Bruselas, como capital flamenca, belga y europea, es una ciudad dinámica, con muchísimo movimiento tanto cultural como de personas. Sin embargo, en cuanto a belleza turística al uso, Bruselas es "complicada". Si llegáis por tren desde el aeropuerto de Zaventem o desde alguna otra ciudad europea, el barrio de la Gare Central os decepcionará al principio (por no hablar si bajáis en Gare du Midi). Sin embargo, con un poco de orientación podréis descubrir las joyas que esconde Bruselas.
Primero de todo hay que visitar al símbolo de la ciudad: el Manneken Pis, el famoso niño meando, situado en la rue de l'Étuve. Su contrapartida femenina, la Jeanneken Pis, está mucho más oculta, en el impasse de la Fidélité, donde también está el Delirium Café, mítico local donde probar alguna de las 2000 cervezas de todo el mundo que comercializan.
Antes de llegar al Manneken, en la misma rue de l'Étuve, podréis ver uno de los murales que decoran la ciudad con motivo del mundo del cómic, en este caso de Tintin. Bruselas ha sido cuna de numerosos tebeos, no sólo Tintín, pero también de los Pitufos, Spirou, Lucky Luck... numerosas librerías y tiendas de recuerdos harán las delicias de los aficionados a la "bande- desinée" belga.
Siguiendo por la rue du Midi llegaréis al imponente edificio de la Bolsa, cerrado al público. Desde fuera se pueden admirar sus frisos neoclásicos con estatuas de Rodin y alegorías que decoran sus frisos. Desde allí, continuad por las comerciales rue de Tabora girando a la izquierda por la rue du Marché aux Herbes. Cuando os crucéis con la rue des Harengs, volved a girar a la izquierda: acabaréis entrando a la Grand Place con las vistas más impresionantes, con el majestuoso ayuntamiento del siglo XV de cara. Sin duda, esta plaza es el corazón de la ciudad y el lugar más bello de todos, además de ser Patrimonio de la Humanidad UNESCO. Las bellas casas gremiales del siglo XVII también son bellísimas, como las de los panaderos, los engrasadores, los arqueros, los barqueros, los sastres o los carniceros. En esta última, decorada con un cisne, vivió Karl Marx durante una temporada. En uno de los lados de la plaza se encuentra la antigua mansión de los duques de Brabante, seis casas de 1698 bajo una única fachada reformada en 1882. Un gobernador quiso reformar la plaza entera unificando todas las fachadas bajo este estilo. De noche la plaza también bellísima gracias a su iluminación.
Adentraos por la rue des Bouchers para comer en Chez Léon, el local clásico de la ciudad donde probar los tradicionales mejillones con patatas fritas: los llevan sirviendo desde finales del XIX. Si vais con menores de 12 años, ellos disfrutarán de un menú gratis que está muy bien.
Tras la comida, nada mejor que un paseo por las Galeries Royales Saint-Hubert, inauguradas por Leopoldo I en 1847 como las primeras galerías comerciales de Europa. En ese momento para pasear por sus arcadas neoclásicas acristaladas había que pagar una tasa, por la que los ciudadanos más pobres eran excluídos de este elegante lugar. Ahora se encuentran abiertas a todo el público y entre sus pilares de mármol hay muchas tiendas tentadoras de chocolates así como librerías o locales como Mokafé, donde según muchas guías preparan los mejores gofres de Bruselas, pero que yo no recomiendo por su lento y mal servicio en general.
Seguid por la rue de la Montagne hasta la gótica Catedral de Bruselas, con dos campanarios que recuerdan a los de Notre Dame de Paris. Luego remontad la rue de la Loi para ver el edificio del parlamento belga y cruzad el frondoso Parc de Bruxelles hasta llegar al bello Palacio Real que está abierto al público gratis en verano. En uno de los lados se encuentra la elegante y empedrada plaza real, presidida por la estatua de Godofredo de Bouillom a caballo, primer rey europeo de Jerusalén. Alrededor de esta plaza se amontonan museos de arte donde destaca el Museo Magritte, con la mayor colección de dibujos y pinturas de esta pionero del surrealismo. Bajando por Coudenberg se encuentra el Museo de los Instrumentos de Música, que destaca sobretodo por su arquitectura art-nouveau, diseñado por Victor Horta, originalmente para albergar unos grandes almacenes: los Old England. Sus espirales de hierro forjado y ventanas arqueadas son hipnóticas. Volved atrás para recorrer la rue de la Régence, presidida al final por el gigantesco Palais de Justice, uno de los edificios más grandes del mundo, con su cúpula dorada. Antes haced una parada en la place du Grand Sablon, donde se encuentra una de las mejores chocolaterías del país: Pierre Marcolini.
Una vez lleguéis al final, a la plaza de Poelaert, podréis admirar mejor la magnificiencia del palacio de justicia, además de las vistas desde uno de los lados de la plaza, para ver toda la parte antigua de la ciudad desde lo alto, ya que la plaza se sitúa sobre una colina. Desde allí, tomad el metro en la cercana parada de Louise y bajad en Schuman, para conocer el famoso barrio europeo. Allí podréis ver los grandes edificios de las instituciones de la UE, empezando por el icónico Berlaymont, sede de la Comisión Europea, y siguiendo por el Justus Lipsius, sede del Consejo de la UE o el acristalado EEAS, sede de la diplomacia europea. En estos momentos se encuentra el obras la futura sede del Consejo Europeo, pero cuando esté acabada será curioso visitar con su huevo de cristal dentro de un cubo gigante acristalado. Al lado se encuentra también el bello Parc du Cinquantenaire y bajando por la rue Froissart llegareis hasta la place Jourdan, donde se encuentran las mejores patatas fritas belgas, símbolo de la cocina nacional. Haced la cola en la maison Antoine (el quiosco en mitad de la plaza) para disfrutar de vuestras "frites" servidas en cucurucho de papel y con la salsa a vuestra elección, aunque sólo con sal ya están buenísimas. De ahí, cruzando el Parc Léopold llegaréis hasta la sede del Parlamento Europeo (bueno, una de las sedes, la otra está en Estrasburgo). Hay visitas guiadas gratuitas al pleno y además, el Parlamentarium suele estar abierto todos los días, que es el informativo centro de visitantes.
Si aún tenéis ganas de visitar cosas, dad un corto paseo de vuelta a la place Royale y allí tomad el tranvía 92 hasta parar en Janson para visitar el Museo Horta, situado en la casa donde residió este arquitecto universal y que se la diseñó él mismo siguiendo su estilo art-nouveau. La mayoría de los muebles también fueron diseñados por Horta. Especialmente bello es el comedor de la segunda planta, con sus mosaicos del suelo y los sinuosos vitrales. Luego se pueden recorrer todas las estancias de la casa, desde el despacho de Horta hasta su habitación o la de su hija, donde hay incluso un invernadero. La casa, junto con otras que el arquitecto diseñó en este barrio, están también incluídas en la lista de Patrimonio de la Humanidad de la UNESCO.
La visita a Bruselas puede acabar tomando el tranvía 51 en la cercana parada Horta hasta la parada Stade, que os dejará en la otra punta de la ciudad, en Laeken, donde ver y visitar otro de los símbolos de Bruselas: su famoso Atomium. Se trata de una estructura de 102 metros de alto de nueve esferas metálicas conectadas por tubos de acero con escaleras y ascensores, representando un átomo de hierro ampliado 165 millones de veces. Los niños disfrutarán también con otra atracción cercana: Mini Europe, una serie de maquetas a escala 1:25 muy bien hechas de decenas de monumentos de todo el continente, con trenes, luces y otros efectos especiales que gustarán a toda la familia.
Finalmente, a un corto paseo de la Gare Central está la Fleur en Papier Doré, un pequeño café decorado con pequeñas artes y garabatos de numerosos artistas, ya que era el lugar de reunión de Magritte y sus colegas surrealistas. Aquí disponen de buena cerveza belga así como de platos baratos para una comida o cena rápida, como las albóndigas "boulettes" con salsa de tomate (no tan buenas como las albóndigas de Lieja), las endivias envueltas en jamón y cubiertas de salsa de queso "chicons au gratin" y el omnipresente acompañante: el "stoemp", un puré de patatas y verduras que se sirve con trocitos de jamón o de salchicha.
Bruselas es una ciudad entretenida y variada, con miles de tiendas que curiosear o restaurantes y cafés que descubrir, además de una oferta cultural inagotable. Sin embargo, no es tan bella como París ni tan divertida como Barcelona. Aún así, la capital de la Unión Europea merece ser visitada. Además, sirve de base para realizar excursiones de un día a lugares tan interesantes como Brujas, Ostende, Amberes, Ypres, la mina de Blegny o el museo Hergé en Lovaina la Nueva.