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dilluns, 2 de setembre del 2024

Ninh Binh, la bahía de Ha Long y la ciudadela de la dinastía Ho

Tres patrimonios de la humanidad no muy lejos de Ha Noi.

Desde Hanoi hay muchísimas excursiones de uno, dos o más días que vale mucho la pena hacer. La primera de todas es la icónica bahía de Ha Long, en el golfo de Tonkín, con sus más de  1.600 islas e islotes que forman un espectacular paisaje marino de pilares calcáreos. Recomiendo un crucero de una noche para disfrutar de este patrimonio mundial de la UNESCO como se merece.

La segunda opción son los espectaculares paisajes de la provincia de Ninh Binh, que muchos llaman "el Ha Long en la tierra". Y no se equivocan, ya que los pilares calcáreos que surgen de estos valles forman parte de la misma cadena montañosa que la famosa bahía. Para ver bien los atractivos de la zona, optamos por un circuito guiado de un día.

La tercera opción, algo más complicada y sólo recomendada para obsesos del patrimonio de la humanidad como yo son las ruinas de la ciudadela de la dinastía Ho. Apenas hay turismo aquí, no hay circuitos que la incluyan por lo que la forma más rápida de visitarla es contratar a un conductor privado (y si puede ser con guía, mejor que mejor). Yo combiné la visita con la pagoda de Bai Dinh, esta sí, muy famosa. Y dos noches las pasé en Phu Ly, una ciudad de provincias al sur de Ha Noi con un Meliá cinco estrellas estupendo y en el corazón de una agradable ciudad de provincias.

La bahía Ha Long

La leyenda dice que una vez, los dragones bajaron del cielo y dejaron caer gotas de jade en las aguas de la bahía de Ha Long, formando las miles de islas que protegen la bahía de invasores. Este es quizá el lugar más famoso de Vietnam: una bahía con miles de islas calcáreas e imponentes pilares de piedra caliza que surgen del mar, con muescas erosionadas, arcos y cuevas que crean un paisaje bello y pintoresco. Aquí se encuentran siete tipos de ecosistemas clave y su belleza hace que el turismo sea masivo. Cientos de barcos de todo tipo y calidad ofrecen cruceros diarios o de una o varias noches, zarpando desde una ciudad horripilante con enormes rascacielos que, al dejarla atrás, nos llevarán al mágico espectáculo del parque nacional más famoso del país. Nosotros fuimos en enero, temporada de lluvias (y lloviznó) pero no hizo imposible ninguna actividad (excepto la de bañarnos en la playa, claro). Además, las nieblas matinales daban a la bahía un aire de misterio espectacular. Amanecer en el balcón de nuestro camarote con semejantes vistas no tiene precio.

Nuestro tour nos recogió en mini-bus desde nuestro alojamiento en Ha Noi para llevarnos hasta el puerto de Ha Long donde embarcamos en un cómodo barco con sus habitaciones, comedor y mirador arriba. Zarpamos para ver un paisaje espectacular y explorar a pie la famosa cueva Hang Sung Sot. Conocida también como la cueva "sorpresa", sus dos gigantescas cámaras han sido habitadas durante miles de años. Son un auténtico símbolo de la resistencia de pueblo vietnamita frente a invasiones chinas o mongolas, pueblos a los que derrotaron en estas aguas. Incluso el Viet Cong resistió aquí a los franceses y a los estadounidenses, con uno de sus cuarteles generales. En sus techos, de más de 30 metros, aún se ven las formas que las olas dejaron cuando estas cuevas estuvieron sumergidas hace miles de años. También nos llevaron a una isla con una bonita playa en la que estuvimos vestidos por la fina lluvia que caía. Al volver al barco y antes de la cena nos hicieron un taller para aprender a hacer rollitos vietnamitas antes de que abrieran un delicioso buffet de comida local que cenamos. Tras la cena nos ofrecieron un taller para pescar calamares, pero no pescamos ni uno. Aún así, fue divertido.

Al día siguiente hicimos una actividad en kayak a lo largo de un lago interno detrás de la cueva Luon, dentro de una de las formaciones kársticas, que fue brutal, por la gran sensación de libertad y la belleza de los paisajes. Además, si te acercabas a los bordes selváticos venían monos endémicos a saludar. Ha Long, en vietnamita, significa "donde el dragón descendió al mar". Según otra leyenda, diferente a la que os conté al inicio. un gran dragón atizó el mar con su cola formando valles y fisuras que luego inundó al sumergirse de nuevo dejando solo visibles los picos de aquellas montañas. En cualquier caso, un lugar obligatorio en cualquier visita a Viet Nam.

El paisaje de Trang An y la primera capital del Viet Nam

Otra de las excursiones que recomiendo es pasar el día visitando Hoa Lu y Trang An. Este último parque nacional está situado cerca de la orilla meridional del delta del Río Rojo y formado por un macizo de picos cársticos, surcado por varios valles, sumergidos en parte por las aguas, enmarcado por farallones abruptos prácticamente verticales. Las exploraciones efectuadas en algunas de las grutas más altas que jalonan este sitio han permitido descubrir vestigios arqueológicos de actividades del ser humano que se remontan a unos 30.000 años atrás. Estos vestigios son un testimonio de la ocupación de este macizo montañoso por grupos de cazadores-recolectores, así como de la adaptación de éstos a los cambios climáticos y ambientales. El mitad de este parque se encuentra la localidad de Hoa Lu, primera capital de Viet Nam en los siglos X y XI, y una serie de templos, pagodas, paisajes de arrozales, aldeas y lugares de carácter sagrado.

Nosotros en este caso también fuimos con un circuito guiado que nos recogió en Ha Noi y nos dejó en un lugar con bicis que usamos para recorrer estos bellos paisajes, empezando por el antiguo palacio y templos de Hoa Lu. Situada en las faldas del monte Yen Ngua, de la ciudad solo quedan sus templos centrales de pilares de color rojo que mantienen elementos reales de la dinastía Dinh, como el pedestal de piedra donde estaba el trono real, o las campanas de bronce ceremoniales.

La historia de este lugar es especialmente importante ya que, tras mil años de control imperial chino, el emperador Dinh Tien Hoang declaró la independencia del pueblo vietnamita en el año 968, estableciendo en Hoa Lu su primera capital. Y no es casualidad, ya que está rodeada de fértiles campos de arroz salpicados de montañas kársticas, haciendo la zona fácilmente defendible. El emperador sometió también a doce señores de la guerra, unificando el norte del país. Es por ello que los vietnamitas aún lo veneran en el templo que se mantiene operativo aquí. Sin embargo, unos años después, en el 1010, otro emperador transfirió la capital a Ha Noi, quedando este lugar semi abandonado. 

Tras admirar los restos de esta ciudad y el templo al primer emperador, seguimos con las bicis a lo largo del bello paisaje, atravesando apacibles campos de arroz salpicados de picos hasta llegar a nuestro lugar del almuerzo y disfrutar de la famosa carne de cabra del lugar y otras especialidades vietnamitas.

Por la tarde recorrimos el famoso paisaje de Trang An pero esta vez en kayak, a lo largo del río Song Sao Khè, ataviados con los tradicionales sombreros cónicos vietnamitas, recorriendo cuevas, riscos y una frondosa selva, en paisajes donde se han grabado películas tan famosa como King Kong. Finalmente, fuimos a subir hasta la cima de la famosa montaña del dragón tumbado, en la que más allá de ver la cutre estatua de un dragón que la preside en la cima (abarrotada de turistas) y bonito son las vistas del estos espectaculares y únicos paisajes. Al bajar veréis un bonito campo en el que se cultivan gigantescas flores de loto.

La provincia de Ninh Binh me enamoró y recomendaría a cualquiera pasar alguna noche más aquí disfrutando de sus increíbles paisajes.

Una ciudadela Feng Shui y una pagoda gigante

Finalmente, la tercera excursión, sólo para muy cafeteros, es a la ciudadela de la dinastía Ho. Como este patrimonio no se incluye en tours, opté por contratar un guía y conductor privado. Y ya que me pillaba de paso, aproveché para visitar el gigantesco complejo budista de Bai Dinh, construido en 2014, que atrae a hordas de turistas nacionales y algún turista internacional despistado. Sus bellos pasillos acogen más de 500 estatuas de piedra de "iluminados" camino al templo principal, la pagoda Phap Chu, de triple techo, con un gigantesco Buda de bronce de más de diez metros de alto, flanqueado por otros dos dorados. El complejo también cuenta con la estupa más alta de Asia.

Tras visitar el gigantesco complejo religioso, el guía me llevó a comer De Xao Lan, un planto tradicional de carne de cabra salteada. Las cabras crecen libres en pastos de las montañas kársticas por lo que tienen un gran sabor. Su carne se come en rollitos de papel de arroz que se rellenan con hierbas y luego se mojan en salsa de cacahuete.

Finalmente, llegamos por la tarde a la ciudadela Ho, construida por los dos únicos emperadores de la dinastía Ho, que solo gobernaron siete años (de 1400 a 1407). Pese al corto periodo histórico fueron importantísimos para Viet Nam puesto que introdujeron reformas clave en el país: desde el papel moneda a los cañones pasando por la reforma de las tierras, la apertura de los puertos al comercio extranjero y la introducción de las matemáticas y la agricultura en el sistema educativo (que hasta entonces se limitaba al estudio del confucianismo).  El emperador Ho Quy Ly aún tiene un pequeño templo dedicado en el complejo arquitectónico. 

La ciudadela, construida en el siglo XIV siguiendo los principios del feng shui, es testimonio del florecimiento del neoconfucianismo a finales del siglo XIV en Viet Nam y su expansión por otras zonas del este asiático. Siguiendo estos principios, la ciudadela se encuentra en un paisaje de gran belleza, con un eje que toca las montañas Tuong Song y Don Son en una llanura entre los ríos Ma y Buoi. Sus edificios representan un ejemplo excepcional de un estilo nuevo de ciudad imperial del sureste asiático.

Lo más impresionante de la ciudadela son los enormes muros que la rodeaban, y que se mantienen en pie junto a los arcos de entrada en cada punto cardinal. Los muros estaban hecho de enormes losas de piedra que se encajaban una a otra sin usar cemento. Es fascinante ver como en el interior de los sólidos muros solo quedan campos de arroz ya que la capital se abandonó en el siglo XV. Hay tan pocos turistas que hasta las vacas pastan en lo alto de las murallas. Sin duda, una sensación de vivir el auténtico Viet Nam que cuesta lograr en otros puntos turísticos del país.

Algo alejado de la ciudadela, otro de los restos que quedan es el altar Nam Giao, con su piscina purificadora anexa, que mantiene aún los escalones que le dan gran belleza. Y fuera de las murallas aún se puede ver una casa tradicional construida hace 600 años para algún alto funcionario de la época, con preciosas tallas de madera que aún conserva la familia que la habita por siglos. Con un poco de amabilidad os dejarán pasar a verla.

En definitiva, a Ha Noi hay que dedicarle tiempo para poder ver sus alrededores, sobre todo estos tres patrimonios de la humanidad reconocidos por la UNESCO, que valen muchísimo la pena y que ayudan a entender mucho mejor la historia de este fascinante país.

IMPRESCINDIBLES

Comer

De Xao Lan (carne de cabra salteada en rollitos de papel de arroz y hierbas) en cualquier restaurante de carretera de la provincia de Ninh Binh.

Película

'Kong: Skull Island, de Jordan Vogt-Roberts

dimarts, 27 d’agost del 2024

Cusco y Machu Picchu

Cuzco, ombligo del mundo

¿Vas a visitar Perú y no sabes qué priorizar? Pues sin duda, Cusco y Machu Picchu deben ser el corazón de tu viaje. Cusco fue el centro del mundo para el imperio Inca y Machu Picchu, su santuario más importante. Llegar a esta ciudad es ver el Perú más turístico, sí, pero también el más fascinante. Las iglesias construidas encima de templos incas, los restaurantes maravillosos a precios de risa, las llamas bebés siendo cargadas aquí y allá o, si venís en fiestas, las procesiones y los desfiles, os harán sentir como en una película. Junio es simplemente perfecto, días antes del solsticio o Inti Raymi.

La leyenda cuenta que el primer rey de los quechuas, el inca Manco Capac, recibió el encargo de Inti, el Dios Sol, encontrar el mejor lugar para establecer la capital del mundo. Y Capac lo encontró donde hoy está Cusco (ombligo del mundo en quechua). La ciudad creció a través de un sistema de caminos por los que corrían los mensajeros y porteadores, ahora reconocido como patrimonio de la humanidad por la UNESCO: el Qhapaq Ñan o Sistema vial andino.

A Cusco lo más fácil es llegar en avión desde Lima. La oferta de alojamiento es amplísima y bien de precio. Lo que sí recomiendo es quedarse por el centro histórico para ahorraros desplazamientos innecesarios y disfrutar a fondo de esta bella ciudad. Como era el Corpus y la ciudad estaba llena, encontré una habitación en el Niños Hotel, una mansión colonial con un patio precioso que dedica todos sus beneficios a atener un orfanato cercano. Además su desayuno con chimenea de madera es fabuloso.

Y hablando de comida, el primer día es recomendable ceñirse a una sopa que facilite la digestión y evite el mal de altura o "soroche". En Mister Soup, solo sirven esto, desde sopas internacionales a peruanas, todas grandes y caseras. La sopa de quinoa andina es excelente por lo que sería un buen lugar para empezar. Podéis tomar infusiones de hojas de coca o de muña para minimizar el soroche también. Incluso venden caramelitos de ambas plantas pero no son tan efectivos.

Cusco, pese a estar llena de elementos típicos del imperio colonial español, cuenta también con muchísimas ruinas incas que se entienden mejor si se comprende de forma básica la historia del lugar. El caso es que durante el mandato del noveno inca, Pachacutec, se produjeron victorias militares, desarrollo urbano y fortalezas y santuarios como el mismo Machu Picchu. Cuando los castellanos llegaron con Francisco de Pizarro a estas tierras, el inca Huayna Cápac había dividido el imperio entre sus hijos Atahualpa y Huáscar, pero acabaron en una guerra civil por reunificarlos de nuevo. Justo cuando Atahualpa capturaba a Huáscar y se decidía a retomar el control del Tahuatinsuyo, Pizarro emboscaba al nuevo Inca en Cajamarca, exigía un rescate de miles de kilos de oro y plata y finalmente lo ejecutaba. El 8 de noviembre de 1533, Pizarro entraba en Cusco y nombraba al medio hermano de Atahualpa, Manco, nuevo Inca. Tres años después, la "marioneta" se rebelaba y casi logró expulsar a los europeos, que finalmente resistieron y lo expulsaron del poder que ellos mismos le habían dado.

Los castellanos siguieron mezclándose con la aristocracia quechua pero empezaron a priorizar a Lima como nueva capital Virreinal y Cusco se convirtió en una importante pero secundaria ciudad del Imperio español.

Ciudad de Cusco

Situada en el corazón de los Andes, esta ciudad se convirtió bajo el gobierno del Inca Pachacutec en un centro urbano complejo con funciones religiosas y administrativas diferenciadas. Su área circundante estaba dividida en zonas claramente delimitadas para la producción agrícola, artesanal y manufacturera. Al adueñarse de la ciudad en el siglo XVI, los conquistadores españoles conservaron su estructura, pero construyeron iglesias y palacios sobre las ruinas de los templos y monumentos de la ciudad incaica. Y esto la hace muy especial.

Empezad la visita por la plaza de Armas, también corazón de la ciudad en tiempos incaicos. Además de la bandera del Perú, aquí ondea siempre la bandera del Arco Iris que representa el Tahuatinsuyo (las cuatro esquinas del Imperio de los Incas). La mayoría de extranjeros la confunden con las del Orgullo LGTBI. La plaza, con la catedral, la iglesia de los jesuitas, y las mansiones con arcadas coloniales es un ir y venir de gente, cambiando mucho su aspecto de noche y de día. No me dio tiempo a entrar en la catedral pero si di un vistazo a la iglesia de la Compañía de Jesús, con el altar más grande del Perú. 

A unos minutos a pie está la única iglesia que sí o sí debéis visitar en Cusco: la Qorikancha o antigua iglesia y convento de Santo Domingo. Aquí estuvo el templo del Sol más rico de todo el imperio de los Incas, como un conjunto de edificios cubiertos en oro. Ahora solo quedan las estructuras de piedra trapezoidales, muy similares a las de Machu Picchu. En este templo se momificaba a los Incas o se observaban las estrellas, así como rituales como el plantado de maíz, con representaciones de esta hortaliza realizadas en oro puro. También contaba con templos menores dedicados a la Luna y las estrellas, estos a su vez cubiertos de plata pura. Estas ruinas están ahora rodeadas del patio de convento barroco, con pinturas dedicadas a la vida de Santo Domingo. En el antiguo refectorio hay cuadros que son verdaderas obras maestras del barroco andino, donde ver santos cubiertos de vestimentas incas, Vírgenes mascando coca o representadas como la Pachamama o diosa de la fertilidad.

Al salir, podéis comer los famosos chicharrones cusqueños en alguno de los restaurantes informales de la calle Pampa de Castillo. Acompañadlos de papa y choclo andino y bebiendo chicha morada. Visitad también el mercado de San Pedro, donde se puede desayunar, comprar algún souvenir o quizá algo más auténtico como suéteres, bufandas o gorros de alpaca, de gran calidad. Y en alguno de los restaurantes de la calle Plateros, que en general son buenos, recomiendo probar platos con carne de alpaca. También hay un jardín al lado de la iglesia jesuita con un jardín en el que pastan llamas y alpacas.

Aguas Calientes

Desde Cusco, si solo podéis hacer una excursión, que sea a Machu Picchu. Podéis optar por algún agencia que os organice un traslado en minibús hasta la estación de Oallantaytambo donde tomar un tren panorámico. Este tren, con grandes ventanales y techos de cristal ofrece unos paisajes de ensueño, con explicaciones por los altavoces de todo lo que se va viendo y amable personal que os traerá agua y snacks para hacer el viaje más agradable. La ruta del Inka en tren es inolvidable. Veréis incluso "tambos" abandonados parte de las carreteras que llevaban a Machu Picchu.

El tren llegará hasta la estación de Aguas Calientes, un pueblo turístico a rabiar que aprovecha que es la mejor opción para pernoctar antes de subir a Machu Picchu. Los restaurantes son reguleros, y las tiendas también, pero hay una atracción curiosa, aunque cutre: las termas públicas, aunque pequeñas, son agradables para darse un descanso, sobre todo al final del día. El único pero es que siempre están llenas y siempre hay música alta. También es agradable dar un paseo a lo largo del río Urumbamba hasta el pequeño museo que hay dedicado a los pies de la montaña del santuario.

Para comer, el Indio Feliz nunca falla, pero también Chullos y Ponchos, dos restaurantes hermanos que sirven platos peruanos decentes, como el pato a la Chiclayana (arroz con pato típico del norte), el arroz amazónico o el cuy confitado acompañado de parpadelle a la huancaína. Acompañadlo todo de una dulce Inka Cola. Poco más que señalar en esta curiosa población.


Santuario histórico de Machu Picchu

Ubicado a 2.430 metros de altura en un paraje de gran belleza, en medio de un bosque tropical de montaña, el santuario de Machu Picchu (que significa "pico viejo" en quechua) fue probablemente la realización arquitectónica más asombrosa del Imperio Inca en su apogeo. Sus murallas, terrazas y rampas gigantescas dan la impresión de haber sido esculpidas en las escarpaduras de la roca, como si formaran parte de ésta. El marco natural, situado en la vertiente oriental de los Andes, forma parte de la cuenca superior del Amazonas, que posee una flora y fauna muy variadas.

Nada más entrar, me temblaron las piernas. El lugar impacta, no solo por las construcciones, sino, sobre todo, por el entorno natural que lo rodea. Este santuario nunca fue revelado a los conquistadores castellanos, y no fue hasta principios de siglo XX cuando arqueólogos europeos lo redescubrieron, tras quitarle una capa de jungla que lo cubría.

Pese a que los historiadores no se ponen de acuerdo, lo cierto es que a Machu Picchu se le considera el santuario que construyó Pachacútec, actuando además de nudo de comunicaciones en una zona entre la Amazonía y la serranía. Se cree que llegaron a vivir aquí hasta 500 personas, entre servicio, soldados y sacerdotes. Las canalizaciones de agua desde la montaña son impresionantes, y las terrazas para cultivar aún más. Es impresionante como desde la base hasta lo alto de la montaña, como si de una gran pirámide se tratara, enormes terrazas les servían para cultivar patatas, maíz, pimientos, coca o verduras. La ingeniería detrás de estas es tremenda, ya que se tenía que asegurar la fertilidad del suelo y que drenara bien, protegiendo a la vez a la montaña de la erosión evitando desprendimientos.

En cada uno de los recorridos no se permite ir para atrás. Yo opté por el que recorre las estancias reales, el templo del sol (con sus ventanas alineadas a los dos solsticios), la plaza mayor, las zonas donde se educaban los sacerdotes, el templo del cóndor, el majestuoso templo de las tres ventanas y muchas otras construcciones impresionantes. En los propios apartamentos reales los sistemas de canalización del agua fresca que surge de lo alto de la montaña siguen funcionando 600 años después. Además, las canalizaciones de desagüe que impiden que las edificaciones se derrumben siguen protegiéndolas también del agua. Impactan también el uso de ventanas trapezoidales para resistir los seísmos, y como las rocas pulidas son ensambladas unas con otras sin utilizar cementos, solo encajándose a la perfección como si fueran piezas de "Lego".

Consejos: comprad la entrada con anticipación en la web oficial del Ministerio de Cultura peruano o hacedlo directamente en las oficinas físicas que hay en Aguas Calientes. Casi siempre sobran entradas por lo que si sois flexibles con las horas, no debe haber problemas. Otra opción es contratar un tour que os las compren, es lo más sencillo en realidad y os ahorráis dolores de cabeza.

Quiero volver para escalar el Wayna Pichu (no quedaban entradas) y poder disfrutar de nuevo de esta maravilla por ejemplo, al amanecer. Uno de los lugares más mágicos que he conocido nunca.

Vuelta a Cusco

Tras Machu Pichu, regresé a Cusco para dormir una noche más y aprovechar para visitar las cuatro ruinas incas que tiene alrededor y que vale mucho la pena descubrir. Lo mejor es hacerlo con un tour organizado para no perder tiempo y entenderlas bien. Se suele empezar por la más alta, Tambomachay, y luego se va bajando para aprovechar el viaje.

La primera, Tambomachay, forma parte del sistema vial andino, o Ohapaq Ñan, una vasta red viaria de unos 30.000 kilómetros construida a lo largo de varios siglos por los incas aprovechando en parte infraestructuras preincaicas ya existentes para facilitar las comunicaciones, los transportes y el comercio, y también con fines defensivos. Este extraordinario sistema de caminos se extiende por una de las zonas geográficas del mundo de mayores contrastes, desde las cumbres nevadas de los Andes  hasta la costa del Pacífico, pasando por bosques tropicales húmedos, valles fértiles y desiertos de aridez absoluta. La red viaria alcanzó su máxima expansión en el siglo XV, llegando a extenderse por todo lo largo y ancho de la cordillera andina en una extensión mayor que la del imperio Romano. 

Tambomachay era un lugar de descanso, baños y ceremonias (un tambo) de los que habían aproximadamente cada 15 kilómetros en la red de caminos. Los corredores o "chasquis" llevaban mensajes y mercancías de un lado a otro del imperio en horas. Por ejemplo, proveían de pescado fresco a Cusco que transportaban desde la costa del Pacífico en menos de 24 horas. Y pasaban las noches en uno de los tambos. Es impresionante ver como sigue canalizando el agua fresca de la montaña en sus fuentes. En sus prados es común ver a menores vestidos con trajes típicos llevando en brazos a sus pequeñas llamas, pidiendo dinero al turista, aunque no son nada insistentes. Sus madres suelen vender deliciosas empanadas recién hechas de queso, carne o quinoa.

De ahí se baja hasta Pukapukara, conocido como el "fuerte rojo" y considerada una estructura militar defensiva. Y un poco más abajo, al Q'enqo, que en quechua significa "Zigzag". Se trata de una enorme piedra caliza con escalones y nichos excavados cuyo elemento central es una piedra plana y muy muy fría usada para rituales funerarios y momificaciones.

Finalmente, la gran ruina que no os podéis perder es el Saqsaywamán, una gigantesca ruina ceremonial pero también defensiva, con la forma de los dientes y boca del puma. Ahora solo se ve un 20% de la misma, ya que el resto de rocas fueron usadas en construcciones coloniales de Cusco. Pero solo con ese pequeño porcentaje se puede apreciar lo gigantesco que fue este sitio: una de las rocas usadas pesa más de 300 toneladas. Aquí tuvo lugar de una de las batallas más cruentas entre castellanos y quechuas.  Mientras recorría las antiguas murallas, pude ver como en la gran explanada cientos de personas ensayaban el Inti Raymi, o celebración del sol triunfante, que se celebra cada 24 de junio.

Al volver a Cusco, me despedí de la ciudad desde el mirado de San Cristóbal, a unos pocos minutos de la plaza de Armas tras subir una empinada cuesta, para tener una bonita perspectiva final de esta ciudad mágica. Me dejé sin ver bien el Valle Sagrado, barrios de Cusco como el de San Blas o atracciones naturales como la Montaña de Colores, pero estoy seguro que acabaré volviendo a estas tierras tan maravillosas. Sin duda, una de las experiencias más mágicas, impactantes y satisfactorias de mi vida. Si vais a Perú, priorizad Cusco y Machu Picchu: no os arrepentiréis.


IMPRESCINDIBLES

Comer

Sopa de quinoa andina en Mister Soup.

Chicharrones cusqueños en cualquier restaurante de la calle Pampa de Castillo.

Beber

Infusión de hojas coca en cualquier sitio.

Canción

Templo del Sol de Ismael Corchado.

Cómic

El Templo del Sol de la serie "Tintín" de Hergé.

dimarts, 20 d’agost del 2024

Santa Ana de los Ríos de Cuenca

Una ciudad antigua pero moderna

Cuenca, o mejor dicho, Santa Ana de los Ríos de Cuenca, es la tercera ciudad del Ecuador. Cuenta con uno de los centros históricos mejor conservados de la época virreinal en Sudamérica y así lo reconoció la UNESCO, añadiéndolo a su listado de patrimonio de la humanidad. Y por eso estaba en mi radar. No podía faltar en mi periplo ecuatoriano. Y lo cierto es que me sorprendió, no solo por sus calles limpias y su clima más agradable, sino también por sus tranquilos habitantes que la hacen más agradable que la capital Quito o la bulliciosa y ahora peligrosa Guayaquil.

La ciudad está enclavada en un valle de la cordillera de los Andes, al sur de Ecuador y fue fundada en de conformidad con la estricta normativa urbanística promulgada por el emperador Carlos V. El trazado urbano de la ciudad se sigue ajustando al plan ortogonal establecido 400 años atrás. En el centro histórico, además de sus edificios coloniales, también hay otros de la etapa republicana, que se mezclan de forma armónica, especialmente en la plaza más importante de la ciudad, la Calderón, donde se encuentran tanto la catedral vieja (desacralizada y de la época colonial) como la nueva (ya construida tras la independencia). Por operatividad, decidimos quedarnos en un hotel de dicha plaza: muy cómodo en términos de localización, pero incómodo por los ruidosa que es la plaza (tráfico, personas, músicos y, de noche, fiesteros por un lado y los pitiditos persistentes de los semáforos para personas con discapacidad auditiva, por otro).

La Cuenca prehispánica

Una visita en orden cronológico os llevará primero a las antiguas ruinas incas. Sin embargo, antes de su fundación, estas tierras ya fueron habitadas por otras culturas, destacando los cañari, que llamaron a este valle "Quanpondelig". El imperio Inca llegó cientos de años después para construir la ciudad de Tomebamba. El parque arqueológico que forma parte del Museo del Banco Central "Pumapungo" muestra estas enormes ruinas de la antigua ciudad inca. Y aunque solo se pueden ver sus cimientos, ya que el resto de sillares los usaron los castellanos en la ciudad colonial, sigue siendo impresionante. Estas ruinas forman parte del Qhapaq Ñan o sistema vial andino, la vasta red viaria de unos 30.000 kilómetros construida por los incas para facilitar las comunicaciones, los transportes, el comercio y la defensa. omebamba llegó a ser la segunda gran ciudad del Tahuatinsuyo tras su capital, Cuzco. Aquí nació el emperador Huayna Capac, por ejemplo. 

Sus jardines son preciosos para admirar la extensión de la antigua ciudad y además cuentan con cultivos tradicionales andinos como la quinoa, así como con un centro de recuperación de aves tropicales. En el edificio brutalista del museo, además, hay arte contemporáneo en la primera planta y dioramas de las diferentes culturas y del Ecuador en la segunda, incluyendo representaciones de viviendas tradicionales: ganaderos de las llanuras, afrodescendientes de la costa o indígenas de la sierra y el Amazonas, destacando las cabezas (reales) reducidas de guerreros de la cultura shuar. El acceso al museo y las ruinas es gratuito, así que no tenéis excusa.

La Cuenca virreinal

En 1532, los cañaris, hartos de la opresión inca, se aliaron con los castellanos recién llegados facilitándoles la anexión de la ciudad a su Corona. Y ya en 1557 se fundó la actual Cuenca por orden del Virrey del Perú. El centro histórico actual es resultado de ello. Uno de los restos más bonitos de esa época es el puente roto: pese a que una riada se llevó la mitad del mismo, la otra mitad aún ofrece sus bellos arcos y en el tramo que queda se siguen celebrando agradables ferias de arte todos los sábados. Además, pasear a lo largo del río es muy agradable. Cuenta con un carril bici y en sus márgenes hay cafeterías y restaurantes a la última.

Podéis empezar el recorrido por el centro por la agradable plaza de San Sebastián, antigua plaza de toros de la ciudad, ahora con cafeterías y librerías. Luego seguís por la plazoleta del Carmen, con su colorido mercado de flores, maravillosa de día y de noche.

Pero es la plaza Calderón, antes mencionada, la auténtica protagonista, donde la ciudad se encuentra en su cuidado jardín vallado, con la imponente catedral nueva de 1885 y sus enormes cúpulas de azulejos azul celeste. Por dentro impone, ya que es de las más grandes del continente y caben hasta 9.000 fieles sentados. La catedral original de la época virreinal está en frente y es mucho más pequeña. Ahora está desacralizada y se puede visitar como museo.

Cuenca contemporánea

Cuenca vivió una nueva época de esplendor en el siglo XIX gracias a sus exportaciones agrícolas e industriales, llenándose de majestuosos edificios afrancesados del llamado estilo "republicano" tan popular en las repúblicas americanas. La alcaldía de Cuenca es un bonito ejemplo.

Una forma agradable de ver el resultado de esa mezcla de estilos en su casco histórico y de paso acercarse a otros barrios más alejados es tomar el bus turístico que sale cada media hora de la plaza Calderón y subirse a su segundo piso sin techo. Para tener una panorámica de la extensión actual de la ciudad, nada mejor que parar donde el mirador del Turi, y entrar al puente de cristal. Está algo lejos pero el autobús turístico os lleva.

La ciudad avanza hacia la modernidad poco a poco pero sin pausa. Sus modernos tranvías dan una pátina de avance urbano, así como la preciosa recuperación de sus ríos como parques públicos limpios, agradables y seguros. Gente de todo el mundo acude a instalarse aquí, atraída por el nuevo empuje del turismo. Y eso se refleja en nuevos restaurantes y cafeterías que sirven productos de gran calidad. Nosotros conocimos a una pareja de chicas marroquíes que salieron de su país para poder vivir su relación sin riesgo para su vida. Una trabaja en una cafetería excelente, Nana Coffee, donde sirven uno de los mejores cafés que hemos probado en el mundo (así como postres caseros de rechupete); y la otra en el restaurante la Mabue, con unos platos de la costa ecuatoriana (como la tonga manaba, con ingredientes de altísima calidad y una sazón de diez); o una familia colombiana con su buenísimo restaurante que llegaron a Cuenca buscando un futuro mejor: Moliendo Café. Sus almuerzos de 3 dólares son excelentes aunque con poca cantidad de carne.

Si queréis comida tradicional local, Guajibamba es un excelente lugar para probar el seco de chivo, un guiso de carne de cabrito macerada en vinagre que se sirve acompañada de arroz, aguacate y maduro; y una salsa de ají, huacatay y cilantro. Otro imperdible es Raymipampa, el plena plaza Calderón, siempre abarrotado de locales y no es por casualidad. Sirve platos tradicionales de todo Ecuador y de la ciudad, destacando el típico, un plato de Cuenca que lleva filete de cerdo, morcilla, mote pillo y mote sucio. El mote pillo es maíz maduro cocinado con huevo y el sucio, con manteca negra, guarniciones habituales en las mesas de Cuenca. La merienda cuencana es en la icónica chocolatería Dos Chorreras, algo kitch, pero con chocolates calientes tradicionales del país, además de dulces típicos de la ciudad (e internacionales también).

Finalmente, el restaurante cool es Tar Tar. El corviche, la guatita de mariscos o el piracucú del Amazonas con meloso de camarones son excelentes. Por no hablar de sus tartares, de enorme calidad. Y el servicio y ambiente, de diez.

En definitiva, Cuenca es una gran sorpresa, perfecta para dos o tres días de agradable turismo urbano. Se puede llegar a la tercera ciudad ecuatoriana ya sa en avión desde Quito o Guayaquil o con autobuses o en coche desde el resto de lugares del país.

IMPRESCINDIBLES

Comer

Típico con mote pillo y mote sucio en Raymipampa.

Tonga manaba en La Mabue.

Beber

Café ecuatoriano en NaNa Coffee.

Canción

San Juan Bonito de Los Incateños.

diumenge, 21 d’abril del 2024

Viena

La capital de varios imperios

Viena me sorprendió: pese a ser una ciudad aferrada sus tradiciones, combina esta actitud con una gran apertura de miras a las vanguardias que han ido apareciendo en el mundo (y siguen haciéndolo) y las integra sin problemas. 

Ante todo, reconozco que no le vi el encanto que pensé iba a tener y que si he encontrado en muchas otras ciudades europeas. Muchas de sus calles están desangeladas, sin árboles y con edificios sin ton ni son en materia de estética. Dicho lo cual, sigue siendo una ciudad imprescindible: hay mucho que hacer y la historia de la ciudad, capital de imperios centenarios, es única: por aquí han vivido y pasado líderes clave en la historia de la humanidad, los mejores músicos del clasicismo, científicos, filósofos, psicólogos, artistas... sin Viena no se puede entender Europa, ni gran parte de la historia mundial.

Centro histórico de Viena

Pero empecemos por el principio: Viena se fue desarrollando desde los primeros asentamientos celtas (Veldunia) y romanos (Vindobona). Para ver sus orígenes, nada mejor que asomarse a las ruinas romanas en Michaelerplatz, lo que se supone que fue un burdel donde acudían los soldados que defendían el "limes" o la frontera del Imperio Romano del Danubio. 

Su papel como ciudad-frontera se mantuvo durante la Edad Media, cuando fue el último bastión de Occidente frente al Imperio Otomano, lo que la dotó de una simbolismo que dura hasta hoy. Fue capital del Sacro Imperio Románico Germánico y luego del Imperio Austrohúngaro, etapa que le otorgó la magnificencia actual de su centro histórico. La ciudad también ha desempeñado un papel fundamental como centro de la música europea y su nombre va asociado a grandes compositores, desde el clasicismo vienés hasta la música de principios del siglo XX. 

Dedicad al menos un día (o si podéis, dos) a su centro histórico (el Innere Stadt), patrimonio de la humanidad según la UNESCO, lleno de monumentos arquitectónicos, principalmente palacios barrocos, y rodeado del conjunto de la Ringstrasse, que data de fines del siglo XIX, gran bulevar rodeados de majestuosos edificios públicos resultado de la demolición de sus murallas medievales.

Todo visita debe empezar en el palacio imperial o Hofburg, sede de la dinastía de los Habsburgo desde 1273 hasta 1918. Este complejo de edificios cuenta con algunos originales del siglo XIII (el patio de los Suizos), hasta muchos tan recientes como del siglo XIX. Pasear por este complejo mientras pasan los fiaker o coches de caballos traqueteando es trasladarse a la Viena imperial. Muchas estancias palaciegas están abiertas a visitantes, que albergan tanto las habitaciones imperiales como varios museos, una impresionante biblioteca, iglesias, una escuela de equitación centenaria e incluso las oficinas del presidente de la República de Austria. La fachada más impresionante de todas es la de la Michaelerplatz, por la que os recomiendo entrar, al igual que hacían los emperadores. Aunque tampoco hay que perderse la impresionante ala que ahora alberga la Casa de la Historia de Austria: en ella están el opulento balcón desde el que Hitler decretó en Anchluss, por el que anexionó Austria a la Gran Alemania como un länder más. Nunca más nadie ha dado discursos desde este balcón, por la gran carga negativa que arrastra desde entonces.

Pese a que los museos y estancias deben ser magníficos, debido a que no tenía tiempo y a que no quería saturarme, opté por no entrar esta vez ya que decidí priorizar el palacio de Schönbrunn, que más adelante os explico. Lo que sí visité fue la iglesia de los Agustinos, donde se casaron la mayoría de Austrias, incluyendo a la archiduquesa María Luisa con el emperador Napoleón Bonaparte en 1810 o Francisco José I e Isabel de Baviera (Sisí) en 1854. Lo más bonito de la iglesia es el impresionante mausoleo a la memoria de la archiduquesa María Cristina de Austria, obra de Antonio Canova, que había estudiado en bachillerato y que no me esperaba encontrar. 

Paseando por el centro se llegará a Graben, una de las plazas más emblemáticas del centro histórico, donde merece la pena admirar la Pestsäule, una columna de 1679 erigida para conmemorar el fin de una epidemia de peste. En esa misma plaza se encuentran los baños públicos más elegantes del mundo: los Adolf Loos, con paneles de caoba.

No muy lejos está la Stephansdom, la catedral de San Esteban, con su brillante tejado de azulejos de colores, su altísima torre o sus interiores espectaculares. Aquí se oficiaban todos los funerales reales. Volved a salir y buscad en una de las esquinas la tumba de Mozart, pegada a la pared de la catedral. El edificio está rodeado de un batiburrillo de casas medievales y barrocas que se entremezclan con cierta gracia con tiendas más o menos turísticas.

En la parte izquierda, no muy lejos, se encuentra el Ankeruhr, un reloj mecánico art-nouveau en el que se concentran decenas de turistas al mediodía, cuando suenan varias melodías mientras personajes de la historia de la ciudad autómatas van desfilando delante de las elegantes esferas. Un poco más allá se encuentra el curioso barrio griego, con la Fleishchmarkt como calle principal, donde los comerciantes griegos se instalaron huyendo durante la guerra de independencia de Grecia del siglo XIX, y aún hoy sus descendientes mantienen viva la lengua y religión ortodoxa, con una bella iglesia muy concurrida los domingos.

Tartas y carnes

Además, el Innere Stadt está lleno de locales emblemáticos en los que probar la tradicional gastronomía vienesam muy contundente y calórica, aunque es verdad que su actual multiculturalismo hace que la oferta de platos de todo el mundo sea muy variada. Pero sí queréis sumergir vuestro paladar en las recetas más tradicionales, estas son mis sugerencias.

Empezad por donde se sirven las famosas tartas y dulces de la ciudad, empezando por la Sacher Torte, un empalagoso pastel de chocolate negro lleno de confitura de albaricoque. Las originales se las disputan, por un lado, el Café Sacher (dentro del elegante Hotel Sacher), donde Franz Sacher creó la receta original y donde hay que probarla. Por otro está Demel, elegante café donde Eduard Sacher, hijo del anterior, se llevó la receta de esta tarta en 1934. La pelea sigue por ver quién la hacer mejor. Pero yo recomiendo que en Demel probéis el Kaiserschmarrn, una especie de tortita recién hecha y destrozada servida con azúcar y ciruelas al vapor.

Para una buena comida, acudid al Griechenbeisl, considerado el restaurante más antiguo de la ciudad: fundado en 1447, fue frecuentado por los músicos más famosos del clasicismo, como Beethoven, Brahms, Schubert o Strauss. Sus salas abovedadas, paneles de madera y el jardín delantero lo hacen un lugar muy pintoresco, donde además, sus camareros uniformados os atenderán de maravilla. De precios muy razonables, la carta incluye todos los clásicos vieneses. A mi me fascinó el Tafelspitz, un plato de buey hervido con verduras, vino y especias y servido con una guarnición de patatas asadas, semmelkren (ensalada de pan con rábano picante) y dillfisolen (crema de judías con eneldo). Pero también podéis pedir Snichtzel, escalope de ternera crujiente, que se sirve con limón para exprimir por encima y acompañado de una ensalada de patatas al ajo.

Además de estos locales históricos, también hay modernas tiendas de marcas austríacas históricas, como Manner, que desde 1890 llevan produciendo unos suaves barquillos rellenos de chocolate. Ahora la diversificación de sus productos es enorme: tienen barquillos rellenos de muchos más sabores como coco, limón y otros; además de cereales y hasta incluso licor de ese sabor. 

Y tampoco os podéis perder la comida callejera más famosa: las käsekraienr, salchichas rellenas de queso servida en un pan. Las mejores están en el Bitzinger Würstelstand de Albertinaplatz, tal vez el puesto de comida rápida más elegante del mundo, en el que puedes acompañar tu bocata con una copa de champán.

Ringstrasse y la Viena que rompe con su pasado

Este bulevar que rodea el centro histórico es una transformación urbanística típica del XIX por la que murallas fueron sustituidas por arboladas avenidas y grandes edificios. Es maravilloso pasear por ella: desde edificio del parlamento, neoclásico, a los monumentales museos de arte y de historia natural, simétricamente perfectos. Sin dejarnos al neogótico ayuntamiento, o Rathaus, que me transportó de nuevo a mi querida Brujas. Y por supuesto, la Ópera, una de las más importantes del mundo, donde poder ver algunas de las óperas que Mozart compuso en Viena, como "Las bodas de Figaro" o "Don Giovanni". 

Si seguís hacia la Karlspltaz, además de ver la mejor iglesia barroca de Viena, la impresionante Karlskirche, con su maravillosa cúpula y las columnas trajanas que la flanquean, también os adentraréis en el territorio del modernismo austríaco: en 1897, 19 artistas progresistas encabezados por Gustav Klimt abandonaron la corriente de la escuela clásica formando la Wiener Secession. Uno de ellos, arquitecto, construyó una sede para el nuevo movimiento, como centro de exposiciones, que sigue en pie y que es maravilloso: su icónica cúpula dorada es todo un símbolo de la ciudad. La propia parada de metro de Karlsplatz también es una preciosidad modernista. Y varias fachadas de edificios de viviendas que mandó construir la burguesía más cosmopolita, como la colorista de flores de la Majolika Haus, de Otto Wagner. También está cerca la enorme estatua y memorial al Ejército Rojo, que liberó a la ciudad del nazismo en 1945.

En este barrio también está el Café Sperl, fundado en 1880 y decorado aún al estilo belle époque: ideal para sentarse en sus sillones tapizados y probar su Sperl Torte, una tarta de chocolate con leche, canela y vainilla sobre una base  de masa de almendras casera, acompañada de un mélange (el café con leche vienés, media taza de café, media de crema hervida y por encima espuma de leche) mientras se lee el periódico como hacen el resto de vieneses. Hay tantos cafés en Viena que harían falta semanas para recorrerlos todos.

Para la arquitectura más contemporánea merece la pena pasear por Nussdorfer Strasse, barrio donde destaca la Fernwärme, una fábrica reconvertida en las oficinas de la compañía eléctrica, cuya chimenea ahora encabeza una curiosa esfera dorada y su fachada está llena de formas irregulares, orgánicas y de colores. El otro gran icono del barrio son las viviendas sociales construidas por Zaha Hadid sobre el acueducto del viejo trazado del tren urbano, que levitan sobre pilones negros junto al canal del Danubio: el Wohnbau Spittelauer, con ángulos maravillosos. Viena tiene una tradición de construcción de vivienda social que empezó en 1919, con la primera victoria electoral de un alcalde socialdemócrata, y que llega hasta hoy.

Finalmente, es en Donau City donde se están levantando las grandes obras del siglo XXI. Por ejemplo la torre DC, las más alta de Austria, del arquitecto Dominique Perrault, con sus cristales angulares espectaculares. Aquí se encuentra el Meliá Viena, que ofrece a sus clientes de The Level poder desayunar en el piso 57, con unas vistas únicas.

Este barrio crece alrededor de las oficinas de las Naciones Unidas, siendo Viena una de las cuatro ciudades del mundo donde tienen sede agencias de esta organización internacional: la IAEA, UNIDO o la UNODC. Sus torres curvadas han quedado algo anticuadas, pero en los alrededores hay curiosidades como la iglesia Christus Hoffnung der Welt, que me recordó a un meteorito por fuera, pero que destila paz por dentro.

Palacio y jardines de Schönbrunn

¿Os apetece descansar de tanta ciudad y disfrutar de algo más natural? ¿Buscáis ver los mejores interiores barrocos del mundo? ¿Queréis sentir el mayor esplendor del imperio de los Habsburgo? Dirigíos a Schönbrunn, la residencia imperial de verano de la dinastía, en cuyos  jardines se se instaló el primer parque zoológico del mundo en 1752. Se accede fácilmente en metro. Además, también ha sido reconocido patrimonio de la humanidad por la UNESCO.

Los jardines de estilo francés son fastuosos  y el pabellón de caza en lo alto de la colina, la Gloriette, perfecto para poder descansar y comer algo rápido admirando las vistas. Es un parque perfecto para pasar una mañana, y considero que es uno de los mejores complejos palaciegos del mundo. Aquí descansaba la realeza en verano o algunos fines de semana. 

El palacio es una maravilla barroca de casi 1.500 habitaciones y salas por las que pasaron figuras como Napoleón, Mozart, Jrushchov o Kennedy, siendo la última morada del emperador Francisco José I hasta que le obligaron a abdicar. Al público solo están abiertas algo más de 40, pero bastan para hacerse una idea del estilo de vida de las diferentes generaciones Habsburgo. Desde la mesa de billar de la sala de espera a las audiencias con el emperador a la austera cama en al que dormía el trabajador Francisco José, pasando por el enorme tocador de Sisí o el salón de los espejos en el que Mozart tocó con seis años delante de la emperatriz María Teresa: se cuenta que tras acabar su actuación, el niño saltó a los brazos de la emperatriz para abrazarla y darle un besito. Los gabinetes chino e indio son espectaculares, por no hablar del comedor privado (en el que la audio guía explica varios menús que se servían al emperador) o la gran galería, lugar central en el que se celebraban bailes. Por cierto, esta galería fue el último lugar el en que tocó Mozart antes de morir, y nunca más se ha dejado a ningún músico más tocar allí en directo. Muy curioso ver las elegantes estufas de cerámica en cada habitación, que se llenaban de agua caliente, un sistema novedoso que ahorraba las incómodas chimeneas y olor a humo.

Otro palacio que merece la pena es el Belvedre, construido para el príncipe Eugenio de Saboya. Además de su magnífico parque, vale la pena entrar para ver la colección de obras de Klimt, incluyendo su famoso cuadro "El beso".

Me dejo tantísimas cosas por ver y experimentar en esta fascinante ciudad y sus 23 barrios que no sé ni por donde empezar. En cualquier caso, tocará volver para seguir disfrutando de todo lo que Viena tiene que ofrecer. ¿Qué es lo que me he perdido y pensáis que tendría que visitar sí o sí la próxima vez que vuelva?

IMPRESCINDIBLES

Comer

Tafelspitz o Snichtzel en Giechenbeisl.

Tarta Sacher en el Café Sacher.

Beber

Mélange en Café Sperl

Canciones

Vals del Danubio Azul de Johann Strauss.

Requiem de Mozart.

diumenge, 14 d’abril del 2024

Hoi An, My Son y Da Nang

Hoi An: núcleo del comercio vietnamita en los siglos XVI y XVII

El centro de Viet Nam cuenta con muchísimas maravillas a las que vale la pena dedicarles varios días: y la joya de todo es el apacible puerto comercial de Hoi An, que atrajo durante siglos a comerciantes portugueses, holandeses, árabes, chinos, franceses y japoneses, que convivían apaciblemente durante meses con los vietnamitas, intercambiando mercancías de todo el mundo. Faifoo le llamaban en Europa: sus almacenes rebosaban de seda, papel, porcelana, especias, nácar y muebles lacados. Comerciantes chinos y japoneses llegaban en primavera aprovechando los vientos del monzón y allí se establecían hasta final del verano, cuando los vientos cambiaban y regresaban a casa. Es entonces cuando también llegaban comerciantes de Europa y las península arábiga e índica. Allí se establecían todos esos cuatro meses en casas más o menos opulentas en primera línea del mar, donde también tenían sus almacenes.

Hoi An, que en vietnamita y chino significa lugar de encuentro pacífico, refleja el poder del comercio para unir a los seres humanos y evitar las guerras. Los chinos fueron la comunidad más importante y de hecho, agrupándose por regiones de origen, construyeron bellos salones donde se congregaban para charlar, negociar, celebrar eventos o rezar a sus diferentes deidades.

No por casualidad, Hoi An fue la primera ciudad en la que entró el cristianismo a Viet Nam. Y sigue siendo la más habituada al trato con extranjeros de todas las poblaciones del país. Y aquí fue también donde se crearon las reglas para dejar de escribir el vietnamita en caracteres chinos y hacerlo en latinos, como ocurre hasta hoy.

Pero, en el siglo XIX, el río Thu Bon se encenagó, y los comerciantes se marcharon a Da Nang, que construyó un nuevo puerto. Aún así, y tras la invasión francesa, estos, enamorados de la belleza de la decadente ciudad, la convirtieron en una capital administrativa secundaria. Y la suerte quiso que tampoco sufriera los bombardeos de las guerras indochinas gracias a la colaboración de las diferentes partes implicadas. Por eso, a finales de siglo XX, Hoi An empezó a atraer a un elevado número de visitantes, tras ser declarada patrimonio de la humanidad por la UNESCO, que implicó la protección de 800 edificios. La principal razón de ello es que constituye un ejemplo más o menos intacto de ciudad asiática medieval dedicada al comercio Y aunque mantiene un cierto encanto, la concentración de turistas es cada vez peor. Aún así, sigue siendo la ciudad más pintoresca de Viet Nam y los instagramers se vuelven locos con las oportunidades se sacar fotones en cada esquina.

Para llegar hasta aquí, nosotros volamos de HaNoi hasta DaNang y luego tomamos un Grab (aplicación de transporte parecida a Uber que funciona fenomenal) hasta Hoi An. 

Joyas que descubrir en las callejuelas de la ciudad

Hay muchísimos que ver aquí: desde los halls de las comunidades chinas, los diferentes templos, las casas históricas de los mercaderes o la variedad de restaurantes y las especialidades hacen que la ciudad se disfrute por el paladar. Por no hablar de las oportunidades de comprar ropa a medida de alta calidad si se sabe donde ir.

Consejo: comprad en la oficina de turismo una entrada combinada para cinco de los dieciocho lugares históricos abiertos al público. Nosotros optamos por el puente japonés, la casa de los Tan Ky y dos Salas de Congregación: la de Fujian y la de Hainan y la capilla de la familia Tran. Se pueden elegir sobre la marcha, así que no os agobiéis por eso.

Empezad por el corazón de la ciudad es la plaza del mercado, donde está el pozo Ba Le, famoso por ser donde sacan el agua para preparar el Cao Lau, especialidad de la ciudad que más adelante os explico. Dentro y fuera del mercado hay interesantes puestos de comida y souvenirs de todo tipo, destacando el puesto específico de palo santo que merece mucho la pena en una de las esquinas.

Caminad hasta el puente que la comunidad japonesa construyó para conectar su barrio con el de los comerciantes chinos: es el símbolo de la ciudad. Una pena que en nuestra visita estuviera en restauración. Aún así, pudimos ver partes del mismo entre andamios: todo un símbolo de la convivencia pacífica y el progreso que implica el comercio.

Seguid hacia la casa de la familia Tan Ky, en la que han vivido ya siete generaciones de comerciantes vietnamitas. Es otro gran ejemplo de esta ciudad fusión de culturas, con techos de estilo japonés y cuadros de nácar con poesía china. Se mantienen los muebles que aún hoy usan, y hasta el altar familiar. Pero lo mejor es el bucólico patio lleno de naturaleza, con decoraciones en la piedra que imitan las hojas de parra, de clara influencia sur europea. La parte trasera se alquilaba como almacén a los comerciantes extranjeros, y aún se pueden ver las poleas con las que subían y bajaban mercancías.

Otro punto que me encantó fue la Sala de la Congregación China de Fujian, donde socializaban los comerciantes de esta región china que residían en Hoi An. Además de las salas de reuniones y bellos patios, cuenta con un templo dedicado a Thien Hau, deidad muy popular en dicha provincia y diosa del mar china, representada en un bello mural donde aparece con un farolillo atravesando un mar tormentoso en busca de un barco que se va a pique.

Uno de los lugares más mágicos de la ciudad y con apenas turistas es la capilla de la familia Tran, encargada por un mandarín de la corte vietnamita que ejerció de embajador en China en 1802. A partir de ahí, varias generaciones de esta familia son veneradas aquí, cada uno con su caja de madera, que se abre en sus aniversarios de muerte respectivos para quemar incienso y ofrecerles comida. Parte de las habitaciones de la casa son ahora salas de antigüedades estando la mayoría a la venta.

Por la noche es obligatorio pasear por la ribera del río Thu Bon, bordeado del mercado nocturno de comida y souvenirs, y con las icónicas barquitas en las que se suben los turistas a dejar las velitas en el agua tras pedir un deseo. Y sí, lo hicimos: es una experiencia chula y salen fotones de ahí.

Sastres sin igual y comida única

Hoi An y sus habitantes mantienen su espíritu comercial de siglos por lo que, además de las omnipresentes tiendas de souvenirs de mejor o peor gusto, aquí hay excelentes sastres pero también muchos timadores. Para evitar sustos, directos a Mister Xé, un sastre entrado en años pero que sigue haciendo su trabajo con cariño y perfección, rodeado de sus simpáticas aunque a veces algo atrevidas asistentas. Primero elegiréis si queréis haceros trajes, americanas, pantalones, camisas o todo a la vez, luego elegiréis las telas y diseños. Y finalmente os tomará las medidas (muchas medidas). Podéis llevarle fotos de trajes que os gusten: os los calcará. También para mujeres. Dadle unas 48 horas de margen porque es muy perfeccionista y seguramente os hará ir varias veces a pruebas para retocaros lo que hayáis pedido hasta que os quede como un guante.

Para comida, Hoi An es uno de los grandes destinos del país, porque mantiene platos tradicionales que se siguen preparando con técnicas de hace cientos de años. Paseando por calles secundarias veréis la pasta fresca secándose al sol en grandes platos con la que luego preparan el Cao Lau, un plato del siglo XVII que antaño solo se podían permitir las clases pudientes, y que se servía en los primeros pisos de las tiendas (a diferencia de la comida callejera). Está hechos con fideos de tipo soba traídos por los japoneses en sopa con hierbas aromáticas, lonchas de cerdo y crujientes crackers de arroz banh da. Ahora lo podéis probar el locales como Miss Ly, donde lo hacen estupendamente. Otra especialidad de la ciudad es el Banh Bao, raviolis de arroz al vapor rellenos de gambas, cerdo picado y setas, con cebollino y chalotas picadas por encima. El mejor lugar para disfrutarlos es el restaurante White Rose. Otro buen buen restaurante para disfrutar de platos del centro de Viet Nam es el Morning Glory, en una antigua tienda reconvertida.

El mercado nocturno también es perfecto para disfrutar de especialidades locales: tienen hasta ranas y palomas asadas al carbón. Personalmente opté por limitarme a disfrutar del croar que hacen al anochecer las ranas que pueblan los parques de la ciudad. Comprad cualquier otro tipo de carnes o verduras y sentaos en las sillitas que dan al río para disfrutar sin prisas de estos bocados.

Para los amantes del café: el de sal de que sirve en The Espresso Station es delicioso, y su tranquilo jardín perfecto para alejarse un rato del bullicio de las callejuelas.

Respecto al alojamiento, Hoi An tiene una variedad enorme de precios para todos los bolsillos. Nosotros optamos por el hotel Almanity, con una gran piscina interior y unos tranquilos jardines que sirven para aislarse del bullicio por unas horas, pese a estar muy céntrico. Su desayuno es súper variado y tienen bicicletas que se pueden usar de forma gratuita por los huéspedes, muy cómodas para recorrer la ciudad. Además, también las usamos para visitar la playa más cercana de la ciudad, donde el hotel tiene un convenio con el club Esco Beach en el que poder pasar un rato tumbado tomando algo al lado del mar. Tras recorrer unos bonito arrozales llegamos a la playa de Cua Dai.

My Son

No hay que dejar de dedicar medio día a visitar esta maravilla de la cultura cham, el antiguo corazón del reino Champa y ahora sitio arqueológico no habitado más grande del Sudeste asiático. Esta civilización única floreció en el litoral del actual Viet Nam entre los siglos IV y XIII, estrechamente vinculada al hinduismo. Vestigio de esa civilización es el conjunto de imponentes torres-santuarios erigidas en el sitio espectacular donde estuvo emplazada la ciudad que fue capital política y religiosa del Reino de Champa durante la casi totalidad de ese periodo.

Mi consejo es que vayáis o muy temprano o ya muy tarde: así no solo os ahorraréis el tremendo calor sino sobre todo las masas de turistas que abarrotan el entorno. La gracia del sitio es verlo con la mayor solitud posible. Por eso, en vez de uniros a los ruidosos grupos que van en los paquetes turísticos que se venden on-line, mejor pactar un precio con un conductor porque no es mucho más caro.

El caso es que el reino Champa tomó tanto la religión hinduista como el sánscrito como lengua sagrada, copiando el arte del subcontinente indio: a mi me recordó mucho a mi viaje a India de enero de 2023. Este reino fue finalmente engullido por Viet Nam en el siglo XVII. Aún así, los chams siguen siendo una minoría étnica importante, con casi 150.000 persona, usando sus técnicas centenarias de alfarería y de seda.

Llegaréis a la mitad de un frondoso valle de la jungla donde se hallan las ruinas de la antaño ciudad sagrada, centro intelectual y religioso de esta civilización perdida, y tumba de sus monarcas. Los franceses lo redescubrieron en el siglo XIX pero los bombardeos estadounidenses de la guerra de Viet Nam redujeron muchos templos a cascotes ya que aquí se ocultó una parte importante del Viet Cong. Aún se pueden ver enormes agujeros causados por obuses o templos hechos picadillo.

Por suerte, los franceses habían trasladado muchas de las esculturas encontradas a museos de las ciudades, por lo que no se vieron afectadas por estos bombardeos. Aún así, quedaron varias lingas aquí y allá, que son las representaciones sagradas de Shiva, dios fundados y protector de las dinastías de este reino, con forma de falo, donde se hacían rituales de agua sagrada. Muchos bajorrelieves se mantienen y se aprecia la gran fineza de los artesanos que los hicieron, así como estatuas de elefantes o deidades: sus cúspides estaban recubiertas de oro. Los trabajos de restauración prosiguen gracias al apoyo de las cooperaciones de Italia, Japón y la India.

En el museo de la entrada se conservan también estatuas de interés aunque lo más curioso es ver los espectáculos de danza que realizan locales de la etnia cham a cada media hora representando bailes y rituales de la era Champa en honor a Shiva. Y en sus tiendas de souvenirs venden unas galletitas de coco locales que están riquísimas.

Da Nang: el Viet Nam que viene

Tras visitar My Son, y antes de tomar el tren a Huè en Da Nang, pasamos unas horas descubriendo su paseo marítimo, su famoso puente del dragón (del que sale fuego cada noche a las 21h) y los rascacielos que crecen sin para tanto en las riberas del río Han como en la bahía, gracias al boom del sector digital que vive la ciudad.

No teníamos ningún plan específico y nuestro conductor nos llevó a comer al restaurante Lang Cá, frente al mar, que tenía decenas de tanques de agua con todos los peces y crustáceos que se pueden obtener en estas latitudes, para elegir los que quisiéramos y que los cocinaran al instante.

Finalmente, acabamos en un puesto de helados frente al restaurante probando el postre por antonomasia de la ciudad: helado fresco de aguacate con otra bola de helado artesanal de coco y todo cubierto con copos tostados y crujientes de coco: delicioso.

Pienso que si hubiera sabido como es Da Nang le hubiera dedicado un día más, por lo que si podéis, os recomiendo pasar algo más de tiempo aquí, en el futuro de este país.

IMPRESCINDIBLES

Comer

Cao Lau en el restaurante Miss Ly.

Helado de aguacate y coco en cualquier heladería de Da Nang.

Comprar

Trajes y camisas de seda a medida en Mister Xé.