UNESCO de Vietnam

Vietnam y sus ocho patrimonios de la humanidad.

Si queréis visitar de los ocho los patrimonios de la humaniddad UNESCO reconocidos en Viet Nam os puedo dar mi recorrido por os sirviera:

1- Aterrizad en Ha Noi y disfrutad de la agitada capital vietnamita. Allí podréis dedicar una mañana o tarde a visitar la ciudad imperial de Thang Long.

2- Desde Ha Noi hay varias excursiones de un día: la más sencilla es al complejo paisajístico de Trang An, en la que ver restos de ciudades imperiales y paisajes kársticos de ensueño mientras se rema en una barca típica rodeados de campos de arroz. Decenas de operadores ofrecen paquetes de un día que te recogen y dejan en el hotel de Ha Noi.

3- Uno de los patrimonios que más de costó de visitar fue la ciudadela de la dinastía Ho, en la que apenas hay turistas pero que es agradable para pasar una mañana y quizá combinar con la pagoda de Dai Binh, que no es patrimonio UNESCO pero impresiona también. Lo más sencillo es que un turoperador o desde el hotel que os quedéis os ayuden a encontrar un chófer que os lleve y traiga, ya que no hay turoperadores que lo ofrezcan y el transporte público es complejo.

4- Una vez hechas estas visitas y excursiones quedándoos siempre en la capital, salimos de la misma empezando por la bahía de Ha Long, preciosa. Para visitarla, contratad con alguna agencia un paquete que os recojan, lleven hasta el puerto y os embarquen en uno de los cruceros para pasar, al menos, una noche en los mismos, y disfrutar así de este paisaje impactante. No vayáis a los más baratos que luego sin incómodos y al final tampoco es tan caro.

5- Tras esta excursión, coged un vuelo hasta Da Nang y de ahí bajad en coche hasta la ciudad vieja de Hoi An, la bellísima ciudad de mercaderes, donde pasar tres noches, tanto para disfrutarla como para hacer una excursión de una mañana o tarde al sexto patrimonio.

6- Se trata del santuario de My Son, los impresionantes restos de la civilización Champa que aún quedan en la selva vietnamita. Hay muchos turoperadores que os ofrecerán diversas opciones para ir y volver desde Hoi An.

7- Después, coche a Da Nang y de ahí subíos al tren para Huè. Aseguraos de ir cuando haya luz para disfrutar de los impresionantes paisajes costeros que recorrer. El billete es mejor que os lo reserven desde vuestro hotel para evitar quedaros sin el mismo. Huè y su conjunto de monumentos también merece dos o tres noches, es una de las ciudades que más me gustó de Viet Nam. No en vano fue capital durante casi cien años. Mi consejo: alquilaos bicis y recorredlos todos así.

8- Y ya el último patrimonio se puede alcanzar en coche desde Huè, aprovechando un día para visitar varios lugares de la zona desmilitarizada, y durmiendo por ejemplo en Dong Hoi para luego, con cualquier turoperador, visitar alguna parte bonita del parque nacional de Phong Nha-Ke Bang. Los más aventureros podrán hacer rutas o acampar para visitar las cuevas más grandes del mundo. Desde Dong Hoi ya regresé al día siguiente a Ha Noi en avión y de ahí a Europa.

Ciudad de Luang Prabang.

BONUS: si tenéis más días, recomiendo toméis vuelos desde Ha Noi hasta la ciudad de Luang Prabang, uno de los tres patrimonios de la humanidad de Laos. Dos o tres noches serán suficientes.

Hanoi

La capital del pueblo vietnamita.

La mayoría de los que visitamos Vietnam llegamos por Ha Noi, su capital, o al menos ese fue mi caso. Como la mayoría de ciudades del sudeste asiático, abruma. Casi siempre nublada, con mucha contaminación tanto de humo como de ruido, y enjambres de motos que incumplen sistemáticamente cualquier código de circulación mínimo, Hanoi es dura al principio. Sin embargo, la enorme amabilidad de sus habitantes y las tantas cosas que ver hace que valga la pena soportar sus puntos débiles y lanzarse a explorarla unos días.

Ha Noi fue capital de Viet Nam durante 800 años hasta que la dinastía Nguyen se trasladó en el siglo XIX a Huè, haciendo que Ha Noi pasara a ser una mera ciudad de provincias. Fue entonces cuando se le cambió el nombre actual, que significa "parte interior del río". La capitalidad regresó poco después, en 1902, cuando los franceses instalaron la administración colonial de Indochina.

La ciudad ha sufrido muchísimo: tanto por las guerras de Indochina como por el rígido sistema comunista que la aisló de su pasado cosmopolita hasta que en 1990 se volvió a abrir al mundo: y en eso sigue. De sus bicicletas y autobuses soviéticos se pasó a una inundación de motocicletas chinas. Y decenas de locales modernos o de franquicias extranjeras han hecho de Ha Noi una ciudad vibrante y en pleno crecimiento, con una oferta gastronómica espectacular pero que sigue arrastrando muchas carencias.

Una ciudad milenaria.

La ciudad está asociada al nacimiento del país en 1010, cuando el emperador Ly Thai To, según la leyenda, recibió una espada mágica de los dioses con la que expulsó a los chinos de Viet Nam. Tras esta guerra, una tortuga dorada le pidió que devolviera la espada y se sumergió con ella en las profundidades del lago Hoan Kiem, alrededor del cual se construyó la ciudad inicialmente bautizada como Thang Long o "dragón ascendente". Es aquí donde recomiendo empezar la visita a la ciudad, en el agradable templo en mitad del lago conectado por un puente tradicional. Este es el corazón de Ha Noi y uno de los pocos puntos donde poder caminar en paz. 

Alrededor del lago se encuentra el teatro municipal de marionetas, donde aún se representa el antiguo arte de las marionetas de agua "roi nuoc", típico del norte de Viet Nam. Los campesinos que trabajaban los campos de arroz inundados del delta del río Rojo inventaron este entretenimiento usando el agua como escenario hace mil años y de ahí saltó a la corte imperial. Cada hora figuras de madera de personas y animales se mueven en una piscina gracias al ingenio once marionetistas, que con palos e hilos en directo, representan historias tradicionales, con leyendas de pastores, emperadores o animales mitológicos. Las partes más pintorescas son la del pescador y el pez que se le escapa, las de los dragones echando fuegos artificiales por la boca o el muchacho encima de un buey. Los cantantes y músicos acompañan tocando melodías tradicionales en directo. Recomiendo ver la representación: sacad entradas (solo en persona y solo con efectivo) en las taquillas del teatro con antelación suficiente.

Al lado del teatro, en un segundo piso escondido entre escaleras feas y estrechas, está el Café Dinh, local mítico donde aún vive la familia que inventó el "caphe trung da", receta de café con clara de huevo sustituto de la leche durante las guerras. Aún baten claras con el método que usaban cuando se inventó esta forma de tomarse el café y sigue siendo delicioso. No muy lejos se encuentra la catedral de San José, neogótica, curiosa herencia de la presencia francesa a partir de la cual nos adentramos al casco antiguo.

El casco antiguo: nudo comercial.

Este conjunto de enmarañadas calles y callejones llenos de tiendas ha sido un lugar de compras desde el siglo XV. Muchas de las calles mantienen el nombre del producto que allí se vendían o del gremio que se instaló: desde la calle del arroz a la del oro. Y muchos tipos de productos siguen concentrándose calle a calle: es muy bonito pasar por la calle de los dulces, por ejemplo. O por la de las flores. Lo cierto es que este barrio es muy curioso, pero nada agradable de pasear por el gentío, la suciedad y sobre todo el terrible y ruidoso tráfico. Aún así, armaos de paciencia porque vale la pena.

Entre tienda y tienda se esconden casas con encanto, pequeños templos, puertas antiguas a la ciudad o cafés sin igual. El Templo de Bach La, por ejemplo, es el más longevo de la ciudad, y lo construyó el emperador que trasladó su corte aquí por primer vez, en honor al caballo blanco que lo guio. Aún está la estatua del equino en la pagoda central. Para descubrir este y otros secretos es buena idea unirse a uno de los "walking tours" que se ofrecen a diario pero también vale la pena perderse y descubrir sus rincones por uno mismo. Un punto imperdible es el mercado de Dong Xuan, construido por los franceses, que alberga tiendas de casi todo: desde productos frescos o secos hasta ropa barata, souvenirs, artesanía o bolsos de imitación.

La comida callejera es maravillosa, de cinco estrellas, especialmente aquí en el centro, con locales que, aunque muy feos, esconden platos sin igual, con ingredientes frescos y combinaciones tradicionales y deliciosas. No podéis dejar de ir a almorzar a Bun Cha Dac Kim, recomendado por la guía Michelin: excelente y no tiene fallo. Pero el mejor (y menos turístico) considero que es Tuyet Bun Cha 34, que me recomendó una vietnamita y que tiene el mejor bun cha del país sin discusión: cerdo tierno asado al carbón con hierbas frescas y un toque picante con un caldo para mojar los crujientes nems caseros. Y todo cubierto de ajo picado. Podría comer aquí para siempre de lo delicioso que está.

Otra comida callejera por excelencia es el bocadillo "banh mi". Recomiendo degustarlo en el Banh Mi 25, un cuco local donde sirven los crujientes bocatas vietnamitas, en el que siempre hay colas. Otro buenísimo local y menos turístico es el Banh Mi Hoi An, que además tiene baguettes con el famoso paté local.

Lau Nuong Corner Z es otro de esos lugares que parecen feos pero que tienen una comida para chuparse los dedos. Sentaos en sus bajitas sillitas y olvidaos de la ruidosa calle para disfrutar de la barbacoa vietnamita, cocinada en una gran sartén al fuego con una base de mantequilla en la que ir cocinando cerdo, res y calamares, acompañados de salsa de queso, jugo fresco de kalamansi, sal especiada o grandes hojas de fresca lechuga. 

Para dulces, aún recuerdo el puesto que regentaban una viejecita llamado Hai Xe Pho Co, con los exquisitos buñuelos recién hechos "banh ran cao lau". Adictivos.

El centro también ofrece ocio nocturno, como el GC Bar, pequeño pero muy elegante y animado. Aquí se mezclan locales y extranjeros, predominando el público LGTBI. Luego se puede tomar un taxi para seguir la fiesta en Savage, un local de varios pisos situado en un antigua mansión art-decó con los mejores DJs de música electrónica del país y extranjeros, y los jóvenes más modernos del país bailando a sus ritmos.

El antiguo barrio imperial.

El oeste del casco antiguo se encuentra la ciudad imperial de Thang Long, el único patrimonio de la humanidad con el que cuenta la urbe. Caminando hacia allí veréis importantes vestigios del comunismo que aún impregna la simbología del país, como la torre de la bandera o una gran estatua de Lenin. Pero lo mejor es pararse a tomar un café en el Cong Caphé, una cafetería moderna decorada con motivos militares y propagandísticos que también sirve buenos dulces. Recomiendo el caphe sua da (café helado con leche condensada).

Tras la pausa, llegaréis a la ciudadela imperial de Thang Long, edificada en el siglo XI por la dinastía Viêt de los Ly para concretizar la independencia del Dai Viêt. Fue construida en los vestigios de una fortaleza china del siglo VII. Durante casi trece siglos fue sede del poder político vietnamita. Y aunque, comparada con otros palacios asiáticos no es tan impresionante, vale la pena apreciar su arquitectura única así como los restos de cuando fue ministerio de defensa de Viet Nam del Norte, ya que desde muchas de sus salas y búnker (que se pueden visitar) se planificó la larga guerra que llevó a Ho Chi Minh a reunificar el país. Ahora miles de jóvenes se visten con trajes típicos y acuden con fotógrafos profesionales para hacerse fotografías con las que felicitar el año nuevo vietnamita a sus seres queridos.

Al lado de la ciudadela está al mausoleo de Ho Chi Minh, al que recomiendo entrar lo antes posible para evitar colas y poder ver el cuerpo embalsamado del líder, en una urna de cristal. No llevéis pantalones cortos ni tops, quitaos los sombreros y nada de hacer fotos o gritar.

Para entender mejor la terrible guerra de Vietnam hay que asomarse al puente de Long Bien, diseñado por Gustave Eiffel. Además de ser un elemento heredado del colonialismo francés, es un punto fundamental de la resistencia vietnamita, ya que tras cada bombardeo destructor los vietnamitas lograban improvisar tramos de repuesto y restablecer rápidamente los servicios de carretera y ferroviarios. Como los bombardeos no cesaban, los vietnamitas empezaron a obligar a los prisioneros norteamericanos a realizar trabajos forzados de reparación del puente, tras lo que Estados Unidos dejó, por fin, de bombardear el mismo.

No muy lejos también se puede ver el antiguo palacio presidencial, complejo donde también vivió Ho Chi Minh. Además de los magníficos jardines, se puede ver la humildad con la que vivió el dirigente, con su despacho o comedor abiertos al público (o eso dice la propaganda). En el mismo complejo se encuentra la pagoda del pilar único, con casi mil años de historia, aguantando sobre un solo pilar de piedra, representando una enorme flor de loto elevándose. En sus alrededores hay cómics gigantes en las paredes explicando los buenos y malos comportamientos según el budismo.

Un buen lugar para una pausa es Pho Thin, donde comer delicioso Pho Bo, la sopa de fideos y ternera más famosa del país que normalmente se toma como desayuno. Además en el barrio se encuentra un patio con puestos de comida elegantes: Quan An Ngon, donde probar platos tan famosos como en Banh Tom Hà Noi, unas tortitas crujientes con gambas enteras; o la Nom Bo Ko, la ensalada de papaya verde con carne de vaca seca. El Xoi Xeo, o arroz pegajoso con frijol mungo llena mucho: lo podéis rebajar con una cerveza Ha Noi bien fría. 

No muy lejos está la famosa calle llena de barecitos donde ver pasar el gigantesco tren "Reunification Express", experiencia peligrosa pero impresionante. Hay un tramo lleno de turistas y otro en el que apenas hay nadie. Siempre con precaución, haciendo caso a los locales y evitando el centro de la vía en todo momento, pegándoos a los edificios tanto como podáis. Cuando pasó a escasos centímetros vuestros el gigantesco tren y tocó la bocina me subió de golpe la adrenalina.

Para una cena algo más elegante en el barrio reservad con antelación en el Nhà hàng Tam Vi, situado en una casona tradicional burguesa. Su servicio es excelente y rápido y se especializan en platos tradicionales de la ciudad, como en Trung Bac, que pedimos junto a un aperitivo de encurtidos típicos, cacahuetes tostados y berenjena a la sal a los que seguía la sopa de cangrejo y espinaca. Continuamos con rollitos frescos de gambas y panceta, un guiso de cerdo con huevo caramelizado, otro de tofu crujiente en salsa de cebollino y unas verduras al vapor con salsa de gamba fermentada. Todo exquisito.

 El barrio francés.

Hacia el sur, el lago Hoan Kiem une el caótico barrio antiguo del que ya os he hablado con los arbolados bulevares del barrio francés, flanqueados de edificios burgueses y locales chics como  Luk Lak, que ofrece una carta con platos de todo el país aunque a precios mucho más elevados que la media. Las cafeterías y terrazas de los elegantes hoteles coloniales de cinco estrellas también son perfectas para una copa después de cenar.

En ese barrio se encuentra también el bellísimo templo de la literatura, uno de los mejores lugares para descansar del caos capitalino y adentrarse en la fascinante historia imperial del país, comprendiendo mejor sus estructuras funcionariales. Además, el templo es una de las pocas estructuras de arquitectura tradicional bien conservada donde se honra a sus servidores más eruditos, además de haber sido sede durante siglos de la primera universidad de Viet Nam. A sus pagodas, estanques y jardines acuden los estudiantes para rezar y obtener buenas notas. Aquí se hacían los últimos exámenes para acceder a la más alta función pública: los mandarines. Desde 1484, cada promoción de aprobados contó con sus nombres grabados en grandes estelas colocadas encima de estatuas de tortugas: quedan 82 estelas en pie.

En el barrio también se encuentra el Museo de las Mujeres Vietnamitas, con arquitectura anodina pero contenido interesante para celebrar a las heroínas del país. Pese a que trata todas las facetas de las ciudadanas del país, la parte más emotiva es la contribución de tantísimas mujeres al triunfo de la revolución y la resistencia frente a la invasión estadounidense. 

Ha Noi es una ciudad grande y me faltaron parques bonitos y entretenimientos modernos como la torre Lotte, a los que no me dio tiempo a ir. Además, es un paraíso para comprar y gastronomía. Dedicadle al menos dos noches si visitáis Viet Nam: no os arrepentiréis.


IMPRESCINDIBLE

Comer

Bun cha en Tuyet Bun Cha 34

Beber

Café con huevo en el Café Dinh.

Libro

El dolor de la guerra de Bao Ninh

Película

Indochine de Régis Wargnier.

dilluns, 16 de desembre del 2024

Malmö y otras excursiones desde Copenhague

Pese a que Copenhague puede ser muy divertida, hay varias excursiones chulas que merece la pena hacer si se tiene tiempo. La primera es a la vecina ciudad sueca de Malmö, que además de conocer un nuevo país, os permitirá conocer algunas curiosidades de la tercera ciudad de Suecia. Se puede ir y volver en el día en el tren, no se tarda más de veinte minutos en cruzar el túnel que separa ambos países.Otra opción interesante es Roskilde, que se puede visitar en una mañana o una tarde. Y finalmente, sugiero una tercera excursión de un día que consiste en combinar el castillo de Kronborg con el maravilloso bosque de Dyrehaven.

Malmö: la tercerca ciudad sueca.

Durante siglos fue la segunda ciudad más grande de Dinamarca, hasta que en el siglo XVII, el rey sueco Carlos X la conquistó para Suecia junto con la región de Skaneland. Por ello, y pese a ser sueca, la relación con la vecina Copenhague es constante con miles de personas cruzando el puente que las une por carretera y tren respectivamente.

Para los estándares de un mediterráneo como yo, Malmö es una ciudad joven, ya que se fundó como un villorrio de pescadores de arenque en el siglo XIII y su ciudadela es del siglo XIV (visitable, aunque nosotros no entramos). No mucho más antigua que muchas ciudades americanas fundadas por europeos.  Ganó su estatus de villa y su escudo de armas en 1473 (sigue siendo un grifo y se ve en las alcantarillas) y a partir de ahí empezó a acumular más riqueza por cobrar tasa de paso a los barcos comerciales de la Liga Hanseática, por derecho reconocido del rey danés Eric I

El nombre de Malmö es un poco curioso ya que en sueco significa, literalmente, doncella molida, por una leyenda que cuenta que en un o de sus molinos más antiguos (que aún se puede visitar) se trituró a una doncella. Las partes macabras de la historia de la ciudad no acaban aquí: en el siglo XVI, Malmö fue una de las primeras ciudades escandinavas en convertirse al protestantismo y la población destrozó decenas de iglesias, por considerarse su lujo pecado. Las que quedan son muy sobrias, de hecho. 

1840 fue otro de los años clave para la ciudad, pues fue cuando el industrial Kockum fundó un astillero que acabó siendo uno de los mayores del mundo. La ciudad despegó hasta convertirse en la tercera de Suecia, atrayendo también a industrias manufactureras y textiles y alcanzó los 200.000 habitantes. En la plaza Stortorget aún se pueden ver anuncios de esa etapa pintados en algunas fachadas así como la elegante farmacia Lejonet, que destila la grandeza de esa época. Sin embargo, a partir de 1973 con la crisis del petróleo, astilleros e industrias manufactureras cerraron dejando sin empleo a miles de sus habitantes que abandonaron la ciudad.

Su renacimiento llegó en la década de 1990 cuando la apertura de su universidad así como del puente del Oresund con Dinamarca hizo que volviera a despegar y recuperar habitantes. Además, su puerto abandonado pasó a ser una zona residencial muy a la moda con el edificio más alto de Escandinavia en el centro: el Turning Torso, obra maestra del arquitecto valenciano Santiago Calatrava. Y no, no se puede subir, ya que es una torre de apartamentos de lujo privados. Aún así, vale la pena pasear por estos nuevos barrios y acercarse a la torre para ver su increíble forma de cerca. Además, desde la costa se puede ver a lo lejos el perfil del impresionante puente que une ambos países.

Las industrias digitales y de innovación son ahora el motor económico de la ciudad y edificios futuristas aparecen por todos sus barrios: por ejemplo, el centro comercial Emporia con sus formas orgánicas y cristales amarillos. La innovación es constante: muchos supermercados tienen invernaderos con luces LED en los que crecen lechugas y espinacas que se pueden cortar frescas de la tierra. Además, Malmö ha sido sede de grandes eventos como el festival de Eurovisión, que ha acogido tres veces, siendo la única ciudad europea (fuera de las capitales) que ostenta este récord.

De gastronomía, tenéis que probar el crujiente pan sueco knackebröd; el pastel de queso salado ästerbotten paj (que se usa como acompañamiento de platos de carne); las famosas albóndigas de carne en salsa con puré de patatas casero, vegetales y arándanos naturales (recomiendo las que venden en el mercado Saluhall); o los famosos bocadillos abiertos de gambas y huevo: soderholmens rakamaka. La bollería sueca es también espectacular, sobre todo la de hornos tradicionales: sus rollos de canela (kanel bulle) y los de cardamomo son increíbles. Aunque el dulce más famoso del país es la prinsesstarta, que alterna capas de ligero bizcocho, crema, mermelada de frambuesas y nata montada, todo recubierto de mazapán verde. La última moda son las pastelerías veganas, como Flax, que tenían un pastel de peras y limones sin lácteos que sabía a gloria.

Roskilde: tumbas reales y barcos vikingos.

Los obsesos del patrimonio de la humanidad de la UNESCO no podrán dejar de visitar la catedral de Roskilde. La antigua capital del país es fácilmente visitable desde Copenhague incluso una mañana por su cercanía en tren: está a tan solo 30 kilómetros. Una vez allí, recomiendo coger bicicletas con la app Donkey Republic para recorrer la localidad, incluyendo su agradable fiordo.

Lo mejor es empezar visitando su catedral: levantada entre los siglos XII y XIII, fue la primera catedral gótica de Escandinavia enteramente construida con ladrillo y su estilo arquitectónico se difundió posteriormente por todo el norte de Europa. Desde el siglo XV se convirtió en mausoleo de la familia real danesa y hasta finales del siglo XIX se le fueron añadiendo diversos porches y capillas laterales. Su edificio actual sintetiza claramente la evolución de la arquitectura religiosa europea a lo largo de ocho siglos, especialmente en su interior. Por fuera, la revolución luterana la dejó muy sencilla y casi no impresiona, pero vale la pena visitarla con calma por dentro para ver las tumbas de los 21 reyes y 19 reinas, que van de los estilos gótico y renacentista al barroco, neoclásico y hasta contemporáneo: la propia tumba de la reina Margarita ya estaba preparada para cuando la visité (ahora ya está enterrada allí). En algunos pilares se están recuperando los frescos previos a las revoluciones iconoclastas

Con las bicis, pasead hasta el puerto del fiordo donde hay amarradas varias reconstrucciones de embarcaciones vikingas. En uno de los astilleros pude ver como estaban construyendo una. Para ver los originales hay que entrar al museo de los barcos vikingos, al lado. Roskilde fue fundada por el rey Harald Bluetooth por lo que los restos vikingos son abundantes. Entre el centro histórico y el fiordo disfrutaréis de casita de cuento, hechas de ladrillo madera y techos de paja. Mi mañana y tarde soleada en Roskilde fueron simplemente perfectas.

Castillo de Kronborg

Otra excursión interesante es tomar 45 minutos de tren hasta Helsingør, localidad llave del estrecho de Sund que separa Dinamarca de Suecia. Por eso aquí se construyó el elegante castillo y palacio real de Kronborg, de gran valor simbólico para los daneses. Este excepcional edificio renacentista desempeñó un papel importante en la historia europea desde el siglo XVI hasta el XVIII. Su construcción dio comienzo en 1574 y sus defensas fueron reforzadas a finales del siglo XVII, con arreglo a los cánones de la arquitectura militar de esa época. El edificio ha permanecido intacto hasta nuestros días y es mundialmente conocido con el nombre de castillo de Elsinor, por ser el escenario escogido por Shakespeare para su célebre tragedia “Hamlet”, pese a que el autor nunca estuvo en Dinamarca.

Recomiendo que os unáis a una de las visitas guiadas que hay en inglés a cada hora, para comprender mejor la importancia del lugar, tanto defensiva como tributaria y protocolaria. El salón de banquetes es precioso y las vistas desde los tejados aún más, por no hablar de los apartamentos reales renacentistas.

El castillo entró en decadencia cuando Dinamarca perdió ante Suecia el territorio de enfrente en 1658, perdiendo el control de este estrecho y, por tanto, la recaudación de los derechos de paso. Aún así, siguió operando como base militar hasta 1924, lo que ha permitido que llegue en perfecto estado hasta nuestros días.

Pasear por el paseo marítimo de Helsingor durante un día soleado es también una gozada.

Por cierto, esta excursión de mañana se puede combinar fácilmente con una tarde en otro patrimonio UNESCO: Dyrehaven.

Dyrehaven

Otro patrimonio de la humanidad de la UNESCO cerca de la capital danesa es el paisaje cinegético de montería de Selandia Septentrional: situado a unos 30 kilómetros al nordeste de Copenhague, este bien cultural comprende tres zonas diferenciadas de bosques para monterías: Store Dyrehave, Gribskov y Jægersborg Hegn/Jægersborg Dyrehave. En esos bosques acondicionados para la caza de montería, los reyes daneses y sus cortesanos practicaban esta modalidad cinegética que estuvo en pleno apogeo desde la Edad Media hasta finales del siglo XVI. Los caminos trazados con arreglo a un plano ortogonal, los mojones de piedra numerados, los cercados y los pabellones de caza edificados en esos bosques constituyen una materialización de los principios paisajísticos del Barroco aplicados al acondicionamiento de zonas forestales.

Os recomiendo visitar Dyrehaven, un antiguo coto de caza real ahora parque público, en el que la realeza danesa y su corte practicaba la caza. Es fácil llegar en tren, por ejemplo parando en la estación Klampenborg, y luego tomando una de las bicis de Donkey Republic. La distancias en el parque son enormes por lo que la bici es perfecta. Además, veréis decenas de familias de ciervos aquí y allá. Estos paisajes son un ejemplo de como el absolutismo monárquico transformaba la naturaleza para adecuarla a su forma de ejercer el poder. En mitad de todo se alza un pabellón de caza barroco maravilloso que ordenó construir el rey Christian VI para pernoctar en sus cacerías. Es una maravilla todo, muy relajante incluso para visitar a solas.

No muy lejos si vais en bici se encuentra el museo Ordrupgaard, que contiene una de las mayores colecciones de arte francés y danés del siglo XIX. Como hacía un día maravilloso no llegué a entrar pero lo visité por fuera ya que fue diseñado por Zaha Hadid, con cristales y lava negra, en las formas deconstructivistas orgánicas que siempre usa la arquitecta. Además, en sus jardines hay esculturas impresionantes como el bosque de los espejos.


IMPRESCINDIBLES

Comer
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Tarta vegana de peras y limones en Flax (Malmö).

Típico plato de albóndigas suecas en el mercado Saluhall (Malmö).


Canciones

The Code de Nemo (ganador de Eurovisión 2024 en Malmö).

Serie

Bron (el puente) de Amazon Prime Video.

dilluns, 2 de setembre del 2024

Ninh Binh, la bahía de Ha Long y la ciudadela de la dinastía Ho

Tres patrimonios de la humanidad no muy lejos de Ha Noi.

Desde Hanoi hay muchísimas excursiones de uno, dos o más días que vale mucho la pena hacer. La primera de todas es la icónica bahía de Ha Long, en el golfo de Tonkín, con sus más de  1.600 islas e islotes que forman un espectacular paisaje marino de pilares calcáreos. Recomiendo un crucero de una noche para disfrutar de este patrimonio mundial de la UNESCO como se merece.

La segunda opción son los espectaculares paisajes de la provincia de Ninh Binh, que muchos llaman "el Ha Long en la tierra". Y no se equivocan, ya que los pilares calcáreos que surgen de estos valles forman parte de la misma cadena montañosa que la famosa bahía. Para ver bien los atractivos de la zona, optamos por un circuito guiado de un día.

La tercera opción, algo más complicada y sólo recomendada para obsesos del patrimonio de la humanidad como yo son las ruinas de la ciudadela de la dinastía Ho. Apenas hay turismo aquí, no hay circuitos que la incluyan por lo que la forma más rápida de visitarla es contratar a un conductor privado (y si puede ser con guía, mejor que mejor). Yo combiné la visita con la pagoda de Bai Dinh, esta sí, muy famosa. Y dos noches las pasé en Phu Ly, una ciudad de provincias al sur de Ha Noi con un Meliá cinco estrellas estupendo y en el corazón de una agradable ciudad de provincias.

La bahía Ha Long

La leyenda dice que una vez, los dragones bajaron del cielo y dejaron caer gotas de jade en las aguas de la bahía de Ha Long, formando las miles de islas que protegen la bahía de invasores. Este es quizá el lugar más famoso de Vietnam: una bahía con miles de islas calcáreas e imponentes pilares de piedra caliza que surgen del mar, con muescas erosionadas, arcos y cuevas que crean un paisaje bello y pintoresco. Aquí se encuentran siete tipos de ecosistemas clave y su belleza hace que el turismo sea masivo. Cientos de barcos de todo tipo y calidad ofrecen cruceros diarios o de una o varias noches, zarpando desde una ciudad horripilante con enormes rascacielos que, al dejarla atrás, nos llevarán al mágico espectáculo del parque nacional más famoso del país. Nosotros fuimos en enero, temporada de lluvias (y lloviznó) pero no hizo imposible ninguna actividad (excepto la de bañarnos en la playa, claro). Además, las nieblas matinales daban a la bahía un aire de misterio espectacular. Amanecer en el balcón de nuestro camarote con semejantes vistas no tiene precio.

Nuestro tour nos recogió en mini-bus desde nuestro alojamiento en Ha Noi para llevarnos hasta el puerto de Ha Long donde embarcamos en un cómodo barco con sus habitaciones, comedor y mirador arriba. Zarpamos para ver un paisaje espectacular y explorar a pie la famosa cueva Hang Sung Sot. Conocida también como la cueva "sorpresa", sus dos gigantescas cámaras han sido habitadas durante miles de años. Son un auténtico símbolo de la resistencia de pueblo vietnamita frente a invasiones chinas o mongolas, pueblos a los que derrotaron en estas aguas. Incluso el Viet Cong resistió aquí a los franceses y a los estadounidenses, con uno de sus cuarteles generales. En sus techos, de más de 30 metros, aún se ven las formas que las olas dejaron cuando estas cuevas estuvieron sumergidas hace miles de años. También nos llevaron a una isla con una bonita playa en la que estuvimos vestidos por la fina lluvia que caía. Al volver al barco y antes de la cena nos hicieron un taller para aprender a hacer rollitos vietnamitas antes de que abrieran un delicioso buffet de comida local que cenamos. Tras la cena nos ofrecieron un taller para pescar calamares, pero no pescamos ni uno. Aún así, fue divertido.

Al día siguiente hicimos una actividad en kayak a lo largo de un lago interno detrás de la cueva Luon, dentro de una de las formaciones kársticas, que fue brutal, por la gran sensación de libertad y la belleza de los paisajes. Además, si te acercabas a los bordes selváticos venían monos endémicos a saludar. Ha Long, en vietnamita, significa "donde el dragón descendió al mar". Según otra leyenda, diferente a la que os conté al inicio. un gran dragón atizó el mar con su cola formando valles y fisuras que luego inundó al sumergirse de nuevo dejando solo visibles los picos de aquellas montañas. En cualquier caso, un lugar obligatorio en cualquier visita a Viet Nam.

El paisaje de Trang An y la primera capital del Viet Nam

Otra de las excursiones que recomiendo es pasar el día visitando Hoa Lu y Trang An. Este último parque nacional está situado cerca de la orilla meridional del delta del Río Rojo y formado por un macizo de picos cársticos, surcado por varios valles, sumergidos en parte por las aguas, enmarcado por farallones abruptos prácticamente verticales. Las exploraciones efectuadas en algunas de las grutas más altas que jalonan este sitio han permitido descubrir vestigios arqueológicos de actividades del ser humano que se remontan a unos 30.000 años atrás. Estos vestigios son un testimonio de la ocupación de este macizo montañoso por grupos de cazadores-recolectores, así como de la adaptación de éstos a los cambios climáticos y ambientales. El mitad de este parque se encuentra la localidad de Hoa Lu, primera capital de Viet Nam en los siglos X y XI, y una serie de templos, pagodas, paisajes de arrozales, aldeas y lugares de carácter sagrado.

Nosotros en este caso también fuimos con un circuito guiado que nos recogió en Ha Noi y nos dejó en un lugar con bicis que usamos para recorrer estos bellos paisajes, empezando por el antiguo palacio y templos de Hoa Lu. Situada en las faldas del monte Yen Ngua, de la ciudad solo quedan sus templos centrales de pilares de color rojo que mantienen elementos reales de la dinastía Dinh, como el pedestal de piedra donde estaba el trono real, o las campanas de bronce ceremoniales.

La historia de este lugar es especialmente importante ya que, tras mil años de control imperial chino, el emperador Dinh Tien Hoang declaró la independencia del pueblo vietnamita en el año 968, estableciendo en Hoa Lu su primera capital. Y no es casualidad, ya que está rodeada de fértiles campos de arroz salpicados de montañas kársticas, haciendo la zona fácilmente defendible. El emperador sometió también a doce señores de la guerra, unificando el norte del país. Es por ello que los vietnamitas aún lo veneran en el templo que se mantiene operativo aquí. Sin embargo, unos años después, en el 1010, otro emperador transfirió la capital a Ha Noi, quedando este lugar semi abandonado. 

Tras admirar los restos de esta ciudad y el templo al primer emperador, seguimos con las bicis a lo largo del bello paisaje, atravesando apacibles campos de arroz salpicados de picos hasta llegar a nuestro lugar del almuerzo y disfrutar de la famosa carne de cabra del lugar y otras especialidades vietnamitas.

Por la tarde recorrimos el famoso paisaje de Trang An pero esta vez en kayak, a lo largo del río Song Sao Khè, ataviados con los tradicionales sombreros cónicos vietnamitas, recorriendo cuevas, riscos y una frondosa selva, en paisajes donde se han grabado películas tan famosa como King Kong. Finalmente, fuimos a subir hasta la cima de la famosa montaña del dragón tumbado, en la que más allá de ver la cutre estatua de un dragón que la preside en la cima (abarrotada de turistas) y bonito son las vistas del estos espectaculares y únicos paisajes. Al bajar veréis un bonito campo en el que se cultivan gigantescas flores de loto.

La provincia de Ninh Binh me enamoró y recomendaría a cualquiera pasar alguna noche más aquí disfrutando de sus increíbles paisajes.

Una ciudadela Feng Shui y una pagoda gigante

Finalmente, la tercera excursión, sólo para muy cafeteros, es a la ciudadela de la dinastía Ho. Como este patrimonio no se incluye en tours, opté por contratar un guía y conductor privado. Y ya que me pillaba de paso, aproveché para visitar el gigantesco complejo budista de Bai Dinh, construido en 2014, que atrae a hordas de turistas nacionales y algún turista internacional despistado. Sus bellos pasillos acogen más de 500 estatuas de piedra de "iluminados" camino al templo principal, la pagoda Phap Chu, de triple techo, con un gigantesco Buda de bronce de más de diez metros de alto, flanqueado por otros dos dorados. El complejo también cuenta con la estupa más alta de Asia.

Tras visitar el gigantesco complejo religioso, el guía me llevó a comer De Xao Lan, un planto tradicional de carne de cabra salteada. Las cabras crecen libres en pastos de las montañas kársticas por lo que tienen un gran sabor. Su carne se come en rollitos de papel de arroz que se rellenan con hierbas y luego se mojan en salsa de cacahuete.

Finalmente, llegamos por la tarde a la ciudadela Ho, construida por los dos únicos emperadores de la dinastía Ho, que solo gobernaron siete años (de 1400 a 1407). Pese al corto periodo histórico fueron importantísimos para Viet Nam puesto que introdujeron reformas clave en el país: desde el papel moneda a los cañones pasando por la reforma de las tierras, la apertura de los puertos al comercio extranjero y la introducción de las matemáticas y la agricultura en el sistema educativo (que hasta entonces se limitaba al estudio del confucianismo).  El emperador Ho Quy Ly aún tiene un pequeño templo dedicado en el complejo arquitectónico. 

La ciudadela, construida en el siglo XIV siguiendo los principios del feng shui, es testimonio del florecimiento del neoconfucianismo a finales del siglo XIV en Viet Nam y su expansión por otras zonas del este asiático. Siguiendo estos principios, la ciudadela se encuentra en un paisaje de gran belleza, con un eje que toca las montañas Tuong Song y Don Son en una llanura entre los ríos Ma y Buoi. Sus edificios representan un ejemplo excepcional de un estilo nuevo de ciudad imperial del sureste asiático.

Lo más impresionante de la ciudadela son los enormes muros que la rodeaban, y que se mantienen en pie junto a los arcos de entrada en cada punto cardinal. Los muros estaban hecho de enormes losas de piedra que se encajaban una a otra sin usar cemento. Es fascinante ver como en el interior de los sólidos muros solo quedan campos de arroz ya que la capital se abandonó en el siglo XV. Hay tan pocos turistas que hasta las vacas pastan en lo alto de las murallas. Sin duda, una sensación de vivir el auténtico Viet Nam que cuesta lograr en otros puntos turísticos del país.

Algo alejado de la ciudadela, otro de los restos que quedan es el altar Nam Giao, con su piscina purificadora anexa, que mantiene aún los escalones que le dan gran belleza. Y fuera de las murallas aún se puede ver una casa tradicional construida hace 600 años para algún alto funcionario de la época, con preciosas tallas de madera que aún conserva la familia que la habita por siglos. Con un poco de amabilidad os dejarán pasar a verla.

En definitiva, a Ha Noi hay que dedicarle tiempo para poder ver sus alrededores, sobre todo estos tres patrimonios de la humanidad reconocidos por la UNESCO, que valen muchísimo la pena y que ayudan a entender mucho mejor la historia de este fascinante país.

IMPRESCINDIBLES

Comer

De Xao Lan (carne de cabra salteada en rollitos de papel de arroz y hierbas) en cualquier restaurante de carretera de la provincia de Ninh Binh.

Película

'Kong: Skull Island, de Jordan Vogt-Roberts